Wednesday, October 27, 2010

Las juderías / novela / Caps. 31-40

Indice / 16-25


31. La dura reconciliación

Lo veo. Está lijando unas maderas con la que fabricará el primer tefilín, mi casillero, que colocará en la pared, al lado de la puerta del balcón esquinado, con salida a la calle Neptuno, que colinda con mi habitación. No sé exactamente si está enojado conmigo. De buenas a primeras, su olor no me fue conocido. El se avalanzó cariñosamente sobre mí y no lo reconocí, quizás hasta su voz había cambiado. Gritó: «¡Mi chiquitico, mi niñito!» y empezó a darme besos por todo el rostro, la frente, mi pelo.

Protesté: Yo no soy chiquitico. Mi nombre es Karl y soy Copiloto de La Abeja y el dulce compañero de ella y como me habló, con cierto español que tenía los acentos de la cubanidad de Andrés, la figura masculina más famliar durante mis primeros dos años de vida, puse distancia y traduje mi sentimiento abejuno, que para mí sería la verdadera kedushá, o santidad de mi relación con Mamá y con Dios: sanfte camarade einer Biene, schöne camarade.

«¿No me recuerdas? ¡Soy tu padre!» y comenzó a hablarme en alemán, con cierta ansiedad. Ich bin dein Vater, Kind.

Oh, ser equívoco, enmascarado de bestia luminosa, sin mi luz, tus ojos están ciegos y sólo percibes ilusiones, la perduración caótica de lo que llamo a la vida, el transformismo de lo que va cumpliendo sus etapas en la Vav del fluir en el umbra de la Puerta de Dalet... pero yo dulcifico al hombre equívoco que escuchó a Abraham, aquel primer Padre que te dí y creyente oculto que te prohijara para Netsah, la duración que eterniza la magestad de Hod y el Rahamim de mi compasión divina y mi Jesed de amor.

Quien se dio para que abriera la senda del manantial y tus ojos, 70 años sollozó en los exilios, con sus lágrimas rectificó pozos secos y sus ojos te daré, ojos que me Ven y no me confunden con lo infrahumano instintivo, ni con fantasmas de la penumbra ni con unicornio, ni fénix, ni tortuga, ni dragón. No seré para tí, sino la Mashíaj en plenitud revelada. No me sirves como planta carnívora ni vampiro lunar ni como erizo de mar ni pez volador, ni murciélago ni fase intermedia de ángel o deva tenebroso... Para la visión del futuro perfeccionado y utópico del mundo, te quiero.

Para la voluntad de superación de formas dadas, te hago llamado; para poderosos sistemas estables de proyección y la continuidad de la vida frente a la entropía, te llamo... Persevera, simiente de Abraham, gusano de Jacob, que tu ojo derecho mire hacia Arriba donde estoy, glorioso de Samej, y tu izquierdo hacia Pei, providencia de mi boca cuando lees lo que quiero para tí, la Fuerza del Aquí, el habla del Aquí y Ahora...

«Ya hablas, bendito Dios», me dijo y pensaba si podría yo comunicarme con él afectivamente. En particular, porque de pronto se sintió extraño ante el hijo que había procreado. «Soy el que te regaló la Mano de Dios y el Ojo sobre la palma, la joya que usaste... ésa, ésa que cuelga en tu cuello...»

«Ah».

Lo hice sentir como un forastero en «tierras de Gerar», sólo que Gerar era, en este momento, La Bodega, su propia casa y comprendió que, desde que naci me había dedicado tan poco tiempo que, por los años de distanciamiento, yo, en Puerto Rico y él, en Alemania o fuera de La Habana, había olvidado cómo era su rostro. Más tarde, verlo abrazado a mi madre, hizo que flotara un vago recuerdo. «Mamá dijo que eras médico y que viajas mucho en aviones porque trabajas en bases como Ramey, donde yo estaba».

«¡Qué bien hablas para tu edad, hijo!»

«Mamá, lee para mí cada noche. Muchos cuentos de piratas y de la Torá».

«¡Qué bueno! ¿Sabes qué día es mañana?»

«Mi cumpleaños. Sé que nos has comprado un regalo para mí porque no sabías que yo vine». Agregó, sin que nadie preguntara, que nació muy tarde, un día como hoy, pero eran las 12:00 de la noche, o poquito más.

«No, mira. Vine de Alemania porque supe que regresaste; pero mañana te daré regalos. Es que salimos a prisa, de emergencia, y es casi un milagro que haya llegado a tiempo, el mismo día que cumples».

Ahora Mamá es quien dice que debo besar a ese hombre y no ser grosero con él. «Nunca». Vio que le había rezongado, lo que no hice con Andrés ni con Malká. Me mandó con ellos que estaban en la cocina, para hablalr algo en privado. Me dijo que preparaban una pequeña recepción para la noche y la cena. Y me fui.

«No temas, Abram. Es un niño simpático y siempre le hablé bien sobre ti. Ha de sentirse por de pronto cohibido por tu presencia... ¿Te fijaste? ¡Es listo y está aprendiendo el alemán y el español, al mismo tiempo... y quiero que aprenda hebreo, inglés, que aprenda mucho de tí».

«Este niño no se puede educar aquí, entre tantos pericos en trápala, divertidos en sus estacas, entre changos candongos en el mecate, gente que come cabalongas de la mano del Diablo. Y ni siquiera lo saben... que nada inician y nada terminan... ¿Sabes qué está pasando ahora que regresas?: ¡Por por un lado, sale Fernández Concheso del Ministerio de Educación, ese siervo de Batista y, por otro, entraría a gobernar el marxismo... yo no sé que es peor, pero no vamos a dejar que ningún nazi-criollo ni comuñanga de mierda ponga en nuestro hijo una pizca de su escoria!» y, claro está, este era el tipo y estilo de sus discursividades

«Será, Abram, y examinaremos eso a su debido tiempo».

* * *

Y hablaban todavía sobre un poco y nada, cuando escucharon las risas del consentido de ese día por lo que Abram gritó fuertemente para verle: «¡Venga, co-Piloto!» y el niño se asomó, cortésmente, y agregó a su rango. «Dulce Camarada de la Abeja».

«Esto de camarada es algo que tendremos que discutir, Sara; pero ahora disfrutaré que Karl está precioso. Me gusta su corte de pelo. ¿Es primera vez que lo llevas con Lleó?»

«No. Mamá me corta el pelo. Gratis. Y esta camisa me la cosió ella. Y este pantalón... No pudimos traer la Singer, ¿verdad, Mamá?» Hasta a coser aprendió su mujer...

«De veras que es precioso mi hijo», pensaba silenciosamente. «Ha crecido. Camina. Habla. En un cerrar de ojos, desperdicié mi tiempo...». Casi tres años sin darle otra cosa que la Hamsa, a regañadientes. No había comprado ropa ni alimentos para él ni ofrcido cuidado médico y ahora no se siente con autoridad moral para preguntar a su esposa cómo ambos, ella y su hijo, sobrevivieron cuando se ausentaron. ¿De qué has vivido desde el abandono o la separación?

Después durante la cena, en que se sirvió el Kneidalaj con pollo, pishikado al prishil y el pastel sefardita de Matzá, que solían preparar para las Fiesta de Pesaj, el homenajeado dio sus demostraciones de cantos aprendidos e imitaciones, «así hacen un burro (onomatopeyas), este es el relincho del caballo (ibid.), esta es una ranita coquí de Punta Borinquen». El padre, enternecido con monerías del chicuelo y, por ésto. haciendo de migas y tripas su corazón, porque no estuvo preparado adecuadamente para este regreso, Abram subió a su recámara y buscó en una mochila grande, tipo militar que trajo consigo de Alemania, alguna cosa. Halló una muñeca de peluche. No era precisamente para Sara; pero sabía que la había guardado. «Sara no es precisamente mujer para estos regalos», pensó. Le hubiese traído un par de buenos libros, textos que ella habría devorado con gusto. Pero sólo tenía una muñeca, una Ositao Blanca. Y ni siquiera era para ella, sino para la amante que dijo que lo visitará en Guantánamo para reencontrarse.

