Monday, November 30, 2009

El prisionero



A prisoner of war is a man who tries to kill you and fails, and then asks you not to kill him: Winston Churchill (1874-1965)

El es un conservador de sus colmillos. La gente no le importa para nada, a menos que sea para que le salven la vida y lo que tiene. Que contribuyan a la agenda que lo anima. «Y que todo el mundo sufra lo que yo».

Políticamente, hay que desconfiar de este oportunista. Son demasiadas ínfulas... «A newcomer, carpetbagger». Hay quien duda que, al repartirse el poder en tierrad propias, en la verdadera sociedad, que no es la Armada ni Vietnam, sea él un adecuado candidato porque él parece marciano. O hecho de piedra. Además, no es «a natural-born citizen», eligible para la posición que anhela: la presidencia.

Si los conservadores tradicionales, no diga usted los ultraconservadores, no lo quieren, imagínese, a los otros. Los independientes y librepensadores lo quieren menos. Es que el jactancioso McCain es una basca. Tiene que aprender a reírse de si mismo: «I am older than dirt and have more scars than Frankenstein». Lo corrigen. No es por lo feo ni lo arrugado que él molesta. «Tu amargura, tu revanchismo, éso». No es racista; pero un día de público homenaje y honras federales y nacionales a Martin Luther King, Jr.. le parece un exceso.

A veces no sabe lo que dice. Es torpe. No son ocasionales sus comentarios enfermizos. Son constantes. Justifica la tortura. Si bien combatir en Afganistán se le figura una ostensible victoria, no hay que botar recursos en Somalía. De allá no se saca beneficio ninguno. Y es la mejor diplomacia en Beirut, «tener a los judíos de amigos». Que peléen ellos. «No exponegamos las vidas de los nuestros soldados por judíos: No more!». Y es mejor ir a Chile y felicitar a tiempo a Pinochet, por su labor realizada contra el comunismo que no esperar que lo fundan en la cárcel y vernos en la disyuntiva de defender su desprestigiada catadura y las ropas sucias que lavara en su casa.

El defensor de sus colmillos apoyó la financiación de los Contras en Nicaragua. Desde 1984, porque tiene tribuna cameral en un Comité de Asuntos Extranjeros, él piensa que dará cátedra sobre cualquier asunto. Que sabe lo que pasa en Oriente y en Asia, en Kosovo o con los Talibanes. Total, su doctorado honoris causa lo obtuvo en humanitarismo. Adoptó una niña huerfanita en Bangladesh. «Parece mucho más negra cuando posamos juntos. Es por mi melanoma en la piel». A sotta voce, se rumora que es el Candidato de Manchuria y que, mariconamente, se agasaja con Cindy, su segunda esposa, que le prepara un porrito de marihuana, como aquellos que se fumba en tiempos de Vietnam.

Es que él tenía un amigo vietnamita. Y se ganó su cariño por dotarlo de un puñado de la buena greefa. El soldado comunista, campesino, no permitía que lo abusaran. Sabía un poquito de inglés. «Eso fue lo bueno». Con casi seis años en aquel cautiverio, si hubiese sido bravo y malviviera, no estaría aquí para contarlo. ¿Pero que se puede esperar, si los mismos comandantes civiles que lo enviaron a misiones de batalla son como él dice una recua de «complete idiots who didn't have the least notion of what it took to win the war».

No fue en Hanoi que fragmentos del material de una explosión lo alcanzaron en las piernas y el pecho, marcándole cicatrices. El 29 de julio, antes de su captura, un jet en llamas y el fuego en Forrestal, vendría a ser investigado porque mató a 134 marinos y tomó 24 horas en extinguirse por el personal de la base. «Los yankees somos perfectos idiotas». El Teniente de la Comandancia, al contarlo, se sinceraba con sus captores. «Traté de ayudar a escapar a mi copiloto cuando ... BANG! bang! estalló el jet y se propagó el fuego... Tantos idiotas juntos son el verdadero infierno. Entre errores comprensibles y pendejadas, hay más bajas provocadas por nosotros mismos que por ustedes, el enemigo».

Mas, en definidas cuentas, McCain no admite la generosidad del adversario. Se acomoda con el más poderoso. Es más impaciente que directo. Se escapa hábilmente por resquicios retóricos. Le gusta que el tiempo se vaya poniendo de su parte, postergar, jugar a ser el listo... Es una gotica de agua que socava, por aburrida y repetitivamente persistente. Cuando Vietnam del Norte le ofreció liberarlo, adujo. «Mejor no». Jugaba con el tiempo. En la prontitud, se pierde, se arriesga mucho. «No me repatrien. Va y sucede que me mate una legión de perfectos idiotas, los civiles de mi propia base. Tengan piedad, ¿ah?».

Lo liberarían de todos modos porque no resiste el agua que se bebe entre los vietnamitas. La única agua potable. Cabrón es con estómago fino... «¿Sabe usted lo que es desintería? Eso tiene. Aquí en la selva, si se nos muere, dirá su propaganda que lo matamos con toda alevosía».

«Allá en la Base es donde realmente me matan, arriesgan mi vida hasta con mexicanos que no saben inglés y, si ustedes me dan trato preferencial como POW, me desacredito. No me pensionan con una tajada meritoria de dinero.. Juguemos a las cartas. Olviden eso... No. Me quedo. Total, cuando se acabe esta guerra, conmigo podrán hacer propaganda de misericordia y sacar beneficios».

«Es que ésto no es un secuestro, McCain. Usted vino a agredirnos... vino a un país tan pobre que usted y él se mueren de hambre. Usted se vomita en nuestras aguas. No necesitamos que hagarnos propaganda por combatir honorablemente, defendiendo la autodeterminación del país que ha sido colonia y que queremos libre. Ustedes son los invasores que lo neocolonializan».

No quisieron oírlo más. Ese día le arrebataron los naipes. Y se le puso en confinamiento solitario.

Al defensor de sus colmillos le gusta jactarse de 22 años en las Fuerzas Navales. Todo el que sabe qué es, en rigor, un militar en combate, en fragor de sangre y agresiones, baja la cabeza y no se jacta tan ruidosamente: «Mi padre fue chingón en el Navy, mi abuelo, por igual, en la Marina y yo le dí 22 años de mi servicio». Este es el mantra: Navy, Navy, Navy.... Ooooommmmmm!

Un día dijo que «el lugar durante el cual más tiempo de mi vida he tenido como residencia fue Hanoi». Se imagina a hombres como los que conoció allá, más honorables que él. Aún así, es la parte que no dice. Es mentiroso, matrero. Bastaría que se dejara llevar por el recuerdo para comenzar a sacarse la verdad que lo remuerde. Pero, ¿a quién decirla? El piensa mal de todo el mundo. Cree que vive rodeado de otras formas de enemigos. Los hipócritas. Los veteranos en Norteamérica se han atrevido a decir a Bush y a él que se olvidaron de los prisioneros de guerra, de las víctimas del Agente Naranja que los enfermó, contaminándolos. «No son daños del Vietcong. Son daños del Ejército Norteamericano y la Marina a sus soldados». A los grupos del evangelismo derechista, McCain no les simpatiza; pero ellos tampoco a él y, en lapsus de lengua floja y boquirrota, ya echó peste contra Pat Robertson y Jerry Falwell.

Los nativoamericanos se inclinan a los demócratas. Hablan el lenguaje socialista de Obama, el negro peligroso, posiblemente islámico, asesorado por el extremista Ayer. Teólogo de la Liberación y racista negro. Como su esposa, la millonaria, Cindy McCain es la única que lo comprende van a irse a un casino, de esos que la industria casinera nativoamericana destaca como los super-exclusivos. La fortuna de $100 millones de la pareja McCain les permite este relax del juego, evitándolo cuando se puede, para que no se vuelva compulsivo.

