Monday, December 31, 2007

La zona mística





Si esta zona mística del alma,
nave bogante, la mía, caballo brioso
hacia la patria celeste, no se cuaja y naufraga,
si el animal se desboca, no diga ni el ángel ni dios
que no anhelé la rienda bien tomada ni el timón…
yo ¡carajo! hice lo que pude. Siempre
quise ser el navegante, aquel que persevera
y rema más que otro y salva soledades
con la misma pasión que a pasajeros.

Quise ser el jinete victorioso.
Uno con alas, uno que da al animal
su gozo, su kavanot, sus intenciones.

Sé que soy carne y que soy alma,
sé que no todo se me dará a la mano
tan gratuito, pero acaso, ¿no dije yo:
Bendito sea?

Sé que el corcel es vehículo
y que el corazón resguarda su propias intenciones.
Todo es viaje a la novena de las rutas iniciales,
todo es un salto donde Nukva sonríe y
se da su presencia y sentido
porque yo, quien admito autoconsciencia,
sin ese femenino no me encuentro.

El semblante pequeño de mi sueño
es quehacer no rutinario de destino
y le debo un esfuerzo, mi vuelo,
mi barca sobre la mar y ese remo del Zeir Anpin
por quien procuro mis originarias bendiciones.
Del libro Teth, mi serpiente

Cuando estoy enamorado / Narrativas del Yo Cesativo / Un destino hermoso

El alma abandonada




Tengo el testimonio de que les he llamado
desde mis voces desgarradas, mi soledad más plena.
He querido creerles llamando desde el vacío,
desafiando cualquier extrañamiento,
la pérdida total de ilusiones de mundo.

Les he llamado en hambre,
en escasez, en desamparo, en esta soledad
de la que sólo yo sé el dónde y el cómo y el por qué.
He pedido sus presencias como amigos
siendo el pordiosero que pide el último respeto,
su postrera limosna, ente cansado de batallar
con negaciones, reo que no tiene esperanza
de vida y se arrepiente; he tratado de gritar
donde mi voz no se escucha, donde nadie se apiada
porque uno mismo sabe que no es merecedor de nada.

Uno no sabe cómo ha sido.
Uno no se da cuenta de cuán estúpidamente necio
se ha cuajado sabe quién en cuánto tiempo
(o tiempos evolucionarios, tras el Big Bang)
uno es ahí, queriéndose desgastar y morir
pues duele, en maya o desmayado duele
que no escuche ninguno como uno, y ¿qué importa?
si el mortal no oye y sigue su propio trayecto
de nada hacia la nada... y el ser desvinculado...
pero uno como Tú, uno como ustedes,
eso duele más que el puñal más certero, bien que saben
como abrir la carne, gozarse con la herida, humillar
a ese grado en que te abres. Se acaba todo lo valiente,
ya no aguantas, pides que venga el final
con tu desangramiento, que no vivas ese segundo más
de la agonía, de los ojos abiertos,
porque uno es carne, sentimiento, emoción,
angustia, incertidumbre, orgullo, porfía,
dolor metido en las trencas del sueño y su pasión desafiante.

Que te mate un asesino, un desquiciado, un perverso,
a fin de cuentas, ¿qué importa? … pero esa arrogancia del silencio,
esa separación de luz y oscuro, esa maldición apuñalante
de abstracción, hermetismo, parusía y kairós
es más odio que el odio y como el odio duele.
Tortura más que la esperanza en el pantano que te ahoga.
Ofende más que el dolor contado en los relojes.

Y uno es una chispa de amor que sobra del espíritu
y los reinos divinos la largan al carajo
porque no hay perfección moral en el hombre;
nada hay de su emoción que no se quiebre y apeste
como lepra sostenida, seleccionada para la adaptación
miles de años, que son en tu momento,
de instante a instante tu mofa, tu calvario,
tu dogal, aguacero de patadas en el alma…

Tú, alma burlada por las amas secas de tu metafisismo,
poción envenenante para quien tiene
como Argos, cien ojos abiertos de ignorancia,
ciegos ojos de mundano quehacer y cien ojos, dormidos,
expectantes de su oportuno tiempo, donde la fe
se estercola, igual que en el pantano, porque,
¿quién pasa a buscar a quien es casi cadáver,
quién oye al que ha sufrido en esta rutina cotidiana
de la muerte civil, social, económica, moral,
pagana, estúpida, profana, sin otra gloria
que su difuntal vacío y su sepulcro olvidable?

… y, ¿quién te espera en el mundo?
¡Los gusanos! ¿Y quién, en vida, te aconseja
no mueras, aguarda, vive un poquito más con la decencia,
yo te ayuduo, yo te doy ánimo y consuelo?
Pues NADIE, nadie, NADIE, menos ese Ser
en que te fías, el cadáver permanente del silencio.

De Heideggerianas

Indice/ Yo no me detengo / El cuidado / De Heideggerianas

Tikum Olam / Reparar el mundo

... a mi madre amada
En el marco de mi puerta escrito fue
Viste el tefilín, recita el éxodo, comparte el pan.
Escrito fue en los ojos de mi madre: Copia
en la mezuzá un salmo de tu alma,
un pergamino sin angustia, porque tú
tienes el ángel que habla en el oído
y no usurpas y no adoras cualquier idolatría.
Te conozco como una fiel ventana. Te asomas, Carlos,
a reconocer la existencia del eterno, ni Ov ni Idoni
se consultan por tu oído. Ni sacrificas en fuego
los hijos de tu pensamiento. Tú, poeta, ven
y canta
al lado de mi camino; ven y recita
y mata mis fatigas, el hervor de mi asma.

¿Qué habré parido que en el corazón te creció
un árbol de treinta o más caminos y una Halajá
que es tan sublime, como el día del amor,
Tu Be'av, tú, al pie del duelo por quien
padece en guerra, tú en el día de piedad,
buscando un pensamiento, porque se yergue
el hambre y se litiga en ausencia de un juez bueno
la misericordia que no se concede.
Seguro que has nacido por buscar un sendero.
Y lo hallarás, Carlos. Y será Tu Corona.

Del libro inédito Teth, mi serpiente
Memorias de la contracultura / Indice en Exactpages / El gran proyecto / Yayo el turco

Sunday, December 30, 2007

Cain





Sin la comprensión de otros,
¿qué haré con la ofrenda que cultivé
en el campo, a quién llevaré mi serenata
de ñames, yautías y calabaza?
¿A quién diré: Con bacalao adereza
este plato de sustento?
¿Ante mi vits, patearás mis ditas y jitacas?

¡Oh, porque soy Caín! El que no sabe ser bueno.
El que no comprende tus razones
El que es fácilmente el ser.
No su justicia. El que perfecciona la barbarie
cuando se cree morderno, o más civilizado.
Es tan difícil hoy el sentimiento.
Es tan distante hoy tu Tiempo Sagrado
y tu Lugar de Claror, oírte en las hierofonías,
en las nostalgias mismas del origen.
Es tan difícil hoy que te aparezcas
en manifestación tan santa e inefable;
ya me díste este realismo vulgar de lo lineal,
lo histórico, el sello cotidiano de una bestia.

¿Qué haras con la cocina de mi fruto
y si eso haces, que no gana bendiciones,
cuál es el nombre que me das, a dónde y cómo
y por qué me habré de retirar, cuando ya no hay
serenidad en mis despojos, y mis manos toscas
se cansaron y el frío es tan intenso, que no hay
control empírico que me satisfaga y soy lo más burdo
de la tierra, lo mós oscurecido, un cascarón
de mi propio esqueleto, un dolor en tu horizonte
tan dulce, cómp ha de ser la hazaña de volver
a quererte, el regreso, la comunión, el pilar
de la misericordia armonizada con tu conocimiento?

2-12-1983 / De El hombre extendido

Las ideologías / Meditación del ser / La paliza (cuento) / Kim clin clin (cuento) / Lamiae

La realidad se impone


Dando, si acaso, jerarquía a lo que pienso,
a los micromundos de mis significaciones,
son mis sueños profundos, secundarios.
Siquiera los imaginarios colectivos son primero.
La realidad se impone.

Meditaré en torno lo visible: mayorías
del universo de oprimidos
cuyas vidas se arrojaron al pantano,
quedan en las afueras de todo beneficio y consumo
y compasión y justicia y apoyo.

Los abrazaré con lamento
porque ya no hay calidad de vida
que permanezca como esperanza para ellos.
Son además de excluídos, los desafiliados.
Su mundo va en acelerado deterioro.

La miseria engendra más miseria.
Sólo tristeza y soledad hay en la violencia
que les visita los huesos después que asalta
sus calles, vecindarios, ghettos, suburbios
de alcohol y bares, reclusión, decadente urbanimo.
Tecatos, pordioseros, prostitutas, pandilleros,
ladrones criminales, suicidas, tratornados.
Más allá, los campos áridos, cobijos en las minas,
sembradíos de pérdida, truncas fantasía
(subempleo, tiliches, bienes rancios);
seres paranoides, vomitando agorafobias,
fantasmas nuevos, rateros de placer.

Así es la nueva subjetividad contemporánea,
harapos para retóricas de imaginarios de progreso.

10-22-1986 / Del libro El hombre extendido
La importancia de la investigación / Meditación sobre San Sebastián de Narbona / La tradición bestializante

La libertad doliente




Elegir es inevitable, personal e intransferible: Jean Paul Sartre


... porque opté la libertad, la angustia me da sus alaridos.
Me asedia, espía, me embriaga a veces como un gafo
en subjetivo frío, apriorística soledad de ser con uno.
Nada absoluto a qué aferrarse está a la mano
(nada que no sea la Nada misma,
el hambre cruda del deseo inconcluso).

Opté la libertad, o acaso me arrojaron
y la admito porque no hay otro camino.
El determinismo ha muerto aunque con éste
haya nacido el desamparo y la mala consciencia.
La biología es pobreza inducida por sus patologías;
pero, ¡cuánto cautiva la forma de lo hermoso,
la grandeza viviente del paisaje, la adhesión armoniosa
de la gente grata, el hábitat que triunfa sin violencia.
Con el recurso humano y, aún en el desamparo,
en clandestinaje o en legalidad, pese a las trabas,
se va inventando el hombre, se va uniendo
al ser de sus esencias, al clamor de su misterio.

La historia elucida dolor y atropello, caos
y desorden; pero el valiente combate,
el solidario instruye, la misericordia intercede
y el heroísmo se crece; contradictoria es la historia
y no determina por siempre; el determinismo
de Dios se vence y se quebranta y los ángeles
son los laicos que en justicia y paz dan paz,
bendicen, optan la libertad doliente.

7-12-1982 / Heideggerianas / Lista / La muerte de Nano Ortiz / Mitología taína

Estoicismo verdadero


El lenguaje da camino y sendero a todo querer considerar. Es dimensión inicial dentro de la cual la esencia humana puede ante todo corresponder al Ser y a su interpelación: Martin Heidegger


Siento, porque no siempre creo,
el hambre de ser, asegurarme que no prevalezca
un mundo dividido, el odio, el afán de homicidio.
Siento la victoria del estocismo verdadero,
admisión de las contradicciones, sin que sea
no vivible el mundo, y pueda el hombre y su vecino
y yo, con él, siendo un pueblo, plasmar
lo que se llaman las naciones, identidades colectivas
que el amor construye sin iras destituyentes.
Siento el hambre de ser con una causa revelante.
El mundo del habla da sentido, vincula, corrije.

Lo necesario se revela, a veces pausa,
y la carne es buena, cuando vive en el concilio
del espíritu, no en las sombras de cavernas
ni sacerdotes vitalicios, con un cuchillo
de nacom de sacrificio humano.
A veces ni creo que, con argumentaciones,
se hará vivible el mundo; la mayor de las veces,
aguanto, el asco a un lado, la sonrisa triunfante.

Digo, por lo mismo, que yo siento que las diferencias
no son motivos de más respuestas cósmicas
que mueran tras el primer esfuerzo;
digo por lo mismo que primero sepultemos el miedo,
la ambiguedad, la ocultación, la haraganería
que sustituye al pensamiento, al habla,
a lo dialógico, al trabajo.

Lo necesario para ir hacia ese lado superior
del ser
está a la mano. Lo que se pueda llegar a ser,
digamos que es posible, empujar con el quehacer generoso
no digamos lo perfecto, lo vivible tan sólo, el optimismo,
vayámoslo ya sintiendo, no en creencias que se diluyan
en los sumideros; sintámoslo como el comienzo
de cada querer considerar, el lenguaje.

