Tuesday, August 12, 2014

ESENCIA EPOCAL, AñORANZA Y EXISTENCIA

Los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica


ESENCIA EPOCAL, AñORANZA 

               Y EXISTENCIA

La esencia epocal del Ser es inherente al oculto carácter temporal del Ser y caracteriza la esencia del tiempo pensada desde el Ser. De la época del Ser viene la esencia de un destino en el cual es la propia historia universal: Martin Heidegger, en Esencia de la verdad
Las definiciones de tipo y tipologías para referirse a la criatura humana y sus actividades son tan contradictorias y diversas que con tales términos es posible aludir a la raza, carácter y género, y lo mismo a los modelos ideales que reúnen los caracteres esenciales de un individuo o grupo, incluyendo figuras y tallas, es decir, cuantificaciones. O se evoca despectivamente su presencia o ausencia como, por ejemplo, cuando se dice: «Ese fulano tiene mal tipo»,«el tipo es sospechoso», «esa tipa o tipo no me agradan», etc.

Desde el enfoque que aquí se propone para el estudio de los tipos populares (o todavía designados como personajes típicos, o tipos folclóricos y pueblerinos), aprovecharemos esos términos, con ciertos reparos, aunque hayan sido admitidos como útiles por la convención del uso. [1]

Enfatizaré que, por encarnar precisamente su unidad esencial y existencial y su historiarse intramundano y manifiesto («Varhandenkeit») en lo real, el tipo pueblerino no es lo que es llamado personaje por la comprensividad vulgar. Tampoco es lo que está definido como modelo ideal en la noción de tipo que se ofrece en los diccionarios.

El ser que tiene la esencia pensada en el ser solve las posibilidades propias, toca su destinación(«Schickung») y, por tanto, no es un personaje en el sentido de quien representa un papel que no es suyo como lo haría el actor o intérprete de un drama o una farsa. La verdad del ser mismo es la destinación del mismo ser. Quien llama personajes un ser epocal (sea del tipo campesino o pueblerino), a expensas de su propia comprensividad vulgar actúa, restándole a su aludido la dignidad y autenticidad que le son propias. Quien lo enjuicia como quien lo viera en un teatro del ridículo o de las rebambarambas oscure su propio comprender. Martin Heidegger escribió en suCarta sobre el humanismo (1947) que «el Ser es esencialmente más amplio que todo ente porque es la luminosidad misma», mas, entra en el asunto que él estudia bajo el concepto fenomenológico de cuidado de sí mismo. [2]

Al aducir que el ser epocal es personaje, se infiere que no porta en sí ninguna luz, que se apropia de una obra que no es suya, que vive meramente con lo que otros le han dotado. Se infiere que personifica, atribuyéndose una vida y acciones que, en cuanto tales (seres, textos o cosas), no son suyas y no han surgido de su proceso creador personal.

Se personifica, para decirlo aún más concretamente, a lo que todavía no tiene directamente la esencia de una vida realmente humana. Un actor puede personificar a un perro; un escritor dejará en un texto la personificación del Universo tal vez transmitiéndola con la metáfora de su humanización: los ríos-dioses, los árboles-hombres, la roca que tirada por encima del hombro se vuelve una mujer... Pero, obviamente, los tipos populares o folclóricos son gente, personas humanas y, en la idea de estereotipar, aunque sea benévolamente, hay una pérdida. Como dijera Valerie Menard, los «negative stereotypes can tear at the heart and soul of an individual». [3}

Aún así, en cuanto a lo que queremos estudiar, la vida / «ser-en» de un personaje folclórico o popular no tiene que ver con un «Yo puro» de la consciencia místico-religiosa: «El yo puro es protoconstitutivo, es primariamente la protoforma de la apertura a lo valioso en general, y con ello de una nobleza eterna». Y, siendo así, «La vida genera sólo vida, pero no la intuición absoluta como tal; un contexto objetivo enteramente original y poseedor de su propia legitimidad». Bástenos la vida emocional y la inmanencia del pensar y el querer del sujeto estudiado. Y si considerado personaje, porque la vida tiene mucho de teatral.

No son de índole similar el tipo-intérprete del arte histriónico que, en el antiguo mundo latino, arrancara de los versus fescenini, que el tipo real del folclor, ya que este tipo del Fescennium tuscano constituyó una tradición de comediantes por sueldos en las bodas, otra instituición que lo describe y la función de tales comediantes fue el choteo pesado, el vacilón agresivo: «As performers at merry-makings, (they) used to extemporize scurrilous jests of a personal nature to amuse the audience» (Ronald Boal Williams). Desde muy remotos tiempos, en la tradición literaria, carnavalesca y teatral, se ha utilizado al histrión; pero éste no se ha articulado necesariamente como persona, sino como intérprete momentáneo de su papel escénico asignado.