Está triste porque, aún anunciada su nominación presidencial, hay enemigos peores que sus captores en Hanoi. Gente poderosa que lo quere ningunear, aplicarle la bola negra del «natural-born», «as foreigner»... y le jode que se le digan, a estas alturas de su vida, panameño... porque hará 72 años, nació en un hospital de la Zona del Canal. Hará 72 años... El ha vivido como militar en bases de todo el mundo siempre leal a su Imperio.

Hubo algunos remilgos al Carpetbagger, aspirante al escaño en el Senado Federal por Arizona, como parte de una historia vieja en el Primer Distrito de la Senaduría. Ahora lo que cuenta y le importa es: «Que se trata de tu futuro presidente, América», a quien le están haciendo el feo. Alegan que él no tiene méritos suficientes, a no ser su heroísmo vietnamita. Como congresista es mediocre, un corrupto más y del montón vendido a las corporocracia, un nuevo reo de los cabilderos. Captores hipócritas y perfectos idiotas de la sociedad civil.

Y hasta la misma ex-esposa Carol, quien le dejara el campo libre, no lo endosa. No cree que él merezca el cargo. Sólo le deja el campo libre, que se vaya. Derroche el dinero en las campañas. El siempre tiene la mente en el carajo. Hambre de compensación y reconocimiento. Aunque son amigos cordiales, ejemplifica: «Cuando halló en su camino una mujer millonaria, me cambió como se cambia un cheque en el banco». Y Carol, la maestra, le dijo: «Pues, lárgate con ella. Házle el amor al dinero. Es para lo único que sirves». Por eso, ni hasta los hijos, festejaron su boda. En secreto, saben y lo comentan. «Siempre ha sido egoísta e inmaduro».

John Sidney McCain, exprisionero de guerra, no se exculpa. Prefiere infligirse un dolor sin tormento, dándose heroica escena como figura de donaire: «La guerra, la Naval, no tiene la culpa. La culpa es enteramente mía». Vuelve a la esencia del asunto. En ésto está su mente mientras coloca apuestas en una mesa del casino.

El 25 de octubre de 1967 fue capturado. Viviría en medio de las selvas de Hanoi . El no estaba rezando. Quería matar comunistas como a moscas. Y piloteaba un A-4E Skyhawk sobre Norvietnam en la misión vigésimo tercera de bombardeo, cuando un misil lo alcanzó. Cuando se tiró en el paracaídas, casi se ahoga en el lago Truc Bach y se fracturó los brazos. Meses antes casi pierde la vida en una explosión de un jet. «Nunca estuve más asustado. Ese día me cagué».

Los comunistas le sacaron a la orilla. Posiblemente, para sentirse heroico más allá de la duda razonable, él se inventaría que lo bayonetean. Que el dolor de sus brazos se lo provocaron los captores al darle culatazos con los rifles. Puede que sea tonto que imagine que merece un recibimiento diplomático. Nadie vuela un bombardero A-4 para regar flores desde el aire. Mas él imploró: «¡No se atrevan! ¡No me maten! Mi padre, mi abuelo y hasta en tiempos de Caín, mi sangre es vida para el Navy! OOOOMMMMMM!» Y, por súplicas, lo transportaron a la Prisión de Hoa... «Hanoi Hilton», suele bromear él con el bribón de Bush, Jr. casi un compadre.

En realidad, antes de curarlo de alguna lastimadura, el conservador de sus colmillos, soltó la sopa. Preparó un gran show para la prensa del mundo. Acudió a la evocación de su padre como el «Almirante de rango».

No es necesario que se le torture. «Hágaseme el favor, tráteseme con guantes de seda, que John Sidney es un POW que vale mucho... No me dejen cicatrices. Ya traje bastantes como para dar asco y caer gordo».

Durante seis semanas que estuvo hospitalizado en Hanoi, se le explicó que nadie está exento en Vietnam de recibir un miserable desayuno. Han bloqueado a Vietnam del Norte. Hay carencia de alimentos. Nadie cultiva los arrozales a menos que pretenda que una bomba americana lo haga trizas. «Usted está perdiendo peso, verá. No es culpa nuestra. En Vietnam todo el mundo está ya malnutrido, tenso, anémico y en miseria... No vaya a quejarse de cincuenta libras menos con su padre, o sus Generales del Pentágono, por causa de torturas indecibles, o de que su pelo encanece porque le chupamos sangre. Diga la verdad. La guerra es dura».

Para diciembre de1967, se le puso en una celda con otros dos militares cautivos, también yankees. «Estás reflaco, John». Y se le escuchó presumir de héroe, «hasta más héroe que el Almirante heroico de su padre». ¡Y cómo sería que se jactaba, desde que madrugaba a altas horas de la noche, que los comunistas asqueados, lo pusieron en confinamiento solitario por dos años. Y le dijeron a los otros yankees que él no quiere ni librarse él ni ellos de este cautiverio.

07-11-2008 / Leyendas históricas
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Sunday, November 29, 2009

Consejos del Emir de Córdoba a Mauregato



Usted es muy joven e inexperto para entender todos los aspectos del amor, la verdad y la belleza, sin los cuales no puede existir la convivencia y ese río caudaloso que es el Ser Real, que es el quinto nivel del Alma. Así se origina Iejidá (unidad), para Ietzer, la fuente que nos da los impulsos, propósitos, pensamientos y sentimientos. «Ietzer» es, claro está, sólo la fuente del Alma, pero, la convivencia del ego propio con los ajenos egos viene de la madurez de la propia unidad... ¿Para qué quiere usted ser un príncipe de los egos obstruyentes, Ietzer HaRa / de las gentes anárquicas que no saben conducir el Carruaje Divino de su ley hacia la luz y energía espiritual del Viviente, Jaiá / unicidad viviente / que crea mundos contínuamente, para el disfrute de la consciencia? ¿Ha tenido usted la experiencia de escuchar la suave voz de silenciosos ángeles, como la que escuchara Elías y Mahoma?

Ayúdeme usted. Voy a sembrar una palmera en el jardín de este palacio. Lo haré con mis propias manos. Esta planta será mi símbolo de Iejidá y del triple crecimiento de la memoria que de mí ha de tenerse, no el Bagdad de los absidas quienes no entienden mi presencia. No oraré por ellos porque no escuchan ni creen. Todas las palmeras que crezcan en la tierra que llaman la Iberia serán símbolos de Abderramán, el que separó la voz de la anarquía y buscó el silencio para que pudiera la dulzura florecer. El fruto de la dulzura es como el dátil que se come para el descanso y en sumisión de buena consciencia. Buena consciencia es la que construye su alma espiritual, el Príncipe real, no el alma de ego inflado. Me han dicho los tahires de mi palacio que «Iatzar» significa construir. No sólo construir el buen Yo, la consciencia benévola, creativa y organizadora, construir la Comunidad y la buena inclinación («Ietzer HaTov»).

En mi territorio, cada etnia ha de ser sumisa, cortable como el dátil. Por eso voy sembrando este símbolo para la posteridad y comenzamos la construcción de la Gran Mezquita de la Unidad. Los judíos la llaman su templo de Lejidá y mis ministros y gobernadores en las siete provincias del emirato, caldíes, jueces de las ciudades y el consejo coránico, el Templo de la Integración bajo las leyes de Mahoma. El secreto de este gobierno de convivencia, apréndelo, amigo mío, es que doy su lugar a los los muladíes (cristianos conversos), a los mozárabes (cristianos que me pagan tributo por la protección y permanecia que se les da en territorio musulmán) y los judíos, hoy plenamente integrados... Escucha qué bien conozco las doctrinas que, allá en Asturias, se persiguen o fueron perseguidas por tu padre, Alfonso el rey... Ellos no han tenido paz en Aragón. Los persiguen; pero, escríbase y lleva nuevas al norte de que Abderremán I, les hace bien. Les escucha. Aprende del Ruaj / Espíritu / y la vitalidad de las emociones de los judíos.