2-20-1980 / Del libro inédito Heideggerianas / Hambre de ser / Heideggerianas

Saturday, December 29, 2007

La salteadora




La angustia es una respuesta normal. Es lo que nos hace huir o evitar una situación potencialmente peligrosa; pero la angustia originaria suele mantenerse repimida en el Dasein / hombre: Martin Heidegger


La grandeza de un Yo que anhela el misterio
del origen, un habitar
en tierra que funde trascendencia,
se revela en la angustia, en su fondo temerario
que lleva un lastre de anhelo adormecido,
dolor imperceptible y lealtades escondidas.

La grandeza con la amplitud
de sus propias negaciones combate.
Delata su verdad. Se asoma a esa transmudación
de líbido, energía ligada a lo prohibido,
cortada en tí, amenazadora y llorada en tí
con tan profunda pérdida.

La grandeza de un Yo en cualquier momento
despierta. Trae su pesadilla a ese ahí del horizonte.
Salta como un alerta, sin que se requiera
una provocación extraordinaria.
Basta un recuerdo, un cadáver olvidado
en ese basurero numinoso.

Del tranquilo vivir, en secreto vínculo
con placidez y la templanza, se vuelve salteadora
la angustia que adivina la certeza que no cuaja,
el deseo creativo que investigas, con menos amor
que el que confiesas, las contradicciones
apenas conciliadas, tu pie tan tambaleante,
o líbidos inaplicadas cuando asoma el peligro.

4-15-1980 / De Heideggerianas
Los vampiros / Lista / Internet Store

La nada que me angustia


Si desde el principio no estuviese inmerso en la nada, tampoco el hombre se atendría a si mismo… Con el saber en el que nos movemos cotidianamente, sabemos verdaderamente de este acontecimiento. La nada desiste permanentemente: Martin Heidegger


Ando aún, sin que yo mismo lo quiera,
inmerso en esta nada angustiadora,
en este desistir del propio origen,
en este disimulo del ser que me acompaña.

Siendo aquí, más allá del ente que da
la plenitud de sí, el más justo atenerse,
su humanidad manifiesta, a veces me siento
moribundo, o un suicida que vive, medio muerto.

Estoy aquí, más triste que contento,
más turbio que si la nada fuese sólida, objetiva,
real como el pantano. A nadie puedo preguntar
sobre este más allá de trascendencia.

La razón y su lógica no bastan.
La nada es siquiera un concepto.
Acontece y está aquí, vacía en apariencia,
pero muy llena de afanes, de un y un No
que nunca cesa, que es temerario.

¡Cuánto quisiera dirigirme al fundamento
de este originario carácter que me dio
de sí como alimento y me niega a su vez
cuando pregunto e inquiero por qué
su represión, su vibración de angustia.

3-12-1980 / Heideggerianas
Poetas del Mundo

Ola-ritmo


La esencia del alma se ve colmada al buscar la tierra en su caminar para poder construir y habitar poéticamente sobre ella y sólo así poder salvar en tanto que tierra: Martin Heidegger


Carlos, llámate Alma-Tierra.
Baja como ola-ritmo, ocupa una mar,
Isla de entrada, Caribe cósmico,
pedazo vibratorio de la estética del Ser.
Aprende, házte de la extrañeza primaria
de tu cuerpo; acude a la piel y sé libre
en la inicialidad de los inicios;
sacúdate de los creyentes absolutos
que te niegan camino, pero también
libertad y esencia.

Sé ojos dentro del vientre, oído perceptivo,
besa en pechos lactantes, vomita como el Titán,
sé hercúleo, jonásico, rebelde, sabedor
de amor y zorretías, recaudador de carlancas
y consejos sutiles, sentimientos.

2-09-1980 / Heideggerianas
Lista / El alma bella / Obsidiana Press / Yo soy la muerte

Tu Lugar verdadero


Sólo quedan desconcertados ante el Ser. No hacen más que huir de la meditación como alguien que burlado durante demasiado tiempo por el ente se ha vuelto tan extraño al ser que ni siquiera es capaz de desconfiar de él con fundamento: Martin Heidegger

Pobla la Tierra otra vez. Baja al pantano,
Tú, el rehusador, el burlado por rutina
que te instalaste en el cielo, sin saberlo.

En el Cielo no se puede vivir, alma mía.
Ni tú mismo te escuchas. La pregunta inicial
nunca se responde. Ninguno que piense
se te acerca, No eres el señor de los seres.

Eres quién te buscas a tí mismo,
eres el primer desconectado
y el más despreciado en la tarea
de volverte señalante de tí mismo.

La esencia está velada y no procuras
lo reunido, el amor de tu entorno,
lo reunidor de tu Lugar verdadero.

3-05-1997 / Heideggerianas

TraficoViral.Net

El alma en su lugar


El alma busca la tierra, no huye de ella:

Martin Heidegger

Alcancé la tierra ya, el sendero en el alma
por la que obtuve recuerdos. Se hinchó en dolor
la nave que bogaba, con velas desplegadas
(la ví hundirse en la inicialidad
de todos los inicios)
y la paloma reexaminó los sueños
cuando quiso volar alto, más alto
que la vida y el súbito naufragio.

Alma fue que manipulaba el poseer
y maniáticamente, persistida, obsesionada,
resguardó lo recogido, encerrándolo
consigo, atesorándolo como codicia impía.
La Tierra la ha llamado al fin para que exija
el cielo despejado, la derrota final,
el ocultamiento vencido en la unicidad,
única e inusual, de lo que viene.
Le dijo: «Abre tus lugares reunidores,
Haz que reluzca y translumine lo escondido».

No huyas con la presa que es mía.
El alma querrá indiques su lugar
donde lo predicente reposa y se despoja
de la proyectada fantasía,
la desfiguración, su lujuria.

Punta de lanza fue la razón de su nacer.
Cierto amor ha sido guardado en los sentidos.
No habrá huída si nací para dar cuentas
sobre lo ya pre-comprendido. Alma baja
de los altos nimbos, aterriza en el monte.

No habrá verdad sin redescubrimiento,
sin desafío angustioso de las declaraciones,
lo manejable, seguro, sentencioso.
No habrá verdad si no se baja el ser al hombre.

3-12-1997 / Del libro inédito Heideggerianas

Internet Store /Negocios

Thursday, December 27, 2007

Agradecimiento al Lcdo Ramón Edwin Colón Pratts


El Lcdo. Ramón Edwin Colón Pratts, quien leyó el cuento La muerte de Nano Ortiz me proveyó, a poco de escrito el mismo, una copia de la demanda interpuesta por «Ana María Jiménez Vda. de Ortiz por sí y en representación de sus hijos menores Roberto, Sonia María, José Angel y Ana Emilia Ortiz Jiménez vs. El Pueblo de Puerto Rico», fecha: 30 de junio de 1961. El caso fue resuelto: 30 de junio de 1961, Número: 12163 y reasignado: 29 de mayo de 1961, con un fallo de "No ha lugar".

Del documento legal, leemos: «En 22 de abril de 1955 se inició la correspondiente acción por la viuda y los cuatro hijos de Ortiz en reclamación de daños y perjuicios por la suma de $40,000. En su contestación, el Estado Libre alegó por vía de defensa que el agente Belén "se apartó del marco de sus funciones como policía estatal».

La muerte de Justino («Nano») Ortiz, Jr. ocurrió el 4 de julio de 1954 y la demanda contra el policía se radicó en 19 de abril de 1955, dentro del año. El homicidio procedió después de una discusión habida entre 5:30 y 6:00 de la tarde. La demanda de 1961 dice que al Nano «desmontarse frente a su casa, el policía, sin que mediara incidente o provocación, le hizo un disparo, causándole la muerte. Hay una declaración que pone en labios del policía la expresión "te estoy buscando, bandolero", un momento de hacer el disparo. La prueba no establece claramente que la discusión original obedeciera a algún incidente con motivo de una tentativa del agente Belén de denunciar o arrestar a Ortiz; más bien tiende a determinar que el occiso no estaba cometiendo delito alguno»; además que «en el curso de la discusión nunca Justino Ortiz Valentín, Jr. forcejeó ni acometió contra el policía».

El caso 83 D.P.R. 201 - Ana María Jiménez Vda. de Ortiz por sí y en representación de sus hijos menores Roberto, Sonia María, José Angel y Ana Emilia Ortiz Jiménez v. El Pueblo de Puerto Rico, está en la Biblioteca Virtual Legal y el cuento de mi autoría en este website; mi investigación para el cuento fue esencialmente historia oral, en base a testigos y recuerdos, de personas que conocieron a Nano Ortiz. Al igual que el abogado, mi amigo Colón Pratts, quien también escribirá sobre el tema, la intención de mi cuento es dar homenaje a un pepiniano admirable y valiente.

Escribe Ramón Edwin, en su email del miércoles, 26 de diciembre del 2007: «Amigo Carlos: En primer lugar, el cuento de Nano Ortiz es una joya. Cuando eso ocurrió tenía seis años. Nunca lo he olvidado por varios motivos: mi padre era amigo de Nano y lamentó mucho el suceso; he sido amigo de sus dos hijos varones durante muchos años, y los sucesos ocurrieron un cuatro de julio de 1954».

Para leer el cuento, haga click aquí: La muerte Nano Ortiz

Chesed


Te llamé mi escudo y ancla y esperanza,
admití tus términos. Envíame, te dije,
el nuevo ser de mi alegría.

Cobíjame en Betel. Aunque mi cabecera sea
la piedra dura, acéitala por mí.
Bendíceme en Jacob como simiente
y haz que yo suba la escalera del sueño realizado
que me pone a tu alcance, en tus mismísimas alas,
en tus espacios abiertos.

De esta angustiante inconclusión, yo me haré cargo.
No es que vivas por mí lo que pido.
Sé que me transito en finitud, en ser-ahí,
sin entender mi ser mismo, mi integridad,
mi nexo con la infinitud del espíritu.
Tén paciencia. De la inconclusión, yo me haré cargo.

2.

No me deja vivir este dolor, sigue mi rumbo.
Abre alas, baja a las aguas de Mara.
Con mis ojos de sed, sorbe del distanciamiento
la dulzura, el remanente del que me han separado.

No sabe uno en quién culparlo,
si en los olimpos del tedio o las orgías metafísicas
del deseo, o la fe o el hermetismo.

Sale de todas partes este trago amargo.
El sabor de la hiel, la sangre del espino.
La miseria injustificada; el ego herido,
Neshamá que huye mientras el ángel vela.
Y cierra todas las puertas. Cosifica.
Adquiere todos los nombres; se hace sublime,
se pretende vulgar, se le cree con harapos
pero en alarde, enseñorándose, se viste.

Como un ángel de materia negra, inaprehensible,
o un soplo de su Ain, la nada misma, conturba
y se presiente. No concatena realidad que armonice.
Es un instante que basta para que absorbas lo amargo
Y mueras en la desesperanza por la fe insuficiente.

¿Por qué se sonreirá, después de todo,
si la amargura es la injusticia pródiga?
Y, en escasez de espíritu, hay hambruna
y sed y enfermedad, patología sublime,
lo mismo que en el mundo socialmente oprimido.

Ni el ángel llega ni el Dios se asoma.
No hay garantía de fe ni calma que se extienda
a más espacio-tiempo que este ahora que se ahonda,
mundanal e inmundo, miserablemente.
¡Tan sólo lucha el hombre que el ahora
es más intenso que los futuros soñados!
y lo sabe que el que sufre; ¿con qué solidaridad
darse ventaja, o respiro, o consuelo
cuando el ángel calla como una Nada?

Cuando viene este dolor, como primera emanación
de la tristeza, ya te sabes el hombre, cortado de raíz,
sin la fuente directa, sin acceso consecuente
al que se va y te arroja, aquel el Innominable
cuyo fulgor arde, te quema y se te impone por siempre
por la causa esencial de Neshamá, sustencia / espíritu indomeñable,
fatigoso, inapresable, doliente proceso contigente.
Espíritu, si no me llamas fiel, si no me amas,
mátame ya, no me eternices en Tu Absoluto Presente.

Del libro Seth, mi serpiente

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Monday, December 24, 2007

Navidad


Hoy es tu día. Se festeja el natalicio
y el peregrinaje, el embarazo santo
de María, la noche del alumbramiento.
Te incorporaste en dolor y miseria.

Naces en el recuerdo de muchos que te olvidan
consuetudinariamente. Naces en Navidad
y recogido estás en un pesebre que huele a heno.

Te rodean gallinas cluecas y, posiblemente,
cercano a tí está el asno y la pareja cansada
que te trajera al mundo y acaso... se sientan,
pobres entre los pobres y solos, como yo.

En el fondo, sí que anhelan que nazcas
y que seas, según crezcas el niño trascendente,
mucho más que lo que nace tristemente cada día:
sea, por difrencia, una vida fecunda, incontaminada,
protegida, dueña de infinitas bendiciones.

