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26. ¿Quién es el faraón?
«Mira que no me has dado prole»: Gn. 15: 3
Pasaron años de estudios en Baltimore. Ocasionalmente, venía en Navidad. Ya , por lo menos, sus cartas fueron más largas y contínuas. Un día, porque echó de menos a su padre, soñaba con él, le envió una de las lindas cartas que Sara ha guardado y pensaba que su esposo no sería capaz de escribir:
... un día el padre Asura que le dio mazdah de fuego, medha de varón y la Estrella que resplandecía en su noche, trajo la espada e invocó a Zaín en su muslo y él se fijó en Sara y juró por los contenidos potenciales de lo fértil que se entretendría con su hermosura porque a todo su contenido decía, Teth, te(t)quiero, serpiente, me gustas, Sara, y quiso hacerla su amiga, con más amor que al padre que tenía oculto.
«Hijo de Attar, porque te doy espada de Zaín, me separas como al grano o la pastura que no sirve a la tierra ni al rebaño que te confié, hijo de Attar, ¿por qué ya no miras a lo alto. Mi Estrella resplandece en el horizonte y te dice: «Escucha. Es hora de partir».
Y Sarai era tan hermosa. Más hermosa que la Espada de Zaín que buscaba arrancarlo de la fijeza aparente de la noche y de la vibración primaria que él escuchaba de contíinuo dentro de sí. El silencio de Taanug, placer oculto del Viviente... Para entonces, ya Abram iba y la amaba aunque no había estrella alguna en el cielo que a ambos les pudiera solazar; la amaba en la blancura del día.
En la negrez de la noche la amaba. La amaba en la soledad y en la indiscreta presencia de las bestias. La amaba por lo que escurre un segundo para el ser y por los manantiales huracanados de las horas; sabía amarla hasta envejecer y morir y volver a renacer, él arriba, ella abajo; tendidos bocarriba, cavándose como pozos, perforándose con besos y con chicoleos, sabían volverse uno y destilar la alegría por las nalgas y sudar entre los senos, bañarse de saliva los muslos y las mejillas, lamerse las oquedades y protuberancias de la Taavá para mayor alegría y, sin embargo, pese a tantos deliquios, no había fruto.
«Tengo deseos de tener un hijo», le dijo a Sara. Se lo dijo, por primera vez, en 1950, cuando la halló en el sótano que había convertido en una oficinita con sus cosas. Por ejemplo, esos recortes de la Guerra de Corea. A veces comentaba que es triste que Corea del Sur buscara el apoyo de los EE.UU. y sus aliados y trataba de entender exactamente como el bloque comunista ayuda a Corea del Norte. Mas, aunque Abram halló sus recortes, se hizo el desentendido.
«A lo mejor es que ella se aburre», meditó.. Es una mujer inteligente en un planeta donde la mitad de la población es analfabeta. ¿Quién le dará conversación, si acaso su madre sola, que casi no ha salido de las cuatro paredes? Tal vez Malka, su propia madre, habría sido una gran pintora, viajando por Europa con exposiciones y codeándose con los hombres y mujeres más lúcidos del planeta, otros artistas, intelectuales.. y Benavito le cortó las alas, por celos de su juventud. Y él, Abram, ha hecho lo mismo con Sara, y ahora se detiene a pensarlo: tal vez ella habría sido la que le compitiera con su prestigio médico, o aptitudes para la investigación. «Es tan minuciosa como lo fue el Dr. Moritz», y esa caligrafía suya se lo recuerda.
«Tienes una caligrafía que mienta, en cierto modo, la devoción de Moritz a hacer notas», le dijo y Sara trató de ocultar las que había hecho en torno a Alfred Krupp, condenado al fin de la Segunda Guerra Mundial como criminal / genocida / por su participación en la industria bélica nazi. El industrial siderúrgico acababa de ser indultado. «Para él, sí ha habido lástima; pero para mi padre, no. Con esas maquinarias de guerra, construídas por Krupp, lo hicieron polvo». Y este año, cuando su esposo viene, uno que ella quisiera considerar su camarada, el país que él alega que es «vocero de la paz, el progreso y la democracia», tal país ha detonado la primera bomba de fusión nuclear (bomba de hidrogeno). No ha de ser muy distinta la mentalidad de Krupp, el criminal de guerra, a la de estos hombres en el gobierno de los EE.UU. que han probado un armamento tan mortífero en algún atollan del océano Pacifico, hace apenas un mes, en noviembre.
«¡Qué Navidad me puede regalar Santa Claus y qué mundo futuro que pueda yo legar a mis hijos, ahora que mi esposo me propone que me embarace y no me niegue en mis días fértiles, si he visto cómo una Bomna H borró del mapa el atolón!», piensa mientra él le acaricia el cuello y besuquea sus orejias.
«Te he dicho que ya me gustaría un hijo tuyo», insistió con tono zalamero, «y en la recámara, esta noche». Están, por el momento, en dos mundos diferentes. Ella piensa que se ha casado con un contrarrevolucionario de marca mayor. Un defensor de toda esa gente del Pentágono que lo doblegó con sus becas de estudios y prebrendas. Analiza que la explosión de la Bomba H equivalió a 10,000,000 toneladas (10 megatoneladas) de TNT: Es decir, 500 veces la potencia (20 kilotoneladas) de la bomba de fisión nuclear que fue arrojada sobre Hiroshima. Y, como su padre Joachim murió en un bombardeo, entre las cosas que ahora odia están la dinamita, el TNT, el Vergeltung I y II, misiles. «Vergeltung» huele a venganza y a la muerte de su padre. La V-2 fue lanzada por primera vez sobre Londres y un avión sin piloto V-1, cargado de explosivos, que ni siquiera es tan destructivo como la V-2, hizo añicos el cuerpo de Joachim.
«Yo no quiero tener hijos», ella le dijo. El cree que son boberías que dicen las mujeres. «¿Acaso no es la maternidad el ideal mayor de las mujeres?», piensa él y le manosea los senos, por encima de su blusa. «Lo que te pasa es que estás resentida por siete años que llevo en Baltimore; pero estoy ganando dinero, aprendiendo, y te envío regalos... Estás enojada porque no te atendí bien. Sí, al principio, fui olvidadizo. Hice que Malká y Andrés se enojaran; pero, yo hablé con él ayer. Le dije a Andrés: 'Seguramente, Sara quedará embarazada. Voy aprovechar esta Navidad y la cama que nos compraste. La cama matrimonial, King-size. Te voy a dar un sobrino, ¿eh?' Traté de ser más cordial que nunca antes para que acabe de ocupar ese piso. El piso de Leopoldo, como le dices... Yo estoy poniendo de mi parte. Pón tú de la tuya», dijo el esposo.
Con un refregón del Viento, el Anciano de los siglos que Abram llamó Varuna y que antes, con más ternura, llamara Padre Asura, se personó y dijo: «Quien te ata a Simjá, la alegría, quien te dio una espada de Zaín para que tengas verbos y energía en tus palabras y el poder de Hashem, no te vea afligido ahora que has conocido mujer y amor en tu carne y que has pasado por el viaje de la líbido y si no has dado parte de tu disfrute; a ella que está triste... no es por mi causa. Eres tú quien se comporta como un mal amigo.
«Y se quejó de que Sarai era infértil y que sólo los rebaños le dicen pastor, padre, auxilio mío. Mas él recordó a su padre cuando le dijo: Véte de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de tí una nación grande, y te bendeciré»: Gn. 12: 1-2
Entonces, el Anciano dijo: Comienza el viaje de nuevo. Obedece y sigue la Estrella que resplandece en el horizonte. Amáme como el día en que eras tan simple y no tenías la espada de mi palabra. Todo lo que salía de tu boca entonces era sinceridad... Te hice varón , un poco solitario, introspectivo, y no compartí contigo el placer de la carne, el viaje de la líbido. Mas el día en que conocíste a Sarai te hicíste egoísta y mentiroso. Medíste el placer que ella da en menoscabo a la amistad que te dí. ¿Qué te ha pasado que, cuando te do,. me quitas?
Juraste por la Verdad / mi Emet / mi silencio, en el cerebro oculto, pero tu verdad es un espectro desde el tiempo en que te dí el habla y la energía de la palabra que vibra, sonoramente, una vez que sale de la boca.
Dijíste que vas a buscar los Gemelos que abundan en los atrios de Canáan. Que irás al Bazo, donde las emociones se digieren y apuran y a rompe y rasga la vida es más que siete. Trasquilo y no desollo, porfiaste.
¡Ay, pirujo! mira a quien saqué de los traspatios para mostrar en el encino de More mi plan, mira cómo da un solo con sus vaniloquios el tontarrón que llamé Hijo de Attar cuando peor es que el Santo de Pajares. Te dije: «Vé solo, deja todo para esta tarea» y te llevaste la diablesa con mi Ojo de Ayín. «Sál de Ur, solo, como sin sombra, triste», sería yo quien enseño la plenitud de la alegría, y te llevaste al sobrino Lot de manguindó y a la pizpireta de Sarai, otra que ama sus arrequives y al atajo de tus disparates da asenso por fidelidad.
Pero no te arrugues, Abram. Yo soy el amigo fiel.
«Sarita, yo sé que entre nosotros muchas cosas han resultado mal. La beca que se te iba a dar, por ejemplo. Mi madre que piensa que vender algo de mi padre ha sido robo. Cosas de autoridad... Todo tiene una explicación», comenzó a decir. «Yo te acepto, con tus ideas; pero el sistema no. Nunca quité el dedo del renglón. Te defendí, niña, delante de los faraones. No tienes ninguna culpa respecto a lo que fuera tu padre... no tienes por qué arrastrar su némesis...»
«Yo arrastro a gusto lo que aprendí de él. Eso es ser camarada; pero tú no sientes merecedor y tomas y haces, a hurtadillas».
«No, no, óyeme... Dije que eras heroica, inteligente, con estudios médicos... Y que mereces la misma oportunidad que yo, pero fue terrible. Lo fue los proyectos de los EE.UU. ahora son tremendos. El caso es que ya no se confía en personas que son profesionales, capaces, comunistas quizás y forman pareja, tú sabes... habrás leído acerca de Ethel y Julius. El pasaba por un simple ingeniero, ella como una actriz o secretaria de no se qué... Mas para el Gobierno de posguerra, gobierno de guerra fría y gusanos que no se pueden matar, traficaban con información militar e industrial clasificada... y es atroz, porque entre los secretos está como se fabrica una bomba atómica... y yo sé que eres buena, leal, que te mueve el altruísmo; pero, ¿qué sucede si otro piensa otra cosa? Los que recopilan datos sobre tu familia, Joachim y su gente, te mejor que yo. Yo no los puedo defender si Tail-Gunner Joe que rastrea pisadas y expedientes y, desde 1950, se le antoja decir que es un monstruo... a mí se me dijo, únicamente, de qué se trata la Guerra Fría y cómo el proceso de recomendaciones es en este sistema... y en el sistema lo determina el Senado, los comités pentagonales, antes de que cada petición o servicio pase a las universidades, y esta gente examina todo, por lo que se me advirtió que colocarte a tí pudiera ser contraproducente. Que yo mejor viaje solo, estudie solo, investigue solo...»
