Thursday, November 13, 2014

CAPITULO 5 / TIPOS PUEBLERINOS DE SAN SEBASTIAN DEL PEPINO / CVARLOS LOPEZ DZUR

5. EL LOCALISMO DE ALDEA
Y LOS PRIMEROS SEUDO-TIPOS


            La vida afectiva y peculiaridad significativa de os personajes populares son magnificados por los vecinos, urbanos o rurales, que atestiguan su desenvolvimiento. En este proceso vivo de atestiguamiento, uno de los espacios es el folclor en la base de la cultura oral En este análisis, al plantear que el tipo popular contiene un tiempo y un destino pensado en el ser, una verdad de la existencia, es imprescindible situarlo en su hallarse («Befindlichkeit»), en lo real de sus espacios y lugares, públicos y privados, y entender su articulación en el discurso social.
            La tarea es filósofica; pero requiere de una teoría hermenéutica, no reduccionista.
            El sujeto popular, agrandado en el discurso público del afecto y la añoranza que inspira, participa de lo que Heidegger llama la ética originaria, rastreable «en todos aquellos existenciarios (deter-minaciones de nuestro ser), que se vinculan con el sí-mismo, ya sea al modo de una confrontación con él, como es el caso del 'Uno' (Don Nadie), o al modo de sus manifestaciones, como la conciencia, la preocupación-por-los-otros, la serenidad y el habitar».  [1]
            San Sebastián del Pepino, municipalidad en la isla caribeña de Puerto Rico, no es diferente, en cuanto mundo determinado, que otros pueblos de la humanidad. El folclor es un plexo universal de significatividad manifiesta. Con esto digo que el tipo popular en Pepino y en cualquier país es, sobre todo, Dasein (ser-ahí, la persona humana). Lo universal e infinito en el hombre / mujer es, por lo general, procurado y solicitado en su esfera de totalidad, una esfera que contiene «the typical figures of the unconscious», «or biological norms of pyschic activity».
            William Blake, el gran poeta inglés, diría que tal esfera es la imaginación y que «lo que hoy es cierto fue una vez sólo imaginado». En la formación del tipo popular hay, en ocasiones, rupturas de la dialéctica interna del sistema de sí mismo (del Self como sistema autopoiético, capaz de auto-organizarse y auto mantenerse para establecer su estabilidad, confirmar lo familiar en su vida y los puntos de referencia que son importantes para ese individuo en sociedad).
            La totalidad psíquica / en sus aspectos más coloridos, profundos / inconscientes / no aflora fácilmente ni se expresa en una comunidad con sus detalles.  Queda en la esfera privada o en la clínica de los sicólogo. Aún donde haya receptividad y empatía los tipos exóticos / de rica interioridad / sienten miedo de contar lo que siente y darse por entero. Cuando ese Self del sujeto pintoresco, excéntrico o extremoso, queda absorbido por la atención del pueblo es porque ya no pudo refrenar sus torrentes, ha sido sorprendido aún en lo quiso que se conociera de sí. Ya quedó choteado por su propio comportamiento. La única alternativa es la sinceración pública, intragrupal. La comunidad da el fallo de aceptación o repudio.
            Hay que volver a rehumanizar a esta gente que las ideologías teatrales han transformado en estereotipos, extravagancias sin identidad, que es la cualidad más llena y secreta del Ser y que W. Blake llamara, en Proverbs of Hell, la «visión espiritual, imaginación, poesía, oculta al entendimiento», que falta al tipo común y corriente. [2] Quien no sabe compenetrarse ni perdonarse ni fundirse «en un amor que es la expresión misma de su divinidad» (William Blake) es el tipo negativo del tipo; pero, paradójicamente, es el sujeto para quien el tipo verdadero habla. Es el oyente favorito del visionario.
            Lo maravilloso de su acabado proceso formativo es que la palabra, la imaginación mitopoética y la pasión, lo rescatan. Queda cancelada la pérdida permanente del Self que lo haría ser aborrecido, por sus visos sicopatológicos, cuando se típica por su patrón de conducta ante su sociedad. Los que permiten su tipificación, como su cura, que brindan a él, a más de tolerancia, dan una intercomunicación que disfruta de su presencia entitativa y folclorizada en la vida del pueblo, lo maduran y perfeccionan. El resultado es que sujeto folclorizado así enriquece la imaginación colectiva y los anecdotarios públicos.