Una vida que el día que ésta se duela
(y vea las contigencias de lo amargo)
vea también cómo se abran los cimientos,
lo que esté a su paso, ocasionando
la fatiga. Que pida que el dolor se deshaga,
se eche a un lado y abra paso a la dicha.

Hoy es tu día, a miles de años
de que nacieras en verdad y se rememoran
las señales asociadas a esperanza por tu nombre.

Alegan que llegaron reyes y te alabaron
(dándote símbolos: mirra, incienso, oro)
y que entes invisibles estaban contigo
y el ángel mayor era una Estrella.

En algún punto, no sé cuán lejano a Belén,
también nací. Ninguno se imaginó
que una estrella me daría destino
ni que vendrían del Oriente los Magos
con la ciencia que enriquece.

Nació otro, hermano, otro hijo y del modo
nacido, no hay nada comparable contigo;
yo no veo al que visita mi pesebre
ni me da lumbre; no sé si tendré el sendero
libre de salteadores, o quedaré en la cueva.
Desvalido. No sé si la parturienta me abandone.

Hoy, sin embargo, quiero que nazcas tú conmigo
porque más que sólo nace a veces el hombre.
Hay que nacer de una Luz, no sólo de algún vientre.
Sea tu presencia entonces en útero del alma
y más dulce y blanda la paja del pesebre.

Haz que la brisa que entra al chiscón
donde me encuentro y que es tan fría
sea la misma brisa de la noche
del 24 de diciembre cuando gemíste
en el establo y llamaste Hermano a todo hombre.


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Sunday, December 23, 2007

Don Lion el Levitante


a Leoncio Bourdón Jiménez


Quienes anduvieron a la husma, creyentes de que existen los temenoi, es decir, altares ocultos y demónicos a los que se va por caminos subterráneos, no se sorprendieron de que, a principios de los ’80, muriera Don Lion, el Levitante, del que se alegó que fue brujo, nativo de Guayama. O con parentela de los Bourdón de Moca, si no miente la gente.

No le hicieron unas exequias cristianas en El Pueblo, ¿cómo hacerla si aquel negro, con estatura de 6 pies, 6 pulgadas, tenía los ojos medio verduzcos, pero con una mirada fiera y roja? Decían que, en vida, se encerraba por más de 15 días a conversar con espíritus en su bunker soterrado en Hoyamala y que el mismo Demonio se hospedaba con él. De modo que ninguno que lo conociera y supiera de sus hábitos, quiso enterarse de si una tumba se le hizo o si se trasladó a camposanto o enterarse siquiera de cuáles apellidos se pondría en su lápida. Se especulaba si uno de sus apellidos vincularía una cepa de Jiménez, o Bourdón y no alguna de Pepino…

Cuando murió tenía el pelo canoso y más de cien años de edad. Asomados al féretro, allá en Hoyamala, vieron en su lugar la apariencia de un jovenzuelo. Se dijo en pueblo urbano y campo que murió el hombre que curaba a los tullidos y que navegaba bajo la tierra, inmerso en ríos de olvido, o que flotaría como un fantasma entre cavernas, quizás cavadas por él mismo con ayuda de demonios infernales. Eso será precisamente un témeno.

Se calculó que se quedó en la edad de los 40 años, siendo más viejo y pasado el siglo. Algunos se acuerdan que Don Lion fue guitarrista fino. Y había que admirar a la mosca inmensa en un vaso de leche, trajeado en gabardina blanca, con ojos enternecidos al tocar el laúd o la guitarra. Tenía la cara y cuello grandes, cuerpo fornido y musculoso.

En los años Cincuenta, periodo en que subsistía en Pepino, determinándolo todo, la dinámica elitista y clasista de los Rodríguez Rabell, los Franco, las Damas Católicas, el Cura Aponte, los Oronoces, los Font y uno que otro Cabrero, se toleró a otro músico que competía con él, Millín Scharrón al rasgar la guitarra con destreza. A Scharrón preguntaron: «¿Quién es mejor, tú o ese demonio?»

Calladamente, lo comparaban, queriendo o no queriendo, con un ángel de ébano que entretiene al Olimpo. Y las damas zuzurronas, entre sí confesaban, desde el casino o las verbenas, después de leer sus libros de oraciones y misales de vaderécum: «A riesgo mío, escuchamos su música y, a meo penículo, yo misma lo observo. Con su mirada enervante y sus enormes cojones encubiertos. Es peligroso. Cocolo malnacido, símbolo de traición y de lujuria. ¡Líbranos, Dios Padre, de verlo y escucharlo cuanto puedas, oh Dios mío, Jehová de los Ejércitos!».

Y, tener que vérsele tan inocente e inocuo en apariencia, refugiado en la música, como un Apolo con su lira en las manos; tener que vérsele, con los dos nenes de una mujer hermosa, nenes de Ramey Field, dignos de ojos azules y la energía de los campos de Kansas… Mrs. Simpson seguramente se abrió a la proceptividad porque el brujo desataría su estrum con ojos distintos, ojos fieros, y esa construcción de reflejos espinales que Don Lion controla con la pituitaria vibrante o con la ingeniería de las axonas del cerebro. Es peligroso el brujo de Hoyamala. Ya había durado veinte años cingándola, amándola, protegiéndola. Y ella, Mrs. Simpson, lo quería. Lo querrá siempre. Eso es lo incomprensible. Eso es lo misterioso. Otras viejas meditaban Leonas y Rotarias el por qué habría de quererse al negro venido de Guayama, esa versión reciente de Guilimbo que aún desdijo al Cura Aponte y a las damitas catequistas de la Iglesia del Pepino.

Cuando están con las feromonas vaginales, en alto grado humedecidas en sus loquios, por acción de axonas noradrenálgicas, ellas huelen hasta los pedos de los ángeles y el olor de Don Lion les impregna como si volara por los aires, levitando, próximo a las casas suyas y sus habitaciones. Y, de veras, hay quien lo observa cuando se va o se esconde en sus sótanos sagrados de La Chula y después sale en forma de ángel por ventanas cósmicas. Los bulbos olfatorios lo detectan como feromonas. Es él que hiede en las propias vaginas.

Las niñas, con activísimos órganos vomeronasales, lo descubren, no en residuos volátiles, vahos de sus movimientos en los aires, sino en la densidad no disuelta de su presencia en las orinas. «¡Son las adolescentes a las que él prepara sortilegios! ¡Recen, niñas, pubertarias inexpertas, que Don Lion induce a malos pensamientos!», alertaría como si diera el último consejo, Martina La Jorobaíta, vecina espírita de la Escuela Blanca, a quien él echó un fufú y la neutralizó como médium para siempre.

En los balcones, o en los patios de sus atacados con magia, dejaba una sendas cagarrutas de mierda de bruja. Las dejaba caer desde los aires en los días de cielos encapotados.

Malos pensamientos, demasiados malos pensamientos, azotaría a ese grupo de mujeres que ya han sabido lo que él hizo con ese bulto enorme de sus entrepiernas: ha corneado al Ingeniero Mr. Simpson, de Kansas. Le robó la esposa al buen americano. Trapeó con su prestigio por los suelos. Se la trajo consigo, raptándola hasta los temenoi… Hombre de tal catadura no será bueno. Macharrazo así que induce a que las quinceañeras más lindas se orinen en sus bragas, por el gusto del orgasmo imaginario, ha de ser malo. La receptividad erótica, ovárica de estrum, es pecaminosa.

Don Lion ha de tener un vergajo imponderable. Una macana grande y rica, con la cual hechizó a Dorothy Simpson. Veinte años han durado, él y la gringota de Kansas.

Además, otra cosa se supo. Al fin, ella se llevó los hijos que cuidaran. Y regresó a kansas con ellos. El sólo dijo: «Está bien, mujer. Véte», y no titubió, ni fue por error que lo dijo. El brujo hablaba el inglés perfectamente, con un acento que parecía de Cambridge y ésto sumaba a la capacidad de enamorarla. Ahora se recordará cómo fue que volvió a las andanzas y cómo obtuvo lo que obtuvo: otra niña adolescente lista para comerse, ya en su lecho. Fue la más dulce y bondadosa de las hijas de Juanito.

2.

Quien se asomó a la caja para confirmar el milagro del elíxir de la eterna juventud fue la parentela de Juanito Ponce de León, un tendero de La Chula, en las cercanías de Aibonito Guerrero. Al lado de la viuda, su madre Doña Matilde y otras de las hijas (Lala, Sofía, Ana, Gloria, Pilar, Araceli y Tinita), todavía protegidas y disciplinadas por la tía, llamada Catín La Coja.

A más iba a mirarlo, con la protesta y el recelo de Doña Matilde, Pedro Güimo, el bizco, no podía creerlo. En el interior del ataúd, parecía que Don Lion se habría transfigurado. Ni siquiera tenía el pelo canoso. Habría rejuvenecido. Y Don Pedro, otrora enamorado de una de las hijas de Juanito y por ella misma rechazado y por Catín La Coja mandado a volar porque era un gambáo, de mala pinta y ojos extraviados, un Don Nadie, mal hecho y desafortunado, testificó ante todos:

«¿Cómo no voy a defender a Don Lion? El me enderezó el cuerpo, me mejoró las piernas; yo era feo y nadie me quería. ¡Mírenme ahora! Casado, con una mujer que no se queja ni me devalúa y no veo doble…»

El que pensara robar algo de las fincas de Don Lion, o se asomara a las barracas para entrar a los temenoi, sin un permiso del Levitante, ¡cuidado! A pistola lo velaría Pedro el Bizco. ¡Por Don Lion daría la vida! Fue congraciarse con Palomita y su familia de cinco niños lo que lo trajo a dar su duelo. «A ver qué saca vino», chisma Catín. El dice que no. Es un vigía leal, peón sin paga del muerto. Que no se atreva, nadie y jamás a portarse irrespetuosamente porque así como él odia, Pedro el Bizco agradece para siempre.

Antes odiaba a Juanito Ponce y a Catín La Coja, la jamona con pata de gato, ahora les bendice. No queda una sola (entre la prole de esos cricales de Juanito y Matilde) para quienes nos tenga sus rezos y parabienes, sólida y emocionalmente guardados.

La viuda, joven aún, no llora a un anciano, sino al amante insaciable, amoroso, ente de sus gozos, devoción de su bondad absoluta. Ha callado por ahora. A todos oye y pide un buen comportamiento de silencio a los cinco hijos que con Don Lion procreó.

«No digan nada», les dijo, «pero sirvan el café a los que llegan».

En la casa, con Don Lion mientan el excitante mundo de los túneles, muchos secretos que tuvo guardados en su casona y, a oídas sordas, el olor de sus orines, el hormón griego, aguas soterradas en su cuerpo, el olor de la tierra y las calderas y los temascales. Secretos para los esoteristas y los sabios. Secretos de los temenoi, catacumbas del centro espírita que compiten con la Casa de las Almas y la Pirámide.

«¡Fue un enterrazo! Así se dirá por muchos años, así predije», dijo Magalo el Ciego, tío de la [Palomita] viuda.

Se abrió paso, bastón en mano, metiéndolo entre las piernas que encontrara. A éste lo llamaban Galo.

«Echate a’cá, Galo», dijeron al Ciego que empezó a cariciar con los dedos suavemente, así como tientan la carne los invidentes, el rostro del cadáver. «¡Ay Dios, Don Lion está tibio en la caja como si viviera!»

Al decirlo provocó las lloraderas. Sabido es que llegaron unas plañideras profesionales. Venían de toda la isla. Conocían al difunto como a las palmas de sus manos. Le cocinaban en las barracas como si fueran criadas en sus andurriales.

Catín, siempre cascarrabias, arrastró con premura la pata flaca, y dijo: «¡Por siete demonios, vamos a dejar al muerto en paz y cerrar ese ataúd!».

Don Tino Vargas, el abogado, se apiadó diligentemente del asunto y se abrazó a Catín La Coja y le dio unos chinitos repegones en la cola, porque, ¡qué hembrota fue Catín, desde los tiempos en que criaba a las hijas de Matilde y don Juanito! Las bañó durante la niñez. Regañó a todas, amenazó con duras tundas y les enseñó, con disciplina, quehaceres de la costura y el bordado.

Fue cuando cerraron el féretro y recondujeron a Magalo el Ciego a un rincón, con la dulce y prudente invitación a que no estorbe ni manosée a la gente. Que no se atreva a rascar con el bastón el culo de nadie.

«Echáte a’cá, Galo, y dínos cómo fue que murió este santo. ¿Qué víste tú en el éter. Dínos cosas desde tus santos ojos, visionario», propuso como moción el licenciado.

