Tuesday, June 30, 2009

La Comadrona

a Juana Bautista Guzmán Santiago (1881-1973)


Manda por ella, Juana La Comadrona,
que va a nacer mamá, sigue la pista
puede que ande en Guacio, Culebrinas,
Altozano, díle en Mirabales
suenan tus quejidos, Laura,
díle a Alejandrina que vaya
que va a necer Julita,
la hija de Don Blanco.

Búscala en Sonador,
donde quiere que esté haciendo milagros
porque necer es uno, en cualquiera
de los barrios, y no hay médicos
en nuestras cabaceras y la nalgada
de respiro es la miseria que crece.

Manda, manda por su ciencia de partera,
que su mano sea la vivificadora,
la que saque del túnel de la amiótica
el pequeño ser que llevas dentro,
Laura Alicea, mira que Laura está
con vientre adolorido, mira que Blanco Aurelio
se va mordiendo uñas en su caballo
y está en los sembradíos
para cumplir tus antojos
con una serenata y bacalao
del fiado.

Mándala a buscar. Dile a Luis,
el mayor, que la consiga y le diga
que en algún momento
de esta tarde o la noche,
vas a parir, Laurita.

06-11-2000 /
Indice: Epica

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Don Ramón, el zapatero

a Ramón Padró Quiles (1885- )

Era un invocador del progreso
y la multiforme sabiduría del Polytropos.
Del lugar del negro en las escenas luminosas.
Del lugar del pobre en el cénit del Alba.
Era el pregonero de la Alianza.
Un buscador del Hallazgo Afortunado
y al Pepino, le dijo Hermano
como quien dice: hermaion
A todos puso la herradura
que no hiere, alas en las sandalias.
porque estuvimos en el inframundo miserable
porque éramos difuntos de la Hispania,
cadáveres ultramarinos de una colonia
en riesgo de entrar en otra nueva
y el nació, hijo de Laureano,
con don de psicopompo, o la virtud de guía
de muertos como Cheo, con afán
de ayudar a ver caminos e ir por ellos.

Por eso van a verlo los descamisados,
los de pies rotos, espinados,
hijos de los cañaverales.

quienes apenas tienen el fuego de la hornilla
y están hambrientos y perdidos
como Odiseo en la isla de Calipso.
Y él sabe que Calipso es Borinquén,
tierra de los jibaritos, tierra que necesita
de él que en La Jardinera de su sabiduría
tiene ingenio de artesano y civismo pulcro
cuando demonios de negación asoman
y el botín quieren para sí.
Estos sí que son de los que roban
sin ninguna perspicia; dejan a un pueblo
pobre, clamando, desposeso.

Don Ramón, negro bendito,
en el Comité de la Unión, allá por el '14,
te reconoce el gremio zapatero:
Laureano, Cheo, y los dueños de gallos
y pescadores de tortuga, los que tienen
de veras monederos; tú, en cambio,
un bolsa, un pétaso o sombrero
y una vara de heraldo, con que te fijas
en el centro de la Plaza Baldorioty
o en el foro de «La Alianza Obrera»,
y le dices: Todo jíbaro es como Odiseo
y la colonia es como el hechizo
del olvido, como Circe que te da a beber
cansacio, sed de olvido, y te retiene
extraño ante tí mismo, entre dos mundos,
pero ausente de esa hembra / esposa / amada,
tu Penélope, Pueblo mío.

Pero: el Pepino sabe y él más que otros,
él, zapatero, secretario de la Unión de Puerto Rico,
militante despierto cuando duerme el obreraje
el tiempo muerto y, entre vacadas se esconde
quien más tiene, sean Echeandías u Oronoces,
cabreros todos, de piel blanca y astutos pensamientos,
él, sabe, porque él es un Odiseo autodidata,
espía nocturno, que observa el guardián de las puertas
y lo estudia sin miedo y lo invoca
con su mente liberada y se acerca y lo persuade.

¿Qué sostiene a Padró a la cadena hermaica?
Veo que no tiembla.
Luz lo sostiene porque invoca el progreso,
el lugar del negro en escenas luminosas,
el lugar del pobre en el cénit del Alba.
Es pregonero de la Alianza.
Un buscador del Hallazgo Afortunado
Emana un intelecto divino,
un Nous que un Nosotros, un canto
de hermaion que nos llama por parejo
Hermanos, desde la Asamblea municipal
del año 20, después del Terremoto
que nos condujo al miedo.

¿Qué tiene este Padró?: pregunta
todo el mundo, porque saben que está
llamando a casa, proponiendo el camino
y se ha juntado, con Cheo su hermano,
y Liborio, José Vélez, Juan Abad,
con Gabriel Pumarejo y Antonio Nuñez,
comecandelas, iconoclastas del Pueblo,
para hablar de socialismo
y de lucha clases?

¿Qué se puede hacer si no quiere callarse
y se llama el Guía de los Difundos
y el liberador del optimismo soterrado?
El amante del progreso y de la cura
en este pueblo deprimido
y sin consolaciones...

«El Terremoto que dañó la fe que tienes
en la iglesia, la Alcaldía que tuvo Rabell Cabrero
en sus manos, la Escuela Whittier
que nos dieran los yankees, no es otra cosa
que la guerra de Troya del '98,
la secuela colonial con sus escombros;
pero yo llamo a casa, vamos a la Itaca criolla
del Cimiento, vamos al hallazgo afortunado
de la patria, porque las brujas están por maridaje
y los pretendientes son ladrones, graduados
por ladrones inasores, vamos a casa
porque el Alma se cree Viuda
y todos estamos vivos y coleando».

Indice: Epica

[Nota: Ramón Padró Quiles, junto a José Tirado Cordovés, creó el primer centro recreativo obrero: «La Alianza Obrera» en1902 y, más tarde, «Amantes del Progreso» (1904). Fue asambleísta municipalentre 1920 al 1924. Secretario del Comité Local del Partido Reformista en1948: prsi local del Partido Reformista. Cultivó la novela corta, el cuento y la poesía. Escribió una crítica contra la esclavitud y el colonialismo; reaccionó a la imposición del inglés como idioma de enseñanza en las escuelas elementales. El poema alude al Terremoto deL 18 de octubre 1918 y los daños producidos en la Escuela Whitter, la primera construída bajo la administración estadounidense en 1903. «La Jardinera» alude a un trabajo literario de Padró Quiles. El Cheo mencionado alude a su hermano, José, ex-representante a la Cámara].

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Aquel brazo sangrante / Las Vegas

a don Andrés, hijo de Pedro J. Jaunarena y Azcue
(1859-1940), quien me expusiera el ataque sufrido
por su padre durante el Sangriento Verano de 1898,
para mis monografías historiográficas sobre las
partidas sediciosas y campesinas en el Pueblo...


Aquel brazo, tu sangrante brazo,
Don Pedro, me sigue a todas partes.
¡Me escudriña!
¡Que brazo mensajero, ése que sangra!
Se mete en los billares de Gayá.
Se va al bembé encendido de las Juarbe.
A Lorenzo hace preguntas con señas
de los dedos, mudos gestos
de la profunda herida, mudras
de su dolor impenetrable.

Abraza, como puede, la silueta esbelta
y sensualona de María. La detiene
con la interrogante del tumbao.
Ella muele la caña con sólo el movimiento,
pero él sangra a Pueblo Nuevo con sus pasos.

¿Qué te dijo esa mano, María Sungo,
que te dijo con señas ese vasco?
le preguntan los socios de la fiesta
en desparpajo, pues dijo don Lorenzo...
¿qué donde está su cuerpo
y aquella santa hostia de los pactos?

