JOAQUIN
Y LOS ADULADORES
A J. María Machado de Assís (1839-1908)
Tartamudo, epiléptico, tímido y frágil, hoy atacado de cáncer, es hasta viudo. Su madre, lavandera, fue quien lo cuidara en sus peores etapas. Su padre, pintor mulato. El Mono de Livramento. El los describe y se incluye. Joaquín María deja a un lado las lastimas y las bonituras; ahora es Emilio Zolá quien lo obsede y se resabio schopenhaueriano que no lo abandona. Con Zolá se exalta al maldecir La Codicia. Elabora sus escritos en torno a los más humildes provincianos, toca el tema de sus locuras y su sociología y evita la distancia de cada personaje, esto es, que se pierdan en una objetividad tan fría que no pueda tocarlos. Han dicho que Joaquín abunda en personajes que se parecen a él,
Enfebrecido por un tumor maligno, ahora batalla heroicamente mientras cumple la tarea de borrar unas líneas de literatura contenidas en varios de sus textos. Se preocupa demasiado por este, Quasi Ministro. El mismo trabajo en la secretaría de Agricultura y, claro está, sin dejar El Diario Oficial, El se vio rodeado, como su personaje, de aduladores y parásitos sociales, en peculiar circunstancia. Su oficina se hizo foro y se le considero candidato o aspirante cercano a ocupar una cartera de Ministro, por lo que ya no le juzgan con tachas, Es todo un señorazo y colmo de los meritos, Lo obsequian, pero ya mañana habrá tiempo de cobrarse y que sea él quien recompense. “Para eso, memoria de los amigos y viejos compañeros de trabajo”. Joaquín sabe que adular es cruel para el adulado. Se lo dijo una madrastra que dio continuidad a consejos sobre las realidades intrincadas que han de vivirse en su futuro.
Este cuasi ministro es una burbuja y por codicia la engordan, soplándola; pero dejarán que se desinfle mañana y lo abandonarán porque, si no es electo, de my poco sirve. En instante fue que recordó a la madrastra y halló la frase. “Al cuasi funcionario, han de soplarlo hoy, para que se agigante y mañana dejarán que se desinfle como una burbuja de jabón que no inspira codicia”.
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FRAY SERVANDO Y EL ARTE DE LA HUYILANGA
A Servando Teresa de Mier (1763-1827)
ebería escribir a favor de insurgentes potenciales de Anáhuac, como se le aconseja, no una historia del nacimiento de la Nueva España. Con sus credenciales de reo peligroso, que escriba sobre las artimañas del Buen Fugitivo, unas artes para escapar de cautiverios. Ninguno tan bueno como él en tales actividades. Y mencionan, como ejemplos que vienen al dedillo, su escapada del Monasterio de Caldas (Santander) con la que se burlaba de una condena de diez anos dictada por el Arzobispo Alonso Núñez de Haro. Huyó de Salamanca y fue reaprehendido en Burgos. Refugiado en Bayona, pasó por Roma. En España se le prendió otra vez y escapó. Estuvo en Portugal, en Londres y después, otra vez en España, donde fue capturado por franceses en la batalla de Belchite. Entonces, huyó, Pasó de nuevo a Londres después de enterarse que el Cura Hidalgo se rebelara en México en 1811.
Allá fue encarcelado en calabozos del Santo Oficio, se refugió tras la huida para escribir su Historia de Anáhuac. En su traslado hacia España, pasó momentáneamente a La Habana y, en el trasbordo, escapó hacia los Estados Unidos y, en Filadelfia, fue que aprendió a perfeccionar sus ardides para servir a la independencia de México. En 1822, Servando trabaja por un Nuevo Orden Social y es diputado por México en el Congreso Constituyente por desacuerdos con el putativo Imperio de Iturbide. En el ínterin, cayó preso y, por gestión de Guadalupe Victoria, se le protege. No se olvidan que es fraile, como lo fuera Hidalgo. Y este, Fray Servando Teresa, es perseverante, recursivo y Guadalupe lo aconseja, porque esta admirado: “Escríbenos un Manuel de Fugas. Nos hace falta para la revolución de hoy y del mañana”.
