Saturday, February 21, 2009

Meditación de Eliyahu en Beerseba




Vino un viento potente, impetuoso, que rompía montes y quebraba peñascos, y no estaba Yahvé en el viento. Tras el viento un terremoto, y no estaba Yahvé en el terremoto: Tras el terremoto un fuego, y no estaba Yahvé en el fuego: Confesión del Profeta Eliyahu y Guardián de la Tradición sobre su experiencia en el desierto: I Reyes 18, 8-24


Una nube pequeña, como la palma de mi mano,
todavía no ciega mis ojos porque soy humano
y se levanta en la mar y siete veces la he visto.
Una nube que es kedushá, sitra
del Lado Sagrado.

Amigo mío, unce y baja, ve y avisa
que me humillaré en silencio
porque la sangre oscurece el cielo
y estoy cansado en los huesos
y tengo, por de pronto, en el cuerpo
miedo, angustia ante un poder que no sé
ni qué es ni cómo utilizarlo: la Jojma misma.

Amigo mío, ve con mi recado a cincuenta
de quienes todavía oyen, díles
que de Beerseba partiré al desierto
y que antes quisiera morir que entregar
palabra amarga y desorientadora.

Lugar apartado de revelación
fue para Abram y Jacob,
lugar de alianza para el que teme
y gime; ve amigo y díle que el Tzadik
tiene miedo y bajo una retama
se ha sentado a llorar por el hombre
porque la Bondad se muere
y a la reina del Shabat se la escupe.

«Basta, Yahvé; toma mi alma, que no soy mejor
que mis padres».
Tiemblo, aunque sé
que tu luz es mi esencia y de Judá a Israel,
a ambos lados del Carmelo, sólo hay una luz
Tu nombre, tu Palma de Mano, tu Torah que proteje
y el Universo entero interconecta
como un todo unificado y desde Tu silencio profundo
hablas y la realidad que se percibe es sólo sombra.

2.

«Sentí celo ardiente por Yahvé Sabaot, porque los hijos de Israel te han abandonado, han derribado tus altares y han pasado a cuchillo a tus profetas; he quedado yo solo, y buscan mi vida para quitármela»: Eliyahu


Consuélame, Voz callada de brisa,
porque ví fuego, la tierra estremecida,
y mi alma ha temido del recuerdo
que dejé en Israel por causa de Jezabeel
y su desobediencia. Escíndeme,
me apartaré hasta que sea propicia mi vida
y mi caminar hacia el Monte de Horeb.

Sí. Yo sabría que vendrías, ángel.
Me sacarías de la gruta, diciéndome:
«Álzate, come, que es más fuerte que tú el camino».
Tú me endulzas y pones en pie. En mi cabecera
dejas una torta y una jarra de agua y miel.

Caminaré ahora los 40 días de Jash.
El silencio me cura más que el pan
y el habla para ser útil debe ser endulzada.

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