Wednesday, April 22, 2015

5. EL TESTARUDO

5. EL TESTARUDO


                              Es que no son Tu Nación. No bendicen
                              tus ojos; no se sinceran con tus palabras.
                              De ellos nunca será Tu Poesía
                              ni el texto más hermoso de Tu Cuerpo
                              ni la comunión más íntima de Tu Amor.

                                                            ***

                              No hables en torno a la Nación
                              con sordos y ciegos.
                              Gente que no te mira a la cara
                              y con labios torcidos
                              a tus espaldas multiplican sus escarnios.

                              Con esos militantes de oquedad y ruido,
                              con esos parlanchines que se oponen
                              a toda legislación que prohíba
                              el odio, la inclusión,
                              la diversidad, abrazos entre etnias,
                              necesarias armonías en nuestro mundo,
                              el sentido profundo de la democracia,
                              no hables.

               Carlos López Dzur, en Estéticas mostrencas y vitales

            Mi casa y su patio me gustó porque no tenía verjas, a excepción del muro lateral que el padre de la viuda levantó antes de fallecer y yo alquilar.
            En el vecindario casi todo el mundo demarca el sitio que vive. Ahora mi patio se verjó por todas las esquinas. Por las marcas se mientan las fronteras que gritan prohibido el paso / no traspassing. / El espacio cercado es la metáfora de la pertenencia, señal, indicadora de lo que es privado e infranqueable.
            Cerqué una vez que la Viuda incrédula y manipuladora se metía en mi balcón, dizque que me esperaba. Otras veces la hallé sobre una toalla, tomando sol y tapándose los ojos con una gafas negras o azul oscuro. No fue nada agradable que, cuando yo llegaba del trabajo, me recibiera tal imagen: la enorme habichuela, con piecitos, pegada a una pera por cabeza. A veces ella dejaba las chanclas en mi patio.
            Me daba coraje, al final, me comía la pena. Es una viuda, sola, se aburre en su propia casa y yo era la novedad. «Un muchacho guapote», le decían, «sano, en los 30. Doctor en humanidades, simpático». Quien no me conozca que me compre. «Te ganarías la lotería». Ella lo piensa. La diferencia de edad es 20 años y ella, a la edad mía, paría un hijo que la abandonó a los 18, porque, como madre tardía, era posesiva. Una dominatriz que le tronaba los dedos para que él obedeciera.
            Lo conocí. Es una chico decentísimo, quizás apocado.
             —Quiero hacerte una pregunta...
             —¿Sí? Diga...—, al final. Una tontería que aniquila mi privacidad por un rato. Ella se divierte, husmea y se da cuenta de cuán difícil, o impenetrable, puede ser.
            No tengo que responder tan secamente, mas ella no me inspira otro modo.
            —¿Cuál era tu pregunta?
            Que es una pena que, después de trabajar una jornada normal de horas, yo me metiera en la zorrera, mi casa y me aborreciera de solo. Había estudiado mis hábitos para darse cuenta que a visitantes los despacho en minutos, siquiera les abro la puerta. El balcón es la sala. Informo que oigo música, tan suave, que ella no oye. Se le olvidó que existen los audífonos.
            —¿Qué haces para divertirte?
            Música, internet no me ha faltado. Escribo, pinto. Viajo.
            Acertó que no tengo televisor y no quiero uno que dice que me regalaría. Por de pronto, que debo estar pillado económica por el viaje a la India y pagar la casa con tantas premura.
            Con el tiempo meditó que no fue sensitiva. Sin la verja que dispuse, hasta alguien como Adolfo Boves plantaba su culo en mi balcón en charla con ella y al verme llegar ni la delicadeza de unas 'buenas tardes'. Con la compra de la propiedad no adquirí la presencia de ellos, sino el derecho a prescindirlo y echarlos, si me place, a patadas... [Perdón: exagero, pero aún después de comprar y cercar / lo que ante fue solo mi arriendo, tuve tentación de largarme. Con gente así, uno urge a Durga la guerrera. Puñeta].

***
            —Lo que lamento es que ya no puedo sentarme en tu balcón... me gusta visitarte, testarudo. Eres un cabezón que no agarra consejos.
            Recita su lista de lamentos.
            No va al cine ni a bares. Eso cree. Y en resumidas cuentas, ¿qué le importa?
            Como se extendió por semanas su costumbre, hablé a su banco y, en el mío, dispuse de todo mi dinero y le compré la casa. Consulté mis conveniencias. Cuando me recuperé de tal transacción bancaria, levanté la verja. Le puse candados. Una ex-compañera, con quien tuve una hija, atendía la propiedad durante unos meses que me largué a la India con dinero de vacaciones. El regreso fue el encuentro de unos vecinos enardecidos porque yo no he cooperado, suficientemente, con el reglamento de Fairly Neighbor. No voy a ciertas 'reuniones'.
            Ya dije de un modo categórico: Que no soy luterano. No quiero serlo. Soy ateo. No republicano. Y no quiero ser hostil, pero un puertorriqueño es constitucional-mente ciudadano. Conozco la ley y pelearía el prejuicio y el discrimen de vivienda en cortes, si es necesario. Me dejaron tranquilo. Entendieron.
            Y, de pronto, había mucho celos por la seguridad. Mataron dos chicos. No son motivaciones étnicas. Hay un indicio policíaco que apunta a un rito de la Noche de Brujas.
            Pasado los años, a veces sueño al bo(v)erto,  procurar y pregunta: por su padre en lo que creyera tierra de nadie
            —¡Papá, papá!
            ... pero jódase, cabrón. Hay un boricua al mando. Un islita ñanga y bobarra la dejé en el Caribe. Vine por un más amplio, indómito, lejos del Cordero y la carne de puerco de los politicastros, Luis Ferré y Romero, el asesino. Maravilla de los asesinos.
            —¡Tú si eres, terco!—, me espeta la viuda intrusa, Mrs. 'Y', la señora Qué Vainas, frijol pelado, pegado a un aguacate blando y de podrida pepa.
            Le dice a la hermana de Boverto, la señorita Ingrid: —Los Estados Unidos / Our America / es la tierra de las oportunidades; yo sé que Don Adolfo / aunque habla tan poco inglés / le meterá ganas, triunfará en este país. No digas nada sobre esto... ¡y! ¡Más confío en él que en el dueño de esta propiedad que le vendí, por una comisión que casi parto en dos, y le regalo una parte. A mí me conviene rentar, pero él me salió de repente y me deja de cuarto y medio; «te compro»! Lo habló con quien tuvo que hablarlo. Lección que me dio porque yo conozco a la gente mexicana or Latin people in general, que no es así. No ahorran, despilfarran. Botan el dinero con mujeres o alcohol, cochinadas y drogas.., pero ese muchacho, se educó. Tiene el mundo por delante, salió más listo que mi hijo que nació aquí. El problema con él es que tiene ideas raras... ¿Te habló sobre su vida?
            —No. Yo lo vi par de veces... no hablo con él.
            —¡Se riñó con tu papá!
            —¿Pero quién no? El es insoportable a veces
            —Le dijo: ¿Qué se cree que estoy pintado en la pared? Pero el cabezón puertorriqueño es cordial, pero huraño... si lo agarras de buenas, es tan dulce. Es noble, ¿sabe? ¡Muy cumplidos con sus resposabilidades! De esa que por cumplir con sus mensualidades se lo quita de la boca y no anda quejándose...    
            —Eso debe aprenderlo, Carola, la gorda de casa.
No que sea, o vaya a ser. el güiri-güiri que tendré que escuchar de ellas. Hoy Ingrid se dio cuenta del por qué de la verja y mis candados.
            —El me aconsejó bien. Voy a terminar mis dos años en Santa Ana College. Tomar muchos cursos de inglés y hacer ahorros. Ir a Chapman preparada. Completaría un doctorado en Finanzas, inclusivo que el campus sea pequeño, bonito y que, con becas o  empleo y lo pueda pagar, así dijo el boricua que hizo. «Con ayuda de Durga y mucha voluntad».
            —¿Te dijo eso?
            —En una sesión de orientación sobre  ingreso...
            —Es buen consejo. Lo mejor es que tienes el colegio ahí al lado. ¿Me crees? También yo estudié en el SAC...
            —¿Hay algo que yo pueda hacer por ti?... porque tengo la impresión de que no eres muy feliz. Que no estás donde debieras. Contigo me sucede algo similar a lo que siento con él. Como que sufren... y yo por eso a él lo llamo el boricua testarudo, con cariño y con respeto, claro.

