Sunday, October 31, 2010

Las juderías / 36 y 37 / novela

Indice / Las juderías

36.1961: Nadie me dice nada...

No a todo niño de Cuba se le trata dignamente y se le ofrecen opciones. Mas a cada uno de ellos, en mi generación, se les ha bombardeado, por radio y televisión, en los patios de sus colegios, en los lugares de sus vecindarios, con palabras como las siguientes: Sierra Maestra, Cuba libre, invasión, revolución, dictadura, Batista, castrismo, comunismo, presos, subversivos, democracia, socialismo, huelga, sabotaje, hambre, ateísmo, presos políticos, persecución... En abril de 1961, con la edad de apenas 7 años, entraron a mis conocimientos de geografía sitios y referencias que no conocía: Bahía de Cochinos, Playa Girón, Ejército Rebelde y Milicias Nacionales que, de pronto, ya no era referidas como las tropas de Batista... Nunca estuvo claro el por qué el tabú a la palabra 'CIA', pero ya me interesé por saberlo. Nunca fue clara la metáfora de mi padre al decir 'cáscara amarga', o trafalmejo, ya no me gustaba que me dijeran: «Calláte, niño. No digas eso»... Antes podía conformarme con saber que existe una Base de Guantánamo (y que siendo de Cuba está en manos de los americanos con los que trabajara mi padre), pero ya, el Dulce Camarada y el Co-Piloto de la Abeja, está harto de los secretos... Harto de que ya, en proximidad del Pésaj, fiesta con motivo de la cual otrora tomábamos el tren y como tres mosqueteros, salíamos al campo el 29 de marzo a comer carne de cordero y pan ácimo. Teóricamente yo podría ser guajiro por un día o dos... y preguntar por Bartolo y decir, 'gracias por la hacienda de Ceiba Mocha y por la parte que es mía, gracias a Andrés, tu socio'...

No. No. Mil veces no. A mi me molesta que se diga que El Caballo (Fidel) estuvo 25 meses en las montañas para que triunfara una revolución y yo que no sepa nada ni por haberlo visto en la TV... cuando dan las noticias, usted a la cama, o papá pone un pretexto para que no oiga cosas de adultos... ¿Es el barbero de la esquina primo de Manuel Urrutia? Al barbero fue a quien le pregunté porque nadie me dijo que se hizo presidente. Que será presidente de la Democracia, ¿es que Castro es malo, o es que es bueno? Y si es bueno, ¿por qué lo insultan diciéndole Caballo? «¿Sabes, papá? Lleó, el de la peluquería donde ibas, no es nada del presidente. Ni se conocen. No son ni primo ni pariente lejano... y te pregunté»... Uno pasa por idiota, ¿deseas o no que yo no sea klotz? ... Veo que otros niños van a la escuela, ¿por qué no yo?

A los ünicos amiguitos que tuve, los pusieron en la escuela. Me dijeron que el barbero es simpatizante de la Revolución y de los guerrilleros de Sierra Maestra. Tienen mi edad y lo saben; yo pregunté, ¿qué revolución? 'La que hay en Sierra Maestra'. ¿En España o en Puerto Rico? 'En Cuba, pendejo. Aquí'. Yo yo pensando en los nazis, o en cuando había republicanos en guerra por España y anarquistas como mi abuelo Joachim... ¿Cómo es posible que otro niño, al que le digo que los bebitos no nacen por una cigüeña que los trae, sepan más que yo?... que sé el nombre de cada hueso de tu calavera, yo que veo libros de partos, mujeres desnudas y bebitos cuando salen de la bolsa de la madre, entre sus paticas, cómo que sepa menos que ellos? ... Eah, si salgo klotz no me eches la culpa, no me digan así, como le dijeron a Andrés...

Yo quiero saber si vienen los rusos. Si hay que irse o quedarse y enfrentar aquí la guerra mundial que se anuncia. ¿Será la tercera? ¿La cuarta? ¿O ya hubo una tercera de la que no me dijeron? ¿O qué número de guerra es?

«Mamá: ¿no que los camaradas se lo dicen todo y no se guardan secretos? ¿Es que ya no quieres que sea copiloto y vuele contigo como una abeja?»


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37. Las Teresitas admirables

Efectivamente, el 1 de enero de 1959, en Cuba triunfó una Revolución y un dictador, llamado Fulgencio Batista, huyó. El presidente de los EE.UU., Dwight Eisenhower, ordenó el apoyo de organizaciones anticastristas y cree que a la Revolución hay que hacerla fracasar. No hay relaciones, ni diplomáticas ni comerciales, entre Cuba y los EE.UU. desde 1961. Urrutia Lleó fue depuesto. «Los camiones de la zafra que miraste por la ventana ya no pasarán porque la cuota de azúcar que EE.UU. asignara no existe más. No quieren nuestra azúcar», dijo la madre. «Estoy triste porque no sé a donde parará todo... Estoy muy confundida y por eso preferí no hablarte sobre el asunto hasta que mis ideas sean muy claras. No fue que te traicioné, mi copiloto. ¡Ay! camarada, es que no sé ni qué pensar. El mismo Comandante y camarada de Fidel Castro, Huber Matos, se rebeló contra la Revolución y se ha tenido, por tristeza, que fusilara a mucha gente... Cuba ha necesitado petróleo. ¿Te has fijado que existen muchos apagones? y la ciudad se ve oscura... pues, es que ya EE.UU. no venderá gasolina ni petróleo a Cuba. Se ha paralizado la industria y la economía y, por de pronto, los países que se alían a los EE.UU., aunque alguna vez dijeron que son amigos de Cuba, han traicionado a Cuba, por igual, para paralizar en general la economía... pero no es culpa de Fidel Castro. Es culpa del modo en que la historia ha sido, siempre y hasta el día de hoy. Ambiciones y estrategias en juego entre los que tienen el poder. El pez grande se come al chico».

«Si papá es tan inteligente, cono dices, si son camaradas, ¿por qué no le pides que te ayude a pensar, o que le diga a los americanos que no sean tan malos con nosotros? ¿Sabes que me dijo, Abuelita? Que a veces hay que ser como Martí, revolucionario, y que ella cree que Fidel Castro es como él, un buen revolucionario», consolaba el niño.

«Así es, hijo. La situación es muy difícil. Puede que yo sea tu maestra de Historia y muchas cosas o materias, a falta de autobuses o gasolina para que te llevemos a alguna escuela. Será por un rato... A veces atacan a los autobuses y a los trenes. No queremos que sufras y vayas a la escuela asustado. Mira... te voy a educar como yo me eduqué y se educó tu Abuela, materna, no en una sinagoga. Te educaré a la manera de la Gran Camarada Teresa Mañé y sabrás cuán revolucionaria ella fue. Te voy a contar sobre una mujer que fue la única encarcelada y torturada en una época tan difícil como es ésta. Claro, fue en España y hace 30 años o más... Esa mujer se llamaba Teresita Claramunt y sufrió mucho... De las cárceles, en Zaragoza y Barcelona, salió casi paralítica... Tenía mucha energía, sin embargo, pues, organizó una Huelga General de 1902 y otra huelga de tranvieros de Barcelona. Ella sí era como una abeja... y murió joven, más o menos con mi edad... ¿Sabes, si yo tuviera que darte una hermanita, la llamaría Teresa, igual que la señora Claramunt, igual que la señora Mañé, en homenaje a las Grandes Camaradas y Abejas bravas...»

«Si tengo una hija Camarada y me caso, a lo mejor le pongo tu nombre o Malká Sarita Número 2...», dijo el Copiloto.

«Buena idea, amén... Ahora para que te vayas a la cama, te adelantaré la historia de una Abejita que tenía un abejito que era su camarada y él estaba enamorado, por primera vez, de una niña de la escuela. ¿Quieres oírla?»

«¡Sí! ¿Cómo se llama el cuento? ¿Dónde lo aprendíste? ¿Quién es el autor?»

«Se llama La que silva por la casa. Digamos que me lo contó en Puerto Rico un niño que se llamaba Bartolo y cuya mamá era un abejita silvadora, que le gustaba llevárselo de tiendas, o a visitar otros panales bajo un sol tropicaloso, para que Bartolo aprendiera el valor del sacrificio y el trabajo, antes que se enamorara y se casara».


Mamá, virgen que me heredara mis costillas, las que pega con saliva de seda de otros mundos, a las puertas de mi ser en este cosmos, mamá la sideral, la spinoziana que calcula el panteísmo con los ojos y a eso le llaman buen cubero y matemáticas, madrugó silva que silva y yo, molido, con mis piernas que no quieran erguirse [ayer caminaron mucho, junto a ella].

Se metió en cuanta tienda existe. Le dio rienda, suelta rienda, a esa sospechosa acusación que Papá hace: «Mujer, hay que ser ahorrativa. Tú me pareces que eres gastadora. Que piensas que el dinero brota como si fuera agua de bajo de las piedras»]. Mas Mamá no hace caso.

Sale y me toma de la mano. La noche nos sorprende en negocios. A mí ... es la mañana la que se vuelve siglos. Son tantas diligencias las que hace, visita aquí, visita allá, a todo el mundo. Ninguno la para y quieren saludarla cuando sale a la calle, o la ven rumbo a la tienda, a la barda vecina. Y la llaman y se entusiasman porque va con uno de sus nenes y salió de sus nidos y telares como un trombo.

La ardillita recaudará sus nueces. En eso anda hoy la esposa del maestro. Es siempre la mujer que está teje que teje y haciendo que bellotas de amor y de contento se cuelguen en los árboles, han de ser las futuras avellanas. O el sustento.

Sale, como ayer que no estuvo silvando y tenía carita seria de abejita, atareada, hasta que dijo: «Vamos a las cerialias, por pan para el invierno»; y ella sí que sabe sobre mediaciones, sobre pasión creativa y simultaneidad con lo Eterno.

Utiliza materias de su espíritu, signos que saca de sus huellas dactilares, palabras hierofánticas que transmuta del momento más duro del asma, cuando parece que se va sin aire en los pulmones a sus viajes extáticos, a cercanías kratofánticas a orillas de la muerte.

En sus itinerarios, se detine en La Trapera de Leopoldo Nieves que son la misma parentela de mi padre; sube más allá del Cementerio Viejo donde está Luis Cantántora como un polo inmantado de negrura, Vigilante, y saluda a Polo El Prieto.

Entra a la Cinco y Diez de Doña Chefa Jiménez, una jamona del Pueblo; seguro Las Delicias será el último paro... antes, porque puede que no conozca la palabra ágape, visitará a poderosos, a las familias ricas que tuvieron algo ver con los nuestros.

Ella bien que se sabe en forma y contenido, en identidad conceptualizadora lo que es justicia, pasión ante el prójimo, buena voluntad; herir el irracionalismo puro de kantianos, hijos de puta del imperativo categórico, exorcisar a esos anglófilos, rooseveltianos, de la Vieja Colchoneta, chupasangres antes de La Pava.

Por eso se va donde Mochei, la esposa de Sagardía Sánchez y de la cepa Torréns que eran los buenos; ahora él es diputado en la Legislatura, Puerta de Tierra. Puede que ella no conozca, en rigor, de gobiernos ni de agendas prioritarias, ni de sofistas de la nueva y la vieja demagogia, pera ella sabe hablar y no decir pendejadas como María Culito subida a las tribunas.

Mamita habla de tal modo que el Estado parece que dependa de universalidades de Hilandera del Cosmos, de la vieja urdimbre aracnológica a la que la Virgen Atenea le sacó los ojos, le tapó la boca, le dio el asma en la soga de la asfixia, en el innoble cadalso de la ahorcada.

Ahora es ella, la que sale a la calle, en forma de Mamita, ardilla lidiadora, vecina próxima al Caserío Mández Liciaga, y porque Doña Bisa representó la Casa de la burguesía señorial y aristocrática que ella comprendiera por sus viejas intenciones, con ella va, con María Luisa Rodríguez Rabell, viuda del Juez Negrón, y es otra araña, hilandera, tejedora de justicia, ambas creyentes en los Eternos Tapices que cuentan la historia de los dioses curioseanndo entre humanos, amores posibles de dioses, sus andanzas, sus buenas o malos engañifas. O mentiras piadosas.

No es mofa de Aracné ante la diosa Atenea (es cosa donde hilar se concibe, la idea que lo Divino se mezcla con lo humano y la historia divina y la profana se coinciden).

Y Mamá dialoga ésto, no sé qué vende, que no sean palabras: Mamita es una ardillla charlatana, oradora, con boca limpia como sus manos. No han de ser Causas Perdidas las que ella promociona; sabe que de estos viajes al Pueblo, a pasito lento de camino, porque, en mi caso, cansan, fatigan, depende nuestro invierno cuando se vaya ese Sol tropicaloso...

Ayer fue al Pueblo, regresamos. Y Mamá, dulce Abeja, hembra de estrella que se vuelve avellana, ardillita traviesa, juguetona, hoy silva, brinca como mosquita loca de pared a pared, y en cada flor de la casa deja sus besos de mariposa. Y, como un ruiseñor o sabe diós que avecilla, tiene una canción en los labios, una melodía sin letra, pero sonora, obsesivamente contagiosa y agradable como miel.

Lo sé. Es que ayer visitó enfermos, tristes, desconsolados, compró cosas, miró lo uno y lo otro, se trajo mercancías a plazos, en lay-away, a fiado. Yo vine cargado de paquetes, yo tan sudoso que hoy casi ni me levanto; pero, ella quedó dura, cantarina, resistente, madrugó silvando, silvando, silvando.

Y ésto durará meses y meses; posiblemente, antes que el invierno llegue, me dirá lo mismo: «Esta vez será el campo», visitar a la Abuela, a Cidral, a Mirabales, a El Guacio, a ver los viejos Alicea, los Prat, los Arce, los Luiggi, los Brignoni, los Vélez, los Ortices y Arocena, y «claro, Bartolo, tus animalitos, y la nena que te gusta de la escuela, a esa que escribes en secreto, tu prima de ojos azules sí, la de versos al campamento de El Guacio». [08-12-1976]

«Cualquier parecido con la realidad de Bartolo y tú es pura coincidencia. Colorín colorado: este cuento se ha acabado».

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Las juderías / 35 / Tu misión


De la novela Indice / Las juderías / de Carlos López Dzur

35. «Tu misión: Estar con tu marido»

(...) todos los hombres son hermanos en naturaleza, de que todos los hombres deben recibir igual instrucción sin privilegios de castas, de que todas las escuelas deben ser neutrales en creencias religiosas y políticas, respetando la creencia religiosa del católico, del mahometano, del budista, del brahamano, del judío, etc.; y siguiendo sólo la senda de la ilustración y del progreso, caminando paso a paso a la perfección que tanto anhela, estoy segura, segurísima, de que el mismo clericalismo que hoy vocifera en contra del laicismo (...) estaría lejos, muy lejos de tocar las consecuencias de estar en abierta guerra de religión con la enseñanza(...) He ahí lo que hallará (el hombre) en el laicismo: ciencia, moral, justicia (...) Y hay que comprender que la Escuela laica es la escuela del pueblo, la única verdaderamente liberal y la única que puede converger con los ideales del siglo (...) la Escuela laica existirá porque lo pide el siglo, el progreso y el indiferentismo popular: Teresa Mañé i Miravet (alias Soledad Gustavo), 1 de abril de 1888, en: El Vendaval

¡Cómo odiaba Mamá este consejo seudobeatón y, como todo lo beatón, falso! Que la misión de la mujer es 'estarse con su marido, en las buenas y en las malas'. «¿Y qué tal, si la primera de las malas circunstancias, es que el marido es malo, golpeador, mentiroso, vicioso y asesino?», reaccionaba ella. La misión de una mujer es conocer a un 'camarada' y, con él, formar una familia decente y proyectarse como tal en su vecindario y, si no hay camaradas en el vecindario, por ser distintos a ellos, contribuir a formarlos. «Sin vecinos solidarios, no hay patria. No son posibles cooperación y alianza, políticas de buena vecindad».

Habían vuelto las recauda-firmas a llevarse fuera de La Habana a otros 14,000 niños y metían miedo a las judías para que sumen a la causa y con el grupo pasen la voz y se apresuren a salvar los niños, enviándolos al exilio...

Con unas pocas amigas entre los con que Sara hizo migas en La Habana, se hizo muy claro su concepto. La fidelidad es sólo para el servicio santo. «¿Pero entiendes qué es servicio santo? Educar». Estar con el marido puede ser una causa perdida: una guerra sin frutos y una pérdida del tiempo. El marido no es un esposo. Con el marido, se hace reeducación, inclusive se le reeduca sexualmente; con el esposo, ya se Comparte y se hace el Sexo».

Mas estar con el esposo son palabras mayores, sojuzgarse por el marido es una blasfemia, y no es lo mismo.

Entre algunos libros, siendo novia de Abram, y que Sara se leyó antes de su boda en Sevilla, sacó de un baúl de la casa, el libro favorito que de Teresa Mañé su madre anarquista, muerta, tenía en la guardado: El amor libre (1889). Este no, necesariamente, un manual de infidelidades o de fornicaciones. Quiere llevar consigo este libro a La Habana. Ahora fue la oportunidad, casi diez años después, de sacarlo del sótano de La Bodega y hablar sobre él con sus a amigas sobre cómo pensó que se reeducarán a los machos que aspiran a casarse con una Abeja Machiega, con una reina. Es un libro sobre cómo educar a los camaradas para que no se comporten como obreros estériles y violentos. Para que no tengan, ni el amor ni en la política, esa mentalidad voraz y calculadora de los Maquiavelo, que son los ingenieros de tantos tipos de poder sobre hombres, mujeres y naciones.

Acerca de Teresa Mañé, Sarita La Abeja conversó muchas veces con el Dr. Abram, con quien se casó al fin de cuentas, pero él es reacio a oírla, ni aún cuando todavía ni estaban atrapados en cautividad por circunstancias como las presentes y él carecía ambiciones materiales y políticas.

Es que, Mañé la maestra olía (y todavía huele) a anarquismo y, es cierto, es la tradición de los de Riga: Ricardo Mella, Anselmo Lorenzo y otros/as. La tradición de Abram es sentirse, o admirar, a los cruzados, guerreros dogmáticos que, en el fondo, aman lo heroico y se van a la guerras en pos de riqueza, vanidad, lujo y, al fin de la guerra, demandan algo más que condecoraciones, el ocio propicio a la meditación profana, el humanismo, que escupirán sobre las ciudades de la antigüedad, porque ya las han convertido en escombros.

«¿Qué más quieres Abram? Eres tan occidental como esta guerra misma, de bombas atómicas y misiles de Krupp», le dijo ella recién casada, cuando él se fue a Baltimore y, sin ganar dinero todavía, ya pensaba en comprar allá una casa con la arquitectura federal de los edificio de Johns Hopkins.

Según Sara rememora, el fantasma de su madre en la tumba, se revolcaría de ira si supiera lo que este hombre piensa. Le habrfía recordado, si viviera, que no es de su camada. «Tú le llevas siglos de pensamiento crítico a todos los Abram, antes y después de Benavito». Le latía que es cierto. Es que Sara le dijo que sus anarquistas, al estilo de la Mañé y Teresa Claramunt, otrora feminista anarca y una de las últimas, él les despreciaba, mas ellas sí entendían la vuelta a la naturaleza, el paisaje y el desnudo en las artes, el lenguaje popular en la literatura, la ciencia experimental, de un modo más profundo que la mística de la armonía kepleriana y las hipótesis estético-metafísicas, base del galileísmo investigativo que a los Abram les obseden. «Invocar esas alianzas del Papa Alejandro VI que echan a los turcos contra los venecianos, que ponen al Leonardo da Vinci, en sus laboriosas noches del hospital Santa María, a buscar el secreto de la vida y de la muerte por examinar cadáveres, no nos es necesaria a nosotras las mujeres. Somos madres, no execramos cadáveres abiertos por aquello que decía el castrado Abelardo, el nominalista, 'no se debe creer sin pruebas', pero, ¡carajo, si la vida no se ve a ojo pelado, bajo una lupa! ¿qué tal si la prueba es oír dentro del corazón, y no en una osamenta seca, para gritar ansiosamente, suplantando a Dios, como Da Vinci: «Voglio fare miracoli!»

«¿Qué tal si el misterio de la vida es un oir, no un ver, o guardar ombligos o tripas en un frasco de alcoholes?».


«How dreadful is this place!»: Hebrew 28:17

Hallarás a tu hermano de seis alas. En tu exilio, lo pongo y lo llamo Peniel, Quien defiende tu Norte de cualquier extravío y tu lugar terrible disuelve para el necio.

Binah, la Madre de los Niños, te envía sus bendiciones. Como un susurro de las Nanas Celestes: silva la brisa de Em ha’Banim, te tranquiliza tu madre, crío, y exhorta: «Duerme», aunque no quieras dormirte.

¡Qué duro ha de ser, Jacob desobediente, que haya que enviar al Sefirot alado, al más radiante de todos al reino de Malkut en tu presente Olam Hazeh; pero vas a ver lo sublime: Peniel accederá al norte de HaMaqom y vas a ser el Nuevo Hombre en el mundo de hoy, en la esfera de temores.