«Un día dije a Don Lion, desde la lomita de La Chula, ‘no te sorprenda que te diga que soy profeta, y no por ser ciego como Elías'. Para que yo fuese medio vidente en el espíritu, aunque no lo pedí como merced y gracia, 'no me curaste. No quisiste curarme’. Medítalo».Para que se creyera en Magalo, transcurrieron muchos años. Don Lion estaba en planes de ir a Nueva York, a una reunión de ingenieros, de algunos, entre ellos, que él conoció en Chicago, Detroit, ingenieros de ferrocarriles… y aquí juro que dije lo que el mismo Lion le dijo a Jaunarena, cuando anunció que se iría a Barcelona, ‘no vayas”. Suspende el viaje; pero se embarcó y murió a mitad de su rumbo… ¡Don Lion no me hizo caso! Jaunarena tampoco a él. ¡Dios lo bendiga!»

A Teodoro [Choro] Ponce la misma viudita le encargó que hiciera que Magalo se callara. Sí. Desentona. Hay muchos allí cuyos testimonios son más adecuados y abonan sobre la bondad del difunto, aunque en El pueblo se había llamado al buen marido un brujo negro, temible y fiero. Satánico.

«Miren, miren, no fue que fuera del campo no lo hubieran querido. Habrá un par de malagradecidos, adláteres del Cura Aponte; pero les aseguro que a don Lion lo respeta todo el mundo», dijo Tinito Vargas y recordó a quienes curó. Gente de alcurnia: Pepe Cabanillas (a quien salvó su próstata sin cuchillo ni dolores), a Bienvenido Acevedo, dueño de Rancho Grande en Guacio, al Juez Veray Torregrosa, a Pedro Pomales y, aunque no son de Pepino, si no ricos poderosos de Guayama, a Víctor Anglade lo libró de sus males cardíacos, a don Angel Fuentes, el de las caballerizas, lo levantó de la muerte, a don José Capella Alvarez, la voz radial del «Clarín», al Cojo Añeses, aguadillanos… y según, se dio la lista hubo que mencionar sus muchas amonestaciones.

Don Lion dijo a Jaunarena: No viajes todavía, no viajes…

E irrumpió otra vez Magalo el Ciego y dijo que vio claramente en su mente, desde sus santos ojos, antes de que sucediera, que unos hombres, judíos o italianos, preparaban un embarque desde Farenga Bros, de Manhattan, y se enviaría a Pepino y se materializó con el trámite el traslado de un cadáver a Pepino. ¡Don Lion!

«Y dormía yo, por esos días, muy inquieto siendo que amonesté a Don Lion y le propuse que pospusiera el viaje».

En la funeraria de «Macana», aquí en Pepino, llegó un sendo cargamento y llamaron a la Palomita al San Sebastián Memorial, propiedad del ex-sargento [Rauli] Méndez. Y Matilde, viuda de Don Juanito, dijo a la viuda de Don Lion, su hija: Que vaya contigo Catín, mi hermana y antes vaya y consulte con Tinito, Tres Patitas, porque él es abogado e hijo de Aguedo Vargas (que supo de ataúdes y precios para las cajas del pobre). Eso le viene de familia… Entonces, Choro dijo: Pues yo iré también y llevaré conmigo a Polo Prieto, por si hay que cargar la caja y resulta pesada por el tamaño de Don Lion.

3.

Quien vestía de blanco, con gabán y pantalón de las mejores telas, irá a la tumba igualmente vestido de blanco, al corte inglés. Lo han enterrado con un «Governor Suit», confeccionado por Santos Ruiz. Y está siendo bien llorado.

Sobre don Lion, después de ser velado en la casona, a Doña Matilde preguntaron cómo y dónde conoció su esposo a quien es, por voz del pueblo, un engendro negro y trashumante y, por igual, curiosean sobre si algo de cierto hay, entiéndase absolutamente cierto, respecto a túneles que vinculan su finca de Hoyamala y la Base Aérea norteamericana, Ramey Fields. Que si la ruta conduce a cavernas de fuego o si hay riachuelos que llevan al mar de Aguadilla. Los curiosos preguntan por los datos del acceso y permisos para consultar estos secretos, revelaciones. Son los que hoy y todavía andan a la husma y han creído verlo levitando bajo el cielo.

Y el hombre que antes fue Juanito el Cojo, seis años clavado a un sillón de ruedas, ya viejo, contaba la historia de su curación con pelos y señales; pero murió primero. Puede que hoy sea su viuda la que cuente a gusto acerca de estas cosas, pero siempre agradecida con Don Lion por lo que hizo con Juanito:

«Claro, claro, que hay riachuelos bajo la casa de Don Lion… claro, claro que mi esposo fue el primero en ver sus maravillas… Lo levantó de los amarres del dolor en esta edad de quebrantamientos. Lo consolidó y le dio calma».

Como quien despide un duelo, el panegírico le sale de la boca sobre «el hombre bien vestido, desde que regresó del Ejército».

Don Lion, como él, en la Guerra del 14, pasaron las pruebas de valor que la violencia impone. Cumplió los karmas / avatares del Desmembramiento del mundo. A Don Lion lo mataron 3 veces en la Guerra del ’14, no le calaban las balas. Sinforoso Arocho, cuando vino a Pepino, antes que él, vio los combates. Dijo que lo presenció a veces muerto, al rato vivo. «Y ésto nos lo dijo para que tuviéramos fe en que Juanito se levantaría de la silla de sus lamentos».

«Han de verse milagros en este pueblo y el mundo», añadió Magalo el Ciego. Al decirlo así, se aludía a las guerras mundiales, pero también al Viejo Saturno de los temenoi que lo mismo se ríe en los carnavales del mundo y pone a los ricos a danzar, lo mismo que a sufrir y temer. Es la edad de armonizar los poderosos con los pobres, edad de quemar los malhumores, libertar las parejas oprimidas y dejarlas fugarse con los desconocidos, en las carnestolendas. Como en las Saturnalias romanas.

Y, por supuesto, que los vecinos lo entendían, porque, de momento (y sería en 1943), Don Lion compró una cuerda de terreno y, en breve tiempo, obtuvo otras 6 cuerdas. No se sabe cómo le vino este regalo. Y sembró con esmero. Como hortelano se vio que era capaz de dedicar entre 18 y 24 horas contínuas a la labranza. Cuando sembraba sus granos, su maiz, sus batatales yautiales, no se daba descanso. Sus cosechas eran esplendorosas. Una calidad de producto como no se conocía en el mercado.

Nadie se atrevía a robarle por razones de una geopatía entre el sembrador y sus terrenos. Desde que arrendó sus primeras vacas y cabrillas, todo se lo entregaba para su protección a la esfera de las ánimas. Ni las lluvias torrenciales, ni los comegenes ni los vientos, nada podían contra su casa tremenda, de amplio balcón, techada a 4 aguas…

Una vez terminada, sucedió lo que le dio fama en El Pueblo y sus barrios. Se trajo a la hermosa potranca, Dorothy Simpson, con los dos hijos que ella tuvo del marido. Era la mujer del ingeniero Simpson a quien le gustaban las mujeres de la costa, quemadas de sol y bullangueras. Y era también que, solapándose gustos y secretos, a la mujer del ingeniero, blanca y rosadita como algunos de los trajes de Don Lion, le gustaba la apolínea negrez del obrero favorito y la ternura de Don Lion cuando dormía los nenes del hombre anglocaucásico.

Casi arrobada por ese encanto, cuando él con su laúd, hecho en Canarias y traído de Cuba, interpretaba canciones para los días de invierno, motivos de luna y tristezas de la Isis osiriana, Mrs. Simpson se le echaba a los brazos. Y el Gringo, sabiendo o no sabiendo, andaba en sus andadas con putitas y engañifas. Y la mujer de Kansas, a solas en su alma, sufriendo, pero con Don Lion al lado. Bien que se dijo, ella estaba consolada.

Un día advirtió: «Me voy a Kansas, con los nenes. Desaparezco. No me busques. Sigue cingando».

Don Lion había finalizado un túnel.

«¡Si quieres alejarte de él, tienes la opción de irte conmigo!»

«¡Sí! Acepto».

Caminaron cada uno con un niño en los brazos. También otra casa que Don Lion hizo con sus propias manos la esperaba y allí se arranó con ella y le exploró todo el cuerpo y la fructificó, cuidándola y amándola como ella quiso ser amada, atravesada con riejo de carne roja y fiera. Fue una Luna que espera sol y cálido balance.

«Seré tu balance, amada», le dijo Don Lion.

Juanito Ponce en vida contó a toda la familia que la casona fue como un palacio, con todos los útiles domésticos y servicios, que no se conocieron entonces en el campo. Y que, en el batey, Dorothy le preparaba bocadillos que él devoraba con «high ball».

En Aguadilla, los mejores filé-mignon se le aderezaban en el Tony’s Bar Restaurant y, casi siempre, sin cobrársele un centavo.

Los que con mala leche acusaron a Don Lion el Levitante alegan que a Dorothy la embrujó con un talismán que ella colocó en un caro collar que le obsequió el marido. Mas el talismán preparado previamente por el brujo la prendó. «Póngase eso», dijo a ella en vísperas de que cumpliera 34 años de edad. Al año siguiente, se juntaron y vivieron 20 años de amores intensos. El tiempo ató las cosas. Y del mismo modo, desata. Disuelta la pareja, cuando supo que su marido murió, Dorothy se fue con sus niños a Kansas. Los educaría propiamente.

Después del Armisticio de la Segunda Guerra, sería el tiempo se irse.

«No es que te dejo para siempre», dijo a Don Lion, pero añoraba sus tierras blancas y nevadas. «Allá no serás feliz». El se quedó. Ella se fue. Y había tristeza en los cielos noctívagos de Hoyamala.

«Fue cuando lo conocí», recordó Matilde, viuda de Juanito Ponce, y añadió que Don Lion pudo haberse ido con ella. No se fue. Habría podido enriquecerse como un joncho, lleno de plenas abundancias o partícipe de jugosos salarios, porque Don Lion aprendió mecánica Diesel. No se fue. Oyó el consejo, «allá en el Norte es que hay futuro; tú ya conoces el Este, el Sur y el Norte».

Era experto en calderas. Aprendió, todo cuanto se pudiese, sobre el trabajo de calefacción en trenes, edificios, fábricas. Entendía las matemáticas de la ingeniería. Leía sofisticados planos, alteraba lo conveniente y, por eso, con el mismo Pentágono, hizo migas y con militares y civiles de fama, dirigió los operativos de contratos grandes y fue de ese modo que llegó a la Base Ramey, donde ganó la confianza del ingeniero blanco…

Era el Maestro de Obras, ayudante principal, eficaz en todo, poderoso entre centenares de empleados. Pero... «no se fue». Y con esas mismas palabras, calló la viuda de Juanito Ponce, preanunciando que el demonio es santo, o que a Don Lion lo usaría la mano de Dios para bendecir a los Ponce de León.

Dio otro mensaje de duelo, el tendero Santos Vázquez, del sector La Trece, entrada para La Chula: «¿Cómo que no se quiso cubierto su ataúd con una bandera americana? ¿Cómo que no quiso el sargento Macana que se velara por más de un día en el Sector Pueblo ni que saliera la procesión espírita rumbo al Viejo Cementario? … Yo ví el primer auscultamiento de Don Lion, en aquellas fechas tristes en que Juanito cerraba el ventorrillo por ese dolor que tendría en las coyunturas y le dije: ¡Animos, Juanito, que te está hablando uno que sabe! ‘Usted tiene cura’, le dijo, ‘y lo voy a poner a brincar’… Eso lo ví yo ese día que (don) Lion entró y se dio un roncito aquí. Un domingo que vino tocando la guitarra y preguntó por Millín Scharrón».

«Yo recuerdo a Juanito paralítico», recordó el tendero de La Trece. «No servía pa’ ná a los 44 años, sino fuera por la hija con la que Dios lo bendijo», recordó que dijo y señaló a la viuda como si fuera Juanito Ponce en vida. «Ella me empujó la silla de ruedas durante cuatro años», había dicho Juanito. «Fue entonces que lo conocí. ¡Era Don Lion!»

Se dijo que él maldijo su vida ante el negro que entró a la tienda y lo vio, haciéndose subir a un sillastro por mi hija. Estuvo maldiciendo y lamentando. y él se aproximó a ayudarla… Juanito protestó y le dijo: ‘Ella puede’. No lo creyó, pero, en fin, dio las gracias

«También hizo ante mí el mismo juramento: Daría lo que sea por dejar este sillón de ruedas», dijo el tendero. «El miró a la palomita».

