Thursday, August 30, 2007

La piedra del rechazo

Even nagolah me’al libbi…
La piedra salió de mi corazón…


Libero este pedruzco amargo:
Proverbio hebreo


De mi corazón quitaron este peso:
la angustia de mi alma.
La piedra fue devuelta
a la edificación correspondiente.

¿Para qué deseo la piedra no edificadora
si ese ángulo no es mío? Quien no encaja, estorba.
No rectifica la razón que no hermana.
Lo que no es lo mejor de mi costilla,
no forja el pueblo donde pongo mi fe.

Costilla mía, situación de mi reposo natural,
hoy soy más que la bestia, como primero de los creyentes
en Abraham he fructicado y, en la tibieza tradicional
de mis sentidos, llamo a mi pueblo, dispersos
como estrellas en el cosmos, fluídos como peces.

Antes que vengamos a la mesa, todos unidos
como Uno, pedid que una nube bendiga el Monte Sinaí,
que no más de veinte años sea en engaño de Labán
y prospere Jacob y se la pague el trabajo.

Quitemos esa piedra de su corazón y ese pedruzco amargo.
Piedra que perforas mis labios, que hincas a mi boca
y quitas el beso original, el trago dulce de mi vino,
ya me das bascas, ensarmentas, envenas, me estorbas.

Ya destruyes la ostra. El tesoro oculta. La perla
con que se me bendijo. En la garganta del Adam
de tierra roja, vomitaré la piedra oscura.
Gusanos de Jacob, verán la sangre dialéctica futura.

6-15-1997 / De Teth, mi serpiente
/ Blog Archive / Meditaciones sobre el hijo de Seth

Cosas que nunca sucedieron

Lo hayu dvarim m’olam

Corren al Sinehedrín hasta impostores
del mundo inmoral y se preguntan:
¿somos aún hombres del pacto, hombres morales,
perlas de la Ostra que nos tragó
para sanar cada membrana
del oir y el ver, el entender y discernir
como hijos del Rey del Universo?
¿Es nuestro trepidar en la tierra
como el de Teth, quien serpentea en el Ofiuco?

… en la noche oscura de la purificación,
¿a quién dimos nuestra fe? ¿a los nergales
con cuerpo de león rugiente, hambriento
y agresivo, o a la mujer con manos suaves,
que a la fuerza controla dulcemente?

Judaísmo virtual

En la Taavá del Deseo

Sobre la pasión, no puede haber preguntas:
Rabi Shneur Zalman de Liadi

Desde donde te comunico mi amor,
acaso casa es, y morada
en que siquiera es posible cercanía.
Pasión es, pero no tan limpia por causa del tzadik,
Perniciosos, impíos, que ya han corrido a darte
una talega vacía, sin pie ni cabeza, ni bienaventuranza.

Donde quiero hallar el amor / Ahavá,
ese amor de rey, soberanísimo, alma de la casa,
casa de mi esposa, Bet de mi Sur, beth de mi norte
¡ay! hija del sacerdocio, cabeza de mi desino,
a mi relación con lo real del corazón oculto, lo pervierten;
al placer supraconsciente, poesía,
lo callan. A lo hermoso del Tiferet lo explotan,
lo mancillan. lo lanzan a los perros del ultraje.

Los dueños de la pluralidad manifiesta,
los putarraicos, menesterosos ujieres
de estructuras jerárquicas y casas metafísicas,
dicen que casa tienen; pero construyen en lodo
y sus almas, techos de paja son.

Si no son reyes en sus propias almas
ni a segundones de profetas llegan, ¿qué son?
¿demonios, para que es lo que sirven?
¿cómo sabrán donde comienza mi puerta,
mi soporte, en qué predio, norte o sur, mi casa edifiqué?
¿Y seré, en justicia, su cabeza?
¿y, desde allí, recibiré a mi serpiente
y el gustoso Mashiaj?
¿Me alimentará con su dulce omnisciencia?

¿Dónde hablaré de amor que sea como santo tabernáculo?
¿Dónde se cierra el Norte Abierto y esa libertad engañosa
que esclaviza y aún separa, si por casa lo que existe es
la taavá del Deseo, la finitud que duele,
el útero mezquino de la vida animal,
mecanizada, chapucera, burocratizada?