Aprende para tu gobierno que recién empieza, Mauregato, que yo soy como Ciro, el Gran Persa, que siendo rey del mundo, de Persia a Babilonia, hizo generosas concesiones a los pueblos sometidos, y que en muchos casos, de buen grado, se sometieron a él, porque vieron su enseñanza social benefactora, organizadora, aunque al inicio fuese férrea y bélica mi presencia. Abderramán hará lo mismo: Al pueblo anárquico e insolente les pido tributo, los recluto y les impongo una aceptación de la guarnición permanente que enviamos. Los asirios y babilonios, en los tiempos de Ciro, hicieron mucha deportación masiva de los vencidos. No Ciro ni yo. Cuando se van de Al-Andalus, yo les permito regresar a su tierra, si es cierto que la aman. Les doy buena ley. No los pacifico por ambición. La tolerancia requiere de paz.

Sí sé que es usted inexperto e impetuoso, por ser joven. Bien que sé, por igual que, con humildad, declaraste que eres el bastardo, hijo de criada árabe, de Alfonso I, el rey. Mas eres valiente y observas a quienes son los enemigos dentro de tu casa y tus regiones. Me habló usted sobre los condes Don Arias y Don Oveco y cómo utilizan el pretexto de tu bastardía, como si fuese blasfemia y vergüenza ser hijo de mujer árabe. Mientras así piense la realeza de Asturias, me pagarán tributo. No serán parte de la Unidad ni de la Convivencia, porque inmundicia / Ietzer HaRa / mala inclinación / son sus objetivos, por más disfrazodos que estén con las delicias sofisticadas de su mundo social y cultural. Dí a los judíos que yo los quiero en colegios, no sólo recaudando las rentas de sus opresores ni como cofres de blasfemia.

Sea usted un gobernante comprensivo. Toda alma viviente se debate entre la ansiedad y la amargura. No todas comprenden que la meta es transformar la oscuridad en luz y que donde hay tinieblas hay que hacer deslindes. Lo deficiente provoca amargura, se resiste a la aceptación y a admitir el cambio de la voluntad. Entonces, hay miedo y ansiedad. Se ven amenazados y no entienden que aún dentro del mal, hay una esperanza, una bondad, la dulzura de la nueva transformación. Usted vaya al Palacio de su padre y siembre una palmera para que su sombra y su baya de dulzura sea de todos.

También a mí se me llamó el usurpador, Mauregato. En su caso, a la muerte de Silo y en la viudez de Adosinda. Los condes de la xenofobia y la anti-morería propusieron la elección de quienes son como ellos... Eres valiente al decir: «Aunque sea bastardo, aspiro al trono. Yo deseo lo bueno y la paz con el Sur árabe». No escucharon tus razones diplomáticas. Fue cuando me pedíste ayuda y te la dí. Fue necesario. A Alfonso, hijo, lo forzaste a que huyera a Álava. No tuvíste que matarlo; pero cuídate. Ellos no lo pensarán dos veces para matarlo a usted.

Cuando yo vine a estas tierras, dejando lejos a Bagdad, con sus omeyas y conspiraciones, también luché contra enemigos tenebrosos, el emir Yusuf al-Fihrí y sus hijos, con sirios partidarios de los abasíes y bereberes anárquicos. Y no me duele haberlos vencido con las armas. De otro no entienden. Son los animales tribales y furiosos. Esto es lo triste del poder ante los pueblos... Siempre he estado en guerra con emires, abasíes y cristianos, como el Reino Astúr-leonés; pero, soy persistente. Soy Maestro de la Ley Islámica y guerrero... Conquisté Zaragoza, combatí a los francos de Carlomagno y a vascones. Mas hoy me son fieles los bereberes y cristianos conversos, mozárabes y muladíes. Yo soy quien gestionará la convivencia en la siete provincias del emirato. El que traeré universidades a la Iberia árabe.

Los cristianos unitarios, conversos al Islam, me asesoran y piden que sea yo la voz del adopcionismo que Roma arguye que es la herejía poderosa por la que hay que matar o quemar en hogueras... Entiende ésto bien, agradecido Mauregato, quiero una comunidad de etnias unidas por una visión de convivencia. Aquí los unitarios (quienes me han cedido la vieja basílica visigoda de San Vicente para que yo construya la Mezquita) piensan que Jesús no es dios, ni que hay tal cosa como la Trinidad. Como los judíos esperan cierto profeta, quien anunciado por Jesús, completará el mensaje de paz... No voy a exigir que dejes el cristianismo ni que pagues impuestos a mis arcas... pero, intercambiemos las ideas. Participemos del Alba del Al-Andalus... Trae a Córdoba cien cristianas que sirvan a la Mezquita. Serán invitadas de honor a las ceremonias inaugurales; una vez cumplan su misión, que vuelvan a Asturias si desean. Además les eximo de tributos a todos los asturianos a cambio de tal visita como emisarias de buena voluntad. Cien mujeres que oren en el Templo, Mauregato. Sólo eso. Orar por al-Andalus y regresar a su tierra después de hacerlo. Por ello pesaré el alma de reino.

[Y el rey Mauregato se fue muy feliz por los consejos de Abderramán y, como uno de los primeros edictos dictados: Anunció el intercambio. Regresará él con cien mujeres de Córdoba, vírgenes árabes y mozárabes con velo, a aprender la doctrina del adopcionismo y enviará a cien vírgenes asturianas a la Mezquita del Emirato.

El primero que se enojó, al escuchar estas cosas, fue el Beato de Liébana, seguido de ex-adopcionista de Elipando, Obispo de Toledo. «El rey Mauregato nos cambia las doctrinas», dijeron los condes Don Arias y Don Oveco, instando a propaganda de rebelión definitiva, con mucha islamofobia. Se reunían en secreto con monjes de León, con aliados de Carlomagno, y en un descuido de aquella guerra sucia, de insultos y de alarmas mentirosas, asesinaron al rey. Prefirieron que se pagara con tributos financieros y se iniciara una reconquista con la guerra.

El rey Bermundo, el sucesor, no siguió el pacto. Unos años más, ya muerto Abderramán, en tiempos Alfonso II el Casto, ya se entra en batalla con los moros para evitar su pago. El grito es Reconquista. En la batalla de Lodos, murió el capitán moro Mugait, y en Córdoba se dice: «Volvamos a comenzar de cero».]

16-06-2000 / Leyendas históricas y cuentos colora'os / Escrito en Jerusalén durante un verano en viaje de estudio
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El niño que conversa con las aves




Todo comenzó porque es un niño enfermo. Sus huesos no son sólidos y pesados. Es un pésimo mamífero. En la médula de sus huesos, hay más aire que nada. Le dijeron el «Corino», «pies de mierda», porque siempre se traba en sus propias pies y cae al suelo. Como es un niño pobre, nadie lo lleva al médico. Lo curan con oraciones los que son piadosos; lo levantan del piso quienes más que entender, tienen misericordia, aunque pocos centavos en el arrabal.

Pero este niño arrabalero tiene a las aves como amigo. Le gustaría volar, no morirse. Y es dulce, soñador, imaginativo. Dicen que como las aves tiene el esqueleto ligero y los huesos delgados. Los niñajos burlones le dicen «la quilla» o «pechuga» porque es una caja toráxica con esternón, desarrollado y todo músculos en el pecho. «¿Para qué tanta pechuga, nene, si tienes patas de alambre?» ¿Para qué mandarlo a la escuela si siempre está en el suelo? Se cae en los caminos rumbo al aula, se resbala, se le mancha el uniforme desteñido. A deshoras, siempre está mirando pajaritos preñados, diablos azulinos, ángeles cristalinos en el aire... y ahora le ha dado con chiflar como las aves. Será que con ellas se entiende, porque no tienen dientes. La Quilla se partió los suyos, se rajó la boca, un día que se fue de bruces. Fue la única vez que, por la sangre derramada, lo pusieron de pie los ex-compañeritos escolares.

