PARECE QUE BUSCA UN ESCONDRIJO
1.
—¡Papá!—, grita frente a mi casa un
mozalbete. No se refiere a mí. Es Bovito, hijo de Don Adolfo, mi vecino
venezolano. Grita desde la calle. como chusma y, clama a la puerta equivocada.
En tan breve lapso y por el trato que le diera el vecindario, al principio fue
esquivo, luego sospechoso y finalmente hostigador. Don Adolfo ha sido igual. Lamenta su condición
de víctima del Caracazo, su embrollo de acomodo y exilio. Supuestamente, está
buscando casa. Y asomó al lugar equivocado, donde su historia humana-social no
interesa porque sus credenciales no son recomendables. En Santa Ana, capital
administrativa del Condado de Orange, se juzga de este modo, a la vez simple y
prejuicioso: Dime con quiénes andas y te diré quién eres.
Acá, donde vivimos, la sicología es
distinta a la de New York y Miami, La Florida, estados ideales a los que pudo
haberse ido y donde se protegen sus causas. Por lo menos, en estos días post-caracazos, lo suyo no interesa. Hay muy
pocos venezolanos. Y los enojos de los supremacistas y el ojo
mediático, se concentran, como siempre, en los mexicanos.
Según explicaciones y asesorías con
que se fundamenta, la suya es una familia, desorientada, en uno que otro
detalle, pero de buen nivel de ingresos. Hay cosas que no las explica, pero son
inferibles. O las conozco por otras fuentes. El no pretende justificarse ante
los vecinos, porque interpreta este sector en particular, en días duros para la
nación, se cierra enfocándose en lo que realmente les conturba. La gran
película fue Kuwait ha sido liberado. Bush ha vencido y la Guerra del Golfo ha dejado
claro quiénes son los amigos. Lo demás no importa:
Ojalá las armas de destrucción masiva hayan sido destruidas y se puede, de
veras, inaugurar en el decenio del ’90: el fin de las ideologías. Si no las ya,
como se quiere, lo que queda por remanente son minúsculas agendas y en tal
contexto: Inmigrar es una carga. La idea de la
Norteamérica / como Tierra de Oportunidad, Libertad y Progreso, para todos ya es una falacia insoportable. Abominables sean las
bienvenidas y, en el Condado de Orange, se la compara con un actor invasor y
terrorismo.
La élite de las ciudades en América de 1950 en adelante no cree el piadoso cuento de invitar al Sueño
Americano / o dar el American Dream compartido desde Ellis Island. Se
promueve, en su defecto, a global supercop guarantor of world peace, refundir hasta la mierda cada izquierda y disidencia que surja, en nombre
de la Paz. Cuando se quiera paz, pídanse a nuestros garroteros
[CIA, Pentágono, etc.] que envíe un con-tingente armado… mas no vengan. Quédense
en sus repúblicas bananeras y viciosas. [De hecho los que vie-nen son tan malagradecidos, que explotan los recursos que se brinda solo a los ciudadanos, a nuestros
patriotas, nuestros veteranos... Sucede que das la mano y te arrancan el brazo,
se quejan como si acá se regalaran los derechos y, al final, el mismo
inmigrante, tendrá que descubrir dolorosamente: American ambi-tions for global hegemony aren’t altruistic
and benevolent, as has been said. Si tal es la crítica y el descubrimiento
final —fine! Eso merecen.
«Es la primera vez que
hago esto», dijo este peje venezolano. Inmigró en 1989. [Primera vez que utilizará dinero que no es
suyo, lo sabe, para entrar al país por una supuesta puerta ancha, traerá dinero
propio, puede que algo. Mas ha quedado su prosperidad en sombras, en marasmo]. Se
alimentó con promesas. Está nervioso por eso. Y lo ha sorprendido el año del golpe fallido y el preludio de una revolución. Chávez es la encarnación de todos sus
odios. El fin de sus ambiciones. El mentís de su tipo de patria. Ya no hay
escape. Quedó atrapado en medio de un proceso y sin gloria.
Ellos / los Boves / iban a llegar a Serrana Heights en Villa Nueva Drive, rumbo hacia el Este de la Ciudad de Orange. Donde, desde Caracas, se le recomendó un par de negocios durante los días de los motines con saldo de 300 muertos. Entre gente del gobierno, previo a Chávez Frías, se eleva la cifra a 3,000 muertos o más. Andu-vieron dando vueltas a la noria, como familia desde 1990. Adolfo y un socio desde un año antes. Fue un juego de soy y no soy. El es otro de los que dice que ser inmigrante es feo. Como ser pordiosero en tierra ajena.
¡Y cómo lastima eso su orgullo!
«Allá debe irse, Don
Adolfo. City of Orange, si lo premian», le comentan. ¿Y por qué? Suponen que busca un escondite y, a lo mejor, una
fachada para su estatus exitoso y tranquilo, que esconde un corazón de alambre
con púas.
Por el sector de Serrana Heights,
hay casas de $780,000 o poco menos de tal costo. Cuesta o promedia su valor
por ahora. No hay casas de alquiler. Para estarse allí cuente con el cascajo.
«Pero si es con dinero de la suspensión del pago de capital a la deuda
extranjera o los acuerdos afirmarse en marzo (para reducir la deuda externa),
amigos en el gobierno y dinero ya tiene para que salden con una billetiza la
mansión y lo que se quera saldar». El consulta un asesor. Sus conversaciones
telefónicas lo torturan a diario. Y lo traicionan aunque el socio no esté que
lo tranquilice.
—Estamos en trámites— dijo Don
Adolfo. Ha puesto en tal ilusión de Serrana Heights casi todo lo que tuvo en su
vida. Vendió propiedades en Venezuela, todo y hasta vendieron las sombras del
miedo. Y si habla mucho, susurra más y parece hombre tan jovial. Lo hace para
acallar fantasmas. Ha oído a uno que otro de los muertos en los motines que le
dicen exactamente lo que hizo: El pasado llevan las cuentas de sus
complicidades con la corrupción con Acción Democrática y sus contubernios con
Carlos Andrés Pérez.
Dinero para quedarse con la casa de
sus sueños de oro americano no lo tenía aun. Estaba al pendiente de cobrar
porque lo suyo es pocos. Y ahora, en esta etapa de su vida, se dio cuenta que
no planificó el futuro de sus hijos. Están todos sin carrera establecida. Han
vivido ostentosamente, sin embargo. Aunque él sea abogado, no pasó de ser un
testaferro y politicastro.
Ahora una enorme frustración fue lo
que le trajo a los predios de mi casa. Don Adolfo y Doña Evelia están
interesados por una propiedad que la vecina cerca, a su vez corredora de bienes
inmuebles, tiene abandonada. Es la inmediatamente contigua a la mía. Es una
casa de madera y bastante, al fondo de predio. No es propiedad fea, da muestra
de crudo abandono. Hoy se ha llenado de telarañas en su interior, pero es
espaciosa. Y sin estructuras podridas. Van diez años que nadie la vive. El problema
es, como digo, su abandono.
Por primera vez, ella se decide a
sacar provecho del inmueble. Cuando vio la propiedad, Don Adolfo sugirió que se
la rentara. La contrataría como almacén para las cosas que traerá de Venezuela,
en lo que resuelve otra compra, su casa permanente.
La primera vez que hable con él y
su esposa solo di los buenas días y me alegró la posibilidad de que mi vecina
rentara su propiedad inservible. Pensé que se quejara menos del costo de vida
en California con nuevos ingresos de renta. Por otra parte, Evelia de Boves
quiere tiempo suficiente y lugar seguro
hasta que llegue su piano de cola y un cargamento de muebles finos para la casa
que proyectan amueblar en Serrana Heights. —Por menos de lo que vi, aquella
hermosa casa de Serrana Heights es la que quiero y me ha vuelto loca. De otro
lugar de Orange, nada y de Santa Ana. un almacén de mudanzas… Yo tengo tres
hijos. Por lo menos, los dos menores que se pongan a estudiar—.
Don Adolfo insistió, a contra gusto
de mi vecina, la rentera, «si la propiedad todavía no esta acicalada para mostrarse, no me saque
ventaja, eh?» en ver el almacén o la casa abandonada. Y les abrió
aunque le produjese espanto. A doña Evelia de Boves el abandono, el polvo las
telarañas estuvo a punto de tirarla de un desmayo.
—«¡Ay, qué le caída a mi mujer!
—¡Esto es una pocilga, mi Dios!— y se
dedicó a enumerar, ahora bien, detalles exquisitos de propieda-des vendidas en
Caracas que daban lustre a las personas que las vivieron. A ellos, sin duda,
que incluía a Bovito, Delia y Carola y sus personas.
