BIOGRAPHY / Biografia de C. LOPEZ DZUR / PRENSA BOLIVARIANA / Contenidos bolivarianos en Cinco Libros de Cuentos de Carlos López Dzur / MEMORIAS DE LA CONTRACULTURA // EL PUEBLO EN SOMBRAS / Crítico del imperialismo: Comediante alemán / EL LIBRO DE LA GUERRA LAS HIENAS: BESTIARIO COLONIAL / Memorias de la contracultura / Cuentos para esoteristas / ESTETICAS MOSTRENCAS Y VITALES / EL HOMBRE EXTENDIDO / LOPE DE AGUIRRE Y LOS PARAISOS</.A> / ORGANUM: TEORIA DE LA SUSTENTABILIDAD / LIBROS DE CARLOS LOPEZ DZUR / LAS JUDERIAS / TETH: MI SERPIENTE / BIO-BIBLIOGRAFIA DE CARLOS LOPEZ DZUR / LAS CARPETAS DE NINTU / LIBRO DE AMARQUISTAS / TRADUCCIONES
Capitulo Cinco
El marco del
resentimiento
Durante el Gobierno de
Práxedes Mateo Sagasta [1] en España, había surgido un movimiento armado en la
comarca de Jerez de la Frontera. Muchísimos episodios de bandolerismo y
agitación social se produjeron en las campiñas andaluzas.
Aún cuando en
Cataluña la acogida a las nuevas ideas (de José Fanelli, la mano
derecha de Mikjail Bakunin, Arístides Rey y Elie Reclus) fue buena,
debido a su desarrollado obrerismo y su régimen de explotación en las fábricas
textiles, en Andalucía fue como el estallido de una nueva religión. Las
legiones de obreros desheredadados de toda la tierra, junto al sufrimiento acumulado
generación tras generación, era un terreno perfectamente abonado para que el
grito «Viva la Revolución» y la nueva y radical idea de que la tierra es para
quien la trabaja se extendiera por todos los campos andaluces de Este a Oeste.
Prueba de ello es que, de los cerca de 50,000 obreros que contó en muy corto
espacio de tiempo la Federación de Trabajadores de la Región Española,
Andalucía aporrtaba unos 29,000. Cataluña contaba, en ese momento, con unos
13,000 afiliados. Junto con Andalucía formaba la columna principal del
internacionalismo en España. Pero las condiciones del obrero catalán, con ser
malas, distaba mucho de la de los braceros andaluces, lo que motivó que en esta
región se llevaran a la práctica las ideas libertarias en busca de una revolución
social que cambiara su suerte y la de sus hijos... En 1878, Andalucía que no
pudo seguir soportando la opulencia de unos y la de miseria de otros, se
convierte en una hoguera. Se queman los cortijos, los olivares, se mata ganado,
se arrancan viñedos, etc. En el mes de abril, los motines de Jerez alcanzan
cotas alarmantes. Tanto en la ciudad como en la campiña, se asaltan comercios,
se queman cortijos, se arrasan panaderías, se invaden las casas de los
terratenientes, etc... Estos hechos tuvieron su continuidad en Arcos, Cádiz y
Sevilla, donde la necesidad obligaba a familias enteras a pasar sin comer en
todo el dia. [2]
Para
sofocar tal movimiento y evitar los robos y asesinatos, el gobiernorealizó más
de 300 detenciones. Se ejecutaron a 8 cabecillas de la sociedadsecreta La
Mano Negra. Según destaca el historiador español Juan Madrid, en su libro La Mano Negra: Caciques y señoritos contra
los anarquistas, «esta fue la primera vez que la prensa española crea un
estado de ánimo de terror y especulación sobre 'La Mano Negra'. La prensa se decanta
hacia el horror y la exageración. Luego la investigación históricademostró que
La Mano Negra no existió nunca y, si acaso existió, nunca fue enesos años y
tampoco cumplió la amenaza de secuestrar y matar a los burgueses.Todos los
crímenes de aquella época eran crímenes comunes. Ninguno tenía el componente
político que debía tener». [3]
El abogado Juan Hernández
Arvizu, [4] nativo de una villa puertorriqueña, que aún hoy es llamada el
Pueblo del Pepino (San Sebastián), fue Fiscal en los procesos judiciales contra
tales anarquistas, al iniciarse unjuicio y condena en 1884. Juicio que, según
la admisión de este autor, cuya tesis doctoral fue sobre el tema de La Mano
Negra, [5] tuvo una repercusión enorme, pues, quedan desmoralizadas y
polarizadas en amargura todas las clases sociales.
«Los jornaleros piden
salario y no destajo. Trabajaban unas 18 y 20 horas diarias y ganaban a penas
para poder subsistir a base de pan, aceite y tomate, trabajando en condiciones
absolutamente denigrantes. El movimiento campesino pierde cualquier posibilidad
de establecer contactos amigables con los terratenientes. Se radicalizan por
ambas partes y se declaraban enemigos irreconciliables, algo que tendría
consecuencias dramáticas años más trade, ya en la Guerra Civil» [6].