***

Si me  brindan respeto, a mi persona y lo que es mío (que puede ser lo ideológico), soy de lo mejor. Se pega en la Lotto de los amores conmigo. Quiero que se respete la imagen del boricua. Uno, en particular, que es al que yo más respeto y que encarno en mi, en cuanto puedo y es difícil, pero hago el esfuerzo y me juego los cojones para lograrlo. Es el hombre libre. El puertorri-queño liberado y que libera. Para gritar ay bendito o wepa wepa, ya hay suficientes en la colonia. Los hay de todos los colores, razas, tamaños, todos con su brega o sus mañas y son boricuas colonizados, queriendo o no queriendo. Muchos puertorriqueños que parecen pira-guas, hielo raspado a que les pones sirop de todos los sabores… pero, mijito, yo no le creo a cualquier melao y mira que en cuestión de siropes todos son sabrosos.
Ocurre que cuando hablo y me gozo, hasta lo máximo, con mi identidad, descubro la potencia de skakti. La potencia es lo que te hace fértil. Quien no tiene desarrollo en su sentido de potencia, o una imaginería que lo intuya, es un cobarde. Es un ego a quien se lo lleva la corriente. no entiende la verdadera ética de la guerra y la destrucción. El soldado en su vulgar sentido, como todo, combatiente de causas egoístas e invasores imperiales, es un individuo atado y no puede liberarse. No tiene el Suelo Divino de todos los seres, el «alma del mundo». La potencia se intuye, se confirma, cuando admites tu raíz femenina, tu Madre Maya, la propia shakti, quien encarna la fuerza motriz tras todas las acciones y existencia del cosmos fenomenal. Por eso ella es el Suelo, el cimiento. Uno lo puede referir como le pegue la gana… lo indispensable, el secreto es que la potencialidad masculina solamente se actualizada por el
dinamismo femenino. Ten devoción profunda por tu madre. No vayas por la vida matando lo femenino solo porque se te subió la adrenalina y se revolcaron tus hormonas de macho. Lo femenino esta personificado en diosas multitudinarias que termina reconciliadas en una, Sakti.
Como shakta boricua, en vez de llamarla Parvati o energía primordial cósmica femenina (o Shakti), la asocio a experiencias que me son más conocidas que me traje de mi isla, el país que me dio una madre.
Quien no ama a quien le dio vida… no venga a ofrecer a mi persona ninguna forma de amor. No soy amigo de matricidas. No lo puedo ser. Y, entre mujeres, a las que más amo son las que se consideran Hijas de las Montañas aunque hayan nacido en llanuras de las ciudades, o en laderas de las colinas.