Evelia es presuntuosa, mas no
zanganota que no sepa. Ni lo que dice ni lo que hace. Tanto desdén que escupió
mil inuendos sobre la casa y lo que hallaría dentro. Sin ingenuidad,
insistiría. La rentera hasta puso su mala cara. Para ella, tal casa tenía un
valor sentimental. La construyó su padre y creció en ella. Fe en que se le
alquilara, ya no tenía ninguna. La tuvo.
Una vez se fue la pareja, por la
mala impresión final que dejaron los suramericanos en la pocha que les
rentaría. Con orgullo herido, me consultó.
—No entiendo lo que pasó. La
señora de Boves dice que es una pocilga y Don Adolfo me asegura que él si
necesita rentarla y es urgente.
—No es una pocilga. Inclusive
tiene un valor arquitectónico avalado para la el Gobierno de la Ciudad y se
construyó con buenas maderas… Don Adolfo apenas me dio un par de miradas. Lo
intuyo Es embelequero, mentiroso… Usted me presento a él. Le dijo que soy
maestro y hasta filósofo. Fue como hablar a un sordo… Al despedirse de la
rentera. yo me había retirado, pero desde dentro de mi casa, escuché que él.
dijo: ¿Se marchó el filósofo? Me sospecho los
sinsabores que tendrá al hablar conmigo, si me busca la lengua. Si le rentara,
vecina, adviértale que yo soy socialista y bolivariano.
Veremos al y al cabo si es
inquisitivo, pero, si lo es, no más que yo. Supongo que supo que no me engaña.
Es un corrupto, mentiroso, lo sé… Llego con el caracazo. Lo negó como si
trajera algo peor entre manos. Parece que busca un escondrijo…
2.
¿donde tengo la
cabeza?
«Estás
descubriendo aquí tu verdadera CABEZA y tu verdadera identidad... no en la cabeza que te vendieron... tus padres...
los manuales escolares.. y la
universidad elitista que te convirtió en un robot
consumista del sistema capitalista, alucinando que eres libre... y creativo. Estás descubriendo aquí la verdadera
historia que te robaron y lo
único que sabes hacer frente a la VERDAD es huir... o paralizarte... y seguir suicidándote con la manada de
los que hablan tu mismo idioma de
esclavo sin saber que eres esclavo»: VICTOR
FIGUEROA (escritor puertorriqueño)
Ahora mi vecina, ya menos contigua a
mi propiedad, está contenta. Se cumplen diez años que me rentó y vendió una
casa donde la quise. Ubica en una calle de agentes inmobiliarios. Seis vecinos
se dedican al rubro, como su exmarido. Ella es viuda. La alegría suya es que
diez años tomó que vendiera otra casa. Y había perdido la confianza en sus
habilidades. Adquirió el oficio como hobbie para su edad de retiro. Utilizaba
el tiempo libre para la politiquería. Conocía a los políticos del Estado porque
fungía como enlace de prensa de las Mujeres Republicanas. Y de pronto, en medio
de tales bretes, vendía inmuebles.
Le quedaba una propiedad suya. ¡Ah,
como que no quiso salir de ella! Estaba entre su casa y la mía.
Le inquieta mi curiosidad que va pareja a
la falta de candidez. Mis preguntas son preludios que la atemo-rizan. Es la
única mujer que me pide callar como un favor que puedo hacerle, cada vez que
fragua un negocio. Me consulta como un gesto amistoso y después me pide silencio, razón por la que hablamos muy poco.
Lo imprescindible tiene aspectos riesgosos
o especu-lativos. No quiero ser mal vecino, pero una o dos veces [desde, 1980]
visité su casa. No voy a fiestas ni reuniones a las que ella se asumiera como
organizadora o la autoridad representativa del barrio o mi calle.
A veces me asquea la gente. Y se sabe. Dice
el adagio que con la mucha confianza, o intimidad y por abrir mucho la boca es
que entran o nos zumban sobre el rostro las moscas. Tener mi boca cerrada me
consolida la seguridad, me quita a mujeres intrusas de enfrente. Distancía a
personas de mi inevitable entorno. Es porque siendo una aguacatona tan próxima no la soporto. LE puse un remedio a que no llegara ni a cobrar
su renta. Compré la vivienda de mi rumbo. Y lo hice al contado.
Afortunadamente. Tenía el dinero. No lo
hago obvio pues tampoco se trata de ser presuntuosso por anti-pático.
Hay quien sí aprende, me olfatea por haberlo
hecho así, pero comprendo que se especula con una crisis hipotecaria. Sobre
especialidades no se me ataca. palabras. Hice lo correcto aunque soy ignorante
en el tema... / Bueno de mi quehacer es que no doy confiden-cias / ni permito
que crean yo las recibo o las di.
La corredora de Bienes Inmuebles trabajó con
el Gobierno de la Ciudad y expresó este comenario que zahiere: la gente inteligente y
callada me produce miedo. Usted es uno aunque sean tan limpios sus
procedimientos. Pues, mejor. Eso soy para ella: el
profesor que la atemoriza o la cohíbe. Y
ella, para mí, una persona latosa. Que si le conversas o le das confianza no
acaba de irse nunca y cortar su visita y temario. Los agota. No deja nada para
el otro día.
«Es un dulce miedo o respeto /
amistosa cautela / que no la tengo con
todos», me dijo. «Usted es especial».
—Extraño mérito, ser su vecino raro.
—Pero lo es—, suelta sus risillas.
Me llama el cabezoncito, queriendo decir terco. Yo, como Shelton, tengo mi propia teorías de las cabezas
y tendencias que se les asocian. Pero yo soy artista. Dibujo y pinto y, sobre
todo, leo sobre todas las cosas. Me obsede lo bello y lo feo. Teorías de Orden
y Caos.
***
En guerra avisada no muere gente. Me
alegra saberlo. Algo cambió. Antes la enorme casa abando-nada, la casa de su
padre, nos separaba como una barda. Me separaba de su voz, su husmeo, o el
vocinglerío y actividad de lo que sucediera en su casa. Ya no. Ahora ella se acerca a mi balcón más que
antes y metió a Don Adolfo, cabeza de aguacate, adherida a su cuerpo de panzón
y, por cierto, asociado a lo retórico y ruidoso. El tipo de Boves corresponde a
un duende cascarrabias y resentido. Y conste, es alto de estatura. Imponente,
endomorfo infradesarrollado. Mas mi reparo mayor es de tipo moral. Es más
corrupto que tonto. Y de él espero reacciones violentas y exasperadas. Es
preferible no llevarle la contraria.
El se administra de modo extraño. No
veo que trabaje. Y destaca localmente como propietario. Renta por periodos. Pagó
por estar ahí, tan cerca de mi distancia mínima de intercambios de empatía. Y,
dicho en buen puertorriqueño, Don Adolfo me cayó en los cojones. No me gusta
para nada. No sería su amigo ni aunque me pagara por serlo. Que vaya y pague la
mansión de Serrana Heights, donde quiso
mudarse. Que vaya y escandalice en Villa Nueva Drive, rumbo hacia el
Este de la Ciudad de Orange. Que me deje este rinconcito de Santa Ana para mí…
pero, a dos años de llegar y de coqueteos con adquisiciones todo está en
veremos…
Sea como sea, Don Adolfo se quedó
con la pocilga, pues, así tildó su mujer este
predio y caserón al que da limpieza y le restaura, poco a poco, sus viejos esplendores.
En breve, a final de año, decía en 1989, cuando la limpieza quedé terminada,
meterán muebles, el piano de cola y la cama matrimonial que si, por alguna
razón la preservan y guardan, fue que la heredera Don Adolfo como lecho nupcial.
Es una reliquia de la consanguinidad de los Boves. Familia histórica, pero
parentela a la que se asocia por sabe dios cuantas lejanas y confusas
generaciones.
Con radículas asociaciones y el
protagonismo más hueco, diría: —¿Sabes quién fue José Tomás Boves?... Después que Fernando VII retomar el Trono
español, fue Boves quien revolcó el prestigio de Bolívar derrotándolo en la
Batalla de La Puerta. Es cuando lo hizo huir Cartagena y hasta allá se lanzó
como una hiena...
—¿Y?
Me gustaría yo responder al 'y...' provocador con que ella le informa que no
entiende / ni le importa.
—¿Y la Cama de Boves?
—Detestaría una reliquia, mucho más una cama,
donde hayan dormido quien sea el primero o el último de la simiente de esos
puercos—, tuve pensado decirlo, pero me mordí la boca al repensar que no es
casualidad que Don Adolfo lleve el apellido.
Todavía, a esta altura del trato, lo
que siento es una leve repulsión ideológica. [Seguro que no es de los míos]
pero la suya se siente peor. Cree que no merezco nada de la vida, que todo se
me ha regalado. Que solo soy un tipo con suerte. No me conoce y a su rentera le
secretea estas cosas. El día que le sorprendí en tal tipo de hablas me dio
coraje y me dispuse a esquívalo también. Y puede que si lo digo mi vecina, que
les oí en comadreo, ella lo suelte. Dirá que yo lo invente.