Es la hoy viudita que pedía lástima por Juanito, y recuerdo que Don Lion dijo: ‘Hay que medir las palabras, después honrarlas, señor. Pero si usted me da lo que yo pida, lo curo en 3 meses’… Ocho días más tarde, don Juanito lo vio escribir en su ventorillo, al costado del mostrador, unas instrucciones, un listado de ingredientes. ‘Búsquese ésto, hágalo, que yo vengo el mes que viene’…

Santos Vázquez, Catín La Coja, Tino Vargas y Teodoro Choro, se sumaron a los oradores visitantes para contar aquel milagro y otros milagros. Una médium de Guayama, quien representó a Vicente Géigel Polanco, se posesionó de la Santa Difunta del político, para comunicar el alma de Juanito. Y las dos viudas, madre e hija, Matilde y la paloma, se desmayaron y hubo que abanicarlas, empapar con alcanfor sus naricitas para que oyeran el mensaje, con la supuesta voz de Juanito Ponce y otras potencias. Y bebí lo que él recomendaba y cada vez me sentía más fuerte, menos cansado y con unas ganas de echarme a correr por selva y monte como cuando serví en la guerra del ‘14…

Contaba los días que faltaban para ver aquel señor que no dio ni su nombre… [ah, sí Don Lion] y, exactamente, al mes y bien entrada la tarde, corrió mi hijita a mí y dijo: ‘El yerbero viene, papá’. Yo había perdido la fe de que llegara y cerré la tiendita antes de tiempo, porque el mes se me hizo doblemente largo…’Quizás tendré que llevarlo a mi casa, Juanito; pero antes, voy a preguntarle por el trato. ¿Me dará lo que yo le pida, porque usted me dijo: Lo daría todo, cualquier cosa… y, porque vino y sus yerbas me habían dado fuerza, alegría y optimismo, grité de histeria: ‘Levántame de esta postración. Quiero envejecer, a todo trote. Esta tapia tan pesada que soy esclaviza a la niña de mis ojos’.

La segunda fase de la curación se realizó otra vez en la casa de Juanito y allí le dio sobos con fuertes manos en las piernas y le dijo, delante a las 4 hijas que tenía y de su mujer, has estado muriendo con una espina de hierro atravesada que se oxida; pero, hay huesos dwe luz sacra y, sobre todo, un metal noble todavía en tu vida. (¡Fue cuando miró a La Paloma con dulzura!) Y llamó hueso indestructible a la misma luz sacra y al núcleo del tejido óseo. Núcleo de resurreción y dijo que enviaría de su luz a ese núcleo, después de masajearlo esa noche. «Vendré en un mes», dijo.

En la casa dijeron, ya que en el curso de los días siguientes, Don Juanito se levantaba muy contento, más reconfortado y sin dolores, que Don Lion trabaja con metales de luna. Recordaron que dijo que más que la plata lunar, el más noble de los metales es el oro, que es fuente del Hueso Indestructible y la Luz Sacra. Y, en reuniones familiares, especulaban si él era capaz de quitarle la casa, o un pedazo de la finca productiva, sin la cual no se sostendría la Tienda de La Chula.

«¿Cuánto será lo que pida?», se preguntaban.

La comunicación del médium hizo enfática la voz de Juanito cuando dijo: «Aquí en la casa, mando yo. Y si me pide, por levantarme de esta silla, la tienda o la casa, se la doy en pago. Aún tengo mis manos para trabajar. El me dará dos piernas, ¿no es cierto?».

Y lo esperó, otra vez felizmente, un mes y otro. Volvió a contar los días de su regreso y, exactamente, al mes y bien entrada la tarde, se repitió el momento. Su hija dijo: ‘El yerbero viene, papá’.

Esa misma noche, junto con la niña de 13 años, lo internó en una barraca en Hoyamala y lo bajó por unas escaleras, internándose en túneles y pasaron ante habitaciones y salas de descanso. Lo condujo, semidesnudo, a una charco de aguas térmicas. Y le dio un bebedizo y, delante de él, hizo oraciones, le sumergió su cabeza bajo la superficie de las aguas. ‘Sóbese las piernas. Repita estas frases que le digo’.

No supo cuantas horas después de la medianoche estuvo en los temenoi, túneles sagrados del Negro de Hoyamala.

Cuando salió Juanito Ponce vio la madrugada y caminaba, no creyéndolo, aún con miedo, o cierta incertidumbre a que durara pocas horas la sostención del milagro.

Atrás iba la hija, a quien Don Lion llamó más de una vez, la palomita. Lloraba con emociones extrañas. ¿La querrá su padre ahora que no necesita que ella empuje su sillín de paralítico?

«Pues, ¿qué le debo, Don Lion?», dijo la voz de Juanito Ponce.

Llegaron a la tienda de La Chula. No viajaban en una carreta como antes.

Esta vez sacó un automóvil que era con el que paseaba cuando andaba bien trajeado por El Pueblo y buscaba a Scharrón Rodríguez para serenatear, darse unos palos y tocar la guitarra o la mandolina como un mago.

Para contestar, sólo miró a La palomita. A la niña que hermoseara, año con año, la quiso. La pidió sin temblarle los labios.

Desde un ventanal de la barraca, la segunda casa que construyó en sus terrenos de Hoyamala, dijo él a Juanito Ponce, «salía yo e iba a verla. La observé desde antes que usted me conociera. Busqué la luz y la luna en sus ojos, ojos de metal noble y de misericordia».

De pronto, el curado y atónito Juanito calló.

«Déme la oportunidad de visitarla cada mes y, en un año más, la recibo y me paga».

Don Lion no esperó la respuesta. Dijo para así: «Que sea como he dicho».

Al cumplir justamente sus 15 años de edad, Don Lion se casó con la muchacha. Don Juanito, su padre, se repuso del llanto y del tiempo que le dio para entregarla, pero le dijo: «Sí, el pago es justo».

La Palomita fue feliz porque Don Lion la paseaba por los temenoi y juntos se bañaban en las aguas termales, subterráneas. Se escapaban en la noche a los montes oscuros y no temían a nada. Alguna gente sí decía que él es un brujo temible, que hizo mal don Juanito Ponce en dársela a tal negro, por más rico que sea… y ella, como él, sordos oídos, no temían a nada ni a nadie…


12-10-2007 / Don Lion

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Saturday, December 22, 2007

Las profecías de Don Lion

A Manuel Méndez Liciaga (1884-1964)


A la gente que acosa, veja y se hace presa fácil de resentimientos, al sistema de caciques, les llega una figura acusadora. Su poder será maldito pues hay fuerzas que operan detrás de los destinos desgraciados y preparan el camino de su disolución.

Don Lion, el «Profeta Durmiente», como lo llaman por todo el Noroeste de la Isla de Puerto Rico, pues es brujo poderoso, desde mediados del ’20, distingue al hombre bueno, cuyo rostro es transparente, del que tiene unas segundas intenciones y al que percibe interpuesta, por encima o por debajo de su rostro, una cara de perro.

La cara de perro no se le ve a todo el mundo. Comienza a manifestarse cuando una presencia de vampiro obsede al sujeto y éste descubre ante el espejo que sus ojos se inyectan de sangre. «No recordamos cómo ni cuándo ocurrió ni por cuanto tiempo. El exceso, ibris tiene por señal la sangre en los ojos».

Don Lion, quien verbaliza esas cosas, cuentos de vampirismo, según incrédulos, es veterano de la Guerra del ’14. Predijo algunas cosas y se han ido cumpliendo. Alemania que siempre se ha jactado por contar con más millonarios que los Estados Unidos de América vivirán una hambruna para 1917 que a los más soberbios los sofocará en la muerte y a los resentidos los engrandecerá y les dará caras de perros. Lo dicho se ha cumplido.

Predijo la Depresión del ’20, el ascenso y caída de Hitler y el Nazismo, el Nuevo Trato, la muerte de Roosevelt, el asesinato de John F. Kennedy y Martin Luther King, Jr. Alegaba que lo que él sabe se lo dicen unas damas de cuerpos negros que viven en dimensiones ya étereas, antes en catacumbas, en oscuros huecos, cerca de acueductos y tumbas. Son mujeres que propician las buenas cosas, pero, castigan los excesos. Son mentadas sacerdotisas que enseñaron a los esenios y después a los cátaros. Por boca de Don Lion, se vaticinó que se hallarán los antiquísimos libros que ellas dictaron sobre el Jesús verdadero, Los Rollos de Mar Muerto, y los tiempos en que ellas, como criaturas vivientes, eran visibles en la Tierra, como mujeres de hermosura inefable y no como hoy las refieren, viejas horripilantes, con látigos en las manos para escarnecer al perverso.

El hombre malo, el que a una gota de pudrición redujo su cuerpo, gota sobre la que quiso que naciera su alma, verá tales apariciones y preguntará:

«¿Quién eres?», o «qué eres?»

Y Keres es el sonido sagrado de su desbordamiento y quien pregunte por ellas / las potencias / las verá. A don Lion le fue prometido de modo que él las invoca y las ve; él medita y se les aparecen. Hasta un don de curación han concedido al brujo.

Y, desde que llegó de la guerra, lo consultaron la gente con poder y capital en el Pueblo del Pepino. Les dijeron, antes de que depositaran su confianza en él, que don Lion había renacido tres veces. Y era un negro que se negaba a morirse y a quien se le miraba elevarse más alto que los objetos expulsos de las explosiones a causa de bélicos bombardeos. En consecuencia, lo llamaron Lion el renacido; Lion el Levitante, Lion el profeta durmiente. Lion el que visualiza, sin extrañarse, que hay los hombres y mujeres con cara de perro. El los espanta, con sus conjuros y señales de brazo, para que no muerdan a nadie.

… y como en Pepino, él mismo, Don Lion, más que ninguno otro, prosperaba en los años de miseria que predijo, años subsiguientes al hurácan de San Felipe (1928), años de la Depresión y de La Colchoneta, Pedro Echeandía se acercó a él y preguntó: «¿Quiénes son los perros que me morderán por lo que yo tengo?»

«Sus hijos, Pedro».

Y se preocupaba antes del huracán de San Felipe, sobre cómo vencerá a sus rivales políticos, y sobre quienes entre Rabell Cabrero y Sagardía Torréns, sería el perro bravo que lo muerda y le quite su dominio en el pueblo. Don Lion lo miró con lástima, mas advirtiéndolo, aseguró: «¿De qué se preocupa, don Pedro? .... si no verá su poder en la alcaldía, no verá quiénes serán los perros bravos…» Le predijo la muerte, queriendo o no queriendo.

Se ha vuelto ya costumbre que sea una de las cosas que más se le consulta. «En esta ciudad de tantos perros, ¿quién tiene cara de tal y o qué perro va morderme luego?»

Cuando se halló a Sinforoso Vélez Arocho, el primer soldado borincano en la Jauría de Keres, dijo Don Lion que lo halló en los campos de batalla. También Leoncio es veterano. A veces lo quitaba del peligro porque no había señal de que Sinforoso fuese un perverso, que mereciera deshacerse en mil pedazos en la guerra, víctima de un bombardeo.

«Vamos a avanzar como lagartos hacia ese rumbo, Sinforoso. Afírmate bien en los codos y no levantes la cabeza muy alto. No sea que mueras como un perro a la brasa. No hagas caso a nadie; sólo a mi voz, ¡ay buen Sinforoso en que guerra mala te han metido!», y se salvaban ambos de cada estallido y emboscada de los enemigos; pero, decía el veterano Sinforoso, que a don Leoncio, el negro, lo vio morir tres veces. Tal como lo cuenta, Lion no habría podido salir vivo de eventos muy violentos, como los que había atestiguado. La muerte rigurosamente expectante y velativa lo tenía en contínuo acecho y, sin embargo, era él quien vencía a la muerte. «La muerte no te mata, Leoncio».

«¡Ay, buen Sinsoroso! Pepino, cara de perro; tú no te asustes si vas conmigo». Era su voz protectora, su jactancia y consuelo. Y el amigo se acostumbró a llamarlo:

«¡Leoncio, renacido!»

Al juzgar lo que Lion decía y su comportamiento, muchas veces se sintió temeroso. Se imaginaba que sufría una pesadilla o que ambos despertarían, con la evidencia de su desvalidez. Es la guerra misma la que altera la psiquis y provoca estas imágenes de prepotencia o jactancia temeraria. «Leoncio puede que se esté volviendo loco», sospechaba Sinforoso. Un episodio de sicosis prematura. Quisiera dar a Lion sus lecciones de cautela. Fuera de Pepino, el mundo es tan cruel y violento. «Vas a sobrevivir, perro muerto. Tú eres bueno», le decía Leoncio, por si acaso, para su consuelo.

«Carajo, tienes más vida que un gato», se convenció al fin.

«Tengo más vidas que los gatos y los perros», aseguró, golpeando cariñosamente el hombro a Sinforoso.