***

EN ESTE PAIS, NO DESCANSO: En esta país, no soy feliz. Aquí cumplo una función y, si acaso la cumplo y me satisface, es porque beneficia al sector del que provengo, soy inmigrante, y mi labor no es perjudicar a otros. Así son percibidos muchos de lo que vienen. Los gringos nos juzgan como vividores y explotadores. «Cuestan. No respetan reglas. Son invasores y transgresores». Y, peor, llegan por Walfare. Por benefi-cios.
       Soy inmigrante, como usted, Don Adolfo. Y no trago cuentos, máxime si los desfiguran las crasas mentiras. Bienvenidos a la Tierra de los mentirosos.
       Me satisface cumplir una misión revolucionaria. Esta tarde le doy razón a mi anfitriona. Yo soy un boricua testarudo. Un inmigrante incómodo. Al parecer, lo que hagi no son tareas revolucionarias. La cotidianidad nos da límites, al tiempo que tareas para que sea otro quien despierte a un momento más revolucionario, cuando ya has hecho tú lo básico que te correspondía. Ninguno te va a aplaudir. O te dirá de frente: «Agradezco cuando nos adelantas. Sacas la cara por nosotros. Gracias por tu planteamiento político y comunitario. Nos trasciende».
       No espere de aquellos que constituyen la 'América del capital' un trato con respeto, o gratitud. Son rivales en la sombra porque un boricua revolucionario no puede estar con ellos, sino contra ellos. Quien te comprenderá es un vecino que sufre lo que tú, la expatriación y explotación. En la jactanciosa América / sea California, Chicago o el Bronx (New York), hay quien te lleva la cuenta. Y uno de cada tres niños vive en la pobreza. Una de las peores tasas que caracteriza el mundo rico, en cualquier punto del mapa americano, y añada las gentes encarceladas, etnias detenidas y multadas que se condenan con estos procedimientos a su empobrecimiento sistemático... No crea que yo puedo ir cantando por los rincones cada vez que veo estos. No crea que espero que una persona ver-daderamente honesta corra a solicitar la un estatus de residente legal en pos de una futura ciudadanía americana.
       Ni yo tengo necesidad de hacerlo. No gritaré America the Beautiful mientras yo vea la angustia de mi entorno que puede manifestarse como la tasa de mexicanos, afroamericanos,  'indocumentados latinos, o inmigrantes en general', que el sistema colocó tan abajo y que el tren del progreso, por tal razón los muele bajo las ruedas de su rodada. El país tiene más gente encarcelada, que ningún otro país sobre la tierra. La mayoría son negros y mexicanos; pero no se escapa el blanco. ¿Piensa que yo exagero?
       Ahí tiene las estadísticas... por si quiere saber en qué país puso el pie...
       Este es un país muy mentiroso. En vez de cultura te dan propaganda. Si vine aquí, como académico, es acumplir mis tareas como desmentidor. Es lo que hago aquí cotidianamente. Trabajo como desmentidor y mi role es advertir que el sistema te miente y engaña y, por tanto, es tu rival. Acabo de leer que el Gobierno Federal admite que hay un millón de niños inmigrantes inautori-zados, que son los que llegan sin compañía de sus padres. El Gobierno alega que cuestan al país al país 228 mil dólares cada uno. Costos por su manutención durante el año... Al final, la cifra total anual es billonaria. Y vea cómo se titula lo que la prensa en California destaca: The government is giving every undocumented immigrant child $228,000 every year... Mierda de mierda.
¿Cree que yo me trago tales cálculos y costos?
       Con los números se edificará otra manera del robo gubernamental. La cifra de $228,000 multiplicado por 12 meses del año equivale a 228 billones de dólares a repartirse en servicios y costos de trámites a un millón de niños en dos o tres centros de alojamiento y procesamiento que el Departamento Federal a cargo pueda tener. Otro informe se refiere a cómo se beneficiará / en desglose de generosidad a 75 millones de jovecintos, «or so Americans minors under 19». Y alega este costo: 300 mil millones de dólares. ¿Puede costar más la custodia del millón de niños que cruzaron sin autorización a solas, por si mismos, la frontera que la 75 millones de niños deambulantes?
       Lo que estos números revelan es una burocracia que roba billones y se inventa motivos para hacerlo. Se inflarán los presupuestos de gastos y lo que saca del Tesoro para regalar a un niño indocumentado sus $228,000 every year ese 'chamaquillo no lo ve'. Con sus $228,000 al año, se pudieran enviar de regreso a su casa, en México o Centroamérica, comprar una vivienda a los padres de cada uno, dotarlo de un fondo de ahorro para que se eduque, en la mayoría de edad e ir matándoles sus años en hambre. wow,  mira si no soy utópico que digo esos $228,000 / dólares de recaudos del IRS, para cada uno de tales niños no existen. Son ficciones. El verdadero cash se lo reparte una madeja de ladrones, administradores, la burocracia política.
       A la gente del pueblo se la atosiga con bluff.  No es mentira que la prensa diga que América es supe-rica, sí. Lo es. Mas no es generosa... Con el perdón de la repre-sentante del Comité Local de las Mujeres Republicanas, aquí presente, quien no es perita en dulce para migrantes en estos alrededores, debo decir que es una manipulación estadística y una asquerosa mentira que el Gobierno gaste '$18,972 per month on each illegal immigrant child'. ¿Dieciocho mil dólares por mes en un niño ilegal? ¿Desde cuándo que no sabemos? ¿Qué se les da que cuesta tanto? Si a los mismos padres sin documentos les tratan a patadas, les aterrorizan con la Migra en sus lugares de trabajo, si ellos pagan al IRS... dinero que muchos pierden cuando se les deporta, se les quita o se les desaparece su dinero y lo que se les había des-contado y cotizado a números de contribuyentes falsos, o micas chuecas, como se decía en tiempo…
       ¿Quién puede vivir en país tal si no está preparado para discernir espejismos? ¿Cómo se concilia la Maya / ilusión gravitante de las mentira / cuando el costo de la actividad honesta es tan confuso y disparatado si uno coteja críticamente lo que nuestros 'agentes en el sistema jurídico' dicen: Nuestro mercado / o aparato de lucro en la carrera de leyes, / mueve entre 200 y 300 billones de dólares al año, es decir, más de lo que el Gobierno alega que cuesta la custodia de un millón de 'niños sin estatus migratorio legal en el país' (o los 300 billones de dólares que le cuestan los 75 millones de deambulantes infantiles, sean del país o extranjeros... y América La Hermosa y la Honesta tiene el 70% de los abogados del mundo: 750,000 chupasangre, abogados que en su mayoría son ladrones y miran al Gobierno como la fuente de su lucro y el pueblo pobre, saqueado, inmigrante, necesita de ellos, aún sabiendo lo que son. Explotan el gobierno y al infeliz que le pide servicios. Como me dice un colega en Chapman, para resumir lo que sucede en el país cuando se auto-enaltece por tan lícito y prudente: «Our legal system has become crazy. As it stands now, anyone can sue anyone else for almost anything. Cases proliferate, lawyers proliferate, and craziness seems to rule in some courts over common sense and reason».
       Aquí se lleva a cabo una lucha de repudio a los inmigrantes, menos dura, pero más ruidosa que antes. Cuando es la miseria y la guerra las que motiva migración, del Sur al Norte, la nación se tapa los ojos. Los utiliza porque hay que comer y sembrar. Ahí están los campesinos que procuran que no falten frutas y vegetales en nuestras mesas y la industria-agro expor-tadora se mantenga al día... En estos tiempos orwellia-mos, es asunto predicho, hay que reasignar papeles. Tenemos muchos vecinos internacionales que son alia-dos, cambiaron sus mentalidades, porque una vez fueron nuestros enemigos. Los invadimos y todavía tropas nuestras circulan en sus territorios.
 Casi sesenta años después de la segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos tiene bases militares en países hoy llamados Aliados pero que fueron los grandes perdedores, los rivales de antaño:  Japón, Alemania y Corea del Sur... Terminó la guerra de Afganistán, su invasión, y una guardia pretoriana de los EE.UU. sigue allí.
       ¿Le confieso algo? A nadie, de California a la Florida, le hace la vida más segura y cómoda que haya tropas norteamericanas / 160,000 o cuántas sean / colocadas en 150 naciones extranjeras. Son vestigios de ocupación que jalan gatillos de guerra. Contingentes que provocan peores memorias que las que curan. Navy, Air Force, o Fuerzas Especiales, allá o acá, me ponen nervioso.
Habría gustado que yo llegara a los EE.UU. y cantara a la paz, como un Hare Krisna, o el shakta y que enseñar doctrinas de paz, sin recordar el otro aspecto, el que a ninguno gusta. Crecer fuerte, alejado de la zona de confort, que es la que engaña.
De todos modos, yo vivo y quiero la autenticidad, no la diversión del Amo / que engaña / o este prestigioso estatus de Top successful New Citizen or ImmigrantOr Pendejo of the Year.
 Los egos inauténticos del inmigrante feliz, uno que no hace su trabajo cuando viene al exilio, como si llegara a Disneyland, quiere su dinerito y la zona de confort. Viene a obedecer al gringo, a ser carne de cañón para sus guerras y, obedeciéndolo así, es la peor versión de sí mismo.
       Vea, me agrada el rol de desmentidor, porque este sistema y estilo de vida que veo en mis vecinos es la deshumanización. Una tranquilizadora zona de control y seguridad que no permite que veamos lo necesario y lo que perdemos.

***

            ASIMILADOS Y VENDEPATRIAS: No me quitan el sueño ni un chispito el asimilado voluntario o el enardecido. vendepatria. Como tales son ridículos y jactanciosos, aportar al humor como el folclor exagerado y adverso. Lo que hable o deje de hablar es su cuento, pero esto les digo: así que si hablara inglés y cualquier otro idioma, si me gusta y entiendo, se los diré sin complejo. Por respeten mi caso. A veces, por emoción, uno es el esmayao y se come la s, aspira la jota, y la artificiosidad de los castizos te vale mierda. El leguaje se hizo para comunicar y si entiendo el mensaje ya validó lo suyo. Lo copio. Nos dio pelos y señales. No rechazo a nadie porque tiene acento, como pasa aquí.