En varias ocasiones, al
regresar de España para visitar a sus familiares en este pueblo, Hernández
Arvizu fue el orador honorario del Centro Español Incondicional. Sus
conferencias se aplaudieron por la sociedad pepiniana y se comentaban por el
pueblo llano a la mañana siguiente. En
cierta oportunidad, cuando ya seria imposible a hacerlo, se invoco su nombre.
Fue 1895, cuando la bandera puertorriqueña es adoptada como emblema nacional. Pero en Montjuic, Cataluña, se da continuidad
a procesos que Hernandez Arvizu dejo inconclusos y, en esta ocasión, es que
ocurre una aparición de banderas negras en Pepin. Ademas, em el contexto, de
las dos primeras publicaciones que tendrá el poblado de El Pepino y que no eran
manuscritas, sino material de imprenta El
Culebrinas y El Circo, y,
en momento en que parece importante
hablar de La Zorra, maduran por el área
dos brotes revolucionarios en el Barrio
Barinas (Yauco) al mando de Mateo Mercado y ano mas tarde, en 1897, La Intentona de Yauco, bajo la dirección
de Fidel Vélez. Antonio Mattei Lluberas Torres de Figueroa, educado en Francia
y próspero comerciante de café, provee las armas y planes para esta rebelión.
Uno puede entender que los
procesos de Monjuich y Jerez de la Frontera, la llegada de gente que anduvo en
Europa, Cuba y readquirio gran cultura política (por ejemplo, Mattei Lluveras,
los López Valdiviezo y López Linares, gallegos) pudieran significar algo por el
cual la decada de 1890 tendria que ser caliente. De hecho, antes de lograrse el
triunfo del autonomismo un periódico en
mayo y junio, anticipaba un El
Triunfo (1897) en Pepino y no se había concretado la autonomía todavía. Son
José Benigno Vientós y el poeta Ramón María Torres, redactores de esta gaceta.
Mucha gente valiosa de
aquel tiempo, decepcionada con la restauración borbónica, y el recrudecimiento
del proyecto autonomista que sostuvo una gran parte de los hombres generosos de
Puerto Rico, se exilaron. Fue el caso de Luis Padial y Vizcarrondo, conspirador
contra la Reina Isabel II y quien, como representante a Cortes, combatiente en
las Guerras Carlistas, representaría el liberalismo de la Revolucion
Septembrista de 1868 y el primero entre brigadieres en solicitar la autonomía
para las Antillas y la abolición de la esclavitud; este murió en el exilio [7].
Otro, con experiencia combativa, acosado por persecusiones por sus idearios
autonomistas, fue Francisco Gonzalo Pachin Marin, colaborador de Jose
Marti, es otro poeta y mártir boricua de
la Independencia Cubana. Su hermano Wenceslao muere en la lucha en la manigua libertaria al lado del general
Jose Maceo. Su intento de regresar a mediados de 1890 a su natal Puerto Rico fue
frustrado por su exilio a Nueva York y problemas con un tirano dominicano que
lo expulsara, incapaz de acallar su voz valiente y su poesía de combate.
En el Puerto Rico donde impera el
despotismo, el primer articulo que Felix Matos Bernier, periodista coameno,
imprime en su primer periódico (La
Libertad, 1895), le vale el arresto y encarcelamiento. A Matos lo mueve
como tema central y profunda inquietud
lo que llamara ‘la nueva idea’ y «vertientes políticas, sociológicas y artísticas del momento que le toco
vivir» [Cesareo
Rosa-Nieves, Plumas estelares en las
letras de Puerto Rico, 1967, pp. 499-511]. Antes, en 1887, sufrió destierro por motivo de la violenta
represión política desatada en contra suya. Entre esa literatura social y
política, esta una memoria reflexiva sobre Bolívar (1893), su meditación sobre La mujer (1896), Isla de arte (1907), La
protesta de Satín (1909), Poema de las
Islas (1914), etc. En estos libros, como en La salvación de un Ángel (1886) y Ecos de la propaganda (1889), hay rastros de su anarquismo
creciente, antillanismo y, una vez ocurre el cambio al colonialismo
angloamericano, Matos Bernier y el radicalismo de De Diego, es decir, su ala
independentista, se fructificara. En palabras del profesor Dr. Manuel Maldadodo
Dennis: José de Diego fue un «antiimperialista y
anticolonialista (que) contribuye a crear las bases para una conciencia de
nuestra verdadera problemática»; pero hay otros, como Amílcar Tirado, que observan a José de Diego como
representante de la burguesía criolla asociada al capital monopólico y abogado
de una de sus compañías: La Central Guánica,
la mayor refinería de azúcar de Puerto Rico. Por tal razón, con pensamiento
social y agrarista de más de avanzada, en 1908, Rosendo Matienzo Cintrón pulsó
por la formación de una Liga Agraria
para defender a los cultivadores, siendo saboteado por el partido Unionista.