9-3-1980 / De Teth mi serpiente

*

Monday, August 27, 2007

El novio encelado



Amas en plenitud y me tienes, pecho en tierra,
en aras de chispas de tu alma y escamas ígneas
de tu paso… y lo que atraes a la consciencia,
se redime, en rigor. Lo que cuelga de los puentes,
con peligro de caer y más escindirse, lo salvas.

Y el camello, como un Angel de la Muerte,
resiste y traga polvo, mas no conoce la mano de Jacob
que jala los talones. De suicidas, ¿qué sabe el camello?
El no ve el ángel, él no ve ni el ojo de la aguja.

Gimel ni va ni viene como Tú a la Fuente..
Tú te enamoras, Eva mía, nacha amada.
Te enamoras y me jalas del talón del corazón
y me subes al tuyo. Me besas la boca con desideralia
y te como y te dejas. Y chapoteamos en el agua,
con la materia primordial, pegajosa es la saliva santa.
Juntos bebemos la humedad de Quien te besa la boca.

Estás enamorada, Serpiente, de aquel que te evificó,
esculpiéndote con las palmas de sus manos.
Hecha a mano estás, Nacha-tortilla, y me recompensas
con calidez cuando es más fría la noche y soy el peregrino.

Siglo a siglo, te encuentro y te celo y no aprendo
el por qué se quiere así, como quieres. Y por el desierto
del mundo, voy sobre un camello lento, flaco,
hambriento, macilento y tonto, y con él me identifico
si me miro en el espejo de su ser casi color plateado.

19-3-1989 / De Teth mi serpiente

La enamorada


… porque Ella permanece enamorada
en un mundo donde el ojo se ciega con vendaval
de polvo y arena, el desierto desafía el amor
que nos vincula. El mundo es oscuro,
Nachash, y la tierra seca y la Luna tan poca…
Sólo tú, cristalina y clara.

«Lo amarás en mí, también tú.
Amalo como yo, con exceso.
Invócalo, como si tú mismo fueses
la reina de los cambios, y atráelo a Tí».


¡Cómo decías quererlo, zorrita de Chesed,
próspera coneja de transformaciones!
¡Cómo vas por las calles, revolcándote
sobre aldizas y juncales! … A él, no exageres,
¡así es que lo amaste y aún lo amas, Nachash!

«Ahavá, humedéceme en el manantial
de Tu Deseo»,
susurraste, yo oyéndote… tal vez
hasta celoso porque te aferraste a El y a mí.
¡Ay, Güila, pollancona de cachondo himeneo,
a veces prefiero que la puerta de Daleth no la abras
para mí. Que la tires contra mis narices
y con El te quedes y te vayas para siempre…

11-3-1989 / Como una amazona

Monday, August 20, 2007

Los enjuiciadores

A mi hija Gabrielita

Damnant quod non intelligent: De Intitutione Oratoria, lib, X
Condenan lo que no entienden: M. F. Quintiliano, loc. cit.

It‘s so uninteresting to live without love!: Toni Morrison


Los definidores legales de inocencia
la primera tarea que se abrogaron fue decir
«la inocencia es asunto del que sabe».

Un niño no comprende la empatía.
¿Qué discierne del control de su amor y su alegría?
El y el mundo son como dos enemigos.

El no siente al culpable. El no se conecta a los delitos.
El no sabe de karmas privados.
Del quehacer inmundo y colectivo.
Acaba de nacer para el dolor y no lo entiende.
Puede que tenga un alma, pero no conoció el pasado
y apenas se figura su presente.
Un niño es tonto y ciego.
A veces se comporta como un gato y es casi igual,
salvando la distancias, que un perro.

2.


El enjuiciador dice que el niño es una tábula rasa.
Un pichón en el nido. No sabe a quién agrada.
No discierne a quién comienza a amar.
No se puede proteger con sus sonrisas.
No puede esquivar a quien lo tienta. O lo agrede.
No se sabe comportar, si es tu olor, tu voz,
tu calidez lo que le encantan.
Fácilmente depredable es el niño.

El experto en niños, sabihondo en inocencias,
lo primero que comunica a los progenitores
es… «Esconde el niño»; o es mejor que lo tires
contra una peña y lo desnuques, antes que conozca
a los extraños. Posiblemente, los rechazará,
pero porque él no sabe de rencor, no es todavía astuto.