«¿Viajar solo? ¿Qué quieres decir?»
«Este nuestro futuro será grande. Si vienes conmigo puede que vivamos en las bases aéreas de Norteamérica, conoceremos oficiales de rango... puede que viajemos a España, Japón, Panamá, Norteamérica y Puerto Rico... Mira, con ésto de la histeria anticomunista que desde los '50 y el caso de los Rosenberg se suscitara, los EE.UU. no quiere pagar por esa clase de individuos o prospectos ni el Gobierno Federal, ni en el establecimiento científico, en sus universidades, ¿te fijas? A eso se dedica un cierto senador de Wisconsin... McCarthy y Nixon y otros».
«¿Y quieres un hijo que ni vas a ver? ¿Preñarme para qué?»
«Viajar solo es una manera de decir... si aceptamos o no, lo mejor que pueden darnos por ahora... yo ser un médico en sus bases, trabajo seguro, ayuda para ser residentes y ciudadanos por naturalización... una vez logrado ésto, puede que sea posible que retomes la carrera... »
«¿Cuando ya esté vieja?»
«Lo que te quiero decir es que los faraones mandan y vieron el expediente investigativo realizado sobre tu familia y dicen que no convienes ni para la CIA, que habría que inventarte de arriba a abajo. Te harían una identidad ficticia y nueva, muchos exámenes sicológicos... Escucha ésto; ¡Joseph Raymond McCarthy! Grábate ese nombre, es tu enemigo y, si él que ahora hace acusaciones temerarias, demagógicas, inverificables con los hechos más irrelevantes, por sólo presumir su patriotismo, hallara la manera para que no seas beneficiada con becas de posgrado. Imagina... ¿qué harán de los dos? Tú y yo sabemos que no somos Julius y Ethel Rosenberg, no somos newyorkinos prestigiosos, no somos... Queremos servir a un país que amamos, Cuba y Norteamérica, ambos inseparables... y que prevalecen con sus prácticas salvajes, con ladrones y dictaduras, intervencionismo y discrimen».
Mejor le habría gustado que no viniera ni dijera nada. Sara le está dando una mirada a su esposo que él no la olvidará jamás. Le ha dicho, con los ojos mentiroso y cínico. Se da cuenta que no lo conoce. ¡Tanto tiempo de verse y ahora resulta un cipayo, 'Cuba y Norteamérica, ambos inseparables'. ¿Y qué de ser judíos universales, herederos de toda la Tierra del espíritu?
«¿Y me pides un hijo?»
«¡Ya no te quiero sola en esta casa! No veo futuro a vivir aquí. Y el año que viene se me asignará la Base de Guantánamo».
«Entonces, el Faraón llamó a Abram y le dijo: ¿Qué es ésto que has hecho conmigo? ¿Por qué no me dijíste que era tu mujer? ¿Por qué dijíste: Es mi hermana, poniéndome en ocasión de tomarla para mí por mujer? Ahora, pues, he aquí tu mujer. Tómala y véte»: Gn. 12: 18-19
Tú sí que te has vuelto, mentiroso, Abram, y los atabales traes a cuestas, bellaco. ¿Qué hicíste? Plagas han caído sobre la casa que te acogió y te dio asnas, bueyes, rebaños. Te prospero cuando la miseria hiere como atracador en los caminos y sembraste la mentira: «Es mi hermana», pero, ¿pensaste en mis ojos, Abram?... se han llenado de su hermosura cada vez que la contemplo; ¿qué? por qué me expones al Otro lado, el maligno Sitra Ajra de los gañines que, por la tentadora delicia que dan como carnada, se cobran y nos destruyan las copas de la dicha: la emoción, el compromiso, la unidad, ¿qué? ¿piensas que no tenemos metas, qué sólo tú has sido amparado por tu dios?
Toma a Sarai. Llévatela lejos, pero ámala y no la expongas, Abram, al riesgo de la codicia ajena. Hermosa es como Cybele frigia, ardiente y saludable es como Ishthar; como a prostituta hitita la soñé en templos de Astarté y el dolor comienza a llenar la casa, en luto, se ha convertido mi corazón por su causa.
Me dijo la mujer: «Yo soy el sereno placer de Abram. El es mi esposo y soy el agua de su alegría. Sentirme suya es mi voluntad innata y no puede ser de otro hombre, aunque sea el Faraón y el más poderoso varón de la tierra. Yo sólo tengo un dueño y en la tierra, Abram es el alma de mi grosura. El es mi rey».
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27. El primer hijo en La Bodega
Claro está, cundió la alegría. Se elevaron las risas y se conversaron múltiples planes de crianza, una vez que nació el primer hijo de Abram y Sara en La Bodega. Desde una ventana del edificio salió el sonido del shofar. Y otro día, con celebraciones, se oyó una orquesta de clarinetes, bombardinos, trompetas y tambores, que operó en mejores tiempos en el lugar. En La Bodega se dieron clases de solfeo y música a jóvenes y niños, y a Benavito le gustaba oír ensayos musicalees y cantos. Gran pared separaba la escuela de su casa; pero él advinaba la música más que escucharla. «La música», según decía, «habla como Dios». Ha-Shem vocaliza con música o vibraciones de las esferas.
Le dijeron alguna vez que la música que se oye desde La Bodega es profana, que más parecida es a la profanidad de Tiro-Sidón que a Jerusalén y él les dijo a los judíos, con tales quejas, que ambas ciudades son «ejes de una misma cultura... para el porvenir», sólo que Jerusalén es más espiritual que Cartago, alegría material; pero «aún en lo material, la música es voz divina, que no ofenda y alegra». ¡Qué pena que Benavito no haya escuchado estas celebraciones por el nacimiento de su nieto!
Malka (sólo Benavito decía correctamente su nombre, con el acento final) le comentó con el judío Becerra, «si mi Simón viviera, ¡qué feliz estaría de oir otra vez música en la casa!», pues, él nunca pensó, como piensa su hijo, que vivir en La Bodega sea como vivir en un vientre estéril, rodeado de viejas cosas, como esos acopios de vinatería. Cada cosa en La Bodega es su Jerusalén en retoño. A todo le supuso futuro porque Sara hizo real la promesa. Le dio un hijo en la vejez. En La Bodega comenzaron sus amores y fructificó en Ceiba Mocha; pero, «el fuego de las caricias, aquí fue encendido». La Bodega... Desde entonces, idea de Benavito fue que vendrá el día en que este edificio se llenaría de nueva vida, hijos, nietos, amistades.
El primogénito de Abram fue la materialización de su profecía. Andrés, que fue el primer hijo de Benavito, se crió en Santiago de Cuba con el Dr. Moritz, antes de irse a Cárdenas, a buscar a Alicia, «no nació aquí ni aquí dí mis amores a Alicia» y el primer hijo de Benavito con Malká nació en Ceiba Mocha, «pero aquí, como cesta que para mis huevos se acomoda, fue milagro». «Este es el primero, hijo mío», le dijo Malká a Abram, que nace en La Bodega y por eso la familia Becerra festeja. Trajo música santa».
Sara estaba feliz con su primer hijo y le recordó al esposo, «Sea por Dios que nos sirva para el acercamiento». Andrés estaba tan feliz como si fuese suyo y se lo dieron a que lo cargara en brazos (fue la primera vez para) que vea cómo se siente.
Que nazca este primer hijo de los Abram ben Abram-Riga no fue como tarea fácil para quien pensara como «vientre estéril» al almacén de La Habana. En torno a la procreacón y la vida, Abram las cree sus derechos, por esposo legítimo de la mujer a la que hizo madre. En cambio, Sara le dijo: «Dios da la vida. Tener un hijo es sólo un privilegio, un acto de confianza». Y, si en el rigor de ese planteamiento, ambos coincidieran, Abram no se molestaría con lo que ella implica. «Sea por Dios que nos sirva para el acercamiento». Difícil tarea acercarse a una mujer con costumbres de higiene, conocedora de su cuerpo y sus emociones, y que bendice su cama antes de subircon el esposo a ella. Como una antigua escandinava, recurrió a la Sabiduría de los Dragones (en las proias de sus barcos vikingos). Es que Sara, cuando piensa en el fresno sagrado («yggdrasil»), cree que sus raíces se extienden a través de todos los mundos; pero, hay un dragón (que llama Nidhug o, a veces Níohöggr) que siempre vela la hora de entrar en la cama y con qué clase de espíritus se entran . A estos espíritus inmundos, espírutus costeros, les denomina Landvaettir… Cuando ha subido a la cama, para intimidad con su esposo, a ella le resulta como si oyera a esos espíritus que él teme: celos por su ausencia de que otros varones la miren, miedo a la envidia que puede más que la ostentación. Estarse ausente de la casa, tal vez para encubrir el sentimiento de culpa, afianza una carencia en Abram y, entonces, el Dragón espiritual que tiene no vence a los espíritus del Ain Hará, el mal de ojo, y avanza como una infección que se adhiere a las sábanas de holanda de su cama los sentimientos de desprotección, culpa y dolor injusto.
«Te escuché acostar al niño con un rezo extraño, no habitaual: bli ain hará o kein aine ore? ¿Por qué rezaste así, o pronunciaste eso? Y luego… la cinta roja que pusiste en la muñeca de nuestro hijo… Sarita, eres una mujer inteligente; no lo eduques ni te fíes en supersticiones… Yo sé que piensas aún no era el tiempo adecuado para que tuviésemos familia. Si no te sientes preparada para ser madre, consulta con mamá. Ella le dio un hijo a un pobre viejo».
«No dudo que ella sea la verdadera Mano de Miriam. No te voy a pedir amuletos contar el mal de ojo».
«Ni yo me voy a prestar a comprar nada de eso».
Sara le contó que cada vez que con sus padres viajara por el mundo ella portaba una joyita en forma de mano que llamaba el hamsa (le dijo que es, no una superstición pre-israelí), sino diseño de la vieja sabiduría alegorizada. «Me habría gustado regalar a nuestro hijo el ‘hamsa’ que me colgaba al cuello, pero lo perdí… Es un simple adornito: una palma de mano, sobre la que se graba un ojo y se medita con ésto asore la eliminación de los males posibles: el mal de ojo y en conservar la modestia, jamás el sentimieto de venganza».
