A JUAN RUIZ DE ALARCON (1580-1639)
Tú, concorvado, indiano y sospechoso,
tienes minúscula estatura, y por ello,
hasta te ves tiñoso y no cuentas.
Barbirrojo, ni por virtudes, destacas.
Aquí en Salamanca, como en Sevilla,
Se te perdió la silla, se desencuentran
los ojos, como si te extraviaras.
No han de verse tus dones ni a distancia.
No cuentan tus diplomas ni tus bachilleratos.
Para miseria estragan en alarma
costos de tus estudios en abogacía.
Eres cortés y humilde,
el perfecto sujeto de rodillas;
Hablas como una figura de deshonra,
indigna de una escena de Tirso de Molina.
No has de brillar, Ruiz de Alarcón,
como un Lope de Vega
o Calderón en teatro.
Y tu culpa busca la pena.
Y tu osadía, la verdad sospechosa,
y en una cueva salmantina,
el español de conciencia será
aque; que te diga:
«No contéis por causal propio
/ el que está en poder ajeno».
Ya, pese a nacer en el seno de ilustres
abolengos, ya no cuenta, Juan Ruiz:
ni el prestigio indiano ni la decencia
de espíritu. En la metrópolis
se te observa como un indio en andrajos.
Echan de menos la cadena, tu atadura,
la elegancia, siendo apenas el duende,
o barbirrojo enano. En fin, súbdito colonial
van a latigar tu estampa para negar tus triunfos.
06-03-2009 / CARLOS LOPEZ DZUR
No comments:
Post a Comment