Los personajes-tipos (José L. Canet Vallés) son adiciones a la literatura, nacidas de la crítica-social de un autor o creador individual. Son parte de los géneros de fabulación y farsa que evolucionaron como intenciones y acciones burlescas al teatro; [4] pero el tipo que buscaremos definir es, sobre todo, humano y se inserta en el hallarse comunitario.

La sutileza con que definiré a la persona del tipo popular es necesaria porque la personalidad humana es una totalidad y, separada de sus posibilidades totales, la persona (Ego) puede desplegarse como máscara (Gustav Jung). Es puesta o referida en el contexto desfigurador del personificar deficiente. A menudo las formas más comunes de desfigurar lo humano se presentan como aversión y personalismo.

En el primer caso, la aversión es uno de los modos cotidianos de solver y comprender lo que submite al mundo, lo que angustia y ataca desde él; es, pues, uno de los modos del hallarse en el temor y la angustia. Hay tres momentos del temor, su ante qué, en torno a quién y el temer por, que es «un modo de cohallarse con los otros, aunque no necesariament un atemorizarse juntos y menos aún un temer-uno-con otros». [5]

En la aversión del piensa «contra los valores» que no es desvaloriza «lo que usualmente consideramos como bueno: cultura, ciencia, arte, mundo y Dios», sino más bien miedo al ante qué de lo perverso, inverso o trastocado y lo incomprensible de la conciencia trágica. [6] La aversión de este ante qué se observa de la mirada y por la mirada, en cuanto «la mirada perversa es aquella que mira de través y no de frente. Aquella que anda por lugares oscuros y lo perverso desordena y echa por tierra. Mas en la aversión, en torno a los eventos irracionales y escandalosos, hay un temor en torno a algo más terrible, asociado al orden cósmico y lo divino, «como si la esencia de lo divino fuera más cercana a nosotros que lo chocante extraño del ser-viviente» y el sentimiento trágico pareciera «el más conveniente para contener... la idea de lo inalcanzable», así como «la relación entre el amor y la muerte». [7]

Como el tomar 'Cuidado' con los modos de la aversión son históricos y cotidianos, se graban en la memoria. Los vecinos pueden atestiguar señales en el sujeto que cuidado y solve este temor. Un caso donde no hay un atemorizarse juntos ni un temer-uno-con-otros, es el de Rafael Mayol Navas, memorable tipo pintoresco. En mi libro Epica de San Sebastián del Pepino, lo rememoro con el siguiente texto que explica sus rasgos y la razón por la que se le conoció pueblerinamente como «Rafa Te Ví»


Un día te ví agravado en tal silencio,
cuando más necesitaba de tu voz y tu relato,
que te acusé, viejo Don Rafa.
Chotié tu ombligo hondo, inmenso, profundo.
Divertidamente me burlé de tu panza.
A medias verijas usaste tus calzones,
a media nalga, de tu narria silueta, gordiflona,
llevaste el secreto a tus espaldas.

Sí, al fin te ví y me llené de tu miedo,
¡por tu origen, tus palabras,
mallorquinamente descaradas!
Agarraste las piedras del camino,
guijarros que a tu paso estaban
y me lanzaste el desprecio de tu estirpe.
Me apedreaste.

Te vengaste de repente.
Me díste todo, cada verbo
paranoicamente provocado
y confesado con insultos
sucios, execrables, canallescos,
tus ruidosas rabietas,
tus pedradas.

Siempre gozaban de tí, con algazara,
los vecinos de la calle, tus amigos,
aún los buenos que llegaban a tu casa.
Rafa te ví, te gritaban, un poco
para quererte, adivinarte, descubrirte,
aunque tú te enojaras,
te escondieras como niño temeroso
o corrieras, agresivo y descocado,
a esa plebe tan traviesa,
tu gente novelera de la Plaza.

Tú nacíste arrojado, caído,
accidentado; cayó tu madre María Luisa
aquella noche que las partidas del '98
atacaron tu casa.

Te bajaron por una escalera
protectora del traspatio, a toda prisa,
se quemaba tu casa. ¡Se quemaba!
Ella estaba contigo pero tú...
dentro de su vientre todavía,
indefenso, sintiendo el siglo
desde lo oscuro del alma.

¡Rafa, te queman, vimos
quemarse tu casa!