Sucedió que cuando comenzaron las
tareas en el patio lateral, casi pegado a mis balcones, escuché a Don Adolfo,
abogado en su país defender la nostalgia de propiedades vendidas. Hablaria sobre
la cama pesada, «la auténtica del prócer, caído en la Batalla de Urica», en diciembre de 1814. Fingí que no escuché ni pizca. Pero él llevaba una
conversación confirmadora con los empleados que trajo consigo y la rentera.
Discursaba. Daba datos que lo pintaba de
cuerpo entero. Me alejé. Entré a mis predios.
Quise buscar entre mis libros un
retrato del sujeto del que es triste descendiente, según presume.
Sin duda, se refirió al mismo José
Tomás del quien los bolivarianos hablaron con lamento, por traidor, pero murió.
En el hoyo está y en el retollo una historia de sus proezas antipatrióticas. El
rey envió al mejor de sus generales y lo más granado de sus ejércitos, Don
Pablo Morillo con 10,000 mercenarios.
Ocuparon a Venezuela. Y con saña represora, las mismas tropas entraron a
Cartagena en diciembre y tomaron a la Nueva Granada. La rindieron. Sumado a
Boves echaban a los cañocales los sueños de libertad de Bolívar.
Lo empujaron. si alguna fortuna
marcara el proceso de su huida, a Jamaica y Haití. En sus derrotas, Bolívar iba
reclutando a quien pudo, incluyendo negros y masa popular, que no había que
pagar como ejército. Gente que creyera en esta etapa del soñar político
continental: la causa de Gran Colombia. —¿Sabes quién fue José Tomás Boves?—.
No lo sabría yo. Paso. Mejor que Bolívar no hay idea de la que pueda seguro que
sostenga. Él es quien da la certidumbre. Simón el Libertador Glorioso sí trató
directamente con traidores, o con gente que escondió la verdadera historia e
hicieron que sucesivas generaciones huyeran de la verdad.
No puedo contestar, sino quedar o
paralizado, ante Don Adolfo. Fue curioso cuando describió la cama. Imaginé que
se trataba de su ataúd. O si fuera la cama,
una en la que se tendió a suicidarse con los suyos junto con la manada
de los habladores de un idioma de esclavos, «sin saber que los son».
Me lo imagino, con un prototipo más
viejo que sus 60 años. Es como un cadáver que, desde Cartagena, se trajo a
Caracas y sigue vigente aunque pasan los siglos y se muda tras fronteras. Mira
dónde se filtro finalmente para participar de un botín. El Fiscal de la Nación
Ramón Escobar Salom pidió a la Corte Suprema que enjuicie al Presidente Pérez.
El Congreso de la República aprobó su separación definitiva del cargo. Es un
ladrón. El Senado, por unanimidad, lo dijo. Van a desaparecer los $17 millones
y el expresidente Rafael Caldera a inhibirse y como la Unión Democrática, a no
hacer nada, callarse, aplaudirlo en complicidad porque es Pérez es mas zorro
que los zorros y supo hacerla.
No hay confianza pública que pegue
al país. Lo desmadraron.
***
Otra vez lo vi despedirse. Es la
segunda vez que me ignora.
—Don Adolfo me dijo que tiene una
familia adorable—, me comenta la rentera y propietaria.
—¿Aquí mudará a tal familia una vez
limpie el canto?—, le pregunté.
—La verdad, no sé. Alquilé y lo veo
afanado, me llama. Hasta puso un servicio de exterminación de ratas y
sabandijas. Va a pintar por dentro y fuera. Es serio con este trámite y me
gusta cuando me paga por anticipado.
—Se creyó el cuento de la pocilga—,
dije con risa burlona. —¿No le dije que lo que necesitaría la vivienda es par
de barridas y lavarse las ventanas? Si rentó y paga por la limpieza, le urge.
—Mientras menos vecinos, mejor.
—Eso me gustaría. No quiero oírlos pedos de
ningún comemierda desde mi ventana.
Ella se echa a reír,
—¡Déjate de malos agüeros! Yo
necesito money, money! Lo que me importa es ya me pagó
por anticipado la renta de seis meses. Es gente con dinero.
—¿Y no le importa el tipo de gente que
sea?
—Después que no sea un narco...
—Que tenga el pago de la renta a
tiempo...
Cada año paga su contrato. Repara.
Viaja y nadie sabe donde se mete. En 1995, a principios de febrero, dijo que
viajo a solicitud de una Junta de Emergencia Financiera, ayudo a crear un grupo
de inversionistas privados. JEF tomo
control de 3 bancos.
La rentera y su compinche mayor, un
Ministro luterano que vive al lado opuesto de la calle, secretean. Creen que el
venezolano será importante en sus vidas motivados por un mantra poderoso: money, money!
—La guerra del Golfo fue dura para la economía de los más pobres, pequeños
empresarios y waanabes. Nadie quiere comprar casa ni rentar apartamentos. Los
banqueros no prestan a todos.
—Rafael Caldera se está volviendo
loco—, dijo Doña Elvira una vez que vino a echar el ojo a la pocilga.
—¿Su esposo?
—No, señora. El Presidente de Venezuela. De mi país.
—No lo había oído
mentar. Aquí lo que se lee y se comenta es de México, México y México y los
carteles de narcos… ¡Qué pena! Es mejor ni leer porque nada bueno dice. La
prensa nos hace daño y da mala imagen…
***
No es código que descifro para que
nadie sepa; pero yo tengo una teoría de las cabezas. La visualizo aso-ciadas a
una etiología. Las formas cabezudas explican sin palabras. Dan mensajes y
expectativas. Configuran dise-ños tácitos de comportamiento. Las cabezas su
rentera y don Simón son similares.
A
ellos he mirado detenidamente. Don Adolfo es un aguacate con la punta hacia
arriba. Una pepita de caca en el centro, Ella,
una pera / con la punta hacia abajo. La dueña del almacén rentado son un dúo de
despis-tadas. Nadie podrá convencer a la American Republican lady / cara de pera / que tiene que
tener un mínimo de cultura general y, que si en lo que se llama patio trasero
del Imperio [Centro y Suramérica], hay intereses nortea-mericanos, se vale
recordar el nombre de sus presiden-tes.
—Me dijo mi esposo y esto para que
vea quien es Rafael Caldera, mi presidente, y el por qué lo tienen afligido,
con problemas, que en Caracas se reunieron veintiún países. Una Convención
Interamericana contra la Corrupción…
—¿Y?
—¿No ha sabido usted? Frenar el
saqueo de los fondos públicos es el problema mayor de América latina… y en
Caracas se está haciendo un acuerdo para que cada país se comprometa y colabore
en la perse-cución y de los corruptos, así como para recuperar los bienes o
dinero lo que se roban…
—¿Y? Eso es muy lindo, pero no es
verdad. Esos son utopías...
—Me parece usted tan incrédula,
mujer de poca fe.
—¿Y? Le diré en lo que creo. En que
el señor Boves no me vaya a fallar, porque él utiliza mi propiedad. La paga.
Mas no acaba de traer lo que tiene guardado en Maracaibo y eso es una
incertidumbre que tengo… ¿hasta cuándo vamos a durar así, con este trato? …Voy tener
que subir un poquito la renta… dígale cuando hable con él… yo sé que él paga…
pero me interesa que me lo diga.
***
Por la forma de su cabeza, la enorme
papada y corpulencia de Don Adolfo se dibuja una exuberancia desagradable. Ella
tiene en su beneficio su espacio de gravedad. El mayor peso de su cabeza va a
tierra, no a su nuca. Reposa dotándola de mayor flexibilidad giratoria. Tiene
la cabecita inquieta, nerviosa. El cuello de cisne une su obesidad con una masa
pálida que figura un paragua abierto. Ella es más leve y flota.
Este tipo de gente se obsesiona con
caídas. Caer es un verbo al que le saben las mínimas consecuencias. Son
iguales. Cabezas grandes con detalles de aguacates y peras. El varón, al caer,
produce un ruidito como si tuviera una pepa dentro, no necesariamente un
cerebro funcional.
Como son hijos de los temores, en lo poco
que enfáticamente se compadecen unos a otros es en contarse las caídas que más
vergüenza le han producido, desde un resbalón, a un altibajo financiero, desde
un divorcio o una traición tumbara y que masacra su orgullo. A los temblores y
sismos los describen minu-ciosamente. Son su obsesión más vistosa. En 1967,
Caracas se estremeció con un fuerte
temblor. Fue a casi dos años de haberse casado con Evelia. Sintió que
ella era un paragua negro que descendía veloz y pesa-damente de los cielos.
Negro porque le halló en la cama esa noche y el remezones y gritos de su mujer
lo fueron sacando lentamente de la oscura placidez del sueño. El profundo
letargo.