[13-11-2000: Carlos López Dzur: Seforot ha’Midot]

El método de la Abeja fue siempre como un vuelo del ángel que le dice: No abras ese cadáver todavía. Al cadáver se le fue la vida. Abre tu corazón y aprende. Es más útil que rasgar el pecho, o hacer sacrificios sangrientos, como la guerra o la eugenesia nazi. ¿Qué? ¿No entiendes lo que Peniel, rostro de Dios, viene y te dice cuando descoyunta tu muslo y te lleva ante Binah, la Madre de los Niños? Si quieres ver lo sublime, hay otra Ciencia, a la manera al norte de HaMaqom y no es un terrible en medio de la guerra... No se necesita la guerra y la plaga para aprender de los males... La Reina de la Empatía y del Conocimiento es una Serpiente. Dios no hizo un Toro para hablar de Sabiduría. El Toro es simplemente la fuerza y quien ha de criar a un hijo de sabiduría y educarlo para la libertad, soy yo, con la manera de la Serpiente, astuto y tierno como una paloma. Y la Serpiente y la Paloma que yo te propongo. Es una escuela laica, como aquella que fundara Mañé. Ella fue la primera maestra laica del Estado español. Con la ayuda de Bertomeu Gabarró, ella abrió la primera escuela laica en Vilanova y, si no hubiera en Cataluña, una escuela como ésa, seamos tú y yo camaradas en la tarea de fundar una, o tenerla en la casa.

Ni me gustan los prushím («fariseos») ni los tzukím («saduceos»). Ni La Becerra ni los gringos prusianos, o esos colegios militares que llamaste fabulosos y espléndidos. Sí, como Cicerón, te diría: «Sin la historia uno permanecería siempre como un niño»; pero no se trata de buscar una tradición académica, «a lo petrarca». Tirar a un niño, solo, uno entre muchos, en la lata de sardinas.. La historia humana caduca; pero la historia divina es eterna y no niega la dialéctica y nosotros somos la semilla, el primer cimiento de ese niño, y hay que tenerlo con nosotros; pero nosotros ser la Unidad / la unidad de los camaradas / y, por desgracia, no lo somos. «¿Dónde está tu mente Abram si no en quitar a Batista (de acuerdo, es necesario) para poner a los gringos y atajar a Fidel Castro? Entonces, ¿a quién tienes en mente para que sustituya a los ladrones?»

Yo si tengo algo en mente: la prioridad es nuestro hijo. Y eso no significa que yo sea una de esas damas, con miedo, que embarcaré a Karl en los vuelos de Peter Pan, o lo vea, ¡ay, mi niño! como sub-producto que se engendra en el estilo gracias a la publicidad de la película de Disney, o ese inicial The Boy Who Wouldn't Grow Up y que termina siendo un duendecillo, como Pan con su flauta, en Never Land, sátiro que nunca crece, contrario al Sileno mitológico... un putillo en camisa de mangas cortas, gorrito de pluma y orejas de reno... yo quiero un niño que vuele de verdad y que no sea el Niño Perdido entre indios, piratas, fantasmas y sirenas... Un niño real que no vuele, si no ha de volar con la imaginación creadora y alas de amor concreto...

Casi finales de enero, el Dr. Abram visitó a su mujer.

«Me dijeron que te vieron en la calle. Hablaste con las judías de Obispo».

«Mas bien, ellas vinieron».

«Te dije que no salgas a la calle, porque hay muchos disparos de francotiradores».

«¿Me cuidas, me celas o me espías?»

«No mientas. Me encabrona».

Para esquivar la pregunta de su esposa, él se refiró a los periódicos sobre la mesa y el libro que vio, 'El amor libre' y ejemplares de La Revista Blanca, al que prefería llamar La Revista Roja.

«Imagino que ya leíste lo que acaba de ordenar El Caballo», se refiere a Castro, «utilizó el Estadio de La Habana y se planchó a Jesús Sosa delante de auditorio lleno».

«Fue generoso. Estaba condenado a muerte, ¿no estás contento? ¿Eres anti-Batista, o ya no?»

«Frente a 18,000 comunistas y 300 periodistas del mundo lo expulsó de país».

«Eso nos puede suceder a nosotros. El juez del Tribunal Militar, Dr. Sori Marín, me conoce. El Mayor Chibás, no. Es receloso».

«Quienes protestaron por una ejecuciones en la noche, un par de ellas, vino en la mañana. Pedían firmas para que sigamos salvando niños de los contrarrevolucionarios y apoyandos a los peter-panes», informó ella.

«Le sigue el capitán Morejón. A ese sí, al paredón. Es un incendiario».

«¿Tienes miedo?»

«No por mí... Bueno, en fin de cuentas, ¿por qué querías verme?»

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Wednesday, October 27, 2010

Las juderías / novela / Caps. 31-40

Indice / 16-25


31. La dura reconciliación

Lo veo. Está lijando unas maderas con la que fabricará el primer tefilín, mi casillero, que colocará en la pared, al lado de la puerta del balcón esquinado, con salida a la calle Neptuno, que colinda con mi habitación. No sé exactamente si está enojado conmigo. De buenas a primeras, su olor no me fue conocido. El se avalanzó cariñosamente sobre mí y no lo reconocí, quizás hasta su voz había cambiado. Gritó: «¡Mi chiquitico, mi niñito!» y empezó a darme besos por todo el rostro, la frente, mi pelo.

Protesté: Yo no soy chiquitico. Mi nombre es Karl y soy Copiloto de La Abeja y el dulce compañero de ella y como me habló, con cierto español que tenía los acentos de la cubanidad de Andrés, la figura masculina más famliar durante mis primeros dos años de vida, puse distancia y traduje mi sentimiento abejuno, que para mí sería la verdadera kedushá, o santidad de mi relación con Mamá y con Dios: sanfte camarade einer Biene, schöne camarade.

«¿No me recuerdas? ¡Soy tu padre!» y comenzó a hablarme en alemán, con cierta ansiedad. Ich bin dein Vater, Kind.

Oh, ser equívoco, enmascarado de bestia luminosa, sin mi luz, tus ojos están ciegos y sólo percibes ilusiones, la perduración caótica de lo que llamo a la vida, el transformismo de lo que va cumpliendo sus etapas en la Vav del fluir en el umbra de la Puerta de Dalet... pero yo dulcifico al hombre equívoco que escuchó a Abraham, aquel primer Padre que te dí y creyente oculto que te prohijara para Netsah, la duración que eterniza la magestad de Hod y el Rahamim de mi compasión divina y mi Jesed de amor.

Quien se dio para que abriera la senda del manantial y tus ojos, 70 años sollozó en los exilios, con sus lágrimas rectificó pozos secos y sus ojos te daré, ojos que me Ven y no me confunden con lo infrahumano instintivo, ni con fantasmas de la penumbra ni con unicornio, ni fénix, ni tortuga, ni dragón. No seré para tí, sino la Mashíaj en plenitud revelada. No me sirves como planta carnívora ni vampiro lunar ni como erizo de mar ni pez volador, ni murciélago ni fase intermedia de ángel o deva tenebroso... Para la visión del futuro perfeccionado y utópico del mundo, te quiero.

Para la voluntad de superación de formas dadas, te hago llamado; para poderosos sistemas estables de proyección y la continuidad de la vida frente a la entropía, te llamo... Persevera, simiente de Abraham, gusano de Jacob, que tu ojo derecho mire hacia Arriba donde estoy, glorioso de Samej, y tu izquierdo hacia Pei, providencia de mi boca cuando lees lo que quiero para tí, la Fuerza del Aquí, el habla del Aquí y Ahora...

«Ya hablas, bendito Dios», me dijo y pensaba si podría yo comunicarme con él afectivamente. En particular, porque de pronto se sintió extraño ante el hijo que había procreado. «Soy el que te regaló la Mano de Dios y el Ojo sobre la palma, la joya que usaste... ésa, ésa que cuelga en tu cuello...»

«Ah».

Lo hice sentir como un forastero en «tierras de Gerar», sólo que Gerar era, en este momento, La Bodega, su propia casa y comprendió que, desde que naci me había dedicado tan poco tiempo que, por los años de distanciamiento, yo, en Puerto Rico y él, en Alemania o fuera de La Habana, había olvidado cómo era su rostro. Más tarde, verlo abrazado a mi madre, hizo que flotara un vago recuerdo. «Mamá dijo que eras médico y que viajas mucho en aviones porque trabajas en bases como Ramey, donde yo estaba».

«¡Qué bien hablas para tu edad, hijo!»

«Mamá, lee para mí cada noche. Muchos cuentos de piratas y de la Torá».

«¡Qué bueno! ¿Sabes qué día es mañana?»

«Mi cumpleaños. Sé que nos has comprado un regalo para mí porque no sabías que yo vine». Agregó, sin que nadie preguntara, que nació muy tarde, un día como hoy, pero eran las 12:00 de la noche, o poquito más.

«No, mira. Vine de Alemania porque supe que regresaste; pero mañana te daré regalos. Es que salimos a prisa, de emergencia, y es casi un milagro que haya llegado a tiempo, el mismo día que cumples».

Ahora Mamá es quien dice que debo besar a ese hombre y no ser grosero con él. «Nunca». Vio que le había rezongado, lo que no hice con Andrés ni con Malká. Me mandó con ellos que estaban en la cocina, para hablalr algo en privado. Me dijo que preparaban una pequeña recepción para la noche y la cena. Y me fui.

«No temas, Abram. Es un niño simpático y siempre le hablé bien sobre ti. Ha de sentirse por de pronto cohibido por tu presencia... ¿Te fijaste? ¡Es listo y está aprendiendo el alemán y el español, al mismo tiempo... y quiero que aprenda hebreo, inglés, que aprenda mucho de tí».

«Este niño no se puede educar aquí, entre tantos pericos en trápala, divertidos en sus estacas, entre changos candongos en el mecate, gente que come cabalongas de la mano del Diablo. Y ni siquiera lo saben... que nada inician y nada terminan... ¿Sabes qué está pasando ahora que regresas?: ¡Por por un lado, sale Fernández Concheso del Ministerio de Educación, ese siervo de Batista y, por otro, entraría a gobernar el marxismo... yo no sé que es peor, pero no vamos a dejar que ningún nazi-criollo ni comuñanga de mierda ponga en nuestro hijo una pizca de su escoria!» y, claro está, este era el tipo y estilo de sus discursividades

«Será, Abram, y examinaremos eso a su debido tiempo».

* * *

Y hablaban todavía sobre un poco y nada, cuando escucharon las risas del consentido de ese día por lo que Abram gritó fuertemente para verle: «¡Venga, co-Piloto!» y el niño se asomó, cortésmente, y agregó a su rango. «Dulce Camarada de la Abeja».

«Esto de camarada es algo que tendremos que discutir, Sara; pero ahora disfrutaré que Karl está precioso. Me gusta su corte de pelo. ¿Es primera vez que lo llevas con Lleó?»

«No. Mamá me corta el pelo. Gratis. Y esta camisa me la cosió ella. Y este pantalón... No pudimos traer la Singer, ¿verdad, Mamá?» Hasta a coser aprendió su mujer...

«De veras que es precioso mi hijo», pensaba silenciosamente. «Ha crecido. Camina. Habla. En un cerrar de ojos, desperdicié mi tiempo...». Casi tres años sin darle otra cosa que la Hamsa, a regañadientes. No había comprado ropa ni alimentos para él ni ofrcido cuidado médico y ahora no se siente con autoridad moral para preguntar a su esposa cómo ambos, ella y su hijo, sobrevivieron cuando se ausentaron. ¿De qué has vivido desde el abandono o la separación?

Después durante la cena, en que se sirvió el Kneidalaj con pollo, pishikado al prishil y el pastel sefardita de Matzá, que solían preparar para las Fiesta de Pesaj, el homenajeado dio sus demostraciones de cantos aprendidos e imitaciones, «así hacen un burro (onomatopeyas), este es el relincho del caballo (ibid.), esta es una ranita coquí de Punta Borinquen». El padre, enternecido con monerías del chicuelo y, por ésto. haciendo de migas y tripas su corazón, porque no estuvo preparado adecuadamente para este regreso, Abram subió a su recámara y buscó en una mochila grande, tipo militar que trajo consigo de Alemania, alguna cosa. Halló una muñeca de peluche. No era precisamente para Sara; pero sabía que la había guardado. «Sara no es precisamente mujer para estos regalos», pensó. Le hubiese traído un par de buenos libros, textos que ella habría devorado con gusto. Pero sólo tenía una muñeca, una Ositao Blanca. Y ni siquiera era para ella, sino para la amante que dijo que lo visitará en Guantánamo para reencontrarse.

Soy la parusía, niña de los tiempos, viuda de la espera, beata de los presentes inicuos. El que esperaste fue un conejo blanco, oso de peluche, muñeco de trapo, ¿pero quién es él en los tiempos cuando sube el Aniquilador al trenecito (juguete de los tontos) si no algo pasado? ¿Quién es él cuando la religiosidad laica nos impuso nuevas normas y mitos?

El post hoc, el olvido. Ya soy otro. la reacción a lo primitivo. Lo nuevo.

Niña de los tiempos, te hablo duramente desde la dimensión de un elefante y me reprochas. Sé que te hiero. Soy un conejo blanco agigantado, el monstruo de tus propias miserias. Caíste a la poza del crudo desencanto.

En Segunda Venida vengo terco. Y tus expectativas las digiero como al amargo trago; por años me has venido envenenando. Con tu pie pateaste mis regresos. Con migajas ya formaste el firmamento.

Yo soy la parusía, beata de los coitos apagados; soy el cáncer de tus expectativas, ya no produzco hormonas de placer en los manglares ni devuelvo juventud, sólo es el estrés, la mentira, lo acumulado en el post-hoc, el aquí y ahora de tu cosmos.

«Se parece a tí», dijo ella a Abram cuando la tomó. Les besó a ambos, al esposo y al monigote. En realidad, no esperó de él nada, pero agradecía el gesto. El anunció heroicamente, quizás aupado por la reacción de ella y la cara sorprendida del niño, que buscaba tocar el conejo, imitándole cómo hablaría, si pudiera emitir un sonido, que habría cosas para él. «Será mañana» y bajó de su recámara, con la muñeca, también unas finas maderas, piezas con la que hará un casillero para que ambos se comunicaran. «Tal vez no sabes sobre esta costumbre. Te haré un tefilín. Yo mismo lo haré con mis manos y será mi regalo».

Explicó que, muy acorde al peshutim mehudarim, especificaciones sagradas, la cajita («bayit») colgará de correas de cuero y contendrá su primer pasaje de la Torá, en caligrafía manuscrita, posiblemente, por algún escriba, que sepa hebreo autorizado y que no sea, como esos payasos askenazi, polacos de La Habana, que sólo manejan un lenguaje de ladrones («ganovim-loshn»). Sara soltó unas carcajadillas maliciosas porque si conocía los celos de Benavito por las sefardías y los desacuerdos frecuentes que tuvo con los judíos de Europa del Este que eran sus vecinos.

«¿Por qué te ries? ¡Es la verdad!», preguntó Abram y es que ella para animar la velada y darle alegría musical se puso de acuerdo con la viuda de Becerra y ella consiguió los mejores músicos, esos que, despectivamente, Abram llama klezmer-loshn, musiqueros, o más bien, salchichoneros cuando los oye con sus clarinetes («vorsht») y modulaciones frigias, «Freygish». Los carteristas 'maravikher' y chulos de putas, 'khevre-man, y akhsanik', raterillos de La Havana Hilton.

«¡Ay, Abram, me río porque invitamos a la banda! Estarán por llegar los musiqueros a que aludes, klezmer-loshn, pero son los mejores de la escuela que hubo en La Bodega. Bebía de una Copa plateada de Kiddush, que Malká mandó a Andrés a que comprara para que el Co-piloto la presumiera en este cumpleaños, cuando llegaron.

«¡Ay, qué corazonada, Sara! Ya están aquí», dijo Malka. «Fue que Andrés se aseguró que llegaran». Ha estado a la vela. Lo prometido es deuda.

Sonó el timbre en la puerta y al comedor llegaron las voces de hombres. Sí. Los músicos de La Becerra y Andrés, con ellos.

Y la velada musical también fue feliz. Sara bailó con el niño y se fue casi la noche hasta las 12:00 y ya se le miró cansado; pero la última sorpresa de la noche, antes de que se fuera a la cama, fue cuando para probar el cariño totémico por sus hijos, Abram fue a la Biblioteca y sacó una cajita de un archivero. Le mostró a Karl, ante Sara, unos souvenirs del alma. En un sobre, él había guardado las tripitas de los ombligos de ambos críos y unas mechas de pelo. «Esta es la tripita de tu ombligo. La guardo desde el día que la cortamos». En otro sobrecillo, las mechitas de pelo del primogénito y del Dulce Copiloto de la Abeja. Examinaban el material con los ojos; sólo el Dr. Abram con el tacto. Pero un detalle a él y su esposo los tuvo conturbados. El pelito del muerto tenía un color ceniza que contrastaba con el recuerdo de que fue un pelo muy amarillo, como el otro. Por ésto se miraban asombrados y les dio escalofrío cuando al deslizar sus dedos sobre las pequeñas muestras, el lacio mechoncito de pelo de su primogénito se volvía polvo. Polvo como la ceniza y lo mismo pasó con su ombligo. Se disolvían con el tacto inexpliicablemente. No así el pelo y la tripita de ombligo de Karl. saludable. Su par de rizos, intensamente amarillos, no deterioraban y la tripita umbilical se mantuvo seca, pero en buen estado.

Ellos no comprendieron el misterio. Karl sintió una tristeza repentina, pero, en general, este día había sido tan feliz que, en su corazón infantil, pensó: «Esa sensación de que están tristes, así de repente, mañana pasará. Se la dejo a ellos». Y se fue a la cama silenciosamente.

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32. Señales de guerra

Mamá ha recordado los planes iniciales, cuando novia y después, ella y él , recién casados. «No, no... en completar especialidades pensaremos después. La prioridad es trabajar con lo que sabemos. Tú te entenderás con las cuentas, los archivos y serás mi coayudante, si hago cirugías, la anestesista... Verás que en el dispensario médico de papá cabremos todos. El ya está viejo y tira más al campo, donde realmente abundan los enfermos... Ah, en la sala de espera, tenemos unos divanes enormes, mullidos, muy funcionales. Papá pagó caro por ellos y, eso que los colchoneros judíos de La Habana, los hicieron y el corrigió los diseños.

Es una oficina bella y, si algo se comprara en Baltimore, que sea equipo de laboratorio, instrumentos... Mi padre sabe de eso. El, como Moritz, tiene mente de bioquímico; pero, no se sabe hacer pagar. Mucha misercordia, me dice. Misericordia... y así tira o ignora lo que gana y el rico viene, siendo rico, y lo engaña. Papá perdona deudas ajenas porque no lleva un control, estrictamente escrito, de lo mucho que se le debe y él resuelve fácilmente, al decir: «Olvídalo. No es nada»... ¿no te dije que le pagan hasta con pollos que se roban de las granjas, o con cualquier chuchería que tengan y ya no les sirva? Pero... yo veo Nuestra Clínica. La veo en la imaginación primero... Allá en la Calle de La Bodega. Compraría mis propias ambulancias, .'blood-wagon service'... atenderemos partos, medicina familiar. Eso deberá ser primero. ¿Te imaginas el rótulo que nos anunciará? Abram Matías-Riga-Dzkja Medical Clinic...»

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

Sara de Riga, prometida de Abram, concentra su memoria para recordar cuándo sería que se formó el fermento, el cambio. Recuerda cuando anduvo arriba y para bajo con sus libros de microbiología, cómo quedaba rendida de mucho leer... antes que se iniciara la guerra... Soñaba que encontraba rotas y enfangadas páginas de libros sagrados, antiguos libros, como los rollos de la Torá... y, en secuencias pesadillescas del sueño, la Mano que gira la Rueda y se remonta a todos los pasados, en cuestión de segundos, y se activa y despierta a la mujer en los mismos momentos de su presente en La Habana.

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

«Es que llegamos sólo con sueños y promesas. La guerra nos hizo a todos pobres, nos dejó sin nadie a quien pedir un peso prestado, ¿te das cuenta?», le decía él a ella.

El Ejército sólo le expedía pagarés. «Te daremos ésto y lo otro». Becas, préstamos para una vivienda cuando se personara a Norteamérica. Y Abram decía a Sara, cuyo segundo nombre es María, y es su enamorada: «Hay que aprovechar lo que den. Esta guerra ha costado demasiadas vidas (según las cuentas modernas, 6 millones de judíos, 20 millones de rusos, 10 millones de cristianos y 1,900 sacerdotes católicos)», pero, después del Armisticio, ni pensó que eran tantos, aunque sí los que viera en más cruel situación que muertos. Ejemplifica con mujeres, niños y aún ancianos, violados, matados de hambre y humillados. «Y pensar que son agresores quienes se llaman civilizados de Occidente».

Para ese tiempo, una vez atrapada por el sueño, por no arriesgarse a valorar las tristes separaciones, aún las de hoy, queriéndose libre y no ver la sangre en sus contextos, ella se observa dentro del proceso onírico. Va por las calles de Rotterdam. A veces se pierde entre neblinas y reconoce calles de Londres. Observa ciertas librerías destrozadas. Centenares de libros, sucios y despaginados, rodando sobre las calles por un viento tempestuoso. Quisiera llamar a cualquiera y pedir ayuda para recogerlos.

Algo le dice que sueña con saqueos a librerías judías, imprentas y sinagogas. Y, de pronto, cree que se inclina y recoge un libro con la historia escandinava de Beowulf, héroe que batalla contra un monstruo, mitad hombre y mitad diablo... Ya no imagina que sueña. Imagina que aún lee el pasaje en que Beowulf se convierte en el rey y lucha contra un dragón.

«Lloré mucho con la historia del libro, con el drama de su desenlace, disputa en la que ambos mueren. Beowulf y su enemigo. ¿Recuerdas que te dije, Abram: Eres mi Beowulf?», pero Abram no está a su lado. Debe echar su memoria más hacia el pasado para reencontrase en el sueño el momento. Soñar es como girar una Rueda, profunda rueda en la psiquis.

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

«¿Qué me dijíste, Abram, cuando te pregunté por qué se nos está viniendo el matrimonio abajo?»