«¿Cómo es que te salvas si te he visto caer? Van ya tres veces que te dan por muerto».

«Es que yo viajo por el cosmos y tengo una potencia que me lleva, un espíritu de clemencia, visionario y me sujeta a sí. Me eleva. No me tira, buen Sinfo... ¡No me lo creas, si no quieres! La bicha que me ata es Keres... Y su cuerpo es negro como el mío. A veces me imagino que tiene alas porque todo lo miro desde arriba; a veces pienso que no estoy en la guerra porque regreso a la isla y veo los pueblos. A Moca, a tu pueblo Pepino, a Lares... Créeme que yo los veo desde el Ave propiciadora, que es una voz para mi futuro, la hora en que regresaremos, lo que sucederá donde iremos. Es entonces que desde hoy pienso y planifico la vida que tendré cuando vuelva a mi pueblo».

«La guerra te apendeja, Leoncio; pero, en fin, de la esperanza vivimos por ahora».

«Acuérdate de mí, cara de perro. Vamos a salir vivos de ésto, buen Sinfo. Regresaremos a Pepino, tú más pronto que yo, pero, yo iré a buscarte. Fuíste el primero en el sorteo y te debo mi profecía, yo te aviso... Y a la bicha de los keres diré que te salve... También yo regreso y me voy a casar con una muchacha de Javilla y hablaré sobre algo que se me dijo ya, con voces angelicales. No sé si cuando estuve despierto o dormido… Vendrá una guerra más grande que ésta, con más aviones y millones de muertes, Sinforoso… Serán muchos los tormentos en el mundo. Mucha hambre para los años ’20, mucha prostitución, saldrán infinitud de locos de hasta debajo de las piedras. Como granos de arena serán los tuberculosos, porque después de las venganzas y las violencias, viene la gente que ha sido exterminada a cobrarse lo que se ha dañado, a reponer el orden destruído… y uno tiene que estar preparado para distinguir a esos espíritus y preguntar sobre los keres y ké-keres, los keres y qué-quieres, Sinforoso, que son potencias que desatan los destinos desgraciados, lo no querido por Keres y por lo que Keres castiga».

En final de cuentas, ya don Lion tiene la teoría muy bien pensada. Se encierra a perfeccionar cada detalle y, cuando no, se tira al pastizal y duerme con el corazón puesto en ese asunto. Entonces, acude al pensamiento mágico y se le aparece un ave de rapiña. El dice que es una Lechuza, la más grande que ha visto. La identifica por el nombre que le dijo: Akerétos y Keres. Ké-keres, ké-quieres del negro...

Porque don Lion dijo que había visto una lechuza gigantesca que se llevará a los pepinianos, muy lejos de su patria, por segunda vez, don Manuel Méndez el Alcalde fue a consultarlo. Y susurró aquel nombre [Lion lechuza, Lion levitante] que casi se aludía por poderoso.

«Amenazas recibo, por causa de tus cuentos, de que un perro, el más grande y rabioso, del tipo de los que usted viene hablando desde que regresó de la guerra, y que entraría a la Alcaldía… Dígame usted qué tiene que ver ese perro conmigo y... si es tan bravo, o si es cierto, ¿me morderá, o morderá a los míos? Dígame si es cierto que usted me está llamando perro, o qué de eso, si no es conmigo y mire que a mí no me gusta que me vengan con cuentos», expuso Méndez Liciaga.

Casi seguro estuvo que se trataba de puyas echadas por Getulio, Chilín u otros opositores del Partido Liberal que estaba dividido en el decenio del ’30. Quiso estar, respecto al asunto, advertido, porque él no quiere enemigos gratuitos en el Pueblo. «De dos cosas hablé y usted no me ha entendido. Hay una lechuza, que es el sistema grande de los Keres, las potencias, y hay unos perros, víctimas y victimarios, que se manifiestan como fantasmas y vampiros. Lo que pasa es que los perros ven fantasmas en el aire y se confunden y creen que los pájaros nocturnos vienen por ellos. Es por lo que ladran cuando tienen miedo».

La Lechuza, gigantesca que don Lion vio ya había llegado al Pueblo. Daba vuelos de reconocimiento por los aires. Un día abrió fuego de aviación desde los cielos contra una muchedumbre. Fue en Ponce. «Cunado suceda en Pepino, son cosas que usted verá, aunque no han sucedido». Dijo que todo el que vea la lechuza se levantará de madrugada y revisará sus ojos porque puede que se llenará su mirada con sangre. Tendrá que verse la cara en los espejos, porque debajo de la epidermis, en la gente que no tiene corazón ennoblecido, hay una cara de perro bravo y ese perro es salvaje, traicionero y, sin embargo, lambisquea, mueve la cola como si fuera bueno.

«Levántese cada vez que despierte. Deje el lecho. Pregúntele a los ojos si guardan la sangre de sus víctimas. Si lo posesiona un espíritu maligno. Dígase: ¿Qué eres o que soy? ¿De qué ratas como? ¿Qué insectos se me meten en la boca? ¿A dónde tengo el corazón, si es que lo tengo? La Lechuza se lleva los corazones de quienes son débiles o los devora en la noche, porque es como una ramera, que en sus apremios y apetitos no sabe lo que come»… ¡Qué terrible y conclusivo es el hablar del Levitante.

Y, aunque con tales razones fue que Don Lion le hablara a muchos, no sería mucho lo que el mismo alcalde entendiera. El brujo utiliza el lenguaje profético, símbolos y alegaría, en adición y para más hermetismo, que su partido, «el suyo, Don Manolo», irá al desgaste y se alejaría del «ideal bueno», de la «virtud y la libertad» y, ante la Lechuza, él iba a perderlo todo. Le habló sobre unos perros con instintos sanguinarios y sobre una gran hecatombe. «Será una guerra como todavía no ha visto el mundo una de su tipo». Nadie hablaba en Pepino todavía de la Segunda Guerra Mundial, sólo él y Sinforoso, porque Leoncio se lo dijo.

Don Manuel Méndez se acostaba y pensaba que don Lion lo engañaba. Hablaba sobre sangre injustamente derramada por los puertorriqueños. «Yo no creo en el fin del mundo. No exageres». Mas madrugaba a mirarse los ojos, por si acaso veía en el iris o los párpados, unos hilillos de sangre sospechosos. Signos de los dejaban las keres o potencias vampirescas. En la Farmacia Central, a veces doña Luisa lo encontraba a revisándose la mirada y él decía que estaba obsesionado por la «lechuza gigante» que todo lo corrompe y que va a imperar más de treinta años sobre el pueblo.

«Esos son cuentos del negro», le decía la mujer.

Y, don Manuel, por ser o querer ser Alcalde bueno, reflexionaba ahora, sin evitarlo, en torno al pueblo que describió el Levitante, el pueblo de PRERA, migajas, subsidios, escasez de empleo y que se alimentaba de ratas e insectos, dicho con metáforas de Lion. Un pueblo que ya emigraba al Norte, que se desmoralizaría y no pudo seguir creyendo en esperanzas. En Matienzo y Albizu. Un pueblo forzado a hablar otro lenguaje y con tan pocos maestros. Un pueblo que va ser gobernado por lechuzas que, de noche, fornican fuera de sus camas, en aquelarres demoníacos.

Un Domingo de Ramos de 1937 se cumplió lo que el negro predijo. En Ponce se cometió una matanza. Murieron 19 vecinos. Hirieron a centenares. La Lechuza dio la cara y voló bajo. Un año después don Manuel pensaba en dejar el Partido al que había entregado más de veinte años.

«Voy a perderlo todo», recordaba que don Lion se lo dijo.

Ese mismo, 1937, don Manuel perdió las elecciones. Entretanto, se había convencido. No volverá a educar a la comunidad como su mismo padre, Avelino y su hermano (don Andrés) en la tertulia de la botica La Central, habían querido, con decencia. Se ha iniciado el reino de las lechuzas.

Seguramente las potencias que don Lion llamada las keres arrebatadoras, lechuzas, aves nocturnas, son esencias sicológicas, energías inconscientes, numinosas que cuando el país las convoca, se desatan. Se juntan todas. Se desprestigia el sentido de la hombría y el sentido de destino. José Vidal Cardona las llamó la moral del «circo». Antes que don Lion las mencionara, Vidal había dicho lo mismo a don Andrés, el legislador. Lo que sucederá para el asombro es que el circo incluirá, no sólo esclavos gladiadores. Holocausto será el nuevo aditamento y acabará con pueblos. Tendrán que reinventarse hasta la historia. Una pira de fuego exterminador estremecerá al mundo. Seguramente, el Levitante vio las llamas de Hiroshima y Nagasaki en 1937.

El pueblo en sombras

Wednesday, December 19, 2007

La muerte de Nano Ortiz

a la familia de Justino Ortiz Valentín, Jr. y su esposa Ana María e hijos: Roberto, Sonia María, José Angel y Ana Emilia

Al hijo de Don Tino Ortiz, que es hombre querido, como su padre, a veces se le haya enfrascado con pleitos del espíritu, que son menos comunes que pleitos con la carne. Nano conversa, si encuentra con quien sea agradable que lo haga, con profundidad. Si viaja solo con un pasajero, o han quedado en el vehículo quienes sean conversadores, se habla gratamente con Nano.

Entonces, él se sincera. Declara lo que siente. Visualiza una comunidad. Discursa cómo la quiere, cómo se gobierna. Acusa o determina, si es necesario, un origen que explicará sus males. El es independentista.

¡Cómo amaba a Pepino! Además, es alegre. Organiza las parrandas de Hato Arriba, con los Romanes, y se unían sus vecinos y amigos de su familia, Geño y Luis Ambulancia, con toda su gente.

Como si experimentara con lo nuevo, en tiempos pos-eleccionarios, Nano Ortiz lanzó un pelo al aire, un pelo de sus cavilaciones. «Ojalá ésto sea un cambio de caciques; yo aún no lo creo». Triunfó la Convención Constituyente. Existe el ELA / Estado Libre Asociado. Decirlo así, supondría ya un escándalo. Si los caciques referidos por su boca son Cucán Oronoz y sus asociados del Partido Republicano, Cayo Estrada, alcalde nuevo, tendrá verdaderos desafíos. «No dudo que Cucán seguirá manipulando y junto a él los ricos de La Central Plata, la usura; lo que gobierna es el dinero y la fuente que lo acapara», Nano Ortiz lo dice, pero...

Jamás, cuando opina, impone nada. Ni puntos de vista ni dogmas conocidos. La puya o pelo que echa al aire es una observación, intuitiva por sencilla: «Al pueblo lo van a seguir llenando de miedo y de PRERA».

Si Nano es experto en algo, o creíble para quienes lo escuchan, es porque sabe cómo han realizado la faena del empequeñecimiento moral y sicológico de los liderazgos, porque la gente es buena. «Buena en su mayoría pese a que explotan sus ansiedades, el hambre que han sufrido y la fragilidad de sus expectativas y complejos».

A él han tratado de desacreditarlo al decírsele que es contestón. Administrarían su silencio, si él se dejara. Hasta los mismos independentistas, ¿qué no decir de los populares?, le piden que se tranquilice. Que no sea tan rezongón y quejoso. Quiérase o no por los pipiolos, tarde o temprano, se impondría el estadolibrismo. La esclavitud con la cadena larga.

Por cierto, siendo hombre sencillo, tiene convicciones. Defiende a Pedro Albizu Campos. Dice que, entre Concepción de Gracia y Albizu, dos patriotas buenos, si alguno, posiblemente al recular, traicionará a la patria, ése será Don Concho. ¡Qué escándalo que Nano lo diga! Hermes Acevedo se arranca los pelos al oírlo. Víctor Cardona Fuentes se le come con los ojos.

«Si vives tan encojona'o con los pipiolos, házte nacionalista».

Punto. Y silencio.

Sin embargo, el tema que ese año, el 1954 y en la calle tan politizada, le quita el corazón de sus asuntos (que son, preferentemente, su hogar, sus dos hembritas, dos niñitos y, en fin, su esposa Ana María que los cuida) es prosaicamente empírico. Uno: que Belén manda a un sargento marieño, de apellido Guilloti, a que espíe la casa donde deja su esposa con sus hijos.

Y doña Ana María Jiménez es bonita. No son celos lo que conturban a este hombre. El sabe lo que tiene en su casa: la decencia encarnada. A más, ella tiene la piel trigueña clara, pelo negro, cuello largo, cara linda, agraciada de nalgas, ni una onza de grasa en su cuerpo, de 5.6' de estatura, con extremidades velludas y delicadas. Lo que molesta es el afán de joder y meter miedo de Andrés Belén quien lo hostiliza y envía sus soplapotes. El espionaje gratuito.