Ahora, sin dientes, cada vez menos bípedo, se sienta sobre un saliente de tejado como una cigüena que espera dar un crío al fondo de su alma. Le dijo a su mamá que un ángel nacerá, por amor de su corazón que es grande, aunque sus patas sean cortas y débiles. «No tenemos dinero para llevar a un ortopeda. Manténte quieto, sentado. No llores y no digas disparates. Bastante es estar vivo».

A veces él quisiera ser como una golondrina, cuyas patas pasan inadvertidas, casi nadie se las ve porque la envergadura de sus alas y cola se las tapa. Ha visto que las águilas tienen las patas muy fuertes, aunque cortas. «¡Pero qué corazón tienen para volar así, tan veloces!» Cuando observa las aves, el chico de gran pechuga y patitas de flaco alambre parece que no está solo. Cuando se sube al alero, como si fuera una cigüeña en el saliente, él escapa de la incomprensión y la soledad; pero no está solo. A su privacía se acercan muchas golondrinas que vuelan a golpe de alas y él aprende, o alguien le explica. Tiene que ser así porque él apenas ha aprendido a leer y sale con unas cosas que a su mamá, la viuda, la sorprenden.

«El alabastro parece que navega en el aire. ¿Sabes por qué? Vuela a vela en corrientes de aire. Es el aire quien lo empuja, no necesita aleteadas ni remos».

«¿Aves remeras? Las aves simplemente vuelan», dice la madre ignorante al majadero.

Quisiera haber sido un colibrí, si es que de nacer de aves se trata. «Ese es un relámpago con plumas». Puede posarse, con su inquieto vuelo de 200 oscilaciones hasta en cuarenta flores por minuto. «¿De dónde sacas eso, Pechuguita?» No le dijo que es por causa de verlo. No se guardó el secreto. Un ángel que tiene alas lo visita. «Me conversa y aprendo con él a silvar como pájaro». Dijo que ya sabe por qué le dicen La Quilla o Pechuga. El va a tener el corazón tan poderoso que pesará más que todas sus extremidades, más pesado que cualquier parte del cuerpo, aún más que la cabeza; pero nunca tendrá pico. «Me crecerán unas alas», concluyó. Su corazón tendrá más de 500 pulsaciones por minuto. Más veloz será que una paloma y sus pulmones también serán más grandes. Suministrarán el oxígeno en abundancia. «Tal vez así podré nadar en la laguna y subir a las ramas altas de aquel árbol de roble; o subiré al mangó, o podré traerte los frutos del palo de aguacate. Cuando maduran tan alto, sin alcance, utilizan las varas al cortarlos, o se espera que caigan por su peso; si yo volara, ya no sería necesario, mamita».

Ella ha comenzado a mirarlo con una tristeza extraña. Según dice, el niño tal vez lo que requiere es siquiatra. Se está creyendo que los ángeles existen y que, con milagros, cambiará el mundo su infortunio. Y la verdad es que, en el arrabal, siempre es la misma miseria. No hay dinero para curarse males ni comer suficiente. Y este niño está divinizando las aves como a los «animalitos que mejor adaptados están al movimiento». Ninguno otro existea más habilosamente móvil, sea en Tierra o Cielo.. ¿y quién lo dice? Un torpe corino, patas chuecas, pati-guango, cuasi rengo.

«No quiero que digas esas cosas y vaya a pensar la gente que estás loco. Mejor cállate, pechuga, para que no te burlen», le aconseja. Es que el niño preguntó al ángel: «¿Cómo tú siendo hombre tienes alas y vuelas?» y le dijo: «Porque soy como tú. Mis huesos están casi vacíos, sin médula, y mi corazón es muy grande y no tengo dientes para la ofensa y me gusta el secreto que esconden los flores y liban las avecillas con sus picos».

«Yo quisiera tener alas, yo quisiero tener pico y saber el secreto. Concédemelo, angelito, porque ya dice mi madre que estoy loco y me burlarán otros niños. Eso me tiene triste».

El ángel dijo con alegría: «Concedido». En la mañana, Pechuguita murió. Se fue volando y se hizo un baquiné de despedida. Vieron que volaba un angelito. Era La Quilla. El ataúd tan humilde estaba vacío. Entonces, por no comprender lo que había sucedido, lo cubrieron de flores. En los derredores de la casucha, se conovocaron multitud de colibríes y alguno entró a la casa por la ventana abierta y, en medio de la gente, libó del ataúd el alma del niño.

07-12-2000 / Microcuentos

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La edad de tinieblas


A los sufridos pueblos del Oriente Medio
Según aprendió Ciro, en la cuarta edad del mundo que dura 3,000 años, para los varones solares no hay opciones. Se harán guerreros. Dicho ha sido por profetas. Las luchas tribales se recrudecerán por orden del dragón Dahaka y quien merece el dominio, para imponer su mínima paz y cierta salvación, el provisional orden benigno, debe escuchar a Keresaspa y Saoszan, dos dragones bienhechores. Sus voces las ventilan en las travesías del viento los perseguidos y los poetas solitarios de las montañas.

Ciro, el príncipe, aprendió con un forajido escita que huyó del Norte del Mar Negro y vivió entre tribus ucranianas, que habitan las márgenes del Mar Caspio y Aral, más al este, que el mundo urge redención. Que hay monstruos y tinieblas bajo la Tierra, vapores de Ahriman que enferman las almas. De donde vino huyendo, nómada nato, los más perversos se abrigan con mantas, recogen simientes de un cáñamo alucinante y las tiran sobre piedras calientes, al rojo vivo, y el humo es intenso. Los perversos aúllan como lobos con el embrujo de un vaporoso perfume. Se bañan con el humo como en sauna marihuano y salen después a matar. Odian a los hijos del Mar Negro y les llaman ucranianos.

El escita escapó por eso. Anhela el hallazgo del príncipe que castigue a creyentes de Ahiriman y los someta a juicio, arrojándolos al océano de metal fundido... Escuchándolo, Ciro preguntó: «¿Y qué pruebas tienes de la maldad de los Hijos de Ahriman en esas tierras de las que vienes y de sus gobernantes que has llamado gugu (jefes) de Mat Gugu?»

El vocablo gug significa ‘oscuridad’ o ‘tinieblas’, según el príncipe ha estudiado con maestros de Sumeria. «Los unidos en Tierras Tenebrosas son salvajes uy sanguinarios. Beben la sangre de su primera víctima en batalla, cortan sus cueros cabelludos para adornar sus abrigos; pulen los cráneos de los cadáveres, los llevan como trofeos a sus familias y amigos. Hacen con cráneos sus vasijas para su alimento. No entierran sus muertos. Los dejan a los buitres... y a nosotros, quienes cultivamos el trigo para vender a los griegos, nos acosan. Nos tiran saetas con pensamientos malos de enfermedad y odio. No nos ven como sus hermanos iranios. Bendito sea el príncipe que aparte de nosotros a los escitas que no creen en el Sol y sí en el humo de vapores que salen de los fosos subterráneos. Bendito sea Ormuz, creador del cielo, la tierra y los soles, protector de los animales y las criaturas pacíficas».

El corazón de Ciro se conmovió al escuchar al prófugo y habló a sus montañeses del Elam, hijos de sus antecesores del sudeste iranio, para que se le acogiera como uno de los suyos y les enseñara que los hombres buenos serán inmortales después de años de expiación en esta edad de temor y guerra. Mas los perversos sufrirán lo indecible. Su alma terrestre vagará, no por días, por años sumados a siglos, sin hallar una laguna que lave y quite el hedor de los vapores de cáñamo incinerado, ofrendado a Ahrimam. No se les pesará en la Balanza de Justicia, sino que, en la Eternidad, donde sólo el Bien existe, sus almas serán el polvo de la Nada.