Tu brazo, Jaunarena, en cada batey
como mogote erguido, totémico, sagrado
se levanta, pero a veces escapa
y entra a las chozas de los viejos alzados
y desperdiga el chorrillo de su sangre
(¿todavía les falta qué comer, amigos míos?)
y se va, que sea señal de mi cuerpo y los suyos,
¡ay, su mano! que aparece y desde el rabo
de una mula que te jala, compadece
el desespero de tu arrastre, maestro Lino,
pero, ¿qué hicíste tú, Guzmán,
si eres tan bueno, estudioso, caballero
como nadie? ... sabed que yo no quemaría
tus manos, como habéis hecho, Capitán Arocena,
mira mi brazo, se duele, estoy herido...

¡Ay, pobre Pueblo,
han quemado con tizones encendidos
y piedras rojas de venganza las manos a Don Lino!
tu brazo, don Pedro, está diciendo con muñones
¡basta, basta! y se va, a prisa y llorando.
Fue el brazo a despedirse, fue del codo
al bícep en su viaje, explorando.

El campanario de su Iglesia
ha repicado y el Padre Aponte espera
y se enfrenta con un rostro de antebrazo:
¿qué está pasando aquí, pregunta Aponte?
¿quién eres tú que estás sin armas?

A brazo partido vienes
por el agua de Culebrinas, separado,
¿quién eres tú que con aguas
del sereno Guajataca
como brazo del río
(del Imperio español)
vienes llorando? ... separado del flujo,
grande, inmenso, metropolíticamente renunciado.

Yo soy Pedro José, tú viejo asqueroso
y río de podredumbre,
río bastardo, apontificado;
yo soy la sangre que te quiere renovado.
¡No me toques las niñas de Maceo,
no vayas a sentar en tus rodillas
a las Cabrero, a las Sifre o las Franco.

Yo estoy dispuesto a todo
(y aún a matarte),
como brazo de mar para el destierro
te sumiría en lo profundo del abismo.
Yo me visto de lujo y alarde temerario,
hecho un brazo de mar,
brazo derecho,
con gran sostén y amor,
brazos abiertos,
y a deciros me atrevo:
¡Basta, basta!

Te he mirado cuando repica el campanario.

Indice: Epica

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Las Vegas

Allí estaban ellos. Los canarios.
En un espacio que nombraron Las Vegas
y fue un Salto del Guacio,
más allá de aquellos montes empinados
que Sebastián González dio
a su mirabalada, allí donde abundaban
los conejos, allí fue que soltaron los cerdos
y empezaron a llegar las golondrinas
y las calandrias cantadoras;
allí, en la noche, el silencio era un buho.

Y el bohío fue la casa del cabrero
antes que de Venezuela nos llegara
el apellido.

Pero un día dijeron: «Crecíste»,
saldrías de aquel batey vegabalero.
Hay planes para tí. Fue el primer nombre
que perdíste. Las Vegas era la infancia natural
de tu pueblo, que no conocía doctrinas
ni curas ni bautismos; Las Vegas
el primer nombre que díste por mirar
el espacio y sus mogotes. Ahoras serás
Pepinito / Pepino / Pepinote
y buscar a buscar tu adolescencia, Niño.

* [ En 1767, la Iglesia y el Estado convino
que se suprime el nombre de Las Vegas].

Indice: Epica

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Biografía / Homenaje a Hebe / Partzufim / El Rostro de la Luz / Indice: Teth mi serpiente / Eladio Scharrón González

A César Gilberto Torres

a César Gilberto Torres Rodríguez (1912-1994),
poeta y nacionalista pepiniano


Cuando proyecto el reino de la libertad,
con su ashavá de amor y bendiciones,
doy a mis obreros este mandamiento.
Confírmenlo en mi pacto. Circuncida
tu labio, así como el prepucio de tu oído.

La primera piedra de la edificación
que sea tu humildad, combatiente.
Entonces, dáme tu corazón circuncidado.
El humilde va donde le digo
y se prueba. A los humildes de mi promesa,
yo personalmente instruyo, hago su vaso fino
porque su luz no verá desperdicio
y la historia dirá sobre ellos: «Con libertad hicieron
el Reino de Maljut eterno y no con instinto
de manada, o falso consenso».

Solitarios, mis circuncidados, marchan
en diáspora, paradójica separación
[yo los aparto para hacerlos puros,
incontaminados], para que no comulguen
con los culebrones y los culequeros,
colonialistas que dicen:
La libertad es un espejismo;
la patria, un imposible, una utopía.
Esto es lo que existe: la cuculí
(la peseta) que con tahures se juega,
tentados el avaricioso y el hambriento...

Solitarios, César, en sospechoso menosprecio,
así nacen los que instruyen a otros
«Sé libre, pón tu viva libertad en la vasija».

Solitarios, César, ausente de algaza
y aplauso, en sesgos de punto ciego,
aparentemente inescuchados,
en muchas ocasiones, perseguidos.
Así es que instauro la valía, la belleza
que sobrecoge al temeroso.

Solitarios, César, sin nadie
que les ofrezca un voto o en público
su mano, su elogio, su amor...

II.

Oirás sobre huracanes de éter hiriendo en la miseria
y la PRERA avanzando en medio de la crisis
y de matanzas en Río Piedras y Ponce.
Al Apóstol, Albizu Campos, el más humilde
y leal de los obreros, lo condenarán.
Será en días del sufragio femenino
y ser nacionalista será el tabú de entonces:
el sello de mis solitarios. La herejía.

Pero yo sé cómo sufre quien es procesado en Shiflut...
Les doy extraña voz de liderazgo
aunque estén en ausencias o en prisiones.

Contigo haré un poeta, César Gilberto.
Circuncidaré tu boca; hablarás
del fuego que yo ponga en tu vasija.
Consuela a la gente del Barrio.

Grita en Harlem, Brooklyn, el Bronx
que la aviación y la milicia del Imperio
bombardeó en Ponce y veinte muertos
dejó tirados en la calle y más de cien heridos...

¿Que amas a Juncal? ¿Que el espíritu
en tu vida son flores de la patria,
aromas de sus limonales? Prepara
tu maleta, obrero del Reino Libre.
Te vas a Harlem.
Te vas a donde yo te diga.

Hay que estar sin estar, sobrevolando
ante el nido, echando desde arriba
tu alimento en la boca de quienes
son alas frágiles, apenas pajaritos.

A los libertadores, hacedores de pueblos,
les quito la ilusión de control para que no
los quebrante su ego y su percepción selectiva
sea lo primero que se sacrifique;
porque van a hablar sobre la Libertad
y la Nación Deseada, de las Delicias posibles
de su Ciudad. Hablarán de alimento
para el alma de los desposesos.

Tú hablarás sobre la belleza
del Nosotros, la Patria. De tí no necesito
más: tu corazón humilde, tu cuerpo
hinchado en dolores, tu verso ígneo,
en abanico y resolana...

07-06-1996 /
Epica

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Monday, June 29, 2009

Los sueños de Gabriel del Río, 1826-1830

«Pero este es el Casco Urbano; el centro del que ha nacido todo, por el que se ha pedido una Iglesia y un Cabildo. Si se ha robado ya al Centro, mucho más será lo que se robará en las periferia»: Gabriel del Río, 1826


Ustades conocen a Laxara.
Ese dominicano lambiscón y traicionero.
Que habla a Nogués de virtud
y Antiguo Régimen y con mano hurtadora
se queda con lo ajeno y altera los puntos
del ejido; ustedes saben que yo
ni con Miguel, por pariente, hago migas.
Ni quiero nada.