El, recién cansado, nunca atestiguó
un ataque de histeria y pánico como el que su mujer experimentó; pero la «cama
de Boves» y sábanas y cobertores proveyó al fina la anhelada seguridad.
Balbuceaba, según despertaba: No temas. Estás cayendo en colcha blanda, en mullida cama. Eres, como la
nena que esperas, perita en dulce de guayaba... no temas, gordita. Boves te
cuidará y caes como pluma a su nido.
Es la magia del histórico pariente lo hizo
la caída al despertar menos desesperante. —¡Cónchale, está tem-blado! ¡Adolfo,
Adolfo!— Y la convencería de callarse, con razones históricas. Aún teológicas y
políticas: Este es el segundo caracazo. Vamos a creer en el cambio, en la
capacidad de adaptarnos. Más poderoso fue el Terremoto en tiempos de la Corona
Española, impactó el país entero... pero, como dijera el Arzobispo Narciso Coll
y Prat, sus remezones serán duro con la Oposición Republicana, tendrá un mayor
número de muertos y heridos, vendrá con daños a sus propiedades, como divino
castigo, decreto de ira de Dios que los republicanos merecen y que confirma (en
el día del 26 de marzo de 1812) profecías contra quienes quebrantan la paz en
ciudades endurecidas como las antiguas de Babilonia, Jerusalén... porque Dios
no quiere la Repú-blica...
Poco a poco, Boves haría que Evelia dejara
de gritar, callara y la envolvía en vaivenes de tranquilidad con su voz que
tenía virtud hipnótica de salmo y profecía. Cuando acabó de despertar, ella se
le había encimado, barriga con barriga. Y él comenzó a frotarse porque el nene despertó y no era el boberto de hoy:
—Es un meneíto sabroso, Evelia. El mundo no
se va acabar. Imagínate que es nuestra primogénita que te da sus pataditas. Ponla
ternura a este pensamiento. Dulces pataditas de tu hija para mamá. Dios está
con nosotros, recién casado—. De hecho Don Adolfo estaba más cachondo que
aternurado.
—Gritar así hará daño a la bebita—.
Tomó la excusa para quitarse a la hembra de encima y su reacción, echada ella a
su costado, fue audaz. Como dormía en pantaletas, él la bayoneteó. Se acordó
que los polvos calman a las histéricas y hasta los mismos Guardias Republicanos
cuando tembló en Caracas en 1810 ata-caron en se secreto ciudades que habían
quitado a la Corona y monarquistas mantuanos.
—Imagina que la tierra aparentemente se
estremece. Pero ahora es placer que viene o se mece como una cuna. Es nuestra
hija. Te envía el cariño que ya siente por nosotros desde el útero...
Fue santo remedio. Con el orgasmo,
reconquistó la calma. Y, desde entonces, Adolfo Boves cree que detie-ne los
torbellinos con palabras. Que induce a creer. Que ha de ser un buen político,
tras el caracazo del 27 de febrero de 1989. Se atreve a opinar sobre todo lo
que haya sucedido en Venezuela y, recuerda y discursa lo que, en 1963, se diera
por noticia o escándalo. La posibilidad de un magnicidio presidencial.
Se hizo agorero durante la década.
—Una invasión castro-comunista está
a las puertas. Fue adoptando el lenguaje que, con estímulos económicos, lo elevaron a la clase media
alta. Leyó informes de Comisiones de la OEA para salvaguardar la democracia en
Venezuela. Fue entre los pocos políticos / burócratas de gobierno / que puso su
oratoria a condenar el restablecimiento de la diplomacia entre la URSS y
Venezuela. «Por esta decisión de 1971, ya nos había advertido la Providencia con un
trueno sobre Caracas» [no quiso decir que
Dios envió el temblor en 1967].
Cuando se legalizó el Partido Comunista,
en 1969, cruzó la escena como el impugnador. «Con los que provocan fuete de los cielos», se citaría que dijo, la «Némesis se comportará impiadosa».
Nacionalizado el renglón del petróleo,
Carlos Andrés Pérez lo mandó a llamar.
«Eres uno los que quiero
conmigo».
·
Meses después del temblor, la «niña
de las pataditas», pretexto al que él acudió para pacificar a una mujer
enloquecida, nació saludablemente, por lo menos hermosa. La señal de Carola. En
1970, nació la segunda. Una niña ubicada. En 1975, el monstruo.
3.
EN GUARDIA ANTE
EL ASEDIO
4.
DE SICOPATAS
Antes del arribo y vomitivo que
supuso el soma-totipo de Doña Evelia y Carola Boves, su
hija, me puse en guardia. O superaba mis escrúpulos o dejaba la casa. ¡Qué
ironía! Quien lamentaba las dificultades de acomodarse en vecindario de clase
rica, se internó en La Pocilga. Reunió discreción. Pasó por listo. No hay quien
lo bote. Cayó como Juan a su casa. Es el lo que pensé: hombre de tres culos,
Como quiera que lo tiren, cae sentado. El abogadillo caraqueño me dio mala
espina desde el primer momento. Con el cuento de que solo buscaba alojamiento
para sus muebles, o reliquias, se quedó con una casa antigua. Le lavó la cara,
metió sus tres hijos su mujer y sus muebles. En vano sería decir a la rentera
(quien es una aguacatona patológica, como él) que lo eche de su propiedad. O le suba el pago acordado, ridículamente
bajo.
Un día, por fin, llego la prole.
Ni modo. Ya están todos los que son,
aunque llegarán algunos otros con la misma calaña.
—¡Papá, papá!— fue lo primero que oí.
Bovito que equivocaba la puerta.
Interesante irrupción. Esperada
desde 1992. Se ha materializado.
Y pregunto: ¿Cómo pretendería Don Adolfo
enviar a tal pendejillo a una Academia o Escuela como Chapman University?
Carola es otra de tales especímenes. Cuando llega, siempre a tumbos, pero llega
e irrumpe. Se destaca por maldiciente, y que irrumpe espectacular-mente,
enseñando el trasero. Es triste porque es obesa y el espacio de su ventana en
su recámara daba limitado acceso para quepa por su voluminosidad física.
Veo cómo batalla para meterse al
interior.
Es una crueldad que no justifico;
pero cada persona debe ser dueña de sus estupideces. El padre, quien no le abre
la puerta de entrada, la amenazó. Borracha no llegues a casa porque no vamos a abrirte.
No disfruta el derecho a llegar como
la gente decente, entrar por la puerta principal, no por la ventana. Un padre
debe considerar y garantizar que su primogénita no exhiba sus pataratas ante el
vacío y la calle y cuelgue, con las patas por fuera y el culo a los vientos,
como un torbellino de ridiculeces.
De Ingrid no tengo quejas. Para ser
justo, me produjo satisfacciones. Es la hija que nació en 1970. La que es linda
y mesurada. Es un primor de chamaca y llegó, con la edad de 20 años de
vivencias, o poco menos. Se ve más jovenzuela. Capoteó, por acompañar a su
padre en su viaje exploratorio a California, duros momentos de la política.
En 1988 se fraguó el plan de estadía
de los Boves en Orange. Tenía que ser así. Carlos Andrés Pérez fue acusado de
transferencia ilícita de fondos del gobierno. Depósitos a cuentas privadas en
el extranjero durante el periodo de 1974 a 1979. El año prometía más
malversaciones. La cuenta de Don Adolfo se hubiese abierto si fuese tan
palurdo, indeciso.
¿Qué
va a pasar? Todo lo suyo lo quiere invertir en educar a una loca y a un
imbécil. Y darse vida de rico, como antes, pero acá sin trabajar. El hace
ajustes. El dinero en mano se lo robó el miedo. El miedo fue tuyo, ¡pues a la
pocilga, papá!
De la familia, a Ingrid lamentaría no
verla. Es cierto que soy un observador, sin candidez, que puedo parecer
antipático a primera vista y es la razón por la que evito las fiestas y
convivencias que no externan un propósito concreto y creador. Mas exceptúo
gente. Desde que Ingrid llegó y supe su nexo con Boves, me chocó la
incongruencia. Ella no parece hija de ese hipócrita mañoso, o engañador artero.
Debe sentirse muy orgullo-so de ella, no tiene su pinta.
Hay sí el nexo. Lo infiero porque en los
momentos en que Don Adolfo la tiene en compañía hasta su carácter cambia. En su
familia todos parece perfecto. Se levantan y duermen a tiempo. Cada día, al
influjo de la nena modelo, todo cae en su lugar. Ella es como el centro de
normalidad que ubica a cada quien. Inclusive al papá.
—¿Se fija la belleza que traje a
esta esquina de la ciudad?
—Ingrid adorna la calle. Seguro.
