Wednesday, March 10, 2010

Novalis / La religión del amor / Continuación 3


Novalis / La religión del amor / 2 / Previo

9. La «Mano», «Rostro» de Dios y «Altas Llamas»: En el apartado anterior, comencé un análisis sobre el motivo de la Mano del «Padre / Madre», o del Espíritu y su relación con el hilado de la hebra de la vida por las Hijas de la Noche. En el hilar de la vida y sus evoluciones (Destinos), consideramos la actividad del movimiento (que es lo que los kabbalistas y gnósticos llaman la «primera emanación» / o «vibración» / en medio de dos principios contrarios, o dualidad. En un principio, esta lucha de contrarios se puede definir, como el poder escondido o latente de la Esencia Infinita, y su poder manifestado. Un punto (nekudah, en hebreo), que es lo «ínfimo / o poco / que sostiene lo mucho». Esta polaridad poco / mucho / luz oscura, directa («or yashar») / luz indirecta, o reflejada («or chozer»), es lo central de los Himnos.

Este punto inicial, como vimos previamente, es la «singularidad», o poder limitante de la Infinita Compresión de la energía. Energía es la esencia infinita de Dios, como enseñara Böhme, y singularidad en el lenguaje científico de hoy [1] el punto del que parte el despliegue del fenómeno finito del Espacio-Tiempo.

En la introducción al libro Gérmenes, J. Gebser, más admirador de Holderin que de Novalis, dice que «el sentimiento absolutamente nuevo del mundo», que trae Novalis, «lo adivinó de una manera puramente cerebral», por lo que le «falta cierta intensidad humana, aunque no carezca de sensibilidad». [2] Esta queja de Gebser parece razonable en cuanto las implicaciones que tienen sus Himnos a la Noche, su poesía en general y sus escritos filosóficos, que buscan fundamentar una «Biblia Científica», necesitan un lenguaje abstracto y más de la intuición intelectual.

El modo en que aprovecho las metáforas novalianas es el que supone el contexto de la Sabiduría Antigua, religión originaria de la humanidad que, si bien utlizara la poesía / mitología / de los antiguos, pretendió la Ciencia como la explicación racional sobre muchos procesos. Ciertamente, Novalis preconiza, unitariamente, una visión del mundo en la poesía, pero que, en cierta medida, está dispersada en enseñanzas más remotas, [3] aunque disgregadas, o parcialmente admitidas, como corriente principal o institucional del pensamiento en cada época. Las enseñanzas de por sí no son nuevas.

El hablar acerca de un Dios escondido / o el infinito escondido / en un punto inicial de revelación / no es nuevo; popularizar el concepto de que la primera vibración de movimiento y pensamiento son un despliegue, o emanación de un Dios amorfo, sí lo es. Utilizar el concepto de punto, esfera o spectrum, o figura (partzuf, en hebreo), como Luria para explcar el «tzimtzum», latencia oculta de la Infinita Esencia, lo es. No parece que se habla de Dios, porque el lenguaje es abstracto y los lenguajes abstractos jamás han sido populares.

Los judíos kabbalistas sí entendían el nuevo concepto de esencia / o energía oculta, en cantidades infinitas, porque mientan el Kether, que es el nombre de Dios, como «Sensibilidad superconsciente, dirección de la motivación de la Voluntad», Lo Sublime, «la más escondidas de las cosas escondidas», según el Zohar. [4]

Hasta lo que puedo discernir de los Himnos, Novalis no completó un proyecto de comprensión de Lo Sublime, pero explicó cosas muy interesantes y originales sobre el movimiento rotatorio inicial de Luz Ilimitada, sabiéndola substancia raíz del universo. La metáfora de la Rueda (de los Destinos) sirve al propósito; al igual, que la idea del Prototipo, que es la intuición del Anciano de los Días, o «Atik Yomin». Este es el Prototipo, o lo más Antiguo, debajo del Padre / Madre / como Kether, la Corona Sublime. Novalis describe estados de fe placentera, que sólo provienen de la experiencia de presentir el Prototipo, o Quien da el placer superconsciente e inadulterado de la fe. [5]

La antiguedad, cuando los sentidos ardían
vivos y en altas llamas
y la mano del Padre y su rostro
los hombres reconocían,
y con alto ánimo, ingenuamente,
aún alguno se asemejaba a su Prototipo.