«Los negros santeros cree en esas brujerías y amuleto».
«Pero ésto que te digo lo enseña el Talmud: ‘Soy de la simiente de Iosef, que no es afectado por el mal de ojo’. Y cuando viajó a Egipto, a la Corte del Faraón, estaba bajo La Mano del Altísimo. Seguro que tenía su hamsa». Y sobre la cama, donde ahora él comenzaba a buscar sus besos y querer encimarla, porque ella no permitió durante el embarazo que Abram la tocara, le contó sobre la visita de dos parientes de María Lecsincka y su hija Paquira: unos muchachos que han recién llegado a La Habana….Los vio hambrientos, sucios, con zapatos descosidos y desgastados en sus manos, con el cabello crecido y semibarbados. Preguntaron por los hijos de Benavito, esto es, por Andrés y por Abram, aunque no saben sus nombres… «y ellos me movieron a darles de comer y ropa de su talla, ropa que ya tú no usas… Eran mulatos, de piel muy oscura, pero ambos tenían los ojos azules de tus Lecsinska y te diría que muy bellos, excepto que ambos sufrían de los ojos alguna anomalía. Uno tenía un ojo extrábico, o túrneo y el menor se servía del mayor como lazarillo. Era ciego… y por lo visto y, desde que se fueron, con todo lo que les dí y la promesa de seguir ayudándolos, puse la cinta roja en la muñeca de nuestro hijo, pero que sea señal generosa para él y nosotros…»
«Y Andrés, ¿vio a los pordioseros? ¿Te ayudó? ¿No les atajó en la puerta o calle para que no subieran a nuestro segundo piso?»
«¿Cómo atajarles o ignorarles? ¡Son tu familia! Hijos de Francisca José, dijeron. De Paquira».
«¿Cómo asegurarlo? ¡Puede que hayan sido impostores!»
«¡Abram, admite que tienes familia en necesidad! Ya lo sabemos. Estos hombres, ya no tan jovencitos, hablaron suficientemente para que se entienda por qué han pedido caridad. Son familia de María Lecsincka, viuda de Antonio, hermano de tu padre. Nos visitaron, avergonzados por la mala suerte de Paquira y sus hijos. Dieron datos correctos: Paquira, recogida por el Dr. Moritz y sujetada a la justicia de Ruy, el rabino de Ceiba Mocha. Enumeron sus hijos, los mulatos… Y que, en la casa de su padre, a su madre y ella se les le tuvo en reclusión hasta que nació la niña llamada Alicia, que tu padre casó y… dijeron que, en 1885, se enterró a María Lecsincka, y que a Paquira (Francisca María) no se le perdonaron sus infielidades y que la niña Alicia no fue nacida de Antonio, como lo tampoco fue Rachel. Y ya lo sabemos que son muchos hermanos en esta prole de adulterios… pero, ¿no son los Abram-Lecsincka y los Moritz-Abram tu sangre?»
«Te recuerdo que el mismo Benavito a Rachel la divorció de Antonio, reprendió a las Lecsinka y la Halajá y otras normativas que nos guían repudian a las adúlteras… La única mujer, en nuestra parentela, que mi padre honró fue Alicia, porque ni a la propia Rachel, en que tuvo su hijo, la quiso para el matrimonio. Y Moritz, siendo aún rabino, dijo que Alicia fue más joven, virtuosa y bonita, que las Lecksincka y que, si acaso Paquira, que fue la más hermosa, también destacó por la más puta. Y ahora, como le viste los ojos turbios y descompuestos a la simiente de Francisca, se te ha metido el miedo al mal de ojo. Ay, mujer».
«El mal de ojo que yo temo, el verdadero ain hará, es que no comprendas que la Torá prohíba maldecir; o que no ofrezcas bendiciones al prójimo… Mira que entre el corazón y el cosmos hay vínculos e influencias recíprocas a todo nivel».
«Sara, si lo que quieres es que le compre una manita hamsa contra el estúpido mal de ojo a nuestra bebé, está bien. Vamos a la joyería. Lo compramos. Le quitamos esa ridícula pulsera de tela roja. Le compramos una pulsera con su nombre… ¿eh? Pero no me hables más sobre ésto y ese mojonerío de los pordioseros que, en nombre de los Lecksincka, vino a chantajearnos… Creí que Andrés iba a servir para algo y proteger la casa…»
«El no estaba aquí. No lo culpes. El ni se ha mudado. El viene y se va. No nos descuida; pero él recién ahora es que accede a vivir aquí, y nos hace falta, en casos como éstos».
«Pues, díle que tan pronto me vaya, haga guardia en la puerta y no deje que vuelvan esos desgraciados».
«Eso es lo que llamo mal de ojo, la visión ostentosa, la tuya».
«Maldita sea. ¿Por quá tienes que hacer de la cama, en que te solicito momentos de intimidad, un lecho de demonios?»
«¿Ves como maldices?»
«Yo me voy pa’l carajo», gritó y comenzó a vestirse para irse a no sé qué lugar.
Ciertamente, se olvidó del niño que nació en La Bodega. Y que, en uno de sus viajes, tres meses atrás, sirvió para atender el embarazo. La primera vez que se puso en servicio de la familia, aunque ya atendido decenas y decenas de partos, especialmente, en Guantánamo.
Entretanto, Sara reza y medita sobre cómo crecer bajo la Mano Protectora de un Hamsa espiritual, invisible::
Al niño, huérfano, le colgaron al cuello, atada a un hilito de plata, una Mano, decorada a su alrededor con palomas, porque las palomas reconcilian con la Divinidad. También ataron al hilito varios pecesitos de oro, bajo las palomas que parecen sobrevolar sobre los peces. «Y todos estos símbolos hablan sobre la sencillez y pureza. Los peces son inmunes al mal», agregaron cuando ya estaba en la puerta de salida. Previamente, le enseñaron la Oración del Viajero y el niño la practicaba, según se alejaba de la casa: «Tefilat HaDerech».
Estaba triste porque se separaba de quienes le protegieron en Cartago, cuando murieron sus padres; pero, se sentía capaz de cumplir la misión que le enconmendaron. Toda su fe dependía de la Mano de Dios, mano de Cinco Dedos, cada uno de los cuales es un Libro de la Torah, o una advertencia o una protección contra el Ayin hara, el mal de ojo. Y como el niño apretaba la Mano de Hamsa, símbolo de Chai el Viviente, intuyó que alguna de su fuerza proviene del altísimo y la Vida («Chaim») no se manfiesta con temor de su siglo y las gentes. Como temibles son nombrados los sacerdotes del Moloch en el País de los Filisteos y, aún en Cartago, la tradición de los semitas da culto a la sumisión y adoración al Moloch o Demiurgo, describiendo como rituales agradables los sacrificios y crímenes de sangre.
Fue por ésto que sus protectores le dijeron: «Ve y lleva este encargo a donde yo te digo». El niño no debe criarse entre los sacerdotes de Moloch que hablan sobre un «pueblo santo» que no lo puede ser porque su crueldad es mucha y la dispersa de Tiro a Sidón, de Jerusalén a Cartago.
Y el viaje asignado es largo, mas siempre se siente en la ruta correcta y el niño va dejando de ser niño, y la Mano de Hamsa lo proteje de ojos malos y asediantes. Ha buscado el hilo de plata y ya no existe, pero, algo dentro de su corazón, es exactamente la Mano Protectora de su Dios y está adulteciendo sin miedo. Y Chai el Viviente le instruye para que, en cada cultura y ciudad que pise, rechace la superstición y el fanatismo. Ya sabe que no aprieta pescaditos de plata o palomas, adas al hilito, cuando las frota sobre su pecho. Es el instinto de superación lo que palpa sobre sí. Va por el mundo a cumplir con la misión que le dieron sus antiguos protectores: Crecer bajo la Mano Protectora del Altísimo.
De hecho, él y la madre no viven juntos. Ella se quedó en La Habana. Acá está cerca de sus raíces espirituales. En Guantánamo, si se fuera con él, como propone, sólo alternaría con su esposo y una criada que él dijo que le conseguiría. El resiente que Sara se sienta tan desvinculada de los americanos. «Son gente como tú y yo». Ella le dice que los militares no son igual a ella y, menos los que en la Base de Guantánamo, están. «Gente que quiere hacer carrera con la muerte y que interviene, en obediencia a capricho del Pentágono, coadyuvando a toda operación de matanza». Ella tiene un definitivo concepto de lo que es imperialismo y al tema él le saca la vuelta.
Mas hoy, con ésto del niño, con sus primeros meses de vida, se festeja. Nació en septiembre y estamos próximo a una primera Navidad. Han adelantado el colgalejo de guirnaldas con bombillos de colores. Al esposo, modernizado con las cosas Xmas y Santa Claus, como acostumbran los esnobistas de El Vedado, se le ha ocurrido por primera vez que en la sala de su casa en La Bodega haya un árbol de pino y que sea a los pies del árbol que se ponga un Establo de Nacimiento. El a colegas, a quienes hablara sobre la hermosa mujer que tiene en casa, judía devota, aunque con «amplios criterios, casi cristiana», han mostrado interés en visitarles. Ha meditado que la casa debe oler a cosmopolismo.
En la madrugada, cuando ella dormía, regresó de la calle y se metió otra vez en la cama. Sara despertó y sintió muchos demonios que trajo consigo. Lloró lo más silenciosamente que pudo para no despertar al esposo que olía a alcohol.
«No es que haya que esconder los candelabros ni negar nuestro judaísmo. Se trata de que no haya indicio de que somos muy ortodoxos y metidos en nuestras costumbres», le dijo en la mañana cuando después de varios días de celebraciones se regresó a la Base de Guantánamo. Hizo sus recomendaciones. Prometió volver a la menor oportunidad y traer un hamsa y una pulserita con el nombre del nene.
Pero fue tarde ya. El niño murió el mismo día. A siete horas de él irse a cumplir con los demonios.
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28. «Ya veo por donde van tus sincretismos»
«El caso de los armenios en Turquía es el primero de los genocidios del Siglo XX. Las matanzas sistemáticas de armenios durante la dictadura de los Jóvenes Turcos constituye una muestra de una masacre que acabó, según varias fuentes, con la vida de cerca de millón y medio de personas»: José Carlos Rodríguez
Hoy, olvidado día del mes, a mediados del año de 1955, la casa está más llena con visitantes que en el sepelio. Ahora no morirá un ángel. Sara está embarazada otra vez. Malká aún vive y, fuera de la depresión por la muerte de su primer nieto, se ha recuperado. Es una señorona que comienza a canear, pero, dulce, atenta y saludable como cuando llegara a La Habana y se ganó el mote de la kifer, la primera sueca de Benavito, el Viejo Rabino.
