Martin A. Larson dice: «Dioniso: el salvador divino que murió por la humanidad y cuyos cuerpo y sangre son simbólicamente comido y bebido en la eucaristía de los célibes órfico-pitagóricos. Además de esto, casi todas las naciones bárbaras tenían sus propias versiones de Dioniso bajo muchos nombres».
Tu ser no se agotará porque eres bueno.
Tú realmente no mueres.
Nunca te has ido. Del pasado no has querido
un ápice; todo lo tomas de las epifanías,
exactamente en los presentes
desde los que te siento.
Yo no tengo que esperarte
en el futuro; la libertad para mirarte
me la provocas a cada momento.
Hoy te dejaré una nota. Quiero ver
cómo la hurtas en secreto y la lees
tan dichoso. Soy yo quien no te veo
tan pleno. Tú no sabes que es penumbra
ni bajando a estos infiernos humanos.
Cuando te asesinan, el cadáver es una mentira.
Y tú dices: «Ese cuerpo no es mío».
Mataron algún pasado ajeno. Alguna fantasmagoría.
Pero, desde tiempos pitagóricos, me dicen:
Al Padre del Futuro, al autor
de voluntades libres y armoniosas,
le dieron matarile.
Despedazado en la plaza está Dioniso,
sangrante, como una llaga viva,
molido a palos, destasajado
con puñales en su cuello.
Mentira. Ese espectro no representa
a quien amo. Ya me dijo: «Son pedazos
de una profana imagen de egoísmo.
Una imagen que no me pertenece».
Hay quien dice que él vive en un mundo tenebroso.
Que convendría nombrarlo como Destino inexorable.
Sí, hay mucha gente a la que el mundo aprieta
con un puño criminal, abofeteante al menos.
«Puede que él haya sido uno».
¡Cómo mienten, Dioniso, amigo mío!
No. Que tengas tú enemigos es inimaginable.
Te adora hasta la espina de una rosa.
En las formas orgánicas, tenerte por hallazgo
es tan hermoso. Uno se admira y te agradece.
Tú eres verdadero y exacto en la dureza
de la piedra dura y silvestre y en las selvas juegas
como si fueras el aire, retozón de la brisa.
Fluye entre las ramas y eres savia
que se interna en los árboles y en las rocas
te adentras como aroma; cohabitas entre átomos.
Caminas sobre las aguas sin hundirte.
Eres así porque no tienes servidumbre.
No conoces el mal. No hay fatalidad
que avance contra tu presencia;
eres verbo solar, un cristo mismo
porque eres providencia en acción
y tu esencia melodiza todo
y lo mismo eres un punto matemático
que todo lo que ensancha al Infinito.
Que yo te haya conocido no es metafísica adquirida
por mucho invocar correlaciones de pasado y presente.
Es que oigo tu lira. Eso tan sólo.
Tú no vives remoto. Simplemente,
chocas conmigo, flauta en mano, dulcemente
y mi voluntad quisiera atraparte, retenerte
y te busca de inmediato, sin esfuerzo,
cada día, porque, por de pronto, eres invisible.
3-12-2006 / De Teth, mi serpiente
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Dioniso: Hijo de Zeus y Semele (la Luna). Deidad del Vino y sus influencias benéficas y sociales, inspirador de rituales de éxtasis y locura mística; asociado a Baco por los romanos. También es conocido como «Liberador» o Eleutherios por liberar al hombres del Yo cotidiano y normal. Se le llamaba «el Señor», el que gobierna (Adoneo), el «mata-cabros», «el de sonoro grito», «el que vive entre los árboles», «el doblemente nacido», etc. Entre los filósofos pitágoricos, se considera uno de los iniciadores del culto de las almas libres y la comunicación con el mundo invisible y luminoso del Espíritu. Vivió en la India. y se le adoraba en Atenas, Macedonia, Naxos y muchas lugares de Grecia e Italia, aunque se desconoce donde se originó su culto.
Thursday, July 24, 2008
Nota secreta a Dioniso
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