Indice / Novela

NOVELA / INDICE


1. Parece que busca un escondrijo 

2. ¿Donde tengo la cabeza? 

3. En guardia ante el asedio de sicoptas

4. Durga nos da la prueba de fuego

5.El testarudo

3. EN GUARDIA ANTE EL ASEDIO DE SICOPATAS

3.   EN GUARDIA ANTE EL ASEDIO
DE SICOPATAS


            Antes del arribo y vomitivo que supuso el soma-totipo de Doña Evelia y Carola Boves, su hija, me puse en guardia. O superaba mis escrúpulos o dejaba la casa. ¡Qué ironía! Quien lamentaba las dificultades de acomodarse en vecindario de clase rica, se internó en La Pocilga. Reunió discreción. Pasó por listo. No hay quien lo bote. Cayó como Juan a su casa. Es el lo que pensé: hombre de tres culos, Como quiera que lo tiren, cae sentado. El abogadillo caraqueño me dio mala espina desde el primer momento. Con el cuento de que solo buscaba alojamiento para sus muebles, o reliquias, se quedó con una casa antigua. Le lavó la cara, metió sus tres hijos su mujer y sus muebles. En vano sería decir a la rentera (quien es una aguacatona patológica, como él) que lo eche de su propiedad.  O le suba el pago acordado, ridículamente bajo.
            Un día, por fin, llego la prole.
      Ni modo. Ya están todos los que son, aunque llegarán algunos otros con la misma calaña.
     —¡Papá, papá!— fue lo primero que oí.
            Bovito que equivocaba la puerta.
            Interesante irrupción. Esperada desde 1992. Se ha materializado.
     Y pregunto: ¿Cómo pretendería Don Adolfo enviar a tal pendejillo a una Academia o Escuela como Chapman University? Carola es otra de tales especímenes. Cuando llega, siempre a tumbos, pero llega e irrumpe. Se destaca por maldiciente, y que irrumpe espectacular-mente, enseñando el trasero. Es triste porque es obesa y el espacio de su ventana en su recámara daba limitado acceso para quepa por su voluminosidad física.
            Veo cómo batalla para meterse al interior.
            Es una crueldad que no justifico; pero cada persona debe ser dueña de sus estupideces. El padre, quien no le abre la puerta de entrada, la amenazó. Borracha no llegues a casa porque no vamos a abrirte.
            No disfruta el derecho a llegar como la gente decente, entrar por la puerta principal, no por la ventana. Un padre debe considerar y garantizar que su primogénita no exhiba sus pataratas ante el vacío y la calle y cuelgue, con las patas por fuera y el culo a los vientos, como un torbellino de ridiculeces.
            De Ingrid no tengo quejas. Para ser justo, me produjo satisfacciones. Es la hija que nació en 1970. La que es linda y mesurada. Es un primor de chamaca y llegó, con la edad de 20 años de vivencias, o poco menos. Se ve más jovenzuela. Capoteó, por acompañar a su padre en su viaje exploratorio a California, duros momentos de la política.
            En 1988 se fraguó el plan de estadía de los Boves en Orange. Tenía que ser así. Carlos Andrés Pérez fue acusado de transferencia ilícita de fondos del gobierno. Depósitos a cuentas privadas en el extranjero durante el periodo de 1974 a 1979. El año prometía más mal-versaciones. La cuenta de Don Adolfo se hubiese abierto si fuese tan palurdo, indeciso.
      ¿Qué  va a pasar? Todo lo suyo lo quiere invertir en educar a una loca y a un imbécil. Y darse vida de rico, como antes, pero acá sin trabajar. El hace ajustes. El dinero en mano se lo robó el miedo. El miedo fue tuyo, ¡pues a la pocilga, papá!
      De la familia, a Ingrid lamentaría no verla. Es cierto que soy un observador, sin candidez, que puedo parecer antipático a primera vista y es la razón por la que evito las fiestas y convivencias que no externan un propósito concreto y creador. Mas exceptúo gente. Desde que Ingrid llegó y supe su nexo con Boves, me chocó la incongruencia. Ella no parece hija de ese hipócrita mañoso, o engañador artero. Debe sentirse muy orgullo-so de ella, no tiene su pinta.
     Hay sí el nexo. Lo infiero porque en los momentos en que Don Adolfo la tiene en compañía hasta su carácter cambia. En su familia todos parece perfecto. Se levantan y duermen a tiempo. Cada día, al influjo de la nena modelo, todo cae en su lugar. Ella es como el centro de normalidad que ubica a cada quien. Inclusive al papá.
            —¿Se fija la belleza que traje a esta esquina de la ciudad?
            —Ingrid adorna la calle. Seguro.
            Del mismo agradezco que haya convertido ese caserón en una vivienda atractiva... Una casa con varios lustros de falta de pintura y aseo es como una paliza a lo estético. La propietaria lamenta la erranza y pudo cobrar más al rentar.      
            —Quedó linda la casa.
            —Es que lo fue siempre. En esto soy distinto a mi señora. Yo veo la belleza interna de las cosas.
            —¿La utilidad?
            —Y otras cualidades no tan obvias.
            —¿Y usted se fija que, desde que llegó, es la primera vez que me saluda y somos relativamente 'vecinos' desde hace un año?— y él hace un gesto confuso. Al final es aprobativo y lo enmendará.
            —¡No faltaba más! Eso se puede corregir—. Se avalanzó sobre mí. Me abraza fuertemente delante de su hija. Se ve contento.
            Me besó varias veces la cabeza, apretó efusivamente mi espalda. Ahora de su somatotipo, detecto otras medidas y características. Tiene altura. Se mueve ágil-mente. El vientre del aguacatón es engañoso. No porque tenga papada es un barril de tocino.
            —Hija, este muchacho es profesor y tiene un doc-torado... Véalo claramente: yo sé más de la gente, que lo que usted cree,  vale.
            —Mas yo no le dije ni un ápice sobre mí...
            —Bueno, es la primera vez que conversamos y me atrevo pedirle un favor, no para mí, sino para mis hijos, que son o que más quiero en la vida... Estamos buscando un buen colegio para matricularlos.
            Aprovecho para sonreír a Ingrid, tan hermosa. Vi que me tasaba. En alguna ocasión, con los meses admitirá que soy atractivo, aunque mi estatura le dejara algo que desear. Queda pendiente que salgamos. Yo me encargo. No quiero que ni ella ni yo juguemos a las escondidas con su padre.
            —Ingrid necesita hacer amigos y que sean estu-diosos. Y yo tengo mi cabeza en muchos planes. Puede que haya descuidado a mis hijos, o que me haya separado, en lo que forjo un marco de seguridades en esta  nueva tierra… Nunca dejo de pensar en esto: ¿Para qué vine? ¿Por qué me anticipo a la crisis de la que el caracazo fue el primer destello?
            —Interesante.
            —¡Mi nena vivió eso!, ¿verdad, Ingrid? ... se me partió el corazón. ¡Pobre Venezuela! Quiero que, a sin de compensarle esa amargura, que ella estudie Econo-mía porque hay crisis en todo el mundo. La globaliza-ción. El pago de las deudas en mercados neoliberales...  Rusia y China buscando el protagonismo... ¿Lee usted sobre estas cosas, doctor? ¿O en qué es su expertise? ¿Dónde enviaría a estudiar mi nena, colocándola bien? Ella habla mejor el inglés que yo...—, inquiere. Sugería que cuando se establezca en Orange que sea Chapman.
            Don Adolfo tenía demasiadas cosas que consultar, o consejos a lo que yo pudiera  en cierta medida dar luz y en fechas previas, en ocasiones más oportunas, la desesperación lo indujo a procurarse escondrijos para que yo no lo hallara.
            Tal la impresión que tuve. ¿Qué teme? ¿Que yo no debo yo saber?
            Me lo encontré varias veces durante el verano en la Biblioteca del Colegio Comunitario local. Leía periódicos en español en que yo colaboraba. No levantaba la cabe-za para saludarme, ni aún cuando yo llamé su atención para que me reconociera.
            —¡Señor Boves!— le grité. Su reacción fue nula. Me ignora. Inferí que se hace el majá muerto.
            Por otro lado, me rastreó. Leyó mis artículos y pidió opiniones a mis colegas. Quizás necesitaba más tiempo para saber a qué atenerse. Le dijeron que son un pan; pero no todo el mundo me come.  La rentera le dijo: —Su vecino trabaja los veranos en esa institución pública, donde él dice que ha visto a Ingrid y, en semestres regulares, se contrata con Chapman University. Sube de categoría. A él, como usted, les gusta la política y devoran la historia... sólo, que si se lo digo discre-tamente, él es 'rojito'. Sort of Anti-american liberalist ah, yeah. Pero / I hope I hope  I hope no es an extremist. Saltará de la cátedra a la marcha y, casi siempre por sacar la cara por los minoritarios, lo concedo y va a sus méritos. El me aclara cosas. Fue como los chicanos de Aztlán en los Sesentas...
            Desde esas fechas supe que El Veda parece anda por aquí. San Diego. Los Angeles.