Hoy, sin embargo, no sé si estoy contento
o enojado. Álvarez Mendizábal
va a acabar los viejos señoríos.
En España y aquí, donde Miguel López
pretende instititucionalizar el latifundio.

¡Mendizábal, despierta!
Gobernador, infórmalo a Godoy
y el Ministro a la Reina,
que lo sepa Nogués y Juan de los Santos.
Mahon Crillon, el duque de Pamplona,
reclamó un señorío de mano muerta
en el Pepino. Se te opone, Juan Alvarez,
se afana en las mercedes caprichosas
del Territorio Nobiliario, a expensas
del Pepino y la Isla Entera.

Y yo, Gabriel y todos los del Río,
queremos que se ponga en el marcado
y en pública subasta, toda tierra
y todo bien no productivo
en poder de vagos y ladrones
y que se expropie, aunque la Iglesia
excomulgue, y los honestos pierdan
sus estribos y amanecen con colgar
a Laxaja en los conatos de sus rebeliones.

«En fin que sea quien más trabaje
el que la tenga la tierra. Que no acumule más
el que tiene suficiente. Que no vivamos
en el espejismo de las manos muertas».

Y yo dije a Juan Coll de la Alcaldía:
en Pepino hay desfalcos, innumetables casos
y la tierra se está vendiendo cara,
son propiedades sin dueño, o de muertos
intestados de la vieja progrenie,
espacios, con los cuales hay quien lucra/
Se está engañando al Fisco desde el '20
y yo sé quienes son pues allí, en la Alcaldía,
anduvo Miguel, parienet mío, Laxaja
el sinvergüenza y embustero,
y Nicolás Nogués, con su Milicia
a bordo y con la Casa del Rey
que le han hecho.

Pero yo tengo confianza en lo que viene:
«¡Por fin, por fín, desamortizaciones!
Que se vendam los terrenos en desuso,
sean de la Iglesia, o mojones baldíos.
El pepiniano quiere hacer Un Pueblo
y trazar calles y tener plazas y jardines».


Indice: Epica


NOTA: El proceso de eliminación definitiva de los señoríos, iniciado en España en 1826, sensibilizó la consciencia supervisativa de algunos criollos. Uno fue Gabriel del Río, quien se pronuncuó un enemigo la donación hereditaria de tierras y vasallos, incluida la jurisdicción, dada por monarcas a nobles o clérigos como pago por servicios prestados o recompensa a méritos adquiridos, pero por su mera merced. El anuncio de las desamortizaciones se hizo durante la administración de Nicolás Nogués y
José de la Xara entre 1824-1827. Para Gabriel del Río, durante el 1823 y 1825, cuando La Xara, venido de Santa Domingo, metió sus manos en la cosa pública. dizque con el fin de trazan las manzanas y las calles del nuevo centro urbano del Pepino, se cometieron desfalcos y anomalías que él interpretaba
contradictorias a la política española dictada por el Ministro Godoy y Juan Alvarez Mendizabal, quien aplicaba en España las leyes desamortizadoras. El objetivo de las leyes desamortizadoras fue acrecentar la riqueza nacional y crear una burguesía y clase media de labradores propietarios. Así el estado obtendría unos ingresos extras para amortizar los títulos de deuda pública.
La desamortización se convirtió en la principal arma política con que los liberales modificaron el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen, para implantar el nuevo Estado burgués durante la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, entre 1828-1831, con Miguel López –Teniente a Guerra y Alcalde, en el Pepino hasta se le procuró un señorío al Duque Mahon Crillon. Vid.
Gabriel del Río, el defensor de la comunidad

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Discurso del duelero Don Lino


Feo como alacrán que maldice
con su voz dejativa tras morderlo la muerte
(en acusmia de sepulturas bermejas y abandono
pues le hablaron las ánimas) salió
como duelero aquel Don Lino,
el maestro rural de Guajataca.
El Muerto Vivo.

Feo, pero seguro. En libro de concordancias
y cósmicos secretos, leyó textos de Alfarabí,
instrucciones precisas sobre cómo presidir
la Danza, el aquelarre, la fiesta de los macaveres.

Malo fue pelar el ajo y morirse sin recordar
a otros, a su pueblo, el por qué se mete
a espabilar los cuerpos en los montes
en medio de las quemas y las hambres.

Mujeres de Pepino, adoratrices de curas y albalaés,
esclavas del Sacramento Santísimo, ni a los Adonis
amados de Afrodita, la Muerte los proteje.
Un jabalí vendrá por él o ellos. Los mascará.
A todos los Adonis los destaja.

Niñas Cabrero, Mantilla Yparraguirre,
hijas de las familias de abolengo,
nenas más tiesas que el ajo,
leeré la Gran Cartilla de Alfarabí,
con voz que me permita persuadirlas
como Hernández Arvizu lo haría en vida
si viviera este día... no hay
ya Manos Negras en España, a su juicio
se fueran a la mierda, en escarmiento,
huyeron de Jerez y Andalucía. Se largaron
a Cuba, a Filipinas, al santo monte.

Comenzarán las Fiestas con Titina en la carreta
y una Novilla delante que la arrea; en enero
por Fiesta de patrón, habrá Misa y Danza
y el Negrito vestido de levita va decirles
que hay insensatas opresiones y mentiras.

El Santo de Narbona viene también en la comparsa
y el Hijo de Dios, el propio Cristo, con él viene
y con otros flechados, dolidos en la carne,
perseguidos y quemados en hogueras, vienen
y dirán lo que les dije: «Este pueblo
de San Sebastian del Pepino no es eterno.
No rezará siempre como reza.
No seguirá a pie juntillas sus hoy virtuales Sacramentos
(dándose azotes de ayuno y ausencias orgasmales,
resolviéndolo todo con misas de paga y ostracismo
para sus hombres generosos, verdaderos autarcas)».

La muerte viene. Querrá su danza violinera.
Que no se enoje Don Andrés Cabrero
porque con Solines Hernández querrá bailar
la Calaca, ni se enoje Echeandía porque
Luisa Vientós ha de bailar conmigo.

Vendrán diablitos, ex-esclavos de sus matorrales,
explica Lino, el hereje por siglos, el rebelde. El feo.
En las Danzas de la Muerte, se pide
Que sea el óbolo de hondo regocijo, que el propietario
Ee niegue por un día sus privilegios en Casinos.
Sepan pobres y ricos que la vida es finita
y vanidad de vanidades, el terco fruto.

Con las damitas de Zagarramurdi y las Labayen
bailarán, levitas a su vuelo y colorines, los demonios
en la Plaza, los sátiros morrongudos que lo solicitaron
a las Benajam, a las Arvelo, las del Pozo y Ballesteres.


20-06-2004 / Indice: Epica

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El líder de Los Sucios




a Juan Ignacio Bascarán Quintero (1854-1898),
guerrillero mayagüezano, organizador de la tropa
voluntaria de «Los Sucios».

No me gustan los ahorcados.
Menos las cárceles que injurian
el cadáver, menos las dudas
y circunstancias misteriosas
de eventos tales en que la muerte
reclama al inocente y al apesadumbrado.

Juancho, ¿qué pasó contigo?
Te colgaron, Bascarán,
y una bala perdida no aparece.
Del libro de visitas, se cortaron
las páginas. Al parecer, no te conoce
nadie. Siquiera Concha Gayá,
tu mujer, tus cuatro hijos.

No me gusta esta moneda
que se puso en tu boca, Juancho,
ni que haya nadie que reclame
tus huesos, ninguno que te ofrezca
un adiós en tu siglo, espadachín valiente.