Los sentidos representan todas las zonas de la consciencia (incluyendo las sensaciones orgánicas) y están representadas por las esferas o sephirots del Arbol de la Vida. El conocimiento de la Corona / Kether / como Voluntad / es lo más alto en la Sabiduría. La fe, sin embargo, se relaciona a una vía posible para este conocimiento de Lo Sublime de Kether, el Altísimo, desde el Abajo y Dentro / de las esferas («Or Ein Soph»). Si Kether parece el incognoscible, el que ningún hombre puede conocer, se debe a una condición de necesariedad que tiene la creación, el despligue de lo temporal que está implícito en las raíces del término hebreo keter. [6]

Este kether traducido normalmente como Corona también significa por sus raíces: «esperar» y «sumirse», o humillarse con humildad y paciencia. Ante lo escondido y sublime del Padre / Madre, hay que esperar, su porvenir como objetivación visible de su Esencia. [7]

La Fuerza de la Fe mienta un estado de placer divino, que es radiancia de la presencia y la Cabeza de la Nada. Es un estado paciente de expectación antes de ver la Omnipresencia y la Omnipotencia. El hombre puede que esté listo para decir «Dios es en Todo», todo es por su causación; pero, fracasar en la experiencia de indicar, o vivirlo, cuando los términos de la premisa sean: «Todo es Dios». Y si todo es Dios, ¿por qué tengo las Manos Vacías y mis Ojos no están llenos de Destino, Control y Poder? Esta sentimiento de Carencia es Dios como Nada («Ityada»); pero se sostiene por el gozo de la fe. «Emunah» como sustancia de las cosas que se esperan; pero que no se disfrutan o se tienen todavía. La fe perfecta asume la radiancia de una Presencia Divina, aunque no la vea con los ojos. Ahora bien, los ojos de los pálidos no reflejan la radiancia, el «fervoroso ardor» de la fe.

En el estado de Fe es que el hombre, trabaja, o procesa, con la Voluntad, y ejercita su rodaje, su enrollamiento con la energía, su perseverar ascendiendo interiormente hasta contactar el Anciano de los Días (Atik Yomin). Esta es la persona interior, cuyo gozo (ta'anug, en hebreo placer), Jung identifica con el Anciano de los Días y con el Sí Mismo, [8] nivel de consciencia que permite completar el proceso en que el creyente, u observante de su crecimiento en la individuación de su Ego, dirá todo es Dios. Es consciencia de Unidad y Totalidad y, por tanto, de perfecta fe, sin la cual no aflora todo el poder de la Voluntad (la Cabeza de Arich Anpin) como fuerza superconsciente.

Discutiré ahora el concepto schilleriano que permea la Religión del Amor de Novalis, basada en lo Sublime práctico, la Mano de Dios que dispensa la luz, en medio de la acción de los principios contrarios (dualidad): la atracción-repulsión, actividad-reposo, lo mucho-poco, necesidad-plenitud, varón-hembra, etc.. Si discutimos la divinidad, como participación en el flujo de la superconsciencia y el navegar hacia su fuente y si la vía hacia ella es la búsqueda de la Gran Palabra, consideremos cuál es ésta. En hebreo, es Havayah, cuya confección implica otras dos: Uno («echad») y Amor («ahavad»). Ambos términos son llamados en la Kabbalah, el secreto de la letra «Mem». [9]

La decimotercera letra del alef-beit, o alfabeto sagrado hebreo, es la Mem y se la describe como los trece canales de flujo de la Fuente Superconsciente divina hacia la consciencia humana. La Mem abierta es la autoconsciencia adquirida y la cerrada representa los estados inconscientes del ser.

Para el remero del «más allá», del «mar adentro» que se aparta de la «tierra inmóvil» y el reino de la palidez, la fijeza no conduce a la vida. La fijeza es conformidad («horizonte mezquino»); la «morada de los nuevos hombres» es una «isla celestial», asociada a las olas que refluyen y que el poeta asocia al motivo del «espíritu de Dios que flota sobre las aguas».

Con el análisis que los kabbalistas hilvanan y su relación con los números, así con la Tradición Oral acumulada de los Antiguos, el alfabeto sagrado, con su no menos de 3.500 años de antigüedad, comienzan una exposición en torno a lo que es la fuerza primaria del Espíritu. En la estética novaliana, puedo discernir las concidencias del poeta con las simbologías de la Kabbalah. Tal vez estas coincidencias no son casuales; pero el hecho es que son innegables, por cuanto es posible una aproximación crítrica a sus textos que las aproveche.