* * *

      Concluyo que la propietaria o viuda de La Pocilga aprende sobre mí, me olfatea, mas no le doy mayores palabras / o confidencias. Mantengo el bajo perfil. No obstante, me puso el ojo y así puede apuntar con el dedo. Por menos que tener un par de ideas claras sobre la historia de clases, luchas de resistencia, derechos civiles y distribución desigual de ingresos, en el Condado de Orange se te cataloga de 'sospechoso'. Y eso es dinero, favores especiales, en un Estado Policíaco.
    Ella estuvo casada con un militarote. Uno de carrera que, por remordimientos, se quitó la vida. Mas antes hizo todo el daño que pudo.
   Atraviesa mi tranquilidad una sospechosa coincidencia. Para don Adolfo. como para ella, soy un profesor que atemoriza y cohíbe. Me detengo a mitad de la explicitación de sus aseveraciones. Cuando interrumpo el discurso desparpajado que se me comunica, sólo digo:
      —No creo que eso sea cierto—, y espero una reacción. Ellos no la dan. Ahí se corta el diálogo.
   No propongo diferencias de opiniones como asuntos personales, o para separatividad, con la gente que vive cerca de mí. Me pasó con ella, La Pera. Le habría dicho que su tipo repulsivo me inquieta. En  buen puertorri-queño, se trata de que Don Adolfo me cayó en los cojones. No me gusta para nada. No podría ser su amigo. [... mas tampoco vamos a odiarnos. La tolerancia que sea primero]. Que sea padre de Ingrid no cambia lo que siento. Digo meramente que ella es otra cosa. Es más honesta. Estudié la circularidad de naranja de su cabeza. Ella tiene por rostro un agradable óvalo, y su pelo castaño, tan suave, cae sobre hombros bien torneados.
     Carola es una toronja pesada. Caretona. Cabezona. Me sofoca su peso. La veo tan guandaja y metida en el disfraz de ballena acomplejada. —No siempre fui tan gorda— se consuela.
    —Ningún vestido le queda suficientemente holgado. Ningún pantalón la favorece— le advirtió Ingrid. No cree que ella le quiera ayudar. La critica porque la odia. Se siente una víctima. Sietemesina, nacida como memoria del Temblor de Caracas. Y de los discursos de su padre y el fantasma de Boves en la historia suele hablar de cortinajes o mosquiteros que se desprenden del cielo para caer en la tumba de Urica, después de la  batalla en que perdió la vida.
     Su pelo debe ser del mismo color que el Ingrid. Ella lo prefiere con tintes amarilllos. Un día la vi, creí que utilizaba una peluca, con la cabeza en azul y un velo islámico, ¿qué era? Carola manifiesta su agresividad. Vive en riña con su padre. No sé, por las veces cuando está mimosa, si lo ama o lo desprecia.
    No tengo antipatías manifiestas por ella. Creo que necesita ayuda sicológica. Me ha vomitado mi barda. Es decir, lo que tendí en ella. A veces tendía la alfombra de mi sala. La colgó abierta para que se seque con el sol. Ya nada. La  verja demarca la propiedad y es todo.
     De modo que redescubrí el cordel. Alfombra o ropa que tienda la coloco, a distancia de su ventana, en mi predio. No sea que, por cercanía, Carola dispara un chorrete de sus esputos. Sucedió una vez, mas no quise decirlo para avergonzarla a ella y sus padres. Me quedé callado. Como el primer incidente fue confuso, el segundo ya lo fue menos. —Esto huele a vómito—, dije a Doña Evelia la segunda vez y se me rompía el corazón porque puso a Ingrid a lavar la porquería esa mañana. Salí rumbo a Orange, mortificado y dolido de que fuese Ingrid la asignada con la tarea.
    No pude reaccionar antes que yo llegara de mi trabajo a las 7: 00 de la noche. ¿Por qué no vomita sobre la puerta de su sala o la ventana de la habitación y envía con tal señal a su enojo o frustración a su padre? ¿Por qué abrí mi bocota ante a una pera podrida como ella... La imagino verde, como si me sacara bilis. Después de mi queja cordial, siendo que Ingrid había comenzada la limpieza y su tendido, la incondicional iba exculpán-dola... Dio los indicios de su justificación, Lo que, al parecer, haga su hija tiene su explicación emocional. El exilio, la migración, el cambio de ciudad, la depresión, todo menos el alcohol y los excesos...
            —¿Utiliza drogas?— pregunté a la madre. Ingrid no quiso ni levantar su cabeza.
            —¡No, no! Mi familia es adorable y de buenas costumbres... Cuando vayamos a Serrana Heights, a la casa que mi esposo me comprará, esta zozobra acabará... si le pido este favor: no le diga a la rentera que mi Carolita le arruinó la alfombra, No lo diga a mi esposo...
            —Es la segunda vez que ocurre en par de meses...
            —¡Ay, bendita Ingrid! que tapa faltas. Es ella la que limpia todo lo que arruinan sus hermanos.
            —La primera vez limpié yo. No dije nada, sólo que una vez entendiera lo ocurrido no habrá una segunda vez.
            —No se enoje, doctor. Me causa angustia.
            —No es menos el asco. No exagero. Sucede otra vez y lamo a la policía...
            —No. No. Se lo suplico. Todo puede llevarse a un arreglo...
       —Arreglo sencillo. No deje a la muchacha a la intemperie. y que se pueda enfermar. Llévela al sicólogo.
            —Sí, sí... mire, no tardará una transferencia bancaria. ¿Sabe usted? En Caracas, somos gente rica... Adolfito, administró un renglón petrolero... pero no lo presione con quejas por ahora...
            —... si apenas lo veo para saludar si va y viene, señora... 