Soy la parusía, niña de los tiempos, viuda de la espera, beata de los presentes inicuos. El que esperaste fue un conejo blanco, oso de peluche, muñeco de trapo, ¿pero quién es él en los tiempos cuando sube el Aniquilador al trenecito (juguete de los tontos) si no algo pasado? ¿Quién es él cuando la religiosidad laica nos impuso nuevas normas y mitos?

El post hoc, el olvido. Ya soy otro. la reacción a lo primitivo. Lo nuevo.

Niña de los tiempos, te hablo duramente desde la dimensión de un elefante y me reprochas. Sé que te hiero. Soy un conejo blanco agigantado, el monstruo de tus propias miserias. Caíste a la poza del crudo desencanto.

En Segunda Venida vengo terco. Y tus expectativas las digiero como al amargo trago; por años me has venido envenenando. Con tu pie pateaste mis regresos. Con migajas ya formaste el firmamento.

Yo soy la parusía, beata de los coitos apagados; soy el cáncer de tus expectativas, ya no produzco hormonas de placer en los manglares ni devuelvo juventud, sólo es el estrés, la mentira, lo acumulado en el post-hoc, el aquí y ahora de tu cosmos.

«Se parece a tí», dijo ella a Abram cuando la tomó. Les besó a ambos, al esposo y al monigote. En realidad, no esperó de él nada, pero agradecía el gesto. El anunció heroicamente, quizás aupado por la reacción de ella y la cara sorprendida del niño, que buscaba tocar el conejo, imitándole cómo hablaría, si pudiera emitir un sonido, que habría cosas para él. «Será mañana» y bajó de su recámara, con la muñeca, también unas finas maderas, piezas con la que hará un casillero para que ambos se comunicaran. «Tal vez no sabes sobre esta costumbre. Te haré un tefilín. Yo mismo lo haré con mis manos y será mi regalo».

Explicó que, muy acorde al peshutim mehudarim, especificaciones sagradas, la cajita («bayit») colgará de correas de cuero y contendrá su primer pasaje de la Torá, en caligrafía manuscrita, posiblemente, por algún escriba, que sepa hebreo autorizado y que no sea, como esos payasos askenazi, polacos de La Habana, que sólo manejan un lenguaje de ladrones («ganovim-loshn»). Sara soltó unas carcajadillas maliciosas porque si conocía los celos de Benavito por las sefardías y los desacuerdos frecuentes que tuvo con los judíos de Europa del Este que eran sus vecinos.

«¿Por qué te ries? ¡Es la verdad!», preguntó Abram y es que ella para animar la velada y darle alegría musical se puso de acuerdo con la viuda de Becerra y ella consiguió los mejores músicos, esos que, despectivamente, Abram llama klezmer-loshn, musiqueros, o más bien, salchichoneros cuando los oye con sus clarinetes («vorsht») y modulaciones frigias, «Freygish». Los carteristas 'maravikher' y chulos de putas, 'khevre-man, y akhsanik', raterillos de La Havana Hilton.

«¡Ay, Abram, me río porque invitamos a la banda! Estarán por llegar los musiqueros a que aludes, klezmer-loshn, pero son los mejores de la escuela que hubo en La Bodega. Bebía de una Copa plateada de Kiddush, que Malká mandó a Andrés a que comprara para que el Co-piloto la presumiera en este cumpleaños, cuando llegaron.

«¡Ay, qué corazonada, Sara! Ya están aquí», dijo Malka. «Fue que Andrés se aseguró que llegaran». Ha estado a la vela. Lo prometido es deuda.

Sonó el timbre en la puerta y al comedor llegaron las voces de hombres. Sí. Los músicos de La Becerra y Andrés, con ellos.

Y la velada musical también fue feliz. Sara bailó con el niño y se fue casi la noche hasta las 12:00 y ya se le miró cansado; pero la última sorpresa de la noche, antes de que se fuera a la cama, fue cuando para probar el cariño totémico por sus hijos, Abram fue a la Biblioteca y sacó una cajita de un archivero. Le mostró a Karl, ante Sara, unos souvenirs del alma. En un sobre, él había guardado las tripitas de los ombligos de ambos críos y unas mechas de pelo. «Esta es la tripita de tu ombligo. La guardo desde el día que la cortamos». En otro sobrecillo, las mechitas de pelo del primogénito y del Dulce Copiloto de la Abeja. Examinaban el material con los ojos; sólo el Dr. Abram con el tacto. Pero un detalle a él y su esposo los tuvo conturbados. El pelito del muerto tenía un color ceniza que contrastaba con el recuerdo de que fue un pelo muy amarillo, como el otro. Por ésto se miraban asombrados y les dio escalofrío cuando al deslizar sus dedos sobre las pequeñas muestras, el lacio mechoncito de pelo de su primogénito se volvía polvo. Polvo como la ceniza y lo mismo pasó con su ombligo. Se disolvían con el tacto inexpliicablemente. No así el pelo y la tripita de ombligo de Karl. saludable. Su par de rizos, intensamente amarillos, no deterioraban y la tripita umbilical se mantuvo seca, pero en buen estado.

Ellos no comprendieron el misterio. Karl sintió una tristeza repentina, pero, en general, este día había sido tan feliz que, en su corazón infantil, pensó: «Esa sensación de que están tristes, así de repente, mañana pasará. Se la dejo a ellos». Y se fue a la cama silenciosamente.

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32. Señales de guerra

Mamá ha recordado los planes iniciales, cuando novia y después, ella y él , recién casados. «No, no... en completar especialidades pensaremos después. La prioridad es trabajar con lo que sabemos. Tú te entenderás con las cuentas, los archivos y serás mi coayudante, si hago cirugías, la anestesista... Verás que en el dispensario médico de papá cabremos todos. El ya está viejo y tira más al campo, donde realmente abundan los enfermos... Ah, en la sala de espera, tenemos unos divanes enormes, mullidos, muy funcionales. Papá pagó caro por ellos y, eso que los colchoneros judíos de La Habana, los hicieron y el corrigió los diseños.

Es una oficina bella y, si algo se comprara en Baltimore, que sea equipo de laboratorio, instrumentos... Mi padre sabe de eso. El, como Moritz, tiene mente de bioquímico; pero, no se sabe hacer pagar. Mucha misercordia, me dice. Misericordia... y así tira o ignora lo que gana y el rico viene, siendo rico, y lo engaña. Papá perdona deudas ajenas porque no lleva un control, estrictamente escrito, de lo mucho que se le debe y él resuelve fácilmente, al decir: «Olvídalo. No es nada»... ¿no te dije que le pagan hasta con pollos que se roban de las granjas, o con cualquier chuchería que tengan y ya no les sirva? Pero... yo veo Nuestra Clínica. La veo en la imaginación primero... Allá en la Calle de La Bodega. Compraría mis propias ambulancias, .'blood-wagon service'... atenderemos partos, medicina familiar. Eso deberá ser primero. ¿Te imaginas el rótulo que nos anunciará? Abram Matías-Riga-Dzkja Medical Clinic...»

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

Sara de Riga, prometida de Abram, concentra su memoria para recordar cuándo sería que se formó el fermento, el cambio. Recuerda cuando anduvo arriba y para bajo con sus libros de microbiología, cómo quedaba rendida de mucho leer... antes que se iniciara la guerra... Soñaba que encontraba rotas y enfangadas páginas de libros sagrados, antiguos libros, como los rollos de la Torá... y, en secuencias pesadillescas del sueño, la Mano que gira la Rueda y se remonta a todos los pasados, en cuestión de segundos, y se activa y despierta a la mujer en los mismos momentos de su presente en La Habana.

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

«Es que llegamos sólo con sueños y promesas. La guerra nos hizo a todos pobres, nos dejó sin nadie a quien pedir un peso prestado, ¿te das cuenta?», le decía él a ella.

El Ejército sólo le expedía pagarés. «Te daremos ésto y lo otro». Becas, préstamos para una vivienda cuando se personara a Norteamérica. Y Abram decía a Sara, cuyo segundo nombre es María, y es su enamorada: «Hay que aprovechar lo que den. Esta guerra ha costado demasiadas vidas (según las cuentas modernas, 6 millones de judíos, 20 millones de rusos, 10 millones de cristianos y 1,900 sacerdotes católicos)», pero, después del Armisticio, ni pensó que eran tantos, aunque sí los que viera en más cruel situación que muertos. Ejemplifica con mujeres, niños y aún ancianos, violados, matados de hambre y humillados. «Y pensar que son agresores quienes se llaman civilizados de Occidente».