Y, aunque no había sabido sobre la Sabiduría del Avesta, Ciro consultó con la familia real de Aqueménida, con la más amada de sus esposas, Casandana, hija de Farnaspes, y con su propia familia en Anshan, y dijo: «Para que yo sea rey de Persia y del Mundo, rey de los cuatro extremos de la Tierra, de Babilonia a Lidia, de Sumer a Acad, desde el Mar Mediterráneo hasta la cordillera del Hindu Kush, profeta y prófugo han llegado hasta mí».

Desde entonces, se armó. Guerrero y salvador significaron lo mismo en su alma y lo dijo a sus padres, Cambises de Persia y Mandana de Media: «No me aludan más por Ciro, sol ‘joven’, sino por el que humilla a su enemigo, los perversos. Hoy yo tengo misión en esta edad de tinieblas».

Y se preparó, muchos años después de su victoria sobre el soberano medo Astiages, para una guerra sin cuartel contra los nómadas escitas del noreste del imperio y los masagetas, hacia el 530 a. C. y cuando regresó para dejar a su hijo como rey de Babilonia, supo que el prófugo de la revelación estaba en agonía y cuando fue a verlo le dijo: «Muere en paz, escita bueno. Te he cumplido».

03-02-2000 / Leyendas históricas

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Billie Holiday / En El Librepensador

Saturday, November 28, 2009

Tú no entrarás al Paraíso



El pordiosero, a quien la gente entrega caridad que él despilfarra, creyendo que la darán por siempre, convierte su dependencia en noción de merecimiento. Lo ven lloriqueando en la esquina frente a la sinagoga. Espera que alguien le pregunte el por qué de su tristeza a fin de sacarse esa espinita, o raíz de amargura, que le provocó el Maestro, «el dizque susodicho maestrillo fulanito de tal, rabino de mierda». Ahora imagina saber por qué dice que su enseñanza es tan simple que se resume en cuatro letras. «Sí. Eso sabe... Apenas 4 letras del alfabet con las que escribe: P-U-T-O».

El Tahar le dijo: «Tú no entrarás al Paraíso». Y no entendió. De hecho, él quiere entrar al paraíso para dejar la mendicidad. En fe, lo admitió en el primer nivel de conocimiento que se identifica como Psht / Pshat... «imagínate el sonido de esas letras, como si se te mandara a callar y susurrara ante tu boca.. pssss... cállate. Silencio. Una vez se aprende a oír, en proceso superficial en apariencia, oír mi lectura, se pasa al nivel Rmz o Ramaz, que requiere un ejercitamiento mayor del intelecto».

El discípulo más rico de la clase también entró con la cara de enojo. Una aflicción mayor que la del pordiosero porque el Tahir poco faltó para que le dijera: «Capitalista villano». No lo avisó así, pero dijo: «Tú no entrarás al Paraíso». ¿Que no? Sí ha predicado ante su padre que no imponga severas prohibiciones contra el pobre y el oprimido, que no haga regulaciones excesivas ni se sirva de los monopolios existentes para acumular más riqueza para él, ¿quién otro? Su privilegiado intelecto de hijo, heredero de próspera familia, su estatus millonario, merece más que esa clasificación de Ramaz, con que le juzga.

En balde el Tahir le explica que él no juzga ni nco ni pobre. Que el pobre existe como parte de una estructura económica deficiente que se orienta hacia «dentro de sus mediocridades» e «intervencionismo» y que el rico se aprovecha de factores que preexisten sin control de su parte. «¿De qué vale que adquieras gran educación si la quieres para tu disfrute, no para instruir a otros, con amor e inteligencia?... No. Tú no amas el dinero. Amas la vanidad de creerte listo. Amas que se te vea cuando das una limosna... pero, ¿sabes? la enfermedad crea más pobres que la riqueza mal distribuída; la apatía del ignorante más pobreza que la que origina el corrupto... y tú defiendes la dependencia extrema en la caridad, en la ternura o las ganas, o individualidades subjetivas del poderoso, y eso no es suficiente para que entres al Paraíso...»

También había desafiado la sinceridad del Maestro un presunto iluminado. Gustaba menos que el rico disciplinado el reto del estudio en los niveles de Rmz / Ramaz; siendo que ya se sentía poseedor de los ojos de la intuición, el sagrado Drsh o Darash. Alegaba que se arrebata en extasis y visión ultraterrena, por encima de lo razonativo-intelectual. Pero el Sincerador, instructor de las Cuatro Vías, ha visto muchas llamaradas petateras. Gentes que a capricho se proclaman portavoces de verdades ocultas al mundo tangible. Echan muchos petardos en torno a la conciencia cósmica y se vuelven los mírame-y-no-me-toques. Gestores de milagros si me pasas las nalgas. Sanadores si me chupas la verga, porque santa es mi leche si es seminen-in-ore. Cobran y mienten por anticipado. Espititualistas mentirosos que no vinculan sus letras para entrever el Paraiso. P (st) A RA DA(sh) SO (D)... Ni el secreto Nirvana.

«Sencillamente, porque usted lo dice, ¿es que nadie entrará en el Paraíso?», se quejó el que jamás ahorraba, porque se amarraba a sus vicios a escondidas; «¿ni aún yo?», dijo el hijo de un corrupto, malversador, incompetente funcionario; cuya madre lava dinero y lo canaliza en bancos extranjeros, mientras llora por beneficios locales, beneficencia corporativa a expensas de los pobres. «¿Ni aún yo?», preguntaba en sánscrito y lo tradujo al hebreo y lenguajes tan antiguos y sagrados que el discípulo del Ojo Intuitivo y la Videncia mágica, adujo en compinchazgo que tales cosas habrían sido escritas en el Libro de Ratziel.

«¿O es que sólo usted tiene el privilegio de entrar al Paraíso?» Y contestó: «Ni aún yo. No siendo yo un Ser Puro (Tahar), no me digan Maestro cuando también soy un aprendiz... pero, aquel que es el Maestro en el Sud / Sod / el Secreto / me ha advertido: Ni aún los que transitan por mis vías del Pshat, Ramaz, Darash y Sud, sabrán del Paraíso, o el Nirvana, ese momento en que el hombre / mujer / se identifica con todas las cosas y se funde con todo lo que existe».

09-12-2006
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Los días de Lemuria o ceremonias sentimentales


Dicen que el Viudo, anciano que se explaya en chocheces y todavía es testarudo, crió estos cuervos que le sacan los ojos. Lo rodean las sangüijuelas de sus hijos y sus nietos. Todos parásitos, conspirativos, deseosos de que él se muera. El pater familiae los tiene en su puño. El Viudo es la cabeza de familia y no ha declarado, mediante testamento, a quien dejará esa casa de quince habitaciones.

Llegó, con el hampa y el tráfico de licores, a tener una veintena de negocios. Corrompió policías, violó la ley a gusto, pero no era asesino. Dijo que la Vida es sagrada, tanto como el Dis manibus, o D.M., que se escribe en los epitafios. El fue hijo de un hampón. Siguió esos pasos. Cuidó el capital. Se casó, enviudó, guardó luto y lealtad a su amada, prematuramente ida, educó a sus hijos, casi solo. Les hizo profesionales para que no enfrenten peligros, o miedos ante las autoridades y sean, por fin, gente honorable.

¡Qué pena! No son agradecidos. Eran 8 hijos. Ya quedan tres únicamente y nietos que serán como ellos. Jactanciosos y altivos. Los padres estudiaron en prestigiosos colegios; mas no son prudentes. Ni armoniosos ni útiles. Sólo respetan su hedonismo, placeres de mesa y sexo. Los ya muertos lr pagaron sus ecesos, haciéndolos cornudos. Los que quedan son gordos, flemáticos, necios, no sirven para nada. No son prácticos, positivos ni formales. En conjunto, desde que murió su madre, se acabó la «pietas», la noción de honrar a quien les da su abrigo, el alimento y el techo bajo el cual viven sin penurias.