¿Donde tengo la cabeza?


2.   ¿Donde tengo la cabeza?

               «Estás descubriendo aquí tu verdadera CABEZA y tu verdadera        identidad... no en la cabeza que te vendieron... tus padres... los           manuales escolares.. y la universidad elitista que te convirtió en un     robot consumista del sistema capitalista, alucinando que eres         libre... y creativo. Estás descubriendo aquí la verdadera historia que           te robaron y lo único que sabes hacer frente a la VERDAD es huir...             o paralizarte... y seguir suicidándote con la manada de los que        hablan tu mismo idioma de esclavo sin saber que eres esclavo»:        VICTOR FIGUEROA (escritor puertorriqueño)

            Ahora mi vecina, ya menos contigua a mi propiedad, está contenta. Se cumplen diez años que me rentó y vendió una casa donde la quise. Ubica en una calle de agentes inmobiliarios. Seis vecinos se dedican al rubro, como su exmarido. Ella es viuda. La alegría suya es que diez años tomó que vendiera otra casa. Y había perdido la confianza en sus habilidades. Adquirió el oficio como hobbie para su edad de retiro. Utilizaba el tiempo libre para la politiquería. Conocía a los políticos del Estado porque fungía como enlace de prensa de las Mujeres Republicanas. Y de pronto, en medio de tales bretes, vendía inmuebles.
            Le quedaba una propiedad suya. ¡Ah, como que no quiso salir de ella! Estaba entre su casa y la mía.
     Le inquieta mi curiosidad que va pareja a la falta de candidez. Mis preguntas son preludios que la atemo-rizan. Es la única mujer que me pide callar como un favor que puedo hacerle, cada vez que fragua un negocio. Me consulta como un gesto amistoso y después me pide silencio,  razón por la que hablamos muy poco.
     Lo imprescindible tiene aspectos riesgosos o especu-lativos. No quiero ser mal vecino, pero una o dos veces [desde, 1980] visité su casa. No voy a fiestas ni reuniones a las que ella se asumiera como organizadora o la autoridad representativa del barrio o mi calle.
   A veces me asquea la gente. Y se sabe. Dice el adagio que con la mucha confianza, o intimidad y por abrir mucho la boca es que entran o nos zumban sobre el rostro las moscas. Tener mi boca cerrada me consolida la seguridad, me quita a mujeres intrusas de enfrente. Aleja a personas de mi inevitable entorno. Es porque siendo una aguacatona tan próxima no la soporto. LE puse un remedio a que no llegara ni a cobrar su renta. Compré la vivienda de mi rumbo. Y lo hice al contado.
    Afortunadamente. Tenía el dinero. No lo hago obvio pues tampoco se trata de ser presuntuoso por anti-pático.
   Hay quien sí aprende, me olfatea por haberlo hecho así, pero comprendo que se especula con una crisis hipotecaria. Sobre especialidades no se me ataca. palabras. Hice lo correcto aunque soy ignorante en el tema... / Bueno de mi quehacer es que no doy confiden-cias / ni permito que crean yo las recibo o las di.
     La corredora de Bienes Inmuebles trabajó con el Gobierno de la Ciudad y expresó este comentario que zahiere: la gente inteligente y callada me produce miedo. Usted es uno aunque sean tan limpios sus procedimientos. Pues, mejor. Eso soy para ella: el profesor que la atemoriza o la cohíbe.  Y ella, para mí, una persona latosa. Que si le conversas o le das confianza no acaba de irse nunca y cortar su visita y temario. Los agota. No deja nada para el otro día.
     «Es un dulce miedo o respeto / amistosa  cautela / que no la tengo con todos», me dijo. «Usted es especial».
            —Extraño mérito, ser su vecino raro.
            —Pero lo es—, suelta sus risillas.
            Me llama el cabezoncito, queriendo decir terco. Yo, como Shelton, tengo mi propia teorías de las cabezas y tendencias que se les asocian. Pero yo soy artista. Dibujo y pinto y, sobre todo, leo sobre todas las cosas. Me obsede lo bello y lo feo. Teorías de Orden y Caos.