Y los enjuiciadores van a creerlo y los jurados,
por igual, dirán a coro: «Ha nacido sólo para el sabor
de la teta de su madre, no querrá que nadie
lo abrace, no se lanzará a otro beso que ofrezca
bienvenida»,
¡ay! que los niños son distanciadores.
Son tránsfugas, siempre huyen, no necesitan
a nadie. Con sus padres les sobra y les basta.

3.


Los expertos de la infancia alegan
que a la vista de una palabra pervertida se retiran.
Hasta el color de la piel al niño exilia del alcance.
La semilla de su recelo es el olor de quien se acerca.

Una mano tosca que le acaricie la tez,
unos dientes sucios, una boca desdentada,
son como el asco. Evítalos, criminal. Aléjate.
Prácticamente, a los niños se les educará
para que sean prohibidos y no los mire nadie.

Aunque creen que saben demasiado sobre el amor
del niño, los expertos aseguran que él ha nacido
para vivirse solo, obsequiado cuando es
biológicamente vulnerable, incapaz de ganarse
el bocado de alimento, o la cuna en que duerme.

«Van a crecer hermosos», predicen.
Entonces, autorizan a que se asigne un nombre,
«Mi hijo», «el que es Mío», «el que no pertenecerá
a Ninguno, ni a sí mismo, hasta que cumpla
su edad apropiada, 18»
y la Ley ofrezca para él
su derecho de irse, y hacerse un militar de la patria,
«todo lo que puedas ser, lo puedes en el ARMY».
Si es mujer, la princesita de la casa, a casarse,
a parir, a tener otros hijos, o su príncipe azul lleno de $$$.

4.

Los enjuiciadores, por de pronto, demandan:
Que patalée a gusto si el beso que lo ronda
proviene de un extraño; sí, niño, sé receloso,
sé ruidoso en tu casa, ármate de capricho,
golpea a quien tenga tu edad, tú no te dejes
(vamos a reirte las gracias y aplaudir tus perretas).
Si alguien se te acerca, más fuerte, más viejo,
huye. Escóndete debajo de la cama.
No te preocupes innecesariamente.
No emprendas nada. Vive la infancia.
No busques otredad. Te faltan años.

Y otros expertos entre expertos, regresan
a la carga: «Los niños no son, realmente, curiosos».
Su atención es deficitaria. Les falta la malicia.
Pocos años se la quitan. Las canónicas costumbres
bastan y sobran. No han nacido para ser
perdidizos, heroicos, autogestionadores.

En los fuegos cercanos de su leche, vivan.
Son como lombrices debajo del árbol de familia.
Son larvas encima de las hojas de rosales
con espinos que son los jefezuelos de la casa.

Nunca despiertan para ser otra cosa que la mariposa
atrapada en las ventanas. Los portales que de la calle
los protejen. Deben estar casi presos, vigilados.
Que sean, por de pronto, reos de quien le dijo:
«Mi hijo», «princesita de la casa», «pequeño,
todavía bueno para nada».


5.


Los niños son como los muertos
a los que sólo el alegato de quien se cree
su Señor, en el reino santo de la familia primaria,
les saca del sepulcro de sus vidas.

Los ángeles que vienen a procurar sus crisálidas
son mensajes oficiales de su mundo que se opone
al complot homicida de los pedófilos, demonios
de penumbras, avispones de ultraje, seductores
de la narcomanía, mujeres golpeadoras, educadoras
de mala leche y mala pata. ¡Cuídate, niño!

La maldad de mundo comienza desde que germinas
como feto y tu madre visita algún hombre
que no fue tu padre y con él se da una revolcada
y una Coke, con su ron, ebrios de lujuria,
pero, maldiciendo tu nombre.

En la resuelta madrugada de tus juventudes,
tal vez tengas un niño; pero a todo aquel que venga
a verlo no susurres, ni en ausencia de él ni en su presencia,
que un niño es como la paloma, manso,
no le llames gorrión por lo ruidoso,
no lo instruyas con nada que haya sido normativa
o institione oratoria dicha por los conocedores.