Y el sacerdote sonríe, no se da cuenta que le están hablando en serio. Se siente humilde aunque sus expedientes de proscrito datan de alegadas “prédicas impías” que hizo en el Santuario de la Virgen de Guadalupe en 1794. Por hacerlas le privaron de su título de Doctor en Teología y del ejercicio de cátedra. Lo recluyeron en el Convento de San Pablo en Burgos y, por alegado milagro reaparecida en Tepeyac, pidió que lo mandaran a Madrid, no a Salamanca. Oró de este modo: “En Madrid, tengo amigos, Virgencita, que saben cómo se han de librar mis cojones de las picanas”.
“Has estado toda la vida huyendo, Fray Servando, y no veo otro delito que querer que la verdad sea dicha y la libertad servida y respetada por todos los hombres y pueblos”, lo persuadía Victoria. “Falta un Manual de Fugas, sea o no escrito, por un varón secular que se llama Teresa como una monja descalza; pero que no se oculta con sotana ni habito ni dogmas”.
Le conto que un vicario en Paris le confió una parroquia y, por no hablar lenguaje pio, en la lengua francesa, solo citaba discursos de los que escucharon los presos en las Tullerías. “Son los presos de las cárceles de Paris los mejores maestros para ese libro de guías audaces a las escapadas; yo, un aprendiz y el menos sabio”.
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TUPAC AMARU, 1582
… al Padre Blas Varela y Fray José de Acosta (1539-1600)
¿Será inocente?
Como don Cristóbal no baja la vista, la tarde del luto preanuncia la respuesta. Una mirada escrutadora, rumores de diálogo trunco y despedidas, pesan en el hombro o la nuca de los dos. Ha sido difícil que se observen uno al otro, aun deseándolo. Túpac Amaru demandó la atención uno del otro para atenuar la malicia y la angustia. Examinaría si los ojos del enviado del Virrey en Toledo se apañaron con complicidad en este ultraje. O el mal augurio. Traiciones.
“¿Será inocente?”, pregunta el indio a su lado. Odia a los invasores que abundan en su pueblo, con interrogantes y temarios que no entienden, con mandatos que no obedecen pues no son queridos. Establecen tributos de codicia que los ofende y humilla. Este visitante del Cuzco es el único andaluz por quien se tuvo cierta curiosidad desde la primera vez que se le viera.
Lo llaman Cristóbal el Cuzqueño. Es tan distinto a la mayoría de los invasores. Quemado por el sol hasta parece mestizo. Tiene, sin embargo, los ojos azules, cristalinos. Por eso no lo toman como uno de los incas, a el que ha dominado la lengua quechua, su trato es paciente y sabe sobre los indios muchísimos secretos.
La tarde es plomiza y de luto, preanuncia emociones intensas. Túpac Amaru sufre. Ya lo han herido y humillado, con amarres y grilletes y será ejecutado. La tropa real vigila y ha permitido que Cristóbal de Molina este de espaldas al reo y sirva de testigo, no militar de la ejecución, de cómo se niega tercamente a ser cristiano de arrepentimiento. Molina esta tan triste como Túpac.
A la distancia, los indios velan, se asoman entre arbustos. Son esencialmente ancianos, mujeres de la tribu y niños. Gente que no desea ver vista con lágrimas en el momento en que el cuerpo sea una estructura de brasa viviente, volviéndose al Inti. Los más jóvenes se entrenan para la guerra contra el invasor en lugares solitarios y estratégicos.
“¿Será inocente?”, inquiere en silencio. Su mirada es una queja que no alcanza el diálogo. El inca es uno de muchos que se niega a ser cristianizado y Cristóbal no recibe su mirada que lo adivina a sus espaldas, sin que pueda mudarse. Si pudiera decirle, con un grito que se escuche, ‘Túpac, mi hermano: Dios te autoriza, como yo, a que no reces. No invoques a Dios en vano’, pero no se atreve, o no puede, Este andaluz que en la Fiesta de Capac Rayni, misma en que se inicia a los valientes en la nobleza del servicio guerrero y por su propio país, es un sabedor de secretos, pero no aprendió a impugnar a los suyos, rompiendo complicidades no solo con el pensamiento.