Del mismo agradezco que haya
convertido ese caserón en una vivienda atractiva... Una casa con varios lustros
de falta de pintura y aseo es como una paliza a lo estético. La propietaria
lamenta la erranza y pudo cobrar más al rentar.
—Quedó linda la casa.
—Es
que lo fue siempre. En esto soy distinto a mi señora. Yo veo la belleza interna
de las cosas.
—¿La utilidad?
—Y otras cualidades no tan obvias.
—¿Y usted se fija que, desde que
llegó, es la primera vez que me saluda y somos relativamente 'vecinos' desde
hace un año?— y él hace un gesto confuso. Al final es aprobativo y lo
enmendará.
—¡No faltaba más! Eso se puede
corregir—. Se avalanzó sobre mí. Me abraza fuertemente delante de su hija. Se
ve contento.
Me besó varias veces la cabeza,
apretó efusivamente mi espalda. Ahora de su somatotipo, detecto otras medidas y
características. Tiene altura. Se mueve ágil-mente. El vientre del aguacatón es
engañoso. No porque tenga papada es un barril de tocino.
—Hija, este muchacho es profesor y
tiene un doctorado... Véalo claramente: yo sé más de usted que lo cree.
—Mas yo no le dije ni un ápice sobre
mí...
—Bueno, es la primera vez que
conversamos y me atrevo pedirle un favor, no para mí, sino para mis hijos, que
son o que más quiero en la vida... Estamos buscando un buen colegio para
matricularlos.
Aprovecho para sonreír a Ingrid, tan
hermosa. Vi que me tasaba. En alguna ocasión, con los meses admitirá que soy
atractivo, aunque mi estatura le dejara algo que desear. Queda pendiente que
salgamos.
—Ingrid necesita hacer amigos y que
sean estudiosos. Y yo tengo mi cabeza en muchos planes. Puede que haya
descuidado a mis hijos, o que me haya separado, en lo que forjo un marco de seguridades
en esta nueva tierra, Nunca dejo de
pensar en esto: ¿Para que vine? ¿Por qué me anticipo a la crisis de la que el
caracazo fue el primer destello?
—Interesante.
—¡Mi
nena vivió eso!, ¿verdad, Ingrid? ... se me partió el corazón. ¡Pobre Venezuela!
Quiero que, a sin de compensarle esa amargura, que ella estudie Econo-mía
porque hay crisis en todo el mundo. La globaliza-ción. El pago de las deudas en
mercados neoliberales... Rusia y China
buscando el protagonismo... ¿Lee usted sobre estas cosas, doctor? ¿O en qué es
su expertise? ¿Dónde enviaría a estudiar mi nena, colocándola bien? Ella habla mejor el
inglés que yo...—, inquiere. Sugería que cuando se establezca en Orange que sea
Chapman.
Don Adolfo tenía demasiadas cosas
que consultar, o consejos a lo que yo pudiera
en cierta medida dar luz y en fechas previas, en ocasiones más
oportunas, la desesperación lo indujo a procurarse escondrijos para que yo no
lo hallara.
Tal la impresión que tuve. ¿Qué
teme? ¿Que yo no debo yo saber?
Me lo encontré varias veces durante
el verano en la Biblioteca del Colegio Cumunitario local. Leía periódicos en
español en que yo colaboraba. No levantaba la cabe-za para saludarme, ni aún
cuando yo llamé su atención para que me reconociera.
—¡Señor Boves!— le grité. Fue nula e
ignoradora su reacción. Inferí que se hace el majá muerto.
Por otro lado, me rastreó. Leyó mis
artículos y pidió opiniones a mis colegas. Quizás necesitaba más tiempo para
saber a qué atenerse. Le dijeron que son un pan; pero no todo el mundo me
come. La rentera le dijo: —Su vecino
trabaja los veranos en esa institución pública, donde él dice que ha visto a
Ingrid y, en semestres regulares, se contrata con Chapman University. Sube de
categoría. A él, como usted, les gusta la política y devoran la historia...
sólo, que si se lo digo discre-tamente, él es 'rojito'. Sort of Anti-american liberalist ah, yeah. Pero no es an extremist. Salta de la
cátedra a la marcha y, casi siempre por sacar la cara por los minoritarios. Fue
como los chicanos de Aztlán en los Sesentas...
Desde esas fechas que El Veda parece
anda por aquí.
* * *
Concluyo que la propietaria o viuda de La
Pocilga aprende sobre mí, me olfatea, mas no le doy mayores palabras / o
confidencias. Mantengo el bajo perfil. No obstante, me puso el ojo y asi puede
apuntar con el dedo. Por menos que tener un par de ideas claras sobre la
historia de clases, luchas de resistencia, derechos civiles y distribución
desigual de ingresos, en el Condado de Orange se te cataloga de 'sospechoso'. Y
eso es dinero, favores especiales, en un Estado Policíaco.
Ella estuvo casada con un militarote. Uno
de carrera que, por remordimientos, se quitó la vida. Mas antes hizo todo el daño
que pudo.
Atraviesa mi tranquilidad una sospechosa
coincidencia. Para don Adolfo. como para ella, soy un profesor que atemoriza y
cohíbe. Me detengo a mitad de la explicitación de sus aseveraciones. Cuando
interrumpo el discurso desparpajado que se me comunica, sólo digo:
—No creo que eso sea cierto—, y espero
una reacción. Ellos no la dan. Ahí se corta el diálogo.
No propongo diferencias de opiniones como
asuntos personales, o para separatividad, con la gente que vive cerca de mí. Me
pasó con ella, La Pera. Le habría dicho que su tipo repulsivo me inquieta.
En buen puertorri-queño, se trata de que
Don Adolfo me cayó en los cojones. No me gusta para nada. No podría ser su
amigo. [... mas tampoco vamos a odiarnos. La tolerancia que sea primero]. Que
sea padre de Ingrid no cambia lo que siento. Digo meramente que ella es otra
cosa. Es más honesta. Estudié la circularidad de naranja de su cabeza. Ella
tiene por rostro un agradable óvalo, y su pelo castaño, tan suave, cae sobre
hombros bien torneados.
Carola es una toronja pesada. Caretona.
Cabezona. Me sofoca su peso. La veo tan guandaja y metida en el disfraz de
ballena acomplejada. —No siempre fui tan gorda— se consuela.
—Ningún vestido le queda suficientemente
holgado. Ningún pantalón la favorece— le advirtió Ingrid. No cree que ella le
quiera ayudar. La critica porque la odia. Se siente una víctima. Sietemesina,
nacida como memoria del Temblor de Caracas. Y de los discursos de su padre y el
fantasma de Boves en la historia suele hablar de cortinajes o mosquiteros que
se desprenden del cielo para caer en la tumba de Urica, después de la batalla en que perdió la vida.
Su pelo debe ser del mismo color que el
Ingrid. Ella lo prefiere con tintes amarilllos. Un día la vi, creí que
utilizaba una peluca, con la cabeza en azul y un velo islámico, ¿qué era?
Carola manifiesta su agresividad. Vive en riña con su padre. No sé, por las
veces cuando está mimosa, si lo ama o lo desprecia.
No tengo antipatías manifiestas por ella.
Creo que necesita ayuda sicológica. Me ha vomitado mi barda. Es decir, lo que
tendí en ella. A veces tendía la alfombra de mi sala. La colgó abierta para que
se seque con el sol. Ya nada. La verja
demarca la propiedad y es todo.
De modo que redescubrí el cordel. Alfombra
o ropa que tienda la coloco, a distancia de su ventana, en mi predio. No sea
que, por cercanía, Carola dispara un chorrete de sus esputos. Sucedió una vez,
mas no quise decirlo para avergonzarla a ella y sus padres. Me quedé callado.
Como el primer incidente fue confuso, el segundo ya lo fue menos. —Esto huele a
vómito—, dije a Doña Evelia la segunda vez y se me rompía el corazón porque
puso a Ingrid a lavar la porquería esa mañana. Salí rumbo a Orange, mortificado
y dolido de que fuese Ingrid la asignada con la tarea.
No pude reaccionar antes que yo llegara de
mi trabajo a las 7: 00 de la noche. ¿Por qué no vomita sobre la puerta de su
sala o la ventana de la habitación y envía con tal señal a su enojo o
frustración a su padre? ¿Por qué abrí mi bocota ante a una pera podrida como
ella... La imagino verde, como si me sacara bilis. Después de mi queja cordial,
siendo que Ingrid había comenzada la limpieza y su tendido, la incondicional
iba exculpán-dola... Dio los indicios de su justificación, Lo que, al parecer,
haga su hija tiene su explicación emocional. El exilio, la migración, el cambio
de ciudad, la depresión, todo menos el alcohol y los excesos...
—¿Utiliza drogas?— pregunté a la
madre. Ingrid no quiso ni levantar su cabeza.
