Las técnicas de la anatomopolítica y el biopoder se concentran
en el poder del sexo como mecanismo de producción disciplinal
del cuerpo y las regulaciones de poblaciones, así ya la vida
está completamente invadida y gestionada por el poder.
Lo inédito y sorprendente es que lo biológico se refleja en lo político. Los humanos, en función del poder que los rige,
se juegan la vida en la política: Michel Foucault
Te escrutaron el cuerpo, Sebastián.
Pusieron las miradas fieras y salaces
a lamerlo. Te hurgaron tu santa anatomía:
eras un ser-de-sal y luz en la Tierra.
Con manos represivas tomaron control
de lo tuyo. Tenías vida todavía,
y urgieron: Sé soldado. Obedece. Calma.
Otros te predicaron la abstinencia
que ellos, tus rivales gratuitos, no desean
(no, para sí); prefieren tu salud, eficiencia
de huesos. Arcadicus juvenis del Estado.
Te dijeron ríndete, pero antes al Imperio
dirás todo lo que sabes (ha de ser poco, no importa)
y darás todo lo que puedas; el tapanario, si lo piden.
Sin la estrategia de una vida poderosa,
«ni vives tú ni vivimos nosotros».
«No administres el biopoder en secreto
(ni interpongas las catacumbas a tu obediencia
por impredictibilidad de tu conducta).
Dioclesiano peticiona: regularidad causal
que a todo explique, incuyéndote
como pieza necesaria».
Invocaron los Enemigos de Roma
para procesarte y sospechar
que hablas demasiado y andas de tragaleguas
y visitas enfermos, das limosnas y practicas ayunos.
Desde antes se te espiaría. Tú sin saberlo.
Exigieron que se informe donde vas,
que se dijera con quién dialogas tus placeres
o tus penas. Orejas pegadas a paredes,
ojos asomados a los muros, se interesaron por tí.
... aunque maldigas al Estado Vigilante,
la seguridad biopotentada lo exijió en su momento.
Tú eres imprescindible (no todos son héroes,
Sebastián, no todos). Tú eres uno.
Eres de la Guardia Pretoriana.
Construye, multiplica y distribuye
lo que tengas en las sombras, lo oculto,
y que nos sea conveniente. En tí hay
las utilidades y el prospecto; dínos lo que sepas.
Serán la sal del erario y la luz de tu honra.
Te necesitamos; en tu juventud está
tu paraíso. Sin esfuerzo podrías
lograr muchos favores del amo; pero...
te pasas de listo, buscando el poder
sobre la muerte, nos quitaste
el poder sobre tu vida: te informan.
Y no reaccionas. En verdades de Jerusalén
pusíste tu fe; en Atena-Roma, la erinia
que castiga a criminales, tu duro juicio
y el amargo proyecto que se trajo
del Monte de Cafernaúm.
2.
Ahora ya es tarde: muerto no sirves;
pero vivo eres peligroso. Aquel que no entendió
tus palabras y que negaras autoridad al Imperio,
poder al César, te declaró la guerra.
En el imperio, el inútil que no coma.
Al esclavo ocioso que no se lo compense
con limosnas; el enfermo que se apresure
al paso de la Muerte, tragafiel venenosa.
Dijo el Emperador: ya no se necesitará
más tus consuelos, criticas al odio
y el oficio del soldado, quieres dar la paz
al enemigo; pero no se puede servir
ley y delito juntamente, ¿o Roma o Israel,
o Atenas o Jerusalén? No, en balde:
Van a cerrar tu boca para siempre.
3.
El poder no puede ser localizado en una institución o el Estado.
El poder es sólo una relación y, en cuanto está en todas partes,
el sujeto está atravesado por relaciones de poder: M. Foucault
En una tarde de niebla meona desfilaron
ante tí los amigos del poder. Están en todas partes
y al poder dieron encomio. Contradijíste: el poder está
en mí y en el Dios Invisible y en el Cristo humano.
«El que no corre vuela», dijeron. Se burlaron.
Ya no tendrás un salario ni ascenso. Ni honras.