Desde la Cárcel de Mayagüez,
después del duelo llamaron a Caronte.
Desaire a Schwan hicíste; sólo se dijo
Capitán de incendiarios, come-vaca,
ése tu nombre...
«Hagan el favor
de tirarlo muy lejos; ya está muerto
y aún sangra, el balazo que,
en Arecibo, le dimos».


03-12-1998 /

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Meditación sobre San Sebastián Mártir / La concertista y el coraje / La capitaleña / Como una amazona / El acto de
Cobita
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Levántate, José Benigno

a Nilita Vientós Gastón (1903-1989)

Levántate, José Benigno,
ve a buscar la arcilla de Calabazas,
al sur de Cidral y Piedras Blancas.

Madruga, Antonia Gastón,
madre bendita, y llena jarras
con aguas del Culebrinas,
flujos del Norte de Guacio,
que voy a cocer una vasija:
honra para tu pueblo.

Mi luz la sacaré ex-nihilo de mi aliento vibratorio
de Tiqquim; pero alguien tendrá que ir a recoger
el barro, alguien que sepa de arcilla
y tenga una fragua en Pepino.

A los ríos yo los llamo Consciencia
y los universalizo sobre el Bazo
de los montes, los fluyo
sobre los cuatro elementos
de mi cruz en los mundos; hoy elegí
tu barrio, José Benigno, sal de la sombra,
y aguas del Culebrinas, peces dulces
y amargos, peces de Marah.

Más allá de las luchas en que has estado,
más allá de los triunfos sagastinos,
más allá de arrecifes coloniales,
voy a sembrar una luz en la arcilla.
Y mujer fértil hallé en Ana.
Y de la ostra de su útero fecundo,
se escuchará una perla,
su llanto de soprano.

Vaso de honra, tesoro, dejaré
en sus manos, alfareros.
Han de llamarla Nilita.

La tarea se ha dado, Ana Gastón.
Hazle en el plexo esplénico el Bazo
de su arrecife, házle un kelim de arcilla,
calabaza del alma; yo la transformo
en perla, yo llenaré su corazón
de oro con mi brajá, doy la bendición
del amor trascendente: la hago Honra
y Tesoro, mujer que defienda
a tu pueblo y sea profeta
de hombres libres y buenos.

Coopera, Vientós Lamourt.
Este es el verdadero triunfo:
que nazca con la arcilla que me traes,
que filtro hepático para purificarla
proveas, ángel del hígado,
que el río de Ana lama la perla,
se descanse en mi espacio,
y las Palmas de mis nubes
la protejan cuando comience el parto.

Tráela al Olam Hatikún: voy a llenarla
de mi ley para que mi lenguaje sea
libre y ejemplar, pueblo por pueblo.
Que sea ella quien corrija las naciones,
que parte de mi corona sea,
mi vasija amada en el Caribe,
con arcilla amasada por mis alfareros,
por el Culebrinas abrazada
entre los pepinianos.

Indice: Epica

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Cecilio y su hija

A Marcianita Echeandía Font (1885-1968)

Se necesita un beso continuado.
Quien venga hasta tu cama y te despida
de los juegos de la tarde, de las voces
de los días. Un beso que tenga tradiciones
y a menudo te abrace y te diga te quiero;
buenas noches, hija mía, que profiera
qué linda infancia, qué rostro el tuyo,
lindo, tierno, casi altivo, Marcianita,
flor de mis nanas sentidas y mis euskalerías,
y, en medio del dolor del crecimiento,
ese beso ha de ser, tu verdadero beso,
uno, el único idóneo
para que profundamente te bendiga.

Uno para los años
en que faltará el padre,
la abundancia del Pepino
que te mima, uno que te proteja,
te ampare, Marcianita...

Y él comenzó a faltarte. Lo adivino.
Cecilio ha muerto,
Cecilio, tu raíz antigua,
tu orgullo identitario.
La ausencia recompone o desfigura.
La ausencia fortalece el ser,
si así lo quieres,
pero también separa y olvida.

Y aunque seas patriota,
hábil de convicción,
adelantada, feminista,
mujer de la vanguardia,
con todo lo que Forest, Betances,
Matienzo, Albizu, arrojaron
como esencia al alma colectiva,
te quejarás, Marciana,
has de quejarte.
Puede que desesperes.
Que, en tu regreso, pidas
con ojos pordioseros y anhelantes
un poco de vieja bondad,
aceptación y caricia.

Una vez descubríste,
no tengo nada. Lo dijíste.
Ni tu beso ni tu nana ni tu despedida
ni tu herencia ni tus conexiones
quedaron... hasta Pedro, lo dijo,
ni familia... y conocíste los celos
y el aburrimiento
y la amargura
y no supíste si bueno
fue cuando te fuiste,
ni malo fue cuando llegaste...
No supíste, además,
por qué estás tan sola,
hediendo a desamparo y a olvido...
si la carencia fue primero,
o el desamor, padre mío,
¡ya no lo supe, ya no quiero saberlo!

Te parecíste de repente al Pepino
del '50, represivo, paranoico,
sediento de sangre del nacionalismo
y con el ELA culminado
y hoteles y turismo
y dormíste en las calles
y la patria fue tal calabozo
que ya no te valdría ni la fortuna
ni sueldos de acomodo ni títulos.
No hay puta miseria más miseria
que el colonialismo que te topa
por los mismos caminos de regreso.

No sé por qué perdíste tanto, mujer,
tú que lo tuviste todo, ¡hasta sus besos!
hasta un Pepino donde fue grande
tu semilla y tu estirpe, donde vestiste
la aristocracia de la sangre y apellidos.
Y un día tu apoyo, tu energía,
se fue a la ruina,
todo te faltaría de repente,
aún tu cimiento,
el Pepino de tu infancia
y de tus días.

Te quedaste sin mogotes en el cerro,
¿es éso, Cecilio? sin pozos subterráneos,
sin árboles en los caminos reales
de tus fincas allá en Cidral y Bahomamey
y Guatemala y Robles, y te pusíste
a media asta en la locura y comenzaste
a morir tan lentamente
que aún estudiando la ley del vendepatria,
el ilusionismo colonial, no descansaste.

Te sepultó la nostalgia
de los viejos días, tu fuente
en la montaña del pasado
cuando el viejo Cecilio,
siendo conservador, sí
te consentía, te quería
como a nadie ha podido
querer nunca más.

2.


¡En Hato Arriba le quemaron
hasta el alma, me parece!
... pero supe que sufríste con él.
A él lo añoraste, lo querías.

¡Tú eras con él... Pepino, él
lo que tenías antes de vivir el frío,
New York, la química, la ausencia,
las pestañas quemadas, sin dormir,
por dar un título a tu padre,
a tu tierra y el mundo,
cerebro militante.
Añadirías a su estatus
tu gran conocimiento.
Lo halagarías. El sabría
cuánto valen sus besos
y lo que fuiste
y lo que prometías
(tú, jiribilla, niñaja,
criollísima Echeandía).

Vales más que los vestidos
que Cecilio te daba
y que el perfume y todo lo que pidieras
para así querer al proveedor de tus caprichos,
justificar aquella infancia, niña rica,
hacerte preferida, por despierta y ambiciosa
como tu propia alma, quizás ya
no vasco-catalana, pero cosmopolita...

¡Cecilio, tú apenas sabes cuánto
me faltaste y te quise! ––confesaste.
¡Tú no sabes aún qué es indagar
en las moléculas, calcular estructuras
en las vitaminas, tú no sabes de la polio,
difícil es saberlo sin sufrirla, tú no sabes
del pueblo cuando enferma
y está triste hasta la médula del hueso,
un pueblo que te obliga a meterte
en sufrimientos, en teorías, los laboratorios...
O de improviso en la esperanza,
como aquel viejo bueno, Rabell Cabrero,
Don Narciso.