Sus preocupaciones ha ido centrándolas en lo que observa el hombre con sus ojos. Lo rutinario que ve de suyo. Cucán que no pierde el poder, social ni económico, aunque llegue al municipio Cayo Estrada. El campesinado que deja los barrios de la ruralía y se traslada a New Jersey. La Central La Plata que pide jíbaros de gabacho para la economía y después los abandona en tiempo muerto. No hay opciones para el joven pepiniano: los bares de Pueblo Nuevo o Stalingrado, o el Norte, el barrio frío de Perth Amboy o los embelecos militares del Pentágono. Corea es uno. Que se vaya el pepiniano de soldado, una labor a la que dan su energía y celo reclutativo la cepa de Oronoces.

Nano, quien vive en la Calle Corton, cerca del barecito de Eduardo Rodríguez, por los rumbos que en la cúspide de la Loma de Stalingrado van a la casa de Chago el Flaco e Izquierdo El Burro, es sutil. Entiende lo que se ha puesto de moda, después del final de la Segunda Guerra contra el Eje y el comienzo de la Guerra Fría. La manipulación sicológica. La nueva guerra se basará en acusaciones. Juegan hasta con la farandulería. Sacan espías de la manga; los ejecutan en la prensa, una y otra vez. La palabra de moda es espionaje. El cine del futuro será el que inspire Morton Sobel, Ethel y Julius Rosenberg, ¿por qué no? y esos nacionalistas albizuístas que intentaron el asesinato de Truman, pero que, finalmente, no se comen el marrón. Alegan que son patriotas. Los únicos confraternos.

«El que no corre vuela en este pueblo», dice Belén.

Así es Nano Ortiz: en el fondo, un albizuísta encojona'o, que comienza a descubrir que en Puerto Rico se están acomodando los moclecas en el trono. En Fortaleza. En las Alcaldías. En todo. Que los uniformados de Muñoz Marín sueñan con espionajes, con discursos del tipo macartista. No cualquier mandillón pudiera entrar al juego. Andrés Belén sí quiere. Obvias son sus ínfulas de grandeza y sus ganas de irse a San Juan, con prestigio de héroe a lo Joseph MaCarthy, inquisidor al estilo de Hoover y represor espartano, como en el prusianismo modélico.

Después del encarcelamiento de Albizu, ya se entiende que el poder gravita desde el Norte, como desde España un siglo antes. Como las colonias estructuralmente son estacionarias, el pueblo que la sufre tampoco tiene prisa. La justicia llega tan y tan tarde que, al final, se olvida hasta la causa por la que ha llegado y el ajoro con que se invocó que llegara. Nano lo escucha a diario cuando viaja la ruta de Pepino a Aguadilla y en regreso: «Siempre en las mismas, Nano. Siempre estamos jodidos, pero contentos y nos ponemos contentos porque ejecutan a dos espías socialistas. Después explotan una bomba de hidrógeno. Uno sin entender nada. Más política que comida en la mesa... Que electrocuten a los Rosenberg, ¿qué progreso nos trae? ¿o que sabemos que sea cierto? Nada, pero estamos contentos y esperando que la bomba H no vaya a estallar en las manos al gringo. Esperando que los espías no se resuciten después que van al infierno».

«¡Qué mezcla de miedo y conformidad se vive! Si no hay control sobre la guerra, la pobreza, el hambre o los peligros, te sientes triste y jodido, no resuelves nada. ¿Qué podrías hacer? Si no tienes la responsabilidad ni el conocimiento sobre lo que pasa te sientes contento, no culpable y eso es como el alivio. Dicen que, después de acabar con los nazis, lo que hay que buscar es a Dios y la felicidad», responde Nano.

«Eso no se busca ni se compra como onzas de manteca».

Calín, la hermana, lo aconseja al oírlo. «Tú no arregles el mundo. El mundo se arregla solo. Ni busques tres ni más patas al gato porque el gato, como es, es como Dios quiere que lo veamos». Nano, chofer de carro público, cree que sus ojos ven lo suficiente. Son ojos sinceros y leales a la realidad. Aún quiere ver mucho más y atreverse a decirlo. Su hermana dice que oír es mejor que ver porque el ver compromete. Todo lo que se oye, sin haberlo visto, duele menos. Se convierte en chisme. «Y no es bueno que el chisme se tome por cierto».

¡Calín, buena hermana, es como míope! Odia el chisme. El «gato como es», que le ha sido programado en el alma, alude a la conformidad predicada, obediencia urdida y que al control social contribuye. Ella está a raya. Oye mucho y no ve. Y por no ver, no importa ni lo que oiga. A ella dijeron: «¿Qué pasa, Calín? ¿Se metió Justino o Anita en líos? La policía vela su casa».

Nano es lo opuesto. Observa, calla y escucha. Todo lo quisiera saber, viéndolo, oyéndolo, viviéndolo, y más tratándose del asunto con Belén y Guilloti. No quita su dedo del renglón.

Demarcada por un deber impuesto por otras fuerzas que no son la verdad, lo que Calín le pide es canónico. Da consejos, como los del cura del Pueblo de San Sebastián. «Que Anita busque a Dios, vaya a la iglesia» lo exhorta y él, Nano Ortiz, quien sabe de un gataso semejante, se lo describe en sus cuatro patas de inmundicia. «No la mandes a la boca del lobo. Entérate quién es él»... Aponte, en las sombras, se transforma en pantera, en lince, en camaleón.

«¿Que ella busque del Cura Aponte? Que sea lo último que haga, Calín».

Aún la gente crédula y pasiva lo llama la Fiera Santa. El Cura Aponte es pícaro, mujeriego, suplefaltas. Lo piensa: «Ese abusador, de afiladas uñas, otro criminal del pueblo». Calín se excusa. «¡Uy, ni sabía!» No supo quien no ve y sólo oye. Evadía decir a Nano que la presencia de la policía ya les hastía. Anita se ha quejado. Tiene miedo. Jerónimo Ramírez, en cierta ocasión, se refirió a lo mismo. «No dejaré que me quiten la paz esos buitres que me espían y que no van a tardar en quemar mi periódico». De él, se atreve pedir algún consejo.

Cuando le hablan acerca de los Echeandías y la democracia y el anexionismo, Nano se persigna. «Es la gente que hambreaba a todo el pueblo en tiempos del Jacho», recuerda que don Justino Ortiz, su padre, decía. «No hay rico bueno, Nano. Ni hoy ni en aquellos tiempos», adujo.

«No hay policía bueno, Nano», acaba de insinuárselo Ramírez, el poeta y maestro.

Nano no es corpulento. Más bien, es de estatura casi menos que mediana (5.6", musculoso, bronceado), pero él se siente un gigante. No como gato flaco y hambriento. «No se apure, don Jerónimo. Yo, por mi familia, me como a ese hijodeputa a galletazos».

Nano y Calín dibujan en sus mentes el hambre del campo y epidemias. Tiempos sobrellevados. Hambres y enfermedades que pasaron también por sus cuerpos. No, en balde, son humildes. Comprenden sus propias vidas y las de quienes han sufrido. En los ojos, boca del alma, alimentan y guardan la misercordia. Cumplen la tradición con villancicos y reyean con parrandas navideñas por el campo.

Los ojos distorsionadores de la gente cobarde, recelosa y envidiosa, son menos avisores que los suyos. Gente con tales ojos son los cómplices. Nacieron ya hartos, o nacieron sin una boca dibujada para que se nutran. Ojos tendrán sin cuencas, pupilas sin iris. Nano, ojos sinceros, por el contrario, da su recuento sobre lo que ha visto cada día. Por eso él abre sus ojos ampliamente. Juguetones ojos porque los mueve por muchísimos caminos, según maneja por las calles, costas, ruralías y dobla hacia todas las direcciones. Hoy juega, comunicándose con ella. Sus ojos llegan antes que su cuerpo. Se preocupan por Ana María y se lo indica: «Sé que te espían cuando estoy de viaje; pero toda la Loma de Stalingrado ya sabe. El vecindario te cuida. Cuidan mis hijos y a tí. No tengas miedo».

No que él quiera probar cosa alguna, ni siquiera que los ángeles de la guarda existen. Tenía, empero, que afirmarse en la idea de cierto perspectivismo. Darse confianza, sea pues en la gracia benévola del vecino. Quizás alegaría que el alma buena comienza con la suma de ojos colectivos. Al buen ojo no lo ciega un no-ser de gato pardo.

Un día se llenó su pisicorre con una familia de emigrantes. Se fueron a mitad del decenio del '40 a Perth Amboy (New Jersey). Regresarán allá [pues en Pepino no hay trabajo]. Por de pronto, al pueblo han llegado y se llevarán a otros, después de la Navidad que está a las puertas y, de paso, dijeron que celebrarán la Constitución del Estado Libre Asociado. Será su primer aniversario. Lo que el jefe de familia dijo, con una sonrisa tan triste, Nano Ortiz lo recuerda y lo repite para sus recuentos. «¡Muñoz se ha convertido en verdugo de Albizu, por mandato americano! Eso es trágico. Muñoz, quien ha sido tan bueno para el pobre, el que se ensaña con vil modo».

No fue él quien dijo, sino el pasajero. Habría querido decirlo así y sentirse en un país libre. Muñoz el Vate se ha convertido en recadero de asesinos. Jalaron, por causa de los nacionalistas, las orejas al Vate. Seguro que el Senador McCarthy y Hoover no lo querrán subordinado a subversivos. El comité del Senado sobre UnAmerican Activities puso de moda la palabreja. El léxico se amplía: espionaje, subversivos, asimilismo... ¿Qué se le va hacer? ¿Van a tratar mejor a los Rosenberg o los albizuístas? ¿A quién ir, en este caso? No se piense que van a privilegiar, por su acción conspirativa, a los nacionalistas, sea lo acontecido en el Congreso o Casa Blair, o la revuelta en Río Piedras ... Luego, ya cautelosos, heridos de silencio, se hablarían de las nostalgias. Tontas nostalgias, lugares comunes y ésto sería preferible en lo que resta del viaje. A punto se ha estado de que Nano se hundiera en su mortificador torbellino de dilemas, sin fin. Otros 400 años de karma y determinismo.

«Estos hoyos de las calles son mi felicidad; estos jamaqueos del carro».

«Todavía las calles siguen igual. Hay que echar una manitas de brea»,
comentó Nano.

«En Perth Amboy, no hay calles emboquetás como éstas».

«Qué bueno!»

«Para que dure el carro».

«Sí».


En 1942, se había inaugurado, por gestiones del negrito Cheo Padró, la primera escuela secundaria. Alguien de Perth Amboy suplicó durante el trayecto ir a verla cuando se entrara a Pepino. Ocho años de espera para ir a ver tal maravilla. «Pásame, Nano, frente a la escuelita que mientan porque, si no la veo, no lo creo». Nano entendió la súplica. Este gato incrédulo supo de la Fiera Santa que se opuso.

«En diez años más, si Pepino progresa, será por esa escuela, ¿verdad, Nano? Yo la esperé y no se construyó. Ni aún yéndome a Perth Amboy, supe que al fin vendría. Una escuela pública, la high school del pobre».

«Hay mucha pobreza todavía. Uno la ve cuando viaja del Aeropuerto pa'aca», dijo el más jovencito de los emigrados. «Pepino es como la campiña, sin trabajo».

Apenas Nano mencionaría La Pava [que barrió en las elecciones y consolidó un nuevo estatus], cuando distinguió la sombra y figura de otra fiera. Esto es lo que malvisualiza el hombre con los ojos. Ese alacrán a quien Min Méndez parece que inventó su dentadura como homenaje a las ratas. El policía Andrés Belén.

Observó que acomodó las nalgas sobre el asiento de una motocicleta policíaca. Es una Harley Davison.

«¡Vaya lujo que se da ese policía!», una muchacha lo chotea.

«Como en Estados Unidos».

En cierta esquina vio a Belén, pretendiéndose the ultimate biker, ready for maximum track time. Las colegialas habían salido del campus. Desde los portales se acercaron a ver la Harley Davison. Los varones, a la distancia prudente que Belén permite porque está en funciones. No habrá arresto, pero su detenido es mal ejemplo para ellos. Es un pobre beodo que se levanta del pasto. Belén lo azotó con insultos. Lo humilla. Amonesta a Marco el Loco.

El discursa en voz alta. Lo estila al reparar en la atención que recibe si hay adultos: Que ningún ebrio consuetudinario, «usted, malnacido, sirvepaná», se acerque por los rumbos de esta escuela. El declaró que cada escuela es la justicia de Muñoz, en nuevos tiempos. Mas la institución tiene ya casi diez años en funciones. No entiende que fueron socialistas sus creadores: Cheo Padró, el legislador y Nito Cortés, el Alcalde de La Mogolla.