***

            En guerra avisada no muere gente. Me alegra saberlo. Algo cambió. Antes la enorme casa abando-nada, la casa de su padre, nos separaba como una barda. Me separaba de su voz, su husmeo, o el vocinglerío y actividad de lo que sucediera en su casa. Ya no.  Ahora ella se acerca a mi balcón más que antes y metió a Don Adolfo, cabeza de aguacate, adherida a su cuerpo de panzón y, por cierto, asociado a lo retórico y ruidoso. El tipo de Boves corresponde a un duende cascarrabias y resentido. Y conste, es alto de estatura. Imponente, endomorfo infradesarrollado. Mas mi repa-ro mayor es de tipo moral. Es más corrupto que tonto. Y de él espero reacciones violentas y exasperadas. Es preferible no llevarle la contraria.
            El se administra de modo extraño. No veo que trabaje. Y destaca localmente como propietario. Renta por periodos. Pagó por estar ahí, tan cerca de mi distancia mínima de intercambios de empatía. Y, dicho en buen puertorriqueño, Don Adolfo me cayó en los cojones. No me gusta para nada. No sería su amigo ni aunque me pagara por serlo. Que vaya y pague la mansión de Serrana Heights, donde quiso  mudarse. Que vaya y escandalice en Villa Nueva Drive, rumbo hacia el Este de la Ciudad de Orange. Que me deje este rinconcito de Santa Ana para mí… pero, a dos años de llegar y de coqueteos con adquisiciones todo está en veremos…
            Sea como sea, Don Adolfo se quedó con la pocilga, pues, así tildó su mujer este predio y caserón al que da limpieza y le restaura, poco a poco, sus viejos esplendores. En breve, a final de año, decía en 1989, cuando la limpieza quedé terminada, meterán muebles, el piano de cola y la cama matrimonial que si, por alguna razón la preservan y guardan, fue que la heredera Don Adolfo como lecho nupcial. Es una reliquia de la consanguinidad de los Boves. Familia histórica, pero parentela a la que se asocia por sabe dios cuantas lejanas y confusas generaciones.
            Con radículas asociaciones y el protagonismo más hueco, diría: —¿Sabes quién fue José Tomás Boves?...   Después que Fernando VII retomar el Trono español, fue Boves quien revolcó el prestigio de Bolívar derrotándolo en la Batalla de La Puerta. Es cuando lo hizo huir Cartagena y hasta allá se lanzó como una hiena...     
            —¿Y?
      Me gustaría yo responder al 'y...'  provocador con que ella le informa que no entiende / ni le importa.
            —¿Y la Cama de Boves?
       —Detestaría una reliquia, mucho más una cama, donde hayan dormido quien sea el primero o el último de la simiente de esos puercos—, tuve pensado decirlo, pero me mordí la boca al repensar que no es casualidad que Don Adolfo lleve el apellido.
            Todavía, a esta altura del trato, lo que siento es una leve repulsión ideológica. [Seguro que no es de los míos] pero la suya se siente peor. Cree que no merezco nada de la vida, que todo se me ha regalado. Que solo soy un tipo con suerte. No me conoce y a su rentera le secretea estas cosas. El día que le sorprendí en tal tipo de hablas me dio coraje y me dispuse a esquívalo también. Y puede que si lo digo mi vecina, que les oí en comadreo, ella lo suelte. Dirá que yo lo invente.
            Sucedió que cuando comenzaron las tareas en el patio lateral, casi pegado a mis balcones, escuché a Don Adolfo, abogado en su país defender la nostalgia de propiedades vendidas. Hablaría sobre la cama pesada, «la auténtica del prócer, caído en la Batalla de Urica», en diciembre de 1814. Fingí que no escuché ni pizca. Pero él llevaba una conversación confirmadora con los empleados que trajo consigo y la rentera. Discursaba. Daba datos que  lo pintaba de cuerpo entero. Me alejé. Entré a mis predios.
            Quise buscar entre mis libros un retrato del sujeto del que es triste descendiente, según presume.
            Sin duda, se refirió al mismo José Tomás del quien los bolivarianos hablaron con lamento, por traidor, pero murió. En el hoyo está y en el retollo una historia de sus proezas antipatrióticas. Cuentan de un rey que envió al mejor de sus generales y lo más granado de sus ejércitos, a Don Pablo Morillo con 10,000 mercenarios.  Ocuparon a Venezuela. Y con saña represora, las mismas tropas entraron a Cartagena en diciembre y tomaron a la Nueva Granada. La rindieron. Sumado a Boves echaban a los cañocales los sueños de libertad de Bolívar.
            Lo empujaron. si alguna fortuna marcara el proceso de su huida, a Jamaica y Haití. En sus derrotas, Bolívar iba reclutando a quien pudo, incluyendo negros y masa popular, que no había que pagar como ejército. Gente que creyera en esta etapa del soñar político continental: la causa de Gran Colombia. —¿Sabes quién fue José Tomás Boves?—. No lo sabría yo. Paso. Mejor que Bolívar no hay idea de la que pueda seguro que sostenga. Él es quien da la certidumbre. Simón el Libertador Glorioso sí trató directamente con traidores, o con gente que escondió la verdadera historia e hicieron que sucesivas generaciones huyeran de la verdad.
            No puedo contestar, sino quedar o paralizado, ante Don Adolfo. Fue curioso cuando describió la cama. Imaginé que se trataba de su ataúd. O si fuera la cama,  una en la que se tendió a suicidarse con los suyos junto con la manada de los habladores de un idioma de esclavos, «sin saber que los son».
            Me lo imagino, con un prototipo más viejo que sus 60 años. Es como un cadáver que, desde Cartagena, se trajo a Caracas y sigue vigente aunque pasan los siglos y se muda tras fronteras. Mira dónde se filtro finalmente para participar de un botín. El Fiscal de la Nación Ramón Escobar Salom pidió a la Corte Suprema que enjuicie al Presidente Pérez. El Congreso de la República aprobó su separación definitiva del cargo. Es un ladrón. El Senado, por unanimidad, lo dijo. Van a desaparecer los $17 millones y el expresidente Rafael Caldera a inhibirse y como la Unión Democrática, a no hacer nada, callarse, aplaudirlo en complicidad porque es Pérez es mas zorro que los zorros y supo hacerla.
            No hay confianza pública que pegue al país. Lo desmadraron.

***

            Otra vez lo vi despedirse. Es la segunda vez que me ignora.
            —Don Adolfo me dijo que tiene una familia adorable—, me comenta la rentera y propietaria.
            —¿Aquí mudará a tal familia una vez limpie el canto?—, le pregunté.
            —La verdad, no sé. Alquilé y lo veo afanado, me llama. Hasta puso un servicio de exterminación de ratas y sabandijas. Va a pintar por dentro y fuera. Es serio con este trámite y me gusta cuando me paga por anticipado.
            —Se creyó el cuento de la pocilga—, dije con risa burlona. —¿No le dije que lo que necesitaría la vivienda es par de barridas y lavarse las ventanas? Si rentó y paga por la limpieza, le urge.
            —Mientras menos vecinos, mejor.
 —Eso me gustaría. No quiero oírlos pedos de ningún comemierda desde mi ventana.
 Ella se echa a reír,
            —¡Déjate de malos agüeros! Yo necesito money, money! Lo que me importa es ya me pagó por anticipado la renta de seis meses. Es gente con dinero.
            —¿Y no le importa el tipo de gente que sea?
            —Después que no sea un narco...
            —Que tenga el pago de la renta a tiempo...
            Cada año paga su contrato. Repara. Viaja y nadie sabe donde se mete. En 1995, a principios de febrero, dijo que viajo a solicitud de una Junta de Emergencia Financiera, ayudo a crear un grupo de inversionistas privados.  JEF tomo control de 3 bancos.
            La rentera y su compinche mayor, un Ministro luterano que vive al lado opuesto de la calle, secretean. Creen que el venezolano será importante en sus vidas motivados por un mantra poderoso: money, money!
            —La guerra del Golfo fue dura para la economía de los más pobres, pequeños empresarios y waanabes. Nadie quiere comprar casa ni rentar apartamentos. Los banqueros no prestan a todos.
            —Rafael Caldera se está volviendo loco—, dijo Doña Elvira una vez que vino a echar el ojo a la pocilga.
—¿Su esposo?
—No, señora. El Presidente de Venezuela. De mi país.
                 —No lo había oído mentar. Aquí lo que se lee y se comenta es de México, México y México y los carteles de narcos… ¡Qué pena! Es mejor ni leer porque nada bueno dice. La prensa nos hace daño y da mala imagen…