Es día de acción y no sabe si puede o no puede. Ha visto ya ocho templos de Cuzco demolidos por los invasores y estos actos de captura y sangre se han multiplicado desde entonces. “¿Para qué sirven las palabras y los vocabularios del quechua que he aprendido, si no tengo una espada, y batallo con ellos?”
Estuvo ahí al lado del condenado. Pudo ser el día crucial y mas intimo entre ellos. El día esperado desde 1551 cuando lo conoció, recién llegado y se impuso la tarea de traducir al quechua la primera doctrina cristiana y, en hacerlo, aprendió de los incas cuáles son sus amores, costumbres, intereses, por que su festejo del Sol, la Situa y la ceremonia de los Buenos Augurios.
“¿Será inocente ante si aquel que no contradiga esta condena?”
Uno que permite que al inca lo condenen a muerte y no reacciona como aquellos iniciados, armados caballeros durante el rito del Baño en la Fuente de Calixpuquio, que hoy también serán ejecutados y pasados por fuego.
Llego la hora. Empujaron al Inca al árbol de suplicios y ha virado la cara para verlo. Cristóbal espera una represión del feroz guerrero, a quien quiso tratar como un amigo.
Y, para su sorpresa, Túpac le sonríe. Quería morir en paz, sin odio, como los valientes; y que estaría pasando por la mente del andaluz, que se echado a tierra, a lloros como las mujeres y niños que están a la distancia, detrás de los arbustos?
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Consejo
a un filósofo y su perro
The meaning 'faultfinder' for Cynic came naturally from the behavior of countless Cynics who in their pursuit of virtue pointed out the flaws in others. Such faultfinding could lead quite naturally to the belief associated with cynics of today that selfishness determines human behavior: Wikipedia
¡No tengas pena! Llámalos cínicos. Más perros son que el pulgoso
animalito (fiel mascota de Diógenes de Sinope y con él, su perro), ellos. Y
Diógenes con él conversó a sus anchas. Opinaron, con ladridos y palabras, sobre
justicia y costumbres, guerras y corrupciones, la esperanza, la noción de
infinito, de pasiones.
El perro parecía que entendía y él más que
el otro, gozaba, meneando la cola y por gozo se orinó contra la pata de una
mesa, allí mismo, al lado de la banca en que comían. A él, filósofo de
enjundia, reintérprete socrático, se le vio erecto el nabo y exageraron, ¡oh
Dios! al decir que se masturba en plena calle para que gente lo vea, no siendo
cierto... No. No fue cierto.
Que no te carguen la mano, filósofo como a
él. Sé tú quien les digas: cínicos, kunikós, perrunos... que no la hagan
cansada ni de tos, si eres honesto. Perros sarnosos, ellos. No el tuyo ni tu
alma.
Si te creen criticón y juzgamundos, poco te importe. Ello son nominalistas, acusadores,
mentirosos; hijos del rasero y las frivolidades, se asustaron cuando dices: ¡Política! La Muerte no es mística.
La Muerte es el asunto cotidiano. El conteo
de masacres y pobrezas.
Los obscenos, sinvergüenzas, ganapanes,
tiemblan cuando oyen esos términos: la muerte cotidiana en el cotidiano y cada
vez más intenso y temible imperialismo. Díles que yo te lo dije: Eres
el optimista más grande de la Tierra por ser un antiimperialista consumado.
El imperialismo va a morir como se muere
todo. El Lobo de Hobbes es precario y criminal en su juicio, mas él murió y se
morirá quien crea que, por siempre, ha de ser el hombre, un lobo para el
hombre. Un perro es más noble que un lobo y el perro muere.
3-9-1999
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