¡Ya no sabes dónde el dolor es consigna
y luz, conocimiento y reencuentro
con los dioses que subyacen
lo mismo en el pan que en la sangre!

¡Tú no sabes que es Columbia University
(todavía no lo sabes) ni lo sabe Sarita
ni Getulio ni Chilín, guapo y machista.
No lo sabe Pedro Antonio ni Teresa.
Lo ignora todo el mundo, menos yo
que he estado sola, maldiciendo
a los hombres que se fijan en el sexo,
en el vestido, el maquillaje, el peculio
que se hereda por codicia,
la influencia que se tiene por dominio,
el blanquitaje de los nexos y el destino.

¡Lo que menos vale de las cosas
del amor y sus autenticidades
lo quieren ellos, asqueantes de mi sino,
y me han asqueado hasta el grito
más doloroso de neurosis!

¿Quién va a mimarme ahora que soy
lo que reprobaste, de repente,
tu propia estirpe de Font y Medina,
cepa rebelde? ¡De pronto, me olvidaste
por una aventurera de las calles,
aquella La Capitolina!

¡Los Vélez te han metido en su bayú!
Como gresca ardió en tí su embelequería
y hoy estás, a barrer, inselecto,
en tus cimientos. ¡Todo es un batuque
de lealtad, de gran yanquilería!

Indice: Epica


NOTA: Química farmacéutica, la Dra. Marcianita Echeandía Font, hija de Cecilio Echeandía Vélez y Marcianita Font, realizó investigaciones sobre la poliomelitis y las vitaminas en varias universidades de New York, ciudad donde fue maestra por 14 años. Fundó la revista y el programa radial La Mujer en Acción; también la Asociación de Mujeres Puertorriqueñas y la Asociación de Mujeres Independentistas. A poco de su regreso a Puerto Rico, murió víctima de la depresión y la miseria, viéndose desamparada en las calles. Estudiaba Leyes, a edad muy avanzada, cuando la sorprendió su deceso en 1968 a la edad de 85 años.
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A Mariana, la caraqueña / El fantasma de un rey traidor / El Guayabal en llamas



a Mariana Rubio Mestre de Rodón (n. circa 1826)
En los días en que nacíste,
los días fallidos de Pepe Botella,
Napoleón puso en libertad a Fernando,
ese santo petardo que en Valencay
preso estuvo de sí mismo,
pues uno es que no sirve para nada,
uno es que se lanzó a darse
un abrazo con espectros,
ondinas en las charcas de Cefiso,
a darse banquete con su ego,
con su narcisismo.

Y llegó tu Rey, porque le llamaste
tu rey Fernando VII, y crecíste oyendo
su nombre y a quienes le maldijeron
porque, en los tiempos en que llegaste
de Venezuela al Pepino, alguien, unos pocos,
sabrían lo que es un rey verdadero
y cómo, por falta de vergüenza y osadía,
empero fabricaron una casa,
Casa para el Rey que no merece.

Mariana, tu rey es charlatán, represor,
don contreras… y su corte está compuesta
de seres sin honorabilidades,
parásitos, enemigos del trabajo productivo,
malos entendedores, granujas, sanguijuelas.

Y llegó tu rey en los días del Comandante Riego
y de las tropas destinadas a América.
Pide otra cosa, princesita de mi casa.
No un rey mediocre como ése.

Indice: Epica

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El fantasma de un rey traidor

El no tenía palabra.
Mueve las quijadas significando
Sí y No, como un sofista que predica
dos verdades. Tu padre, quien te dijo estas cosas,
dio vivas por aquel que proclamara
la Constitución de 1812, y a los rivales
del proyecto liberal, llamó demonios negros,
memorias del motín de Aranjuez
contra Godoy y las tropas de Murat
en suelo patrio y, en Bayona,
memorias de traiciones.

Y llegó tu Rey, que juró la Constititución
que amó tu padre, tu rey que no sería
ya más el suyo, Fernando el contaminado,
el que es un mentiroso,
mal que no tiene cura, séptimo cuervo
entre absolutistas, parásitos y traidores…

Indice: Epica

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El Guayabal en llamas

Háblame sin temor. Desde la cuna,
el libro del dolor sé de memoria:

Ramón María Torres (poeta pepiniano)


Mariana mía, has estado tan triste.
Y tu corazón es El Guayabal en llamas.
Y tu edad, una chispa luminosa
que el 31 de marzo, a las 4:00 de la tarde,
se enciende con tormento.

Sentidós casas de los fundadores,
herederos, inicial progenie de Pepino,
se poblaron de escombros y cenizas.

Los que llegaron en los días
de los condes de Floridablanca, Aranda
y la Reina María Luisa de Parma,
te espíaron desde sesenta y dos chozas
de mi gran mirada, y se preguntan:
«¿Qué hizo Fernando el rey, Mariana Rubio,
del que mucho lees y el mundo odia
desde Cuba a Caracas?»

«¿Por qué amas al rey equivocado,
cruel con todos por falta de chiquillos?
¿Quién hay que grite por amor a sus oídos?
¿Qué hicíste tú que, ya vieja, al enterarte
de veras porque inmigran
los Rubio, Mestre y Rodones?

Indice: Epica
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San Sebastián del Pepino / Anacleto: Cuatro Esquinas / Victor Primo el Caballero / A Moncho Lira / Indice: Teth mi serpiente

Los tiempos de Fernando VII / Lo que dice tu padre sobre él




Fernando se vistió de mala muerte
Fernando, tu rey, se vistió de mala muerte.
Encarceló a quien habló sobre la luz y el fuego
y dio promesas y consuelos para el hombre maldito
en diluvios de su propia sangre derramada.

Y un día, con ayuda de la Santa Alianza,
tu rey, el soberano que aún
no había sido maldito por la boca de tu padre,
llenó con 100,000 tropas las calles de Cádiz
y el Duque de Angulema dijo,
con voz vibrante, umbría, temible,
Yo soy la Muerte…

… yo el Gran Carretero de la Estigia,
caronte armado, duque para los huesos molidos
y los culos pateados. Vengo por las memorias
de Mariana Pineda y todas las marianas
que en nombre de Mariana son marianas.

Vengo por Torrijos, a su pecho
lo llenaré de balazos, vengo
por los empecinados y, especialmente,
al Comandante Riego preparo su muerte
en el cadalso. Ni el Cura Merino
escapará de mí, voy a matarlo.
Lo juro ante el Ministro Calomarde
y ante tí, Infante Carlos.

<><><>

Lo que dice tu padre sobre él

Fernardo escupió sobre principios
de su juramento una vez que levantó
su mano ante las Cortes y dijo:
Creo y serviré esas normas
presentadas en Las Cabezas de San Juan;
creo y serviré, vacías palabras
y mandó a los agentes de la Muerte
contra los hijos valientes de su suelo,
contra misericordiosos,
contra los que no creen en falsos sueños
ni en sucesivos homicidios.

Y se fueron por Mina, el sublevado,
por Vidal, Lacy y Porlier, ante quienes vocales
de la Muerte exhortaron: «¡Hay que matarlos!»

Y tu rey, Marianita, el rey que ya no podía
ser amado y compadecido por tu padre,
reestableció la Inquisición,
persiguió la prensa, el pensamiento libre,
las imaginaciones de los espiritistas,
los masones, los poetas afrancesados,
los obreros que leen, los que saben
que, organizados, son más sabios que los sabios.