—¡No, no! Mi familia es adorable y
de buenas costumbres... Cuando vayamos a Serrana Heights, a la casa que mi
esposo me comprará, esta zozobra acabará... si le pido este favor: no le diga a
la rentera que mi Carolita le arruinó la alfombra, No lo diga a mi esposo...
—Es la segunda vez que ocurre en par
de meses...
—¡Ay, bendita Ingrid! que tapa
faltas y limpia todo...
—La primera vez limpié yo. No dije
nada, sólo que una vez entendiera lo ocurrido no habrá una tercera.
—No se enoje, Doctor. Me causa
angustia.
—No
es menos el asco. No exagero. Sucede otra vez y lamo a la policía...
—No. No. Se lo suplico. Todo puede
llevarse a un arreglo...
—Arreglo sencillo. No deje a la
muchacha a la intemperie. y que se pueda enfermar. Llévela al sicólogo.
—Sí, sí... mire, no tardará una
transferencia ban-caria. ¿Sabe usted? En Caracas, somos gente rica... Adolfito,
administró un renglón petrolero... pero no lo presione con quejas por ahora...
—... si apenas lo veo para saludar
si va y viene, señora...
4. DURGA NOS DA LA PRUEBA DE FUEGO
Estuve a punto de vender mi casa a
diez años de adquirirla. Tan fuerte fue la impresión de ver un sujeto como Don
Adolfo, que plantara bandera en mi
predio. La jactancia de él, el político sin patria y vaporoso elemento de un
país petrolero se me hizo una carga más pesada que su piano de cola. Su familia
y su persona se atoraron en mi gaznate. Su resuello se tendió como ropa sucia
en patio ajeno. Había llegado el momento de su prueba. Y otra prueba para mí.
En mi patio / quedaron indicios de
fantasmas y pro-blemáticas / vómitos que al primer revuelo de la brisa,
surgieron. Y él tenía el derecho como todo el mundo a ocupar una zona en la proximidad.
—EL Lic. Boves vivirá entre
nosotros, como uno más... le daré bienvenido y abriré el foro.
—Sí, que sea.
—Es tradición de la Asociación de Vecinos
que le hagamos el 'invite y el ágape'. Será hoy. Enviamos una invitación para
que usted llame y confirme si va—, me dice el pastor.
—¡Que cosa! Se me dijo que no.
—¿Quién?
Los chismes corren velozmente. Me
doy cuenta que ya supo que el señor Boves no me pasa. Ni es santo de mi
devoción, Que sin apenas tratarnos en torno a mi prenden rayos y centellas.
La
Iglesia Luterana tiene además de una escuela un gran auditorio. ¿Lo ha visitado
usted?
—Sí,
sólo una vez. ¿Recuerda mi conferencia allí?—, contesté.
—¡Ah, sí! Allí como en caso suyo en
1980 cuando compró al corredor. Bien. La idea es que Don Adolfo hable sobre la
noción de cultura y relaciones con la comunidad. Y por lo mismo, que nos saludemos en paz, lo ritual. ¿Vendrá?
—Por supuesto.
—¡La
vieja cosa de shaktismo y durga-puja y no patrocinar su empleo! ¿Todo
eso olvidado?
—
Sí, sí. Sólo una vez temí que sería importante, que no se me hicieran
invitaciones laicas, ya no... Hay uno que bendice ese departamento— le dije.
—En fin, no es una actividad
religiosa. Se lo aseguro...
Es como si se iniciara en un rito a
mi vecino más cercano. Se me invita a oír.
—Voy a pedir a la esposa de Don
Adolfo que toque el piano.
—Será buen detalle.
No
sacó el dedo del renglón. Para evitar conflictos, ya que si en una ocasión me puse en guardia,
no se hablará política. Ni del Muro de Berlín ni el Otoño de las Naciones ni
las nuevas Primaveras...
Por mi parte, no entendía aún el por
qué de la mutua antipatía, con Don Adolfo. Con el Ministro, fue más claro.
Envidia y dinero. Ahora si estoy atento es para dar apoyo a un vecino y sobra
tiempo para com-prender.
¿Qué daño él me haría?
Durante cuatro meses, rehuyéndome, pero ya
se enteró que hay una prueba de fuego que es decisiva para quedarse como
vecino. No soy yo quien decido. Y la situación es nueva. En lugar de tratar de
devolver su trato con daño / ante esos pasados cuatro meses de inquietud, más
propio de mi ética será ayudarlo...
—Le dije ya que usted y yo tuvimos
un roce...
—Un malentendido. Depende de cómo
uno lo tome.
—Como pastor luterano debo dar el
ejemplo. Le dije a Don Adolfo que yo le pedí disculpas
—Las acepté, créame. Me puede
llamarme el profesor de Estudios védicos, si no se acuerda de mi nombre o de
algunos de los 4,000 nombres del panteón de Parvati...
«El veda» como apelativo no ofende pero... de ahí a que... se tergiverse y que se me describa como
discípulo de una Demonia, o cualquiera sea la cosa que signifique con el
término, La Diosa Durga, hermana de Vishnú, es arte del folclor, adoración de
la Tierra Madre. En general, se denominan la durga los aspectos
violentos de Parvati. Diosa de bronce, inacesible, pero simboliza
el amor maternal.
No sé cómo una diapostiva sobre la
iconografía de Durga les ofendería. El pastor autorizó. «Sí. Llévala. Comparte
sobre tu viaje a la India. Haz anécdotas. Ilustra con fotografías. El día es
tuyo y para que la comunidad te conozca. Y presenté a Durga. Una personificada
con cabello largo y perfectamente acomodado. Su larga trenza adornada con diversas joyas,
Hablé de la fortuna material. Mi Durga vestía un sari de color rojo. Aún caídos
sus brazos me gustan y me parecen hermosos. Ninguno de sus brazos ofende. Uno
tiene en que abre su mano a la altura del esternón e indicia un gesto
armonizador y personal que invita a llamarla 'Madre' . Con el brazo derecho
sostiene una espada; con el izquierdo, una serpiente... Para simbolizar su
poder, va montada sobre un león, que le sirve de vehículo...
Fui a comprenderla a Bengala durante
festival (el durga-puja o ‘adoración a Durga’). De allá recién llegaba cuando
en octubre compré la casa... Año de 1980. Los estudiantes del Chapman College /
los que en este vecindario viven / me defraudaron y le diré por qué... Acusaban
con el dedo mi presencia. E hicieron suys rumores en boca de la feligresía
luterana. Fueron, en cierto modo, hostiles a varias calles a la redonda,
«alumnos de su Iglesia y casa privada, Ministro».
¡Qué frustrante es un templo que es sede
de chismografía!
—¿Qué sucede aquí?— lo pregunté.
Esto coincidió con los días de mi llegada.
Decidieron no por mí —que se interrumpa la llegada de inmigrantes, que se
avecinden aquí mexicanos o centroamericanos. El vecindario fue conservador, y
temía que se perdiera su mayoría de ancestro anglosajón y nivel profesional.
La demografía de la ciudad se movía
al cambio. Desde el decenio de 1980, con la muerte de Arzobispo Oscar Romero, guerras en Centroamérica, mayor
narco-tráfico en México, se desplazó la inmigración a Santa Ana y el sur del
condado de Orange. Familias con grandes barrigas y papadas se parapetan en
estas calles y rivalizaban con nuevos vecinos. Utilizan sus hijos y el
patrullaje de la Policía para espantar mexicanos, como muralla humana de
hostilidad contra ellos
Recuerdo el Foro de Vecinos, sus
límites, sus bellaquerías y, como todos, tuve mi invitación. Se organizó la
bienvenida del vecindario. Un círculo de
riquillos y ancianos, se alborotó con la idea de que «el profesor compró la casa de esquina». Procedería. que se hiciera lo más expeditamente posible que ingresara a la
comunidad luterana, a un banco de inversiones para evitar que inmigrantes
pobres se filtraran. Me hablaron como a un típico xenófobo, ciudadano
americano, o mexicoamericano nativo, que yo no soporta a los ghettos o barrios.
Antes de vivir ahí, sufrí el estrés
de viajes y mudanzas. Al regresar de India, volví a zonas que conozco,
ambientes universitarios de San Diego, Irvine y Chapman Drive. Me abro a
ambientes nuevos si me tocara. India fue uno. Mas no soy rico. Como cada
inmigrante, mi prioridad es tener empleo. Cuando llegué a Santa Ana, no me
alimenté de prejuicio. Tomé en cuentas opiniones de otras personas y el abrazo
a la diversidad,
Llegué para un año de elecciones,
presidenciales y locales. Sumaría que, por su tipo de actitudes, exclu-yentes y
burguesas de mi vecindario, percibí a gente, muy poco cordial.
Esta fue la que me espetó sus motes.
«Mira a El Veda». Mas recategorizado, «no tiene carro del año». «Está soltero, a lo
mejor es Gay». Encima estudia y enseña doctrinas
de demonios. En Chapman College, ya se listaba en el catálogo que daría un
cursos de Nietzche.
