Saturday, April 12, 2014

A NEAL CASSIDY (1944-1967)

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A NEAL CASSIDY (1944-1967) 

Casi diría que, entre todos, 
a Cassidy lo ayudaron a matarse.
O por decirlo de otro modo,
a vivir una estética mostrenca, 
a pensarse arquetipo del Hombre 
de la América Corriente, tierra de almas huecas 
como los Hollow Men de T. S. Eliot
o The Wild Boys de Borroughts.

Casi diría del pobre Neal
que no fue el Superman de Kesey
(tentado por la kriptonita) 
en afán de pervivirse.
Era de carne y hueso, humano,
ferozmente terráqueo.
Era más tonto que sabio,
interiormente con más miedos que arrojos.

Posiblemente, diga que se asoció con viciosos,
como el mismo Kesey que le predijo el ataúd
del Demonio, «a Demon box»
y lo ayudó a acomodarse y dejar que contara
escalones, o kilómetros, de viaje en tren
que iba a rumbos desconocidos.

De él / casi diría / que me han gustado 
sus cartas, escritas en prisión, reveladoras del yo
del más solo y a la vez gregario de los hombres.
Jack / Kerouac / tuvo razón: «Era sólo un chico excitado»,
proclive a ser enloquecido, por lo brutal de la vida,
pero también vital, en búsque de algp. 
«No quería morirse y no supo que buscaba»
aunque la vida contraría, reta con el hambre,
te pone jebas al alcance, nenas
para que te des gusto, o al final te abandonen.
Ginsberg se ofreció: «Yo busco un hombre»,
uno tierno, que no seas homofóbico
«y lo eres, Neal, mi amado»

Y ser así eso ya es mucho; la vida, 
en tu camino, puso hasta lesbianas, maricones,
soñadores extraños, músicos 
y constructores de karma de todo tipo.

Te llaman American icon porque aprendíste
a vivir un poco, errático casi siempre
y echando viajes siderales y bandazos.
No fue culpa tuya ser chofer del autobús
del Furthur, único que transporta 
a fantasmas sicodélicos hacia rutas 
(que si son maravillosas) hizo falta probarlo
y ni tú mismo supiste ni pudiste 
utilizar lo que seab para un sentido de mundo; 
sólo te vinculaste a la sociedad
donde se esconde el prankster George 
Barely Visible Walker / y Anne Murphy.

Cuando la ruta es distinta a la que va
de New York a San Francisco, tu identidad  
es la de cualquier Prankster dichoso, 
y el viaje es mágico.

Al final te sientes duende o maníaco.
En ocasiones te fugas al sur de Puerto Vallarta, 
tienes casa de playa en Jalisco, 
o la provee cualquiera que le guste
narrar historias, oir tus lamentaciones,
rasgar guitarras, o una trova política
que siga al tomar del Lotus Elan,
el zumo veloz, y al acelerarse, intra-viajes 
con los que se alucinan.

Tu extravío se  transforma / no sé /
en la mejor de tus ubicaciones.
Con LSD eres como el shamán
que inspiras a todos:
Barbara Wilson, Tom Wolfe, Walter Cox. 
al hijo adolescente,  y como tal puedes
ser el Dean Moriarty de Kerouac
o el Cody Pomeray de otros de sus libros.

Casi diría que, entre todos, 
a Cassidy lo ayudaron a matarse.
Ken Kesey lo hizo que volara
en One Flew Over the Cuckoo's Nest.
Lo consagraron como un Angel del Infierno,
uno que grita improperios a los cerdos policíacos.
ya no sólo cuando ebrio, basta que vayas
en La Honda, a la casa de Kesey,
en California...

Al final, enterrado sin pena ni gloria,
con una falla renal, causada por exceso
de secobarbital, y alcoholes.
Al final casi muerto de vergüenza 
por saberse, sin nada hecho, excepto
«Twenty years of fast living 
– there's just not much left,  and my kids 
are all screwed up. Don't do what I have done»

04-23-2000 / CARLOS LOPEZ DZUR
De Memorias de la contracultura

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