El silencio es muy grande. El no está. En la mañana, después de una gran riña en la recámara, se tuvo que largar, a escasamente una semana de haber vuelto y tallar un tefillin para su hijo. Sara halló, entre su ropa, oculta en la mochila, camisas manchadas en el cuello con lápiz labial. Besos que no eran suyos, pañuelos llenos de culpa roja. Y Sara pidió cuentas y él, por amor al niño, a exigirle silencio, cuidó que no escuchara que se disputan infidelidades. Se tuvo que ir a la calle, tal vez al
Tropicana's.

«Y, leyendo con más cuidado, analicé que el Dragón es la guerra, y para no pensar que en la guerra pudieras morir, volví en la noche. Leí el Cantar de los Nibelungos, donde el héroe es Sigfrido y no muere y es quien mata al dragón Fafnir. Es maravillosa esta historia. Al ungirse con su sangre, Sigfrido se hace inmune a todo mal... me hubiese gustado que te llamaras Sigfrido... Exaltado sea el Dios viviente, Ygdal Elohim Chai, y que sangre de dragones nos cubra, sangre de los Linces del Mundo, mas, nosotros, inmunes a cualquier daño y Galout... y que la Rueda de las Tribulaciones gire, si es voluntad del Altísimo, bendito Chai, y que venga el Juicio y el Rigor, pero ábrenos la puerta / Dalet / del corazón / que empobrezca para que pida misericordia... no me abandones en la batalla con dragones que no puedo vencer».

Estoy desarmada, vestida de color café, no como una novia de blanco, porque la Rueda ha girado y pasa por la muerte a todo lo que veo, a todo lo que me rodea... ¿Qué puede una enfermerilla, llena de miedo ante la mortandad? que mayor es que aquella de los tiempos en que Bar Kochba (se proclamó Hijo de la Estrella y Príncipe de Israel), rebelándose contra el poder romano de Adriano el Emperador... y la sangre se derramó y se helenizaba la fe y se prohibió al corazón circunciso y, a grito de sangre, la Rueda giraba y probaba a los corazones empedernidos por causa de quien se proclamó el Mesías y sólo multiplicó los dragones de muerte».

No había temperanza, ni pobreza paradójica de corazón, vaciedad de vanidades, porque antes de ser rico hay que ser pobre... En fin que ví por todo el Mediterráneo que judíos y gentiles volvieron a masacrarse. Y Bar Kochba murió y su reino se hizo cenizas. Y había ocurrido antes siempre que giraba la Rueda purificadora... Los partidarios del sacerdote Eleazar atacaron a los de Menahem, y con ayuda del pueblo dieron muerte a este falso mesías y sus seguidores. Y mesiánicos, como Juan de Giscala, fueron parte de la mortandad... Fue la primera vez que soñé con Jerusalén destruida, bajo administración de guerra, y se puso un impuesto por el simple hecho de ser judíos, o respirar el mismo aire que otros. Y ví, por causa de negarse a pagar el fiscus iudaicus, centenares de miles de muertos y, en esos días, cuando ya no hay un templo único, porque el Templo Mayor de Jerusalén fue arrasado, entendí porque mi padre dijo que toda referencia de culto pasó a las sinagogas y las aljamas de la Iberia romana y los fariseos excluirían definitivamente a los cristianos de su concepto de nación. Y Trajano y su general Julio Severo se endurecerá contra los fariseos y en Alejandría volverán las masacres en las calles entre judíos y gentiles y al odio se le llamaría Dragón por causa de tantos derramamientos de sangre... y así, pese a reclamos de Tierra Prometida, Palestina se despobló. Y el fariseo sigue reclamando control absoluto y exclusivo de la espiritualidad judía, pero son duros y mesiánicos como Bar Kochba...

¿Qué hará tu enfermerita miedosa cuando alguno de ellos, esos grandes generales y sacerdotes, venga a jactarse en su presencia sobre lo que queda como remanente del sacerdocio de Aarón, hermano de Moisés, si ellos mismos se proclaman los descedientes directos, patrilineales, de fariseos, con corazón endurecido? Hecho es que inspira a la Mano de Dios que, entonces, gira la Rueda y destruye sus Kohanim, como se destruyera a sacerdocios pretenciosos y desobedientes, en presencia de Moisés...

Todos tienen miedo a la persecusión, algunos esconden sus menorás, reclaman cromosomas del valor y rango de Aarón, honran el Shabat y reposan, pero sus corazones no pueden esquivar los designios de la Rueda... «¿Para qué les sirve que reclamen sus cromosomas aarónicos si nada evitará la ira del romano sobre Galilea ni la de Herodes Agripa ni la Tito y Vespasiano, ni la de Tiberio ni Cestio Galo, de Siria... Mucho menos la ira de la rueda de las vidas y ciclos kármicos que cada cual ha forjado.

¿Qué harás con los cautivos de Jerusalén y conmigo? que vivo entre los dragones de la guerra. Mis armas son las jeringas hipodérmicas, rodillos de gasas, potes de anestesia para los más cobardes, o los niños y los ancianos. Y no tengo la certeza de que mi prometido sobreviva porque anda en otros frentes y teatros bélicos de dolor... y no sé si tendré padre que, al final de la matanza, me llame 'hija, ya regresaremos a casa y guardé una donde podamos ir. La guerra ha terminado'
.

La virgen que a tí pertenece, redento para la vulva, ex-cautivo de Jerusalén, liberado tras el despunte del himen, cromosomático Aarón, María será llamada... Llama a María, tu madre, y a Jedial el abuelo, padre de Bilhan. Pónle, desde hoy cualquier apellido (porque de Tharshish han nacido y son tránsfugas. desde antes de T(h)arshis, tierra del biznieto de Benjamín; pero madre tuviste, hija fuíste antes que en la Iberia se bendijera la simiente de Bela, Becher y Jedial y, en Sefarad, la Aspamia. Y Fenicia, Tarsis, porque oro y joyas nos trajo Hiram de Tiro y que quería, vulva de María, más lejos de Judá la cautiva. Y de Roma, la bestia de la guerra.

Dáte apellido para que no te encuentre el canalla de Roma que ordenó tu aniquilamiento desde primeras lunas de los días de Pascua; pero, escribe... el que se diga judío pérez será, garcía lo llamarán, de juanes estará hecha su leche de kosher.

Dáte nombre, María, seré yo quien te llene de gracia y, recuerde que Jacob sólo dio dos hijos (hermanos de sangre, por todos los costados y Benjamín fue uno y los reuní en Tarshish y los honré en Raquel; así los honraré entre pueblos extraños y en Safarad, benditos son José y Benjamín.

Toda la Casa de Judá marca mi Sacerdocio, Cohanim son, deudos por causa de lultrajador del Templo, y, por tanto, cromosoma Y de Konashim, cuento desde hoy. Sacerdotes por la gracia de la huída, desterritorializadora les llamo, «Y-chromosomal Aaron», deudo de Tito, que les negoció el exilio y les llevó a esta distancia del Sur, lejos de Roma, lejos de la Judá y el templo en ruinas, lejos de las territorialidades que han determinado tan equívocamente las naciones.

María, que hagan algo nuevo con sus vidas (que ya fracasó el mesiánico y el saduceo empedernido). Maldito el territorio que no prohija flor nueva. Que mis benjamitas vayan por las flores del campo y por las bellas esposas de la fe, diversifiquen ese jardín de esperanza. No lo dejen en manos de tiranos. Es hora de ir hasta el Sur donde están las fenicias de Hiram, las riquezas de oro y madera para el alma de Tiro.

Por de pronto, a fin de recapitular su rendición, Abram confesó su adulterio; pero... hará muchos sacrificios, lo que Sara le pida, por eximirse del divorcio. «No me pidas que me separare de ti. Por amor a mi hijo».

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33. Bartolo tiene una flauta

Andrés no tenía un dios, ni una historia, ni un Adversario al que temer... No sabía preguntar por la Causa Primera. Cuando se le pregunta por el Dueño del Platanar, o cualquier lugar o cosa, dice lo que todos. «De Bartolo». ¿Y a dónde va Vicente? «Supongo que donde va la gente»... por eso fue más creíble, cálido, consolador... más humano que mi abuelo y mi padre. Por ser técnico, sin ser especulador utilitario, siendo eficaz en lo suyo, aunque impreciso en todo lo demás, él carecía de preocupación metafísica, mas no de sentido común; de angustia religiosa, mas no de bondad.

De modo que a los que le pidieron definirse con pretensiones de jerarquía o posesiones de pequeñoburgués, por razones de la Cuba polarizada entre revolucionarios del Movimiento 26 de Julio y el candidato marioneta de Batista, Andrés Rivero Agüero, decía que 'yo por el único que voto es por Bartolo'. «Pero, ¿no que tienes un platanar allá en Ceiba Mocha? ¿De quién es la hacienda entonces?»

«De Bartolo», decía y Bartolo siempre era cuaquiera, menos él.

«¿Y por quién votará el Dr. Abram y su familia?»

«¡Pero no sabes! Son ciudadanos estadounidenses».

«Eres más resbaloso que una babosa con las manos enjaboná! ¿Chico, de qué partido eres?»

«Del de Bartolo».

El 3 de noviembre de 1958, el granuja de la chapuza eleccionaria Rivero Agüero fue declarado presidente. Y un mes, más tarde, Batista creía que sostendría su poder, electo su 'hombre en las eleciones', pese a que en La Habana, William D. Pawley, vocero del gobierno estadounidense, en reunión de tres horas, le dijo que se retirara a su mansión de Daytona Beach, Florida. En uno de esos recortillos que tuvo La Abeja bien guardados en su oficinilla del sótano, se leía la prensa habanera, citando a Terrence Cannon, editorial que decía: «Los Estados Unidos no enviará sus marinos (a solucionar esta 'mierda' de parar a Castro) por una razón básica: no se teme a la Revolución. Es inconcebible para los diseñadores de la diplomacia estadounidense que una revolución en Cuba se vuelva antiamericana. Después de todo, las compañías de los EE.UU. son dueñas del país»: a saber, $77 millones de ganancias anuales por sus inversiones en Cuba; 90% de los minerales en sus minas; 80% de las ganancias por utilidades y servicios públicos; el 50% de los ferrocarriles; el 40% de la producción de azúcar; el 25% de los depósitos en los bancos. «Sin capital americano, Cuba se jode, chico». Y empleaban a menos del 1% de la población.

«Si Batista se va, ¿de qué viviremos, don Andrés?»

Y riendo, otros paisanos contestaron, oyendo que Andrés dijo 'pues a vivir de Bartolo': «De las putas». Y puede que sea cierto, si repasamos estadísticas de 1959, que calcularon entre 11,500 y 12,000 mujeres que vivían de la prostitución, cuando la fuerza de trabajo femenina en la nación fue del 4.8%.

Los EE.UU. dio ese último año de Batista su último millón de dólares en ayuda militar; lo aprovisionó con armas, tanques, barcazas y suministros militares. Les entrenó sus sicarios, en misiones conjuntas, en las tres ramas de las Fuerzas Armadas estadounidenses y bases. Mas Washington ya estaba cansado del pillaje. Empezó a pedir a los hombres de rango de Batista que se vayan, que recojan sus últimos botines y se larguen a otros países a disfrutar sus ladronerías y patriotismo falaz. De hecho, cuando la revista semanal «Carteles» tuvo acceso investigativo a los datos, publicó que 20 miembros del Gabinete y el gobierno de Batista tenían en bancos suizos depósitos montantes a un millón de dólares por cabeza.

Todavía Doña Malká recuerda las visitas a Benavito de José Manuel Alemán Casharo, quien sirvió en el gobierno de Machado y, más tarde, como la «eminencia gris» del ministro de Educación de Batista, favorito del Palacio y de la Primera Dama de Grau (Paulina Alsina), en el Bloque Alemán-Grau Alsina (BAGA), por los '40. «Siempre pendiente a comprar todo y deshacerse de judíos influyentes en la Provincia de La Habana. El mismo Benavito decía que fue el entrenador por excelencia de ladrones sucesivos. Después de la muerte de Benavito, se pudo conocer que, para su retiro a La Florida, Alemán Casharo ya había amasado más de 200 millones de dólares y a puro desfalco y engañosas inversiones. «Jamás vino con ninguna oferta que nos oliera bien. Siempre con dos haces y la fisga en el cotarro. Había que limpiar su sombra con escardillo, como decía mi amado Simón».

* * *

Mamá no sabe dónde estará su esposo. Si estará en sus asignaciones en la Base de Guantánamo, o hallándose, en algún punto de cita, con la amante. A esta fecha, concluye que Abram no es batistiano, él ha jurado que no lo es; pero es anexionista, con una racionalizada propensión neocolonial y mercenarista. Recuerda cuando hablara de 'Cuba y Norteamérica, socios inseparables', como agentes unidos para crear 'the affluent society' que Galbraith opusiera a la legión de ' undertakeers' . Son estos últimos quienes comienzan construyendo los cotarros de sus robos para unos cuantos glotones ('greedy pigs') elegidos, parasitarios y, al final, el Estado Benefactor maquillado, que es el peor de todos, el estilo comunista de los 'Welfare's undertakers' y mediocres. Estalinistas de nuevo cuño.

Tan poco que a Abram le duró la euforia constructiva de cuando vino, con ella, procedente de Europa invocando la creación de una clínica médica familiar, donde el apellido Riga-Dzkoja (de su padre comunista) y el apellido suyo, adoptado del nombre de Simón ben Abram, cepa de los López-Matías de Neves, sefarditas de Valderas y de los barceloneses Sbarbí, irían juntos en el mismo rótulo. ¡Qué diferencia cuando ahora le surge lo prusiano del Estado benefactor y las teorías de Galbraith para crear ese embeleco vago de una sociedad de prosperidad sobre el filo de navaja del parasitismo, la rapiña intervencionista, con el sumiso visto bueno de los pobres cubanos ¡Qué mandillón, siervo cobarde, ha resultado del héroe de Basilea! «¡Qué pichiruche de mierda!», diría Benavito con sus arcaico y ladino vocabulario español para criticar las aristocracias terratenientes, las oligarquías financieras y las burocracias estatales, autoperpetuadas en fechas poscoloniales.

De hecho, en estos días, cuando fue descubierto el adulterio, y Abram lloró sus hipocresías, dizque que madrugó a habilitar lo que fue la Clínica de Benavito. Ella vio que llegaron tres o cuatro carpinteros, o ayudantes, a limpiar y cargar cosas de un lado para el otro, llenaron cajas de papeles y antigüallas que obsequiaban a Benavito, como pago a servicios médicos. La viuda Doña Malká, quien a las propiedades de él diera valor sentimental, sólo las cubrió con una manta y no quiso tirar nada suyo, para que vibrara la presencia de su 'viejito' en el consultorio, y dijo a Sarita que llegaría ese momento, cuando «el ombligo de las raíces se seque y se haga ceniza de olvido» y eso estaba pasando. El hijo tiraba el ombligo de su padre y todo lo que fue propiedad suya, vibración para la rememoranza, sería como una flauta que nadie toca, Shofar del que nadie sabe quién es el dueño. Un Don Nadie. Bartolo. Entonces, Sara preguntó:

«¿No bajarás al consultorio de Papá Benavito a advertir a Abram que puede que haya algo de lo que él tira a la basura que a tí te interese?»

«No bajaré. ¿Para qué guardar la flauta de Bartolo? ¿Para qué conservar un ombligo seco que si lo acaricias, con la mirada, se vuelve polvo?», dijo ella; pero sonrió de pronto. «Sí, hay un recuerdo que guardaré, uno solo antes que me muera». Sonrió y resonrió, con exhibición de amplia dentadura, aún blanquísima y pareja, como su salud de alma: «Quiero que todos, Andrés, mi nieto Karl y tú, vayan conmigo a Cárdenas... ¡Que sea cuanto antes! Bendeciré a Karl y a tí, Schulfreund Biene, a todos en Ceiba Mocha... ¿Sabes? Siempre me ha gustado Matanzas y el pueblito de Cárdenas. Cuando lo visité, por primera vez, los lugareños me contaron sus historias sobre mujeres y piratas judíos que campearon por el área, o las afueras de la Bahía de Matazas. Eran historias pueblerinas sobre los primeros decenios del 1600, cuando existía la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales... Sí. Como Karl, el Camarada, a mí me gustan esas historias; a mí, como a tí, me fascinaron de pequeña las historias de vikingos. Leí las Grandes Sagas nórdica, y llegué a pintar dragones, desde mi aodolescencia, las proas de los antiquísimos barcos, reproduciéndolas de libros... pero, al llegar a Matanzas, campesinos me dijeron que, en el pasado de sus costas, hubo piratas reales y eran judíos, apropiándose de tesoros de plata y oro, en Cuba como su castigo a los españoles, en cuyas galeras se esclavizaba lo mismo a negros que a holandeses de la Compañía... y fue cuando invocaron las hazañas de Moisés Cohen Henríques, asesor del pirata Henry Morgan, el más famoso de todos los tiempos. Cohen Henríques, junto al almirante holandés Piet Hein, de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, fue esclavizado en una galera por cuatro años, de un galeón español y, liberado, poco después, fue en las costas de Matanzas, donde Hein y Cohen abordaron barcos españoles, saquearon sus tesoros...

«¡Si Andrés nos llevará a ver esas costas de la Bahía, eh y qué bueno sería que nos paseara, ya a los tres, a los tres camaradas, eh! Andrés sí que es buen guía, que lo mismo se mueve entre las bribas del pícaro que en las casas de socorro de las aljamas! ¡Como quiero bendecirlo, propiamente, como si fuera mi hijo o mi hermano! y quitarle de encima a los moscones. Yo lo veo como un niño grande y oyendo a tu pequeño, por vida mía, que son como igualitos, dos mataperros, con gusto andariego, astutos como el Macuco! Nadie humano se los meterá en la uña de balde», arguyó y otra vez fluyó rememorando la vida de Cohen, el Judío Pirata, «a Dutch privateer», el mismo al que, con su hermano Abraham Cohen, traficante de armas, se acreditara por la captura en La Habana de una flota platera en 1628. Y tal Abraham Cohen, el traficante de armas, utilizó su poder económico para ayudar a conseguir lugares de protección para otros judíos en desgracia. Añadió que Sinan, otro de los grandes piratas judíos, se alió con los piratas de Barbarrosa, y lo hizo su segundo al mando. Y Doña Malká le conversó a Sara, para que después a medida que creciera su Copiloto más dulce, sobre un rabino pirata, Samuel Palache, fundador de una comunidad judía en Holanda, cuando apenas era un jovenzuelo. «Cuando oigo a tu hijito guripilla, el guripa más dulce que habita en la tierra y mis ojos han visto, veo al rabino Samuel, me imagino que es él reencarnado en tu hijo, nacido para bendecir las almas en los calabozos de Babilonia, el Establecimiento».

Para Sara, según sospecha y Doña Malká se lo confirma, el Dr. Abram no tiene intención de abandonar la política. Está secretamente involucrado en ella y ese monstruo no suelta fácilmente a hombres de talento que se cuidan de robo, hombres de buena fe, cerebros excepcionales, como su esposo, pero engañados. El Dr. Abram es uno. «El dejará a la mújer adúltera con que te pone los cuernos; lo que te digo, Abejita, es que, pese a sus promesas, no te podrá cumplir la segunda. Dejará a la mujer, pero no a la política, verdadera lepra infecciosa. Abandonará sus propiedades, que son herencia de honradez de los suyos, evitará las ofertas de lucro indebido, porque es honrado y su codicia no es el dinero... Vaya, tristemente, la racionalización irá comiéndoselo... Es tan distinto a su hermano Andrés, quien no crea tormentas en vasos de agua ni se imagina problemas donde no existen».

Idea es de Andrés cuando medita que: «Donde haya una tentación grande, Dios me la quita; yo suelto todo y se lo dejo a Jaim. Yo no le busco a Dios soluciones; Jaim las tiene. Yo no. Por eso es que, en apariencia, yo no tengo Dios, o soy tonto para explicar lo que a Dios compete. Tengo fe, pero no conocimiento, ¿me entiendes, Malkita?»

Doña Malká le recuerda a Sara cómo a Andrés lo molestan los judeznos de la Calle Obispo, «esos moscones envidiosos», siendo que Benavito lo llamó «Cabeza hueca del Almelo», diciéndole «ya se ve que no crías canas»... mas no lo desheredó y le tuvo en cuenta. Al final, ha sido el Dr. Abram quien se desvinculó de su padre y su fe, no Andrés, el Klotz. Andrés pone en su dios Bartolo lo suyo y no crea enemigos

Sin entenderlo de un modo sistemático e intelectual, ante las demasiadas expectativas por la perfectibilidad humana, sin querer, es Andrés quien mortifica a los judeznos de su generación: «Yo dije: Vosotros sóis dioses»: Salmos de Asaf: 82-6 y los judíos de la Calle Obispo se empeñan en discursivos encontronazos con los rabinos de la sinagoga más antigua de La Habana, que fue la Congregación Hebrea Unida, fundada en 1904. Estos discutían sobre lo que respondió Jesús en una Fiesta de Dedicación en Jerusalén en el Pórtico de Salomón, dizque un día de invierno en que fue apedreado:

Andrés les emplazó preguntándoles: «Si así piensan de mi padre, ¿para qué piden que él, o de mí, diga si cree en Dios o si no, creo o él cree?» E hizo sus propios razonamientos. «¿Qué es Dios que pueda el hombre comprenderlo? Si me preguntan por Dios, o por el plantanar y los frutales de Caiba Mocha, apréndanlo de una vez como mi única respuesta; Dios es Bartolo, el Dueño de la Flauta, y el platanal es de Bartolo».