<><><>

Nos quemaste, Mariana

Con una vela de corto pabilo
y lenta llama, te vimos ese año,
ese final de marzo, ese macabro día
con ocho horas de fiero desenlace.

¡Como el hijo de la puta reina, nos quemaste!
Nos arrastraste al infierno de la hoguera
porque validas la sangre de Borbones,
Mariana, hija de Mestre, pionera
entre los Oharriz y Rodones,
¿qué hicíste con la vela?
por saber de un rey muerto en los años
de tus inmigraciones?
¿qué hicíste en nombre de Bolívar
o para soltar el trapo de tus aflicciones?

Adelantaste el averno de las divisiones.
Escindíste el pueblo originario.
Ya sólo la muerte purificará
lo que ha nacido: el renuevo
de los liberales, la reacción
en violencia aniquilante.

Ibas a matar al falso rey,
a tu rey Fernando, Mariana,
al que, en tu infancia pronunció
con lamento tu padre, él que te habló
de quien mató al Empecinado
y de un infante que no hereda
y quiere hacerlo:
el poder lo tuvo obsesionado.

Ibas a quemar vivo a un rey,
con cuatro matrimonios, pero sin hervor erótico…
… porque ni para eso sirvió Fernando VII
(tres esposas y no tuvo en su palacio
descendencia verdadera ni varones
con sus gonos ni quien lo llame,
con ternura, padre bueno, memorable, justo…
éso es como la muerte, Mariana.

¡Eso es como la vela que resbala
de tu mano y quema al Pueblo…
eso es como la vela de Psique,
la curiosa, que gotea aceite caliente
sobre el pecho de Cupido!

Tu gota de ardor es liberal,
María Cristina, reina de borbones.

Indice: Epica

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Sunday, June 28, 2009

Pepinianidad / La hermana incómoda / Para matar a la bruja


a José Manuel, hermano querido,
su esposa e hijitas


Hay una geografía de los dos en este instante.
Al fin sé que estamos juntos, siendo
intransferiblemente distintos. Si hemos de estar tan cerca,
díme un Yo Dulce, yo voy a tutearte; seamos la misma llama.

Observemos el mismo fuego y, si me prestas las pupilas,
aunque sea por lo que dure este simulacro de la muerte,
amaremos el encuentro, volveremos cada vez que tú mueras.

A oídas me vuelvo rumorcillo de aguas.
Sé que te gusta el Chorro de Collazo,
el Lago Guajataca y siempre fluirán manantiales
si estamos juntos. Los produciré en los lugares
donde tú me digas; en nombre de las ninfas
que tú amas; a alguna quebrada llámala
Mirabales, como el barrio de tus ancestros,
tu madre, tu abuela, los Cadafalch y Vélez,
los Ortices, los Prat, los Alicea...
voy a suplir el agua. Voy a hacerte una fuente.

A pálpitos, ya sospechas mis metáforas mayores,
a corazón las creíste, las metíste en tu vida,
en tus existenciarios, soy tan feliz
porque tengo un amigo que me cree y las comparte.

Tú te has citado en mi rincón y avanzaste
con tu paso suficiente y yo salí de mis paraísos
ya que llamas al ángel... y me delato si vengo
y al decirte «Te quiero». Estarás a solas conmigo.

Tenemos un poema y una llama
y un paisaje y un riachuelo y en común
provocaremos que fluyan muchos manantiales.

Indice: Epica

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La hermana incómoda

a Marcianita Echeandía Font

Así comienza el descenso, lo cesativo
del Yo carnal que se vuelve cuerpo hediondo,
mosca a ratos, fatula voladora
y saldo en el olfato del ratón podrido...

Ella como esperanza, lo más grato,
es lo único que queda, pero no lo queremos.
Es un tabú. Mejor ni imaginarla.
¡La hermana intrusa!

Ella, a quien nadie ha querido, a cuyos hijos
llaman Angustia, Penuria, Apáticos de la Maya,
deformes de cuerpo marchito, ropa sucia
de lavaderos, malnacidos, ella nos queda.

La Provocadora, la que viene al hombre
y dice, «Para la oreja, necio»
que va a nacer una doncella en Orleáns,
como antes nació la madre de un profeta
y se llamó María, Santa Virgen, vírgen santa,
así nacerá la primera Madre de las Naciones Libres
y Juana adolescente y campesina
se vestirá de varón y será célibe
pero la van a examinar como a una perra.

Van a meterle dos o tres dedos por el culo.
La desnudarán y una pupila con lentes
escrutará el centro de su útero, van a oliscar
su clítoris hermoso, a dedear verificadoramente
su doncellez y, después inquisidores avergonzados,
dirán:
«Puta no ha sido todavía.
Ante la Iglesia y los Reyes de Francia
ella no miente; pero digan al Delfín:
Es provocadora.
En su hermosura ya tiene su pecado.
Oyendo estará las vanidades de su propio ego;
que se vista otra vez de mujer, no de hombrecillo
y que haga mil penitencias y rece».


La Provocadora, hermana
que viene al hombre y dice:
«Para la oreja, necio», me dijo:
Nacerá en la casa de Cecilio Echeandía,
mi hermana Marcianita, la dulce y sola,
la alegre e impredecible Marcianita
y se pondrá a bailar ante los ojos
de aquellas sus hermanas en la carne, aquellas
creyentes en valores victorianos
y, por puritanería, pensarán
que ella baila como negra de los fundos algodoneros
del Sur Confederado y los puertos de Charlestone
y Marcianita se zafará de los corsettes apretados
y con ropa liviana, corta, suave, enseñará
los glúteos y a sus hermanas, mujeres
de principios de siglo, hermanas en todos los rincones,
dirá lo que anticipa la tradición de Luisa Capetillo:
«Vota, participa, rebélate, produce,
habla por aquella Eride, la genuina y oscura,
que se silencia en los hiperespacios
o en lo profundo de la psiquis del hombre,
porque tu HERMANA es».


Indice: Epica

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Para matar a la bruja

Leo Strauss said that no woman could be
a philosopher:
Tony Pappert


Para matar la bruja originaria, la que instruye
que la sobriedad debe custodiar el intelecto y poner
a raya la filolía extremada que cabalga
en ancas / nalgas sensualonas, se organizaron
los más ricos del Pueblo, Francisco Rodón
que tenía 751 cuerdas terreras en Guajataca;
Juan Rodón, 680 cuerdas que eran suyas
en Eneas, Andrés Cabrero y cinco hijos que su mujer
le dio antes de 1870, cuando la muerte les buscó
por todo el campo, pero les halló
al fin y al cabo en trecho urbano...
para reducirla a la paz, esquinarla,
se organizaron los Font, los Echeandía,
los Castro, los Bernales, los Del Río...

Las brujas no son como los hombres
que rechazan la Alquimia, pero admiran
sincretismos misteriosos; en el corazón
de los Illuminati, sea en Baviera o Renania,
o Cataluña, París o este pueblo perdido
de Pepino, las brujas ven el corazón
y clavan ojos que lo alegan y lo desnudan todo:
crueles sóis, inverecundos, procaces,
libertinos, acumuladores, embusteros,
cuchillos carniceros, manos largas,
¿qué pueden contra mí? ya les conozco...


Tranquilas, señoras, a la casa,
a coser y a rezar, tranquilas, que ustedes
no son inteligentes y el mundo está lleno
de guardias infiltrados, tentadores policíacos,
inquisidores, y la paga de ser bruja
es muerte, desprestigio, miseria...

