Describir
el proceso formativo del folclor y ayudar a la comprensión del «vecino
bueno» de la patria (la «patria chica» sin la cual no hay identidad
de pueblo ni pueblo-nación, ni patria grande ni objetivo de un Estado per se)
es la intención de este libro sobre Tipos folclóricos,
populares y pintorescos de San Sebastián del Pepino. Aquí se trae una visión inclusiva de comunidad que no es sólo anecdotario
del Solver angustioso de unos pocos individuos o de las clases sociales
de una privilegiación tradicionalizada.
Este mundo circundante («Unwelt»)
al que referimos es más que sicologista y pintoresco. Es el que provee la seguridad existencial al
individuo. A su vez «garantiza el desarrollo de un sentido de vida, por ser el
mundo al cual estamos habituados a vivir en forma estable y rutinaria». No quita
este mundo circundante las posibles situaciones de riesgos, e incertidumbre, en
medio de miserias y desigualdades ni la 'psicologización de lo social' (Lipovetsky),
que adviene con un derrumbe posmoderno.
La
descripción que ofrezco del Tipo Popular, el folclor, la intrahistoria en la
que se da su devenir, con los defectos y virtudes de unos y otros, mientan lo
específico en la formación del hombre / mujer / concretos, además, coinciden en
el momento de pensar sus rasgos y espacios, calificar también a quienes atestiguan y avalan a otros sectores como parte de la ecuación del ser-social.
Este es el momento en que la empatía madura, consciente de la
intrahistoria como el drama más profundo en la comunidad. Drama en cuyo ethos,
anticipación y avance, se gesta la garantía de su trascendencia y convivencia.
Un
sujeto pueblerino en este drama, del más humilde al más alfabeto y sofisticado,
ocupa un espacio emocional y existencial que es el pegamento empático y
cohesivo de la patria. Lo que une colectividades y entreteje a geografía, lugares
y gentes que puede que ya no estén presentes, o sean como fueron, por los
cambios que trae una época y nuevas tecnologías y costumbres. Estas incidencias
son ingredientes que evocan nostalgia y, por tanto, recuerdos.
De
la voluntad y consenso por respetar sus espacios de empatía / lo que se va y
cambia / depende la convivencia de diversos sectores humanos: los tipos
populares en batalla con el Don Nadie, el tipo folclórico que defiende los
antiguos legados del campesino y el pueblerino que le da sus valores, con
sobrevivencia pintoresca, a lo que fue rural y hoy es urbano. Cada uno de los tipos
son diferentes, pero coinciden en salvar un matiz de pueblo, una empresa
armonizadora, su amor colectivo y perpetuarlo dentro de la humedad afectiva de
su pegamento para que no ocurra un enfrentamiento doloroso entre principios,
ideales y proyectos que habían regido la sociedad desde los orígenes de la
modernidad.
Una
lectura heideggeriana de este proceso y del hallarse dentro de ese pegamento
empático-emocional que forma las aldeas y las lealtades, germen de patria, es
el aporte que Carlos López llama suyo. Este hallarse («Befindlichkeit»)
requiere investigación y un historiarse como cualquier otros aspecto de la
evolución del pueblo. Se vale una historia económica, política, deportiva,
musical y de las Bella Artes; pero, en
cuanto a gentes, hay otro tipo de magia y el “hallarse en el ser”, lo más conocido de la vida afectiva, es magia.
Decía
un poeta pepiniano (Ángel Alemán Cardona) que cada tipo pueblerino tiene su
historia y su magia. ¿Es estudiable? Por lo menos, es parte de la memoria
viviente, si bien dijo otra inspirada poeta «que no hay pintor, poeta o sabio /
que dé explicación exacta / de las sublimes bellezas que en ese rincón se
guardan». Un rincón que, como dijera, Doña Gloria González de Mercado, es
Pepino y el hermoso rincón al que alude es un «hermoso panorama que esconde la
Naturaleza» en el Lago Guajataca. Y Don Héctor Detrés Figueroa, por su parte,
entiende el por qué y dónde él pintará las «memorias»,
«de los tiempos ya recorridos», dónde ha de guardar a mujeres y «hombres de
aquella época», dónde al «Pepino de aquellos tiempos / ese (que) no vuelve
jamás».
Sin
embargo, ese hallarse y cosechar lo hallado es de todos. Fue posible y, en ese
sentido, este libro es una serie de homenajes a los más consistentes buscadores.
Uno, como Jerónimo Ramírez, tenía diversos recursos como antólogo de prosa y
poesía para cumplir la tarea. El visualizaba el triple caudal que habría de
depositar el cofre de sus aromas, de Naturaleza y Gente, olores de su pueblo,
hallazgos de empatía, vergel que describió como «ríos, valles y montañas», su
bello Pepino, «¡Príncipe y Sultán a través de las edades!» Y su mejor legado,
su magisterio, su defensa protectora desde sus Estampas del Pepino (1953). El
fue el relevo de Andrés Méndez Liciaga y los hermanos Padró Quiles, así como
Ramón Vargas Pérez tomó similares faenas con una Antología de Poetas Pepinianos
en 1977) y una tarea periodística que data de 1960.
Las
tareas de cuidar las imágenes iconográficas de este Pepino, tanto en vídeo como
en fotografía a color, son parte de los aportes de gente que ama lo nuestro y
descubrió la tecnología de Internet para guardar ese legado. No podría ignorar
a los primeros en hacerlo, historiadores, periodistas, fotógrafos y blogueros, como
el artista gráfico Lionel Valentín Calderón y bitácoras como «Tú sabes si eres
de Pepino si», «Cultura Pepiniana Aquí y Allá», «Casa Pepiniana de la Cultura»,
«Centro Cultural Luis Rodriguez Cabrero», «KoolTourActiva», en fin, son muchos
los portales y documentalistas con talento y quienes pdan relieve al Pepino.
CARLOS LOPEZ DZUR
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