Para ese tiempo, una vez atrapada por el sueño, por no arriesgarse a valorar las tristes separaciones, aún las de hoy, queriéndose libre y no ver la sangre en sus contextos, ella se observa dentro del proceso onírico. Va por las calles de Rotterdam. A veces se pierde entre neblinas y reconoce calles de Londres. Observa ciertas librerías destrozadas. Centenares de libros, sucios y despaginados, rodando sobre las calles por un viento tempestuoso. Quisiera llamar a cualquiera y pedir ayuda para recogerlos.

Algo le dice que sueña con saqueos a librerías judías, imprentas y sinagogas. Y, de pronto, cree que se inclina y recoge un libro con la historia escandinava de Beowulf, héroe que batalla contra un monstruo, mitad hombre y mitad diablo... Ya no imagina que sueña. Imagina que aún lee el pasaje en que Beowulf se convierte en el rey y lucha contra un dragón.

«Lloré mucho con la historia del libro, con el drama de su desenlace, disputa en la que ambos mueren. Beowulf y su enemigo. ¿Recuerdas que te dije, Abram: Eres mi Beowulf?», pero Abram no está a su lado. Debe echar su memoria más hacia el pasado para reencontrase en el sueño el momento. Soñar es como girar una Rueda, profunda rueda en la psiquis.

... Ay... y no saber cómo empezó todo a volverse sal y agua.

«¿Qué me dijíste, Abram, cuando te pregunté por qué se nos está viniendo el matrimonio abajo?»

El silencio es muy grande. El no está. En la mañana, después de una gran riña en la recámara, se tuvo que largar, a escasamente una semana de haber vuelto y tallar un tefillin para su hijo. Sara halló, entre su ropa, oculta en la mochila, camisas manchadas en el cuello con lápiz labial. Besos que no eran suyos, pañuelos llenos de culpa roja. Y Sara pidió cuentas y él, por amor al niño, a exigirle silencio, cuidó que no escuchara que se disputan infidelidades. Se tuvo que ir a la calle, tal vez al
Tropicana's.

«Y, leyendo con más cuidado, analicé que el Dragón es la guerra, y para no pensar que en la guerra pudieras morir, volví en la noche. Leí el Cantar de los Nibelungos, donde el héroe es Sigfrido y no muere y es quien mata al dragón Fafnir. Es maravillosa esta historia. Al ungirse con su sangre, Sigfrido se hace inmune a todo mal... me hubiese gustado que te llamaras Sigfrido... Exaltado sea el Dios viviente, Ygdal Elohim Chai, y que sangre de dragones nos cubra, sangre de los Linces del Mundo, mas, nosotros, inmunes a cualquier daño y Galout... y que la Rueda de las Tribulaciones gire, si es voluntad del Altísimo, bendito Chai, y que venga el Juicio y el Rigor, pero ábrenos la puerta / Dalet / del corazón / que empobrezca para que pida misericordia... no me abandones en la batalla con dragones que no puedo vencer».

Estoy desarmada, vestida de color café, no como una novia de blanco, porque la Rueda ha girado y pasa por la muerte a todo lo que veo, a todo lo que me rodea... ¿Qué puede una enfermerilla, llena de miedo ante la mortandad? que mayor es que aquella de los tiempos en que Bar Kochba (se proclamó Hijo de la Estrella y Príncipe de Israel), rebelándose contra el poder romano de Adriano el Emperador... y la sangre se derramó y se helenizaba la fe y se prohibió al corazón circunciso y, a grito de sangre, la Rueda giraba y probaba a los corazones empedernidos por causa de quien se proclamó el Mesías y sólo multiplicó los dragones de muerte».

No había temperanza, ni pobreza paradójica de corazón, vaciedad de vanidades, porque antes de ser rico hay que ser pobre... En fin que ví por todo el Mediterráneo que judíos y gentiles volvieron a masacrarse. Y Bar Kochba murió y su reino se hizo cenizas. Y había ocurrido antes siempre que giraba la Rueda purificadora... Los partidarios del sacerdote Eleazar atacaron a los de Menahem, y con ayuda del pueblo dieron muerte a este falso mesías y sus seguidores. Y mesiánicos, como Juan de Giscala, fueron parte de la mortandad... Fue la primera vez que soñé con Jerusalén destruida, bajo administración de guerra, y se puso un impuesto por el simple hecho de ser judíos, o respirar el mismo aire que otros. Y ví, por causa de negarse a pagar el fiscus iudaicus, centenares de miles de muertos y, en esos días, cuando ya no hay un templo único, porque el Templo Mayor de Jerusalén fue arrasado, entendí porque mi padre dijo que toda referencia de culto pasó a las sinagogas y las aljamas de la Iberia romana y los fariseos excluirían definitivamente a los cristianos de su concepto de nación. Y Trajano y su general Julio Severo se endurecerá contra los fariseos y en Alejandría volverán las masacres en las calles entre judíos y gentiles y al odio se le llamaría Dragón por causa de tantos derramamientos de sangre... y así, pese a reclamos de Tierra Prometida, Palestina se despobló. Y el fariseo sigue reclamando control absoluto y exclusivo de la espiritualidad judía, pero son duros y mesiánicos como Bar Kochba...

¿Qué hará tu enfermerita miedosa cuando alguno de ellos, esos grandes generales y sacerdotes, venga a jactarse en su presencia sobre lo que queda como remanente del sacerdocio de Aarón, hermano de Moisés, si ellos mismos se proclaman los descedientes directos, patrilineales, de fariseos, con corazón endurecido? Hecho es que inspira a la Mano de Dios que, entonces, gira la Rueda y destruye sus Kohanim, como se destruyera a sacerdocios pretenciosos y desobedientes, en presencia de Moisés...

Todos tienen miedo a la persecusión, algunos esconden sus menorás, reclaman cromosomas del valor y rango de Aarón, honran el Shabat y reposan, pero sus corazones no pueden esquivar los designios de la Rueda... «¿Para qué les sirve que reclamen sus cromosomas aarónicos si nada evitará la ira del romano sobre Galilea ni la de Herodes Agripa ni la Tito y Vespasiano, ni la de Tiberio ni Cestio Galo, de Siria... Mucho menos la ira de la rueda de las vidas y ciclos kármicos que cada cual ha forjado.

¿Qué harás con los cautivos de Jerusalén y conmigo? que vivo entre los dragones de la guerra. Mis armas son las jeringas hipodérmicas, rodillos de gasas, potes de anestesia para los más cobardes, o los niños y los ancianos. Y no tengo la certeza de que mi prometido sobreviva porque anda en otros frentes y teatros bélicos de dolor... y no sé si tendré padre que, al final de la matanza, me llame 'hija, ya regresaremos a casa y guardé una donde podamos ir. La guerra ha terminado'
.

La virgen que a tí pertenece, redento para la vulva, ex-cautivo de Jerusalén, liberado tras el despunte del himen, cromosomático Aarón, María será llamada... Llama a María, tu madre, y a Jedial el abuelo, padre de Bilhan. Pónle, desde hoy cualquier apellido (porque de Tharshish han nacido y son tránsfugas. desde antes de T(h)arshis, tierra del biznieto de Benjamín; pero madre tuviste, hija fuíste antes que en la Iberia se bendijera la simiente de Bela, Becher y Jedial y, en Sefarad, la Aspamia. Y Fenicia, Tarsis, porque oro y joyas nos trajo Hiram de Tiro y que quería, vulva de María, más lejos de Judá la cautiva. Y de Roma, la bestia de la guerra.

Dáte apellido para que no te encuentre el canalla de Roma que ordenó tu aniquilamiento desde primeras lunas de los días de Pascua; pero, escribe... el que se diga judío pérez será, garcía lo llamarán, de juanes estará hecha su leche de kosher.

Dáte nombre, María, seré yo quien te llene de gracia y, recuerde que Jacob sólo dio dos hijos (hermanos de sangre, por todos los costados y Benjamín fue uno y los reuní en Tarshish y los honré en Raquel; así los honraré entre pueblos extraños y en Safarad, benditos son José y Benjamín.

