Yo pienso que un escritor es alguien que brinda su atención al mundo. Que trata de entenderlo, asumirlo, conectarlo con lo que las débiles criaturas humanas son capaces y, al evitar corromperse, no siendo cínico ni superficial, buscar entendimiento… La literatura puede decirnos cómo el mundo es. La literatura puede darnos normas y pasar a un conocimiento profundo, encarnado en el lenguaje, en la narrativa. La literatura puede entrenar y ejercitar nuestra habilidad de llorar por aquellos que no son nosotros o nuestros. ¿Cómo seríamos si no pudiéramos simpatizar con aquellos que no somos o no son nuestros? ¿Cómo seríamos si no pudiéramos olvidarnos a nosotros mismos, al menos por algún tiempo? ¿Cómo seríamos si no pudiéramos aprender? Convertirnos en algo diferente a lo que somos: Susan Sontag, escritora estadounidense
Acerca del dolor de los otros
y las dispares otredades, muchas cosas
me has dicho desde esta vida interior
que desconfía de lo nuevo.
¡Es que no sabemos olvidar!
¡Es que ya no perdonamos!
¡Es que el pasado es un polo perenne del ahora,
y nos atrapa y nos deja cautivos!
Uno se resiste sin negociar dos cosas inerradicables,
perpetuamente en conflicto, Susan! ¿No es éso?
Acerca del sufrimiento ajeno, sus necesidades,
sus clichés de antagonismos, sus mitos irresolubles,
apenas nos aproximamos a la reconciliación.
Nos gusta el dolo, la voluntad espesa
de motificarnos y echarnos miedo
y no hacer otra cosa que jactarnos
en esos rincones del yo,
yo primero y segundo que sea nadie.
No nos acercamos a llorar juntos en el centro
de nuestro eje, cara a cara, mirándonos.
No sabemos investirnos de energía, permitiendo
que sintamos lo que comúnmente nos filtra,
nos atañe, nos vincula, nos derrama
en las lágrimas comunes.
¿De qué hablaremos, Susan, cuando es la muralla
del odio la que se edifica? Esos antagonismos
van creciendo como higueras y enredan el aliento
y fomentan una voz que es como un mar dragontesco
de sargazos y un abismo colgado en las ventanas
y un fusil y una escoba cohabitando
tras lo secreto, no visible, de las puertas.
El futuro y el mundo compartido, bien dices,
es sincrético e impuro. E insistimos por miedo
y cómodo acomodo: «¡No lo quiero!»
Aquí es que vienes tú, Susan, amiga mía,
a recordarme: «Venerables son ambos hechos,
ambas elecciones posibles: viejo y nuevo!
Las conciliaciones nos piden ambas cosas.
Y son las que abren las puertas de la Libertad
y los sabores en la lengua de los multilaterales regocijos.
¡La venerable oposición, eso viejo investido
en el pasado como engrama; eso nuevo
que no es el barbarismo! Ténlos ambos,
elígelos. Aprende a no polarizarte».
Aprendamos a olvidar y perdonarnos.
A ser un poco diferentes a lo que somos.
A dialogar, a hacernos receptivos...
Por eso es que formulamos las preguntas
y las contrapropuestas. Que nuestro arte no sea
sumar meramente oposiciones. Que sea una voz
zafada de las contrariedades con lo más puro
del hoy, del ayer y del mañana…
12-10-2003 / De Estéticas mostrencas y vitales
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