3-9-1988 / Del libro Las zonas del carácter

Thursday, August 09, 2007

Evaristo y la Trevi

... ya no puedo más, / pero no logras hacerme llorar /
y esta noche no aguanto más... / hoy me hieres./
me está doliendo la espalda, / a ver quien me abraza, /
a ver quien me alcanza:
Gloria Trevi


Hoy fue su gran oportunidad. La mejor de todas las ocasiones. Ella vino a su ciudad. ¿Se imaginan lo alborotado que se puso? Aquí abajo, en este predio, a dos cuadras de su casa, bajaría ese ángel que ella es (claro que, a veces, la llamaría mi genio, como si de veras saliera de las lámparas del capricho y de la idolatría, llena de anhelos, en celebración de los imposibles sueños que se atesoran despiertos, aunque siempre sujetos al azar).

Ella es loquilla y adorable, así la describe. Son muchos los que piensan como él.

Evaristo es celoso. Quitó los carteles de algunas paredes públicas. La propaganda la avisaba en grandes letras, reproduciéndola con imágenes de su almanaque como la fruta prohibida y un nalgatorio zarriento. Esto le concierne porque ella no ha de ser la manzana de discordia y no quiere que nadie la mordisquée como si fuese una Eva afrodisíaca y demónica, la rechiflada harlot, la inveterada flapper del desgarbo nopalero, gustosa de bacanalias, con movimientos de hipster punky-funky... A distancia, la realidad de Televisa será un qualia, es decir, un horizonte lejano, precario, subjetivo, desechable y un mercado condicionado por ambiciosos, lugar donde él no puede estar por razón de que es un imbécil, tan mediocre y oscuro, soñador y miserable; pero, cuando él vive este mundarro de conspiraciones farandúlicas y lo interioriza, lo consume como su única porción de lo que Dios prodiga y la sociedad controla como pedazo de utopía y fábrica de sueños, es distinto. Lo fantástico se vuelve real y él, como hampón de lo intersubjetivo, se pilotea con mañas. No como un pobre. Cree que va sobre la alfombra voladora y mágica y que, con sus más amadas estrellas, se vuelve el libertador de genios y, sobre todo, el pedidor de deseos. Dice que tiene la lámpara de Aladino y que La Trevi salió de una botella, o de una lámpara divina que, al frontarla, es la ternura viva y la incondicionalidad mágica de la artista con su público y con su admirador más prendido. ¡El, él! ¡Evaristo!

Cabizbajo está, así nació. Vulnerable. Loser, como le han llamado. Su nombre es Evaristo. Se irá derechito a la mismísima trastienda de la glorificación. Salta el muro. Transmuta lo hostil con magia del qualia y será, de este modo, el más feliz de los chavos del vecindario. Dice que La Trevi lo recibirá en un mundo aparte, íntimo, de ambos. Un mundo real de imaginación.

Esto ocurrirá, como casi siempre, cuando ella finalice el show. El asegura que se le dedicará una de las rockerísimas extravanganzas, que no faltan en los conciertos de La Trevi y que ella improvisará, según supone en su delirio, con la voz ronquilla que tiene y el recuerdo de él que ella guarda, teniéndole más presente que un petardo, o un repentino juego de luces de bengala, una dedicatoria ante chorrocientos mil espectadores. Para mi fan más especial, para Evaristo, que no pudo estar aquí, conmigo esta noche.. para Evaristo... para Evaristo. Acabado el espectáculo, ella llegará donde quiera que él urda la cita. Mentira que sea para juntarse con Sergio Andrade. Viene a verlo a él, el pendejete. Y él se quejará de lo sucedido.

Ella sabrá que él hizo todo lo posible por estar allí. No importa, Evaristo. Y esa frase lo compensará todo. Se trascenderá la burla y el menosprecio. A las miserias suyas, le saldrán contextos de complacencia y de tranquilidad. Para él, será fácil creer que ambos han buscado, cada cual a su manera, los mejores ideales, la fe más tibia y la reciprocidad de este amor exagerado. ¡Y este obsesivo deseo de estar allí, pese a que le obstruyen su entrada!

Hay mucha miseria en la vida de Evaristo, pero la verja de la esquina, allí donde es la cita, lleva a la casa ajena. Es cierto que hay unos muros, altos y alambrados. Y él, los brinca con palabras, cuyos significados se le escapan a veces. El salta al jardín de La Trevi y utiliza los adjetivos que son flores. Se trata de un jardín intempestivo. Confía que los verbos han de tomarse por sus acciones heroicas. Es tan palaciego lo que a ella concierne que sobra hasta la beatitud y la belleza, dice el bobo, en sospecha del ídolo. Con ella, no hay egoísmo ni oprobio, ni penuria ni desvergüenza.