Toda la Casa de Judá marca mi Sacerdocio, Cohanim son, deudos por causa de lultrajador del Templo, y, por tanto, cromosoma Y de Konashim, cuento desde hoy. Sacerdotes por la gracia de la huída, desterritorializadora les llamo, «Y-chromosomal Aaron», deudo de Tito, que les negoció el exilio y les llevó a esta distancia del Sur, lejos de Roma, lejos de la Judá y el templo en ruinas, lejos de las territorialidades que han determinado tan equívocamente las naciones.

María, que hagan algo nuevo con sus vidas (que ya fracasó el mesiánico y el saduceo empedernido). Maldito el territorio que no prohija flor nueva. Que mis benjamitas vayan por las flores del campo y por las bellas esposas de la fe, diversifiquen ese jardín de esperanza. No lo dejen en manos de tiranos. Es hora de ir hasta el Sur donde están las fenicias de Hiram, las riquezas de oro y madera para el alma de Tiro.

Por de pronto, a fin de recapitular su rendición, Abram confesó su adulterio; pero... hará muchos sacrificios, lo que Sara le pida, por eximirse del divorcio. «No me pidas que me separare de ti. Por amor a mi hijo».

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33. Bartolo tiene una flauta

Andrés no tenía un dios, ni una historia, ni un Adversario al que temer... No sabía preguntar por la Causa Primera. Cuando se le pregunta por el Dueño del Platanar, o cualquier lugar o cosa, dice lo que todos. «De Bartolo». ¿Y a dónde va Vicente? «Supongo que donde va la gente»... por eso fue más creíble, cálido, consolador... más humano que mi abuelo y mi padre. Por ser técnico, sin ser especulador utilitario, siendo eficaz en lo suyo, aunque impreciso en todo lo demás, él carecía de preocupación metafísica, mas no de sentido común; de angustia religiosa, mas no de bondad.

De modo que a los que le pidieron definirse con pretensiones de jerarquía o posesiones de pequeñoburgués, por razones de la Cuba polarizada entre revolucionarios del Movimiento 26 de Julio y el candidato marioneta de Batista, Andrés Rivero Agüero, decía que 'yo por el único que voto es por Bartolo'. «Pero, ¿no que tienes un platanar allá en Ceiba Mocha? ¿De quién es la hacienda entonces?»

«De Bartolo», decía y Bartolo siempre era cuaquiera, menos él.

«¿Y por quién votará el Dr. Abram y su familia?»

«¡Pero no sabes! Son ciudadanos estadounidenses».

«Eres más resbaloso que una babosa con las manos enjaboná! ¿Chico, de qué partido eres?»

«Del de Bartolo».

El 3 de noviembre de 1958, el granuja de la chapuza eleccionaria Rivero Agüero fue declarado presidente. Y un mes, más tarde, Batista creía que sostendría su poder, electo su 'hombre en las eleciones', pese a que en La Habana, William D. Pawley, vocero del gobierno estadounidense, en reunión de tres horas, le dijo que se retirara a su mansión de Daytona Beach, Florida. En uno de esos recortillos que tuvo La Abeja bien guardados en su oficinilla del sótano, se leía la prensa habanera, citando a Terrence Cannon, editorial que decía: «Los Estados Unidos no enviará sus marinos (a solucionar esta 'mierda' de parar a Castro) por una razón básica: no se teme a la Revolución. Es inconcebible para los diseñadores de la diplomacia estadounidense que una revolución en Cuba se vuelva antiamericana. Después de todo, las compañías de los EE.UU. son dueñas del país»: a saber, $77 millones de ganancias anuales por sus inversiones en Cuba; 90% de los minerales en sus minas; 80% de las ganancias por utilidades y servicios públicos; el 50% de los ferrocarriles; el 40% de la producción de azúcar; el 25% de los depósitos en los bancos. «Sin capital americano, Cuba se jode, chico». Y empleaban a menos del 1% de la población.

«Si Batista se va, ¿de qué viviremos, don Andrés?»

Y riendo, otros paisanos contestaron, oyendo que Andrés dijo 'pues a vivir de Bartolo': «De las putas». Y puede que sea cierto, si repasamos estadísticas de 1959, que calcularon entre 11,500 y 12,000 mujeres que vivían de la prostitución, cuando la fuerza de trabajo femenina en la nación fue del 4.8%.

Los EE.UU. dio ese último año de Batista su último millón de dólares en ayuda militar; lo aprovisionó con armas, tanques, barcazas y suministros militares. Les entrenó sus sicarios, en misiones conjuntas, en las tres ramas de las Fuerzas Armadas estadounidenses y bases. Mas Washington ya estaba cansado del pillaje. Empezó a pedir a los hombres de rango de Batista que se vayan, que recojan sus últimos botines y se larguen a otros países a disfrutar sus ladronerías y patriotismo falaz. De hecho, cuando la revista semanal «Carteles» tuvo acceso investigativo a los datos, publicó que 20 miembros del Gabinete y el gobierno de Batista tenían en bancos suizos depósitos montantes a un millón de dólares por cabeza.

Todavía Doña Malká recuerda las visitas a Benavito de José Manuel Alemán Casharo, quien sirvió en el gobierno de Machado y, más tarde, como la «eminencia gris» del ministro de Educación de Batista, favorito del Palacio y de la Primera Dama de Grau (Paulina Alsina), en el Bloque Alemán-Grau Alsina (BAGA), por los '40. «Siempre pendiente a comprar todo y deshacerse de judíos influyentes en la Provincia de La Habana. El mismo Benavito decía que fue el entrenador por excelencia de ladrones sucesivos. Después de la muerte de Benavito, se pudo conocer que, para su retiro a La Florida, Alemán Casharo ya había amasado más de 200 millones de dólares y a puro desfalco y engañosas inversiones. «Jamás vino con ninguna oferta que nos oliera bien. Siempre con dos haces y la fisga en el cotarro. Había que limpiar su sombra con escardillo, como decía mi amado Simón».

* * *

Mamá no sabe dónde estará su esposo. Si estará en sus asignaciones en la Base de Guantánamo, o hallándose, en algún punto de cita, con la amante. A esta fecha, concluye que Abram no es batistiano, él ha jurado que no lo es; pero es anexionista, con una racionalizada propensión neocolonial y mercenarista. Recuerda cuando hablara de 'Cuba y Norteamérica, socios inseparables', como agentes unidos para crear 'the affluent society' que Galbraith opusiera a la legión de ' undertakeers' . Son estos últimos quienes comienzan construyendo los cotarros de sus robos para unos cuantos glotones ('greedy pigs') elegidos, parasitarios y, al final, el Estado Benefactor maquillado, que es el peor de todos, el estilo comunista de los 'Welfare's undertakers' y mediocres. Estalinistas de nuevo cuño.

Tan poco que a Abram le duró la euforia constructiva de cuando vino, con ella, procedente de Europa invocando la creación de una clínica médica familiar, donde el apellido Riga-Dzkoja (de su padre comunista) y el apellido suyo, adoptado del nombre de Simón ben Abram, cepa de los López-Matías de Neves, sefarditas de Valderas y de los barceloneses Sbarbí, irían juntos en el mismo rótulo. ¡Qué diferencia cuando ahora le surge lo prusiano del Estado benefactor y las teorías de Galbraith para crear ese embeleco vago de una sociedad de prosperidad sobre el filo de navaja del parasitismo, la rapiña intervencionista, con el sumiso visto bueno de los pobres cubanos ¡Qué mandillón, siervo cobarde, ha resultado del héroe de Basilea! «¡Qué pichiruche de mierda!», diría Benavito con sus arcaico y ladino vocabulario español para criticar las aristocracias terratenientes, las oligarquías financieras y las burocracias estatales, autoperpetuadas en fechas poscoloniales.