El Viudo dice que, perdida la pietas, se pierde también el espíritu, deidad interna. Por consiguiente, las almas castigadoras de otros mundos, hostigan a estos impíos. Vieneron por ellos. Vivir es un contrato con valores obligados. Valores éticos y cósmicos. Los transgresores serán las almas posesas por entidades que están en lo invisible y requieren un cumplimiento de armonía con ellas.

«Pax deun», susurra el Viudo desde antes de la cena.

«No seas supersticioso, papá. Esos ceremoniales son necrofilía tuya. Sentimentalismos estúpidos con tu ancestro romano. ¡Estamos en Chicago, padre! ¡Despierta! La vida es moderna. Vísperas del siglo XXI».

«¡Cállate! Que uno de ustedes morirá en noviembre y hay que prepararse para el luto desde ahora».

Y no es casualidad. Año tras año, se ha mermado la familia. Mueren en noviembre, como él dice. Exactamente en Noviembre. Las mujeres de sus hijos alegan que el Viudo es brujo, o lo asesora el Demonio. Suplican a sus maridos que dejen la casa. Que trabajen. Que no dependan de las mensualidades que él da para que se mantengan. Que le pidan que «haga ya su maldito testamento» y les de su tajada correspondiente de fortuna. Se atreven a insinuar que es un viejo miserable, amargado y torturado imbécilmente por fantasmas. Que matándolo, si se atrevieran al fin, se clausuraría en la mansión la visión de espectros, las supersticiones y la tacañería.

Los hijos, esposas y críos, han descubierto estas rutinas que el Viudo designa los días de Lemuria, del 9 al 13 de mayo. En esta fecha, él se pone sensitivo y escucha las almas de los muertos, discierne lo que cuchichean y les arroja habas para apaciguarlos. Nueve veces seguidas masculla: «Carceleros del espíritu, ¡fuera de aquí!» Se refiere a los antepasados que cobran las deudas del transgresor en sus hijos, o en él, si fuera necesario. «Con estas habas me rescato y rescato a los míos».

En la mesa, nadie se sienta antes que Viudo. Se enoja, si alguno lo suplanta. En realidad, si lo obedecen, es porque temen que tenga el poder de matarlos, convocando en suertes demoníacas que ocurra un accidente trágico, se maten la familia en pleno, o en súbito avianazo, que por un asalto pierdan las vidas, que se enfermen los que nunca se enfermaron... sí, tienen miedo, pero no se van. Por haraganes, por mantenidos...

En los días de la Lemuria, sin faltar uno, todos han de corear «Salve, sancte parens». En la cocina se preparará una gran cena. En el comedor, antes de que la sirvan, se adornar la mesa con rosas y guirnaldas. Es la noche para santificar a los muertos y ofrecerles leche y miel.

El jefe de familia, el sacerdote de las Parentalias, dice que tras los días lemúricos de mayo, siempre ocurre una muerte en noviembre. Este año no será la excepción. A la familia vendrá luto. Y por eso han sido tan importantes las noches suyas en los pasillos, el convite de las almas a ser partícipes de la ofrenda de habas. «Chasquen los dedos, hijos, aunque yo les parezca un viejo estúpido, chasquen los dedos conmigo, que los muertos nos oyen».

Sin embargo, el muerto malo no perdona. No cacha con sus manos las semillas. No las quiere. No escucha los chasquidos de los dedos de su reprensor, que es siempre el Pater Familiae, o quien pide respeto y piedad por su familia. Los buenos espíritus son, por el contrario, «manes», seres benéficos, que informan sobre peligros y enemigos dentro de la casa. «Y me han dicho que esta casa está repleta de ellos».

«Nietecitos, hagan con sus dedos chasquidos... así, así.. chas... chas...»

03-11-2000 / Relatos para esteristas

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Friday, November 27, 2009

El viaje místico de Francisco Ranero



Francisco Ranero se pasea a caballo, sin ningún galope, por la que fue en 1860 la extensa finca «Piedras Prietas» en el pueblo de Pepino. Es un viejito vizcaíno a estas alturas. Vino joven como un guardia civil de los que llaman «serafines», por las galas de su uniforme y antes pasó de la comarca natal de Las Encartaciones, provincia de Vizcaya, en España, a un pueblito isleño que aún se llama «Juana Díaz». Para el año de 1888, con quienes hoy son íntimos compinches, amigos de visitar el Casino de Pepino y jugar a la baraja con incondicionales, como Mantilla y Guijarro, se pelearon por la Alcaldía de Juana Díaz y no se lograba acuerdo. Entonces, Policarpo Echevarría, con quien hoy se acompaña, Pascasio Alvarado, Jaime Grau y él, la administraron juntos. «Cuatro alcaldes son mejores que uno», dijo Ranero.

A él, por cualquier nimiedad, le ganan los humos filosóficos. Reexamina la noción de autoridad, obediencia, civismo... El leía a Ferrer i Guardia y la revista que en Bélgica tenían los anarquistas. Sí. Ahora lo tienen contra la espada y la pared, tan sólo por ser español y ex-militar. «Y son esos criollos dominicanos, con esos mambises de aquí, con instintos brutales y un volcán de deseos desenfrenados, por alma y por historia, quienes estorban la convivencia... Que aprendan de nosotros, Policarpo, ¿recuerdas? Cuando el poder se nos fue a la cabeza y cada quien lo quería para sí solo, hablamos al estilo de Francisco Ferrer, el Maestro, y nos los repartimos los cuatro los deberes de la Alcaldía en Juana Díaz».

Cabalgan lentamente para contarse historias y en eso, por los derredores, se oyeron súbitos relinchos. Un caballo cocea. Bufa libre y salvajemente por los terrenos llanos de Piedras Prietas, la que fue hacienda de Teresa Ballester. Entonces, ambos jinetes hincaron ijares de sus caballos y se acercaron a verlo. El enérgico cuadrúpedo tiene una bella pelambre grisácea y largas crines muy oscuras. Es el semental indomable, favorito de Alejandro Alers, el hacendado más rico de la región.

El caballo ha escapado del potrero. Y parece en el éxtasis, «salido del corral de sí mismo», como no puede hacerlo el hombre fornicario. «Hoy el caballo no se siente de Monsiú; volaría, han nacido alas mágicas a su costado». Internalizando la escena, al corazón de Ranero algo sentimental o melancólico lo conmueve. El Teniente Echevarría Alvarado ha mirado sus ojos próximos al llanto. «Francisco, ¿qué te pasa?»

Y el viejo vizcaíno contestó.

«Es que Isabel, mi esposa, es muy linda. Lloro por eso». Como nunca lo comprendería y admiraría el monsiú Alers, dueño de tan hermoso caballo, «Isabel Ballester González: mi Isabelita, es hermosa e inocente», repite... Todavía el caballo, libre y suelto ante su mirada, por un lado, para él evoca el movimiento cíclico de la vida, seres que emergen del caos amorfo de las profundidades, seres que expresan las formas vivientes y con su galopar casi un vuelo hacia ventanas intangibles entre las nubes... «Y son a veces el presagio de guerra; no ya «la madre en nosotros, la intuición bendita y mágica; no ya la herradura que da buena suerte, no ya el tridente de Neptuno, ni las vías de imaginación, nobleza y trabajo».

Por cualquier nimiedad, Ranero cede a expresar sus humos filosóficos; pero ésto que hoy le confiesa es algo que duele. La familia de su esposa lo ha contagiado con la tragedia que motiva cada melancolía. «Es que las Ballester han sufrido mucho». Monsiú las comparaba a todas con «caballos de cien pesos», valiosos, y cargaba sobre unas mulas, no monturas, alforjas y banastas plenas de monedas de oro. E irrumpía como ese caballo que ha entrado a los predios ajenos: «Lo que pese esa yeguita de mujer, yo lo pago. Esa vírgen es mía. Yo la estreno, la desvirgo y la crío».