Ella es una reina y, si acaso le informaran, que él es tartamudo, tarado, minusválido, ¿qué importa? Con ojos, como los que ella tiene, ¿qué puede mirar que no sea transformado al punto, siendo ella su mismísimo ángel transfigurador, con su plexo de potestades que hollan a los escorpiones? Cuando es la salud dispensada, toda juventud encantadora, toda ensueño compensador, en forma de chavala atrabancada, y cuando es una redentora femínea que brinca y despotrica, ¿qué lamento ha de tener quien tiene los ojos bizcos, una pierna más corta que la otra, una inteligencia que pide su mirada compasiva, precisamente, por él y ante él, que es de lo que aman, de los que saben sus límites ingénitos?

Entonces, se confía de que es, por igual, como la abuela que lo cuida, una mujer que inventa una y mil milagros guadalupanos. ¡Ay, Santa Trevi, gloria santa! De cierto que, en virtud de tal fe, Dios llora en las grietas de la pared, y La Sagrada Lupita se reproduce en los techos, o el fantasma de una luz llena la casa del bobo y su abuela. Y es La Trevi como Lupe, o La Lupita con las greñas de la regiomontana, y cualquiera podrá ser la deidad que traiga a las gentes de los noticiarios televisivos a ver lo que el Altísimo forma con sombras, con tenues trazos de humedad, con despóticas e inefables junturas de texturas y matices. La casa se les está cayendo encima a ambos y La Trevi, ¿qué sabe?

La fe como este amor no es fácil. Evaristo lo comprende y sufre, porque le han llenado la cabeza de mentiras. Los incrédulos escriben mil pamplinas, conspiran el desaliento, chisman en el lavadero, con su farándula en bruto y él los lee y se quema de celos, con ansias de saber quién es su rival, ¿por qué la atacan, por qué la pintan de cruel siendo inocente y amorosa?

Otros se ligan a Gloria Trevi, le hablan bonito, le pellizcan su traserito, le avientan groseras palabras, si ella no se retrae de las cochambres... ¡No me mires más las piernas, no!, dijo ella en su canción... Y él quiere saberlo todo, ¡todo! y lee lo que se diga sobre ella. Enciende el televisor... y sufre y calla...

Evaristo planeó ir a verla. Quiso protegerla más de cerca, estar allí, como su ángel de la guarda. Donde él vecindario la aplauda con ahinco, o la carcoma con lujuria, ahí estaría como un guarura.

II.

Y, por querer ir a verla, por enésima vez, supo que es el más pobre de los pobres y que los espectáculos pagados no son para él. Entonces, tuvo que imaginar que él tendría que volverse el más audaz e imaginativo aprovechador de los espacios libres, alguien capaz de bucear entre sombras y prohibiciones, y filtrarse como quien se desplaza en el interior de una botella, de encierro y asfixia.

¡Ah, cuando burle a los security guards, será como el genio embotellado, experto espíritu de tránsfuga! A fin de lograrlo, bajaría las escaleras con el sigilo de un gato, se colocaría tras las bambalinas como un rayito de luz, se llegaría hasta su camerino. Vaticina que, desde allí, sabría meterse tras alguna cortina. Entonces, espiar el momento cuando se desnude, o tenga un cambio de ropa y se vista un calzón agujereado y unas medias de vívidos colores y bolitas... Y él, desde el improvisado rincón, cohibido de silencio, se gozaría.

Miraría sus pechos y, con mucho amor, los besaría con el rabito de los ojos; se tragaría los pezones suyos que ya conoció de un calendario y, con señales de lengua, diría adiós, sin querer despedirse; pero, con su relamerse, él inventaría la sonrisa y la gratitud y después a soñarla, al regresar a casa.

Cuando él suspire, con algún triunfo del alma, será por causa del autógrafo. Ella firmará su nombre en un papel que él traería doblado en el bolsillo, donde a veces está su corazón en lamento, y recordará que no ha pagado, que se coló como un cínico de mierda, que ni siquiera ante su ídolo valora el precio del boleto. Entró de gratis, aunque no de oquis. Fue a verla, pasó por listo, se arrechó a su lado. Le extendió la mano, se tomó una foto, con la niña de sus ojos.