Mamá siempre reía con la manera, tan sofisticada que tenía mi Abuelita para analizar la ideología de Andrés. El Aguila del Norte de Andrés fue el Jaguar Blanco, más consistente con el mito del pueblo nicahuátl, jaguar que conquistaría a los pueblos de América y los haría comer de las venenosas semillas del haba de San Ignacio, a las que llamaba cabalongas del Diablo. «Tu esposo, Sara, come muchas cabalongas», le dijo Malká, al fin de cuentas; pero, Andrés, con el tiempo más prosaico al soltar algunos rollos de juicio contra su medio hermano, con dulzura charlatama, decía: «Con tu papá, sólo ocurre una cosa, Carlitos. La política lo ha vuelto un comemierda. El cree que es quien toca la Flauta. Y no es él. La flauta es de Bartolo», y después canturreaba una cancioncilla, que yo llegué a oír en Miami no de sus labios: «Bartolo tiene una flauta. / Una flauta tiene Bartolo! / ¡Ay, qué flauta! ¡Qué flauta! / ¡Qué flauta tiene Bartolo!»

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34. El Testamento y la Berajá de Malká

«Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones»: Talmud

«Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti.Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti... Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!»: José Martí: Ismaelillo

Y para que viera la Ciudad de la Bandera, aquella en que la madrugada del 19 de mayo de 1850 desembarcó el General Narciso López en Cárdenas, izando por primera vez en la Isla la bandera cubana, tomaron el tren de la Compañía del Ferrocarriles de Cárdenas, hacia una ciudad que se llamó la Villa de San Juan de Dios de Cárdenas. Este día del viaje. en1959, además del ramal de Güines a Matanzas, había otros, el primero construído de Güines a Catalina. Otro, a la Estación de San Luis. El Ferrocarril de La Habana a Güines fue la primera línea de trenes en operación en el mundo hispano y la cuarta en todo el mundo y en ella van los tres. Es el niño quien debe ver la Ciudad de la Bandera para que no le quepa duda a nadie que pisó la tierra de los Abram de su cepa.

Según viajaban en el tren, si bien Andrés era discreto como su 'Bartolo' que parece sin existencia real, se le salían sin querer detalles de su niñez que dieron a comprender, cuánta distancia puso Benavito en relación a él y la insinuada orfandad de su infancia. Es que pasaban por lugares evocadores y Andrés era un buen guía, con su elucidario de anécdotas, algunas se le brotarían, sin comedimiento, ese día, por viajar tan a gusto. Además había que educar a Karl, como si fuera el Ismaelillo, hijo o 'príncipe enano' de Martí.

En el trayecto evocó ciertos lugares, en barrios habaneros que, para él, eran importantes, porque sin que fuese invitado por Benavito, él, correcaminos y guripa, seguía a su padre, «sin que él me viera», como buscando su cariño y compañía. Entonces, el padre al notarlo lo llamaba con él y le explicaba qué hacía. Así fue que, al pasar por Luyanó, por la Carretera Central en dirección hacia Matanzas, Andrés señaló al antiguo Puente Alcoy y un riachuelo que pasaba por debajo, por todo el barrio desde San Miguel del Padrón a Luyanó. «En esos riachuelos, por ahí, allá donde se ven aquellos chuchos, yo recogí aguas en botellas. Fue en mi niñez».

Andrés alarga la pausa. Algo lo conmueve. «El, urgía unas muestras de aguas, iba a la quebrada». No dijo quien hasta que se impuso que dijera: «Para estudiar parásitos o qué sé yo que bichos, por sus experimentos. Es que yo quería ayudarlo; pero no me invitaba ni me dejaba ni quería verme, dizque para que no me ahogara por resbalar en quebradas contaminadas... pero yo, terco, siguiéndole, como en los Pozos de Arroyo Naranjo, por el sector de El Cacahual».

«¿Hablas de Benavito?», había preguntado Sara en dos ocasiones y él, sin atreverse a pronunciar el nombre que ahora le parecía sagrado, asintió con la cabeza. «El».

Doña Malká adivinaba su nostalgia, o tristeza, intuyéndole en su infancia el afán suyo por la compañía de Benavito. «Es curioso pero Karl es así. Espioncillo, guripa, ¿te dije, Andrés? cómo juega conmigo y yo le digo: no me mires así, a la distancia y ven de una vez», dramatizaría la Abuela. Sabe que este comentario halagará a Andrés y dulcificará su memoria. Que, por obedecer a Sara cuando da la orden de no molestar a los adultos, a quien está ocupado con cosas importantes, el niño se mantenga silencioso, a distancia, sin formar correrías y distracciones. «Cuando estoy pintando, él se acerca sin ruido, como una pequeña sombra. Es su forma de pedir permiso».

«Será la genética espiritual de Andrés», se reía Sara y extiende un brazo para acariciar su rostro. Karl sabe que hablan de él. Sin embargo, este cariñoso gesto de la madre es para su tío.

En ocasiones, Karl no sabe si lo regañan, o festejan su carácter. Por eso el primer apodo que la Abuela le puso fue 'guripilla', vigilante silencioso, 'incordio maduro'. Sin embargo, ella misma dejó de calificarlo con estos epítetos. Un respeto para el niño se impuso. Quiso ser el 'pequeño camarada de La Abeja' y se ganó el derecho, al regresar de Puerto Rico y, entre leyéndole los versos sencillos y el Ismaelillo de Martí, se le apodó El Príncipe Enano y, por causa de Andrés, ya medio enojado, el príncipe de las nalgas frías.

Como si, en Ceiba Mocha, fuese a dictarse un testamento, su Bendición / berajá / para la Diáspora, doña Malká la Vda. de Simón ben Abram, les dijo que sabía desde abril de 1955, después de la visita del jefe de la CIA, Allan Dulles, a La Habana, y de reuniones para esa misma fecha de quienes con él hablaron, todos los jefes y amigos que en Guantánamo tenía el Dr. Abram, que algo muy feo afectaría a la familia. A su hijo lo harían co-partícipe. El cambió mucho desde esa fecha. Sería la creación del Bureau, así lo llamaría el Dr. Abram, a quien le gustaba hablar con claves. El 'código buró' fue la mención de la BRAC, organismo para la represión de actividades comunistas.

El Dr. Abram no tardaría en ordenar a su esposa, recién parida, como su labor, «lavar pañales y callarse, o ir únicamente donde yo te diga». Sará dejó de ser La Abeja dulce. Sacó los aguijones. La abeja machiega es capaz de matar a su Zángano macho, mostrar el lado oscuro. Fue, cuando al poco tiempo, se fue del panal, así como se van las golondrinas, aunque al tiempo regresan. La BRAC fue el golpe duro a la familia.

... ¡ Ay! yo he sabido, Sara, de tu paciencia... Aunque anchas son las paredes de la casa, las voces se filtran. Tus lloros. Aún los pleitos asordinados de alcoba me despiertan. Tú le pedíste que dejara el Buró y, más tarde, tu cama. Fingieron que dormían juntos para no preocuparme; pero se acostaban en recámaras separadas. Me dí cuenta... No sé cuando Moloch entró en el vocabulario de la Babel del Establecimiento y Adoyn-y Moloch dejó de significar 'mi dios reina' para significar a un dios solar que pide hijos / ilhm / niños de Elohim / para el fuego consumidor y los holocaustos, como quien tiene un demonio / Adversario / en la casa, o en las sinagogas. No supe cuando llegó Chemosh para desmentir a Melquisedec. Cuba dará los hijos de la esperanza, ¿a quién? le preguntas, y quién es el Dios de la Montaña (¿El Shaddai?) o ¿quiénes los Hijos del Varón de Sierra Maestra?)... Te escuché hilvando con él lenguaje de sus códigos para que yo no entendiera que se separaban. ¡El divorcio! Para que no entendiera nadie de qué hablan. Ni la cocinera. Ni la criada que viene y plancha, o lava las ropas, cuando Sarita lo ordena. Hablar en código por que el esposo es un agente de la CIA...

... ¡ Ay! bien que he sabido, Sara, acerca de tu paciencia... No sé si hablaban sobre Karl como el niño que ha de pasar por fuego, o si sobre los niños de Nuestra Cuba entera, la isla enferma, cuyos fetos sin desarrollo hay que quemar, no por odio. Por higiene pública, según decía tu esposo, mi pobre hijo; pero yo sé que hablan sobre el derrocamiento de Batista, como ese Moloch / Baal / o Kemosh / que pide al pie del Monte Sión (tu Sierra Maestra) sembradíos de muerte, valle de lágrimas, el renuevo del Valle de Hinón, y que el falso señor es una estatua hueca, con brazos extendidos para cargar sus víctimas / toda Cuba / sus jóvenes / entre los tambores y cantos de los partidarios de Rivero Agüero, títere presidencial de Batista, que es la boca devoradora en la Estatua. O el Dragón.

Sería, a principios de 1959, que capté tu valor por el celo cariñoso que te inspiran los Lecksinka, tal vez por causa de aquellos pordioseros que llegaron a La Bodega. Repasaste la herencia recobrada por Andrés, memorias de Benavito. La justicia convertida en luz de la divinidad, das fliesserde Licht der Gottheit. Una vieja Torá en rollos y el Jüdische Geheimgesetze. Cartas de la gringa Lecksinka a su padre Jerome y libros que el Jinete Mayor, el rudo Dr. Leonard Wood, había hecho traer de New Hampshire, y obsequió al Dr. Moritz. El interés de mi hijo por tales viejos textos de medicina... A no ser por Andrés no se salva ni el legado de Moritz, sus muchas notas... Te ha preocupado la parentela de Paquira, la rechazada. Te ha conmovido la hospitalidad entre hermanas, siendo que una se cubría, con mugriento chal. Con telas de crudillo, también abrigaba a los niños, flacos como la miseria, criaturas que procreó con negro. Y la hermana rica y la hermana pobre se exhibieron la compasión, después de tantas riñas y odios entre ellas. «Estos niños son currinches. ¡Qué lástima les tengo!», leimos de unas carta y tú viste los niños, ya mozos, con los ojos túrneos, uno ya ciego. Prematuros adultos que crecieron hambrientos, jóvenes desgastados, como espejo de la niñez de Cuba... Y, cuando se anunció, la matanza de 75 santiaguinos por los ex-policías y el ejército privado, con esbirros del ex-Senador Rolando Masferrer, me dí cuenta de quién realmente eres: Valioso corazón tiene esta varona de Riga, eres Judit resurgida y tu grito es el mismo de mi exposo, que antepuso la misericordia a todo.... Por eso te bendigo aquí... En estos días, mujeres de esos mismos masferreres de codicia y pillaje, ¿recuerdas que llegaron a la casa a pedir firmas? Nos dijeron que son dams respetables... que Castro no ha tomado el poder y, por Matanzas y Santiago de Cuba, se anunció que, una vez que lo tome, expropiará a los grandes terratenientes y a los cañeros, que no sean del país... y se atrevieron a porfiar conmigo cuando les dije: «Señoras: por más de 40 años he vivido en Cuba, yo no soy extranjera y. si todo lo que tengo, Cuba lo necesitara, lo doy. No puedo firmar tal petición... 'que no me quiten lo mío', pues si el desarrolo de Cuba lo requiere, lo doy.

«Firmaría que se acabe el pillaje. No ésto», eso le dije.

«Usted es anticubana. Me informaron mal. No son conservadores. En fin, extranjeros».

«No me diga que después de 40 años en Cuba, soy sueca, o suiza, o de un lejano norte», me enojaron. Tú, ¡ay, mujer! que pantalones que te llamaron una Mariana Grajales de la izquierda, animada por mis palabras, saltaste más brava que yo: «Tampoco me digan que firme nada; ni me hablen sobre los Niños Pedro Pan ni sobre grupos de madres, con temor a perder sus hijos ante el comunismo. No sean hipócritas... Matando niños de hambre ha estado Grau, con sus ladrones, matando niños. Con sus dictaduras y guardias asesinos, lo estuvo haciendo Gerarldo Machado y Fulgencio Batista y nunca abrieron la boca... Y no me hablen, como si fuera extranjera tampoco, 'about loosing children to communism'. Farsantes».

«¡Lárguense!», les gritaste. «Ustedes tienen ya las maletas listas, el dinero en los bancos suizos. Lo que temen perder (¡pues ya lo he leído en Caretas son las propiedades, las casas en El Vedado... Y no es que yo no quiera los niños, o que los quiera adoctrinados... yo supliqué a mi esposo, cuando vino a esta misma casa el Dr. Augusto Fernández Conde, de la Asociación Médica Cubana, hace apenas unos años que fuese a Estambul y ante médicos de todo el mundo en conferencia, denunciara las atrocidades que se viven en Cuba, no por anuncios de Castro o Camilo Cienfuegos, sino por hechos que se han vivido con Batista... y él fue a Turquía y lo dijo: Hay más médicos en Daytona y Miami que médicos practicando su medicina para servir a los niños en Cuba. Se van como los niños de Pedro Pan para ser los señoritos del exilio... ¡Qué manera más infame de llorar por la niñez! si al mismo tiempo están pidiendo la impunidad para policías asesinos y ladrones que están huyendo de la Revolución con el tesoro del país y es que, en la mañana, ustedes salen a la calle con lágrimas de cocodrilo, a pedir justicia, y en la noche a bailar en los hoteles yankees...»

Por eso Doña Malká la bendijo. El plan de viaje a Matanzas, el año pasado, lo interrumpió la bomba que en mayo destrozó el viejo Molino de Tinguaró. «Mas el celo del Señor puede más que el miedo y aquí, Andresito, quería que me trajeras, cerca de las cosas de Benavito. El último lugar santo que me queda. Esta finca, tu porción, que sea mi Sepulcro de Majpelá... y aquí les bendigo, antes de que muera. La salud de mi alma es la sonrisa y la felicidad de este momento... Voy a hablarles de lo que no volveré a repetir más. No sé cuando me sorprenda la muerte, y muerte sin achaques no hay y yo quiero ser enterrada en la isla de la esperanza, aquí en Matanzas...

¿No sienten, como yo, que en La Habana todo es trajín, menos tranquilo? Y será peor, aún para nosotros que no matamos una mosca... La Habana y La Bodega son ahora como el Valle de Sidón. En Cárdenas es diferente. Benavito me lo decía, 'aquí la Mar y la Mano de Dios, que es la Mar y la vida de lo Alto, me acarician'. En La Habana, las pezuñas de La Baga, emisarios de Grau, Alemán Casharo y falsos consoladores, llegaban cuando ustedes ni estaban presentes, por andar en Europa, o en servicio médico-militar... Aquí es Dios Quien consuela... piensa en el pobre de mi hijo, Sara.

EL quería reconstruir el Consultorio y refundar una Clínica Médica, ¿pero quién puede? En La Habana, se izó el ultraje desde hace mucho tiempo... y víste ya: tras unas elecciones de fraude y payasería, la presión indetenible y triunfadora del Movimiento armado de Sierra Maestra, Andrés Rivero Agüero, que ni siquiera puede jurar como presidente después del simulacro, Batista en fila para llevarse 100 millones de dólares o más de la arcas públicas, y sí se los llevó, se ha sabido ya de su fortuna en la isla de Madeira, en Portugal no se hablaría de otra cosa, recibido su primer depósito... todo ese sucio, no dejaría que mi hijo sea un médico familiar, junto a quien puedas estar, porque te hizo tales promesas...

... yo he sabido, Sara, de tu paciencia...

¡Ay, pequeño Karl, guripa, que te traen de aquí y para allá! y ni siquiera se te ha permitido que conozcas el espacio al que pertences, te bencediré. Tengo palabras que darte para cuando ya no me veas ni puedas ponerte a espiar qué hago, o suplicar que te haga un dibujo de tu carita preciosa, o te dibuje un barco con piratas, o te pinte una rana verde con crayolas... ¿Has visto lo bonito que es el campo?

No es poco ni mucho lo que pueda decirte. Eres tú quien me bendices por nacer en casa. Si tu Abuelo te hubiera conocido, imaginaría que el verdadero Amigo de Dios, Abraham antiguo, anda de nuevo por la tierra. Y que, sin ver la Tierra Prometida, contigo la isla de la esperanza se ha vuelto la Sión terrena y que sus tres esposas han dado fruto, digno de ellas... Lo publicaría en El Diario de La Marina, si pudiera. Compraría la portada a colores de Bohemia. ¡Ah sí, haría paliques durante el Purim, cerrando las Calles de Obispo y Neptuno, con Miguel A. Quevedo y de la Lastra, para festejar las tres esposas de Abraham, con quien el mismo Dios andara... Estaría brincando de alegría por Sara, Agar y Ketura... y yo sería tipo y figura de Ketura, del que descendió Bahá'u'lláh. Diría que el Pacto Perpetua se ha sellado, el gran convenio que Dios hizo con Abraham, tiene promesa contigo... Yo he mandé a comprar el «Ismaelillo» de Martí, en La Moderna Poesía, y vas a comenzar a leer más pronto que lo imaginado, yo mismo leeré y te hablaré de él, como si fuera Abraham, el verdadero, porque, si bien José Martí y Pérez lo escribió, seguro que Martí era el Príncipe Enano que Abraham anhelara y Benavito, tu Abuelo, estuvo esperando un Príncipe Enano que fuese su nieto, y yo sé que Martí, te querría como si fueses Ismaelillo, su hijo... y te digo más, con mi berajá. Este consejo también aplíqueselo todos... Cuando se tiene un pariente ladrón, la vergüenza corre por dos caminos, o el ocultarla con racionalizaciones mentirosas, o por la vía del servicio ideológico desmistificador, que es siempre asignar las responsabilidades y no justificar al ladrón aunque nos duela... pero de la Némesis nadie escapa aunque se esconda en el exilio y se ponga el sanbenito de patriota sufrido... Es que no sé qué pueda suceder, si se van o se quedan. Pero el Talmud dice: «Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones».

A tí, mi nietecito: Paz. Shalom. Sé honesto en todo... No temas dar palabras ni nombres cuando quieras sacar chispas de las piedras. Habla con corazón de buen testigo y calla lo que no sepas. No presumas lo que no eres. Ni encubras la mentira. Sé valiente y puro. Disfruta la vida, pero no el vicio. La valentía y el trabajo valen más que el prestigio. Vé con Andrés, después que yo lo bendiga, y mira este campo. Regocijate. Si sales de Cuba, recuérdalo como uno de los paisajes bello de la tierra en que nacíste. Ama a todas las Antillas. Aprende de cada una de ellas... En Haití, nacieron los primeros negros que amaron la libertad e hicieron una República.... porque eres un judío, en la Isla de la Esperanza, te diré: los judíos de las Antillas y, especialmente, los de Curazao, apoyaron económicamente la gesta libertadora de Simón Bolívar... Aprende sobre Simón Bolívar y de Francisco de Miranda... ya habrá tiempo para que recuerdes esos nombres y aprendas poemas de Martí. Que sean parte de lo que pongas en tu mezuzah... No tengas miedo de la palabra hereje, malcristiano, pirata o conspirador... busca en las vidas de ellos la verdad de lo que sintieron y pensaron y te llevarás muchas sorpresas... piratas fueron Mordechai Ricardo, Yaakov Koriel, David Abrabanel, muchos de los cuales, tienen cosas muy buenas de las que anhelarás saber, porque, son mucho más que parches en un ojo, o manos de metal con garfios, o banderas negras, o espadas y cañones...

... yo he sabido, Andrés, de tu paciencia... y para tí también tengo bendiciones... ¡Ay, Andrés! Este es mi regalo de alabanza, mi berakah para que nos prosperes, y contigo, a través de tí, sea Dios quien nos obsequie la tranquilidad que da salud. El no añade tristeza con ella. Barak para tí, Andrés ben Barak, hijo de abundancia, liberalidad de Dios que en tí no puso tormento, ni grilletes de mucho pensamiento, verdadero tzadik, cabeza no de Almelo, sino cabeza del justo, la bendición de Berak sea contigo, porque bendición sacerdotal de templo alguno no recibíste. Indigno fue el templo que retiró de tí la Birjat HaKohenim... pero yo, la viuda del Viejo que te menospreció, te doy mi berajá, como palabra de mi gratitud y mi humildad ante tí. No vengo de tradición aarónica para que mi bendición sea válida, pero Dios oye a las benjamitas que han tenido que huir de muchos mundos y no han visto la tierra prometida en Palestina, y se conforman con una tumba modesta en la isla de la esperanza. No soy heliah Tzibur ni hablo en las congregaciones, pero con mis dedos en la forman de Shin (W), con índice y corazón pegados el uno al otro y mis meñiques y anular juntos también de la misma manera en ambas manos, te doy la bendición, pronunciando: Yevarejeja Adonai veyishmereja – El Eterno te bendiga y te guarde... Esto de los dedos lo aprendí de Benavito porque él sí era rabino. Te bendijo a medias porque estaba enfermo. Tomaste su bendición como milagros, como el más grande tesoro... Yo sólo soy una sombra, que se bendice si te bendigo. No puedo atreverme a rituales ni asomarme a la sinagoga, sino en días de mayor santidad... mas aún así, recibe esta sincera invocación de Tu Bendecidor: Ya’er Adonai panav eleyja vijuneja – Que Dios haga que Su Presencia brille en ti y te garantice su gracia...

