Saturday, November 05, 2011

Teoría de la Sistentabilidad / Revisado


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1.
En esta misma isla, donde me entristezco,
de Elisa tuve Delicia, mis descansos
y reposos. Estuve contento...
«¿Quien me dijera: Soy tu Elisa, vida mía?»
recordándome que tus ojos fueron para mí
ecovisiones y tu respiro sobre mi rostro
aire limpio, sin dióxido,
y que, en aqueste valle, el fresco viento
me fuera como molino que al prado
genera energía de grato voltaje.

Descansado, sin temor que la dicha sea caduca,
vana y presurosa, me hallaba. Nadie dijo:
«el clima cambiará y traerá tormenta».
Oscuros cataclismos y desastres.
Romperá sus cadenas los vientos de Eolo
en las profundas grutas. Deterioros
a eficiencias energéticas ocasionarán.

Nadie avizoró los infortunios.
No ví, por de pronto, imposibles
conyunturas para el reciclado
de materiales, vida con el pesaje alquímico
y responsabilidad vitalicia
que a todos desnutra.

No entonces. Mas, como si regresara
de la Cólquida, se encareció el desastre
y se esfumaron los ahorros
y lo mejor se fue al desagüe / con tu muerte, Elisa,
y ni tu delicia me ha servido de composta
cuando te fuiste así, tan de repente.

II.

Me acuerdo. Dormí aquí alguna hora
y ví, al despertar la delicia de Elisa a mi lado
como la mejor manufactura
del amor cariñoso de la tarde.
Era producto verde desde sus ojos,
dos lamparones de ahorro
desde las esperanzas.

«¡Oh miserable hado!»
¿Quien me dijera, Elisa, vida mía?
que ya no podemos recoger tiernas flores
porque tóxico / pesticidas / malos manejos
de agentes comerciales y peligros
mataron el césped, arruinaron el conuco
y un sol abrasador secó el riachuelo amado.

Por eso, Salicio, vino el día triste
y solitario y el que hoy observas no fuí.
Esta pesada vida y enojosa me tiene
«ciego sin lumbre en cárcel tenebrosa»
Y es ausencia de Elisa,
quien, si viviera,
no me dejaría desamparado.
Era la vida natural
y sustentabilidad vitalicia.

2.

Ayúdame a elevar mis pisadas,
a sentirme como el viento.
Házme un poco más alto que el sendero.
Que mi camino tenga una noción
del ala que se agita
y salva algunos rumbos
para el infinito.

El riesgo, con su espiga
de erranza soterrada,
será una avecilla desatada, saltarina.
Es necesario que evada la captura
y venza el hundimiento.

Ayúdame a seguir
(como el sol que sólo se agota
lentamente y deja vida por doquiera)
el ritmo de la lluvia,
que escurra mi llanto después
de la tormenta y sea chubasco
a veces, esporádico y lento.
Que me lave en barranqueras de esperanza
y olvide la tirria amarga.

Suaviza el sedimento de mi cara,
relampaguea en lo abrupto
y lo desconocido.

3.

«Et iam summa procul uillarum culmina fumant
maioresque cadunt altis de montibus umbrae»

(Virgilio, Géórgicas I, 82-83)
Entrégame luz, átala a mis pasos
calmo crepúsculo, no escuálido.
En mi corazón la guardaré como estrella
y no imaginaré que cruza el trueno y deprime.
Despierta la palabra que se esconde, se olvida,
se alucina; bendice al que halla al ser
más allá de la trilla del despojo y el desvío.

No quiero verme en tierra ni en mar
ni en nubes denso, ordinario, cansado
y sin luces, pudrido.

4.

Quien viajaba las distancias,
con sus pasos mudos, sigiloso
en pos de una gacela, aquel
innato prudente del silencio,
su mirada hizo con fieros ojos
y fundó laberinos y supo
de las sombras engañosas
y atrapó el dolor, agazapado.

La prisa fue alimento
después de la celada.
El cazador es
un infiel con la alegría.
Sus manos engordaron
como rudos chacales de Kagera.
El dominio del entorno:
como torvo envangelio de pezuñas.

En cambio, la mujer es
una dulce amenaza con sus dedos.
Lo mismo teje un cesto que palabras.
Quien viajaba en silencio
lejanías del abismo,
parajes visuales de las cosas,
ónticos contextos,
no pudo jamás
hacer el primer verso.

5-12-1970


5.


Los violentos de la Tierra
son innecesario polvorín, rompe-nidos,
remóra, tormenta en el vaso de agua.
La humanidad que avanza a lo sublime
nada les debe, pues no entienden
el amor que sufre ni diseñan el perdón
que transforma la conciencia.
¡No se junte el pueblo de los tristes
con los gendarmes del remordimiento!
¡No se mezcle el criminal
con el creador de esperanzas!
¡No tiemblen los justos
ante el adulador de pánico
ni de alevosía!

¡Venga al rincón de penuria
con dignidad de abrazo y manos tibias,
que conozca las lágrimas
más nobles que el tormento!
Los criminales no son anarquistas
de sentimientos puros.

5-12-1970

7.