Dicen que hay razones para festejar; pues, la pareja ha superado la amenaza de divorcio que lanzó la parturienta. Mas este día ella no lo recordaba. Lo trajo a la memoria Doña Malká Matías-Aaargaus de Abram y es que, hará pocas semanas, con Andrés fue a ver por última vez la casa en que se criara en Basilea (Suiza) y que una nueva cepa de Matías (los Matías Dähl, hijos de Leopoldo en los EE.UU..) vendieron por una bicoca, premuras y líos, en que se metieran. Les estorbó que Malká apareciera en la herencia del Dr. Otilio Matías de Neves (1850-1918), nativo de Valderas (León, España) y que Leopoldo, ya viejo, quiso a su «hermana bastarda», dándole parte de lo propiamente suyo por mandato de su padre.
Lo que ya se supo es que Otilio amó a una Aaargaus que no lo quería y que sus nuevo hijos en los EE.UU. vivieron un estilo de vida que conlleva a la ruina y, para que no les expropiasen lo que más quieren, venden lo que más vale y no es plenamente suyo. Por consiguiente, les pagaron a Andrés y Malká el viaje para que vean cómo se corta el pasado. Fue el «viaje de la tijera».
«Esta es la casa en que se crió antes de irse a Cuba. Leopoldo, antes de morir, nos dijo que puede que usted sea considerada aún co-dueña porque fue deseo de Otilio Matías que algo recibieran todos sus hijos».
Unos jovencillos impetuosos, malcasados con mujeres ambiciosas, contaron 5,000 dólares y le dijeron: «Esta es su parte». La Sueca sólo quería ver la casa por última vez; a veces la soñaba, por causa del bello paisaje y las montañas nevadas que no olvidara y porque echaba de menos a Otilio, cuya muerte lloró como si fuese la de Benavito, su esposo.
Dos años antes, en cuanto a Sara, a poco de que falleciera su primogénito, ella viajó fuera de Cuba. Al fin, accedió tras unos periodos en la base de Guantánamo, y dio otros saltos, otra vez con la compañía del esposo. El servicio médico-militar de Abram se programó con estadías en Guantánamo, Panamá, Alemania y España, y Sara rompió la vida sedentaria que le ataba a La Bodega. Y, como era muy desenvuelta y de carácter tan entusiasta, no se imaginaba a perpetuidad en la soledad del edificio viejo.
«Hay que aprender a viajar hasta con la imaginación», dijo a su esposo. En cierto momento, Abram durante la tertulia con los americanos de la Base, oyó que Sara dijo a un árabe-estadounidense que le preguntaba si alguna vez viajó a Jerusalén, o a los países árabes. «Aún no, pero me gustaría». Observarlos tan jovialmente dialogantes lo sorprendió. El «inglés conversacional», «de guerra», con acento británico de Sara, había evolucionado grandemente y ahora, con su dejo europeizado, bastante simpático, se metía en meollos filosóficos y novedades cosmopolitas. Y le era suficiente para ser sincera y articulada con todos y decir: «No, no, yo sigo siendo judía», detalle que Abram le había prohibido para que se haga «ciudadana estadounidense» y se evitara ser objeto de prejuicios, ahora que la ciudadanía americana abre todas las puertas y significa que se es individuo de primera clase.
«Me habías dicho, Mr. Abram, que tu mujer es marrana y que tenías una becerra en la casa», broma por judía conversa y La Becerra, por alusión a la instructora de hebreo. Después, redirigiéndose a Sara, le dijo: «Bien, bien. You're not! It ‘s so fine with me! I love Jewish people! ¡Qué buenos que seas Niña del Libro! Que conserves el bagaje y el espíritu de tu semitismo». El árabe hasta aplaudía. «Es que él me dijo que eras muy occidental y ya cristiana».
El Ingeniero de Calderas de Guantánamo dijo que su nombres es Azeeza (y que precioso, él no es, tan sólo el nombre pero sí fue «deseado». Y eso significa su nombre en árabe. Deseado y precioso. Entonces, preguntó a la pareja si ya tenían el nombre para el bebé. Y repasaron muchos nombres posibles, en caso que fuese niña o varón. Y este momento fue lindo para todos, aunque el Capitán de Ingenieros decía que si fuese nacida hembra, le gustaría que algunas de sus sugerencias fuese tomada en cuenta: Marya o Zulaikhah fueron unas, «porque usted es una madre linda de apariencia». Claro está, ella pensaba en nombres hebreos, pero, hay mucha familiaridad entre los nombres semitas: «Su nombre Sara significa ‘maravillosa’; en árabe, Zaraa, la Dama de Jannah, y es un nombre musulmán, digno de su persona».
Con Doña Malka, el Ingeniero Azeeza también se deshizo con gentilezas y le dijo, entre el repertorio de nombres musulmanes Malak, hija de ángel, y Malika, Reina y Maryam, nombre éste que sólo tienen las damas famosas en su tierra natal. «Y si naciera un varón en la casa del Dr. Abram, llámenle no ‘my son’, sino Maysoon, porque con este nombre será de hermoso rostro y cuerpo».
«¡Usted nos entretiene, Mr. Azeeza!», le dijeron oficiales viendo que quería el privilegio de ser compadre / padrino / para los hijos de Abram, y se sabía que su propia esposa, árabe como él, no le daría hijos. Ella sí es estéril y, en estos momentos, fue víctima de la polio.
«No quiero que hablemos cosas tristes», dijo Abram, quien se acercó a mostrar dos botellas de vino, que sacó de los viejos acopios de mercaderías que había en La Bodega. «Son vinos de Valderas, León, España, de los que gustaban a Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y Villalobos, y al Dr. Otilio Matías de Neves, antes que se fuera a Suiza y Holanda, los disfrutaban y traían como obsequios». Estaría presumiendo unas botellas, traídas a La Bodega entre 1895 y 1900.
Fue una de las pocas veces que Sara escuchó a su esposo referirse a sus parientes Ruy López Abram y Mercedes Sbarbí y hablar con cariño sobre los leoneses de Valderas. Fue ella quien lo llevó a España por primera vez. En su breve rememoranza de Otilio, él mencionó que éste estuvo casado con Claudia Aaargaus, de cuya unión nació Leopoldo («El Sueco»). «El fue el primer sueco de verdad» y con risita nerviosa, «nosotros nos hacemos los suecos», querría decir los seguidores de un maltentendido, «porque sueco no hay ninguno». Y Malká, quien recién estuvo en Basilea, le dio la razón y lamentó que se vendiera una bella casona en Suiza por unas migajas y cómo ella tiró $5,000 a las caras de los nuevos suecos y les dijo: «Hagan lo que quieran con la casa, pero yo nos seré cómplice de la estupidez que están haciendo». La urgencia de malgastar el dinero y que rodara a la basura el patrimonio que no fue sólo de Leopoldo, el Sueco, también suyo por lo testado por Otilio.
«No hablemos sobre cosas tristes».
Llenaron copas de vino de Valderas. Abram, mientras servía orgullosamente del vino, añadió otro detalle. Su padre Benavito, cuando finalizó sus estudios en la Universidad de Basilea, se estableció en Matanzas. Sería poco después del 1901 o 1904, y comenzó a ejercer la medicina. En 1906, sirvió como médico entre las tropas norteamericanas que sofocaron la rebelión liberal de los negros. Regresó a Suiza en 1906 y de regalo de bodas, entre su padre Ruy y el Dr. Moritz Abram, le dieron por casa La Bodega, con la esperanza de que hicieran en alguno de sus pisos, la Sinagoga más grande de Cuba. Moritz heredó casi todo lo suyo a su hija Rachel y, nada, al parecer, a su hija Francisca María (Paquira).
Sara, oyéndolo, pensaba: «Caray, todo lo que uno aprende de su esposo, cuando su lengua se suelta al calor del vino».
«Papá estaba orgulloso de nacer en Ceiba Mocha», dijo y añadió que fue el primero de los Abram en colaborar con los norteamericanos durante la intervención de 1906 y que, por celos de judíos locales, ya en La Habana, movidos ellos por sus caprichos y melindres, no se hizo en La Bodega una sinagoga. «Odiaban este vino sabroso de Valderas. El vino, ¿qué culpa tiene? Y si fuera por sus amoríos, escádalos que le hizo Rachel y Antonio, cuando se casó con Alicia, ¿qué culpa tiene La Bodega?»
Aquella tarde y hasta la noche, la oficialidad de Guantánamo, así como otros invitados, advirtieron que nunca habían visto al Dr. Abram tan comunicativo, o si se entiende el eufemismo, tan ebrio. Tenía mucha clase y simpatía, pero estaba mareado y, Sara lo convenció, con la ayuda de Andrés, de irse a la cama por un rato. El vino de Valderas lo hizo una uva y tan así, que ya estaba sacando intimidades. Que si no fuese por Andrés que le compró una cama matrimonial para que hiciera maromas, con artes amatorias, Sara no habría quedado embarazada dos veces. Que si no fuese por Andrés, que rentó una camioneta, y se fue a salvar archivos de su padre y el Dr. Moritz, se habrían perdido cantidad de notas sobre investigaciones patológicas y farmacológicas que ellos habían hecho. Que lo único que él (Abram, por su cuenta. hizo) fue ir ante los nuevos dueños de su parcela, 'caterva de matones' en Ceiba Mocha, y exigirles que desclaven los accesos al Laboratorio, porque allí todavía había cosas suyas, «de importancia» y que cesaran de matar a los peones que guardan el lugar, antes que él mandase a recoger lo suyo. Y aludió a los descuartizados y pidió una oración por ellos y, «si culpa tengo, que me le perdone», porque él tuvo cierta responsabilidad que descuidó, y por eso el atropello. Y dijo que, cuando nazca este hijo que Sara espera, él mismo le colgará al cuello una joyita de Hamsa. Que el Mal de Ojo, sí existe, aunque él no lo pueda explicar. «Malká y Sara son las rabinas, sustitutas de mérito una vez que se muriera el Rabino de Rabinos, mi padre».
Estaba muy sentimental. Mas el verdadero diagnóstico vino de Sara cuando le dijo: «Esposo mío, vé y reposa un rato porque estás borracho». Y él dijo: «Porque lo dices tú, lo creo, Sara. Eres inteligente y me sorportas. Me reconciliaste, amor mío. Tuve tanto miedo de perderte y que me divorciaras cuando murió mi hijo».