Si mi hijo no respondiera por Sara ni por Carlos, procura hacerlo tú. Que haya un varón cerca, no les desampares... Si entras a la Revolución, lleva la paz; si sales de la Revolución, lleva la paz y no mientas... te quedes o salgas de Cuba, que la paz sea contigo. «No tropieces en un garbanzo», porque cerca de Sara y su hijo, te encarezco que seas protección para ellos. Y te lo digo, porque aún con tu crianza, junto a Rachel, Alicia y tu piedad para los hijos de Francisca José, fuíste la protección y no hubo que decir, como Moritz, que lo mismo tropezaste con un garbanzo que con la abundancia... ¿Recuerdas a aquella carta de Moritz que guardara de tu padre? La traje conmigo:

«Estoy triste porque mis hijas gastan exageradamente en arrequives de gente vana; visten con las más finas telas y bordados. En su casa, no faltan varias empleadas a sueldo para el aseo del hogar, en nada útil se afanan. las tareas de cocina y, sobre todo, los encargos especiales con que se complacen, ya no tienen norma ni ética de kósher. No hay almodrote ni chuchuca en nuestros sábados, comen como gentiles el puerco... Y a mucha gente me dice, Benavito, que en público hacen desprecios, bailan como rameras con cualquier hombre, arriman el ascua a su sardina y ésto es aborrecible, porque la pobreza y enfermedad vienen por estas causas... Los yerros de los médicos la tierra los cubre, pero Dios los observa y los juzga. Dios ve con enojo a quien pisa la sal y la vela que enciende por shabat, no la deja en la habitación con luz».

Después de mucho callar la alegría, por oír a La Abuela, siendo que fue su primer viaje a la ruralía, preguntaron durante el regreso a La Habana cómo se sentía el Príncipe Enano. Cierto es, que lo vieron muy cansado ya desde el paseo que hizo con Andrés por el campo. Se le mostraron los sembradíos, árboles de fruta de las que comieron. Era un sábado de ayuno. Es cierto que la casa de la hacienda estaba abandonada, en malas condiciones para pernoctar cómodamente. Había sido un viaje calculado para un día, intenso y simbólico.

«Estoy tan cansado, Abuelita».

«¿Qué? ¿No te gustaría regresar a la finca de Ceiba Mocha de tu tío Andrés?», preguntó Sara.

«¡Claro que sí, Mamá! Además ya no es de Tío Andrés. ¡Es mía! El mismo me dijo: ¡Qué mucho espacio tendrás para correr! ¡Mira, tanta tierra sin labrar, mira donde puedes jugar! ¡Ahora ésto es tuyo!»

«¿Te dijo eso?», preguntó La Abuela.

«Entonces, Ceiba Mocha ya no es de Bartolo».

«De Bartolo y mía, porque Bartolo le dijo a Tío Andrés. ¡Ahora ésto es de Karl y tuyo para que él traiga un helicópero y tenga muchos animalitos, hasta cotorras! Y Andrés me dijo: Toma toda esta tierra para tí. Toda, pero yo le dije: Le daré la parte de Bartolo a mi Mamá, por si Bartolo se olvida de lo que te dijo. ¡Qué bueno eres, Andrés!», dijo el chiquillo y comenzó a besarlo por todo su rostro y las manos.

«¡Te la dí! Toda para tí y tu mamá», reafirmó Andrés. Vio al niño dormirse en el tren con una cara de felicidad infinita.

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Thursday, October 21, 2010

Las juderías / novela / 26-30

Indice / 16-25

26. ¿Quién es el faraón?

«Mira que no me has dado prole»: Gn. 15: 3

Pasaron años de estudios en Baltimore. Ocasionalmente, venía en Navidad. Ya , por lo menos, sus cartas fueron más largas y contínuas. Un día, porque echó de menos a su padre, soñaba con él, le envió una de las lindas cartas que Sara ha guardado y pensaba que su esposo no sería capaz de escribir:

... un día el padre Asura que le dio mazdah de fuego, medha de varón y la Estrella que resplandecía en su noche, trajo la espada e invocó a Zaín en su muslo y él se fijó en Sara y juró por los contenidos potenciales de lo fértil que se entretendría con su hermosura porque a todo su contenido decía, Teth, te(t)quiero, serpiente, me gustas, Sara, y quiso hacerla su amiga, con más amor que al padre que tenía oculto.

«Hijo de Attar, porque te doy espada de Zaín, me separas como al grano o la pastura que no sirve a la tierra ni al rebaño que te confié, hijo de Attar, ¿por qué ya no miras a lo alto. Mi Estrella resplandece en el horizonte y te dice: «Escucha. Es hora de partir».

Y Sarai era tan hermosa. Más hermosa que la Espada de Zaín que buscaba arrancarlo de la fijeza aparente de la noche y de la vibración primaria que él escuchaba de contíinuo dentro de sí. El silencio de Taanug, placer oculto del Viviente... Para entonces, ya Abram iba y la amaba aunque no había estrella alguna en el cielo que a ambos les pudiera solazar; la amaba en la blancura del día.

En la negrez de la noche la amaba. La amaba en la soledad y en la indiscreta presencia de las bestias. La amaba por lo que escurre un segundo para el ser y por los manantiales huracanados de las horas; sabía amarla hasta envejecer y morir y volver a renacer, él arriba, ella abajo; tendidos bocarriba, cavándose como pozos, perforándose con besos y con chicoleos, sabían volverse uno y destilar la alegría por las nalgas y sudar entre los senos, bañarse de saliva los muslos y las mejillas, lamerse las oquedades y protuberancias de la Taavá para mayor alegría y, sin embargo, pese a tantos deliquios, no había fruto.

«Tengo deseos de tener un hijo», le dijo a Sara. Se lo dijo, por primera vez, en 1950, cuando la halló en el sótano que había convertido en una oficinita con sus cosas. Por ejemplo, esos recortes de la Guerra de Corea. A veces comentaba que es triste que Corea del Sur buscara el apoyo de los EE.UU. y sus aliados y trataba de entender exactamente como el bloque comunista ayuda a Corea del Norte. Mas, aunque Abram halló sus recortes, se hizo el desentendido.

«A lo mejor es que ella se aburre», meditó.. Es una mujer inteligente en un planeta donde la mitad de la población es analfabeta. ¿Quién le dará conversación, si acaso su madre sola, que casi no ha salido de las cuatro paredes? Tal vez Malka, su propia madre, habría sido una gran pintora, viajando por Europa con exposiciones y codeándose con los hombres y mujeres más lúcidos del planeta, otros artistas, intelectuales.. y Benavito le cortó las alas, por celos de su juventud. Y él, Abram, ha hecho lo mismo con Sara, y ahora se detiene a pensarlo: tal vez ella habría sido la que le compitiera con su prestigio médico, o aptitudes para la investigación. «Es tan minuciosa como lo fue el Dr. Moritz», y esa caligrafía suya se lo recuerda.

«Tienes una caligrafía que mienta, en cierto modo, la devoción de Moritz a hacer notas», le dijo y Sara trató de ocultar las que había hecho en torno a Alfred Krupp, condenado al fin de la Segunda Guerra Mundial como criminal / genocida / por su participación en la industria bélica nazi. El industrial siderúrgico acababa de ser indultado. «Para él, sí ha habido lástima; pero para mi padre, no. Con esas maquinarias de guerra, construídas por Krupp, lo hicieron polvo». Y este año, cuando su esposo viene, uno que ella quisiera considerar su camarada, el país que él alega que es «vocero de la paz, el progreso y la democracia», tal país ha detonado la primera bomba de fusión nuclear (bomba de hidrogeno). No ha de ser muy distinta la mentalidad de Krupp, el criminal de guerra, a la de estos hombres en el gobierno de los EE.UU. que han probado un armamento tan mortífero en algún atollan del océano Pacifico, hace apenas un mes, en noviembre.

«¡Qué Navidad me puede regalar Santa Claus y qué mundo futuro que pueda yo legar a mis hijos, ahora que mi esposo me propone que me embarace y no me niegue en mis días fértiles, si he visto cómo una Bomna H borró del mapa el atolón!», piensa mientra él le acaricia el cuello y besuquea sus orejias.

«Te he dicho que ya me gustaría un hijo tuyo», insistió con tono zalamero, «y en la recámara, esta noche». Están, por el momento, en dos mundos diferentes. Ella piensa que se ha casado con un contrarrevolucionario de marca mayor. Un defensor de toda esa gente del Pentágono que lo doblegó con sus becas de estudios y prebrendas. Analiza que la explosión de la Bomba H equivalió a 10,000,000 toneladas (10 megatoneladas) de TNT: Es decir, 500 veces la potencia (20 kilotoneladas) de la bomba de fisión nuclear que fue arrojada sobre Hiroshima. Y, como su padre Joachim murió en un bombardeo, entre las cosas que ahora odia están la dinamita, el TNT, el Vergeltung I y II, misiles. «Vergeltung» huele a venganza y a la muerte de su padre. La V-2 fue lanzada por primera vez sobre Londres y un avión sin piloto V-1, cargado de explosivos, que ni siquiera es tan destructivo como la V-2, hizo añicos el cuerpo de Joachim.

«Yo no quiero tener hijos», ella le dijo. El cree que son boberías que dicen las mujeres. «¿Acaso no es la maternidad el ideal mayor de las mujeres?», piensa él y le manosea los senos, por encima de su blusa. «Lo que te pasa es que estás resentida por siete años que llevo en Baltimore; pero estoy ganando dinero, aprendiendo, y te envío regalos... Estás enojada porque no te atendí bien. Sí, al principio, fui olvidadizo. Hice que Malká y Andrés se enojaran; pero, yo hablé con él ayer. Le dije a Andrés: 'Seguramente, Sara quedará embarazada. Voy aprovechar esta Navidad y la cama que nos compraste. La cama matrimonial, King-size. Te voy a dar un sobrino, ¿eh?' Traté de ser más cordial que nunca antes para que acabe de ocupar ese piso. El piso de Leopoldo, como le dices... Yo estoy poniendo de mi parte. Pón tú de la tuya», dijo el esposo.

Con un refregón del Viento, el Anciano de los siglos que Abram llamó Varuna y que antes, con más ternura, llamara Padre Asura, se personó y dijo: «Quien te ata a Simjá, la alegría, quien te dio una espada de Zaín para que tengas verbos y energía en tus palabras y el poder de Hashem, no te vea afligido ahora que has conocido mujer y amor en tu carne y que has pasado por el viaje de la líbido y si no has dado parte de tu disfrute; a ella que está triste... no es por mi causa. Eres tú quien se comporta como un mal amigo.

«Y se quejó de que Sarai era infértil y que sólo los rebaños le dicen pastor, padre, auxilio mío. Mas él recordó a su padre cuando le dijo:
Véte de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de tí una nación grande, y te bendeciré»: Gn. 12: 1-2

Entonces, el Anciano dijo: Comienza el viaje de nuevo. Obedece y sigue la Estrella que resplandece en el horizonte. Amáme como el día en que eras tan simple y no tenías la espada de mi palabra. Todo lo que salía de tu boca entonces era sinceridad... Te hice varón , un poco solitario, introspectivo, y no compartí contigo el placer de la carne, el viaje de la líbido. Mas el día en que conocíste a Sarai te hicíste egoísta y mentiroso. Medíste el placer que ella da en menoscabo a la amistad que te dí. ¿Qué te ha pasado que, cuando te do,. me quitas?

Juraste por la Verdad / mi Emet / mi silencio, en el cerebro oculto, pero tu verdad es un espectro desde el tiempo en que te dí el habla y la energía de la palabra que vibra, sonoramente, una vez que sale de la boca.

Dijíste que vas a buscar los Gemelos que abundan en los atrios de Canáan. Que irás al Bazo, donde las emociones se digieren y apuran y a rompe y rasga la vida es más que siete. Trasquilo y no desollo, porfiaste.

¡Ay, pirujo! mira a quien saqué de los traspatios para mostrar en el encino de More mi plan, mira cómo da un solo con sus vaniloquios el tontarrón que llamé Hijo de Attar cuando peor es que el Santo de Pajares. Te dije: «Vé solo, deja todo para esta tarea» y te llevaste la diablesa con mi Ojo de Ayín. «Sál de Ur, solo, como sin sombra, triste», sería yo quien enseño la plenitud de la alegría, y te llevaste al sobrino Lot de manguindó y a la pizpireta de Sarai, otra que ama sus arrequives y al atajo de tus disparates da asenso por fidelidad.

Pero no te arrugues, Abram. Yo soy el amigo fiel.

«Sarita, yo sé que entre nosotros muchas cosas han resultado mal. La beca que se te iba a dar, por ejemplo. Mi madre que piensa que vender algo de mi padre ha sido robo. Cosas de autoridad... Todo tiene una explicación», comenzó a decir. «Yo te acepto, con tus ideas; pero el sistema no. Nunca quité el dedo del renglón. Te defendí, niña, delante de los faraones. No tienes ninguna culpa respecto a lo que fuera tu padre... no tienes por qué arrastrar su némesis...»

«Yo arrastro a gusto lo que aprendí de él. Eso es ser camarada; pero tú no sientes merecedor y tomas y haces, a hurtadillas».

«No, no, óyeme... Dije que eras heroica, inteligente, con estudios médicos... Y que mereces la misma oportunidad que yo, pero fue terrible. Lo fue los proyectos de los EE.UU. ahora son tremendos. El caso es que ya no se confía en personas que son profesionales, capaces, comunistas quizás y forman pareja, tú sabes... habrás leído acerca de Ethel y Julius. El pasaba por un simple ingeniero, ella como una actriz o secretaria de no se qué... Mas para el Gobierno de posguerra, gobierno de guerra fría y gusanos que no se pueden matar, traficaban con información militar e industrial clasificada... y es atroz, porque entre los secretos está como se fabrica una bomba atómica... y yo sé que eres buena, leal, que te mueve el altruísmo; pero, ¿qué sucede si otro piensa otra cosa? Los que recopilan datos sobre tu familia, Joachim y su gente, te mejor que yo. Yo no los puedo defender si Tail-Gunner Joe que rastrea pisadas y expedientes y, desde 1950, se le antoja decir que es un monstruo... a mí se me dijo, únicamente, de qué se trata la Guerra Fría y cómo el proceso de recomendaciones es en este sistema... y en el sistema lo determina el Senado, los comités pentagonales, antes de que cada petición o servicio pase a las universidades, y esta gente examina todo, por lo que se me advirtió que colocarte a tí pudiera ser contraproducente. Que yo mejor viaje solo, estudie solo, investigue solo...»

«¿Viajar solo? ¿Qué quieres decir?»

«Este nuestro futuro será grande. Si vienes conmigo puede que vivamos en las bases aéreas de Norteamérica, conoceremos oficiales de rango... puede que viajemos a España, Japón, Panamá, Norteamérica y Puerto Rico... Mira, con ésto de la histeria anticomunista que desde los '50 y el caso de los Rosenberg se suscitara, los EE.UU. no quiere pagar por esa clase de individuos o prospectos ni el Gobierno Federal, ni en el establecimiento científico, en sus universidades, ¿te fijas? A eso se dedica un cierto senador de Wisconsin... McCarthy y Nixon y otros».

«¿Y quieres un hijo que ni vas a ver? ¿Preñarme para qué?»

«Viajar solo es una manera de decir... si aceptamos o no, lo mejor que pueden darnos por ahora... yo ser un médico en sus bases, trabajo seguro, ayuda para ser residentes y ciudadanos por naturalización... una vez logrado ésto, puede que sea posible que retomes la carrera... »

«¿Cuando ya esté vieja?»

«Lo que te quiero decir es que los faraones mandan y vieron el expediente investigativo realizado sobre tu familia y dicen que no convienes ni para la CIA, que habría que inventarte de arriba a abajo. Te harían una identidad ficticia y nueva, muchos exámenes sicológicos... Escucha ésto; ¡Joseph Raymond McCarthy! Grábate ese nombre, es tu enemigo y, si él que ahora hace acusaciones temerarias, demagógicas, inverificables con los hechos más irrelevantes, por sólo presumir su patriotismo, hallara la manera para que no seas beneficiada con becas de posgrado. Imagina... ¿qué harán de los dos? Tú y yo sabemos que no somos Julius y Ethel Rosenberg, no somos newyorkinos prestigiosos, no somos... Queremos servir a un país que amamos, Cuba y Norteamérica, ambos inseparables... y que prevalecen con sus prácticas salvajes, con ladrones y dictaduras, intervencionismo y discrimen».

Mejor le habría gustado que no viniera ni dijera nada. Sara le está dando una mirada a su esposo que él no la olvidará jamás. Le ha dicho, con los ojos mentiroso y cínico. Se da cuenta que no lo conoce. ¡Tanto tiempo de verse y ahora resulta un cipayo, 'Cuba y Norteamérica, ambos inseparables'. ¿Y qué de ser judíos universales, herederos de toda la Tierra del espíritu?

«¿Y me pides un hijo?»

«¡Ya no te quiero sola en esta casa! No veo futuro a vivir aquí. Y el año que viene se me asignará la Base de Guantánamo».

«Entonces, el Faraón llamó a Abram y le dijo: ¿Qué es ésto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me dijíste que era tu mujer? ¿Por qué dijíste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer. Tómala y véte»: Gn. 12: 18-19

Tú sí que te has vuelto, mentiroso, Abram, y los atabales traes a cuestas, bellaco. ¿Qué hicíste? Plagas han caído sobre la casa que te acogió y te dio asnas, bueyes, rebaños. Te prospero cuando la miseria hiere como atracador en los caminos y sembraste la mentira: «Es mi hermana», pero, ¿pensaste en mis ojos, Abram?... se han llenado de su hermosura cada vez que la contemplo; ¿qué? por qué me expones al Otro lado, el maligno Sitra Ajra de los gañines que, por la tentadora delicia que dan como carnada, se cobran y nos destruyan las copas de la dicha: la emoción, el compromiso, la unidad, ¿qué? ¿piensas que no tenemos metas, qué sólo tú has sido amparado por tu dios?

Toma a Sarai. Llévatela lejos, pero ámala y no la expongas, Abram, al riesgo de la codicia ajena. Hermosa es como Cybele frigia, ardiente y saludable es como Ishthar; como a prostituta hitita la soñé en templos de Astarté y el dolor comienza a llenar la casa, en luto, se ha convertido mi corazón por su causa.

Me dijo la mujer: «Yo soy el sereno placer de Abram. El es mi esposo y soy el agua de su alegría. Sentirme suya es mi voluntad innata y no puede ser de otro hombre, aunque sea el Faraón y el más poderoso varón de la tierra. Yo sólo tengo un dueño y en la tierra, Abram es el alma de mi grosura. El es mi rey».

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27. El primer hijo en La Bodega

Claro está, cundió la alegría. Se elevaron las risas y se conversaron múltiples planes de crianza, una vez que nació el primer hijo de Abram y Sara en La Bodega. Desde una ventana del edificio salió el sonido del shofar. Y otro día, con celebraciones, se oyó una orquesta de clarinetes, bombardinos, trompetas y tambores, que operó en mejores tiempos en el lugar. En La Bodega se dieron clases de solfeo y música a jóvenes y niños, y a Benavito le gustaba oír ensayos musicalees y cantos. Gran pared separaba la escuela de su casa; pero él advinaba la música más que escucharla. «La música», según decía, «habla como Dios». Ha-Shem vocaliza con música o vibraciones de las esferas.

Le dijeron alguna vez que la música que se oye desde La Bodega es profana, que más parecida es a la profanidad de Tiro-Sidón que a Jerusalén y él les dijo a los judíos, con tales quejas, que ambas ciudades son «ejes de una misma cultura... para el porvenir», sólo que Jerusalén es más espiritual que Cartago, alegría material; pero «aún en lo material, la música es voz divina, que no ofenda y alegra». ¡Qué pena que Benavito no haya escuchado estas celebraciones por el nacimiento de su nieto!

Malka (sólo Benavito decía correctamente su nombre, con el acento final) le comentó con el judío Becerra, «si mi Simón viviera, ¡qué feliz estaría de oir otra vez música en la casa!», pues, él nunca pensó, como piensa su hijo, que vivir en La Bodega sea como vivir en un vientre estéril, rodeado de viejas cosas, como esos acopios de vinatería. Cada cosa en La Bodega es su Jerusalén en retoño. A todo le supuso futuro porque Sara hizo real la promesa. Le dio un hijo en la vejez. En La Bodega comenzaron sus amores y fructificó en Ceiba Mocha; pero, «el fuego de las caricias, aquí fue encendido». La Bodega... Desde entonces, idea de Benavito fue que vendrá el día en que este edificio se llenaría de nueva vida, hijos, nietos, amistades.

El primogénito de Abram fue la materialización de su profecía. Andrés, que fue el primer hijo de Benavito, se crió en Santiago de Cuba con el Dr. Moritz, antes de irse a Cárdenas, a buscar a Alicia, «no nació aquí ni aquí dí mis amores a Alicia» y el primer hijo de Benavito con Malká nació en Ceiba Mocha, «pero aquí, como cesta que para mis huevos se acomoda, fue milagro». «Este es el primero, hijo mío», le dijo Malká a Abram, que nace en La Bodega y por eso la familia Becerra festeja. Trajo música santa».

Sara estaba feliz con su primer hijo y le recordó al esposo, «Sea por Dios que nos sirva para el acercamiento». Andrés estaba tan feliz como si fuese suyo y se lo dieron a que lo cargara en brazos (fue la primera vez para) que vea cómo se siente.

Que nazca este primer hijo de los Abram ben Abram-Riga no fue como tarea fácil para quien pensara como «vientre estéril» al almacén de La Habana. En torno a la procreacón y la vida, Abram las cree sus derechos, por esposo legítimo de la mujer a la que hizo madre. En cambio, Sara le dijo: «Dios da la vida. Tener un hijo es sólo un privilegio, un acto de confianza». Y, si en el rigor de ese planteamiento, ambos coincidieran, Abram no se molestaría con lo que ella implica. «Sea por Dios que nos sirva para el acercamiento». Difícil tarea acercarse a una mujer con costumbres de higiene, conocedora de su cuerpo y sus emociones, y que bendice su cama antes de subircon el esposo a ella. Como una antigua escandinava, recurrió a la Sabiduría de los Dragones (en las proias de sus barcos vikingos). Es que Sara, cuando piensa en el fresno sagrado («yggdrasil»), cree que sus raíces se extienden a través de todos los mundos; pero, hay un dragón (que llama Nidhug o, a veces Níohöggr) que siempre vela la hora de entrar en la cama y con qué clase de espíritus se entran . A estos espíritus inmundos, espírutus costeros, les denomina Landvaettir… Cuando ha subido a la cama, para intimidad con su esposo, a ella le resulta como si oyera a esos espíritus que él teme: celos por su ausencia de que otros varones la miren, miedo a la envidia que puede más que la ostentación. Estarse ausente de la casa, tal vez para encubrir el sentimiento de culpa, afianza una carencia en Abram y, entonces, el Dragón espiritual que tiene no vence a los espíritus del Ain Hará, el mal de ojo, y avanza como una infección que se adhiere a las sábanas de holanda de su cama los sentimientos de desprotección, culpa y dolor injusto.