Aburrido de la muchachería, después de sus alardes, arrancó la Harley Davison, animal de dos ruedas que se fabrica desde 1901. Por primera vez, en Pepino, se estaban viendo aquellas máquinas veloces, dignas de la frase que Belén inspiró, gracias al celo con que cuida el tránsito. O la tranquilidad ecológica, o la protección ante ruidos innecesarios, en el pueblito. «Cógelo, Belén, que va sin freno». ¡Qué bueno que lo perdió de vista! A Nano no le gusta encontrárselo.

Esa rata mellada no lo engaña y no que se crea ni poco gato ni mucha fiera para ponerlo en su lugar. Lo que el chofer dice es que tiene el derecho a vivir tranquilo, a decir lo que siente, a diferir y comentar, sin que ninguno se lo quiera pillar con sus coacciones. Recordó el día cuando se inició la mutua ojeriza.

«¿Qué fue lo que usted dijo?»

Se le pegó irrespetuosamente casi a las narices. Sintió su aliento. No lo había visto que se aproximara, pero lo agarró del brazo velozmente y se encararon rostro a rostro. Se lo dijeron: Te observaba como un chacal que estudió su ataque. Te vio desprevenido. Te jaló el brazo, ¿víste? Fue una provocación. Descaro. Nano lo conoció por primera vez de ese modo, por lo que intercambiaron sus palabras, casi desafiándose.

«No fue con usted que hablaba. ¿Qué me escuchó que dije?»

«Hablaba de política».

«Pues, bien. No está prohibido. Estos no son los tiempos de La Mordaza».


«Es que usted no sabe nada de política. ¿Quiere justificar las violencias de Albizu Campos y criticar a Muñoz y al gobierno americano? ¿Quiere defender el comunismo? Le voy a decir lo que es política, por si se atreve a hablar como habló otra vez. Aquí en la isla, desde antes de Corea y mientras dure la guerra: «Dios en los cielos y Muñoz en la tierra».

Justino Ortiz, Jr. ha sido un hombre tolerante. Expresa su respeto por los demás. Admite el buen principio. Voltaire lo dijo para enseñar cómo se discrepa con justicia. Su padre, don Justino, se lo inculcaba. Mas, desde esa tarde en la Plaza, poco antes del '50, cruzadas las súbitas palabras, o hallándose él tan desprevenido ante quien vino a molestarlo, odia al policía. Con sus ojos, por causa de ese intruso, investiga todo y no dejará que él mismo sea llevado al matadero como corderito. No es neutral ni lo pintarán en la pared como fantasma. Se cuida porque la mala voluntad de Belén es como un cáncer que se esparce. A todos tocará, buscando células que reventar de ira. De Belén se queja ya Toño Palomo, Yayo El Turco, Chucho Ramírez, el maestro, Hernán Sagardía y el negro Puro Juarbe. Y quienes saben acerca de ese antinacionalismo que se estila, congraciamiento con el Vate en Fortaleza, dan otros nombres de cruzados: Agustín Vélez, Vázquez Güets, policía, Puyi Méndez, el constitucionalista cascarrabias y otros tantos.

Para olvidarse de una o más arbitrariedades provocadoras de Belén, dedicaba sus fines de semana a vivir en familia. Un día, con dos de sus niños, bien vestidos, en el interior de su pisicorre, dio una vuelta por el pueblo. Estacionó unos minutos y volvió a ponerse al volante.

«Mire, tenga cuidado cuando salga. No vaya a chocar otro vehículo por estar atendiendo sus chamacos».

Al recordar que ya lo molestaba, con sus rondas ante su casa, susurró para no dar importancia a su coraje:

«Váyase pa'l carajo!», encendió el motor y enderezó la camioneta para irse.

«Aún no le dije que se vaya. Parquéese ahí».

«Sígame a Pueblo Nuevo. Voy a dejar a mis hijos en mi casa».

Mariano Ramos, testigo de palabras entre ellos, tuvo miedo que Belén sacara la pistola allí mismo porque vio que desabotonó la funda del revólver y estuvo en el empeño de interceptar a Nano en el interior mismo de la guagua. «Aquí no se meta, abusador, que están mis hijos». Ramos fue quien intervino y detuvo a Belén. «¡Por favor! Sea la paz por los niñitos».

Como reacción, el policía hizo una señal a un segundo. «Lo perseguiré a donde quiera que se meta», dijo a Raúl Méndez. Así lo escuchó el testigo Alberto Rodríguez Linares. Andrés Belén tenía sus planes ese día. Siguieron la pisicorre de Nano. «Pisarían sus talones». En el jeep policíaco en el volante manejaba Guilloti, sargento que, pese al rango, dejaba que el viejo policía resolviera los asuntos a su modo. Adjuntándoseles, Méndez de civil. Dejó los dos nenes en el balcón de la casa y dio voces a Ana de que, con ellos se encerrase.

«En fin, ¿qué le pasa a usted conmigo?», dijo acercándose al jeep del policía. Belén se había bajado y explicó que frente a la Plaza de Recreo, ya le había dicho: «Usted déme la licencia y no discuta. La autoridad soy yo».

«Si no me dice por qué me detiene, no se la doy», contestó Nano.

«De que me la da, me la da».

«Usted se las pasa persiguiéndome y me mira mal. Eso es asunto suyo, de su mala fe, abusador; pero hoy, como verá, paseo con mis nenes. Para que no los asuste, ni los mezclemos en ésto, los voy a llevar a la casa y después arreglaremos lo que sea».

Fue un domingo, 4 de julio de 1954.

Chago, vecino de Nano, vio que Belén ha sacado su revólver de reglamento y con él apunta a Nano que ha subido las manos en alto. Pide: «No me mates».

«¿Recuerda que le pedí la licencia y se negó a darla. Ese es el delito. Y me dijo, además, que me vaya pa'l carajo», ha pedido a su sargento que anote, pues, bajó del jeep al notar que se han asomado otros vecinos, además de Chago.

«Belén, termina eso», dijo el policía jovenzuelo. Hacía cuerpo bonito como si ligara a Mistelina. O la buscara con la mirada en los contornos. Raúl Méndez, policía, está vestido de paisano.

De pronto que a Belén se lo ocurre tirar violentamente su macana. Quiso que golpeara contra los genitales de Nano de modo que bajara sus manos y se diera la ocasión de disparar contra él. Aduciría unos movimientos sospechosos. Nano esquivó el golpe de la macana. Bajó sus manos y, siendo que Belén buscaba cercanía, hizo el disparo que entró por el ojo izquierdo de la víctima. Había caído en el entrampamiento. Y el guardia casi lo mataba a quemarropa. Se disparó a una pulgada de distancia. Defensa fatula y aparencial, en caso que tuviera que alegar que forcejearon, o que el disparo se produjo, sin intención alguna. Fue un accidente.

La macana rodó bajo la pisicorre. Andrés Belén sonrió como si el frío asesinato le añadiera más rangos.

«Un bandolero, un comunista menos; por antiamericano».

«Llame la ambulancia. Se va a desangrar», pidió Chago al sargento Guilloti. La llamada nunca se hizo.

«Bajó las manos. Iba a recoger la macana y agredirme».

El sonido del disparo y los gritos de Ana llamó la atención de otros vecinos que comenzaron a juntarse. De las cercanías del kiosko de Eduardo Rodríguez y, en marcha frente a la casa de Izquierdo El Burro, bajaban los curiosos.

2.



Fue un domingo, 4 de juio 1954. Como a las 6:00.

Esa tarde mataron a Nano.

Y la razón sería que él se sincera. Declara lo que siente. Visualiza una comunidad. Discursa cómo la quiere, cómo se gobernará. Acusa o determina, si es necesario, las causas que expliquen sus males. Lo mataron porque era independentista. Porque ni a los mismos correligionarios permitiría las traiciones como aquella que ensayaron, truncamente, en la Convención del PIP en el Teatro Sol de Aguadilla: reprobar al nacionalismo, escupir sobre Albizu Campos y la Revolución del '50. A puerta cerrada, se reunieron unos cientos. Llamarían subversivos, en nombre de todo los pipiolos, a los que más golpes han asestado al coloniaje y al imperialismo.

Y Nano dijo: Que no lo hagan en mi nombre; Baltazar Quiñones Elías dijo: Que no lo hagan en mi nombre; la Dra. Margot Arce de Vázquez, dijo: Que no lo hagan en mi nombre. En la casa de Nano, en la Loma, así como en la casa de su padre, Don Tino, en la casa de su hermano, también chofer de pisa-i-corres públicos, hizo que se dijera: Que no se maldiga al valiente en mi nombre. Que no se escupa sobre los mártires en mi nombre.

Hato Arriba estuvo presente para despedirlo. Cinco guaguas no se daban abasto trayendo a sus amigos al velorio. En la Calle Cayey, donde lo celebraron, había un sagrado areito. No había muerto cualquiera. No fueron los ojos de un tunante los que vaciaron su sangre con el tiro a quemarropa del esbirro. Quien murió fue Nano. Por muy poca gente se trae una bandera borincana tan inmensa y se emociona el corazón con gesto intenso.

Un dirigente del Partido, quien también dijo en el Teatro Sol, Que no lo hagan en mi nombre, despidió el duelo. Vibraba su voz emocionada. Quien ha muerto es un valiente. Oye, Pepino, con bocina de tus choferes, murió quien ha sido un buen esposo. Un buen padre. Un buen vecino. Un amigo. Ana, viuda a los 27 años de edad, tiene derecho a saberlo. Se puede perder la vida en manos de un pistolero o de traidor cobarde. Se puede ir a la cárcel y sufrir muchas torturas. Nano es historia indispensable de la patria. El paga el precio para que un día sea la patria libre.

Como Nano Ortiz ya falta, ella sobrellevará su lucha por la vida. El esfuerzo cotidiano. Tendrá que explicarlo a los niños. Que sepan, según crezcan, que son hijos de un patriota. Que las niñas que él adoraba lo sepan. Lo mató un policía provocador, muñocista, sin escrúpulos. Uno que es peor criminal y más chota que Lolo Pulla, el bujarrón. Uno que mata por la espalda al indefenso y, por cinismo, clama aplausos y apoyos de respetabilidad institucionalizada... Ahora que Nano falta, que sea Ana María quien se amerite con lo que Nano aprendió en Aguadilla: El independentista no se vende por protecciones del Estado ni hace negocios con su opinión ni libre albedrío. Enséñale a los cuatro críos que él encarnó el principio.

Han pasado los años. Los hijos crecen. En Navidad, a los niños no faltan los regalos. La visión comunitaria sobrevive. Buena vecindad, respeto público, honradez, dignidad. Valores. Misericordia.

Han fracasado lo que juraban que la viuda no saldría adelante. Ni viviría feliz por causa de ésto: la putada de aquellos dos esbirros, a los que simplemente trasladaron a otro pueblo. Una amonestación y a seguir en sus rondas criminales... Seguro que los gavilanes pensaron: Ella se entregará a otro hombre. Es mujer joven. No querrá el duro trabajo de criar cuatro muchachos. Al pendiente se pondrá para que venga alguno y le cuente de la vida impune del que mató a Don Nano. El Estado Libre Asociado que prácticamente exoneró al agente, también por la vía legal de la defensa de la viuda, admite que Andrés Belén «se apartó del marco de sus funciones como policía estatal», por lo que el 22 de abril de 1955 se inició la acción correspondiente, el reclamo por daños y perjuicios por la suma de $40,000.

Mas Ana María Jiménez, en Stalingrado, se levanta muy temprano. El Estado hizo su burla. La demanda fue cayendo en oídos sordos. La esperanza se mata con tiempo y dále largas, como dijera el Lcdo. Víctor Alberty Ruiz, otro independentista encojonado. Cada semana, para Anita, la jornada será de igual espera. Súmese lo intenso del trabajo: mata dos lechones, a veces unos cabros y una decena de gallinas. Las pela; prepara del holocausto su faena. Obtiene del estripaje su material para unas pailas de cuajitos, gandinga, morcillitas... Va y las vende. Honra cada minuto de labores. Cuando termina la jornada, como si se citara en los ojos de Nano, busca esos pleitos profundos del espíritu que permitan que ella sea la historia indispensable de la patria, relevo del esposo en lo valiente. Ahora es ella la que declara lo que siente, visualiza el mañana, sin vender las lealtades... si otros lo hacen, como dice a sus hijos, será el problema ajeno, vergüenza de sus consciencias. Cobardes ambivalencias. Que no sea en nuestro nombre que así vivan, o el daño que implique lo que hagan. Nano no ha muerto en vano. Yo, que lo entiendo, lo digo.

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