Junto con Luis Lloréns Torres y Nemesio Canales procuró defender a los medianos
cultivadores de caña y a los trabajadores endeudados con los latifundistas. [Luis
Llorens Torres: Los odios del Sr. De Diego, en Juan Bobo,
19-8-1916.] Esta es, pues, la
ecuación anarquista que inquieta a los campesinos en Yauco, y a peridistas como Mattei Lluveras, Matos
Bernier, Jerónimo Gómez
Cuevas, médico mayagüezano que vivera entre pepinianos,
Veo pues al escritor coameño traslandándose, «con la imaginación a los futuros tiempos de la irreligión
consciente y razonada», que Reclús llamara anarquismo. Es la misma
dirección a la que vino Clementia
Urrutia, Adolfo Medina González, y la pléyade de escritores que intentaron
forjar El Circo y El Culebrinas.
Ciertamente, la década de 1890
es época en la que gravita el pensamiento geopolítico en la Sociologia y en la
medida en que se despliega en el mundo con aplicaciones practicas es obvio que
adquiere un culto de adoracion y complicidad con la dominación imperial
angloamericana y la monarquía británica. Es un momento de acelerada emigración
y de un crecimiento sinigual de la consciecia obrerista, Cerca de 300.000
suecos emigran a Estados Unidos. Y,
poniendo la tecnología en manos obreras, chinos, escandinavos e inmigrantes
irlandeses se establecen a 73.000 millas de las vías del ferrocarril en Estados
Unidos. EN 1910, cuaja la Fundación de la
organización obrera anarcosindicalista (Confederación Nacional del Trabajo) en
España. Y, con presencia anarquista de los Flores Magón, el inicio de la
Revolución Mexicana.
De Puerto Rico, no haber contado con hombre más
maduros que sus traidores encumbrados, cipayos y pitiyanquis, que son aquellos
para quienes la ciudadanía imperial ha sido actractiva siempre, tal como fue
para Iglesias Pantin, a quien los obreros cubanos lo mismo que el Circulo de
Trabajadores de La Habana, vieron con recelo, no por sus ideas socialistas,
sino por sus inconsistencias. Es el fundador del periódico Ensayo Obrero (1897) en
Puerto Rico; pero es el primero que se porta vacilante, dispuesto a besar
la mano invasora que le destruye su
patria, sea que considere que esta es Espana, Cuba o los EE.UU.. Santiago
Iglesias es el único dirigente obrero que no había antendido que «desde la
fecha de la invasión hasta ahora (el Congreso) ha impuesto su voluntad
legislativa en nuestro país, organizando el sistema de desplazamiento del
nativo por el invasor y afianzando el régimen de explotación imperante»
(Albizu, loc. cit., p. 88}. No obstante,
corre a adoptar por naturalización la ciudadanía del imperio, a integrar un
escano insular o colonial en el Senado que 1917 no sirve para nada y se presta
a participar en todo juego en que el poder imperial divide y reparte entre sus
privilegiados. Si algo representa Santiago Iglesias es el peor espécimen «de un
pueblo proletario, cuya fibra viril» ha sido debilitada por la propaganda gobiernista
y por entregarse a un partido que «ve su impotencia para resolver nada» (ibid.).
El punto
de arranque fue entre 1888-1890: cuando se lanzaria el submarino tal y como lo conocemos hoy el 8
de septiembre. Fue creado para la Armada Española y se sometió a una serie de
ensayos en la bahía de Cadiz entre 1889 y 1890. El 7 de junio de 1890, después
de haber estado sumergido durante una hora a una profundidad de 10 metros y
haberlo logrado con éxito, fue celebrado por el público y en honor de Maria
Cristina de Austria, Reina Regente de España.
El tema de La Mano Negra
ofreció un material abundante, colorido y romántico, sobre el cualopinar y
echar a volar la imaginación revolucionaria o los miedos a los conflictos. Esto
fue así porque, en Puerto Rico y, por ende, en San Sebastián no tardaría en
darse una situación de miseria como la descrita por José Mestre y Juan Madrid
en sus escritos sobre Andalucía en los años de los motines, quemas y
agitaciones.
Esta es una conexión
interesantísima muy pocas veces explorada en la historiografía puertorriqueña
ya que a menudo se ignora a sectores populares, sin representación y sin
quehaceres oficiales en el poder. Ni su opinión ni su participación en los
eventos ocurridos se toman en cuenta. Al escribirse la historia se beneficia a
los prohombres y funcionarios con los alardes de todo protagonismo como si
determinados eventos, positivos o negativos, carecieran de repercusión más
amplia, aún en las colonias.