«Te escuché acostar al niño con un rezo extraño, no habitaual: bli ain hará o kein aine ore? ¿Por qué rezaste así, o pronunciaste eso? Y luego… la cinta roja que pusiste en la muñeca de nuestro hijo… Sarita, eres una mujer inteligente; no lo eduques ni te fíes en supersticiones… Yo sé que piensas aún no era el tiempo adecuado para que tuviésemos familia. Si no te sientes preparada para ser madre, consulta con mamá. Ella le dio un hijo a un pobre viejo».

«No dudo que ella sea la verdadera Mano de Miriam. No te voy a pedir amuletos contar el mal de ojo».

«Ni yo me voy a prestar a comprar nada de eso».

Sara le contó que cada vez que con sus padres viajara por el mundo ella portaba una joyita en forma de mano que llamaba el hamsa (le dijo que es, no una superstición pre-israelí), sino diseño de la vieja sabiduría alegorizada. «Me habría gustado regalar a nuestro hijo el ‘hamsa’ que me colgaba al cuello, pero lo perdí… Es un simple adornito: una palma de mano, sobre la que se graba un ojo y se medita con ésto asore la eliminación de los males posibles: el mal de ojo y en conservar la modestia, jamás el sentimieto de venganza».

«Los negros santeros cree en esas brujerías y amuleto».

«Pero ésto que te digo lo enseña el Talmud: ‘Soy de la simiente de Iosef, que no es afectado por el mal de ojo’. Y cuando viajó a Egipto, a la Corte del Faraón, estaba bajo La Mano del Altísimo. Seguro que tenía su hamsa». Y sobre la cama, donde ahora él comenzaba a buscar sus besos y querer encimarla, porque ella no permitió durante el embarazo que Abram la tocara, le contó sobre la visita de dos parientes de María Lecsincka y su hija Paquira: unos muchachos que han recién llegado a La Habana….Los vio hambrientos, sucios, con zapatos descosidos y desgastados en sus manos, con el cabello crecido y semibarbados. Preguntaron por los hijos de Benavito, esto es, por Andrés y por Abram, aunque no saben sus nombres… «y ellos me movieron a darles de comer y ropa de su talla, ropa que ya tú no usas… Eran mulatos, de piel muy oscura, pero ambos tenían los ojos azules de tus Lecsinska y te diría que muy bellos, excepto que ambos sufrían de los ojos alguna anomalía. Uno tenía un ojo extrábico, o túrneo y el menor se servía del mayor como lazarillo. Era ciego… y por lo visto y, desde que se fueron, con todo lo que les dí y la promesa de seguir ayudándolos, puse la cinta roja en la muñeca de nuestro hijo, pero que sea señal generosa para él y nosotros…»

«Y Andrés, ¿vio a los pordioseros? ¿Te ayudó? ¿No les atajó en la puerta o calle para que no subieran a nuestro segundo piso?»

«¿Cómo atajarles o ignorarles? ¡Son tu familia! Hijos de Francisca José, dijeron. De Paquira».

«¿Cómo asegurarlo? ¡Puede que hayan sido impostores!»

«¡Abram, admite que tienes familia en necesidad! Ya lo sabemos. Estos hombres, ya no tan jovencitos, hablaron suficientemente para que se entienda por qué han pedido caridad. Son familia de María Lecsincka, viuda de Antonio, hermano de tu padre. Nos visitaron, avergonzados por la mala suerte de Paquira y sus hijos. Dieron datos correctos: Paquira, recogida por el Dr. Moritz y sujetada a la justicia de Ruy, el rabino de Ceiba Mocha. Enumeron sus hijos, los mulatos… Y que, en la casa de su padre, a su madre y ella se les le tuvo en reclusión hasta que nació la niña llamada Alicia, que tu padre casó y… dijeron que, en 1885, se enterró a María Lecsincka, y que a Paquira (Francisca María) no se le perdonaron sus infielidades y que la niña Alicia no fue nacida de Antonio, como lo tampoco fue Rachel. Y ya lo sabemos que son muchos hermanos en esta prole de adulterios… pero, ¿no son los Abram-Lecsincka y los Moritz-Abram tu sangre?»

«Te recuerdo que el mismo Benavito a Rachel la divorció de Antonio, reprendió a las Lecsinka y la Halajá y otras normativas que nos guían repudian a las adúlteras… La única mujer, en nuestra parentela, que mi padre honró fue Alicia, porque ni a la propia Rachel, en que tuvo su hijo, la quiso para el matrimonio. Y Moritz, siendo aún rabino, dijo que Alicia fue más joven, virtuosa y bonita, que las Lecksincka y que, si acaso Paquira, que fue la más hermosa, también destacó por la más puta. Y ahora, como le viste los ojos turbios y descompuestos a la simiente de Francisca, se te ha metido el miedo al mal de ojo. Ay, mujer».

«El mal de ojo que yo temo, el verdadero ain hará, es que no comprendas que la Torá prohíba maldecir; o que no ofrezcas bendiciones al prójimo… Mira que entre el corazón y el cosmos hay vínculos e influencias recíprocas a todo nivel».

«Sara, si lo que quieres es que le compre una manita hamsa contra el estúpido mal de ojo a nuestra bebé, está bien. Vamos a la joyería. Lo compramos. Le quitamos esa ridícula pulsera de tela roja. Le compramos una pulsera con su nombre… ¿eh? Pero no me hables más sobre ésto y ese mojonerío de los pordioseros que, en nombre de los Lecksincka, vino a chantajearnos… Creí que Andrés iba a servir para algo y proteger la casa…»

«El no estaba aquí. No lo culpes. El ni se ha mudado. El viene y se va. No nos descuida; pero él recién ahora es que accede a vivir aquí, y nos hace falta, en casos como éstos».

«Pues, díle que tan pronto me vaya, haga guardia en la puerta y no deje que vuelvan esos desgraciados».

«Eso es lo que llamo mal de ojo, la visión ostentosa, la tuya».

«Maldita sea. ¿Por quá tienes que hacer de la cama, en que te solicito momentos de intimidad, un lecho de demonios?»

«¿Ves como maldices?»

«Yo me voy pa’l carajo», gritó y comenzó a vestirse para irse a no sé qué lugar.

Ciertamente, se olvidó del niño que nació en La Bodega. Y que, en uno de sus viajes, tres meses atrás, sirvió para atender el embarazo. La primera vez que se puso en servicio de la familia, aunque ya atendido decenas y decenas de partos, especialmente, en Guantánamo.

Entretanto, Sara reza y medita sobre cómo crecer bajo la Mano Protectora de un Hamsa espiritual, invisible::

Al niño, huérfano, le colgaron al cuello, atada a un hilito de plata, una Mano, decorada a su alrededor con palomas, porque las palomas reconcilian con la Divinidad. También ataron al hilito varios pecesitos de oro, bajo las palomas que parecen sobrevolar sobre los peces. «Y todos estos símbolos hablan sobre la sencillez y pureza. Los peces son inmunes al mal», agregaron cuando ya estaba en la puerta de salida. Previamente, le enseñaron la Oración del Viajero y el niño la practicaba, según se alejaba de la casa: «Tefilat HaDerech».

Estaba triste porque se separaba de quienes le protegieron en Cartago, cuando murieron sus padres; pero, se sentía capaz de cumplir la misión que le enconmendaron. Toda su fe dependía de la Mano de Dios, mano de Cinco Dedos, cada uno de los cuales es un Libro de la Torah, o una advertencia o una protección contra el Ayin hara, el mal de ojo. Y como el niño apretaba la Mano de Hamsa, símbolo de Chai el Viviente, intuyó que alguna de su fuerza proviene del altísimo y la Vida («Chaim») no se manfiesta con temor de su siglo y las gentes. Como temibles son nombrados los sacerdotes del Moloch en el País de los Filisteos y, aún en Cartago, la tradición de los semitas da culto a la sumisión y adoración al Moloch o Demiurgo, describiendo como rituales agradables los sacrificios y crímenes de sangre.

Fue por ésto que sus protectores le dijeron: «Ve y lleva este encargo a donde yo te digo». El niño no debe criarse entre los sacerdotes de Moloch que hablan sobre un «pueblo santo» que no lo puede ser porque su crueldad es mucha y la dispersa de Tiro a Sidón, de Jerusalén a Cartago.

Y el viaje asignado es largo, mas siempre se siente en la ruta correcta y el niño va dejando de ser niño, y la Mano de Hamsa lo proteje de ojos malos y asediantes. Ha buscado el hilo de plata y ya no existe, pero, algo dentro de su corazón, es exactamente la Mano Protectora de su Dios y está adulteciendo sin miedo. Y Chai el Viviente le instruye para que, en cada cultura y ciudad que pise, rechace la superstición y el fanatismo. Ya sabe que no aprieta pescaditos de plata o palomas, adas al hilito, cuando las frota sobre su pecho. Es el instinto de superación lo que palpa sobre sí. Va por el mundo a cumplir con la misión que le dieron sus antiguos protectores: Crecer bajo la Mano Protectora del Altísimo.

De hecho, él y la madre no viven juntos. Ella se quedó en La Habana. Acá está cerca de sus raíces espirituales. En Guantánamo, si se fuera con él, como propone, sólo alternaría con su esposo y una criada que él dijo que le conseguiría. El resiente que Sara se sienta tan desvinculada de los americanos. «Son gente como tú y yo». Ella le dice que los militares no son igual a ella y, menos los que en la Base de Guantánamo, están. «Gente que quiere hacer carrera con la muerte y que interviene, en obediencia a capricho del Pentágono, coadyuvando a toda operación de matanza». Ella tiene un definitivo concepto de lo que es imperialismo y al tema él le saca la vuelta.

Mas hoy, con ésto del niño, con sus primeros meses de vida, se festeja. Nació en septiembre y estamos próximo a una primera Navidad. Han adelantado el colgalejo de guirnaldas con bombillos de colores. Al esposo, modernizado con las cosas Xmas y Santa Claus, como acostumbran los esnobistas de El Vedado, se le ha ocurrido por primera vez que en la sala de su casa en La Bodega haya un árbol de pino y que sea a los pies del árbol que se ponga un Establo de Nacimiento. El a colegas, a quienes hablara sobre la hermosa mujer que tiene en casa, judía devota, aunque con «amplios criterios, casi cristiana», han mostrado interés en visitarles. Ha meditado que la casa debe oler a cosmopolismo.

En la madrugada, cuando ella dormía, regresó de la calle y se metió otra vez en la cama. Sara despertó y sintió muchos demonios que trajo consigo. Lloró lo más silenciosamente que pudo para no despertar al esposo que olía a alcohol.

«No es que haya que esconder los candelabros ni negar nuestro judaísmo. Se trata de que no haya indicio de que somos muy ortodoxos y metidos en nuestras costumbres», le dijo en la mañana cuando después de varios días de celebraciones se regresó a la Base de Guantánamo. Hizo sus recomendaciones. Prometió volver a la menor oportunidad y traer un hamsa y una pulserita con el nombre del nene.

Pero fue tarde ya. El niño murió el mismo día. A siete horas de él irse a cumplir con los demonios.

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28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»

«El caso de los armenios en Turquía es el primero de los genocidios del Siglo XX. Las matanzas sistemáticas de armenios durante la dictadura de los Jóvenes Turcos constituye una muestra de una masacre que acabó, según varias fuentes, con la vida de cerca de millón y medio de personas»: José Carlos Rodríguez

Hoy, olvidado día del mes, a mediados del año de 1955, la casa está más llena con visitantes que en el sepelio. Ahora no morirá un ángel. Sara está embarazada otra vez. Malká aún vive y, fuera de la depresión por la muerte de su primer nieto, se ha recuperado. Es una señorona que comienza a canear, pero, dulce, atenta y saludable como cuando llegara a La Habana y se ganó el mote de la kifer, la primera sueca de Benavito, el Viejo Rabino.

Dicen que hay razones para festejar; pues, la pareja ha superado la amenaza de divorcio que lanzó la parturienta. Mas este día ella no lo recordaba. Lo trajo a la memoria Doña Malká Matías-Aaargaus de Abram y es que, hará pocas semanas, con Andrés fue a ver por última vez la casa en que se criara en Basilea (Suiza) y que una nueva cepa de Matías (los Matías Dähl, hijos de Leopoldo en los EE.UU..) vendieron por una bicoca, premuras y líos, en que se metieran. Les estorbó que Malká apareciera en la herencia del Dr. Otilio Matías de Neves (1850-1918), nativo de Valderas (León, España) y que Leopoldo, ya viejo, quiso a su «hermana bastarda», dándole parte de lo propiamente suyo por mandato de su padre.

Lo que ya se supo es que Otilio amó a una Aaargaus que no lo quería y que sus nuevo hijos en los EE.UU. vivieron un estilo de vida que conlleva a la ruina y, para que no les expropiasen lo que más quieren, venden lo que más vale y no es plenamente suyo. Por consiguiente, les pagaron a Andrés y Malká el viaje para que vean cómo se corta el pasado. Fue el «viaje de la tijera».

«Esta es la casa en que se crió antes de irse a Cuba. Leopoldo, antes de morir, nos dijo que puede que usted sea considerada aún co-dueña porque fue deseo de Otilio Matías que algo recibieran todos sus hijos».

Unos jovencillos impetuosos, malcasados con mujeres ambiciosas, contaron 5,000 dólares y le dijeron: «Esta es su parte». La Sueca sólo quería ver la casa por última vez; a veces la soñaba, por causa del bello paisaje y las montañas nevadas que no olvidara y porque echaba de menos a Otilio, cuya muerte lloró como si fuese la de Benavito, su esposo.

Dos años antes, en cuanto a Sara, a poco de que falleciera su primogénito, ella viajó fuera de Cuba. Al fin, accedió tras unos periodos en la base de Guantánamo, y dio otros saltos, otra vez con la compañía del esposo. El servicio médico-militar de Abram se programó con estadías en Guantánamo, Panamá, Alemania y España, y Sara rompió la vida sedentaria que le ataba a La Bodega. Y, como era muy desenvuelta y de carácter tan entusiasta, no se imaginaba a perpetuidad en la soledad del edificio viejo.

«Hay que aprender a viajar hasta con la imaginación», dijo a su esposo. En cierto momento, Abram durante la tertulia con los americanos de la Base, oyó que Sara dijo a un árabe-estadounidense que le preguntaba si alguna vez viajó a Jerusalén, o a los países árabes. «Aún no, pero me gustaría». Observarlos tan jovialmente dialogantes lo sorprendió. El «inglés conversacional», «de guerra», con acento británico de Sara, había evolucionado grandemente y ahora, con su dejo europeizado, bastante simpático, se metía en meollos filosóficos y novedades cosmopolitas. Y le era suficiente para ser sincera y articulada con todos y decir: «No, no, yo sigo siendo judía», detalle que Abram le había prohibido para que se haga «ciudadana estadounidense» y se evitara ser objeto de prejuicios, ahora que la ciudadanía americana abre todas las puertas y significa que se es individuo de primera clase.

«Me habías dicho, Mr. Abram, que tu mujer es marrana y que tenías una becerra en la casa», broma por judía conversa y La Becerra, por alusión a la instructora de hebreo. Después, redirigiéndose a Sara, le dijo: «Bien, bien. You're not! It ‘s so fine with me! I love Jewish people! ¡Qué buenos que seas Niña del Libro! Que conserves el bagaje y el espíritu de tu semitismo». El árabe hasta aplaudía. «Es que él me dijo que eras muy occidental y ya cristiana».

El Ingeniero de Calderas de Guantánamo dijo que su nombres es Azeeza (y que precioso, él no es, tan sólo el nombre pero sí fue «deseado». Y eso significa su nombre en árabe. Deseado y precioso. Entonces, preguntó a la pareja si ya tenían el nombre para el bebé. Y repasaron muchos nombres posibles, en caso que fuese niña o varón. Y este momento fue lindo para todos, aunque el Capitán de Ingenieros decía que si fuese nacida hembra, le gustaría que algunas de sus sugerencias fuese tomada en cuenta: Marya o Zulaikhah fueron unas, «porque usted es una madre linda de apariencia». Claro está, ella pensaba en nombres hebreos, pero, hay mucha familiaridad entre los nombres semitas: «Su nombre Sara significa ‘maravillosa’; en árabe, Zaraa, la Dama de Jannah, y es un nombre musulmán, digno de su persona».

Con Doña Malka, el Ingeniero Azeeza también se deshizo con gentilezas y le dijo, entre el repertorio de nombres musulmanes Malak, hija de ángel, y Malika, Reina y Maryam, nombre éste que sólo tienen las damas famosas en su tierra natal. «Y si naciera un varón en la casa del Dr. Abram, llámenle no ‘my son’, sino Maysoon, porque con este nombre será de hermoso rostro y cuerpo».

«¡Usted nos entretiene, Mr. Azeeza!», le dijeron oficiales viendo que quería el privilegio de ser compadre / padrino / para los hijos de Abram, y se sabía que su propia esposa, árabe como él, no le daría hijos. Ella sí es estéril y, en estos momentos, fue víctima de la polio.

«No quiero que hablemos cosas tristes», dijo Abram, quien se acercó a mostrar dos botellas de vino, que sacó de los viejos acopios de mercaderías que había en La Bodega. «Son vinos de Valderas, León, España, de los que gustaban a Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y Villalobos, y al Dr. Otilio Matías de Neves, antes que se fuera a Suiza y Holanda, los disfrutaban y traían como obsequios». Estaría presumiendo unas botellas, traídas a La Bodega entre 1895 y 1900.

Fue una de las pocas veces que Sara escuchó a su esposo referirse a sus parientes Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y hablar con cariño sobre los leoneses de Valderas. Fue ella quien lo llevó a España por primera vez. En su breve rememoranza de Otilio, él mencionó que éste estuvo casado con Claudia Aaargaus, de cuya unión nació Leopoldo («El Sueco»). «El fue el primer sueco de verdad» y con risita nerviosa, «nosotros nos hacemos los suecos», querría decir los seguidores de un maltentendido, «porque sueco no hay ninguno». Y Malká, quien recién estuvo en Basilea, le dio la razón y lamentó que se vendiera una bella casona en Suiza por unas migajas y cómo ella tiró $5,000 a las caras de los nuevos suecos y les dijo: «Hagan lo que quieran con la casa, pero yo nos seré cómplice de la estupidez que están haciendo». La urgencia de malgastar el dinero y que rodara a la basura el patrimonio que no fue sólo de Leopoldo, el Sueco, también suyo por lo testado por Otilio.

«No hablemos sobre cosas tristes».

Llenaron copas de vino de Valderas. Abram, mientras servía orgullosamente del vino, añadió otro detalle. Su padre Benavito, cuando finalizó sus estudios en la Universidad de Basilea, se estableció en Matanzas. Sería poco después del 1901 o 1904, y comenzó a ejercer la medicina. En 1906, sirvió como médico entre las tropas norteamericanas que sofocaron la rebelión liberal de los negros. Regresó a Suiza en 1906 y de regalo de bodas, entre su padre Ruy y el Dr. Moritz Abram, le dieron por casa La Bodega, con la esperanza de que hicieran en alguno de sus pisos, la Sinagoga más grande de Cuba. Moritz heredó casi todo lo suyo a su hija Rachel y, nada, al parecer, a su hija Francisca María (Paquira).

Sara, oyéndolo, pensaba: «Caray, todo lo que uno aprende de su esposo, cuando su lengua se suelta al calor del vino».

«Papá estaba orgulloso de nacer en Ceiba Mocha», dijo y añadió que fue el primero de los Abram en colaborar con los norteamericanos durante la intervención de 1906 y que, por celos de judíos locales, ya en La Habana, movidos ellos por sus caprichos y melindres, no se hizo en La Bodega una sinagoga. «Odiaban este vino sabroso de Valderas. El vino, ¿qué culpa tiene? Y si fuera por sus amoríos, escádalos que le hizo Rachel y Antonio, cuando se casó con Alicia, ¿qué culpa tiene La Bodega?»

Aquella tarde y hasta la noche, la oficialidad de Guantánamo, así como otros invitados, advirtieron que nunca habían visto al Dr. Abram tan comunicativo, o si se entiende el eufemismo, tan ebrio. Tenía mucha clase y simpatía, pero estaba mareado y, Sara lo convenció, con la ayuda de Andrés, de irse a la cama por un rato. El vino de Valderas lo hizo una uva y tan así, que ya estaba sacando intimidades. Que si no fuese por Andrés que le compró una cama matrimonial para que hiciera maromas, con artes amatorias, Sara no habría quedado embarazada dos veces. Que si no fuese por Andrés, que rentó una camioneta, y se fue a salvar archivos de su padre y el Dr. Moritz, se habrían perdido cantidad de notas sobre investigaciones patológicas y farmacológicas que ellos habían hecho. Que lo único que él (Abram, por su cuenta. hizo) fue ir ante los nuevos dueños de su parcela, 'caterva de matones' en Ceiba Mocha, y exigirles que desclaven los accesos al Laboratorio, porque allí todavía había cosas suyas, «de importancia» y que cesaran de matar a los peones que guardan el lugar, antes que él mandase a recoger lo suyo. Y aludió a los descuartizados y pidió una oración por ellos y, «si culpa tengo, que me le perdone», porque él tuvo cierta responsabilidad que descuidó, y por eso el atropello. Y dijo que, cuando nazca este hijo que Sara espera, él mismo le colgará al cuello una joyita de Hamsa. Que el Mal de Ojo, sí existe, aunque él no lo pueda explicar. «Malká y Sara son las rabinas, sustitutas de mérito una vez que se muriera el Rabino de Rabinos, mi padre».

