Revista Hola PR / El Librepensador / Indice / Hola / Gaceta Virtual / You Tube / Iris Miranda / Haití / Indice / Cuaderno de amor a Haití / Es un 1% / Occupy Puerto RicoEn aquellos tiempos, ese día que llegaste y lo víste,
De Canto al hermetismo / YouTube
tú andabas con un perro, rabicorto, tú no usabas
enaguas, tus pechitos eran incipientes,
casi redondos, pequeños; tú no sabías de ese amor
sobre el que hablan, maliciosamente, los adultos,
pero víste al chaparro de piel clara y él parecía
otro niño y te miraba. Eras más arisca que él.
Siempre has sido lúdica, traviesa, impredecible.
Cuando tenías doce años y había pasado tiempo,
lo volvíste a ver, él sí ya tenía barba y estaba
flaco, moquiento; pero te guiñaba los ojos,
invitándote a hacerle compañía y, entonces,
supíste lo que es estar enamorada
y regresabas cada vez que podías.
El entendía tu lenguaje; tú estabas fascinada.
El explicó que la Tierra es redonda
(pero todavía siente que anda perdido
y pertenece a este monte de algonquianos)
y utilizó para ubicarse alguno de tus senos;
él dijo que el sol calienta la tierra y compadece
antes de que advenga el rudo invierno de la muerte;
pero tú ya lo sabías y como sol rojizo
en atardeceres de Virginia
te abrazaste a él, le has pegado los muslos y tu risa.
Tú aprendíste a ser ardiente y, con él, no sabes
cómo; quizás ayudándole a que probara
con su boca, todo lo que es tuyo y obsequias,
hasta el beso, hasta el sabor de tu lengua
y tus párpados y de tus manos que él lame
como si fuera tu perro.
Y un día, antes que él fuese un alcalde
del miserable pueblo, lo capturó tu padre.
Vino un guerrero por él, vino Opechancanoug,
deseoso de matarlo, porque él ha visto
que te toca,te mancha de piel blanca.
2.
Te acomoda en su pecho y te complaces,
jariosamente, princesa y quedas,
trémula entre sus brazos,
y él te roba la vida.
De tu propia mano se alimenta
y te llama hermosa, él es el primero
que te ha llamado atrayente,
adorable, deseada, Pocahontas.
Ahora la aldea te sabe enamorada.
Se ríen, en pueblo indio, de tu audacia.
Te ven tan feliz con las mejillas rojas,
Hasta el caminar cambió, pareces otra.
Y tu padre está, por cierto, preocupado.
En dos ocasiones, ya intercedíste por extraños,
invasores, de piel blanca. Y el cacique pregunta:
«Acaso, ¿sabes tú qué buscan?»
«Padre mío, yo sólo sé mi anhelo.
El buscará también algo mío.
Es tan dulce cuando habla su lenguaje.
Es tan extraño cuando él habla el mío
y yo entiendo y lo amo y pienso
que él es bueno; él escribe con símbolos
y tiene un compás y viene y va en grandes barcos;
yo sólo le digo: Tengo un perro y muchas plumas
para adornar mi pelo largo y tengo un alma,
aún con pocas lunas y soles; pero, por amor,
todo daría, todo, todo lo que tengo».
3-12-2005
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Y Matoika dijo: «No lo maten»
¿Qué te dice el vecindario, Pocahontas?
¿Te llama, como antes, picarona,
pequeña diablesa, little wanton...?
¿Qué se siente llamarse de otro modo,
no Matoika, y que se designe Virginia
a estas regiones, a esta llanura
de la ancestral Tenakomakah?
Dicen ahora que tu nombre es Rebecca
y que se documenta en papel
como contrato el acceso a tu sexo,
tus nupcias. Todo parece compraventa
(no pensaré que has de ser la mercancía).
Tú me dijíste: «Hoy me regalo.
Van a darme amor en cada noche.
El y yo nos hemos enamorado».
Y dijíste que se lee de una Biblia,
extraño libro, dichos sagrados...
seguidos van sermones durante una ceremonia
y se requieren testigos y un dedito tuyo
mojado como huella de la sangre.
Dicen que es hombre vestido de negro
(incapaz de inmutarse y sonreír
porque él es de tribu blanca)
quien ha unido tu destino
al tabaquero... Y te dan al final
al esposo y te cambian el nombre.
John Rolfe está diciendo que contigo
él sexo es sano, satisfactorio y que, como premio,
ha de llevarte a Londres para que veas una Torre
y un Puente y un castillo casi milenario.
Va a jactarse de tu belleza indígena.
Dirá que salvaste la vida a un súbdito británico.
John Smith te debe la vida.
John Smith como otros juanes.
Eres una señal de Dios en medio de la crisis.
Eres un perdón en medio de guerreros.
Y por eso todo el pueblo hablará sobre tí.
O más bien, preguntan a tu marido
si realmente los indios son salvajes
(en privado, si realmente son civilizables,
si realmente vale la pena convertirlos
en cristianos o acaso es pérdida de tiempo.
Mira que algunos de los virginianos curiosos
entre rezos te miran de reojo cuando sales:
tú no quieres ir atrás, sino junto a tu esposo.
Todavía eres la picarona de tu infancia,
pocahontas, diablecilla; él va adelante
y te pide la cabeza baja, él quiere que vayas
medio-sonriente, él con su tabaco en mano.
Pero tú eres la que vas altiva, la que recuerdas
que fuíste hija de un cacique, al que llamas
Emperador de la Confederación Powhatan.
Tú eres la que hoy sabe que la Reina Ana
de Inglaterra festeja lo que hicíste.
Imagina para tí un ser dignificado.
Salvaste una vida de la muerte, a un fulano
a punto de ser ejecutado; te avalanzaste
sobre el cuerpo de aquel desconocido,
tú lo llamaste el prójimo y expusíste tus sesos
a la piedra que lo habría de herir, como cuchillo,
abriendo su alma, su cabeza; tú, hija de rey,
dijíste: ¡No lo maten! Hoy no quiero ver
la sangre de ninguno.
De Canto al hermetismo / YouTube
Pocahontas: Apodo de Matoaka. O Matoika. «[She] was the first Christian of that [Indian] nation and the first Virginian who ever spake English»: John Smith
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