Siempre he estado listo para escuchar lo que
todo el mundo tenga que decir. Manejé bien el cerco del antagonismos que sentí
hasta muy pesado a mi llegada. El liderazgo de la calle endosó las políticas
anti-migratorias del Gobernador Pete Wilson y otros excluí-dores étnicos y
xenófobos de la década estaban en la calle donde vivo y compré casa.
Yo, tuve un arma poderosa: la
escritura comunitaria. El bilingüismo. Y no temo a los tópicos peliagudos. Soy
un librepensador. Lo que ellos en sus grupo simplican como marxista declarado y
shameless
Liberal.
No presumo. Nadie puede que, por mi cara me
conozca, mi pluma sí atrae. Sin titularidad de rango o de activismo en el abanico de organizaciones,
sin consignas ni rencores [que jamás son solución a los problemas], me gané una
confianza. Otros grupos / los no organi-zados y siempre discriminados, me buscan.
Y respondo a lo que les digo y pido positivamente. Les digo: —No me hagan
perder el tiempo—. No me juzgan ni me envidian. Conmigo no vale la pena que lo
hagan. A los adversarios lo ignoro.
* * *
Ah, sí recuerdo el asunto de El Veda por
darme algún nombre que no sea el profesor X o El Doctor fulano de tal, el que
vive en la esquina, es porque ya evito creer en las cosas negativas que me
dicen. Me disculpo cuando es necesario y
no me molesta el éxito de otras personas. Festejo a quien se lo merece. Eso me
da madurez. Crea amistades sinceras. Me jode que alguien diga que yo le infundo
miedo y que siendo, aún joven, soy seriote. O hablo mucho de la validez de los
sentimientos ajenos.
—Ser humano responsable y honesto no
es cáscara de coco—, dije a Ingrid. Creo que es a la única muchacha que
autoricé a que me moteje — como el Veda o uno entre los hijos de Durga. A veces
suelta la travesura de nombrarme de ese modo. Hoy fue un día en que el
vecindario se levantó con ganas de decirme así. La vieja ironía del pastor
luterano y sus hijos me provoca, me recuerda Durga en mi vida. Soy yo quien la transmutara a tal grado que ya no es insulto, sino una
pequita más en la vida moteado de nuestros anecdotarios. Durga más bien les
dejó a otros de ser una evocación demoníaca. O una encarnación de Kali, diosa
negra o de bronce. Mas Durga es Kali y, por cierto, como en El Rig Vedá, el mismo poder divino femenino de Mahimata que signifi-ca
literalmente ‘madre tierra’.
Así es que Ingrid la evocaría.
No
obstante, cuando me atreví a evocarla en el Foro de una iglesia luterana,
impregnaron los recuerdos de la fiesta —del durga-puja o ‘adoración a Durga’.
Se festeja durante el mes de Aswin (a mi
regreso de India). Estaba promoviéndose localmente la proximidad de la Noche de
Brujas. Halloween y, como un preludio trágico, anunciaron en las noticias
locales que la policía hizo un hallazgo: dos niños vecinos de la zona habían
sido atacados por serpientes en un rito demoníaco.
—No
se habló de otra cosa...
—...
si no del escalofriante hallazgo: los niños descuartizados...
—¿Y quién es responsable?
—¿Por qué buscar chivos expiatorios
en sectores humildes la Ciudad?
—¿Por qué en Santa Ana?
En la fecha, aunque este incidente
de los dos niños anglosajones asesinados había ocurrido a significativa
distancia de la propiedad de la Rentera Recelosa,
se propuso que su propiedad se investigara, o que toda propiedad cerrada o no
inspeccionada se listara para el escrutinio de las Oficinas Federales.
Flotaron en mi cabeza leyendas populares
de Bengala. Durga tiene un enemigo que debe derrotar, derrotar al que se llama Mahishasura.
—Voy a hablarles como nuevo vecino.
Como un ciudadano pacifista, que odia las guerras agresoras, tanto como las
imjusticias vecina;es. Como persona que ya está entre ustedes, sintonizo los
canales locales, leo en torno a su cobertura de unos infanticidios.
La aberrante sucesión de noticias
sobre dos niños asesinados de un modo salvaje... y lo que me molesta es que
lejos de examinarse la escena del crimen, las posibles causas y el por qué hay
tanta secretividad sobre la amistad, parentela y estilo de vida de tales niños,
con desigual alarmismo se especule y se asocie el asunto a pandillas, a zonas
con focos o crecimientos migrato-rios—, posiblemente sin que oyeran esto que
dije para la televisión, yo seguiría siendo invisible para la comunidad
luterana, como hace 10 años, cuando en un voto del Foro de Vecinos notables
alguien dijo. —Le falta carro, muebles, ¿en qué invierte? ¡Debe ser un miserable!
No habría lo que llaman la 'tradición de
invite y ágape'. Es que, como boricua en los EE.UU., no tengo la pinta de
anglo-caucásico; no vieron que estaciono un carro del año, nada de lo mío es
caro ni first class. Ni me asocia a la burguesía
exitosa.
—Lo que tiene es un título.
—¿De qué?
—De poeta.
—De pobre.
—¡Puta! ¡Suerte de mierda!
Se
cotejó, así lo sabe la élite del vecindario, que lo que mejor atesoro son par
de cuadros. Uno es mi Durga y otro, Kali la Madre guerrera.
Varios
vecinos llegaron a casa.
Y
yo que hablaba solo... La ignorancia espiritual es la peor de las
imperfecciones. Es el peor legado para nuestros hijos. Ahora pretendía que
hablaba al jefe luterano, —Estas dos mujeres de los cuadros son las que acuden
a salvarlos de los apegos inferiores.
Vea, Pastor, yo no tengo nada. Ni siquiera tres ojos como mis musas pero
traeré flores de loto para aromar la casa— Caram-ba y me justifica diciendo:
—Si apenas se está mudado.
Con una sonrisa, les despido. —No.
No tengo nada que mudar. Vengo del Nordeste de India. Todo lo deje a gente que
sufre más que yo—.
No requiero completar una mudanza.
Debo comprar, poco a poco, a medida que lo necesite lo nuevo.
— Por de pronto, una sartén...
—¿Es artista / usted / o su esposa?
—Ya no tengo.
—¿Hijos?
—De todo lo hermoso, una y la dejo
volar.
No sin algo de ironía informo que una diosa de
la guerra como Durga / o mi ex-esposa
fue / es capaz de vencer a muchos demonios. Destruir los matrimonios y apegos.
—¡No son momentos de ellos cesar sus
vuelos! Quizás regresen. No sé.
Ahora estoy más dedicado a trabajar
mis devociones por mujeres especiales, como aquellas que «mató a los demonios
que destruyen el equilibrio del mundo».
El Pastor sostiene en pie 6O
decenios de espanto por lo que digo. Es tan mollejón y viejo como Adolfo.
El ministro luterano examina los
cuadros que colgué, con mucha paciencia, subiendo a sillas, reajustando su
altura en lo parejo de la pared y, al fin, lo recolocando subido yo a una
escalerilla.
—Si quiera, Maestro, yo traigo una
tropa de mi gente, mi feligresía para que haga esas tareas de acomodar cosas y
limpiar... aquí y allá. Usted se ve que es artista. Está enamorado de su arte,
cela la icono-grafía, sus temas y habla como un poeta. Es filósofo. ¡Usted vive
en su propio mundo! ¿No es así?
—No. Eso no se puede, aunque se
quiera. Hay que vivir con los pies en la Tierra. Aún Kali la Negra, Durga y
Parvati son madres inmanentes y nos mandan a recoger sus frutos... Y se cosecha
luego de haber sembrado— le explico.
—Ahora si que acomodó la pintura en su lugar exacto.
—Pero no crea que es sobre la vil
pared meramente. Con el corazón es que se afina el trabajo...Vivo de tal modo
que adquirí esta casa. Es para ella. No quiero que quede a la intemperie o en
hambre. Como hay 805 de hambrientos en el mundo.... ¡Ya pagué que mi madre
tenga amparo, casa paga! Ahorré y pagué de tal manera que salde intereses
hipotecarios y gastos, y no echen su vida a la basura. Vivo sabiendo que no
siempre compla-ceré a todo el mundo... Oiga y ¡qué bueno que el Banco no sea
uno que me emplace!—, susurro como ironía. —Espero que usted no sea banquero—. El ríe.
—Usted es, sin duda, una persona
amable y un ser genuino— me dice,
—Mas, la idea engañosa es que se puede hacer a todos felices. No
siempre. Por eso necesito de estas dos hermosuras, potencias, que se ilustran
en las pinturas. Yo las evoco. Los católicos evocan su Virgen. Usted tiene su
Cristo, ¿no?