Estaba muy sentimental. Mas el verdadero diagnóstico vino de Sara cuando le dijo: «Esposo mío, vé y reposa un rato porque estás borracho». Y él dijo: «Porque lo dices tú, lo creo, Sara. Eres inteligente y me sorportas. Me reconciliaste, amor mío. Tuve tanto miedo de perderte y que me divorciaras cuando murió mi hijo».

«Sí, tu esposa es inteligente y yo me sentí igual cuando mi esposa me hizo una igual amenaza, dejarme», confesó el Ingeniero Azeeza. Junto a él, mientras retiraban al anfitrión, se sentaron otros oficiales, consultaron cosas de trabajo con Azeeza, coincidiendo que era hora de ayudar a la pareja a naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Dijeron que sus expedientes de lealtad y servicio, como familia, datan de mucho tiempo. No olvidaron lo que se dijo de Benavito. «Que el vino de Valderas se probó por las bocas de la oficialidad de las tropas estadounidenses desde 1906». Tomarían en cuenta esas gentilezas de los Abram-Sbarbí y que el inglés y la cultura de Sara de Riga, tal como han visto y oído desde la mañana, son admirables.

A saber, consultaron que la familia Abram por desacuerdos con el Machadato y las huelgas estudiantiles, mismas que se alegaba que eran alentadas por dirigentes, mangoneados desde Moscú, explica que se enviara al hoy médico a estudiar a Suiza. Para ese entonces, había violentas manifestaciones gubernamentales en Pinar del Río, Santiago de Cuba, Santa Clara, otras ciudades y La Habana. Los ferrocarrileros hicieron huelga general. Se demoró la paga salarial de los maestros de escuela, se bajó el sueldo a los empleados públicos y sufrían muchos agricultores.

«Yo viví eso», decía Malká, cuando la unieron a la pesquisa minuciosa de los asuntos rememorados. No fue nada casual que la llamaran 'a testificar'. Aquellos oficiales investigaban si la familia anfitriona sería merecedora de protección ya que, en esos días, aunque el mismo vicepresidente de los EE.UU., Richard Nixon, llegó a La Habana, había mucho anti-americanismo. El gobierno podría cambiar en cualquier momento por uno demasiado a la izquierda y se hacía purga a nivel estadounidense. La Base de Guantánamo, en especial, su personal civil cubano, sería afectado por un plan de acción de emergencia.

Alegaban que hay cierto «foco infeccioso» en la misma Federación de Estudiantes Universitarios y en una organización llamada la AAA. Aún cuando se pide\iera, por las fuerzas vivs de Cub, la amnistía para los prisioneros de Moncada, el presidente Morales había firmado una ley que prohíbe a las cortes civiles entenderse con delitos cometidos por las fuerzas del personal militar. Y las instrucciones de Washington para Guantánamo son observar con cuidado.

El coronel Fulgencio Batista amenazaba con su regreso y con la destitución del presidente, el Dr. Andrés Domingo Morales del Castillo. La policía cubana atacó una marcha, durante el aniversario del Natalicio de José Martí en Santiago de Cuba y el Jefe de la CIA, quien visitara la isla, previo a esta reunión en La Bodega, ha dejado organizado el 'Bureau for the Repression of Communist Activities' (BRAC) y ha pedido que se hagan las consultas especiales y necesarias sobre la posibilidad de integrar al Dr. Abram y sobre cómo se protegerá a su familia, en caso que haya que repatriar a todos.

«¿Está familiarizada con las siglas triple A (AAA)?»

«Ni sé que pueda ser eso», dijo Malká con honestidad

«¿Con el nombre de Aureliano Sánchez?».

«A mí la política de Cuba no me gusta, porque no hay en el paquete uno bueno. Son ladrones», dijo sin timidez. «Así somos de desconfiados en la familia, así fue mi esposo Benavito, la política es un asco».

«¿Está familiarizada con el nombre de Carlos Prío?»

«Le digo que me repugna la política. Se lo repito».

«¿Ni siquiera supo sobre gente que haya hablado recientemente sobre Cuba con Nixon, que vino en febrero pasado?»

«¡Ay, se van a llevar un desencanto conmigo! Yo no leo perièdicos y mi vista es para mirar mis viejos libros de arte!»

«No se mortifique, señora Aaargaus de Abram. Así es que nos gusta la gente, porque, es verdad, Cuba se ha vuelto un nido de ladrones».

«Y no es que yo lo diga, porque me consta, si no porque así decía Benavito y yo me fío de su buen juicio».

Entonces, cuando de la habitación Andrés y Sara bajaron, les llamaron a sentarse con ellos. Andrés se excusó.

«¿Cómo está el doctor?», le preguntó el oficial de inteligencia, que habría de alojarse en su casa, quedando esa noche con ellos, en la habitación de huéspedes distinguidos por encarecido deseo de Abram. Al cabo de la siguiente media hora, varios de los invitados de la ocasión se regresaron a Guantánamo; pero el ingeniero y él se quedarán hasta la mañana y, al mediodía, abandonaron La Habana.

Sara anunció que se volverá a cocinar el shutá de ternera, a estilo judío, para el almuerzo de mañana.

«Ha sido una velada extraordinaria la de hoy. No esperé que dos personas como ustedes supieran tantas cosas sobre el judaísmo y la ciencia… cosas que yo no sabía», les dijo Sara, ya metida en la conversación.

«Pues no es ningún secreto. Desde que se establecieron los Premios Nobel, casi una treintena de judíos lo han ganado por aportes en la Química, medio centenar lo ha ganado por estudios médicos y casi 50 por ser los mejores físicos…», dijo el oficial, quien persistía en el empeño de reclutar al Dr. Abram para el plantel del BRAC.

«A mí me impresiona eso. Sé de los Nobel que se han concedido por actividades en pro de la paz. Por eso le digo a mi esposo que no pierda su raíz ni el orgullo de su ancestro. Que levante la Vara de Isaí».

«¿Y qué es la Vara de Isaí?».

«La inteligencia, señor. La inteligencia».

«¿Sabía usted que yo soy oficial de Inteligencia y médico, como su esposo? Sólo que ahora estoy más en asuntos administrativos con el Gobierno de los EE.UU. y, si usted considerara que es inteligencia mi quehacer, yo estoy levantando esa Vara, aunque no soy judío, y me siento halagado si me pensara un sostenedor de la Vara».

«Claro, claro», sonrió ella.

«Es que verá usted, señora Abram… yo siento un gran respeto por la inteligencia de su pueblo y gran dolor por la Shoah… Cada vez que veo las escenas que dejara el holocausto, fotos y películas delas matanzas hitlerianas, se me desgarra el pecho con dolor… ¿Cómo es posible que pueblos blancos, europeos, hayan hecho esas iniquidades a pueblos con tan alto IQ, pueblos que, cuando la nación judía fue exilada a Babilonia por Nabocudonosor, en el siglo sexto antes de Cristo, si no me equivoco, habían ya descollado largamente por su inteligencia… yo me pregunto una y otra vez… pero, así repasando la historia judía que me fascina, entiendo lo que me dice sobre la Vara de Isaí levantada. Los que se quedaron en la vieja historia de la caída de la Vara, quienes tuvieron la desgracia de ser los judíos más pobres y no aprender de otros pueblos, tienen menos IQ… Creo que los judíos de hoy, quienes han corrido el riesgo de exterminio, son
los que regresaron de Babilonia… ¿O cómo usted valora o examina ésto que le digo?»

«Yo asocio la inteligencia al ingenio para sobrevivir y ésto es una enseñanza de Salomón. Más que el oro, búsquese la inteligencia en el comportamiento cotidiano. Es sencillo: huir de los vicios, la violencia y la tristeza. Durante la Edad Media, los padres judíos no casaban a sus hijas con los viciosos, sino con jóvenes inteligentes y eruditos. Esto es algo que la Historia dice, sólo partiendo de la Edad Media en Europa y, especialmente, España. El 15% de los científicos del mundo fueron judíos, pese a que el porcentaje de su población fue menos del 1% y, si en el siglo XIX, los judíos no estaban ejerciendo profesiones, no fue por incultura, sino por leyes discriminatorias… Baruch Spinoza era un judío hispano-holandés y la madre de Montagne era judía, pero vea que una vez emancipados a final de ese siglo, surge un renacimiento. Se levanta la Vara de Isaí y nuestra gente destaca en todo: artes, música, literatura, ciencias, matemáticas e idiomas. Todo lo que se hace con amor, en pro de convivencia pacífica, pese a escollos y pruebas, resulta en civilización y calidad de vida».

«Yo digo que la vida moderna no es la misma desde Freud, Einstein», dijo el ingeniero Azeeza.

«Y Cristo», añadió Sara.

«Y Marx», dijo el oficial escrutando los ojos de ella, y como no vio reacción sospechosa, sino su gran tranquilidad, repuso: «Admirable señora, su esposo me dijo que usted habla hebreo, francés, holandés, alemán, español y sabe Dios cuántos idiomas más. Eso es un don… y yo, recientemente, en Nueva York, que es mi ciudad natal, donde tengo mis hijos, leí que el promedio normal de inteligencia de la población general de la ciudad es 100, pero el de los judíos, aún en los ghettos, mayor a 110, lo cual significa que entre los judíos el promedio de genios (IQ superior a 140), es seis veces mayor que en el resto de la población. Sí, el año pasado, un sicólogo de Nueva York identificó a 28 niños en Nueva York con un IQ superior a 170 y 24 de ellos eran niños judíos… Ahora sí comprendo lo que usted ha descrito como la Vara de Isaí y por qué hay una veintena de galardonados con el Nobel que son economistas judíos».

«Ah, pues no sabía eso. Sin embargo, sé que un poco más y exterminan A mi pueblo y derriban para siempre la Vara. Mi preocupación esencial es que la Vara reverdece en la paz y la paz hay que hacerla entre todos, ¿no es cierto, señor Azeeza?»

«Por supuesto».

«Y, entre las cosas que me pregunto, es si en este mundo donde los judíos son menos del 1% de la población, y dan el porcentaje mayor de los más grandes sostenedores de la Vara, el 20% de los premiados con el Nobel, ¿se podrá proteger su espacio, evitarse que no sean una especie en extinción, cree usted que se pueda?»

«Si la sociedad prohíbe al judío que cultive la tierra, o tenga propiedades, puede estar seguro que, como ya sucediera, él estará en el comercio, o la medicina, o las finanzas internacionales como intermediario, aunque el capital no sea suyo… En España, aunque recluídos en aljamas, con su mínimo de libertades en la sociedad general, fueron recaudadores de impuestos, o traductores de la Biblia, del hebreo al latín, del griego a cualquier otro idioma… Eso es el sentido de la inteligencia práctica… pero yo también digo… sobrevivir no es todo. El ingenio no es filosofía. Los pragmatistas ingleses y los inventores de la Revolución Industrial y de las ciencias levantan la Vara, pero no tienen la filosofía moral, que es otro anexo y por eso ocurren las desgracias… que no resultan de otra que del cambio de la cultura por el fanatismo y del aumento de la habilidad de crear riqueza por la voluntad de destruirla si la riqueza no está en las manos que más la codician por falta de moralidad... Entonces, la inteligencia práctica, la del invento y el instinto de superación, se cambia por la superstición y resulta lo que pasara en Auschwitz: avergonzamos la cultura, la inteligencia y la naturaleza bondadosa del hombre, porque usted sabrá… nosotros podemos convivir con todo el mundo, con el árabe, el turco, con gente de Babilonia y de Sidón y Cartago… Hemos sido, como nación, esclavos de todo el mundo, peregrinos humillados; pero, con José el Soñador, bendecimos a los egipcios en sus Días de Vacas Flacas y, cuando Egipto no quiso la presencia de los judíos, Ha-Shem levantó una Vara filosófica, la del integral conocimiento de Isaí, sumada a la Vara de la Torah y la Serpiente de Bronce. Son dos varas que deben andar juntas, la que libera de la ignorancia y la que cura la moral de un pueblo, su salud espiritual… Estamos prestados en el aprendizaje en el mundo. No hay garantías de nada; pero, ante el temor, valga el ingenio. Temamos, sí, pero invocando al Altisimo, al Fiel de Judá…»

«No diga eso, señora Abram, que al menos en esta Cuba de ladrones no se le hará daño», se entusiasmó al decir el oficial, «y yo, por mi vida, juro que si ha de nacer un genio de su vientre, lo salvaremos de lo que sea, cualquier peligro…»

Y, sumándose emocionadamente a lo que había oído de ella, el Ingeniero Azeeza contó una historia de su pasado. Se la contaba su padre durante la niñez para que él, como árabe, jamás cultivara odios. Dijo que vio a árabes salvando a varios judíos y a familias turcas durante un exterminio ocurrido en 1915.

Todo comenzó una noche del 23 de abril. Alguien te llamó minoritario: Dhimmis. Alguien en 1915 habló, triunfalmente, en parlamentos del odio sin sentido.

Alegó: Ellos no creen lo que creemos. Que no pisen nuestra tierra como extraños. Que no respiren el aire ni abran sus bocas porque este espacio es NUESTRO. Que no valga ninguno de sus testimonios. Destituídos sean sus dioses, sus penas, sus esperanzas; abajo sean sus sueños.

Y, para que así fuese, comenzaron a llamarlos DHIMMIS, bocas torcidas, renegados, cristianejos con barbas de chivo. Malnacidos, occidentalizados.

En tan sólo dos años, 1894 a 1896, victimizaron los primeros 100,000 … y nadie dijo nada.

En 1906, otros 30,000, entre armenios, dijeron de sí mismos: «¡Pobre de mí, karma es mi dolor cristiano y larga espera porque ni Dios lo oye!»

Ante ningún tribunal se asomará (porque el espacio de la ley es EXTRANJERO y se nos dice: USTEDES no son de los NUESTROS).

Con impuestos excesivos pagará su intrusión en tierra ajena, su condición de armenios a medias tolerados, siempre sospechosos por su cáscara amarga y su vestido y su barba de fe y su voz disociativa que contraviene al turco.

Y empezaron a empujarlos a Anatolia. Y a matarlos entres sombras agrestes, a herirlos en cruces de caminos.

Se les prohibieron las armas y hasta apretar el puño o mirar a los ojos; se les quiso indefensos, descabezados, secuestrados, sin un portavoz en ningún predio; se les puso en las manos de batallones de ex-convictos carniceros.

Se les ha gritado: «¡Véte, véte o muere!» Mataron a sus varones más valientes; escupieron a los viejos en las calles. A los niños hambrientos y haraposos se gritó que a las moscas pertenece una fruta podrida en los mercados. «¡No toquen alimento de las moscas, a volar, hijos de DHIMMIS, cerdos impuros!»

Después se violaban sus mujeres. Se forzó a las armenias a prostíbulos. Se raptaron sus niños, se abortaron en cañerías o se vendieron como siervos.

¿Quién protestó este acoso de las dictaduras? ¿Quién reconoció esta crueldad?¿Quién dijo: ¡Basta!? ¿Cuántos años requirió esta memoria para que no quedara impune? Jóvenes Turcos, liberales y constitucionalistas, ¿no vieron que los dhimmis le llamaron su esperanza? Y pudo más las rencorosas ínfulas y el ultranacionalismo.

Mas no será por siempre... ¡que el olvido en perversión se esconda y o el gobierno se escude!

Y, Dios de los DHIMMIS, Jesús de los cristianos, ¿qué significado tiene ese dolor, ese exterminio? ¿Por qué Tú lo permites, ¿por qué Tú? [De El hombre extendido]

Demás está decir que oyendo la historia que contara el Ingeniero Azeeza, las señoras lloraron y accedieron a hacerse ciudadanas estadounidenses. Esta historia no la olvidaron, aunque salir de La Habana les costó mucho. Sara no quiso salir, aunque juró por la bandera estadounidense su lealtad espiritual al recuerdo de los turcos cristiano y al ingeniero. Sara fue más lista y acuciosa. Por si acaso, la vida de ella y su marido se le hiciera intolerable en Cuba, por la mucha violencia irremisible, según se les advirtió, se jugó la carta de la naturalización. «Cualquier patria sirve a quienes aman la paz», decía ella a Abram, instalándole a que no se integrara a la BRAC. Le dijo que es tentar a los demonios. «Si lo haces, no voy contigo ni a la esquina» y él lo hizo y costó una separación muy larga, dolorosa para ambos. «O se levanta la Vara con ambos manos, o no se levanta, Abram». Ella no comía cuentos.

Hoy, Día de Reyes del mes de enero, año de 1957, la casa está más vacía que nunca. Yo, ni siquiera recuerdo mis juguetes ese año, mi mamá hablaba de 500 mujeres vestidas de negro, yendo por las calles de Santiago, con una bandera que decía: «Paren los asesinos de nuestros hijos». Encabeza la marcha la madre de William Soler, de 14 años de edad. Fue hallado muerto y torturado por señalársele como revolucionario. Batista está en el poder y ha enviado a un teniente de la Guardia Batistiana a perseguir a los revolucionarias en las montañas de Sierra Maestra. También, además del Teniente Sánchez Mosquera, irá con mayores tropas: Joaquín Casilllas.

Ese mismo año, para marzo, Sara se enteró que Abram limpiaba áreas de mala política, y recomendó la destitución del embajador estadounidense en Cuba, Arthur Gardner, amigo íntimo de Batista. Fue cuando citaron por la radio que a Gardner fue Abram quien le puso el dedo como indeseable. Abram fungía de chivato en alto rango. Ciertamente, su esposo estaba en la BRAC y le había mentido.

Con recién expedido pasaporte norteamericano, sin consultar a Abram, Sara viajó a Puerto Rico, a la Base Ramey, de Aguadilla, donde supo que estaba, quien creyó un amigo, el Capitán de Ingeniero Azeeza. Y se lo pidió por, si de veras, sentía como padrino. Yo iba con ella, como su única cosa valiosa en su equipaje, y la bendición de Sara, quien le dijo: Véte. Andrés y Ha-Shem me cuidara. Salva a tu hijo.

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29. El secuestro, el aprendizaje y el regreso

... la abeja vibra y orgasma,
pero las rosas habrán muerto en el ocaso:
Yván Silén (poeta puertorriqueño)

La Abejita me dijo: «El que quiera Templo tenga útero y aprenda a defenderlo; el templo es la vagina buenamente templada del carácter. Aprenda bien los ritos que lo adoran, la soga que se ata al pie y a las mandíbulas, el pan que come, el vino que consagra».

Ella que fue hormiga, casi ignorada en el reino de la Vida, hoy es dueña del Eje de Mundo. Tiene árboles que significan el hombre / la mujer con los pies en un fondo secreto, nutrición de raíces, la fe de la abundancia, corrientes ocultas de Arquetipo, alquimias de ser, en las kratofanías, clave de ser en lo Sagrado y por eso me dice cuando charla como ardilla y juega sacando piojos a mi cabeza soñadora: lo que ha de designarse Ser Madre Tierra es Tu Acompañante Subterránea, la que sólo, en apariencia, te abandona, la que, si ausente, en exilio, sigue dando un cobijo en lo secreto para que llenes tu vasija vacía. La que hará tu corazón una tierra encantada, la que orienta sobre estímulos a tu ontogénesis cuando vengan a atraparte a encerrarte, carapachos de intriga, bestias de mucho caracol con mierda adentro.

Cuida esta unidad, hijito mío. Tén útero, tén templo y no que dejes que nadie te cambie el paradigma, porque de esa manera es que ultraja la cultura y nos nace el Estado / paranoico. [08-12-1976 / Carlos López Dzur: Las zonas del carácter]

Entiendo que mi padre fue racionalizador, por no decir, mentiroso. Dijo que Sara secuestró su hijo, el deseado del segundo intento. No habló sobre ella como de una esposa, sino como una sierva que quiso en La Bodega para cuando llegara jarioso. «Ella se fue y, sin mi consentimiento, se alejó a no sé dónde». Como una Agar que se va al desierto. Sin embargo, aunque el Capitán Azeeza le dijo: «Tu esposa está en Ramey, compadre. No te angusties». Y, antes Doña Malká, su madre, se lo informó. «No te anguesties. Mi bendición fue con ella. Yo le dí permiso». En esos días, ciertamente, no dijo: «Me abandonó mi esposa». No lo dijo, por orgullo y por racionalizaciones. Agar se fue, secuestradora, y se llevó mi hijo: ésto fue lo que implicara su conducta, pese a estar advertido, «que llevó consigo dinero que le dí. Podrá cuidar al niño y alquilar una casa para ambos darse las debidas protecciones, techo y alimento, alguna ropa. «No van al desamparo, hijo mío», lo convencía Malká. Se fueron por hallarse un espacio, «sin esta soledad y el miedo a La Habana cada vez más violenta, máxime cuando Abram se puso por objeto de represalias políticas. Se dio por tarea recomendar purgas políticas en la dictadura de Batista y sus predecesores. El llegó a insinuar, comido por celos, que el capitán de calderas, pudiera aprovecharse de Sara. Y Malká le dijo: «Pues que poco conoces a la que llamaste tu dulce camarada, la abeja».

Y para defenderla acudió a su sabiduría, en parte, el lenguaje alegórico que aprendiera de Benavito. «Ella es como las vírgenes de ayer: No tengas miedo».