            EL SEUDO-TIPO COMUN Y CORRIENTE: Ante lo eventual de la expresión original, o comportamiento proverbial, hay dos tipos de personas que se inquietan y preveen: (1) el tipo común y corriente, u hombre / mujer/ del montón, quien es el Dasein que novelerea y espía interpretativamente en lo incierto y lo novedoso y, en segundo lugar (2), el sujeto, que es directo inspirador y depositario de lo adviniente, ese quien con un «fin», lleno de originariedad que siendo no-ser-siempre-todavía va hacia ello y materializa en sí su más propia posibilidad de ser.
            El segundo tipo humano tiene (en su ser) pensada la expectativa como dato de extracción pre-ontológica. Contrario al tipo común y corriente, repetidor y novelero, que termina articulándose o gesticulándose con aversión, desvío y huída, ante la eventualidad que lo cohíbe o incomoda, en determinado momento, el segundo, la lleva a su destinación final y se vuelve uno con la eventualidad.
            El quid de esta cuestión es que lo eventual, por incierto, clama por la vivencia de la angustia, única situación de la que arranca el conocimiento verdadero. El hombre del montón, el primer tipo, rechazará la congoja que se desprende de háberselas con la situación difícil, el eventual golpe de lo angustioso, lo amenazante. Se me ocurre mencionar como ejemplo refinado de esto al Cura Claudio González en el Pepino de 1873.
            El historiador Andrés Méndez Liciaga en su Boceto histórico le llama «Truculento Sacerdote», «excitado y colérico». Este curilla fue quien, en defensa del sistema esclavista que tenía a 35,000 negros en la servidumbre forzada en Puerto Rico y en protesta por la aprobación de la ley de Abolición de la Esclavitud ese año, se negó a unirse al regocijo de los libertos, negándose a cantar un Té Deum para la comunidad local de los esclavos liberados. El Alcalde entonces, Juan Angulo y Meléndez y el Síndico de la Alcaldía escribieron al Gobernador para «pedir el traslado o destitución». [3]

            DON NADIE: El cura fue tan vulgar, reaccionario, racista y conservador, tan enemigo de «reformeros y libertinos», indigno de la sotana, que nadie mejor para ilustrar a Don Nadie, el hombre del montón que no se solve con lo mejor de sus fuerza interiores.
            El segundo seudotipo se solve con ese destino y, desde sus fuerzas interiores, querrá afrontarlo. Sin embargo, a fin de que este nuevo enriquecimiento de la imaginación colectiva y su específico anecdotario se manifieste en la vida del pueblo, se ha de expresar una originalidad y fundamento posibilitador de los datos epocales que  sean contexto y estructura para la expresión de la esencia y la irrupción del mito.
            Podríamos decir, que el seudo-tipo es el precursor del  Sujeto Pintoresco propicia su mito; el testigo ayuda a que se divulgue y se fije con cierta presencia en la cotidianidad del presente. Los pintorescos son divulgadores de algo que fue superior a ellos mismo. Divulgan imitando algo que les pareció maravilloso, particularmente original.
            Ciertamente, no sólo la literatura escrita, el teatro, por ejemplo, es la que fija el mito, privado o social, en el discurso público de una época. La literatura ayuda, pero no determina. El mito es antes que la literatura. Es la expresión de un proceso que no necesariamente surge, como ha intentado explicarlo una teoría del folclor que da al mito y su folclor asociado un origen ilustrado. Según esta teoría, el folclor es una vulgarización, o naufragio paulatino, de un conocimiento; pero no es así necesariamente («high origen as the learned class»), que una clase de sabios («Genkenes Kulturgut») haya visto con terror cómo otros moldean el sistema originario de un conocimiento o creencias, a tenor de requisitos nuevos, reelaborados por adeptos.
            El mito se 'encarna' y no es por su origen de clase, o el de alcurnia de ciertas 'sabidurías' que se expresa su portavoz. Guilimbo, Don Lion, Chencho el Abejón y otros fueron mitos, en el Pepino histórico de principios de siglo y el cargador Chencho el Abejón no conoció lo que fue un par de zapatos. Como Don Lion, era un hombre corpulento, 'negros mandigos', fálicamente bien dotados; pero Don Lion era un seductor persuasivo y, en términos de sus creencias y aptitudes profesionales para ganarse la vida, hombre muy sofisticado, que había visto mundo; nada en similar a Chencho el Abejón ignaro. [4]