Indice: Epica

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La vida es un palo encebao / Murió Pascasio Lamourt


No me los llevo al infinito, Carlos.
No estés triste por ellos.
Volverán a lo mismo, en breve:
Mingo La Perra a trepar el palo,
Sabino, a la albañilería,
Cornelia a santiguarnos.
A rezar, La Puerca y Pascasio.

Un palo encebao es la vida
de ellos, sus habitáculos en el yo,
en la autohisterizaciones,
en las norias del buey
y lo alienado.

Estas gentes no tienen plenitudes.
No son del Uno, ni sospechan
a Spinoza, ni los otros lados
de la onticidad y sus universos.
Están verdes y crudos,
sin comprensión primaria
de los cinco sólidos perfectos,
apenas balbuceantes
en sus metafísicas.

Van a sanarse después
de mucho herirse y regresar
a herir, después de mucho sanarse.

Indice: Epica

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Murió Pascasio Lamourt

Mi cítara se ha puesto de luto.
Versa est in luctum.
Don Pepe una esquela lleva.
El negrito la gritó por el pueblo.
Un masón dirá de quién se trata;
recordará de sus huesos lo debido.

«¡Habla, don Lino, tú que sufríste tanto!
Preséntale sus respeto ante el Santo de Narbona».
Házle su buena caja, Don Aguedo:
el ataúd que la lleve en sus hombros
reposada Abejón, Bacalao, Chalo Mancha.

Murió el más alegre de los agricultores,
uno que enciende los bateyes con contento.
Murió Pascasio Lamourt,
de la negrada de Magos.

Y el Cidral está en luto.
Lloran y rezan los peones y las campesinas.
Murió Pascasio, el buen hombre.

Piadoso, bonachón, gregario,
generoso es con los pobres de sus predios;
se va, absolve Domine, porque su bragueta
fue experta en hembras de todos los colores;
se fue, por caminos de eterna indiferencia,
aquel que mucho amó; se va, dejando
aundancia de su cepa en los campos.

07-02-2005 /
Indice: Epica

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Ha muerto tu rey, Mariana

Ha muerto tu rey, Marianita,
niña de mano caliente, quemapueblos.
El que no servió para nada, a no ser
para morir enfermo en La Granja,
dio su tosido final, se lo llevó la brisa
o el Viento del Sur. O una estrella polar.

Lo mismo es que lo llames en Caracas
o desde el alma que te enseñó en Pepino
que eres una historia en el libro del dolor
de Moncho Lira, a él, al rey,
lo quisíste porque eres
sentimental, soñadora, pura, agradecida…
así se quiere al acaecer,
padre putativo del Ser
y la Muerte.

Se murió, Mariana, corre, vé y díle
a Juan Orfila Pons y Doña Nicolasa
que con una mano caliente,
con tu mano y tu vela, limpiaste
una memoria de traiciones
y te díste la catharsis y contento.

Tu rey viejo y nefario no supo
conciliarse con nadie, y lo quemaste
como se quema con aceite
el torso suave, efébico, de Cupido.

¡Se te cayó la vela como se cae
una venda de los ojos!
por andar pajareando con la historia social
de las viscitudes, se te cayó una vela
de la mano, o se llenó una cortina
del fuego que limpia la consciencia.

Ahora lo entiendes: Fernando, tu rey
odió a Simón Bolívar, a Sucre, San Martín,
Itúrbide; odió a Miranda, a Washington,
a uno y todos los enciclopedistas, a Dantón,
y sin faltar ninguno... a jacobinos,
a pobres de La Bastilla…

¡Ah, puta sangre y pragmáticas sanciones!
Odiaba él todo, a todos, no se salvaba nadie
y el odio es muerte que busca derramarse,
vaso de impaciencia al que ya
no cabe una gota más de enojo.

Fernando VII se quejó por la mucha
pólvora que cae sobre su pecho
cuando tú lo miras desnudo con tus ojitos
de niña pubescente, españolita rica
y soñadora y le llamas mi rey,
como si fueras su pequeña infanta, Isabelita.

Pero crece. Deja de pensar en tonterías.
Deja ese libro y no te quedes dormida.
¡Mira que, por soñolienta y aturdida,
acabas de quemar el pueblo!

[El rey murió el 29 de septiembre de 1833]

Indice: Epica

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Indice: Epica

Se creció el río Guacio, 1898 / Discurso del duelero Don Lino



Voy a navegarte, por terco
que te pones, por rumbos que olvidaste.
Vayamos por ejemplo
al Guacio que se creció en agosto
y se tragó a los realistas
en días de la invasión americana.

A otros, en desbandada, ávidos
de verse cautivos por los yankees,
bautizo entre los cobardes
dio el río Guacio y la muerte.

Mira a quien tengo allí,
sentado, con la fingida ofrenda
de una pierna enyesada:
Julio Soto Villanueva.

A su lado, observa tú con detenimiento,
ya descorrí las cortinas de brumas,
tengo a Francisco Arocena.

Indice: Epica

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Discurso del duelero Don Lino

Feo como alacrán que maldice
con su voz dejativa tras morderlo la muerte
(en acusmia de sepulturas bermejas y abandono
pues le hablaron las ánimas) salió
como duelero aquel Don Lino,
el maestro rural de Guajataca.
El Muerto Vivo.

Feo, pero seguro. En libro de concordancias
y cósmicos secretos, leyó textos de Alfarabí,
instrucciones precisas sobre cómo presidir
la Danza, el aquelarre, la fiesta de los macaveres.

Malo fue pelar el ajo y morirse sin recordar
a otros, a su pueblo, el por qué se mete
a espabilar los cuerpos en los montes
en medio de las quemas y las hambres.

Mujeres de Pepino, adoratrices de curas y albalaés,
esclavas del Sacramento Santísimo, ni a los Adonis
amados de Afrodita, la Muerte los proteje.
Un jabalí vendrá por él o ellos. Los mascará.
A todos los Adonis los destaja.

Niñas Cabrero, Mantilla Yparraguirre,
hijas de las familias de abolengo,
nenas más tiesas que el ajo,
leeré la Gran Cartilla de Alfarabí,
con voz que me permita persuadirlas
como Hernández Arvizu lo haría en vida
si viviera este día... no hay
ya Manos Negras en España, a su juicio
se fueran a la mierda, en escarmiento,
huyeron de Jerez y Andalucía. Se largaron
a Cuba, a Filipinas, al santo monte.

Comenzarán las Fiestas con Titina en la carreta
y una Novilla delante que la arrea; en enero
por Fiesta de patrón, habrá Misa y Danza
y el Negrito vestido de levita va decirles
que hay insensatas opresiones y mentiras.

El Santo de Narbona viene también en la comparsa
y el Hijo de Dios, el propio Cristo, con él viene
y con otros flechados, dolidos en la carne,
perseguidos y quemados en hogueras, vienen
y dirán lo que les dije: «Este pueblo
de San Sebastian del Pepino no es eterno.
No rezará siempre como reza.
No seguirá a pie juntillas sus hoy virtuales Sacramentos
(dándose azotes de ayuno y ausencias orgasmales,
resolviéndolo todo con misas de paga y ostracismo
para sus hombres generosos, verdaderos autarcas).

La muerte viene. Querrá su danza violinera.
Que no se enoje Don Andrés Cabrero
porque con Solines Hernández querrá bailar
la Calaca, ni se enoje Echeandía porque
Luisa Vientós ha de bailar conmigo.

Vendrán diablitos, ex-esclavos de sus matorrales,
explica Lino, el hereje por siglos, el rebelde. El feo.
En las Danzas de la Muerte, se pide
Que sea el óbolo de hondo regocijo, que el propietario
Ee niegue por un día sus privilegios en Casinos.
Sepan pobres y ricos que la vida es finita
y vanidad de vanidades, el terco fruto.