A primera vista, La
Mano Negra, así como los clamores cantonalistas en España, el clamor
de asociación obrera y la ornada de atemptants anarquistes a Barcelona
de 1893, fueron considerados los problemas de lametrópolis, pero he aquí que,
por vía de paciente investigación oral, en este pueblo del centro-occidental de
la isla, una nueva dirección de lainfluencia aducible a estos hechos definidos
como propiamente metropolíticos se convierten en contenido esencial para
explicar ciertas actitudes locales, mismas que tomaron varios decenios para
formarse, expresarse y, asimismo, desfigurarse en habla rasera y oscurecida. O,
al final, bien digamos, diluirse en la memoria colectiva, a pesar de una
influencia decisiva y enorme.
Las agresiones, robos y
quemas, aquí estudiadas y que yació en incómodo misterio, «la mano negra de
los tiznaos» [7] si
bien se relacionó a Hernández Arvizu y Julio Soto Villanueva como sus causantes
o detonadores y a la influencia de las fiscalizaciones y ejecuciones en España,
repentinamente compartidas con la comunidad de Pepino durante esa época y su
encadenamientocon el presente de 1898 cuando se retomara su memoria, se
plantearán en este ensayo a la luz de criterios más amplios que la relación
accidental con una omás personalidades. Hernández Arvizu, respetadísimo
criollo de Pepino,se volvió secundario frente al conjunto de memorias
rescatadas y el significado asignado a La Mano Negra y la fuerza
inspiradora y moral que este movimiento trajera tras sí para los pepinianos.
Este ejercicio de historia
oral conjunta una información histórica básica,pese al hecho de que las voces
relatoras en Pepino apuntaron a múltiples fuentes, intereses y pero-cupaciones.
El tema ya ha sido posible. Se ha planteado y se abrirá a nuevas
investigaciones y enriquecimientos. Fue posible porque, dehecho, una partida de
campesinos locales, en fecha de la invasión americana de 1898, adoptó el nombre
de La Mano Negra, quizás arbitrariamente, para dar ajusticiamientos
ilícitos a los súbditos españoles que, de uno u otromo do, habían sido
cómplices de la tiranía y el empobrecimiento tan grave quepadecía el
campesinado en tal década.
Este quizás, puede
o no, ser cuestionable y, si algo lo amenguara, fue la sorpresiva irrupción de
la ira vengadora que trajeron consigo losrebeldes, desmintiéndose la idea que
se tenía sobre los «parceleros inconformes y vagos», a los que los
hacendados locales adjudicaban como filosofema «come hoy y muérete mañana»
(Lcdo. Agustín Font Echeandía, loc. cit).
Hay dos aproximaciones
básicas largamente explotadas para el juicio de laviolencia social: el punto
de vista de las víctimas, que es el másamargo y el punto de vista del
bandidaje, que suele ser trivial y torpemente comprendido. Las víctimas,
por reacción afectiva primaria, serefocilan en el resentimiento por ausencia de
su análisis objetivo. El dolor y la impotencia no les permite ser generosos;
los protagonistas de agresión quedan en su plano de culpa y remordimiento, a
veces con vergüenza tan incómodaque es imprecindible olvidarla, zanjarla sin
jactancia, aunque se vuelva a la misma condición de desesperanza que motivara
su estímulo para la agresión.
Un abogado pepiniano,
Agustín E. Font, hijo de Cheo Font, personaje clave en estos procesos, resumió
el primero de los puntos de vista:
... Pero un día en la historia de esta Isla
resonó en El Morro y en las hondonadas del Guacio, la voz clamante de la
libertad, después de cuatro siglos de tiranía y vasallaje. Y el pueblo que
debió recibir esas albricias de la justicia norteamericana como una Hostia de
Tabernáculo, se receló a sí mismo, insuflándose de anarquía y demagogia, a
riesgo de que se le conceptuara una 'raza-error de cuna' y formando partidas
corruptas y sediciosas, empequeñeció el comienzo de un nuevo amanecer... [8]
Y el domingo, 9 de octubre de 1898,
azotó su furia inquisitiva y, conjurándose contra la propiedad privada, amasada
con el sudor del esfuerzo propio, prendió fuego a la Hacienda de Hato Arriba,
destruyendo e incendiando todos los establecimientos, hurtando todos los
bienes, desjarretando y robando reses, convirtiendo en pavesas la obra de
muchos, muchísimos, años de una labor ingente que motivó el espigar y el fruto
de una fecunda labor creadora... En los viejos infolios que conservan los datos
de aquella tragedia, absurda y grotesca, aparecen los nombres de muchos de los
que cometieron aquella avilantez. ¡Dios los haya perdonado! [9]
Este testimonio se publicó
en 1968, con el título La Hacienda,
y esclara señal y símbolo de la actitud con que las familias de las víctimas
delas Partidas Sediciosas reaccionaron a lo que nunca esperaban del peonaje.
¡Su rebelión! Quien escribiera este lamento fue uno de los hijos de Agustín
María Quintero Font Feliú («Don Cheo»), el más rancio y tozudo de los Font originarios,
descrito como el Pie de la Espada peninsular.