«Sí, tu esposa es inteligente y yo me sentí igual cuando mi esposa me hizo una igual amenaza, dejarme», confesó el Ingeniero Azeeza. Junto a él, mientras retiraban al anfitrión, se sentaron otros oficiales, consultaron cosas de trabajo con Azeeza, coincidiendo que era hora de ayudar a la pareja a naturalizarse como ciudadanos estadounidenses. Dijeron que sus expedientes de lealtad y servicio, como familia, datan de mucho tiempo. No olvidaron lo que se dijo de Benavito. «Que el vino de Valderas se probó por las bocas de la oficialidad de las tropas estadounidenses desde 1906». Tomarían en cuenta esas gentilezas de los Abram-Sbarbí y que el inglés y la cultura de Sara de Riga, tal como han visto y oído desde la mañana, son admirables.
A saber, consultaron que la familia Abram por desacuerdos con el Machadato y las huelgas estudiantiles, mismas que se alegaba que eran alentadas por dirigentes, mangoneados desde Moscú, explica que se enviara al hoy médico a estudiar a Suiza. Para ese entonces, había violentas manifestaciones gubernamentales en Pinar del Río, Santiago de Cuba, Santa Clara, otras ciudades y La Habana. Los ferrocarrileros hicieron huelga general. Se demoró la paga salarial de los maestros de escuela, se bajó el sueldo a los empleados públicos y sufrían muchos agricultores.
«Yo viví eso», decía Malká, cuando la unieron a la pesquisa minuciosa de los asuntos rememorados. No fue nada casual que la llamaran 'a testificar'. Aquellos oficiales investigaban si la familia anfitriona sería merecedora de protección ya que, en esos días, aunque el mismo vicepresidente de los EE.UU., Richard Nixon, llegó a La Habana, había mucho anti-americanismo. El gobierno podría cambiar en cualquier momento por uno demasiado a la izquierda y se hacía purga a nivel estadounidense. La Base de Guantánamo, en especial, su personal civil cubano, sería afectado por un plan de acción de emergencia.
Alegaban que hay cierto «foco infeccioso» en la misma Federación de Estudiantes Universitarios y en una organización llamada la AAA. Aún cuando se pide\iera, por las fuerzas vivs de Cub, la amnistía para los prisioneros de Moncada, el presidente Morales había firmado una ley que prohíbe a las cortes civiles entenderse con delitos cometidos por las fuerzas del personal militar. Y las instrucciones de Washington para Guantánamo son observar con cuidado.
El coronel Fulgencio Batista amenazaba con su regreso y con la destitución del presidente, el Dr. Andrés Domingo Morales del Castillo. La policía cubana atacó una marcha, durante el aniversario del Natalicio de José Martí en Santiago de Cuba y el Jefe de la CIA, quien visitara la isla, previo a esta reunión en La Bodega, ha dejado organizado el 'Bureau for the Repression of Communist Activities' (BRAC) y ha pedido que se hagan las consultas especiales y necesarias sobre la posibilidad de integrar al Dr. Abram y sobre cómo se protegerá a su familia, en caso que haya que repatriar a todos.
«¿Está familiarizada con las siglas triple A (AAA)?»
«Ni sé que pueda ser eso», dijo Malká con honestidad
«¿Con el nombre de Aureliano Sánchez?».
«A mí la política de Cuba no me gusta, porque no hay en el paquete uno bueno. Son ladrones», dijo sin timidez. «Así somos de desconfiados en la familia, así fue mi esposo Benavito, la política es un asco».
«¿Está familiarizada con el nombre de Carlos Prío?»
«Le digo que me repugna la política. Se lo repito».
«¿Ni siquiera supo sobre gente que haya hablado recientemente sobre Cuba con Nixon, que vino en febrero pasado?»
«¡Ay, se van a llevar un desencanto conmigo! Yo no leo perièdicos y mi vista es para mirar mis viejos libros de arte!»
«No se mortifique, señora Aaargaus de Abram. Así es que nos gusta la gente, porque, es verdad, Cuba se ha vuelto un nido de ladrones».
«Y no es que yo lo diga, porque me consta, si no porque así decía Benavito y yo me fío de su buen juicio».
Entonces, cuando de la habitación Andrés y Sara bajaron, les llamaron a sentarse con ellos. Andrés se excusó.
«¿Cómo está el doctor?», le preguntó el oficial de inteligencia, que habría de alojarse en su casa, quedando esa noche con ellos, en la habitación de huéspedes distinguidos por encarecido deseo de Abram. Al cabo de la siguiente media hora, varios de los invitados de la ocasión se regresaron a Guantánamo; pero el ingeniero y él se quedarán hasta la mañana y, al mediodía, abandonaron La Habana.
Sara anunció que se volverá a cocinar el shutá de ternera, a estilo judío, para el almuerzo de mañana.
«Ha sido una velada extraordinaria la de hoy. No esperé que dos personas como ustedes supieran tantas cosas sobre el judaísmo y la ciencia… cosas que yo no sabía», les dijo Sara, ya metida en la conversación.
«Pues no es ningún secreto. Desde que se establecieron los Premios Nobel, casi una treintena de judíos lo han ganado por aportes en la Química, medio centenar lo ha ganado por estudios médicos y casi 50 por ser los mejores físicos…», dijo el oficial, quien persistía en el empeño de reclutar al Dr. Abram para el plantel del BRAC.
«A mí me impresiona eso. Sé de los Nobel que se han concedido por actividades en pro de la paz. Por eso le digo a mi esposo que no pierda su raíz ni el orgullo de su ancestro. Que levante la Vara de Isaí».
«¿Y qué es la Vara de Isaí?».
«La inteligencia, señor. La inteligencia».
«¿Sabía usted que yo soy oficial de Inteligencia y médico, como su esposo? Sólo que ahora estoy más en asuntos administrativos con el Gobierno de los EE.UU. y, si usted considerara que es inteligencia mi quehacer, yo estoy levantando esa Vara, aunque no soy judío, y me siento halagado si me pensara un sostenedor de la Vara».
«Claro, claro», sonrió ella.
«Es que verá usted, señora Abram… yo siento un gran respeto por la inteligencia de su pueblo y gran dolor por la Shoah… Cada vez que veo las escenas que dejara el holocausto, fotos y películas delas matanzas hitlerianas, se me desgarra el pecho con dolor… ¿Cómo es posible que pueblos blancos, europeos, hayan hecho esas iniquidades a pueblos con tan alto IQ, pueblos que, cuando la nación judía fue exilada a Babilonia por Nabocudonosor, en el siglo sexto antes de Cristo, si no me equivoco, habían ya descollado largamente por su inteligencia… yo me pregunto una y otra vez… pero, así repasando la historia judía que me fascina, entiendo lo que me dice sobre la Vara de Isaí levantada. Los que se quedaron en la vieja historia de la caída de la Vara, quienes tuvieron la desgracia de ser los judíos más pobres y no aprender de otros pueblos, tienen menos IQ… Creo que los judíos de hoy, quienes han corrido el riesgo de exterminio, son
los que regresaron de Babilonia… ¿O cómo usted valora o examina ésto que le digo?»
«Yo asocio la inteligencia al ingenio para sobrevivir y ésto es una enseñanza de Salomón. Más que el oro, búsquese la inteligencia en el comportamiento cotidiano. Es sencillo: huir de los vicios, la violencia y la tristeza. Durante la Edad Media, los padres judíos no casaban a sus hijas con los viciosos, sino con jóvenes inteligentes y eruditos. Esto es algo que la Historia dice, sólo partiendo de la Edad Media en Europa y, especialmente, España. El 15% de los científicos del mundo fueron judíos, pese a que el porcentaje de su población fue menos del 1% y, si en el siglo XIX, los judíos no estaban ejerciendo profesiones, no fue por incultura, sino por leyes discriminatorias… Baruch Spinoza era un judío hispano-holandés y la madre de Montagne era judía, pero vea que una vez emancipados a final de ese siglo, surge un renacimiento. Se levanta la Vara de Isaí y nuestra gente destaca en todo: artes, música, literatura, ciencias, matemáticas e idiomas. Todo lo que se hace con amor, en pro de convivencia pacífica, pese a escollos y pruebas, resulta en civilización y calidad de vida».
«Yo digo que la vida moderna no es la misma desde Freud, Einstein», dijo el ingeniero Azeeza.
«Y Cristo», añadió Sara.
«Y Marx», dijo el oficial escrutando los ojos de ella, y como no vio reacción sospechosa, sino su gran tranquilidad, repuso: «Admirable señora, su esposo me dijo que usted habla hebreo, francés, holandés, alemán, español y sabe Dios cuántos idiomas más. Eso es un don… y yo, recientemente, en Nueva York, que es mi ciudad natal, donde tengo mis hijos, leí que el promedio normal de inteligencia de la población general de la ciudad es 100, pero el de los judíos, aún en los ghettos, mayor a 110, lo cual significa que entre los judíos el promedio de genios (IQ superior a 140), es seis veces mayor que en el resto de la población. Sí, el año pasado, un sicólogo de Nueva York identificó a 28 niños en Nueva York con un IQ superior a 170 y 24 de ellos eran niños judíos… Ahora sí comprendo lo que usted ha descrito como la Vara de Isaí y por qué hay una veintena de galardonados con el Nobel que son economistas judíos».
«Ah, pues no sabía eso. Sin embargo, sé que un poco más y exterminan A mi pueblo y derriban para siempre la Vara. Mi preocupación esencial es que la Vara reverdece en la paz y la paz hay que hacerla entre todos, ¿no es cierto, señor Azeeza?»
«Por supuesto».
«Y, entre las cosas que me pregunto, es si en este mundo donde los judíos son menos del 1% de la población, y dan el porcentaje mayor de los más grandes sostenedores de la Vara, el 20% de los premiados con el Nobel, ¿se podrá proteger su espacio, evitarse que no sean una especie en extinción, cree usted que se pueda?»