«... qualis populea maerens philomela sub umbra
amissos queritur fetus, quos durus arator
observans nido implumes detraxit; at illa
flet noctem ramoque sedens miserabile carmen
integrat et maestis late loca questibus implet»:

Virgilio, Geórgicas, IV, vv. 511-15.
Quien está a la sombra del álamo,
al filo melancólico del nido, hecha una vieja
lacrimosa, hecha girones, echa legado
de fetos desgraciados, y fue sacada
a la calle, desahuciada, por no saldar
al banco la hipoteca dispuesta
inconvenida en medio de la crisis.

Pajea rasca-buchera, pajarraca,
el nido arrebatado.
Los hijos son pibecillos sin plumas todavía
y no hay sustento alimentario
y mucho menos soberanía / autogestión,
planeado reino vivo en la vivienda.

Ni hay rey ni marido. Es lo peor.
Que estás sola y él fue insensible labrador,
Durus Arator Pérez que, al filo melancólico
se fue a las borracheras, con otra grilla,
y tú, quejosa criada de los partos,
cinco pichones para el hambre díste.

Y así populea el chisme de que la noche entera
la pasas cautiva, at illa
flet noctem bajo las estrellas,
jodida y colmada en contornos tristes
del lamento sin que el banquero se apiade
ni las Fuentes Fluviales que te cortaran
luz y agua, y no se diga el gobierno,
la empresa privada es también
enemiga cuando te saca los muebles
a la calle y a tus hijos reparten
a clientes con otras parentelas
porque enloqueciste.

Ni llorar es bueno en las colonias
de trágicos aradores y pastoras
donde ni hay esperanza ni soberanía.

8.

Movido por codicia, el que se va,
tripulante en ondas de lo incierto,
alma que deja a patria buena,
a sus pastores de la ruralía,
mal marino es.

Y sólo una vez lo ayuda
el Señor de los Vientos.

Extracto de eklogué faltará
a quien no sepa de él
su señorío y cómo encadena
en antro profundo
los caprichos del Viento.

Escollo a la sabiduría
es quien desobedece a Eolo.

II.

Sean sus seis hijos,
o sus seis hijas.

Imprudente el que burla el cetro que empuña
y la autoridad absoluta que sobre remolinos
tiene porque las formas del viento son divinas.

Si Odiseo fue bendito / agradezca que vuelva
a la costa de la Eolia antes,
salvo y sano
antes que retorne a Itaca,
a su Claror y espacios permanentes/

Agradezca su Habitar,
ecología de vida, patria y autosentido,
porque su tripulación no es digna
de la piedad e Eolo, si no agradece
que con su protección ha viajado
y no en cobijo de canallas.

Habrían sido náufragos
muchos sin gratitud al Viento.

III.

Tripulantes en ondas de lo incierto
son aquellos movidos por codicia
y Eolo puede ser fiero y destrozar sus barcos.

Toma Odiseo una bolsa del Viento.
Energías constructivas, controlables,
bienhechoras puso ahí y le dijo:
«Sácalas con prudencia y no las desamarres
por capricho porque la esencia de los vientos
y las Islas de la Eolia pesan al corazón,
parecen ecos de susurros, ecos y anhelos,
que, con 'dulce lamentar', son amorosos
con quienes sufren extravíos,
mas no dañan al prójimo».


<«Los vientos no son favorables a todo el mundo,
Odiseo»,
le dijo Eolo, no al que codicia el oro
y por el sólo oro o los tesoros muere.

Abre Tu Bolso de Aspas Invisibles,
No como truhán negligente
que destapa el espacio
como caja de Pandora
y origina tormentas
que iras divina provoca.

Eolo no da oro a piratas, no se vende
ni por la ninfa Deyopea que Juno
le ofreciera por esposa.

De chantajes de Hera se cuida
(¿por qué impedir que Eneas desembarcara
en Italia, por qué no liberar
sobre su flota los vientos?)

Soberano es el viento;
pero entrega una Bolsa de sus fuerzas,
dosis de su amor al cauteloso
y no repite, cuando pesa corazones miserables.
Los vientos no son favorables a todo
el que los clama por ventaja.

9.

Arrectis auribus, que va a pasar el viento.
Claudite iam rivus / vayan a ver el agua satisfecha.
Abrete, bragueta del sonido,
para la polla aprendiz, con oídoz abiertos
y rumores arrechados, auribus, orejonzuelo,
que la Naturaleza principia la enseñanza.
El viento, obrero ha de ser con los molinos
y sacarás el semen de los cielos,
riqueza de los prados,
energía desde el pecho profundo
del firmamento.

Mira y oye, Sátiro,
jíbaro rústico del campo,
el paso de la brisa
y aprende justicia del trayecto
de la Madre Benéfica del Cielo.

Carpen tua poma nepotes
(nos dijo ya Alma parens,
la Buena Madre
desde la gran casa terrestre)
y que tus hijos recojan los frutos
y suban como ondinas al aire, deliciosas,
pero tú, subproductor de la electricidad
y el hidrógeno que se puso
en la atmósfera y en aguas bajo el cielo,
enseñad a los niños a cerrar las compuertas
de los arroyos cuando los prado beban
suficientemente. Claudite iam rivus, pueri,
sat prata biberunt. Enseña a recoger
el agua de los techos y a que baje
a las cisternas de acumulo.