Cheo Font fue heredero y administrador de la Hacienda Hato Arriba, la que «perduró más de un siglo y medio» y
que, con la administración de Don Cheo, produjo más de 1,000 sacos de dos
quintales de café que se embarcaban a Barcelona. «Y los frutos menores, los
balances fructíferos de la panaderíay la crianza de ganado, cubrían con creces
las erogaciones del fundo que agregaba
un beneficio limpio y muy sustancial. Finito dividendo que se lograba a fuerza
de amor al trabajo, de lealtad al propósito de que la Hacienda Hato Arriba no
perdiera su prestigio de grandeza. De acuerdo con los hábitos de su fundador
(Feliú Font de Celis, fallecido en 1855) y de su hijo (Agustín Pascasio
Font Medina, 1840-1888) y su nieto (Cheo Font) que le sucedieron, se
mantuvo una disciplina firme e invariable que se aplicó rigurosamente a los
diferentes problemas del negocio que interesaba tener éxito».
Queriéndolo o no, el autor del artículo La
Hacienda da cuenta de unapolarización entre ricos y pobres, a pesar de
insistir en que allí, lahacienda de Hato Arriba de los Font, «había trabajo
para todo el mundo y todo el mundo lo asumía con eficacia y complacencia».
Es la afirmación siguiente la que mejor revela los recelos:«Hato Arriba era
una escuela decivismo que no aceptaba a los vagos, haraganes, envidiosos de
oficio. Existíauna interesante costumbre entre el dueño y el peón». Esta
costumbre, tanconfusamente definida en el artículo, casi indecible, velada por
el autor, esla costumbre de la obediencia incondicional.
Los amos tienden a pensar
que es virtud del peón obedecer siempre; nohacerlo tiene el equivalente de «descarrilar
la vergüenza» que, según Font Echeandía, en aquellos tiempos «no era tan
bastarda, no degeneraba tan fácilmente su naturaleza, no se cotizaba con tanta
ruindad». En aquella época, el jíbaro contaba con más virtud que opciones
(que dinero, oportunidades, horizontes nuevos), lo admitió el articulista; pero
falló en entender que serdueño de los medios de producción, de la tierra y aún
de una tradición de triunfos en el agro, no hace al patrón el dueño de las
vidas ajenas. El peón no es como la tierra que él describe, «vírgen y mansa
como hembra fecunda».Transmutadas las condiciones históricas, al impacto de
nuevas necesidades, o del agravamiento en la habilidad y control del mínimo
poder para darse sobrevivencia, el peonaje antes obediente reacciona, urde lo
suyo para modificar su medio y redefine sus lealtades y su moralidad.
Esto sucedió,
posiblemente, antes de 1898. La mano obrera de Hato Arriba,cuando «no
existian resecadoras mecánicas y la producción de la hacienda pasaba con creces
de los dos mil quintales (de café) anualmente», cuando se trabajaba en el
descascarado de café «hasta la media noche», se vio como obreraje que no
progresa y, en su lugar, enriquece a otro.
Alguno entonces, haya sido
Carmelo Cruz o el poeta Ramón María Torres, seatrevió a formular con metáfora
lo que el ex-estudiante de medicina y gran propietario Agustín María Quintero
Font Feliú (1874-1901) representaba en ese momento, el de la Invasión
Norteamericana y el de una crisis financieraque arruinara el país.
Obviamente, quien más sufrió la miseria de esos años fue el peonaje que, si bien
no hizo las movilizaciones por el derecho deasociación obrera y la reducción de
la jornada laboral que se realizaron en Barcelona, sí tenía ya esas
aspiraciones desde 1854 y 1855. El resultado en Cataluña en junio de 1856 fue
que las asociaciones obreras de resistencia fueran declaradas ilegales.
Como explicamos ya en el
ensayo, un augurio de rebelión social en Pepino, cuyo marco fue la protesta
contra la explotación del campesino y el maltrato moral del peonaje, también
quedó descrito e implícito con las coplas de Las Golondrinas. En el
periodo de 1845 a 1851, durante las administraciones de Miguel de la Torre y
Juan Prim, ya hay la noción de que familias locales como las de Pavía Conca,
Alers, Alvarez (de Quebradillas) Cabrero, Font Báez [10} y la pachada de
Emilio José Vélez, [11} son objeto de la roña y el recelo de los pepinianos de
ese periodo; pero esta susceptibilidad del campesino que, según pasaron los
años se agudizaría ante más atropellos, como la ejecución de hipotecas,
desposesión de parceleros por endeudamientos y alza en los pagos de impuestos,
ya se había visto en los decenios del 1820 y 1830. La administración municipal
de José Laxara, peninsular quien llegó del Santo Domingo español a Pepino,
estuvo amenazada con amotinamientos y amenazas de violencia. (Dra. Helen
Santiago, loc. cit).