«Si la sociedad prohíbe al judío que cultive la tierra, o tenga propiedades, puede estar seguro que, como ya sucediera, él estará en el comercio, o la medicina, o las finanzas internacionales como intermediario, aunque el capital no sea suyo… En España, aunque recluídos en aljamas, con su mínimo de libertades en la sociedad general, fueron recaudadores de impuestos, o traductores de la Biblia, del hebreo al latín, del griego a cualquier otro idioma… Eso es el sentido de la inteligencia práctica… pero yo también digo… sobrevivir no es todo. El ingenio no es filosofía. Los pragmatistas ingleses y los inventores de la Revolución Industrial y de las ciencias levantan la Vara, pero no tienen la filosofía moral, que es otro anexo y por eso ocurren las desgracias… que no resultan de otra que del cambio de la cultura por el fanatismo y del aumento de la habilidad de crear riqueza por la voluntad de destruirla si la riqueza no está en las manos que más la codician por falta de moralidad... Entonces, la inteligencia práctica, la del invento y el instinto de superación, se cambia por la superstición y resulta lo que pasara en Auschwitz: avergonzamos la cultura, la inteligencia y la naturaleza bondadosa del hombre, porque usted sabrá… nosotros podemos convivir con todo el mundo, con el árabe, el turco, con gente de Babilonia y de Sidón y Cartago… Hemos sido, como nación, esclavos de todo el mundo, peregrinos humillados; pero, con José el Soñador, bendecimos a los egipcios en sus Días de Vacas Flacas y, cuando Egipto no quiso la presencia de los judíos, Ha-Shem levantó una Vara filosófica, la del integral conocimiento de Isaí, sumada a la Vara de la Torah y la Serpiente de Bronce. Son dos varas que deben andar juntas, la que libera de la ignorancia y la que cura la moral de un pueblo, su salud espiritual… Estamos prestados en el aprendizaje en el mundo. No hay garantías de nada; pero, ante el temor, valga el ingenio. Temamos, sí, pero invocando al Altisimo, al Fiel de Judá…»
«No diga eso, señora Abram, que al menos en esta Cuba de ladrones no se le hará daño», se entusiasmó al decir el oficial, «y yo, por mi vida, juro que si ha de nacer un genio de su vientre, lo salvaremos de lo que sea, cualquier peligro…»
Y, sumándose emocionadamente a lo que había oído de ella, el Ingeniero Azeeza contó una historia de su pasado. Se la contaba su padre durante la niñez para que él, como árabe, jamás cultivara odios. Dijo que vio a árabes salvando a varios judíos y a familias turcas durante un exterminio ocurrido en 1915.
Todo comenzó una noche del 23 de abril. Alguien te llamó minoritario: Dhimmis. Alguien en 1915 habló, triunfalmente, en parlamentos del odio sin sentido.
Alegó: Ellos no creen lo que creemos. Que no pisen nuestra tierra como extraños. Que no respiren el aire ni abran sus bocas porque este espacio es NUESTRO. Que no valga ninguno de sus testimonios. Destituídos sean sus dioses, sus penas, sus esperanzas; abajo sean sus sueños.
Y, para que así fuese, comenzaron a llamarlos DHIMMIS, bocas torcidas, renegados, cristianejos con barbas de chivo. Malnacidos, occidentalizados.
En tan sólo dos años, 1894 a 1896, victimizaron los primeros 100,000 … y nadie dijo nada.
En 1906, otros 30,000, entre armenios, dijeron de sí mismos: «¡Pobre de mí, karma es mi dolor cristiano y larga espera porque ni Dios lo oye!»
Ante ningún tribunal se asomará (porque el espacio de la ley es EXTRANJERO y se nos dice: USTEDES no son de los NUESTROS).
Con impuestos excesivos pagará su intrusión en tierra ajena, su condición de armenios a medias tolerados, siempre sospechosos por su cáscara amarga y su vestido y su barba de fe y su voz disociativa que contraviene al turco.
Y empezaron a empujarlos a Anatolia. Y a matarlos entres sombras agrestes, a herirlos en cruces de caminos.
Se les prohibieron las armas y hasta apretar el puño o mirar a los ojos; se les quiso indefensos, descabezados, secuestrados, sin un portavoz en ningún predio; se les puso en las manos de batallones de ex-convictos carniceros.
Se les ha gritado: «¡Véte, véte o muere!» Mataron a sus varones más valientes; escupieron a los viejos en las calles. A los niños hambrientos y haraposos se gritó que a las moscas pertenece una fruta podrida en los mercados. «¡No toquen alimento de las moscas, a volar, hijos de DHIMMIS, cerdos impuros!»
Después se violaban sus mujeres. Se forzó a las armenias a prostíbulos. Se raptaron sus niños, se abortaron en cañerías o se vendieron como siervos.
¿Quién protestó este acoso de las dictaduras? ¿Quién reconoció esta crueldad?¿Quién dijo: ¡Basta!? ¿Cuántos años requirió esta memoria para que no quedara impune? Jóvenes Turcos, liberales y constitucionalistas, ¿no vieron que los dhimmis le llamaron su esperanza? Y pudo más las rencorosas ínfulas y el ultranacionalismo.
Mas no será por siempre... ¡que el olvido en perversión se esconda y o el gobierno se escude!
Y, Dios de los DHIMMIS, Jesús de los cristianos, ¿qué significado tiene ese dolor, ese exterminio? ¿Por qué Tú lo permites, ¿por qué Tú? [De El hombre extendido]
Demás está decir que oyendo la historia que contara el Ingeniero Azeeza, las señoras lloraron y accedieron a hacerse ciudadanas estadounidenses. Esta historia no la olvidaron, aunque salir de La Habana les costó mucho. Sara no quiso salir, aunque juró por la bandera estadounidense su lealtad espiritual al recuerdo de los turcos cristiano y al ingeniero. Sara fue más lista y acuciosa. Por si acaso, la vida de ella y su marido se le hiciera intolerable en Cuba, por la mucha violencia irremisible, según se les advirtió, se jugó la carta de la naturalización. «Cualquier patria sirve a quienes aman la paz», decía ella a Abram, instalándole a que no se integrara a la BRAC. Le dijo que es tentar a los demonios. «Si lo haces, no voy contigo ni a la esquina» y él lo hizo y costó una separación muy larga, dolorosa para ambos. «O se levanta la Vara con ambos manos, o no se levanta, Abram». Ella no comía cuentos.
Hoy, Día de Reyes del mes de enero, año de 1957, la casa está más vacía que nunca. Yo, ni siquiera recuerdo mis juguetes ese año, mi mamá hablaba de 500 mujeres vestidas de negro, yendo por las calles de Santiago, con una bandera que decía: «Paren los asesinos de nuestros hijos». Encabeza la marcha la madre de William Soler, de 14 años de edad. Fue hallado muerto y torturado por señalársele como revolucionario. Batista está en el poder y ha enviado a un teniente de la Guardia Batistiana a perseguir a los revolucionarias en las montañas de Sierra Maestra. También, además del Teniente Sánchez Mosquera, irá con mayores tropas: Joaquín Casilllas.
Ese mismo año, para marzo, Sara se enteró que Abram limpiaba áreas de mala política, y recomendó la destitución del embajador estadounidense en Cuba, Arthur Gardner, amigo íntimo de Batista. Fue cuando citaron por la radio que a Gardner fue Abram quien le puso el dedo como indeseable. Abram fungía de chivato en alto rango. Ciertamente, su esposo estaba en la BRAC y le había mentido.
Con recién expedido pasaporte norteamericano, sin consultar a Abram, Sara viajó a Puerto Rico, a la Base Ramey, de Aguadilla, donde supo que estaba, quien creyó un amigo, el Capitán de Ingeniero Azeeza. Y se lo pidió por, si de veras, sentía como padrino. Yo iba con ella, como su única cosa valiosa en su equipaje, y la bendición de Sara, quien le dijo: Véte. Andrés y Ha-Shem me cuidara. Salva a tu hijo.
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29. El secuestro, el aprendizaje y el regreso
... la abeja vibra y orgasma,
pero las rosas habrán muerto en el ocaso:
Yván Silén (poeta puertorriqueño)
La Abejita me dijo: «El que quiera Templo tenga útero y aprenda a defenderlo; el templo es la vagina buenamente templada del carácter. Aprenda bien los ritos que lo adoran, la soga que se ata al pie y a las mandíbulas, el pan que come, el vino que consagra».
Ella que fue hormiga, casi ignorada en el reino de la Vida, hoy es dueña del Eje de Mundo. Tiene árboles que significan el hombre / la mujer con los pies en un fondo secreto, nutrición de raíces, la fe de la abundancia, corrientes ocultas de Arquetipo, alquimias de ser, en las kratofanías, clave de ser en lo Sagrado y por eso me dice cuando charla como ardilla y juega sacando piojos a mi cabeza soñadora: lo que ha de designarse Ser Madre Tierra es Tu Acompañante Subterránea, la que sólo, en apariencia, te abandona, la que, si ausente, en exilio, sigue dando un cobijo en lo secreto para que llenes tu vasija vacía. La que hará tu corazón una tierra encantada, la que orienta sobre estímulos a tu ontogénesis cuando vengan a atraparte a encerrarte, carapachos de intriga, bestias de mucho caracol con mierda adentro.
Cuida esta unidad, hijito mío. Tén útero, tén templo y no que dejes que nadie te cambie el paradigma, porque de esa manera es que ultraja la cultura y nos nace el Estado / paranoico. [08-12-1976 / Carlos López Dzur: Las zonas del carácter]
Entiendo que mi padre fue racionalizador, por no decir, mentiroso. Dijo que Sara secuestró su hijo, el deseado del segundo intento. No habló sobre ella como de una esposa, sino como una sierva que quiso en La Bodega para cuando llegara jarioso. «Ella se fue y, sin mi consentimiento, se alejó a no sé dónde». Como una Agar que se va al desierto. Sin embargo, aunque el Capitán Azeeza le dijo: «Tu esposa está en Ramey, compadre. No te angusties». Y, antes Doña Malká, su madre, se lo informó. «No te anguesties. Mi bendición fue con ella. Yo le dí permiso». En esos días, ciertamente, no dijo: «Me abandonó mi esposa». No lo dijo, por orgullo y por racionalizaciones. Agar se fue, secuestradora, y se llevó mi hijo: ésto fue lo que implicara su conducta, pese a estar advertido, «que llevó consigo dinero que le dí. Podrá cuidar al niño y alquilar una casa para ambos darse las debidas protecciones, techo y alimento, alguna ropa. «No van al desamparo, hijo mío», lo convencía Malká. Se fueron por hallarse un espacio, «sin esta soledad y el miedo a La Habana cada vez más violenta, máxime cuando Abram se puso por objeto de represalias políticas. Se dio por tarea recomendar purgas políticas en la dictadura de Batista y sus predecesores. El llegó a insinuar, comido por celos, que el capitán de calderas, pudiera aprovecharse de Sara. Y Malká le dijo: «Pues que poco conoces a la que llamaste tu dulce camarada, la abeja».
Y para defenderla acudió a su sabiduría, en parte, el lenguaje alegórico que aprendiera de Benavito. «Ella es como las vírgenes de ayer: No tengas miedo».
Ellas no son lánguidas, mosquitas muertas. Son duras como las nueces y las avellanas aunque tengan la rosadez de un salmón, rayos de transparencias de las resolanas. Ellas son hacendosas, a veces pequeñas como las hormiguitas, a veces frágiles como alas de mariposas, pero, en lo profundo, guardan los misterios de matamorfosis, mediaciones simbólicas. Mucha alma. Contactos con el misterio, aunque todo lo laman de gusanos, o de un grano de carbón de piedra, o un pedruzquillo del azúcar.
