Thursday, January 14, 2016

La ira y otras sarnas que no llegaron al Hit Parade

[EpílogusAntiklimáticus]

La ira y otras sarnas que no llegaron al Hit Parade

Por Lilliana Ramos Collado

Hablar de la carne (del sexo, del diablo) ha sido una de las complicaciones más graves de la literatura, apenas igualada por la política. Porque acercarse a la carne, a los procesos biológicos (y sociales, tanto en forma como en contenido) de la bellaquería y su satisfacción ata la palabra a la cosa, traza una avenida inequívoca entre el signo y su referente, pretende la verdad, establece la posibilidad de un texto que a su sola lectura sea (sexualmente) excitante. Diferencia “simple” entre la pornografía y la literatura erótica que trata y/o recurre a los infinitos temas de la sexualidad: en la primera, la palabra va con su cosa a cuestas; en la segunda, el manto semántico se despliega y el texto se vuelve opaco.

Los cuentos de Carlos López Dzur recogidos en Sarnas de la ira parda se ubican en el espacio inseguro y neblinoso entre estos dos extremos, en el entredicho del signo que tiene y no tiene su cordón umbilical pegado al referente. El lenguaje de López es sumamente denso, hasta equívoco, y sin embargo, pretende ser leído de una sola manera: la respuesta al final de un desciframiento.

Hay un gran paralelismo (no quiero decir “influencia”) entre estos textos y aquéllos de Baudelaire en que el autor llevaba a cabo una “arqueología espiritual” de París donde un pasado clásico, impecable, se contraponía al presente morboso del poeta en la época corrupta de la “gran industria” (véase el ensayo de Walter Benjamin sobre este autor). La alegoría de Baudelaire tenía su núcleo en el desbandamiento moral de su presente histórico, y así, entre el spleen y el idȇal, hizo un catálogo de los males de su época (burguesa). Antes de él, Sade clasificó los males de la aristocracia, y en el siglo XX Freud (Lacan) no hizo otra cosa que intentar hacer el suyo, hablar del “malestar de la cultura” (“Nosotros los victorianos”, Foucault). Todos estos autores tratan la temática sexual por su lado oscuro, exploran las desviaciones de la conducta sexual “normal” (léase “tradicional”). Otros autores, más optimistas (no me refiero aquí a los escritoresmedievales que confeccionaron sus códigos amatorios cortesanos, sino a novelistas más ingenuos como el D.H. Lawrence de Lady Chaterley´sLover)han bregado con la sexualidad de manera menos “noire”, y de algún modo han tratado de desplazar a los avatares del diablo, por supuesto sin darse cuenta de que estos últimos han escrito los textos más moralizantes (¿acaso no fue este el argumento para rescatar Madame Bovary de las garras de la censura?)

Carlos López Dzur también se ubica entre estos extremos. Aunque en muchos de sus textos el narrador asume la postura maldita del romántico tardío, postura irónica en el caso de López –-y nos topamos con la adivinanza, el vampirismo, los barcos borrachos, los viejos océanos (selvas en este caso), y las “viesantérieures”—y asume como temas la maldad, la violación, el engaño, la destrucción (perdona el lector que vuelva a citar a Baudelaire o Freud, está más cerca de la literatura, es menos “antropológico” que los textos de Sade, menos “épaté” que los de Baudelaire, y, definitivamente, menos pretencioso que los del padre del psicoanálisis. Los cuentos de López –-quizás etapas, fragmentos, de un texto más largo, de una “novela sugerida”—- son más bien las partes climáticas de un kunstleroman que el autor no creyó necesario redactar en todos sus pormenores, contentándose con narrar aquellos episodios en que el escritor lucha en contra (y a favor) de las sarnas del mundo, de la gonorrea intelectual y sus pústulas, viniéndose sobre un mar en ondulación permanente (Lezama) --¿la sociedad? ¿la sociedad puertorriqueña de hoy?--.

Los cuentos incluidos en Sarnas de la ira parda son cortos, parabólicos, juego –-no muy tadicional—entre la carne y el espíritu. Primero “La novela de Evaristo” o las estaciones (casi “sacramentales”) de la vida y formación del escritor y el exorcismo de sus “demonios”, ubicados, muy veladamente, en el contexto de nuestra sociedad y sus tabús. “El Salvador” narra la abolición de la fe por inoperante, la certeza de la expulsión del Paraíso.