De hecho, en estos días, cuando fue descubierto el adulterio, y Abram lloró sus hipocresías, dizque que madrugó a habilitar lo que fue la Clínica de Benavito. Ella vio que llegaron tres o cuatro carpinteros, o ayudantes, a limpiar y cargar cosas de un lado para el otro, llenaron cajas de papeles y antigüallas que obsequiaban a Benavito, como pago a servicios médicos. La viuda Doña Malká, quien a las propiedades de él diera valor sentimental, sólo las cubrió con una manta y no quiso tirar nada suyo, para que vibrara la presencia de su 'viejito' en el consultorio, y dijo a Sarita que llegaría ese momento, cuando «el ombligo de las raíces se seque y se haga ceniza de olvido» y eso estaba pasando. El hijo tiraba el ombligo de su padre y todo lo que fue propiedad suya, vibración para la rememoranza, sería como una flauta que nadie toca, Shofar del que nadie sabe quién es el dueño. Un Don Nadie. Bartolo. Entonces, Sara preguntó:

«¿No bajarás al consultorio de Papá Benavito a advertir a Abram que puede que haya algo de lo que él tira a la basura que a tí te interese?»

«No bajaré. ¿Para qué guardar la flauta de Bartolo? ¿Para qué conservar un ombligo seco que si lo acaricias, con la mirada, se vuelve polvo?», dijo ella; pero sonrió de pronto. «Sí, hay un recuerdo que guardaré, uno solo antes que me muera». Sonrió y resonrió, con exhibición de amplia dentadura, aún blanquísima y pareja, como su salud de alma: «Quiero que todos, Andrés, mi nieto Karl y tú, vayan conmigo a Cárdenas... ¡Que sea cuanto antes! Bendeciré a Karl y a tí, Schulfreund Biene, a todos en Ceiba Mocha... ¿Sabes? Siempre me ha gustado Matanzas y el pueblito de Cárdenas. Cuando lo visité, por primera vez, los lugareños me contaron sus historias sobre mujeres y piratas judíos que campearon por el área, o las afueras de la Bahía de Matazas. Eran historias pueblerinas sobre los primeros decenios del 1600, cuando existía la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales... Sí. Como Karl, el Camarada, a mí me gustan esas historias; a mí, como a tí, me fascinaron de pequeña las historias de vikingos. Leí las Grandes Sagas nórdica, y llegué a pintar dragones, desde mi aodolescencia, las proas de los antiquísimos barcos, reproduciéndolas de libros... pero, al llegar a Matanzas, campesinos me dijeron que, en el pasado de sus costas, hubo piratas reales y eran judíos, apropiándose de tesoros de plata y oro, en Cuba como su castigo a los españoles, en cuyas galeras se esclavizaba lo mismo a negros que a holandeses de la Compañía... y fue cuando invocaron las hazañas de Moisés Cohen Henríques, asesor del pirata Henry Morgan, el más famoso de todos los tiempos. Cohen Henríques, junto al almirante holandés Piet Hein, de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, fue esclavizado en una galera por cuatro años, de un galeón español y, liberado, poco después, fue en las costas de Matanzas, donde Hein y Cohen abordaron barcos españoles, saquearon sus tesoros...

«¡Si Andrés nos llevará a ver esas costas de la Bahía, eh y qué bueno sería que nos paseara, ya a los tres, a los tres camaradas, eh! Andrés sí que es buen guía, que lo mismo se mueve entre las bribas del pícaro que en las casas de socorro de las aljamas! ¡Como quiero bendecirlo, propiamente, como si fuera mi hijo o mi hermano! y quitarle de encima a los moscones. Yo lo veo como un niño grande y oyendo a tu pequeño, por vida mía, que son como igualitos, dos mataperros, con gusto andariego, astutos como el Macuco! Nadie humano se los meterá en la uña de balde», arguyó y otra vez fluyó rememorando la vida de Cohen, el Judío Pirata, «a Dutch privateer», el mismo al que, con su hermano Abraham Cohen, traficante de armas, se acreditara por la captura en La Habana de una flota platera en 1628. Y tal Abraham Cohen, el traficante de armas, utilizó su poder económico para ayudar a conseguir lugares de protección para otros judíos en desgracia. Añadió que Sinan, otro de los grandes piratas judíos, se alió con los piratas de Barbarrosa, y lo hizo su segundo al mando. Y Doña Malká le conversó a Sara, para que después a medida que creciera su Copiloto más dulce, sobre un rabino pirata, Samuel Palache, fundador de una comunidad judía en Holanda, cuando apenas era un jovenzuelo. «Cuando oigo a tu hijito guripilla, el guripa más dulce que habita en la tierra y mis ojos han visto, veo al rabino Samuel, me imagino que es él reencarnado en tu hijo, nacido para bendecir las almas en los calabozos de Babilonia, el Establecimiento».

Para Sara, según sospecha y Doña Malká se lo confirma, el Dr. Abram no tiene intención de abandonar la política. Está secretamente involucrado en ella y ese monstruo no suelta fácilmente a hombres de talento que se cuidan de robo, hombres de buena fe, cerebros excepcionales, como su esposo, pero engañados. El Dr. Abram es uno. «El dejará a la mújer adúltera con que te pone los cuernos; lo que te digo, Abejita, es que, pese a sus promesas, no te podrá cumplir la segunda. Dejará a la mujer, pero no a la política, verdadera lepra infecciosa. Abandonará sus propiedades, que son herencia de honradez de los suyos, evitará las ofertas de lucro indebido, porque es honrado y su codicia no es el dinero... Vaya, tristemente, la racionalización irá comiéndoselo... Es tan distinto a su hermano Andrés, quien no crea tormentas en vasos de agua ni se imagina problemas donde no existen».

Idea es de Andrés cuando medita que: «Donde haya una tentación grande, Dios me la quita; yo suelto todo y se lo dejo a Jaim. Yo no le busco a Dios soluciones; Jaim las tiene. Yo no. Por eso es que, en apariencia, yo no tengo Dios, o soy tonto para explicar lo que a Dios compete. Tengo fe, pero no conocimiento, ¿me entiendes, Malkita?»

Doña Malká le recuerda a Sara cómo a Andrés lo molestan los judeznos de la Calle Obispo, «esos moscones envidiosos», siendo que Benavito lo llamó «Cabeza hueca del Almelo», diciéndole «ya se ve que no crías canas»... mas no lo desheredó y le tuvo en cuenta. Al final, ha sido el Dr. Abram quien se desvinculó de su padre y su fe, no Andrés, el Klotz. Andrés pone en su dios Bartolo lo suyo y no crea enemigos

Sin entenderlo de un modo sistemático e intelectual, ante las demasiadas expectativas por la perfectibilidad humana, sin querer, es Andrés quien mortifica a los judeznos de su generación: «Yo dije: Vosotros sóis dioses»: Salmos de Asaf: 82-6 y los judíos de la Calle Obispo se empeñan en discursivos encontronazos con los rabinos de la sinagoga más antigua de La Habana, que fue la Congregación Hebrea Unida, fundada en 1904. Estos discutían sobre lo que respondió Jesús en una Fiesta de Dedicación en Jerusalén en el Pórtico de Salomón, dizque un día de invierno en que fue apedreado:

Andrés les emplazó preguntándoles: «Si así piensan de mi padre, ¿para qué piden que él, o de mí, diga si cree en Dios o si no, creo o él cree?» E hizo sus propios razonamientos. «¿Qué es Dios que pueda el hombre comprenderlo? Si me preguntan por Dios, o por el plantanar y los frutales de Caiba Mocha, apréndanlo de una vez como mi única respuesta; Dios es Bartolo, el Dueño de la Flauta, y el platanal es de Bartolo».

Mamá siempre reía con la manera, tan sofisticada que tenía mi Abuelita para analizar la ideología de Andrés. El Aguila del Norte de Andrés fue el Jaguar Blanco, más consistente con el mito del pueblo nicahuátl, jaguar que conquistaría a los pueblos de América y los haría comer de las venenosas semillas del haba de San Ignacio, a las que llamaba cabalongas del Diablo. «Tu esposo, Sara, come muchas cabalongas», le dijo Malká, al fin de cuentas; pero, Andrés, con el tiempo más prosaico al soltar algunos rollos de juicio contra su medio hermano, con dulzura charlatama, decía: «Con tu papá, sólo ocurre una cosa, Carlitos. La política lo ha vuelto un comemierda. El cree que es quien toca la Flauta. Y no es él. La flauta es de Bartolo», y después canturreaba una cancioncilla, que yo llegué a oír en Miami no de sus labios: «Bartolo tiene una flauta. / Una flauta tiene Bartolo! / ¡Ay, qué flauta! ¡Qué flauta! / ¡Qué flauta tiene Bartolo!»