***

            No es código que descifro para que nadie sepa; pero yo tengo una teoría de las cabezas. La visualizo aso-ciadas a una etiología. Las formas cabezudas explican sin palabras. Dan mensajes y expectativas. Configuran dise-ños tácitos de comportamiento. Las cabezas su rentera y don Simón son similares.
            A ellos he mirado detenidamente. Don Adolfo es un aguacate con la punta hacia arriba. Una pepita de caca en el centro, Ella,  una pera / con la punta hacia abajo.  La dueña del almacén rentado son un dúo de despis-tadas. Nadie podrá convencer a la American Republican lady  / cara de pera / que tiene que tener un mínimo de cultura general y, que si en lo que se llama patio trasero del Imperio [Centro y Suramérica], hay intereses nortea-mericanos, se vale recordar el nombre de sus presiden-tes.
            —Me dijo mi esposo y esto para que vea quien es Rafael Caldera, mi presidente, y el por qué lo tienen afligido, con problemas, que en Caracas se reunieron veintiún países. Una Convención Interamericana contra la Corrupción…
            —¿Y?
            —¿No ha sabido usted? Frenar el saqueo de los fondos públicos es el problema mayor de América latina… y en Caracas se está haciendo un acuerdo para que cada país se comprometa y colabore en la perse-cución y de los corruptos, así como para recuperar los bienes o dinero lo que se roban…         
            —¿Y? Eso es muy lindo, pero no es verdad. Esos son utopías...
            —Me parece usted tan incrédula, mujer de poca fe.
            —¿Y? Le diré en lo que creo. En que el señor Boves no me vaya a fallar, porque él utiliza mi propiedad. La paga. Mas no acaba de traer lo que tiene guardado en Maracaibo y eso es una incertidumbre que tengo… ¿hasta cuándo vamos a durar así, con este trato? …Voy tener que subir un poquito la renta… dígale cuando hable con él… yo sé que él paga… pero me interesa que me lo diga.

***

            Por la forma de su cabeza, la enorme papada y corpulencia de Don Adolfo se dibuja una exuberancia desagradable. Ella tiene en su beneficio su espacio de gravedad. El mayor peso de su cabeza va a tierra, no a su nuca. Reposa dotándola de mayor flexibilidad giratoria. Tiene la cabecita inquieta, nerviosa. El cuello de cisne une su obesidad con una masa pálida que figura un paragua abierto. Ella es más leve y flota.
            Este tipo de gente se obsesiona con caídas. Caer es un verbo al que le saben las mínimas consecuencias. Son iguales. Cabezas grandes con detalles de aguacates y peras. El varón, al caer, produce un ruidito como si tuviera una pepa dentro, no necesariamente un cerebro funcional.
     Como son hijos de los temores, en lo poco que enfáticamente se compadecen unos a otros es en contarse las caídas que más vergüenza le han producido, desde un resbalón, a un altibajo financiero, desde un divorcio o una traición tumbara y que masacra su orgullo. A los temblores y sismos los describen minu-ciosamente. Son su obsesión más vistosa. En 1967, Caracas se estremeció con un fuerte  temblor. Fue a casi dos años de haberse casado con Evelia. Sintió que ella era un paragua negro que descendía veloz y pesa-damente de los cielos. Negro porque le halló en la cama esa noche y el remezones y gritos de su mujer lo fueron sacando lentamente de la oscura placidez del sueño. El profundo letargo.
            El, recién cansado, nunca atestiguó un ataque de histeria y pánico como el que su mujer experimentó; pero la «cama de Boves» y sábanas y cobertores proveyó al final la anhelada seguridad. Balbuceaba, según despertaba: No temas. Estás cayendo en colcha blanda, en mullida cama. Eres, como la nena que esperas, perita en dulce de guayaba... no temas, gordita. Boves te cuidará y caes como pluma a su nido.
     Es la magia del histórico pariente lo hizo la caída al despertar menos desesperante. —¡Cónchale, está tem-blando! ¡Adolfo, Adolfo!— Y la convencería de callarse, con razones históricas. Aún teológicas y políticas: Este es el segundo caracazo. Vamos a creer en el cambio, en la capacidad de adaptarnos. Más poderoso fue el Terremoto en tiempos de la Corona Española, impactó el país entero... pero, como dijera el Arzobispo Narciso Coll y Prat, sus remezones serán duro con la Oposición Republicana, tendrá un mayor número de muertos y heridos, vendrá con daños a sus propiedades, como divino castigo, decreto de ira de Dios que los republicanos merecen y que confirma (en el día del 26 de marzo de 1812) profecías contra quienes quebrantan la paz en ciudades endurecidas como las antiguas de Babilonia, Jerusalén... porque Dios no quiere la Repú-blica... 
     Poco a poco, Boves haría que Evelia dejara de gritar, callara y la envolvía en vaivenes de tranquilidad con su voz que tenía virtud hipnótica de salmo y profecía. Cuando acabó de despertar, ella se le había encimado, barriga con barriga. Y él comenzó a frotarse porque el nene despertó y no era el boberto de hoy:
      —Es un meneíto sabroso, Evelia. El mundo no se va acabar. Imagínate que es nuestra primogénita que te da sus pataditas. Ponla ternura a este pensamiento. Dulces pataditas de tu hija para mamá. Dios está con nosotros, recién casado—. De hecho Don Adolfo estaba más cachondo que aternurado.
            —Gritar así hará daño a la bebita—. Tomó la excusa para quitarse a la hembra de encima y su reacción, echada ella a su costado, fue audaz. Como dormía en pantaletas, él la bayoneteó. Se acordó que los polvos calman a las histéricas y hasta los mismos Guardias Republicanos cuando tembló en Caracas en 1810 ata-caron en se secreto ciudades que habían quitado a la Corona y monarquistas mantuanos.
   —Imagina que la tierra aparentemente se estremece. Pero ahora es placer que viene o se mece como una cuna. Es nuestra hija. Te envía el cariño que ya siente por nosotros desde el útero...
    Fue santo remedio. Con el orgasmo, reconquistó la calma. Y, desde entonces, Adolfo Boves cree que detie-ne a los torbellinos con palabras. Que induce a creer. Que ha de ser un buen político, tras el caracazo del 27 de febrero de 1989. Se atreve a opinar sobre todo lo que haya sucedido en Venezuela y, recuerda y discursa lo que, en 1963, se diera por noticia o escándalo. La posibilidad de un magnicidio presidencial. 
       Se hizo agorero durante la década. 
            —Una invasión castro-comunista está a las puertas. Fue adoptando el lenguaje que, con estímulos  econó-micos, lo elevaron a la clase media alta. Leyó informes de Comisiones de la OEA para salvaguardar la democracia en Venezuela. Fue entre los pocos políticos / burócratas de gobierno / que puso su oratoria a condenar el restablecimiento de la diplomacia entre la URSS y Venezuela. «Por esta decisión de 1971, ya nos había advertido la Providencia con un trueno sobre Caracas» [no quiso decir que Dios envió el temblor en 1967].
     Cuando se legalizó el Partido Comunista, en 1969, cruzó la escena como el impugnador. «Con los que provocan fuete de los cielos», se citaría que dijo, la «Némesis se comportará impiadosa».
      Nacionalizado el renglón del petróleo, Carlos Andrés Pérez  lo mandó a llamar.
     «Eres uno los que quiero conmigo».

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            Meses después del temblor, la «niña de las pataditas», pretexto al que él acudió para pacificar a una mujer enloquecida, nació saludablemente, por lo menos hermosa. La señal de Carola. En 1970, nació la segunda. Una niña ubicada. En 1975, el monstruo.