¡Qué solo estoy, cada vez más solo, entre himnos y panderetas! ¡Qué solo me han dejado los sermones, qué cañonazos de falsa piedad destrozan mi resistencia! ¡Qué delgado hila el evangelio para demostrar mis trapos inicuos, chiscón de inmundicia mi cama, mala pata mi hembra fiel en esta hora negra porque no valgo sin highschool, no valgo en el hambre honrada en que sobrevivo, no valgo en el fracaso… (pág.12).

En “La prohibida sarna de la tormenta” Evaristo, el protagonista (¿el que agoniza primero?) narra un episodio de incesto ocurrido en su infancia. Aparecen también varios relatos alegóricos tales como “Las figuraciones solitarias”, “La cacería” y “El descarnamiento”, uno de los mejores del libro. Otros textos, más anecdóticos, hacen referencia directa a la perversión sexual: “Halloween”, “Miselina, la hermosa” (relato lírico sobre una prostituta de pueblo), y “Las uvas y el sátiro” sobre la castración de Evaristo. Todos los textos que componen “La novela de Evaristo” van moldeando la figura de protagonista-escritor desde su infancia tumultuosa hasta su “descarnamiento” (y epifanía a través de la literatura). En el relato que lleva ese título, que es el último de la primera parte del libro, una vez Evaristo se ha deshecho de su cuerpo, recoge todos sus elementos vitales y los organiza:

Evaristo juntó, apresuradamente, sus excrecencias. Se cubrió el rostro ante los árboles, los perros que miran fijamente, las palomas que comen las semillas de las plazas antiguas, se elevó sobre las carnes desuñadas y torcidas. Destrizó su peso la vibración de las piedras venusinas. Se hizo uno con el caos, salió de él como una broma o como en un juego de escondidas y dijo: ¡no, no! hasta alcanzar y abrazar a su mujer.
-¿Hay un método para olvidarlo todo?-, preguntó ella.
-No-, le dijo.(pág.17).

La segunda parte del libro, “Otras sarnas pardas, se compone de una serie de relatos independientes –tal vez los relatos que Evaristo ya escritor, logra confeccionar a base de sus experiencias relatadas anteriormente--. De estos relatos sobresalen “Los soldaditos de goma”, otra vez la sexualidad infantil, “El veterano”, único relato tradicional del libro, y “La casa”, que narra otra cara del descarnamiento de Evaristo, la desaparición inesperada de sus pertenencias mundanas y su cotidianidad.
La estructura narrativa de los cuentos de Sarnas de la ira parda se caracteriza por el juego constante del narrador que se desplaza vertiginosamente entre la primera, segunda y tercera persona narrativas (con la misma maestría conque lo hace Carmen Lugo Filippi en los cuentos publicados en Vírgenes y mártires), por la abundancia de estructuras alegóricas, y por un discurso sumamente lírico. Hay una gran cantidad de trozos, así como de relatos completos, que son verdadera poesía en prosa, cuyo lirismo se apoya –para funcionar—en un lenguaje crasamente vulgar, creando un complejo mosaico de banalidad, poesía y destrucción (también del lenguaje) que el autor domina magistralmente.
Renació para él. Ninguno sabe decir cómo el zumbido veloz de una mariposa se filtró en las palabras. Él encendió dos cigarrillos. Ella le quitó la corbata. Le dobló la garganta en varias piezas. Él sobó su nalga. Ella sintió un crescendo de húmedas punzadas. Algo en su pendejera diluyó esos ramajes de espinas que sólo conducen a la soledad. Le comenzaron a doler como una enfermedad, como un atropello, otras bocas.
Él sacó el látigo duro, erecto. Y ella palpitaba porque él la libraría de las malditas soledades. Seguía con su vista el vuelo de aquellas iras carnosas y arrasantes. Las sentía tan dentro, tan calientes, tan diáfanas que podía, sin morirse, salir a la calle y asombrar la eternidad. Le entregan el día aquella noche.(pág.28)


Publicado en revista Reintegro, Año II Num. 3