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34. El Testamento y la Berajá de Malká

«Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones»: Talmud

«Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti.Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti... Si alguien te dice que estas páginas se parecen a otras páginas, diles que te amo demasiado para profanarte así. Tal como aquí te pinto, tal te han visto mis ojos. Con esos arreos de gala te me has aparecido. Cuando he cesado de verte en esa forma, he cesado de pintarte. Esos riachuelos han pasado por mi corazón. ¡Lleguen al tuyo!»: José Martí: Ismaelillo

Y para que viera la Ciudad de la Bandera, aquella en que la madrugada del 19 de mayo de 1850 desembarcó el General Narciso López en Cárdenas, izando por primera vez en la Isla la bandera cubana, tomaron el tren de la Compañía del Ferrocarriles de Cárdenas, hacia una ciudad que se llamó la Villa de San Juan de Dios de Cárdenas. Este día del viaje. en1959, además del ramal de Güines a Matanzas, había otros, el primero construído de Güines a Catalina. Otro, a la Estación de San Luis. El Ferrocarril de La Habana a Güines fue la primera línea de trenes en operación en el mundo hispano y la cuarta en todo el mundo y en ella van los tres. Es el niño quien debe ver la Ciudad de la Bandera para que no le quepa duda a nadie que pisó la tierra de los Abram de su cepa.

Según viajaban en el tren, si bien Andrés era discreto como su 'Bartolo' que parece sin existencia real, se le salían sin querer detalles de su niñez que dieron a comprender, cuánta distancia puso Benavito en relación a él y la insinuada orfandad de su infancia. Es que pasaban por lugares evocadores y Andrés era un buen guía, con su elucidario de anécdotas, algunas se le brotarían, sin comedimiento, ese día, por viajar tan a gusto. Además había que educar a Karl, como si fuera el Ismaelillo, hijo o 'príncipe enano' de Martí.

En el trayecto evocó ciertos lugares, en barrios habaneros que, para él, eran importantes, porque sin que fuese invitado por Benavito, él, correcaminos y guripa, seguía a su padre, «sin que él me viera», como buscando su cariño y compañía. Entonces, el padre al notarlo lo llamaba con él y le explicaba qué hacía. Así fue que, al pasar por Luyanó, por la Carretera Central en dirección hacia Matanzas, Andrés señaló al antiguo Puente Alcoy y un riachuelo que pasaba por debajo, por todo el barrio desde San Miguel del Padrón a Luyanó. «En esos riachuelos, por ahí, allá donde se ven aquellos chuchos, yo recogí aguas en botellas. Fue en mi niñez».

Andrés alarga la pausa. Algo lo conmueve. «El, urgía unas muestras de aguas, iba a la quebrada». No dijo quien hasta que se impuso que dijera: «Para estudiar parásitos o qué sé yo que bichos, por sus experimentos. Es que yo quería ayudarlo; pero no me invitaba ni me dejaba ni quería verme, dizque para que no me ahogara por resbalar en quebradas contaminadas... pero yo, terco, siguiéndole, como en los Pozos de Arroyo Naranjo, por el sector de El Cacahual».

«¿Hablas de Benavito?», había preguntado Sara en dos ocasiones y él, sin atreverse a pronunciar el nombre que ahora le parecía sagrado, asintió con la cabeza. «El».

Doña Malká adivinaba su nostalgia, o tristeza, intuyéndole en su infancia el afán suyo por la compañía de Benavito. «Es curioso pero Karl es así. Espioncillo, guripa, ¿te dije, Andrés? cómo juega conmigo y yo le digo: no me mires así, a la distancia y ven de una vez», dramatizaría la Abuela. Sabe que este comentario halagará a Andrés y dulcificará su memoria. Que, por obedecer a Sara cuando da la orden de no molestar a los adultos, a quien está ocupado con cosas importantes, el niño se mantenga silencioso, a distancia, sin formar correrías y distracciones. «Cuando estoy pintando, él se acerca sin ruido, como una pequeña sombra. Es su forma de pedir permiso».

«Será la genética espiritual de Andrés», se reía Sara y extiende un brazo para acariciar su rostro. Karl sabe que hablan de él. Sin embargo, este cariñoso gesto de la madre es para su tío.

En ocasiones, Karl no sabe si lo regañan, o festejan su carácter. Por eso el primer apodo que la Abuela le puso fue 'guripilla', vigilante silencioso, 'incordio maduro'. Sin embargo, ella misma dejó de calificarlo con estos epítetos. Un respeto para el niño se impuso. Quiso ser el 'pequeño camarada de La Abeja' y se ganó el derecho, al regresar de Puerto Rico y, entre leyéndole los versos sencillos y el Ismaelillo de Martí, se le apodó El Príncipe Enano y, por causa de Andrés, ya medio enojado, el príncipe de las nalgas frías.

Como si, en Ceiba Mocha, fuese a dictarse un testamento, su Bendición / berajá / para la Diáspora, doña Malká la Vda. de Simón ben Abram, les dijo que sabía desde abril de 1955, después de la visita del jefe de la CIA, Allan Dulles, a La Habana, y de reuniones para esa misma fecha de quienes con él hablaron, todos los jefes y amigos que en Guantánamo tenía el Dr. Abram, que algo muy feo afectaría a la familia. A su hijo lo harían co-partícipe. El cambió mucho desde esa fecha. Sería la creación del Bureau, así lo llamaría el Dr. Abram, a quien le gustaba hablar con claves. El 'código buró' fue la mención de la BRAC, organismo para la represión de actividades comunistas.

El Dr. Abram no tardaría en ordenar a su esposa, recién parida, como su labor, «lavar pañales y callarse, o ir únicamente donde yo te diga». Sará dejó de ser La Abeja dulce. Sacó los aguijones. La abeja machiega es capaz de matar a su Zángano macho, mostrar el lado oscuro. Fue, cuando al poco tiempo, se fue del panal, así como se van las golondrinas, aunque al tiempo regresan. La BRAC fue el golpe duro a la familia.

... ¡ Ay! yo he sabido, Sara, de tu paciencia... Aunque anchas son las paredes de la casa, las voces se filtran. Tus lloros. Aún los pleitos asordinados de alcoba me despiertan. Tú le pedíste que dejara el Buró y, más tarde, tu cama. Fingieron que dormían juntos para no preocuparme; pero se acostaban en recámaras separadas. Me dí cuenta... No sé cuando Moloch entró en el vocabulario de la Babel del Establecimiento y Adoyn-y Moloch dejó de significar 'mi dios reina' para significar a un dios solar que pide hijos / ilhm / niños de Elohim / para el fuego consumidor y los holocaustos, como quien tiene un demonio / Adversario / en la casa, o en las sinagogas. No supe cuando llegó Chemosh para desmentir a Melquisedec. Cuba dará los hijos de la esperanza, ¿a quién? le preguntas, y quién es el Dios de la Montaña (¿El Shaddai?) o ¿quiénes los Hijos del Varón de Sierra Maestra?)... Te escuché hilvando con él lenguaje de sus códigos para que yo no entendiera que se separaban. ¡El divorcio! Para que no entendiera nadie de qué hablan. Ni la cocinera. Ni la criada que viene y plancha, o lava las ropas, cuando Sarita lo ordena. Hablar en código por que el esposo es un agente de la CIA...

... ¡ Ay! bien que he sabido, Sara, acerca de tu paciencia... No sé si hablaban sobre Karl como el niño que ha de pasar por fuego, o si sobre los niños de Nuestra Cuba entera, la isla enferma, cuyos fetos sin desarrollo hay que quemar, no por odio. Por higiene pública, según decía tu esposo, mi pobre hijo; pero yo sé que hablan sobre el derrocamiento de Batista, como ese Moloch / Baal / o Kemosh / que pide al pie del Monte Sión (tu Sierra Maestra) sembradíos de muerte, valle de lágrimas, el renuevo del Valle de Hinón, y que el falso señor es una estatua hueca, con brazos extendidos para cargar sus víctimas / toda Cuba / sus jóvenes / entre los tambores y cantos de los partidarios de Rivero Agüero, títere presidencial de Batista, que es la boca devoradora en la Estatua. O el Dragón.