Después que abran tu pecho con saetas,
buscarán una cloaca pestilente y echarán tus restos.
Tu sangre brotará como del río del odio
que envenena como Styx al que bebe sus aguas.
Ahora murmuran: vox et praeterea nil,
voz y nada más. Has muerto solo:
nemo proximus aut secundus.
Creen en teorías conspiratorias. Hoy eres
El conspirador; observaste que el Estado
es un ente vacío, que sólo la vida es
un poder aministrable, rico, multiforme.
¡Ay! Sebastián, si el poder es Dios vivo,
¡cuántas gentes engañadas morirán esta noche!
Perseguidas, torturadas, inquiridas serán
bajo la niebla meona y la teoría del Imperio!
4.
Apártalo de la matriz infame que lo ha tragado.
Del nacimiento de la biopolítica, suéltalo.
Desátalo de las mallas del poder. Quedó preso
y si viviera quedaría fragmentado, dócil como siervo.
Devuélvele, Innominable, el derecho a la vida,
a la privacidad, al control de su propias noosferas.
Dále palabra de poder contra aparatos coercitivos
y la perversidad de las normas y la codigrafías.
Rescátalo de las las jerarquías.
Son reinos imperiales
y los Dioclesianos se han multiplicado.
Oro por él, Varón santo, y él quiso la gracia de serlo
y su joven madurez la puso al servicio del mensaje:
Que sea la fe lo que nos lleve a la verdad
y no las vanaglorias del poder embruteciente.
Con palabras de vida conjuremos al Enemigo
(¡Ay, qué duro es perdonarlo (al menos
al que es represor, genocida, caudillo,
ladrón, paranoico, tirano) no entreguemos
la plenitud de nuestras vidas reguladas.
Diversíficanos, Varón santo, con los salmos
del porvenir; anticípanos la dulzura en días
de zozobra y sentimiento; dános la Espada
del Espíritu valiente y el puño expandido
de la verdad airada y la fe militante.
5.
U.S. military officers… wanted nothing more than to kill instantly on comand, without knowing or even wishing to know the reason. All they wanted was to suffocate in themselves and their subordinates, any impulse which would stand in the way of unleashing violence as ordered, in the name of order. There is not to reason why: Samuel P. Huntington
Por veinte satrapías del Imperio, va Samuel
«Dioclesiano» Huntington, newyorkino pagano,
publicista del choque de civilizaciones.
Te busca, Sebastián. No te ha olvidado.
Si te viera, aplicará en tu pueblo lo mismo
que a tí mismo: Mátenlo instantánemente.
Obedezcan. Es una orden. No pregunten.
Tú vivías en un mítico Punto de Occidente.
En las Tierras Altas de Highland Falls,
donde una pizca de Esparta se esparció
en una Roma babilónica: eraspretoriano
sin mínima jactancia: pero la Aacademia dio forma
a tu cuerpo, a tu conducta, a tus códigos.
La disciplina te enseñó el Deber.
Te dio Seguridad, Cumplimiento;
en comunidad, nos dijíste: «Soy soldado.
Tengo un Estado. Les pertenezco».
Y dimos lo mejor que damos: pocas explicaciones,
las mprescindibles: Todo individuo es perverso.
La razón es limitada y la naturaleza corporal
de la especie es universal e inmutable.
«All men everywhere are the same».
Para subordinar tu voluntad individual
a la existencia de este grupo, a la corporación
antiindividualista de Ejército-y-Estado, te convencieron
de que la mayor virtud es la obediencia ciega,
el regocijo que sigue la irreflexiva rienda del acato.
Defensores del Orden, les llamaron, unos
que pensaron que en conjunto constituyen
la mediocridad organizada. No, Sebastián,
«tú no eres un genio». Los genios son superfluos,
prescindibles, peligrosos. Mas no creíste:
Preferíste ser «sal» y la «luz» de la tierra.
6.