*
Bibliografia
[1] Práxedes Mateo Sagasta
(1825-1903) fue uno de los pocos políticos españoles de quienes los
puertorriqueños y antillanos en general guardaron una positiva memoria. Estuvo
bendito en las bocas de muchos campesinos y negros de la isla, porque él fue
quien, siendo Presidente y Ministro de Gobernación, dio curso a las leyes
abolicionistas. Asociado a la Revolución Liberal de 1868, sirvió en el gobierno
provisional de Serrano y fue Ministro de Estado y Gobernación con J. Prim y
Prat; se hizo jefe del Partido Constitucional frente al Partido Radical de
Zorrilla. Presidió el Consejo de Ministros de 1881 a 1883, encarando, durante
su periodo, el problema catalanista, la guerra de Melilla y la de Cuba; pero,
aún con estos problemas que obligarían a la dimisión de sus cargos, dejó como
legado leyes muy importantes en España: el establecimiento del juicio por
jurado y el matrimonio civil, entre
otras. «Tenía casi los 80 años de edad y, por su inmenso amor a España, no quiso desatenderse
de la política en el momento en que su país más lo necesitaba y tendría que
enfrentar al poderoso ejército de los EE.UU. y por eso se hizo otra vez el jefe
de gobierno y, después presidente; pero jamás se sirvió del gobierno para
hacerse rico u obtener prebendas. Salió de la política pobre y se negó a
aceptar un título de nobleza», resumió Doña Bisa Rodríguez Rabell.
De hecho, cuando pese a su
edad, Sagasta deja el poder en 1901 y un vacío en las filas del Partido Liberal
español, la organización quedó prácticamente deshecha. En 1903, Sagasta murió
en la pobreza.
[2] Citado por José ‘Pepe’ Maestre, La
Leyenda de La Mano Negra, s.f. artículo de 12 páginas, publicado en España;
Jason Wehling, La historia de la bandera
negra, s. f. (artículo de 6 páginas publicado en España, traducido por
Simón Garmendía; otros tantos en: Murray, Bookshin, The Spanish Amarchism: The Heroic Years, 1868-1936 (N. J.,
PrInceton University Press, 1977) y el artículo El anarquismo en España, publicado en El Anarquista.
[3] Mestre, op.
cit.
[4] Juan Antonio Hernández
Arvizu nació en San Sebastián, el 3 de marzo de 1825. Fue gobernador de las
provincias españolas Tarracena y Toledo. Fue Magistrado de la Audiencia de
Granada y, más tarde, presidente de tal Audiencia. Representó a Puerto Rico en
las Cortes Españolas como delegado del pueblo de Arecibo y fue consultor legal
del trono español. En agosto
1897, siendo Juan A. Hernández Arvizu el Fiscal en Jerez de la Frontera
(Andalucía), ocurrió el asesinato de Antonio Cánovas del Castillo en Guipúzcua,
presidente del Gobierno español en turno con P. M. Sagasta. Un anarquista
italiano, conocido como Michelle Angiolillo, confesó el asesinato.
Alusiones a Hernández Arvizu y su rol como Fiscal en
los procesos de La Mano Negra, de Jerez de la Frontera, se hallan
también en: Andrés Méndez Liciaga y su Boceto
Histórico del Pepino, ed. cit. Cf., ver: José Sánchez Rojas, El problema del anarquismo (Madrid,
1908); Lida, C.E. (1969), Agrarian
Anarchism in Andalusia: Documents of the Mano Negra; International Review of
Social History. Amsterdam. no. 14.; Molnar; M.
& Pekmez, J. (1974). Rural Anarchism
in Spain and the 1873 Cantonalist Revolution. In Rural Protest: Peasant
Movements and Social Change. Edited by H.A. Landsberger. New York: Barnes and Noble;
Juan Gómez Casas, Historia del
anarco-sindicalismo español (1968).
[5] Documentos relativos a la
Guerra Hispano Americana de 1898 con informaciones sobre operaciones militares
del ejército español, evacuación de las islas de Cuba y Puerto Rico y la firma
del protocolo de paz, se hallan en el Archivo
del Museo Naval de Madrid, Sección de Manuscritos y Documentos, y en
su Biblioteca se hallan, además, libros impresos entre 1902 y 1908, escritos
por norteamericanos.
[6] Ibid.
[7] Cayetano Coll y Toste, Puertorriquenos
Ilustres, 1966, pp. 169-1971)
[8] Agustín E. Font, La Hacienda,
loc. cit.
[9] Ibid.
[10] En los tres versos finales de
la celebre decima de advertencia a Cheo Font, se destaca retrióca e
irónicamente, como mensaje que se dirá a Victorino Bernal:
… le dirás con alegría / que junto
a Antonio Pavia / lo vamos a compontear.
