Wednesday, July 02, 2008

Manifiesto de Aquel que vino



Con razones que se mientan a sí mismas como causa,
vino Aquel de labios dulces, a ratos amargos
como pócima filtrada de raíces.

Vino y viene Aquel que siendo ciego para el mundo,
vio sincronicidades de otros tiempos y galaxias.
Vio geografías que no se palpan con los cinco sentidos
ni se escriben de la misma manera ni con la misma mano.

Ahora ha lanzado su Manifiesto y en las callesl
o comentan los que leen. Lo silvan los que cantan
y aún se conmueven con lo hermoso.

Lo aceptan aquellos pocos que se atreven
porque se cansaron de creer lo mismo
como uniformes rebaños, leen
aún aptos para la confesión modesta:
«Voy al vacío; me llevan y voy,
pero me falta la voluntad de resistencia».

El Manifiesto no es como lo nuevo, precario y bello
ni es como lo bello, a medias nuevo
y, por completo, ignoto.

Cansados de conmoverse el mundo
se ha destrozado repicando campanas de ortodoxia,
pelando con rodillas la obediencia.
Y el Manifiesto subvierte.

No hay que ser poeta, no para saberlo.
Venga lo bueno-feo, venga lo bello-malo.
Por eso a menudo el rollo de papiro se estercola.

Cae en zanjas y muladares, el viento lo despapela
y lo revuelca en lodo y los oídos lo tracionan,
desfigura, lo maldice con voces que no son
las que dijo el maldito, puerco texto-manifiesto.

Terco él, Aquel que viene con alguna palabra nueva
y fonología que parece hip-hop y tumbao y candela.
No dirá lo anacrónicamente dispuesto, repetido, perpetuado.

Viene con la roña de su Manifiesto para abrir ojos
presuntamente abiertos, a sacar sarnas del oído
y odio-excrementicio del entendimiento

Y la puerca resistencia aguarda el desafío.
Se arremanga, cierra el puño, gesticula.
Lo espera. No quiere que venga
y habrá de detenerlo.
Le pondrá un 4.

Lo apaleará en un atajo. Lo abjurará
porque no trae (de seguro no trajo)
la carta de recomendación.

Solícita canonicidad, conformidad con las normas de herencia:
la obediencia, status quo, 'tate quieto. Es tan extraño.
Tan odioso. Tan heterodoxo.

No, él viene, Aquel que quiso venir, saltará las bardas
por más que lo escupan y lo sangren. Con su trompeta
distribuirá el Manifiesto de su lira preñada de futuro,
llena de meditaciones de pasados, ebria por su presente
de bastardía declarada por los cuerdos.

Viene como el vato loco del Este de Los Angeles,
el poeta del Ritalyn. Como si de Harlem llegara
a sicofármacos huele, con fachita de garras llena
la osamenta, se espacía en sus calzones.

Probable es y capaz que venga de Marte,
o de convento de brujas. El nuevo niño, sabe Dio,
si disléxico petardodio ya su nombre en el cartel de esquina,
en letrinas puso su cruz de zorro y se dijo
el hijo de algún visitante extraterrestre.

El Hijo Sideral, Aquel hiperactivo,
hiperexcitable, legasténico, ama sus versos
y los da como lo más legítimo de su mente loca.

Viene Aquel, aquí está ya Aquel de azules índigos,
azules solitarios y enojosos que hablan sobre la verdad de la Vida,
el universo conectado con el todo, la excresencia misma
conectada con el todo, la consciencia viva conectada
con el más allá, quintaesencia de lo ignoto a los cinco sentidos.

Su Manifiesto parece inmune a un ADN agigantado,
viene humilde como rascuache bocón y majadero,
centrado en el corazón del ser-Uno.

«A los creadores del planeta», comienza.
La poesía existe. Es imaginación todavía.
No desmayes, mundo, les dice.

De «Estéticas mostrencas y vitales

http://ocnaranja.blogspot.com/

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