Ellas, como las de ayer, como las grandes madres judías, tienen antenas, o son como formícidos, insectillos sociales. Fueron quintaesencia del Cretáceo, ángeles en apoyo de colonias, lo más dulce al quehacer productivo de la vida y el control biológico de los cielos de abajo: son las vírgenes de la Tierra. Ellas son el fuego, hay hormigas así, ardientes, invasoras, que entran en conflicto con el macho que las quiere pisadas
como si fueran la formica, o el linóleo para sus propias plantas. Entonces, son incendiarias. Pero esta vírgenes, con el nombre del himen dulces / o salobres / a las lenguas, van alborotadas a sus ocultas grutas, vuelan, tienen sus propias alas, se las sacuden cuando ya no les sirven y nunca son lánguidas, pazguatas, pendejunas.
Hay vírgenes, sin embargo, que son avispas hembras y son muy grandullonas y aterciopeladas. Esas son meras termitas, aunque sean vírgenes, pero son las de hoy, hembras sin alas. En vez de ser omnívoras, comen vergas y ni siquiera las degluten, lamen escrotos, gritan mensadas, se sienten hasta piscianas, dignas del mar de maravillas y de falsos Acuarios, no quieren regresar a Gea y su paradigma cultural es tener un Pitón más grande que el del macho y no dar un tajo, ni en defensa propia.
Ya no quieren ni tener antenas en codo, como sus viejas hermanas. Con oírse a ellas mismas les basta, con verse engrandecidas; ya no quieren ni el tórax ni el abdomen, sólo las cinturitas para el vestido majuno y entallado; su Christian Dior de artificio más que feromonas. A su ombliguito le llaman el peciolo de moda, el torso tiene que ser de X medida, perfecto, como se lee en la revista femenina, o se describe cuando hay 'reinas de carnavales' en La Habana.
Esas no son vírgenes como las de ayer que, por de pronto, dejó tus jardines. Las mandíbulas la quieren como raquítico emsamblaje. Quieren ser lánguidas, fantasmales como si el exoesqueleto pesara y los dejaran, en algún gavetero. No. Ellas no anhelan el trabajo, sólo al buen proveedor, o, aunque no las mantega, un macho que le coma las nalgas y le haga citas en discoteques, joyerías, cines, variedades.
Ellas no quieren más la madre que le diga: «Toma la plancha. Vé y lávame esta ropa. Ayúdame en la cocina. Carga ese grano de azúcar, este pedacito de semilla». No. Ya no cultivan jardines. Compran flores de plástico, ya no diseñan nada. Ya ni componen ni descomponen algo. Antes hilvanaban el cosmos con sus hilos y sí, sí sabían pelear y tender trampas de seda y comerse al enemigo con dulzura, enredándolo en una telaraña... Ahora hay que defenderlas, cada vez son más necias, engreídas, creen que saben y no saben nada. Las violan en medio de un hilo dental. Las vulvas se las miran a distancia, les sacan los clítoris, con todos sus aromas, y ellas se van recontentas, triunfadoras, creyendo que danzaban.
Le basta que les digan: «Son lindas, deseadas, me gustan, muñequitas», aunque virtudes no se detecten en antenas, no se transmitan a sus almas. ¿Qué? ¡Ya no recuerdas a Francisca José, sí! Bastante se te ha hablado de Paquira, la de tu parentela Lecsincka. Bastante la aborreció su mismo padre, el Dr. Moritz.
Pero aquellas, las primeras, vírgenes fuertes, las de dos mandíbulas, aquellas sí que transportaban alimentos y sabían construir nidos para defenderse, tenían bolsillos para cuidarse, cámaras intrabucales para guardar su pan, para amparar su honra. Y su mundo, como hoy, estuvo llenos de macharranes asquerosos. No es nada nuevo.
La de antes, las por mí queridas, sobre todo, compartían, querían sus hijos, los celaba de perjuicio en el cochino, tribal, puto mundo, y les pasaban amor a otras hormigas, o larvas solidarias. Tenían, sabe dios si seis patas ancladas, para pisar en firme, no irse con el volátil peso ante las saturnalias y la tristeza de los días del Tiempo. Tenían su garra ganchuda para escalar infinitos o trepar superficies, como esas zonas rosas en que las matan, las persiguen, las atemorizan. Querían machos alados e iban con alas a los vuelos nupciales y no eran lánguidas, no. Nunca fueron vírgenes lánguidas.
Ojos poderosos, grandes, le sobraban. Las llamaban Energía, las fuertes, viripotentes. Con sus ojos sabían de coqueteo, no de entregas sumisas y eran dueñas de sí y de lo externo. Tenían panales, albergues, agujeros túneles bajo tierra, y salían a la luz. Se mostraban sin bulimia ni tan mánicas; el viento nos la barría contra los lodazales... Ellas, sí, fueron vírgenes, gozosas, seguras, orgullosas, del Trabajo.
Desde que puso sus plantas en el Aeropuerto de Isla Verde, comenzaron dos años, o casi tres de separación, que a Sara la harían meditar en lo que hizo. Fue una buena decisión después de todo que se hiciera ciudadana y llegara como tal a una isla, donde su primera intención sería trabajar para cuidar de sí y de su hijo. El dinero que su nuera le dio no duraría para siempre. Por de pronto, su único contacto fue el capitán en la Base Aérea de Ramey Fields. Su compadre y lo llamó. Fue él quien vino por ella y la llevó de Isla Verde a Punta Boriquen, Aguadilla. Un viaje sobre ruedas que le pareció casi eterno, aunque sólo tomaban 3 horas, yendo del Este al Oeste.
Lloraba tanto durante el viaje que la esposa de Azeeza le cargó el bebé para que ella se durmiera y no lo empapara con lágrimas cada vez que lo besaba.
Yo era el niñito. Mas no recuerdo racionalmente estas cosas, sino porque me lo contó con el tiempo. Tal vez están grabadas en mi subconsciente, ese testigo que presencia todas las cosas y las transforma en elucidario de espíritu. Lo creo porque, sin que ella me lo diga, he sentido sus vulnerabilidades, así como su transmutación. De lo débil de una tesis, o prueba, o metamorfosis, hay que forjar síntesis dialéctica, nueva alquimia. Y yo dormía, plácidamente, en cualquiera sean los brazos de mujer que me cargara, porque ella puso el engrama genético de sus vibraciones en mí. Ella puede transmutar a mi favor... ¡todo!
La antigua Ramey Air Force Base, que ubicarara Aguadilla, Puerto Rico, y que fuera dedicada al General Roger M. Ramey, ya no existe. Una porción, en la actualidad es operada por el Servicio Federal de Guardacostas y llamado Borinquen Coast Guard Air Station y otra porción es utilizada para avición civil y conocida como el Aeropuerto Internacional Rafael Hernandez. Mas la base aérea fue importante desde 1936, como una extensión logística para los U. S. Army Air Corps para la defensa aérea del Canal de Panamá y Puerto Rico mismo, considerado «a most valuable asset for national defense».
En lo que es llamado Punta Borinquen, antes sector de cañaverales, en 1939, el Ejército Norteamericano invirtió $1,215,000, para hacer de 3,796 acres, unas instalaciones militares, al comando del Major Karl S. Axtater y allí pues se instaló el Escuadrón de Bombarderos (Núm. 27) que arribó de Langley Field, Virginia, en 1939 con nueve B-18A Bolo medianos y, más tarde, los escuadrones 417 y el 25. Dicen que Aguadilla se moría de miedo ciertos días de Navidad en 1940, cuando se hizo el simulacro La Batalla de Borinquen Field, un ejercicio de alerta («tempest-in-a-teapot») en que se dispararon cañonazos a un enemigo inexistente que, en realidad, fue un barco comercial que viajaba buscando protección en las costas.
Para estos años de la llegada de Sarita a la base, años de posguerra, la base fue sede del Comando Aéreo Estratégico. Ella vio, por primera vez, equipo pesado como los B-36 Peacemaker. Nombre que le pareció ridículo y paradógico. «¿Cómo se puede llamar 'hacedor de paz' a un avión diseñado para la matanza?» y recordó los aviones sin piloto que destrozaron el cuerpo de Joachim de Riga. Con estos recuerdos, teniendo ante su vista y, al alcance de sus oídos, máquinas de guerra como los B-36 y B-52, sabía que no duraría mucho en el lugar sin que cayera en depresiones.
La Ramey AFB se cerró en 1973, según supimos más tarde como parte de la reducción de personal y operaciones de la post-era de la Guerra de Vietnam. Ya no hay B-52 a la vista en las numerosas rampas y hangares. Ahora hay una hermosa villa con casas para rentar en Punta Borinquen y un enorme Shopping Center.
Sara de Riga recuerda que el primer empleo, al que Azeeza le recomendó, fue la orientación ante casos de malaria. Casi todos los casos que se presentaron en el período de 1951 a 1954 fueron veteranos que regresaban de la guerra de Corea; los casos restantes habían sido importados de otros países, a veces los traían inmigrantes que penetraban ilegalmente la isla por los puertos. La campaña para erradicar la malaria de todas partes del mundo, que se inició en 1955, y no tuvo el éxito esperado, por la resistencia del mosquito vector a los insecticidas y del parásito causal de la enfermedad a los medicamentos antimaláricos, y la labor de Sara fue identificar los problemas administrativos y logísticosde la campaña, que se suspendió a fines de los años setenta. A eso dedicó casi seis meses de su estadía en la base, pero, un día se lo dijo a Azeeza: «El trabajo es fácil. Es puro papeleo para la OMS. Me gusta la Clínica de Guacio. El viaje de regreso en helicópero divierte a mi hijito... Mas este ruido de aviación en la base y las alarmas, una vez que aquí estamos, me está matando» y se fue de la base y aprendió a cortar pelo, limpiar casas, cuidar niñlos ajenos, coser ropa y otros oficios. Tenía habilidad para todo y, sobre todo, la alegría de ser independiente... mas, casi próximo a que yo cumpliera, cinco años, con un dinero extra que Doña Malká enviara, vino la queja: «Me gustaría verte. Andrés, extraña a su sobrino». Sin duda, estaría achacosa y temía morir sin verla por última. Además, se quejaba de no poder ya pintar por un extraño frío en sus dedos.
Como si con ésto se le emplazara al regreso, con miedo de hallarse con su esposo, Sara volvió a la Base Ramey y preguntó a Azeeza, si sería posible que la llevaran a Cuba. Y él le dijo: «Por supuesto. Mi compadre se pondrá feliz, aunque, por de pronto, está en Sttugart, Alemania». Esta es la sede del Comando Europeo de los Estados Unidos, o EUCOM. Sara recordó cuando pisó en Grafenwöhr el mayor centro de adiestramiento militar de Estados Unidos en Europa.