Compontear aquí tiene la
significación de ‘corregir comportamiento,
recomponer la conducta’, no necesariamente matarle. Es la misma actitud de
criutica al régimen que no se pudo aplicar con éxito con el representante en
Pepino de la Casa de Comercio y acreditadora Amell, Julia y Co., Vicente Riera y un sacerdote español que lo
encubria, asi como otros clientes atemorizados por el influyente comerciante
español. Entre los delitos no comerciales de Riera están encubrimiento de
asesinato (cometido por su mayordomo) en presencia de Juan Rodón. Es es la
época pre-angloamericana y pre-dominación americana en la que «el invasor (que)
arrebata al nativo toda su riqueza y se posesiona de sus tierras, de su comercio,
de su industria’ (Albizu, Escritos)
es el español y, muy peligrosos entre su clase política, urdirán algunos,
poseedores de fortunas respetables. Seran los mismos que contribuirán
grandemente «a la pentración imperial norteamericana en Puerto Rico, brindando
cooperación gratuita al invasor» (ibid, 79). «En medio de una nueva serie de
incidentes provocados por los españoles conservadores, comenzando en Camuy»
(Helen Santiago, loc. cit), se revertirán los beneficios del liberalismo,
Beneficios materializados en 1870. De pronto,, entonces, caído el gobierno
liberal, volverán los criollos a ser exduidos del gobierno. Baldorioty de
Castro y Pedro Gerónimo Goico representaron una tendencia radicalizadora y de profunda
critica al proceso de reversión que surgiera del Partido Liberal Reformista, en
contraposición del Partido Liberal Conservador y que cambiaria su nombre por el
Partido Incondicional Español. Hay otra corriente llamada Partido Federal Reformista. Esta es la que
mejor sobrevivirá en Pepino y la que sostendrá órganos de prensa para la
cooperación gratuita con el invasor de modo que «demoliese a nuestra
personalidad» cometiendo «traición a los
puertorriqueños, sino que también a la madre patria Espana» (Albizu, p. 79).
Caciques locales que
representaron los momentos negativos contribuyentes al empobrecimiento del
pueblo, tras la restauración monárquica o borbónica, son los Amell y Julia, los
Alers, los Alvarez de Quebradillas, los mismos Cabrero y los Font Baez. El latifundio lleva el germen de la opresión
y esto es un principio anarquista que el Pepino aprendió del campesinado
andaluz. Lo que sucedió en este pueblo fue descrito por Albizu mismo en su
ensayo La nacioalización de la riqueza
extranjera (en 8 partes) en el que dijo: «Los puertorriqueños son las
únicas personas indefensas en su propio país. Su vida y su propiedad esta a
merced de la voluntad invasora. El invasor, en cambio, es un privilegiado. El
sistema político-administrativo existe para afianzar la hegemonía de la colonia
(…) entre nosotros y de los intereses que representa».
Esta es la misma época
en que, tanto en Europa como en los EE.UU., se busca el descredito del
anarquismo: «Such alternatives are contrary to the most elementary principles of
anarchism and revolutionary syndicalism. In the first place, an 'anarchist
dictatorship' is a contradiction in terms (in the same way as the 'dictatorship
of the proletariat' is), for the moment anarchists impose their social ideas on
the people by force, they cease being anarchists . . . the arms of the CNT-FAI
held could be no use for imposing libertarian communism . . . The power of the
people in arms can only be used in the defence of the revolution and the
freedoms won by their militancy and their sacrificed. We do not for one moment
assume that all social revolutions are necessarily anarchist. But whatever form
the revolution against authority takes, the role of anarchists is clear: that
of inciting the people to abolish capitalistic property and the institutions
through which it exercises its power for the exploitation of the majority by a
minority. . . the role of anarchists [is] to support, to incite and encourage
the development of the social revolution and to frustrate any attempts by the
bourgeois capitalist state to reorganise itself, which it would seek to do.» [Vernon Richards, op. cit., pp. 43-6]
Las acitudes racistas y
puritanas de Juan Coll y Grau, Font Feliú, Martiarena Zarratea, los ribetes de
virtud mal entendida a fin de constituir
para la beau societé europea una
cierta ejemplaridad y de la que Manuel
Rodríguez Cabrero, Juan Rodón y otros tan sólo porque acaparaban un porcentaje
significativo de riqueza, son parte del apego y vicios morales de regímenes
imperiales y las Partidas de 1898 castigaban también esas actitudes
‘componteables’. La historiadora
Santiago Méndez anota que durante las investigaciones del Caso de Vicente Riera y
su encubrimiento «el alcalde de paso por
Pepino, Luis Chiesa lamentó que Cabrero, el Decano
del Pueblo… principal contribuyente de Pepino para el establecimiento de la
Guardia Civil, cuerpo policiaco que probó ser la más nefasta arma de opresión
de las tres restantes décadas del gobierno español», «guardaron silencio a
causa de los compromisos mercantiles con la Casa Amell, Juliá y Cia». Mas ni habló Cabrero, padre, ni Juan Rodón»,
de ahi que que se les quemara en 1898.
