Nadie, ninguno
después de haber nacido
con esta memoria de éxtasis fecundo
me quitará el poder evocador
con que te llamo y me plazco.
Aquí el olor del husmo es carne descompuesta
y los que destituyen revenden cadáveres y naúseas.
No. No. Yo prefiero el sueño del Erebo,
lo que traje conmigo de una muerte iluminada
y un pasado noosférico en las barcas
del Despertar después del hedonismo.
Nadie, ninguno
por prudente que diga que es su pragmatismo,
por dolido y compasivo que sea lo que pregona,
verá que yo cambie mis palabras.
No hay más remedio heroico que mi fe,
el poder evocador ya en mí nacido.
Hallé la cadena sublime que me ata
y mi juicio es estética del Alba.
Me eslabono a voluntad con estos símbolos
de los mapas celestes del comienzo y el fin.
Hay un hilo de Ariadna que me da el porvenir.
24-2-2004 / De Estéticas mostrencas y vitales
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