Al avanzar el show, ya él estará sentado en cualquier banca que sobre en el teatro y, si hay un acierto del destino, por designio de Dios y de Lupita, cuando La Trevi seleccione al elegido para echar de sí los pantalones abajo al machista, él será el muy refistolero, la imagen de este símbolo oportuno... y se dejará desnudar para que el show siga, con la escena de él y ella, en la cachonda osadía de este a-TREVI-miento.

Ella es la que agita su manita en su bragueta. Antes abrirá su camisa, luego, según se dice, ella bajará la cremallera y él tendrá la sensación de su fierro duro. En privacía, muchas veces, un espejismo de erotismo lo derrama, se chaquetea con la gloria de su nombre y se frota en la botella del instinto para que ella salga, como pulsátil serpiente tentadora, a cumplir sus deseos de niñajo imbécil. ¿Cómo será esta vez, si le tiemblan las piernas con sólo imaginar lo que ella hace con él, ante los mil chorrocientos ojos de esta turba, que la aclaman?

Según calcula al cotejar el cartel con el horario, el show ya finaliza. En realidad, no fue. ¿Con qué ojos, divino tuerto? ¿Con qué dinero? Sus camisas están sucias, con el cuello pintado en mugre. Sus zapatos rotos, «Trevi, como los tuyos», sus calzoncillos hilachentos por tantas lavadas. ¿Con qué orgullo lanzarse como el blanco a la afrenta del choteo y darse ese quemón con sus miserias?

Y si ella, después de desabrochar la camisa o pantalones de él, viera ese pecho lampiño, enjuto y macilento, ¿con qué estímulo inaugural vendría a quererlo o con qué dignidad sabría él insistir en que siga, exhibiéndosele en plenitud como varón de honra? ¿Cómo mirar a su boca coqueta, a su lengua de irónico frenesí, a sus manos tibias y apasionadas? ¿Alguna compensación buscará con el acto? ¿Qué tal si le dijera: ¡Pinche canijo, mejor te bañas!?

Aquí, en la tirria de lo trunco, en la desazón de su inútil propósito, se mira en el espejo, con calzoncillos rotos y descalzo, con la boca jadeante por la falta de besos, con las orejas caídas como chucho piojoso. Y, en el fondo del espejo, ella se ubica de pronto. Es un cartel lleno de promesas y alguien parece que sonríe. Evaristo se imagina que sonríe para él, que le susurra sus mimos y que la imagen de ella cobra vida.

Y, a la faldica escocesa con que ella viste, un abanico viejo la aventola y él palpa una papaya jugosa, como la que aparece en su primer calendario: Gloria Trevi sentada consumiendo tal fruta... pero ésta, la papaya que él mira, faldita abajo está, tras la tela verdosa de un braguero. En su consciencia de piel erotizada, se insinúa un montículo de pelos, el más pleno desmadre de su gozo: su vulva como subliminal objetivo.

Evaristo es un vecino agradecido. Ahora se jacta que ella lo ha llamado desde su inmensa colección de recortes de prensa, carteles y memorabilia. Para él, sus calendarios son el tesoro más valioso. Tiene su música grabada, joyas de la piratería y hasta cintas en video de sus shows... ¡Qué lástima que carezca de un equipo de video para su pequeña cajita de TV, o que no pueda comprar tantas revistas a colores, o las cosas que venden con ella como fetiche!
Pero, mira cómo sale. Ella es el escándalo para las publicaciones y él brinca de entusiasmo cuando consigue alguna narrativa que la tenga en despatarre y pataratas...

Ahora nadie sabe a dónde va... dicen que se mete a donde no le llaman, que se abanica en una histeria hebefrénica cuando se pule, bien prendido y de pilón... que va a cualquier lugar hasta que le cuentan, los fans de los que han ido a mirarla. Ay, que le digan fue la apoteosis, auditorio lleno.

Evaristo necesita de esta dicha, que es su vivirse en calma, su único vivirse. En el consumo del detalle más mínimo que a la Gloria mencione en sus conciertos, vive. Esta artista vive en él y por ella él vive, sin la vida que le corresponde. Sin ella viviéndolo, le falta vida... y ahora él va a su encuentro. Es cuestión de vida o muerte...
19 de julio de 1992. California

Publicado en El Repotero Gráfico (Orange County)


Evaristo y la Trevi

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