La «orilla» del Cielo que Novalis es la Infinitud del «dios escondido» como punto de arranque (este Punto es Yud) en tránsito, o direccionado, como línea / hebra / de luz imaginaria (simbolizada por la letra Vav) y yendo, en vibraciones, en remolinos, en avances y retrocesos, por una superficie («Dalet», letra del Portal, de la revelación). Esta superficie es descrita por Novalis como una

Las «superficies» de Novalis representan el Mundo como él lo concibe y, según lo comprende, o «Ve», cómo le gustaría transformarlo. El reconoce el Mundo / Todo / como proceso dual, donde en lo inicial del Punto (lo más pequeño, o poco) está la clave para explicar lo Mucho / lo Gigantesco / lo Universal y Sublime. El es un remero de las Aguas (la Mem), donde flota el Espíritu. El Yo lírico navega en pos de lo más de lo Oculto (más allá y adentro),

Huye de la tierra inmóvil
y de horizontes mezquinos,
siempre al mar, al gran mar noble;
siempre, siempre mar adentro.

en cuanto presente, con gozo, que el «poder de lo limitado» de ese punto paradójico (que es lo poco que contiene lo mucho) ha sido revelado. Esta experiencia con La Mano y el punto de singularidad está contenida, por igual, en los escritos del sacerdote jesuíta Pierre Teilhard de Chardin y quen llamó el Punto Omega a «un nivel supremo de consciencia y cumplejidad, una singularidad espiritual, libre de los límites del espacio y el tiempo». [10]

Cuando el Yo lírico de Novalis describe su «punto omega», dice:

Se desvaneció la gloria terrena y con ella
mi tristeza, la melancolía se fundió
en un mundo insondable y nuevo...

En esta experiencia, la Mano es la Voluntad Infinita y la habildad de Dios para sostener la creación. Al punto de la singularidad espiritual y energética, siguen benevolentemente otra creación, el mundo por venir, o nueva humanidad, hombres que entenderán la Unidad Fundadamental entre El y ellos. El único prerrequisito para participar de esta benevolencia («berajá») de Dios para su creación es humildad y fe. Dos nociones que está representadas en la letra «Yod», el Diez de la Humildad.

Una vez la Humanidad, concebida como almas individuales y colectivas sobre las superficies geográficas del mundo, su responsabilidad es adquririr autoexpresión. En la Kabbalah, este es el símbolo del «vestirse espiritualmente», no con harapos u hojas de parra. El alma, con lo único que puede vestirse, son las tres básicas «levishim» / vestimentas que le son propias: (1) Pensamiento («machshavah»), (2) habla o lenguaje («dibur») y (3) actuar («ma'aseh»). El alma que se viste con estos atributos es visible. Puede percibirse interior y exteriormente. Tiene rostro y cabeza y Novalis la nombra como el término estar «despierta». Sólo el Alma Despierta es remolino, fuente fluyente y vibración de Sabiduría, que puede expresarse externamente. El alma como Mem abierta es Agua del Surtidor, fuente abierta de la Auto-Consciencia, en contraposición, con el Alma Dormida que es la «palidez», con estados inconscientes de ser.

La verdadera Musa a la que Novalis alude con sus libros es el Mundo del Lenguaje, o más bien, de la Expresión Poética y la capacidad cognitiva y directva del alma, en cuanto está despierta. Alma a quien se le puede asignar la tarea de guiar e influenciar en la realidad del mundo. El alma vestida con la palabra, el pensamiento y el hecho, es el reino de la Otra Orilla y, por eso, es La Reina, la que «Sacerdotisa de Abajo», a la que los kabbalistas llaman «Malchut» o Malkut. [11]


____

Notas bibliográficas

[1] Singularidad

«contracción de la luz»
within the point of contracted light.

[2] Novalis, Gérmenes o Fragmentos (Versión española de J. Gebser. El Clavo Ardiendo. Ed. Renacimiento, Sevilla, 2006), ps. 12-13.