10.

Felix qui potuit rerum cognoscere causas.
Virgilio, Geórgicas, Libro II, verso 480
Feliz el hombre que está capacitado para descubrir
las causas de las cosas: Virgilio, Geórgicas
Hay un padecimiento histórico que viene
de ignorancia, de quien nunca a la Patria
osa llamarla subenéfica madre,
geografía parental,
alma parens,
depositaria
de secretos naturales.

Estos hombres nunca deducen su Luna de cosecha,
no escuchan palabras mágicas en el viento,
ni velan la gravedad en los jardínes,
ni observan su presencia voltaica
en los soles que dan a beber a las flores.
Carmina coelo possunt deducere lunam.

¡Qué desgraciado es el hombre de órbitas excéntricas
a la que la Fortuna nunca le sonríe; qué triste
el hombre que no tiene imagen pura
y tiempo natural donde reconocer
su tarea, labores campiranas que adquiren
los secretos con palabras mágicas
de la Madre-Tierra!

Triste la ausencia de los seres divinos
o sabe Dios qué leyes intuitivas de Energía
y son los que permanecer
entre mortales, sin voces que vibran
con franqueza, con todo el corazón todo lo dicen,
ab imo pectore, desde el profundo pecho
donde se procesa la memoria de Elisa
para que no sufra Nemoroso.

11.

Desde hoy el aire canta, silva, anda conmigo,
me susurra secretos, se asoma a mis ventanas.
Será mi amigo; no dirá vendavales
por mucho que sea el Viento, lo comprendo.

También seré un hijo de sol.
Amaré su clorofila, su amor por cada hoja,
su ardor en mi frente, amaré su luz
en todas mis mañanas,
su transparencia que desoculta todo.
Su ausencia será deliciosa,
menos tibia en mi noche.

Amaré las lunas que vea. Les diré
el nombre de mis bellas deidades.
Me observarán de hito en hito.

Aprenderé a agradecer, lo había olvidado:
Lo Bueno dura, siglo tras siglo, milenio tras milenio,
y lo que existe vale por su necesario sentido.

ii.

Te lloro, Princesa,
entre los hijos de Het y las sombras,
hitos de sus creencias al oriente de Mamre.

Te lloro y te sepulto,
vagina precámbrica,
eva-profetizada por amor
a los hijos cuaternarios.

Te lloro cuando te guardas
en la cueva de Macpela
y mis ojos no volverán a verte.

Quedaron solos con el sueño
de su antiguo fundamento.
Cuencas amargas, en lloro, son hoy;
pero el pedestal es tu aurora.

Me consuelo por la heredad de tu concurso
(unido a tu cuerpo conocí la alegría).
La misma muerte que me aguarda
en la tierra de Canáan
es parte de tu apoyo.

En tu confianza fundo el tribunal
y cavo mis certidumbres, sustento el ser
(no por 400 siclos de plata que dí a Efrón,
digo que existo, no por los hijos
de las cuevas milenarias, digo:
Tengo amparo).

Es por tí
que digo: Soy.
Por lo que díste a la vejez de mis días.

12.

«... en lo mejor de nuestros sepulcros
sepulta a tu muerta»:
Gn. 23: 6
Por tus ciento ventisiete años,
te lloro, amada mía,
y Quiriat-arba para las albas
de tu suelo te quiere, te recibe
y el Hebrón es hebra de luz
por tus caminos.

En laberinto oscuro, por tí
teje Ariadna e hila céfiros luminosos
como yesca delante de tus pasos
y son sus sigilos a hurtadillas.

En noosferas te dio ruta y radiancia
y en hadrones, fortaleza fértil
para que subas y bajes
y, en lo profundo, permanezcas
en los días séptimos del ser.

13.

Me gustaría que me llamaras molino
porque tengo aspas por pestañas
y soy el vigía que no puedo estar quieto
(vigía con brazos y ojos, con altura
y movimientos cuando me elevo
sobre mi torre y giro).
Izo con banderas inefables la energía.

Entonces, el golpe del viento
pega en la lámina
del rotor que cargo.

Hay presión positiva de mi aliento
por debajo del aspa
y produzco un resuello que por encima de ella
carga presión negativa en mis cuencas visuales.

Abanico de este modo mis ojos guiñándote vida
y pidiéndote amor por este espacio abierto
que yo me dí en la atmosfera después que separé
el día de la noche...

Me gustaría que me llamaras Molino,
porque yo soy quien muelo la tormenta,
dosifico la fuerza y la violencia
para que existas y consumas
lo que hay sobre la Tierra.

¡Ay! amado, hijo de Ki,
no menosprecies el Viento
porque es padre de la Luna / Sin,
guardián de las fertilidades,
generador de sabias aguas de Enki
y el primero que te amó soy
y quien te hizo promesa de abundancia
sobre los predios de Ninhursag
si alguna vez te vio destruirte...

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