Sunday, November 09, 2014

UN NIÑO QUE SE SUBE AL TEJADO / CUENTOS OSIRIANOS

UN NIÑO QUE SE SUBE AL TEJADO

            Amigo de las aves, Hermoso. Le gustaría volar, no morirse. Y es dulce, soñador, imaginativo. Dicen que como las aves tiene el esqueleto ligero y los huesos delgados. Los niñajos burlones le dicen la quilla o pechuga» porque es una caja toráxica con esternón, desarrollado y todo músculos en el pecho.
            —¿Para qué tanta pechuga, nene, si tienes patas de alambre?
            Y ahora le ha dado con silbar como las aves. Será que con ellas se entiende, porque no tienen dientes. La Quilla se partió los suyos, se rajó la boca, un día que se fue de bruces.
            Fue la única vez que, por la sangre derramada, lo pusieron de pie los ex-compañeritos escolares.
            Ahora, sin dientes, cada vez menos bípedo, se sienta sobre un saliente de tejado como una cigüena que espera dar un crío al fondo de su alma. Le dijo a su mamá que un ángel nacerá, por amor de su corazón que
es grande, aunque sus patas sean cortas y débiles.
            —No tenemos dinero para llevar a un ortopeda. Mantente quieto, sentado. No llores y no digas disparates. Bastante es estar vivo.
            A veces él quisiera ser como una golondrina, cuyas patas pasan inadvertidas, casi nadie se las ve porque la envergadura de sus alas y cola se las tapa. Ha visto que las águilas tienen las patas muy fuertes, aunque cortas. ¡Pero qué corazón tienen para volar así, tan veloces!
            Cuando observa las aves, el chico de gran pechuga y patitas de flaco alambre parece que no está solo. Cuando se sube al alero, como si fuera una cigüeña en el saliente, él escapa de la incomprensión y la soledad; pero no está solo. A su privacía se acercan muchas golondrinas que vuelan a golpe de alas y él aprende, o alguien le explica. Tiene que ser así porque él apenas ha aprendido a leer y sale con unas cosas que a su mamá, la viuda, la sorprenden.
            —El alabastro parece que navega en el aire. ¿Sabes por qué? Vuela a vela en corrientes de aire. Es el aire quien lo empuja, no necesita aleteadas ni remos.
            —¿Aves remeras? Las aves simplemente vuelan—, dice la madre 'sabelotodo’ al muchachito majadero.

               02-12-2000


 *

EL ATAUD VACIO

            Se queja una madre en el arrabal. Ella tiene un niño enfermo. Sus huesos no son sólidos y pesados. Es un pésimo mamífero. En las médulas, hay más aire que sustancia. Se traba en sus propias pies y cae al suelo. No hay siempre hay alguien que lo socorra. Por eso a veces parece hasta golpeado.
            —No hay dinero para curarse males ni comer suficiente. Y este pobrecito hijito diviniza las aves, quisiera haber sido un colibrí, si es que de nacer de aves se trata. Ese es un relámpago con plumas—, oyó que dijo. Puede posarse, con su inquieto vuelo de 200 oscilaciones hasta en cuarenta flores por minuto. ¿De dónde sacas eso, Pechuguita?—, le pregunta, una vez que le oye la respuesta.
            —Es que son los «animalitos que mejor adaptados están al movimiento».
            —No digas disparates. No hay dinero para curarse males ni comer suficiente. Mucho menos para ir  un loquero porque pierdes la razón y, sin curarte,, se asoman las burlas.
            Para Pechuguita es normal dar estos argumentos. Aprende por causa de ver las apreciaciones que suelta a cada paso. Dijo que ya sabe por qué le dicen La Quilla o Pechuga. Su corazón tendrá más de 500 pulsaciones por minuto. Más veloz será que una paloma y sus pulmones también serán más grandes.
            Suministrarán el oxígeno en abundancia. Esto ocasiona una complexión similar a la pechuga de las aves. No se guardó el secreto. Un ángel que tiene alas lo visita.
            —Me conversa y aprendo con él a silbar como pájaro.
            Además tendrá el corazón tan poderoso que pesará más que todas sus extremidades, más pesado que cualquier parte del cuerpo, aún más que la cabeza; pero nunca tendrá pico.
            —Me crecerán unas alas—, concluyó. —Tal vez así podré nadar en la laguna y subir a las ramas altas de aquel árbol de roble; o subiré al mangó, o podré traerte los frutos del palo de aguacate. Cuando maduran tan alto, sin alcance, utilizan las varas al cortarlos, o se espera que caigan por su peso; si yo volara, ya no sería necesario, mamita.
            Ninguno otro animal existe que sea más habili-dosamente móvil, sea en Tierra o Cielo..
            —¿Y quién lo dice? Un torpe corino, patas chuecas, pati-guango, cuasi rengo volará.
            —No quiero que digas esas cosas y vaya a pensar la gente que estás chiflado además patichueso. Mejor cállate, pechuga, para que no te burlen—, le aconseja.
            Y aunque se angustia por la presión materna, preguntó al ángel:
                        —¿Cómo tú siendo hombre tienes alas y vuelas?
                        —Porque soy como tú. Mis huesos están casi vacíos, sin médula, y mi corazón es muy grande y no tengo dientes para la ofensa y me gusta el secreto que esconden los flores y liban las avecillas con sus picos.
            —Yo quisiera tener alas, yo quisiera tener pico y saber el secreto. Concédemelo, angelito, porque ya que otros niños se burlen de mí. Entristezco.
            El ángel dijo con alegría: Concedido.
            En la mañana, Pechuguita murió. Se fue volando y se hizo un baquiné de despedida. Vieron que volaba un angelito. Era La Quilla. El ataúd tan humilde estaba vacío.
            Entonces, por no comprender lo que había sucedido, lo cubrieron de flores. En los derredores de la casucha, se convocaron multitud de colibríes y alguno entró a la casa por la ventana abierta y, en medio de la gente, libó del ataúd el alma del niño.

               07-12-2000


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