            DEL SABER DE OIDAS DE LA GENTE PINTORESCA: Es cierto que el saber de oídas, el conocimiento de segunda mano, se diluye, se falsifica o mistifica; también es cierto que si el folclor tuvo un creador individual y único, en algún nivel de la sociedad, pasará por la réplica de sus usos y aportes nuevos a ese triste destino. Cambiará y evolucionará, porque el conocimiento que pasa, de boca en boca, sufre muchas mutaciones.
            En sentido heideggeriano, cuando se ha filosofa sobre el «hallarse» /«Befindlichkeit»), en la originariedad y el «no-ser-siempre-todavía», se piensa en ese punto en que historia se convierte en una intrahistoria, pero con el poder de aflorar con su potencia endopática. La historia se desdobla como sicología de lo pintoresco y de lo insólito. También, comúnmente, en pasión.
            Los tipos populares y pintorescos de nuestros pueblos, son los individuos que revelan para la mundanidad, o los oyentes en el entono, en su comunidad específica, sus contactos intrasíquicos con la totalidad síquica, con el Inconsciente y sus arquetipos y, una vez adquirida esa sabiduría, nos muestran la vigencia universal del Inconsciente Colectivo. Sus vidas se apoyan y se sujetan al significado que ellos mismos han dado a la experiencia de vivir; son libres y a la vez, conscientes; no son una enfermiza caravana de piadosos transmundistas, como muchos tipos comunes y corrientes que quedan, trágicamente absorbidos, por una ideología que no les permite libertad.
            Contrario a la mayoría de la gente que reprime sus memorias inconscientes, que no se conectan ni conocen la sombra de su espíritu («umbra», en el sentido junguiano) y que no exhibe sus contenidos cuando afloran del modo natural y necesario, los tipos populares publicitan estas imágenes que revelan en su mundo mental y las dan en interacción social y comunitaria, pese a que, en muchos casos, pueda darse un lenguaje egocéntrico, por la descentración.
           
            EL TIPO ESENCIAL Y EL DEL MONTON: Si consideramos otra vez la cuestión del tipo-espejo, repetidor e inauténtico, con la imagen real del tipo-creador y fundamentador de la originariedad, el tipo esencial que instala en sí lo eventual, a todo riesgo, veremos que en su dinámica, se contrastan. Son definitivamente distintos y aún antitéticos. Un amigo mexicano, quien se autoclasificó como el tipo normal, común y corriente, un «mexicano clásico, alburero y chilango», hizo las siguientes observaciones cuando leyó algunas ideas bosquejadas en este ensayo y yo le pedí que las diera por escrito por hallarlas interesantes:

