Friday, May 30, 2008
Hay una tristeza profunda
Hay una tristeza profunda que se parece
a la escasez y no viene de ninguna biología.
No es un grito insuficiente de la carne.
No es la tristeza de la necesidad insatisfecha,
no es que falta un lecho, un poco de miel
o de erotismo. No es que se carezca
del básico alimento y el salario.
No es que falta un amor o se está solo.
Hay una tristeza que se parece a la nostalgia
y no es que se esté, con el lamento intenso,
pidiendo ser amado, o saberse dolido
por las gentes anheladas, en ausencia
de familia, o de un amigo, o falta
de los ensueños laicos que divierten
al ego y la memoria, a la costumbre,
al aquí-soy del cuerpo. O del Estar.
Se dejaría de llorar si tuviera zapatos,
el bocado caliente cada día, el vestido
que nos libra del frío. No. Dejaría cualquiera
de sufrir con buen salario, con la mujer
que lo quiere, con vecindarios buenos.
Tenemos una tristeza de caldero
que fácilmente se consuela.
Una pena de hoy y una pena provisoria
de mañana… pero, aún así, hay una tristeza
con alma de Vishnú, con ansiedad
de Brahma, una que no tiene
relojes, que no se amarra al mundo.
Que a menudo se calma con la muerte.
Hay una tristeza más allá de la necesidad inmediata.
Hay un desgarramiento, que parece social y post-histórico;
pero no lo explican los consabidos artefactos
de la cultura de quien vive apresurado, ansioso,
hipertenso, a pesar de que busca su pan y su lucro.
Anónima tristeza casi siempre, rehuyente es.
Una pena de Agni-Soma, tristeza de laurel.
Es la que no se venga a sí misma con la ira y el delito,
ni se hace justicia con hipócritas perdones,
ni con leyes inventa más cadenas para la libertad.
Hay una tristeza que es dulce y a la vez doliente,
la tristeza más sincera, al parecer enmudecida
y escasa, tristeza profunda de origen,
tristeza agónica de fe, de alma que no cabe
en el cuerpo y gime, y busca liras de Apolo
en el tesalio Valle del Tempé, velo y lira
de Orfeo, velo, lira y laurel
en una red de almas hiperbóreas
en el más allá, una tristeza que aún no ha rasgado
el fuego y la luz material de Mithras y Ormuz.
Es la tristeza que sólo en lo profundo
adquiere identidad, tristeza del universo vivo,
natura naturata, y de aquello Invisible
que está en él, como un aliento divino,
renovador, identitario, palabra espermática
del Ser, agni-soma, esencial de la raíz:
la verdadera humanidad.
12-5-2000
De «Teth mi serpiente»
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