Isabelita fue una. La pesó sobre una balanza delante de testigos. La demandó de su padre yle pagó cuando accedió al trato. Y, en efecto, Monsiú le comió la honra porque pagó el dinero hasta que un día la abandonó. Pesó a otra.

Este mismo año en medio de las quemas, robos y ultrajes, cometidos contra los españoles, volvió a repetirse la tragedia. Los rumores indican que un negro fue el violador de una de las Ballester y que un intento de ultraje se hizo cuando bajó de los altos de la tienda La Euskelerría la señora de Jaunarena Azcue en el barrio Guajataca. «Don Pedro y doña Cleofe Ballester identificaron a 14 hijos de putas». Fueron los agresores y la Corte investiga.

«¡Qué bueno, Policarpo, que el Coronel nos ayude a regresar a España! Estoy vendiendo lo mío en Pepino y me iré con Isabelita antes que pierda el cuero como amenaza el trovero».

Al recordar la niñez, allá por Soba (Cantabria) y la aldea vizcaína de Carranza, le vuelve el alma al cuerpo. Echa de menos el pueblito de Lanestosa al que se irá con su mujer criolla. En Pepino, le están cantando decimitas de amenaza. Aún le trovan la muerte, por componte, si no se larga del pueblo. Y él no quiere ese odio que le costó un brazo cercenado a Jaunarena por defender la honra de Cleofe.

Por eso está aquí, visitándole el Teniente Don Policarpo Echevarría Alvarado, enviado del Coronel José Sánchez de Castilla. «Me contó lo tuyo: Que turbas de comevacas y tiznaos te molestan; pero esto es más triste, Ranero».

Díle a Braulio Caballero
que toda deuda se paga
y a Francisquito Laurnaga
que pronto perderá el cuero.
A Mantilla y a Ranero,
ese par de serafines,
les dirás que nuestros fines
son de a Guijarro coger
y arrimarle a Castañer
junto con Víctor Martínez. *

El enérgico cuadrúpedo tiene una bella pelambre y largas crines. Es el caballo semental favorito, indomable, de Alejandro Alers. Y algo melancólico le viene a la memoria a Ranero. Ahora, en vez de evocar el caballo y sus símbolos, evoca a Isabel. Un éxtasis que contacta su piel lampiña, no pelambre. Es rosada y blanca. Es una briosa campesina que imagina en ruptura de niveles interiores. Vio a Isabel y Teresa Ballester realizando rituales de cosecha y de viaje.

04-02-2003 / Leyendas históricas y cuentos coloraos

* Décima histórica de la tradición oral. Se cantaba, con el nombre de componte, o contra-componte, por los campesinos involucrados en las Partidas Sediciosas / también comevacas y tiznos / de 1898 en el Pueblo del Pepino, como una forma de avisar un planeado ajusticiamiento contra ciudadanos españoles o propietarios maltratadores del peonaje. El brote de rebeldía campesina se intensifica por causa del hambre, el cierre de comercios y la invasión norteamericana a la isla. El contenido de este cuento y nombres de personajes son reales.

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Thursday, November 26, 2009

Tu enemigo, Billie




I long to try something I never had:
«Lover man», cantada por Billie Holiday (1915-1959)

Aquella niña que creció en Harlem la conocí como Eleonora, pero, más tarde, se olvidó el mundo que era de aquellas negras Fagan de Filadelfia que, el talento, la música, no las dejó en la noche del frío, o esos desamparos del racismo y la exclusión. Eleonora comenzó a brillar tan sublimemente que le llamaron «Lady Day», Dama de lo Diurno. Señora del Día, porque, en asunto del canto pop y el jazz, abría sus esplendores de sol, fraseo y tempo de luz para iluminar la melodía.

Desde el 1933, se aproximó a grabarla la Columbia, más tarde, otros sellos disqueros poderosos, Commodores, Aladdin, MGM, Capitol, Decca... Y, entonces, era The Queen of Song. La Reina. Olvidaron que ella era Eleonora, que su niñez fue miseria, que de su padre apenas tuvo el apellido. ¿Y Frank DeViese? Diablo, avieso. Y Holiday, ninguno. Hall-oh-crisis! Cada vez que canta «Fruta extraña» piensa en su padre, como un ser que cuelga como fruto pudrido ya en camino hacia el bosque de la nada...

De contínuo y desde siempre, ella juega con las palabras para no recordar ni llorar y aprendió a hacer canciones, o co-escribirlas: «God Bless the Child», porque la suya fue maldita, «Don't Explain», porque es tarde para hacerse ilusiones y tener fe en esta mundo horrible... «Lady Sings the Blues», y una vez termina las canciones, se va su corazón a un recuerdo. La está violando un cabrón y ella tiene diez años solamente. Y la mente, mientras enciende a escondidas en su camerino un cigarro de marihuana, se extasía con aquellas escapadotas de la escuela... se iba de pinta, cantaba a solas cosas tristes y dijeron que estaba loca y el reformatorio, The House of the Good Shepherd, con toda la buena fe de sus curas católicos, no pudo con ella... Como ni hay amor ni buena vecindad, se vino a New York.

Ahora Wilbert Rich no la podrá violar y amedrentarla para que no lo diga. Su madre acaba de sorprenderlos y la jala de las piernas para quitarle de encima al malnacido que la amaciza con sus güevos sobre su vientre. Ni buena vecindad ni decoro ni dignidad en la raza.

«¿Para que recordar ese pasado?», le dice a Abel Meeropol, maestro de escuelas del Bronx, que hace llamar Lewis Allan. Se la quiere llevar al «Café Society», en el barrio Greenwich Village, donde judíos como él alternan con negros, con boricuas, con gente de uniones izquierdistas y sindicatos que promueven lucha y cambio social, integración racial, diálogo y convivencia... «Esa canción duele. No quiero cantarla, Abel».

Y él le habla de un nuevo futuro porque la ha visto en las drogas. Bebe y abusa de tranqulizantes. En 1947, le allanaron el apartamento y la arrestaron por posesión de narcóticos y drogas. Jimmy Monroe, el esposo, es un infiel y le ha dicho: «No expliques esa mancha de lápiz de labios en el cuello». Y se puso a drogarse. «You Better Go Now»... «What is This Thing Called Love?»

Abel Meeropol comenzó a prepararla para Pod's and Jerry, para que vuelva a irle de maravillas, como a la Reina que es y con una orquesta grande. Mejor que la de Count Basie y Artie Shaw. Grande, pero siempre más pequeña que su voz... «your an outgoing warmth, a palpable eagerness to reach and touch the audience, and your mocking wit». Y es que ya hasta los músicos blancos aman su fraseo, su tempo, su feeling... «pero hay que pegarles en la cara. Vas a cantar 'Strage Fruit', porque es como un himno del sindicato contra los linchamientos y después al Carnagie Hall. 'Lady Sings the Blues'. Y Herbie Nichols, al piano... y te voy a decir algo, Billie. El peor enemigo no el padre que te abandona, el vecino que te ultraja de niña, el marido infiel, es la pobreza del Bronx o los ghettos de Filadelfia o Harlem... y la CIA y el FBI que te ha visto creciendo, reclamada en Europa, grabada por Columbia o los estudios de MGM y ha dicho... revisemos que lleva en la cartera, que esconde en su apartamento, quitémole el nombre prestigioso de Reina o Dama del Día...»

