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Cuando Carl von Linné murió en 1783, Sara, su
mujer, intuyó la feliz venganza a las puertas. Se alegró por la oportunidad de
deshacerse, al fin, de miles de cajas de gusanos. Dudaba de lo que Carlos Lineo
le decía. El prefería que le llamaran Carlitos Lineo (por Carl Linnaeus), ella lo redujo a un oficio despreciable: ‘el coleccionista de
gorgojos y alimentador de gusanos’.
”Mujer, mujer, ésto que menosprecias es tan valioso que se le puede vender a los bancos”.
”Mujer, mujer, ésto que menosprecias es tan valioso que se le puede vender a los bancos”.
Visionario, a su modo, suponía que sus sagradas
colecciones son la manifestación biológica del Sistema de la Naturaleza. En las
colecciones se incluían 14, 000 plantas sembraditas en sus macetas, 3,198
insectos, con sus respectivos nidos y gorgojos asociados, 1,564 conchas,
caracoles y embelequerías, si sumamos 3,000 cartas con otros locos por las
aventuras científicas o las herejías como y 1,600 libros, que ni hay espacio
para tenerlos ni esperanza de que nadie los lea. Alguien, fuera de la familia,
se los saco de la casa después del sepelio de Carlos. Un jovenzuelo, estudiante
de medicina, compro todo el paquete y fundo lo que es hoy la Sociedad Linneus
de Londres.
La Viuda Dona Sara sigue creyendo,
religiosamente, que tuvo la mala pata de casarse con un hombre excéntrico que,
desde los albores de su matrimonio, habría pesado que ella fue poca cosa una
hembra simiesca porque le hizo poco caso. Una celebridad como Jean-Jacques Rousseau,
el filosofo franco-suizo, le envió un carta que lo saluda ‘no hay un hombre mas
valioso que el’, bah… pero el no lo conocía en la intimidad, en la cotidiana
jodiendo de los días como ella. “Siempre hiede a gusano, a bosque, a lodo de
aguas estancadas” y lo mismo le ha comentado a la secretaria de Johann Wolfgang
von Goethe. “Con la excepción de Shakespeare y Espinoza, ningún otro ser
viviente me ha influido tan positivamente”. Pues suerte que tiene Goethe y
Augusto Strindberg, quienes saludan al Príncipe de los Botánicos, con palabras
de maravilla, “Plinio del Norte”,
segundo-Adam, el ‘único que no es un Príapo faludo y con rabo de simio, en esta
Humanidad en que se ha perdido la cola… La Viuda no se come esos cuentos. En la
casa no quiere ateos, ni libros ni mas tiestos con plantas, que traigan
cucarachas y moscas.
Sea católico o protestante, el que da misa en la
Iglesia y cuida a los feligreses a la casa de ella no va ni permite que vayan
los cristianos. Han creado un cerco de silencio que la aísla. La Viuda de Christopher Tärnström, al que llamaron el
primer discípulo / apóstol de las creencias de Lineo, la odia cuando Sara no tiene
otra culpa que haber sido esposa del botánico. “El dejo a mis hijos sin padre;
manda a gente buena a que le busque muestras de plantas y gorgojos a las islas
lejanas, donde enferman con fiebres tropicales, o venenos surtidos por mordidas
de serpientes o abejorros extraños… Mira lo que hizo con mi esposo, muerto por especímenes,
en la Isla de Cô Sơn; mira lo que seis de sus apóstoles
sufren desde que es rector de la Universidad de Uppsala y entrega becas y financia
expediciones para el Sistema Académico Linnaeus
que a el da prestigio internacional, a nosotras, viudas y parentelas, pérdida, tragedia
y orfandad… Ellos, si regresan, traen nuevas plantas, animalejos, rocas,
conchas, para ser clasificadas; ellos, a la enfermedad, a la anonimia, a la muerte…”
No sabe la gente que las oye, cual es mas amarga, si la Vida Sara o Tärnström, la Viuda. Le importa un bledo a
los dos si fueron las esposas de los que han descrito de manera pionera la
Bio-Diversidad, de aquellos formuladores que aprendieron (o desaprendieron) a
clasificar lo vivo y darle sus nomenclaturas. No quieren otra cosa que las regalías
de la Flora Lapponica, que inaugural la literatura
del Género Botánico. No quieren que nadie / de los pretendidos
sabios de Uppsala venga a este sepelio, o hable delante de la tumba de Carlos.
No lo conocieron como es, no llegaron cuando estuvo paralitico y con ciática,
no podía utilizar ni la mano derecha, con la que se limpiaba el ano y comía.
Mas Dona Sara estaba allí, viendole echar elogios a los artículos que escribió el
mismo y ya no se recuerda de su autoría. No quiere que se le nombre como Carl von Linné.
Ahora se ha
latinazado y Haeckel, otro de los sabios amigos, arguye que con Linneus
precisamente es que comienza la Academia científica a preguntar sobre el origen
humano y su anthropomorpha. Es el
primero que lo clasifica y le dice primate simiesco, mono de mierda, ‘homo
caudatus’, poseedor de cola y fue en la primera edición de Systema Naturae.
Sin embargo, concluye el cura que, a duras penas, ha venido a dar las
Unciones Extremas: “Separado de Dios por las vanidades de sus propias
explicaciones, describe un origen de si mismo o la nueva especie humana
pecadora a tenor con lo que dijeron los nativos rencorosos que quieren asustar
a los colonos cándidos europeos para que no se establezcan en sus pueblos. Y
eso es lo que dice, nuestro pobre hermano Carlos: exagerados cuentos en torno a
cuatro razas, o criaturas de las leyendas: raza del Fénix, Dragones, Criptidos,
Trogloditas y Sátiros, paradojas de lo no existente, metáforas que inspira lo
humano in abstracto… Aun lo sabios
navegantes de la Compañía Suiza de las Indias Orientales declara comio falacia
la existencia de los sátiros peludos. No hay tal cosa como las hidras ni categorías
tan simples como Europæus albus o Americanus rubescens, blanco o rojo, no
son términos que clasifiquen a nadie ni con rigor social ni orgánico. Que es tal cosa como Asiaticus fuscus / de tono luridus
o Africanus
niger: teorías tan necias como aquellas de los Cuatro Temperamentos de la Antigüedad
Clásica… Linnaeus ha
desperdiciado su tiemplo. Entiendo la queja de la Buena viuda Sara, sola porque él se va a la India
en aras de hallar los Trogloditas de
Bonti, o el Lucifer de Aldrovandi, un
pigmeo o un sátiro, que no son otras cosa que criaturas selváticas de Dios, tal
vez menos deformadas en sus almas que nosotros mismos…”
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