Con las damitas de Zagarramurdi y las Labayen
bailarán, levitas a su vuelo y colorines, los demonios
en la Plaza, los sátiros morrongudos que lo solicitaron
a las Benajam, a las Arvelo, las del Pozo y Ballesteres.

20-06-2004 /
Indice: Epica

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El líder de Los Sucios

a Juan Ignacio Bascarán Quintero (1854-1898),
guerrillero mayagüezano, organizador de la tropa
voluntaria de «Los Sucios».

No me gustan los ahorcados.
Menos las cárceles que injurian
el cadáver, menos las dudas
y circunstancias misteriosas
de eventos tales en que la muerte
reclama al inocente y al apesadumbrado.

Juancho, ¿qué pasó contigo?
Te colgaron, Bascarán,
y una bala perdida no aparece.
Del libro de visitas, se cortaron
las páginas. Al parecer, no te conoce
nadie. Siquiera Concha Gayá,
tu mujer, tus cuatro hijos.

No me gusta esta moneda
que se puso en tu boca, Juancho,
ni que haya nadie que reclame
tus huesos, ninguno que te ofrezca
un adiós en tu siglo, espadachín valiente.

Desde la Cárcel de Mayagüez,
después del duelo llamaron a Caronte.
Desaire a Schwan hicíste; sólo se dijo
Capitán de incendiarios, come-vaca,
ése tu nombre... «Hagan el favor
de tirarlo muy lejos; ya está muerto
y aún sangra, el balazo que,
en Arecibo, le dimos».

03-12-1998 /
Indice: Epica

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Para robarse tu luz sonora / María Juana vaga por el campo

A María Juana Beníquez Font (1926-1978)

¡Deténte, reposa un instante,
no camines más... Te hace daño.
Escucha, María Juana: deja que hable
en tí aquella niña del pasado,
aquella adolescente que esperaba,
con amor, obsequiarse en melodía
con dedos llenos de gracia!

Mírala, sin temor. No huyas.
¡Eres tú, sentada al piano,
tú en concierto y reverencia por Arezzo!
¡Mírate, Beníquez,
que a todos tienes encantados!

Beben del sagrado Soma del misterio,
leche oceánica y puránica, el discurso
de Dios que sale de tus dedos,
el amor negro que hay en el talle
de Catey y tus senos de manso
y violáceo ciclamen.

Maestra María Juana, tén cuidado,
¡cuida dónde pisas, akâsa!
La clave Sol sofoca.
La mañana pidió su ritmo más salvaje.
Se alborota. Se conjura para darte
su último aplauso, clausura de ovaciones.

¡Ay caíste! el mundo es ya oscuro
y sordo y mudo y terco!
Ahora sí se silencio la tarde
y se fueron tus manos
por la oreja de los dioses
y el cuchillo que cercena
lo sublimemente audible
y lo manifestado.

En doloroso exceso, akasa tattva,
está que sangra el canto de la muerte
y una guitarra de Sandalio,
exquisitamente tallada por La Yegua,
ha parido un lamento de nostalgia
y una danza de Mislán cubre
con nubes de sus ojos la niña que yo veol

Indice: Epica

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María Juana vaga por el campo

Una vez más,
a orillas del sendero final,
con el fin de la canción soñada,
te redescubre el viento,
el silfo de tus montes y te ama.

A mitad de la ruta que persigues,
a ver la mar te has ido
por el Puerto de la Aguada.

Partió de madrugada a San Germán
y la vieron caminando, caminando,
con la frente sudosa
y la tez de clazol
y de bagazo.

Por rumbos de terracería, barrios
cubiertos aún de niebla y cantíos,
se dirige a no sé dónde y parece que,
al caminar, vuelve y descansa.

Es la pianista negra, la maestra,
virtuosa que tuvo su pequeña banda.
Es tesoro sonoro de Pepino,
estrella luminosa en las covachas
del viejo Pueblo Nuevo.

Con Bethoveen y Mozart ella se cita
y va con manos que parecen alas
y sandalias, piano ilusorio de suspiros
y pena en Do Mayor y orquesta
con violines debajo de la falda.

Indice: Epica

La concertista y el coraje

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Epica de San Sebastián del Pepino / Indice




Indice / Poemario

Epica de San Sebastián del Pepino

de Carlos López Dzur



CONTENIDO



Dedicatoria

La épica identitaria

La Vega

A Cristóbal González de la Cruz

Y llegaron esclavos

Los tiempos de Fernando VII

Lo que dice tu padre sobre él

Los sueños del Gabriel del Río, 1826-1830

Nos quemaste, Mariana

Jibaritas y criollos

Ha muerto tu rey, Mariana

El Porvenir rebelde

Generación: Los Alers

A Ramón Durand

La muerte mandó un destrozo

Deudores y culpables

Clamores de Joaquín Sosías

La pobreza del pueblo

Tareas de quienes giran la rueda del Destino

Bendición a Aurelio Méndez Martínez

Betances

Los años venideros del post-Grito

Un Casino

Las criollas hermosas

Los burlones posmodernos

Murió Pascasio Lamourt

Fragmentación de la vida pueblerina

El 1898 y la Invasión

Se creció el Guacio, 1898

A Rafael Mayol Navas / Rafa Te ví

El líder de Los Sucios

La restauración en Guayabal

Lamentación de Moncho Lira

Discurso del duelero Don Lino

El Caballero Don Primo

Tu corazón generoso, Don Primo

Versión / Don Victor Primo medita sobre Don Pepe

Asesinaron a Carmelo

A Mariana, la caraqueña

El fantasma de un rey traidor

El Guayabal en llamas

Se acabó el velorio

Pepino en faldetas

Aquel brazo sangrante

Criollos en Mirabales

Levántate, José Benigno

Doña Dolores pateaba el ataúd

Don Narciso Rabell y los idealistas pioneros

Chilín, Getulio Echeandía y la democracia

La generación irreverente

Era la mejor de todas

Cecilio y su hija

La hermana incómoda

Para matar a la bruja

Meditaciones de Juanito Sacramento

Pepinianidad

Homenaje a Anacleto Arvelo / 4-Esquinas / Versión

A Mayito, el Zapatero

Házme fiesta hoy, Cosabella

Doña Monsa la Partera

El romance de Herminio Méndez Pérez

Olga Clavelillo murió de amor

Don Ramón el Zapatero

La vida es un palo encebao

El negro Atán

La Comadrona

María Peregrina

Para robarse tu luz sonora

María Juana vaga por el campo

La concertista y el coraje

Murió Sandalio La Yegua

Don Aguedo y Juanito Pana

Pelo e' rata

Memorias de Luis Velez

Letrillas de los sepultureros en el Pueblo del Pepino

Eladio Scharrón González

A César Gilberto Torres

A Jerónimo Ramírez de Arellano

In memoriam

Meditación sobre San SebastIán Mártir


Nota
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Sobre este libro

TEXTO

Otros libros del Carlos López Dzur

El libro de la amistad y el amor

Estéticas mostrencas y vitales / Versión

Heideggerianas

El hombre extendido

Cuaderno de amor a Haití

Memorias de la contracultura

Berkeley y yo / novela

El libro de la guerra

El pueblo en sombras / Cuentos

Leyendas históricas y cuentos coloraos

Indice: Epica

Comevacas y Tiznaos: Las Partidas Sediciosas en el Pepino de 1898

El Corazon Del Monstruo: Estampas Y Anecdotario Existencial

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