Sería, a principios de 1959, que capté tu valor por el celo cariñoso que te inspiran los Lecksinka, tal vez por causa de aquellos pordioseros que llegaron a La Bodega. Repasaste la herencia recobrada por Andrés, memorias de Benavito. La justicia convertida en luz de la divinidad, das fliesserde Licht der Gottheit. Una vieja Torá en rollos y el Jüdische Geheimgesetze. Cartas de la gringa Lecksinka a su padre Jerome y libros que el Jinete Mayor, el rudo Dr. Leonard Wood, había hecho traer de New Hampshire, y obsequió al Dr. Moritz. El interés de mi hijo por tales viejos textos de medicina... A no ser por Andrés no se salva ni el legado de Moritz, sus muchas notas... Te ha preocupado la parentela de Paquira, la rechazada. Te ha conmovido la hospitalidad entre hermanas, siendo que una se cubría, con mugriento chal. Con telas de crudillo, también abrigaba a los niños, flacos como la miseria, criaturas que procreó con negro. Y la hermana rica y la hermana pobre se exhibieron la compasión, después de tantas riñas y odios entre ellas. «Estos niños son currinches. ¡Qué lástima les tengo!», leimos de unas carta y tú viste los niños, ya mozos, con los ojos túrneos, uno ya ciego. Prematuros adultos que crecieron hambrientos, jóvenes desgastados, como espejo de la niñez de Cuba... Y, cuando se anunció, la matanza de 75 santiaguinos por los ex-policías y el ejército privado, con esbirros del ex-Senador Rolando Masferrer, me dí cuenta de quién realmente eres: Valioso corazón tiene esta varona de Riga, eres Judit resurgida y tu grito es el mismo de mi exposo, que antepuso la misericordia a todo.... Por eso te bendigo aquí... En estos días, mujeres de esos mismos masferreres de codicia y pillaje, ¿recuerdas que llegaron a la casa a pedir firmas? Nos dijeron que son dams respetables... que Castro no ha tomado el poder y, por Matanzas y Santiago de Cuba, se anunció que, una vez que lo tome, expropiará a los grandes terratenientes y a los cañeros, que no sean del país... y se atrevieron a porfiar conmigo cuando les dije: «Señoras: por más de 40 años he vivido en Cuba, yo no soy extranjera y. si todo lo que tengo, Cuba lo necesitara, lo doy. No puedo firmar tal petición... 'que no me quiten lo mío', pues si el desarrolo de Cuba lo requiere, lo doy.

«Firmaría que se acabe el pillaje. No ésto», eso le dije.

«Usted es anticubana. Me informaron mal. No son conservadores. En fin, extranjeros».

«No me diga que después de 40 años en Cuba, soy sueca, o suiza, o de un lejano norte», me enojaron. Tú, ¡ay, mujer! que pantalones que te llamaron una Mariana Grajales de la izquierda, animada por mis palabras, saltaste más brava que yo: «Tampoco me digan que firme nada; ni me hablen sobre los Niños Pedro Pan ni sobre grupos de madres, con temor a perder sus hijos ante el comunismo. No sean hipócritas... Matando niños de hambre ha estado Grau, con sus ladrones, matando niños. Con sus dictaduras y guardias asesinos, lo estuvo haciendo Gerarldo Machado y Fulgencio Batista y nunca abrieron la boca... Y no me hablen, como si fuera extranjera tampoco, 'about loosing children to communism'. Farsantes».

«¡Lárguense!», les gritaste. «Ustedes tienen ya las maletas listas, el dinero en los bancos suizos. Lo que temen perder (¡pues ya lo he leído en Caretas son las propiedades, las casas en El Vedado... Y no es que yo no quiera los niños, o que los quiera adoctrinados... yo supliqué a mi esposo, cuando vino a esta misma casa el Dr. Augusto Fernández Conde, de la Asociación Médica Cubana, hace apenas unos años que fuese a Estambul y ante médicos de todo el mundo en conferencia, denunciara las atrocidades que se viven en Cuba, no por anuncios de Castro o Camilo Cienfuegos, sino por hechos que se han vivido con Batista... y él fue a Turquía y lo dijo: Hay más médicos en Daytona y Miami que médicos practicando su medicina para servir a los niños en Cuba. Se van como los niños de Pedro Pan para ser los señoritos del exilio... ¡Qué manera más infame de llorar por la niñez! si al mismo tiempo están pidiendo la impunidad para policías asesinos y ladrones que están huyendo de la Revolución con el tesoro del país y es que, en la mañana, ustedes salen a la calle con lágrimas de cocodrilo, a pedir justicia, y en la noche a bailar en los hoteles yankees...»

Por eso Doña Malká la bendijo. El plan de viaje a Matanzas, el año pasado, lo interrumpió la bomba que en mayo destrozó el viejo Molino de Tinguaró. «Mas el celo del Señor puede más que el miedo y aquí, Andresito, quería que me trajeras, cerca de las cosas de Benavito. El último lugar santo que me queda. Esta finca, tu porción, que sea mi Sepulcro de Majpelá... y aquí les bendigo, antes de que muera. La salud de mi alma es la sonrisa y la felicidad de este momento... Voy a hablarles de lo que no volveré a repetir más. No sé cuando me sorprenda la muerte, y muerte sin achaques no hay y yo quiero ser enterrada en la isla de la esperanza, aquí en Matanzas...

¿No sienten, como yo, que en La Habana todo es trajín, menos tranquilo? Y será peor, aún para nosotros que no matamos una mosca... La Habana y La Bodega son ahora como el Valle de Sidón. En Cárdenas es diferente. Benavito me lo decía, 'aquí la Mar y la Mano de Dios, que es la Mar y la vida de lo Alto, me acarician'. En La Habana, las pezuñas de La Baga, emisarios de Grau, Alemán Casharo y falsos consoladores, llegaban cuando ustedes ni estaban presentes, por andar en Europa, o en servicio médico-militar... Aquí es Dios Quien consuela... piensa en el pobre de mi hijo, Sara.

EL quería reconstruir el Consultorio y refundar una Clínica Médica, ¿pero quién puede? En La Habana, se izó el ultraje desde hace mucho tiempo... y víste ya: tras unas elecciones de fraude y payasería, la presión indetenible y triunfadora del Movimiento armado de Sierra Maestra, Andrés Rivero Agüero, que ni siquiera puede jurar como presidente después del simulacro, Batista en fila para llevarse 100 millones de dólares o más de la arcas públicas, y sí se los llevó, se ha sabido ya de su fortuna en la isla de Madeira, en Portugal no se hablaría de otra cosa, recibido su primer depósito... todo ese sucio, no dejaría que mi hijo sea un médico familiar, junto a quien puedas estar, porque te hizo tales promesas...

... yo he sabido, Sara, de tu paciencia...

¡Ay, pequeño Karl, guripa, que te traen de aquí y para allá! y ni siquiera se te ha permitido que conozcas el espacio al que pertences, te bencediré. Tengo palabras que darte para cuando ya no me veas ni puedas ponerte a espiar qué hago, o suplicar que te haga un dibujo de tu carita preciosa, o te dibuje un barco con piratas, o te pinte una rana verde con crayolas... ¿Has visto lo bonito que es el campo?