[3] En términos generales, las enseñanzas remotas y disgregadas son aquellas que la Arqueología ha ido redescubriendo. «Los hallazgos arqueológicos, en el valle de los muertos, nos han permitido conocer que el mítico príncipe y sacerdote Hermes (Thoth, luego deificado), elaboro un libro de 78 láminas de oro, denominado Libro de Thoth, en que detalla los secretos de la vida del hombre y del saber de la humanidad. Estos símbolos a su vez fueron colocados en las columnas localizadas a los pies de la esfinge de Giza». (Cf. «La Esfinge Egipcia, las Tablas de Aeth, y el Tarot»). Del mismo modo, puedo referirme a las Enseñanzas en la escuelas órficas, pitagóricas y muchas otras, hasta llegar a la Kabbalah.

[4] Michael Laitman, The Zohar: Annotations to the Ashlag Commentary (Bnei Baruch / Laitman Kabbalah Publishers, 2009)

[5] Arich Anpin es uno de los Rostros de Dios que engloba, protectivamente, a las siete esferas más bajas de Atik Yomin, enriqueciéndoles su pulsión de placer con la fuerza motivadora del impulso de Voluntad. Según interpreta, el rabino Yehuda Leib Ashlag en su introducción al El Libro del Zóhar, «la voluntad se encuentra por encima del pensamiento, es decir, que cuando el hombre piensa no hace más que articular y darle forma mental a su voluntad y deseo». El pensar, romantizar, humanzar y meditar tiene el propósito de «discernir si nuestro deseo es egoísta o altruísta, previendo así la consecuencia de nuestros actos». La voluntad la da Dios como una de sus primeras esencias. La voluntad puede metaforizarse en el sentido de «hebras de luz». Un hombre es un hilador de luz («Or»), porque ese es la misión de su Primer Destino. La Kabbalah enseña que a la luz, divinamente conferida, la indentificamos con los términos racionalísticos que nos place y priorizamos la identifcación a gusto así hay quien identifica la luz de su voluntad, o su esencia de voluntad, con placeres elementales o cosas materiales como la riqueza

[6] Kether, en cuanto es la «esfera la la experiencia superconsciente» es también la esfera de Lo Sublime sobre la que Schiller adujera: «un objeto es teóricamente sublime en la medida en que como trae consigo la noción [Vorstellung] de infinito, es algo que la imaginación no se siente capaz de representar. Un objeto es prácticamente sublime en la medida en que como trae consigo la noción del peligro que no nos sentimos capaz de vencer con nuestros poderes físicos. Sucumbimos en la tentativa para tomar la idea de lo teóricamente sublime o para resistir la fuerza de lo prácticamente sublime. Un océano en calma es un ejemplo de lo anterior, un océano tempestuoso un ejemplo de lo postrero. [Charles H. Hinnant: «Schiller and the political sublime: two perspectives», en: Criticism March 22, 2002, ps, (24-25)] Schiller compartía, con Novalis, la misma idea de lo sublime, desarrollada en sus ensayos, , Sobre lo Sublime: Hacia un desarrollo adicional de algunas Ideas kantianas (1793) y Sobre lo Sublime (1801). Dios, como keter y como Luz directa requiere de unos Rostros o Cabezas mediadoras. Schiller introduce una distinción entre una seguridad que es externa y física y una que es interior y moral. En cuanto, lo sublime como atroz, es preferible la noción de «esperar» y «sumirse» en fe.

Por otra parte, está la explicación de lo Sublime aterrorizador. Aunque reconociendo al poeta y filósofo Schiller como teórico interesando en el estudio de la paradoja del placer y el dolor, recientemente, el filósofo Jean Francois Lyotard en un ensayo titulado Postscript to Terror and the Sublime, confiado son posibles diferencias, explica «en cuanto a una política de lo sublime, no hay tal cosa. Sólo podría ser el terror. Pero hay una estética de lo sublime en la política».

La manera en que los kabbalistas solucionan este problema de Kether / revelación sublime para el porvenir / es desplegar su esfera de experiencia en dos personas (o partzufim. Una es el «partzuf», Arich Anpin o Poder Superconsciente de la Voluntad en el alma. Otra, el partzuf externo, o Atik Yomin (El Anciano de los Días), que corresponde al Placer («ta'anug»). La pregunta es: Si hay un objeto temible o representación («Vorstellung»), en la que el poder de la Divinidad pueda ser amenzante, ¿qué será? ¿Tendremos terror ante ella, o por placer o sumisión, podrá el hombre trascenderla heroicamente? Schiller y Novalis estaban sólo interesados en lol Sublime práctico. Novalis, a través de la paciencia y la fe.