Le ha barrido de un manotazo una línea de coca. No te van a quitar la droga para que no la consumas, Billie. Van a dejar que te enfermes con ella. Y van a exponer que eres viciosa y que no triunfarás ni serás ejemplo por ese vicio. La CIA y el FBI; ambos brindan estos narcóticos / alucinógenos / a la gente como tú con el objetivo de distraer su atención sobre el contexto político y contracultural... Para contrarrestrar el fruto extraño de un negro colgado de un árbol por los KKKs, en camino hacia la exclusión y la nada, te dan su versión del fruto extraño, píldoras, cocaína, heroína... Se filtraron en en Greenvich Village, en el rock, el jazz, el pop, en todo reino de creación y hay que parar eso, Billie. No dejes que la canción se prosterne y humille ante ese enemigo: extraño fruto del blanco, el arma feroz para desarticular todos los pensamientos rebeldes...»

Ya era tarde. El 31 de mayo de 1959 fue llevada de emergencia al Hospital Metropolitano. Una cirrosis hepática y una cardiopatía precedió a su arresto. La policía vigiló la puerta de su habitación en el hospital por 17 días, hasta el día que murió. Ya supo que no levantará. Morirá sola, bajo sospecha, criminalizada. No es una estrella ante los ojos de esos malditos guardias que dicen a la prensa: «She is nigro-felon under police custody». Se ha consultado el banco y tiene setenta centavos como único capital. Los tabloides ofrecen $750 por una foto y una confesión post mortem que diga: «Me maté con una sobredosis». Y aún así, no se permiten visita a menos que se vaya a pagar la cuenta hospitalaria.

25-08-2003 / Microcuentos

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Wednesday, November 25, 2009

Saltó desde el balcón



No había dos seres más distintos que ellos dos. El primero era él. Creyente en que la igualdad no existe y que la Ley y la Autoridad no garantizarán que exista ni igualdad ni libertad. El podía sonreir ante la diversidad de lo existente y toleraba, calladamente, los vicios y las luchas de cada quien. Era observador. No quería obstruir a nadie ni a ella, fervorosa de ritos y lealtades a muchas autoridades. Ella lo invitó a la Iglesia, porque él parecía un hombre tranquilo. En su comunidad, ella cuidaba el canto, lo que llamaba los límites debidos. «Esta es mi calle», dice. Siempre pone su oído atento y vela detrás de su ventana. Acusa toda transgresión y lo cumple sigilosamente oculta, entre cortinas, o de plano en el balcón. Cree en el choteo, en el rigor que garantiza las seguridades. El no. Todavía, sin embargo, él no entiende que a ella le gusta que él llegue y se fume un cigarrillo desde su tercer piso. Lo vela. Está enamoriscada, a pesar de su mala fama de intrusa, pleitera y oreja de la policía. El se cuida de ella como de algún peligro que haga su vida mucho más miserable.

Jamás admitió una virtud que lo adorne, a no ser que dijera que vale más la acción que la queja. Es solitario. No tiene a quien reprochar, o contar sus penas. Está desempleado. Se acabaron sus ahorros y sus emociones de positivismo. A veces, cuando ella lo hurga en fisgoneo, a cierta distancia, él imagina que lo burla por su mal talante. No hay ropa nueva; su delgadez la viste con desmoralización y cansacio, yendo a pie de un lado a otro en aras de trabajo.

Ella, ¿que puede adivinar? No acaba de enterarse. El le agrada porque es joven y, aún así, serio. No un charlatán y, al parecer, es culto. Habla bonito. Por el contrario, de ella los vecinos se comentan a la sorda, que «esa Vieja Chismosa, si te descuidas, te echa la biga. Hipócrita, mala leche», y a él lo advirtieron de que ande con cuidado porque ella echó a correr el rumor de que ambos se gustan. El señor, a sus 30 de edad y soltería, «me ha mirado como si yo le atrayera». Es mentira. No obstante, ella guisa y hornea en su casa lo que le gustaba a su difunto esposo y cree que los mismos platillos han de ser lo que al señor calladito le admita.

Fue a la salida de la Iglesia. Fue por complacerla, porque ella insistía tanto... ¡Qué sábado perdido! Cortó al fin el martirio... El señor calladito le dijo que la muerte es como la crisálida de las mariposas, una fase del ser, pero luego adviene algo más bello, como un ángel volador que borra lo que una vez fue la vieja fase o lo que parecía el caos. El habla bonito sobre el orden y el caos, la evolución y lo posible como contrastadas estructuras, o nuevas cosas. Metamorfosis hay en sus labios, habitualmente silenciosos, cuando discursa de tal modo sobre gusanos transformados en mariposas.

Para el Cosmos, que es el único Dios, en que este ateo cree, el Caos es parte de una inteligencia superior. «El caos es parte del orden», le dijo y la viuda sintió miedo de la frase. Se la perdonó porque se sentía enamoriscada No captó, no tenía esa sutileza, para adivinar qué deprimido él vive. .El mensaje fue claro. Justificó el borrón y cuenta nueva en nombre del dios pagano, sin iglesia, que llamara la «materia prima de todo», el proceso de la Energía y su Caos, su abundancia y sus descensos. «Ese es el capital: la Energía. En el cosmos humano, hay quien lo vuelve Ley, Derecho, Dinero, Trabajo, Sexo o Ambiciones para un estilo de vida».

Ella ha pensado en el hombre calladito que le dijo estas cosas, al parecer, impersonales, pero, ella las toma a su modo. Fue demasiado para un día: horas de aleluyas y bodas. Y, aún ella quería absorberle la noche. El le dio cinco horas de su tiempo. Alegó compromisos y, al fin, declinó ir a verla otra vez, comer de su guiso y de unos panecillos que horneara.

Mortificada con el pensamiento de que sería otra mujer que le mueve el tapete, se enojó, sin decirlo y se quedó, con la comida hecha y un vino sin descorchar que tenía escondido. Había presumido, pot chismosa que era, con otras vecinas, lo que haría esa noche. Nada inmoral por supuesto; pero su invitado tiene 30 años menos.

Al final, avanzada la noche, la mortificó la escena horrenda. Espiaba, tras la cortina de su ventanal. Lo vio casi a las dos de la madrugada saltar del tercer piso. Y ella, la que llamaba a la policía por cualquier cosilla sospechosa que ocurriera en su cuadra, volvió a la cama. Por enemiga de esas teorías «filantrópicas» con que justifica el rechazo a que otro haga lo que le da la gana y le quite el derecho de mando a la autoridad establecida, haya o no consenso, se quedó callada hasta el otro día; pero, muy claro, que vio lo que él hizo. Se subió a una silla y el barandal de hierro de su balcón le quedó a la alturas de las pantorrillas; hizo un movimiento violento, brincotero y se tiró de espaldas.

Cayó del tercer piso sobre un empedrado, sin decir ni hay. Se le abrió la cabeza. Se desangró, paulatinamente, a partir de las 2:00 de la madrugada y cuando lo halló la policía eran las 7:00. Estaba caliente aún. Calcularon que una llamada a tiempo y habría sobrevivido.

A ella la heló saber este detalle. Fue de las primeras en abrirse paso entre policías y paramédicos. Todas la conecen. Señaló hacia lo alto, al balcón. «Es quien vive ahí, en el piso de arriba, ¿ve aquella silla». No estaba histérica, sí remordida y triste; pero no diría que vio la audancia del hombre calladito que llamó a su propia circunstancia social «la crisálida de un gusano de mariposa», que a duras penas acepta jerarquías.

El no fue de los que mandan. Carecía de empleo seguro. Se fue a la quiebra. Le robaron. Lo traicionaron y abandonaron los amigos. Y a él no gusta obedecer a quien le humilla. O tener amos. O ver tanta injusticia. En la confesión del suicidio, escribió que repudia la autoridad que emana de la ley. Y la Ley lo persigue, con muchas deudas. Las carencias fueron desesperantes. «Ni ley ni autoridad me garantizan justicia: y van echarme del apartamento, me quitaron el carro y me humillaron hasta lo indecible».

05-02-2006 / Micro-cuentos
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