Los anarquistas son, pues, sensibles al uso que los
políticos y los poderosos hacen de las
virtudes civicas y sociales. Entienden cuando el poder no es
honesto. Pese a todas la cantaletas de
Echeandia Font en La Hacienda sobre
la naturaleza de la virtud y sus invocaciones de la Retórica y poder político
en el Gorgias de Platón los
anarquistas entendieron mejor la función de la retórica y el lugar de los
sofistas en la sociedad de la Grecia Clásica o la experiencia política de
Platón en Siracusa. La formación de la Academia. El programa político de la
República de Platón exije la formación de una élite en la construcción del
poder y en la estructuración de una justicia en la polis, pero, ¿quién dice que la clase trabajadora no
entiende, por bruteza, las diferencuas de trato o la naturaleza real de la democracia y la tiranía? El pensador italiano, Enrico Malatesta, proponente de un
régimen de autogobierno y virtudes propias del anarquismo, decía: «Todos somos egoístas,
todos buscamos la satisfacción propia. Pero el anarquista encuentra su mayor
satisfacción en la lucha por el bien de todos, por el logro de una sociedad en
la que pueda ser un hermano entre hermanos, entre gente sana, inteligente,
educada y alegre. Pero el que se adapta, el que está satisfecho de vivir entre
esclavos y obtiene ganancias de la labor de esclavos, no es, ni puede ser
anarquista».
El hecho
es que hombres, cocidos en la exclusión racialista y clasista, en el guardar
silencio ante los crímenes y las traiciones, que son esenciales al colonialismo
y la desigualdad, tale sefres humanos se incapacitan para las virtudes
sinceras: «La base fundamental del método anarquista es la libertad,
y por lo tanto, luchamos y lucharemos contra todo lo que viole la libertad
(libertad igual para todos), cualquiera sea el régimen dominante: monarquía,
república u otros», como
dijera Malatesta.
[11] Entre los testimonios que González Rodríguez, Doña
Dolores Prat y Arvelo Latorre dieron en sus Entrevistas están los de las taras morales de Emilio José Vélez y
Pedro S. Ortiz Carire, de origen
gallego, emparentado con los Vélez-Prat, hechos mencionada muchas veces en sus
grabaciones como la conductas incorrectas de pachada. Ortiz Carire fue acusado falazmente de robo en la
casa comercial Cabrero e Hijos. Otro asunto de discrepancia fue que
Cabrero Escobedo se opuso a la práctica de los derechos de señores en
materia de maridaje que se dieron los capataces y amos de la hacienda Los
Vélez con las hembras del peonaje. No obstante, como admitiera en una investigación de Helen Santiago sobre Manuel J. Cabrero, «… un dia en que
iba cabalgando hacia su hacienda en Guajataca vio una joven lavandera enseñando sus piernas…
Ella era una campesina que no sabia ni leer ni escribir. El más guapo, el más poderoso de
todos los hombres, se había fijado en la hija de un peon yde una lavandera» [cita de Doris Oronoz]. Prendado de ella, la llevó consigo a la Hacienda San Andrés de
Guatemala, en las cercanías del pueblo. El era dieciocho anos mayor que ella.
La relación no hubiera sido distinta a la que muchos propietarios tenían para
la época, de no haber sido que Manuel Joaquin suspendió el compromiso que tenia
con una prima hermana. Trina fue alfabetizada y adiestrada en los modales de la
clase alta. La visita de personas acomodadas a su casa era la regla» [Helen
Santiago, Un personaje de novela…,
loc. cit., p. 5].
Citando otro ejemplo: Ortiz Carire (n, en La Coruña, en 1831) se casó con una mujer de la parentela
de los Vélez-Prat y, aunque ésta se
ofendiera, fue de los varones que «visitaba a mujeres» (sic.), lo que
también se permitían otros, a saber, en las familias de los primeros Vélez de
Mirabales, los Alers y los Font. «Ninguno hablaba sinceramente de las cosas
de la religión y la moral porque en el pueblo pequeño de entonces todo se
sabía. Miraban la paja en el ojo ajeno; iban a la iglesia y comulgaban; había
mucha gente ofendida y ellos utilizan la tribuna y la política para acusarse y
para no casar a las muchachas mozas con gente del campo, a menos que fueran
peninsulares de quienes no se supiera nada o, sobre todo, parientes
respetables».
Emigrado de Cuba a Pepino, Don Pedro se casó con Monserrate Velez del Rio y tuvo varios
hijos fuera del matrimonio. Se dice en
su familia que Don Pedro cometió estupro en Felicita de Lugo, de Altosano, y a
ella le nació su hijo el 4 de mayo de 1851. En cuentas suyas, tuvo nueve hijos
que son practicamente la cepa de muchos de los Ortices de Pozas, Miranales y
Guacio.
Una medio hermana de Pedro fue Pamela Ortiz Franca,
casada en agosto de 1852, en Pepino con Casildo Velez del Rio (1808-1877). La
pareja se mudó a La Habana en 1860, poco antes que lo hiciera Manuel Prat y
esposa (Nicasia Velez-Prat)