—Así es. Hermano, si quería decir,
si nada puedo hacer por su amueblado, que el vecindario que le obser-vó a
ratos, tras su llegada sostendría una buena relación con las personas con las
que usted se rodea... lo saludamos y ayudaríamos en lo que necesite usted, o su
esposa si regresa...
—Dicho de ese modo, es muy gentil,
Pastor. Yo prometo no abusar. Diré “no”
cuando alguien intente robar mi tiempo y yo hacérselo perder.
Ví
que se fue. Seguro sin buenas noticias para los notables, Su iglesia, o alguien
asociado, pidió de mí, fingiendo que autoricé un chequeo de mi finanza, ¿Cómo
les quedaría el ojo? Pagué a plenitud el monto de la vivienda... disponible en
mi cuenta: $160 dólares...
Sin embargo, el testimonio de mi
Durga, es fe. En torno a ella, puse mi inquietud. Volver a trabajar fue posible
en cuestión de meses, Durga sacó la cara por mi y, en cada colegio, dejó mi
solicitud de empleo.
Dijo
que soy un muchacho diferente. No soy un jovenzuelo. Mi formación (Ph D)
impresionaba mis empleadores. Al Ministro luterano le dije: —Hasta de su
escuelita primaria necesito ayuda. Quiero volver a enseñar y me queda menos de
un mes de sueldo...
Al fin supo que soy mejor que él en mi
área en partícula y puede ser la suya. Mas no festeja que sea de ese modo. Está
celoso.
—¿Enseñaría dibujo?
—Y religión... y literatura e
historia, cualquier materia, cualquier nivel...
El no puede extasiarse con su Dios
ni identificarse con las Humanidades sin ponerle un precio. Tenía una plaza
disponible e inmediata para que yo enseñara, pero la bloqueó. Me entretuvo
hasta que protesté la cobertura racista del asesinato de los Días de Brujas y
se bloqueó para que la escuela me negara la plaza.
Tres meses después y dos de hambre
doy mis cursos, con mayor paga, a tiempo completo en Chapman.
Durga es demonio que descabeza egos.
A los envidiosos los descabeza en los basurales.
Al Ministro da escalofríos lo que
concierna a mi pintura y a mi presencia periodística. Cree que mis cuadros
magian. Cree que yo sí hablo con deidades, que aduzco a sus aspectos verdad y
sabiduría, Que inter-preto, a través de simbologías, potenciales de la conducta humana.
—¿Son valiosos sus cuadros? ¿Su
doctorado es en Arte Sagrado o Psicología?
—Más valioso es lo que significa el
mensaje de ese arte. Yo solo soy un copista. El copista admirado.
—Ha de ser difícil captar ese
mensaje si no se tiene el enfrenamiento...
—Si se teme al trabajo duro y la
dedicación no hay éxito ni satisfacción. Entonces, el cuadro tiene un precio,
pero no valor.
Dio un giro de vuelta al
ofrecimiento. Le obsede mi humildad o mi terquedad: ¿Recibiría la ayuda de
otros o ya me atrapó el ego? Pedir ayuda
con el fin de apren-der, claro que sí la pido. Deben proponerme los adecuados
desafíos. Yo acepto, Mas no me hagan perder el tiempo.
—¿Qué
necesito con urgencia? Un empleo. No creo que pueda sobrevivir sin cash un mes más.
—¿Habla usted en serio? ¿Y acaba usted
de com-prar la casa, pagándola al centavo? ¿Cómo se fue de vacaciones a la
India? ¿y por meses...?
—Muevo el dinero cuando lo tengo y me
conviene, pero vivo de pintar, o de ser maestro... ¿Hay vacante en su colegio, o me recomendaría
personalmente con alguien o... qué sé yo...
—Con el ratito que hablamos, yo si me muero
por tenerlo como brazo derecho o ayuda en mi iglesia. Insisto, doctor, tenemos
un día en la Comunidad de nuestra calle y, desde el foro, presentamos a una
persona valiosa. No me diga nada más. Cuente que algo le hallaremos... Usted
manifiesta lo que es: una persona desinteresada. Si no necesité ayuda ni cargadores para su mudanza, no
importa. Algo habrá que podemos hacer. ¿Esto fue todo:? ¿Qué le ayudamos a
armar su cama nueva y llevar a su cuarto varias cajas de ropa y cobertores? ¿O
mover y fijar su enorme anaquel para
libros? Así cuente con los vecinos de aquí, hermanos de la Iglesia, a quienes
no tiene que pagarles... Estas son las caridades que nos hermanan todos los
días...
—Bueno, sí lo agradezco.
—Cuando ya se sienta instalado,
ofrezca a mi congregación algo digerible de las cosas con que filosofa. Denos
de su vida... hable como lo hizo hoy sobre dos aspectos de la realidad y ...
cómo nacen uno del otro, cómo es que Durga es Kali, una nacida de la frente de
la otra, y expláyese sobre la necesidad de derrotar la guerra dondequiera que
surja en el planeta y en cada manifestación que la exprese porque ya ni nos camportmos
más terroríficos que los demonios...
Exactamente, por explicitar el tema, en
algún periodo, se me llamó El veda. Zampa demonios. Tal vez había un giro de fe
del Pastor. Fue él quien me dijo: —Sí, acude y habla, lleva fotos, traslada uno
de los cuadros al salón... No lo había pensado hasta my después. El resultado
inmediato fue un desastre.
Traje doctrina de demonios. Resabios de
quien cela del templo de la lavadura cuando era una mera metáfora que se me
autorizó a compartir.
Durga puede que sea la expresión de
violencia que se vive en las calles de Santa Ana, lo mismo que en las calles de
cualquier país del Golfo y ... me duele que, en la Iglesia, donde lo dije
entrara la conmoción negadora. y se recordara que Durga representa el poder
destructor del tiempo. el umbral que cruza el vacío del espacio interior y
exterior. donde crece el larvario del conoci-miento deficiente y la ignorancia,
la verdad y la mentira, el opresor y el oprimido, pero ella es también el poder
y la naturaleza protectora de la maternidad, Una parte de la mujer que durga-puja un llamado de oposición a la guerra.
* * *
A los 36 años de edad, yo sí era
fervoroso adorador de Durga, lo seré y no quise que pasara más tiempo sin que
la experimentar en la Dussara o Durga Puja. Pasé al Nordeste de la India. Le
dediqué unos meses de mi vida. Me di cuenta que ella no se guía por geografía.
Los
años que he vivido en California me han exigido utilizar el tiempo
sabiamente. El tiempo me ha matado durante
cierta etapas. En algunas, combatí las dilacio-nes, demoras infames y pienso
que adeudo tiempo a seres amados. Los fui conociendo poco a poco.
Si uno no ha forjado a la Madre inmanente, la Devi, se distancía y no se adhiere a nuestra alta concentrada
con la intensidad de su amor. Tampoco la sentimos con su concentración
autodisolutoria y mecanismos que alimentan al proveersr de su shakta.
La realidad mata. Y uno mismo es homicida
por matar de hambre a nuevos amores que se turnaron en nuestra casa, Han queriendo habitaciones en tus
círculos de energía o tomar venganza, porque hay vampiros emocionales y
demonios.
Este vecindario en particular fue el
lugar, donde aprendí que no debo tomar nada por sentado y debo vivir agradecido
por lo que tengo. A veces a uno no le gusta donde llegó a parar. Cree que merece
otra cosa.
Lo que he logrado, poco o mucho, me costó.
No fue regalo. Que se quiera más son otros veinte pesos. Depende de tus prioridades
y metas y de si comprendes o no que el mundo no te debe nada y serás tú quien te
obsedas con derecho a cosas de la vida. Cada una tiene su precio y darás
trabajar duro para alcanzar tales metas y sabrás lo que apueste. El mundo se forma por lo que haces ahora, en
cuanto a lo que quieres. Decide la moral con que lo quieres. El deseo no
siempre es justo con otros.
Recuerdo que a California llegué solo,
sufriente y ninguno hubo que me esperara. Fue mi aventura. El desafío de
sobrevivir fue en base a mi trabajo productivo, También sufrí naufragios. Y forjar mi kali / de compañía /
uno. La almohada / luz / madrugada / me
la dieron los sucesivos hospedajes. De uno a seis, por años en recintos
universitarios, donde al menos tuve techo y el mejor ambiente, biblioteca y
libros, En cafeterías públicas, alimento. Cuando empecé a enseñar, ahorré para
mi casa. Depas en medio del campus.
Diez años después me veo ante la hija de
Don Adolfo, diez años de arrugas y atraído por la inquietud que manifestara por
Durga. Le dijeron que la había pintado y no es una demonia.
—¿Por qué no la pones en internet?—,
me preguntó Ingrid.
—Para verla hacen falta algo más que
los ojos. Solo con tres ojos se la ve.
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