«Esa base no la conozco, pero es la más que se menciona».
«¿Estás mal económicamente? ¿Es que Abram no te envía gastos de manutención para el niño?»
«No. Es que temo que Malká se muere».
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30. Visiones con Aquel Vigía
Dirás que, en pequeñas dosis, pero Aquel Vigía de las Horas que flota en ríos oscuros de la melanina, ríos donde se lava la memoria dura de cada sufrimiento, te dejó un poquito de la luz necesaria, paso a los paraísos, lámpara de viaje, kairós biológico, manecillas de hebras del reloj de amor divino... Te dio temperatura para que recuerdes el éter, magnitud del prana y de zarzas ardientes que el Ojo que Te Ve y mira hacia abajo siempre testifica porque no te olvida aunque estés densa y cautiva por la carne. Te dejó la inocencia impregnada de videncia latente para que escribas con el dedo como ángel en desiertos de sombra, sin luna, tu Ley, Alma mía... Sobre Tablas del Akasha escribe el libro sobre un mineral carbonatado, ávido de hidroxilos, cortisol e hyroxyapatite, y admite que ganas no te faltan de fugarte y conversar de nuevo, cara a cara, con el Vigía. [Carlos López Dzur: Teth, mi serpiente
Una vez que Sara volvió a La Habana, se comunicó telefónicamente con su esposo, después de mucha insistencia de Malká que le decía que lo llamara «porque él te quiere». Ella no sentía culpa por haberse ido. Ni Malká le decía que fue moralmente reprobable que se fuera. «No. Te animé. Quería que meditaras y descubrieras que tu espacio es más amplio que esta casa. Que la bodega entera. Que a veces, creyendo que hay protecció entre cuatro paredes, lo que se hace es quedar con un interno enemigo que nos mata. La angustia, Sara. Cuando se nace para una gran libertad, la creativa y espiritual, el enemigo es tristeza. Angustia y yo te ví así y por eso dije, sál al campo y respira un poco.... Ese campo no pudo ser Ceiba Mocha. En Matanza, con la violencia en los campos, peonaje descontento, revolucionarios de Sierra Maestra, cumpliendo lo que anhelan, cambio aunque haya que morir por él... yo siempre te he comprendido, Sara».
En estos días, cuando Abram todavía está en la base de EUCOM, Sttugart, Alemania, la Abuela ha sentido la conexión que el niño tieme con ella. La espía, se esconde juguetonamente. Le sonríe y ella ha sentido, que ya habla articuladamente, y se ha habituado a su voz y la atiende. Es él, el nieto que ya habla y no sólo balbuceos, o ñoñeces. Sara lo ha educado bien. «Desde los cuatro años, sus palabras favoritas son 'por qué', 'para qué' es ésto o lo otro», explicó la madre que entiende que el niño domina la gramática: pronombres, verbos, artículos, y lo ha escuchado en el alemán y español. Reza cuando se acuesta y se levanta y si ella le pregunta: «¿Qué haces?», susurra dulcemente, que sus shacharis, sus oraciones diarias.
Sara le ha dicho que nunca han dejado de orar, ni juntos ni separados. Cuando tuvo que dejarlo solo, en lo que hallaba trabajo o realizaba tareas en que no pudo tenerlo consigo, le pidió que aprendiera a orar por ella, hasta que pudiese regresar. «Tú me tienes que cuidar con oraciones. Somos camaradas en este viaje, aún más, eres mi copiloto». Fue de las primeras cosas que me dijo, apenas con cuatro años de edad, porque yo le llamaba mi dulce camarada, compañero de mis aprendizajes, o mis vuelos como la Abejita que siempre regresa, aunque tenga que volar sobre otras flores, es lo que eres: ein süßes camarade einer Biene, ein süßes einer Schulfreund Biene, le enseñé a que me dijera. Ambos estamos en la tarea de sobrevivir; yo quiero que sea fuerte, pero también alegre, optimista, sin agredir a ninguno, porque sabe que tiene fortaleza y un Ojo secreto y divino que lo mira y lo juzga y le pide cuentas de su comportamiento...»
Posiblemente, el niño es más listo que lo que ella entiende. El niño le pregunta por qué no le gustan los aviones. El ha observado que el ruido de sus motores la inquieta, la malhumora y la pone triste. Sin embargo, en Ramey Fields y en Guacio los ojitos del niño no querían perderse un detalle de un avión alzando vuelo. De Ramey Fields a la ruralía de Guacio, los aviadores militares lo subían a sus helicópteros y le hacían sentir que él era co-piloto. Un navegante del espacio. Para él, fueron como juguetes. ¡Esa es la inocencia!, pero ella, al verlo con su mirada fascinada en las naves aéreas, se la va la mente a los bombardeos contra Holanda, Inglaterra y otras ciudades, durante la Guerra y piensa en la tristeza del piloto Santos Dumont, el brasileño. Asocia su suicidio a estas máquinas a las que se aplicó como tecnollogía de blasfemia, la guerra y la matanza.
Para educar a su hijo, le enseñó a abrir bien los ojos, a observar detalles, a recordar lo que observa y darle nombre. Nombre preciso y completo. Festejó, con mucho cariño sus balbuceos cuando era muy bebito; pero luego a hacer cantar, a palmear y gesticular con lo que que cante o lo que silve. Articulaba lentamente hasta que aprendiera; pero luego... veloclocidad, a jugar con los sonidos, a imitar a los animalitos, al perro y al gato, al sapo lo mismo que a la abeja... «y recuerdo un libro que se trajo, ahí lo tenemos. Un libro ilustrado sobre piratas. Uno que menciona a Cofresí, al Pirata Morgan, a los bucaneros, Barbarrosa, a piratas de un solo ojo, o con una mano de hierro... ¿Cómo no querrá un niño que se enorgullece por ser copiloto del aviador, ese que nos llevara y nos trajo, del campo en Guacio (Pepino) a la base de Aguadilla (Punta Borinquen) admirar a los piratas?» Entonces, al Dulce Camarada, habría que enseñar por qué son admirables y, perpetuar un poco de entusiasmo, que disfrute del Barbado tuerto, o del Capitán del navío y que aprenda a buscar tesoros, que sea pirata... pero, en aras de tesoros verdaderos... Sara ha querido incentivar la imaginación, al mismo, la comunicación en profundo porque un día se debe regresar de las Lagunas del Olvido, de la Estigia misma... Desde los cuatro años, Sara y él hablan en profundo, se ayudan en su aprendizaje con los símbolos, y, como madre judía, quiere que aprenda a interpretar la Torá...
«Cuando venga mi esposo y sepa con seguridad cómo piensa, hay que empezar este niño», dijo ella. Ya tiene cinco años. Y su corazón aspira a comunicarse con el Gran Vigía.
Dirás que, en pequeñas dosis, aquel Vigía está en todos y contigo que resurges de la fosa pineal de los secretos y hablas del Viaje, el viaje de regreso que destina a la tierra exogénica de la piel desde la aguda somnolencia de la melatonina. De regreso estás, viajera del río del Olvido.
¡Cómo ama su reloj eterno Aquel Vigía, interno maestro, adecuado cronometrador de tus rumbos y del tránsito hacia los días biológicos! ¡Cómo domina el crepúsculo y el alba, ese señor que distribuye el flururo y lo coloca allí, en el centro del cerebro, sal de los Ha Sido, metal del agua del Olvido!
Dirás que, en pequeñas dosis, pero tiene matriz Tu alma, matriz de cristal duro, energía que transpira todo lo Real, lo veas o no lo vea y el Vigía te lo da para el centro metálico de todas la enzimas, como fluoruro orgánico para que elevar la resistencia química y térmica de la juventud, si la quisieras, extraerla tú misma de la salud del espíritu.
El Ojo del Viviente que te ve, pequeño como un gabanzo, no te hará cabeza de chorlito; nada es más denso. Como teflón es el ojo de tu alma, unida al carbono y a los flururos activados de tu energía.
Este es el secreto del Vigía, sentado en la pineal como sobre una peña... Que tu ojo derecho mire hacia Arriba donde está la vida gloriosa de Samej, y tu izquierdo
hacia Pei, providencia de mi boca cuando lees lo que quiero para tí, la Fuerza del Aquí, el habla del Aquí y Ahora...
Aquel primer Padre, creyente oculto que me prohija, quien se dio para que abriera la senda del manantial y mis ojos, 70 años sollozó en los exilios. Con mis lágrimas rectificó pozos secos y 70 ancianos eligió ante Moisés y por 70 naciones y lenguajes me paseó por el mundo, antes que abriera mis ojos otra vez y recibiera su luz, con el corazón arriba y los ojos abajo, porque la luz no viene antes de ésto y se pierde si no contemplas sólo al Rey, cuya Providencia te da el Ain, letras del ciclo infinito, visión libre de todo codiciar porque codicia es el defecto espiritual del ojo y la biga que lo ciega con lujuria para que no vea el Deseo de su eretz ni el ojo siempre abierto de Keter.
El que cura mis ojos también curará los tuyos y Aquel que es ángel del Ain, el que me diera el secreto de Samej, y me ha dicho: «Sé sumiso al que te hablará, guarda el silencio de Jash; sepárate de las máscaras que los necios se ponen porque desnudo te observa el Ojo del Anciano, Quien no tiene izquierda ni bigas ni nube de sombras en él... Sepárate para que te acoja en su Todo Abarcador y en la luz trascendente del sovev kol almin. El te dulcificará de arriba abajo; te dirá León de Judá y tomará de tí las cualidades que sirven, lo que has salvado y es bueno. El sabe que vasija de materia bruta es tu dragón y que en las canículas se inunda tu corazón como el Valle del Nilo, pero no seas metal de oro ni ardas para agotarte fijamente en azufre; al oro que te llamo es el Sol subterráneo, león alado, fuego en la Altura donde mora el Ojo del Viviente que te ve».
«Enséñale un poquito de dibujo, que se apegue a su Abuelita, Malká».
«Si lo haré porque lo he visto que pinta aviones y corre a la ventana como si quisiera ver alguno en el cielo».
«¿Ha preguntado por su padre en estos años? ¿Le has hablado sobre él? ¿Recuerda él porque viajaste sola y la imagen de Abram?»
«Converso con él todo lo bueno que veo en su padre. Ojalá que no sea Abram quien lo confunda con esa idea de que yo secuestré mi hijo y lo alejé para lastimar a su padre... Siempre le digo que en sus
shacharis lo incluya para que el Amor Abarcador de Dios,
Ahavo Rabboh, lo bendiga...»
Malká le dijo que Abram regresará. Ya le ha avisado, «pero, hija, llámale tú también. Que sepa por tus propios labios que ya puede venir a su hijo».
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Continuación / 31-40