... para los mexicanos, el verdadero folclor viene de la provincia, pueblitos, ranchos. En el Distrito Federal, lo que hemos hecho es absorberlo, integrarlo y cambiarlo. Los tipos populares básicos son cinco o seis, como yo los pienso: (1) el Don, que es ese viejito sabio que, cuando sufres un problema, te dicen Don Cayito va a saber, él te puede resolver, él conoce sobre ese problema, él lo conoció, etc.; (2) el Profesor Benevolente (éste es uno, de pueblo pobre, que sabe tanto como Don Cayito, que en todo trata de colaborar para que no falte la escuelita y los niños tengan ese mínimo indispensable de destrezas y orientación para que triunfen en la vida y no se descarríen; es el que hace de padre para el huérfano, el que pone inyecciones y le vienen a pedir consejos cuando hay un niño que está enfermo, el que orienta a coscorrones, pero todo el mundo lo quiere porque no es un ganapán, sino un ejemplo de que la educación es una esperanza, a pesar de que él mismo esté viviendo en penurias); (3) no falta la Partera (donde no hay servicios médicos y hospitalarios); (4) no falta el Clásico Borracho, amistoso, que no se mete con nadie, pero que siempre anda a medios chiles; (5) la Puta Clásica (y puede que hayan muchas, rameras a morir haciendo lo mismo; pero ésta es una con una historia especial, tal vez porque fue la primera en el pueblo, o la que más anécdotas tuvo o tiene por sus andanzas, la que el Cura no pudo redimir y, finalmente, el Patrón o Magnate Prepotente, que es un mala-madre, gandaya, a lo mejor el charro presuntuoso, que queda descrito en los corridos e inspira miedo...
            Los tipos populares en el Distrito Federal son reelaboraciones de esos porque de los pequeños pueblos de la provincia fue que llegó el modelo. En la ciudad, hay otros tipos que se forman por necesidad, pero si uno les rasca y le busca uno siempre hallará el modelo que del campo y la provincia de la que surgió. En la ciudad, se hallarán los que le hacen al loco, al merolico, al comerciante ambulante, a la lectora de baraja y la bruja, pero todos vienen de la provincia, o se arriesgan a ser algo nuevo, al parecer muy urbano, y se transmiten esas mañas por generaciones porque nunca han dejado de ser pobres y vivir de una tradición que los moldeó. [5]

            Bautista no quiso mencionar a los curanderos entre sus tipos clásicos porque, entre muchos de quienes «hacen de médicos sin serlo», hay mucha charlatanería y aportan más daño que bien a la sociedad. «Las comadronas y parteras sí tienen un respeto social», alegó. Tampoco quiso incluir a los curas o párrocos, porque ya están muy materializados y son comodines. Sin embargo, recordó que remotamente algunos se hicieron legendarios y aludió al Cura de Jalatlaco, quien fue un personaje proverbial en México y que definiera, en el folclor, al sacerdote que se aflige y apura por los pleitos y cuidados ajenos. [6]
            La autenticidad del TP es la clave para reconocer su autencidad y para que realmente se de a querer y sea memorable.

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Bibliografía y notas

[1] Cristóbal Holzapfel: «El pensamiento a-valórico heideggeriano», en: Aventura ética. Hacia una ética originaria (Universidad de Chile)

[2] Carlos López Dzur, «William Blake», en: La Naranja, Ver en:

[3] Andrés Méndez Liciaga, El boceto histórico del Pepino (ed.1925), 2da. ed..Ediciones Ateneo Pepiniano, 2004, p. 104

[4] Para una comprensión de lo que Don Lion, el Levitante significa como mito encarnado y voz de un Soluto con destino, «depositario director y evocador del mito», véanse mis historias: «Don Lion, el Levitante», ps.67-77, en: El pueblo en sombras, loc. cit:

[5] Julio Bautista, Los tipos provincianos, en: Notas de una conversación con Carlos López Dzur, Santa Ana, Febrero del 2002). Julio Bautista,  no quiso mencionar a los curanderos entre sus tipos clásicos porque, entre muchos de quienes «hacen de médicos sin serlo», hay mucha charlatanería y aportan más daño que bien a la sociedad. «Las comadronas y parteras sí tienen un respeto social», alegó. Tampoco quiso incluir a los curas o párrocos, porque ya están muy materializados y son comodines. Sin embargo, recordó que remotamente algunos se hicieron legendarios y aludió al Cura de Jalatlaco, quien fue un personaje proverbial en México y que definiera, en el folclor, al sacerdote que se aflige y apura por los pleitos y cuidados ajenos.


[6] Ibid.


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6. EL HALLARSE: LO MAS CONOCIDO EN LA VIDA AFECTIVA

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