Ellas no son lánguidas, mosquitas muertas. Son duras como las nueces y las avellanas aunque tengan la rosadez de un salmón, rayos de transparencias de las resolanas. Ellas son hacendosas, a veces pequeñas como las hormiguitas, a veces frágiles como alas de mariposas, pero, en lo profundo, guardan los misterios de matamorfosis, mediaciones simbólicas. Mucha alma. Contactos con el misterio, aunque todo lo laman de gusanos, o de un grano de carbón de piedra, o un pedruzquillo del azúcar.

Ellas, como las de ayer, como las grandes madres judías, tienen antenas, o son como formícidos, insectillos sociales. Fueron quintaesencia del Cretáceo, ángeles en apoyo de colonias, lo más dulce al quehacer productivo de la vida y el control biológico de los cielos de abajo: son las vírgenes de la Tierra. Ellas son el fuego, hay hormigas así, ardientes, invasoras, que entran en conflicto con el macho que las quiere pisadas
como si fueran la formica, o el linóleo para sus propias plantas. Entonces, son incendiarias. Pero esta vírgenes, con el nombre del himen dulces / o salobres / a las lenguas, van alborotadas a sus ocultas grutas, vuelan, tienen sus propias alas, se las sacuden cuando ya no les sirven y nunca son lánguidas, pazguatas, pendejunas.

Hay vírgenes, sin embargo, que son avispas hembras y son muy grandullonas y aterciopeladas. Esas son meras termitas, aunque sean vírgenes, pero son las de hoy, hembras sin alas. En vez de ser omnívoras, comen vergas y ni siquiera las degluten, lamen escrotos, gritan mensadas, se sienten hasta piscianas, dignas del mar de maravillas y de falsos Acuarios, no quieren regresar a Gea y su paradigma cultural es tener un Pitón más grande que el del macho y no dar un tajo, ni en defensa propia.

Ya no quieren ni tener antenas en codo, como sus viejas hermanas. Con oírse a ellas mismas les basta, con verse engrandecidas; ya no quieren ni el tórax ni el abdomen, sólo las cinturitas para el vestido majuno y entallado; su Christian Dior de artificio más que feromonas. A su ombliguito le llaman el peciolo de moda, el torso tiene que ser de X medida, perfecto, como se lee en la revista femenina, o se describe cuando hay 'reinas de carnavales' en La Habana.

Esas no son vírgenes como las de ayer que, por de pronto, dejó tus jardines. Las mandíbulas la quieren como raquítico emsamblaje. Quieren ser lánguidas, fantasmales como si el exoesqueleto pesara y los dejaran, en algún gavetero. No. Ellas no anhelan el trabajo, sólo al buen proveedor, o, aunque no las mantega, un macho que le coma las nalgas y le haga citas en discoteques, joyerías, cines, variedades.

Ellas no quieren más la madre que le diga: «Toma la plancha. Vé y lávame esta ropa. Ayúdame en la cocina. Carga ese grano de azúcar, este pedacito de semilla». No. Ya no cultivan jardines. Compran flores de plástico, ya no diseñan nada. Ya ni componen ni descomponen algo. Antes hilvanaban el cosmos con sus hilos y sí, sí sabían pelear y tender trampas de seda y comerse al enemigo con dulzura, enredándolo en una telaraña... Ahora hay que defenderlas, cada vez son más necias, engreídas, creen que saben y no saben nada. Las violan en medio de un hilo dental. Las vulvas se las miran a distancia, les sacan los clítoris, con todos sus aromas, y ellas se van recontentas, triunfadoras, creyendo que danzaban.

Le basta que les digan: «Son lindas, deseadas, me gustan, muñequitas», aunque virtudes no se detecten en antenas, no se transmitan a sus almas. ¿Qué? ¡Ya no recuerdas a Francisca José, sí! Bastante se te ha hablado de Paquira, la de tu parentela Lecsincka. Bastante la aborreció su mismo padre, el Dr. Moritz.

Pero aquellas, las primeras, vírgenes fuertes, las de dos mandíbulas, aquellas sí que transportaban alimentos y sabían construir nidos para defenderse, tenían bolsillos para cuidarse, cámaras intrabucales para guardar su pan, para amparar su honra. Y su mundo, como hoy, estuvo llenos de macharranes asquerosos. No es nada nuevo.

La de antes, las por mí queridas, sobre todo, compartían, querían sus hijos, los celaba de perjuicio en el cochino, tribal, puto mundo, y les pasaban amor a otras hormigas, o larvas solidarias. Tenían, sabe dios si seis patas ancladas, para pisar en firme, no irse con el volátil peso ante las saturnalias y la tristeza de los días del Tiempo. Tenían su garra ganchuda para escalar infinitos o trepar superficies, como esas zonas rosas en que las matan, las persiguen, las atemorizan. Querían machos alados e iban con alas a los vuelos nupciales y no eran lánguidas, no. Nunca fueron vírgenes lánguidas.

Ojos poderosos, grandes, le sobraban. Las llamaban Energía, las fuertes, viripotentes. Con sus ojos sabían de coqueteo, no de entregas sumisas y eran dueñas de sí y de lo externo. Tenían panales, albergues, agujeros túneles bajo tierra, y salían a la luz. Se mostraban sin bulimia ni tan mánicas; el viento nos la barría contra los lodazales... Ellas, sí, fueron vírgenes, gozosas, seguras, orgullosas, del Trabajo.

Desde que puso sus plantas en el Aeropuerto de Isla Verde, comenzaron dos años, o casi tres de separación, que a Sara la harían meditar en lo que hizo. Fue una buena decisión después de todo que se hiciera ciudadana y llegara como tal a una isla, donde su primera intención sería trabajar para cuidar de sí y de su hijo. El dinero que su nuera le dio no duraría para siempre. Por de pronto, su único contacto fue el capitán en la Base Aérea de Ramey Fields. Su compadre y lo llamó. Fue él quien vino por ella y la llevó de Isla Verde a Punta Boriquen, Aguadilla. Un viaje sobre ruedas que le pareció casi eterno, aunque sólo tomaban 3 horas, yendo del Este al Oeste.

Lloraba tanto durante el viaje que la esposa de Azeeza le cargó el bebé para que ella se durmiera y no lo empapara con lágrimas cada vez que lo besaba.

Yo era el niñito. Mas no recuerdo racionalmente estas cosas, sino porque me lo contó con el tiempo. Tal vez están grabadas en mi subconsciente, ese testigo que presencia todas las cosas y las transforma en elucidario de espíritu. Lo creo porque, sin que ella me lo diga, he sentido sus vulnerabilidades, así como su transmutación. De lo débil de una tesis, o prueba, o metamorfosis, hay que forjar síntesis dialéctica, nueva alquimia. Y yo dormía, plácidamente, en cualquiera sean los brazos de mujer que me cargara, porque ella puso el engrama genético de sus vibraciones en mí. Ella puede transmutar a mi favor... ¡todo!

La antigua Ramey Air Force Base, que ubicarara Aguadilla, Puerto Rico, y que fuera dedicada al General Roger M. Ramey, ya no existe. Una porción, en la actualidad es operada por el Servicio Federal de Guardacostas y llamado Borinquen Coast Guard Air Station y otra porción es utilizada para avición civil y conocida como el Aeropuerto Internacional Rafael Hernandez. Mas la base aérea fue importante desde 1936, como una extensión logística para los U. S. Army Air Corps para la defensa aérea del Canal de Panamá y Puerto Rico mismo, considerado «a most valuable asset for national defense».

En lo que es llamado Punta Borinquen, antes sector de cañaverales, en 1939, el Ejército Norteamericano invirtió $1,215,000, para hacer de 3,796 acres, unas instalaciones militares, al comando del Major Karl S. Axtater y allí pues se instaló el Escuadrón de Bombarderos (Núm. 27) que arribó de Langley Field, Virginia, en 1939 con nueve B-18A Bolo medianos y, más tarde, los escuadrones 417 y el 25. Dicen que Aguadilla se moría de miedo ciertos días de Navidad en 1940, cuando se hizo el simulacro La Batalla de Borinquen Field, un ejercicio de alerta («tempest-in-a-teapot») en que se dispararon cañonazos a un enemigo inexistente que, en realidad, fue un barco comercial que viajaba buscando protección en las costas.

Para estos años de la llegada de Sarita a la base, años de posguerra, la base fue sede del Comando Aéreo Estratégico. Ella vio, por primera vez, equipo pesado como los B-36 Peacemaker. Nombre que le pareció ridículo y paradógico. «¿Cómo se puede llamar 'hacedor de paz' a un avión diseñado para la matanza?» y recordó los aviones sin piloto que destrozaron el cuerpo de Joachim de Riga. Con estos recuerdos, teniendo ante su vista y, al alcance de sus oídos, máquinas de guerra como los B-36 y B-52, sabía que no duraría mucho en el lugar sin que cayera en depresiones.

La Ramey AFB se cerró en 1973, según supimos más tarde como parte de la reducción de personal y operaciones de la post-era de la Guerra de Vietnam. Ya no hay B-52 a la vista en las numerosas rampas y hangares. Ahora hay una hermosa villa con casas para rentar en Punta Borinquen y un enorme Shopping Center.

Sara de Riga recuerda que el primer empleo, al que Azeeza le recomendó, fue la orientación ante casos de malaria. Casi todos los casos que se presentaron en el período de 1951 a 1954 fueron veteranos que regresaban de la guerra de Corea; los casos restantes habían sido importados de otros países, a veces los traían inmigrantes que penetraban ilegalmente la isla por los puertos. La campaña para erradicar la malaria de todas partes del mundo, que se inició en 1955, y no tuvo el éxito esperado, por la resistencia del mosquito vector a los insecticidas y del parásito causal de la enfermedad a los medicamentos antimaláricos, y la labor de Sara fue identificar los problemas administrativos y logísticosde la campaña, que se suspendió a fines de los años setenta. A eso dedicó casi seis meses de su estadía en la base, pero, un día se lo dijo a Azeeza: «El trabajo es fácil. Es puro papeleo para la OMS. Me gusta la Clínica de Guacio. El viaje de regreso en helicópero divierte a mi hijito... Mas este ruido de aviación en la base y las alarmas, una vez que aquí estamos, me está matando» y se fue de la base y aprendió a cortar pelo, limpiar casas, cuidar niñlos ajenos, coser ropa y otros oficios. Tenía habilidad para todo y, sobre todo, la alegría de ser independiente... mas, casi próximo a que yo cumpliera, cinco años, con un dinero extra que Doña Malká enviara, vino la queja: «Me gustaría verte. Andrés, extraña a su sobrino». Sin duda, estaría achacosa y temía morir sin verla por última. Además, se quejaba de no poder ya pintar por un extraño frío en sus dedos.

Como si con ésto se le emplazara al regreso, con miedo de hallarse con su esposo, Sara volvió a la Base Ramey y preguntó a Azeeza, si sería posible que la llevaran a Cuba. Y él le dijo: «Por supuesto. Mi compadre se pondrá feliz, aunque, por de pronto, está en Sttugart, Alemania». Esta es la sede del Comando Europeo de los Estados Unidos, o EUCOM. Sara recordó cuando pisó en Grafenwöhr el mayor centro de adiestramiento militar de Estados Unidos en Europa.

«Esa base no la conozco, pero es la más que se menciona».

«¿Estás mal económicamente? ¿Es que Abram no te envía gastos de manutención para el niño?»

«No. Es que temo que Malká se muere».

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30. Visiones con Aquel Vigía

Dirás que, en pequeñas dosis, pero Aquel Vigía de las Horas que flota en ríos oscuros de la melanina, ríos donde se lava la memoria dura de cada sufrimiento, te dejó un poquito de la luz necesaria, paso a los paraísos, lámpara de viaje, kairós biológico, manecillas de hebras del reloj de amor divino... Te dio temperatura para que recuerdes el éter, magnitud del prana y de zarzas ardientes que el Ojo que Te Ve y mira hacia abajo siempre testifica porque no te olvida aunque estés densa y cautiva por la carne. Te dejó la inocencia impregnada de videncia latente para que escribas con el dedo como ángel en desiertos de sombra, sin luna, tu Ley, Alma mía... Sobre Tablas del Akasha escribe el libro sobre un mineral carbonatado, ávido de hidroxilos, cortisol e hyroxyapatite, y admite que ganas no te faltan de fugarte y conversar de nuevo, cara a cara, con el Vigía. [Carlos López Dzur: Teth, mi serpiente

Una vez que Sara volvió a La Habana, se comunicó telefónicamente con su esposo, después de mucha insistencia de Malká que le decía que lo llamara «porque él te quiere». Ella no sentía culpa por haberse ido. Ni Malká le decía que fue moralmente reprobable que se fuera. «No. Te animé. Quería que meditaras y descubrieras que tu espacio es más amplio que esta casa. Que la bodega entera. Que a veces, creyendo que hay protecció entre cuatro paredes, lo que se hace es quedar con un interno enemigo que nos mata. La angustia, Sara. Cuando se nace para una gran libertad, la creativa y espiritual, el enemigo es tristeza. Angustia y yo te ví así y por eso dije, sál al campo y respira un poco.... Ese campo no pudo ser Ceiba Mocha. En Matanza, con la violencia en los campos, peonaje descontento, revolucionarios de Sierra Maestra, cumpliendo lo que anhelan, cambio aunque haya que morir por él... yo siempre te he comprendido, Sara».

En estos días, cuando Abram todavía está en la base de EUCOM, Sttugart, Alemania, la Abuela ha sentido la conexión que el niño tieme con ella. La espía, se esconde juguetonamente. Le sonríe y ella ha sentido, que ya habla articuladamente, y se ha habituado a su voz y la atiende. Es él, el nieto que ya habla y no sólo balbuceos, o ñoñeces. Sara lo ha educado bien. «Desde los cuatro años, sus palabras favoritas son 'por qué', 'para qué' es ésto o lo otro», explicó la madre que entiende que el niño domina la gramática: pronombres, verbos, artículos, y lo ha escuchado en el alemán y español. Reza cuando se acuesta y se levanta y si ella le pregunta: «¿Qué haces?», susurra dulcemente, que sus shacharis, sus oraciones diarias.

Sara le ha dicho que nunca han dejado de orar, ni juntos ni separados. Cuando tuvo que dejarlo solo, en lo que hallaba trabajo o realizaba tareas en que no pudo tenerlo consigo, le pidió que aprendiera a orar por ella, hasta que pudiese regresar. «Tú me tienes que cuidar con oraciones. Somos camaradas en este viaje, aún más, eres mi copiloto». Fue de las primeras cosas que me dijo, apenas con cuatro años de edad, porque yo le llamaba mi dulce camarada, compañero de mis aprendizajes, o mis vuelos como la Abejita que siempre regresa, aunque tenga que volar sobre otras flores, es lo que eres: ein süßes camarade einer Biene, ein süßes einer Schulfreund Biene, le enseñé a que me dijera. Ambos estamos en la tarea de sobrevivir; yo quiero que sea fuerte, pero también alegre, optimista, sin agredir a ninguno, porque sabe que tiene fortaleza y un Ojo secreto y divino que lo mira y lo juzga y le pide cuentas de su comportamiento...»

Posiblemente, el niño es más listo que lo que ella entiende. El niño le pregunta por qué no le gustan los aviones. El ha observado que el ruido de sus motores la inquieta, la malhumora y la pone triste. Sin embargo, en Ramey Fields y en Guacio los ojitos del niño no querían perderse un detalle de un avión alzando vuelo. De Ramey Fields a la ruralía de Guacio, los aviadores militares lo subían a sus helicópteros y le hacían sentir que él era co-piloto. Un navegante del espacio. Para él, fueron como juguetes. ¡Esa es la inocencia!, pero ella, al verlo con su mirada fascinada en las naves aéreas, se la va la mente a los bombardeos contra Holanda, Inglaterra y otras ciudades, durante la Guerra y piensa en la tristeza del piloto Santos Dumont, el brasileño. Asocia su suicidio a estas máquinas a las que se aplicó como tecnollogía de blasfemia, la guerra y la matanza.

Para educar a su hijo, le enseñó a abrir bien los ojos, a observar detalles, a recordar lo que observa y darle nombre. Nombre preciso y completo. Festejó, con mucho cariño sus balbuceos cuando era muy bebito; pero luego a hacer cantar, a palmear y gesticular con lo que que cante o lo que silve. Articulaba lentamente hasta que aprendiera; pero luego... veloclocidad, a jugar con los sonidos, a imitar a los animalitos, al perro y al gato, al sapo lo mismo que a la abeja... «y recuerdo un libro que se trajo, ahí lo tenemos. Un libro ilustrado sobre piratas. Uno que menciona a Cofresí, al Pirata Morgan, a los bucaneros, Barbarrosa, a piratas de un solo ojo, o con una mano de hierro... ¿Cómo no querrá un niño que se enorgullece por ser copiloto del aviador, ese que nos llevara y nos trajo, del campo en Guacio (Pepino) a la base de Aguadilla (Punta Borinquen) admirar a los piratas?» Entonces, al Dulce Camarada, habría que enseñar por qué son admirables y, perpetuar un poco de entusiasmo, que disfrute del Barbado tuerto, o del Capitán del navío y que aprenda a buscar tesoros, que sea pirata... pero, en aras de tesoros verdaderos... Sara ha querido incentivar la imaginación, al mismo, la comunicación en profundo porque un día se debe regresar de las Lagunas del Olvido, de la Estigia misma... Desde los cuatro años, Sara y él hablan en profundo, se ayudan en su aprendizaje con los símbolos, y, como madre judía, quiere que aprenda a interpretar la Torá...

«Cuando venga mi esposo y sepa con seguridad cómo piensa, hay que empezar este niño», dijo ella. Ya tiene cinco años. Y su corazón aspira a comunicarse con el Gran Vigía.

Dirás que, en pequeñas dosis, aquel Vigía está en todos y contigo que resurges de la fosa pineal de los secretos y hablas del Viaje, el viaje de regreso que destina a la tierra exogénica de la piel desde la aguda somnolencia de la melatonina. De regreso estás, viajera del río del Olvido.

¡Cómo ama su reloj eterno Aquel Vigía, interno maestro, adecuado cronometrador de tus rumbos y del tránsito hacia los días biológicos! ¡Cómo domina el crepúsculo y el alba, ese señor que distribuye el flururo y lo coloca allí, en el centro del cerebro, sal de los Ha Sido, metal del agua del Olvido!

Dirás que, en pequeñas dosis, pero tiene matriz Tu alma, matriz de cristal duro, energía que transpira todo lo Real, lo veas o no lo vea y el Vigía te lo da para el centro metálico de todas la enzimas, como fluoruro orgánico para que elevar la resistencia química y térmica de la juventud, si la quisieras, extraerla tú misma de la salud del espíritu.

El Ojo del Viviente que te ve, pequeño como un gabanzo, no te hará cabeza de chorlito; nada es más denso. Como teflón es el ojo de tu alma, unida al carbono y a los flururos activados de tu energía.

Este es el secreto del Vigía, sentado en la pineal como sobre una peña... Que tu ojo derecho mire hacia Arriba donde está la vida gloriosa de Samej, y tu izquierdo
hacia Pei, providencia de mi boca cuando lees lo que quiero para tí, la Fuerza del Aquí, el habla del Aquí y Ahora...

Aquel primer Padre, creyente oculto que me prohija, quien se dio para que abriera la senda del manantial y mis ojos, 70 años sollozó en los exilios. Con mis lágrimas rectificó pozos secos y 70 ancianos eligió ante Moisés y por 70 naciones y lenguajes me paseó por el mundo, antes que abriera mis ojos otra vez y recibiera su luz, con el corazón arriba y los ojos abajo, porque la luz no viene antes de ésto y se pierde si no contemplas sólo al Rey, cuya Providencia te da el Ain, letras del ciclo infinito, visión libre de todo codiciar porque codicia es el defecto espiritual del ojo y la biga que lo ciega con lujuria para que no vea el Deseo de su eretz ni el ojo siempre abierto de Keter.

El que cura mis ojos también curará los tuyos y Aquel que es ángel del Ain, el que me diera el secreto de Samej, y me ha dicho: «Sé sumiso al que te hablará, guarda el silencio de Jash; sepárate de las máscaras que los necios se ponen porque desnudo te observa el Ojo del Anciano, Quien no tiene izquierda ni bigas ni nube de sombras en él... Sepárate para que te acoja en su Todo Abarcador y en la luz trascendente del sovev kol almin. El te dulcificará de arriba abajo; te dirá León de Judá y tomará de tí las cualidades que sirven, lo que has salvado y es bueno. El sabe que vasija de materia bruta es tu dragón y que en las canículas se inunda tu corazón como el Valle del Nilo, pero no seas metal de oro ni ardas para agotarte fijamente en azufre; al oro que te llamo es el Sol subterráneo, león alado, fuego en la Altura donde mora el Ojo del Viviente que te ve».


«Enséñale un poquito de dibujo, que se apegue a su Abuelita, Malká».

«Si lo haré porque lo he visto que pinta aviones y corre a la ventana como si quisiera ver alguno en el cielo».

«¿Ha preguntado por su padre en estos años? ¿Le has hablado sobre él? ¿Recuerda él porque viajaste sola y la imagen de Abram?»

«Converso con él todo lo bueno que veo en su padre. Ojalá que no sea Abram quien lo confunda con esa idea de que yo secuestré mi hijo y lo alejé para lastimar a su padre... Siempre le digo que en sus shacharis lo incluya para que el Amor Abarcador de Dios, Ahavo Rabboh, lo bendiga...»

Malká le dijo que Abram regresará. Ya le ha avisado, «pero, hija, llámale tú también. Que sepa por tus propios labios que ya puede venir a su hijo».

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Continuación / 31-40