Believe, obey, fight!: Benito Mussolini
The only defense agansit this Futilitarian syndrome (that breeds brutalitarianism) is to manufacture myths to promote Fundamentalism spiritualism and Epic Exemplar demi-gods… The rest of the world is an open arena for this tremendous conflict for the human souls. The challenge must produce one more for us a truly epic leadership and the epic response by our democratic world if it is to be met:William Yandell Elliot (1896-1979)
Otras veinte satrapías viajó [para buscarte] William
«Dioclesiano» Yandell Elliot, predecesor
durante la Guerra Fría de las políticas estratégicas
de la muerte organizada, el choque de civilizaciones.
Te llamó «futil, genio utópico y anarco».
No estabas con él, en Tennessee, como provocateur
junto a su abuelo, no paseaste con Masones por las calles
más sucias de ese Sur de republicanos radicales,
ni con clubes de KKK se te vio, ni con Templarios,
ni con poetas Fugitivos y Agraristas de Nashville.
Te hicíste perdidizo, Sebastián.
El gurú de los Fugitivos, Sidney Mttron Hirsch,
recomendó tu nombre: «Es soldado y poeta»
y Elliot te esperó como quien espera otro amigo
en la Mesa Redonda, o el inspirado Arturo,
o el eléatico verdadero que, con palabra y acto,
trascienda los tiempos y el espacio.
No pudo creer que evadieras esos grupos.
Y no comieras lotos con aquella aristocracia
que te puso en la manos; Elliot te hubiese salvado
porque cree en los místicos poderes de los idealistas,
prerafaelistas ruskinianos. Con Yeats enciende
velas a las musas, con fabianos como Lindsay
se da sus tutorías. De Gran Bretaña llegan
sus aliados poderosos, magos medievales
(que piden Cristos y milagros
en choque contra el materialismo
brutal, futil, colectivista, deshumanizante.
7.
Se convencieron al fin de que quedaste muerto.
Te buscaron sin hallarte. Eras como dijeron:
una cruz y una capilla, dizque un osario
que cada vez se visita y reverencia menos.
Por eso infiero que una cloaca fue
tu tumba ciertamente; por eso en el Palacio Imperial
hay un festejo; Robert «Dioclesiano» Strausz-Hupé
se jacta de que él fue quien acertó el flechazo.
Disparó al corazón la saeta y su veneno.
Pero no fue su mano. «La Mano de Dios
me armó y lo hice. Tuve que hacerlo».
Para Strausz, Napoleón Bonaparte, originador real
de la guerra geopolítica, ha soñado como él
con conquistar a Rusia y el corazón de Eurasia
y allí estuvo Sebastián, ahora peleando contra
demonios que llamaba los Golems, sólo
que su lenguaje se refería los fascistas
y parásitos, los eternos explotadores
sociopáticos de las fementidas,
urdidas, fabricadas, divulgadas
teorías de las conspiraciones.
Strausz-Hupé convirtió a Kissinger
en su copia y criatura y le torció el muslo
y lo llamó Golem y en un Instituto que formó
en el nuevo imperio romano y pretoriano
(FPRI) trajo al Orbis a sus amigastros,
a la élite de los asesinos depravados
(los que se atrevieron a flecharte el pecho
una tarde de lluvia meona
bajo un árbol de yagrumo por testigo).
Lo felicitaron. William Yankell fue el primero
(aún no cree que los primeros Golems
llegan de Harvard; son ingleses de tradición empiricista;
matan con armas de palo; el arco flechero puritano).
Dioclesiano nixócrata autoriza. León Strauss
y Zbigniew Brzezinsky lo instruyen. Kissinger convalida,
y Wolfowitz, Pearle, Donald Rumfeld… festejan. Bailan.
(Hoy, 20 de enero: por fin dicen que te han matado,
Sebastián, o que has muerto. Ya nadie es peligroso.
Te matan y no se acusan ellos.
Siniestros robots, seres sin ser,
(armas que no parecen armas,
almas que nadie ha visto).
1-20-2003 / De «El libro de la guerra»por Carlos López Dzur
http://espanol.geocities.com/carloslopezdzur/yosoylamuerte.html
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