[7] El Zohar, o Libro de Esplendores, discute en torno a la Cabeza Desconocida («Ityada») de Kether, que aún no puede ser conocida por el mundo. Las Cabezas («Reishin») de Kether, son tres: La de Ayin, o cabeza de la nada, o fuerza de «ta'anung» / el Gozo /, la cabeza de Arich o fuerza de la Voluntad; y la cabeza desconocida. (III, 288a). La dispensación de esplendores por Dios está sujeta a las preferencias humanas por causa del Libre Albedrío.

[8] Jung sospechaba que el Sí Mismo es un agente activo, navegar con la Mano de Dios, con su benevolencia por Guía invisible, en la exploración del Inconsciente Colectivo u Objetivo. Decía que «el inconsciente humano tiene todas las respuestas a cualquier posible pregunta sobre los orígenes del hombre». Es el «depósito de las huellas de los recuerdos latentes de toda la historia del hombre», «base de todos los recuerdos de la humanidad y contiene las raíces de las cuatro funciones sicológicas: sensación, intuición, pensamiento y sentimiento» (González Whippper, p. 11). El Arquetipo del barquero de los Himnos y del trovador-aventurado que busca la Flor Azul, son tipos y figuras de La Mano de Dios guiando al hombre hacia la Puerta (Dalet) o superficies o zonas de la Super-Consciencia (el Sí Mismo). Se ha interpretad bien que la Flor Azul es el símbolo del poeta que «sabe agradecer a su Dios» y cifra en El sus esperanzas, camiando de su Mano.

El Sí Mismo es importate, en cuanto estado de consciencia, que permite la comprensión de símbolos contenidos en uno mismo, y hacerlo vivo. No se aprende ni se entiende hasta ese hallazgo del Sí Mismo. Entonces, el lenguaje del símbolo se redescubre a posteriori y «muestra hasta qué punto puede ser idéntico al ser humano en sus sensaciones y en sus expresiones naturales». «El símbolo es la única expresión posible de lo simbolizado, es decir, del significado con aquello que simboliza». (Cf. Cirlot, op. cit. y Albert Béguin, El alma romántica y el sueño (Fondo de Cultura Económica, México, 1954).

[9] Cabalísticamente, ambas palabras Uno (Unidad) y Amor, 'echad' y 'ahavah' equivalen numéricamente a 13. Y unidas forman la Gran Palabra, del nombre esencial, Havayah, el secreto de Dios, con valor número de 26. Se le llama el Nombre de la Misericordia. El 13 representa el poder de los Atributos de la Misericordia y la Gran Palabra (Havayah) es el nombre de la Misericordia, que está asociada a lo que una metáfora cabalística de la Torah llama la Sabiduría Infinita («las aguas que no tienen fin»: la Superconsciencia. En hebreo, el agua es «mayim». y simbolizan la Fuente de Sabiduría Divina. Por misericordia, una Fuente está abierta y otra cerrada; por misericordia se conectan.

[10] El escritor Don DeLillo, al comentar un libro de su autoría titulado Omega Point, en entrevista con de «Wall Street Journal», se refiere a la visión sobre la conscienca de Teilhard como una experiencia «cercana a la muerte», o que va alcanzado un punto extinción, o de lo que Novalis alude al decir («Se desvaneció la gloria terrena»), y después: «Lo que vendrá después puede que sea paroxismo o algo enormente sublime». «El Padre Teilhard conoció ésto, el punto omega. Un salto fuera de la biología. Hágase esta pregunta. ¿Tendremos que ser humanos / terrestres / por siempre?».
Don DeLillo: Omega Point

[11]

1 comment:

Beatriz Ojeda said...

La fe perfecta asume la radiancia de una Presencia Divina, aunque no la vea con los ojos.
Me llevo esta reflexión.
GRACIAS CARLOS POR DEJARME COMPARTIR ESTOS ESCRITOS.
Es maravilloso para mi, pasar a leer todo lo que escribes.
Yo sólo busco mi camino de luz interna, aunque cada vez me resulta más difícil vivir en este nivel de conciencia.
Fuiste un gran estímulo para continuar escribiendo mi poesía
mil besos de luz
Beatriz