No es poco ni mucho lo que pueda decirte. Eres tú quien me bendices por nacer en casa. Si tu Abuelo te hubiera conocido, imaginaría que el verdadero Amigo de Dios, Abraham antiguo, anda de nuevo por la tierra. Y que, sin ver la Tierra Prometida, contigo la isla de la esperanza se ha vuelto la Sión terrena y que sus tres esposas han dado fruto, digno de ellas... Lo publicaría en El Diario de La Marina, si pudiera. Compraría la portada a colores de Bohemia. ¡Ah sí, haría paliques durante el Purim, cerrando las Calles de Obispo y Neptuno, con Miguel A. Quevedo y de la Lastra, para festejar las tres esposas de Abraham, con quien el mismo Dios andara... Estaría brincando de alegría por Sara, Agar y Ketura... y yo sería tipo y figura de Ketura, del que descendió Bahá'u'lláh. Diría que el Pacto Perpetua se ha sellado, el gran convenio que Dios hizo con Abraham, tiene promesa contigo... Yo he mandé a comprar el «Ismaelillo» de Martí, en La Moderna Poesía, y vas a comenzar a leer más pronto que lo imaginado, yo mismo leeré y te hablaré de él, como si fuera Abraham, el verdadero, porque, si bien José Martí y Pérez lo escribió, seguro que Martí era el Príncipe Enano que Abraham anhelara y Benavito, tu Abuelo, estuvo esperando un Príncipe Enano que fuese su nieto, y yo sé que Martí, te querría como si fueses Ismaelillo, su hijo... y te digo más, con mi berajá. Este consejo también aplíqueselo todos... Cuando se tiene un pariente ladrón, la vergüenza corre por dos caminos, o el ocultarla con racionalizaciones mentirosas, o por la vía del servicio ideológico desmistificador, que es siempre asignar las responsabilidades y no justificar al ladrón aunque nos duela... pero de la Némesis nadie escapa aunque se esconda en el exilio y se ponga el sanbenito de patriota sufrido... Es que no sé qué pueda suceder, si se van o se quedan. Pero el Talmud dice: «Paz en tu entrar y paz en tu salir, paz para con todos los hombres. Grande es la paz porque es el sello de todas las bendiciones».

A tí, mi nietecito: Paz. Shalom. Sé honesto en todo... No temas dar palabras ni nombres cuando quieras sacar chispas de las piedras. Habla con corazón de buen testigo y calla lo que no sepas. No presumas lo que no eres. Ni encubras la mentira. Sé valiente y puro. Disfruta la vida, pero no el vicio. La valentía y el trabajo valen más que el prestigio. Vé con Andrés, después que yo lo bendiga, y mira este campo. Regocijate. Si sales de Cuba, recuérdalo como uno de los paisajes bello de la tierra en que nacíste. Ama a todas las Antillas. Aprende de cada una de ellas... En Haití, nacieron los primeros negros que amaron la libertad e hicieron una República.... porque eres un judío, en la Isla de la Esperanza, te diré: los judíos de las Antillas y, especialmente, los de Curazao, apoyaron económicamente la gesta libertadora de Simón Bolívar... Aprende sobre Simón Bolívar y de Francisco de Miranda... ya habrá tiempo para que recuerdes esos nombres y aprendas poemas de Martí. Que sean parte de lo que pongas en tu mezuzah... No tengas miedo de la palabra hereje, malcristiano, pirata o conspirador... busca en las vidas de ellos la verdad de lo que sintieron y pensaron y te llevarás muchas sorpresas... piratas fueron Mordechai Ricardo, Yaakov Koriel, David Abrabanel, muchos de los cuales, tienen cosas muy buenas de las que anhelarás saber, porque, son mucho más que parches en un ojo, o manos de metal con garfios, o banderas negras, o espadas y cañones...

... yo he sabido, Andrés, de tu paciencia... y para tí también tengo bendiciones... ¡Ay, Andrés! Este es mi regalo de alabanza, mi berakah para que nos prosperes, y contigo, a través de tí, sea Dios quien nos obsequie la tranquilidad que da salud. El no añade tristeza con ella. Barak para tí, Andrés ben Barak, hijo de abundancia, liberalidad de Dios que en tí no puso tormento, ni grilletes de mucho pensamiento, verdadero tzadik, cabeza no de Almelo, sino cabeza del justo, la bendición de Berak sea contigo, porque bendición sacerdotal de templo alguno no recibíste. Indigno fue el templo que retiró de tí la Birjat HaKohenim... pero yo, la viuda del Viejo que te menospreció, te doy mi berajá, como palabra de mi gratitud y mi humildad ante tí. No vengo de tradición aarónica para que mi bendición sea válida, pero Dios oye a las benjamitas que han tenido que huir de muchos mundos y no han visto la tierra prometida en Palestina, y se conforman con una tumba modesta en la isla de la esperanza. No soy heliah Tzibur ni hablo en las congregaciones, pero con mis dedos en la forman de Shin (W), con índice y corazón pegados el uno al otro y mis meñiques y anular juntos también de la misma manera en ambas manos, te doy la bendición, pronunciando: Yevarejeja Adonai veyishmereja – El Eterno te bendiga y te guarde... Esto de los dedos lo aprendí de Benavito porque él sí era rabino. Te bendijo a medias porque estaba enfermo. Tomaste su bendición como milagros, como el más grande tesoro... Yo sólo soy una sombra, que se bendice si te bendigo. No puedo atreverme a rituales ni asomarme a la sinagoga, sino en días de mayor santidad... mas aún así, recibe esta sincera invocación de Tu Bendecidor: Ya’er Adonai panav eleyja vijuneja – Que Dios haga que Su Presencia brille en ti y te garantice su gracia...

Si mi hijo no respondiera por Sara ni por Carlos, procura hacerlo tú. Que haya un varón cerca, no les desampares... Si entras a la Revolución, lleva la paz; si sales de la Revolución, lleva la paz y no mientas... te quedes o salgas de Cuba, que la paz sea contigo. «No tropieces en un garbanzo», porque cerca de Sara y su hijo, te encarezco que seas protección para ellos. Y te lo digo, porque aún con tu crianza, junto a Rachel, Alicia y tu piedad para los hijos de Francisca José, fuíste la protección y no hubo que decir, como Moritz, que lo mismo tropezaste con un garbanzo que con la abundancia... ¿Recuerdas a aquella carta de Moritz que guardara de tu padre? La traje conmigo:

«Estoy triste porque mis hijas gastan exageradamente en arrequives de gente vana; visten con las más finas telas y bordados. En su casa, no faltan varias empleadas a sueldo para el aseo del hogar, en nada útil se afanan. las tareas de cocina y, sobre todo, los encargos especiales con que se complacen, ya no tienen norma ni ética de kósher. No hay almodrote ni chuchuca en nuestros sábados, comen como gentiles el puerco... Y a mucha gente me dice, Benavito, que en público hacen desprecios, bailan como rameras con cualquier hombre, arriman el ascua a su sardina y ésto es aborrecible, porque la pobreza y enfermedad vienen por estas causas... Los yerros de los médicos la tierra los cubre, pero Dios los observa y los juzga. Dios ve con enojo a quien pisa la sal y la vela que enciende por shabat, no la deja en la habitación con luz».

Después de mucho callar la alegría, por oír a La Abuela, siendo que fue su primer viaje a la ruralía, preguntaron durante el regreso a La Habana cómo se sentía el Príncipe Enano. Cierto es, que lo vieron muy cansado ya desde el paseo que hizo con Andrés por el campo. Se le mostraron los sembradíos, árboles de fruta de las que comieron. Era un sábado de ayuno. Es cierto que la casa de la hacienda estaba abandonada, en malas condiciones para pernoctar cómodamente. Había sido un viaje calculado para un día, intenso y simbólico.

«Estoy tan cansado, Abuelita».

«¿Qué? ¿No te gustaría regresar a la finca de Ceiba Mocha de tu tío Andrés?», preguntó Sara.

«¡Claro que sí, Mamá! Además ya no es de Tío Andrés. ¡Es mía! El mismo me dijo: ¡Qué mucho espacio tendrás para correr! ¡Mira, tanta tierra sin labrar, mira donde puedes jugar! ¡Ahora ésto es tuyo!»

«¿Te dijo eso?», preguntó La Abuela.

«Entonces, Ceiba Mocha ya no es de Bartolo».

«De Bartolo y mía, porque Bartolo le dijo a Tío Andrés. ¡Ahora ésto es de Karl y tuyo para que él traiga un helicópero y tenga muchos animalitos, hasta cotorras! Y Andrés me dijo: Toma toda esta tierra para tí. Toda, pero yo le dije: Le daré la parte de Bartolo a mi Mamá, por si Bartolo se olvida de lo que te dijo. ¡Qué bueno eres, Andrés!», dijo el chiquillo y comenzó a besarlo por todo su rostro y las manos.

«¡Te la dí! Toda para tí y tu mamá», reafirmó Andrés. Vio al niño dormirse en el tren con una cara de felicidad infinita.

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