Navegabas en placenta, Rafaelito,
y la hermosura de tu madre,
atribulada, a reventar por aquel grito:
Vienen a quemaros, María Navas,
las partidas que violan a mujeres,
los alzados, tiznaos y comevacas.

Y nacíste prematuro, quejica bueno,
noble Rafa, sin culpa, casi boscuno,
a flor del frío, brisa de la madrugada.
El monte te escondió por varios días
y tu padre lo supo:
¡Nos quemaron la casa!

Fue tu padre Juan Mayol Castañer,
gran propietario, asociado a las familias
de abolengo: a Castañer, a los Márquez,
a Rita Navas, al doctor Navas Fraille,
a Isabel Angela,
cepas de Iriarte y Echeandía,
cepa peninsular y hacendataria.

¡Rafaelito, ese año metido está
en tu alma! Aún no desaparece.
Has crecido, te has vuelto viejo
delante de mil ojos y otras generaciones
y el advenir roto, traumante, se ha quedado.
¡Cómo pulsa por salir de ese ombligote!

¡Tienes la tristeza y rabieta de los tuyos,
apenas en asomo, en porvenir en flote!
¡Eres espejo oblicuo de los viejos días,
eres folclor que grita sus clamores!

Rafa Te Ví»: Epica]

Contrario a otras familias vinculadas a los Mayol, como los Iriarte Echenique y Castañer, la familia Mayol-Navas, Don Juan y su esposa María Luisa Navas Iriarte, permanecieron en Pepino, a pesar de la quema de su casa en el sector urbano durante unos episodios de violencia por turbas campesinas en 1898.

El mencionado Antonio Mayol fue comerciante, líder cívico, fundador y asambleísta del Partido Popular Demócratico en Pepino y, desde siempre, persona muy querida en el Pueblo, como su hermano cariñosamente recordado por «Rafa Te Ví», por su curiosa reacción paranoica al oír ser llamado de este modo. Por la caída de su madre, desde la escalera, nació prematuramente con algún trauma. [8]

Hasta donde hemos podido investigar, esta familia de mallorquines estuvo muy interesada en la política, siendo conservadores por tradición. La misma rama utuadeña de la familia dio un Alcalde (Bartolomé Mayol) durante el período de 1894 a 1895. Bartolomé Mayol retomó el mando alcaldicio durante los momentos más cruciales de la invasión norteamericana en 1898.

Al intentar escapar por una ventana de la planta alta, María Luisa, la esposa de Guillermo, se accidentó. La caída tuvo, al parecer, la consecuencia de su parto prematuro, donde el niño nacido cuyo nombre fue Rafael, fue el recuerdo, ingrato y permanente, de la experiencia. La caída no permitió el sano desarrollo neurológico de este crío. Rafael Mayol se convertiría con el tiempo en personaje pintoresco del pueblo («Rafa Te Ví»). Creció con deficiencias mentales.

El personalismo se alimenta de habladuría (o de escribiduría), con lo cual el habla se hace impropia. Se cree haber obtenido una comprensión acerca de lo percibido, escuchado y verbalizado en toda ocasión y ante todo prójimo. Y se reacciona así no siempre por pretender un engaño consciente, sino porque, como Heidegger concluyera, se arriba a una comprensión que ha perdido su raíz y las referencias acerca del ser que «son primarias y originales hacia el mundo, hacia el Dasein-acompañante, hacia el ser-en (In-Sein) mismo». [9]

Al caerse en el personalismo, se alude satírica u ofensivamente, ya sea velada o expresamente, a una persona determinada. Se juzga a un tipo popular en un marco de prejuicios, con la pretensión de haber ya agotado el saber que él presenta. El estereotipo juega aquí un importante papal. Entre la gran cantidad de personas pintorescas que ha dado El Pepino, con alusiones estereotípicas, se encuentran las que se mencionan por un rasgo particular de su fisonomía o atributos físicos o tachas morales, e.g.:

Pelo 'e Rata (por la índole del cabello)
Cheo el Oso por su pelo
Moncho Prieto por su color o raza
Goyo, el Negro
Gringo Cubero por su apariencia asemejada a estadounidense
Sopanda (Cosme Acevedo) por su cojera
Cuatro De'os por haber perdido un dedo en la mano
Mano manca
Carlos el Soco, pirotécnico que perdió un dedo
Polo el Ciego
Catín La Coja
Bernardino el barbero (Bernardino Sánchez Méndez) El barbero del los ricos]
Juana La Muda, esposa de Marcelo La Daga
María Culito
 por su exuberante trasero
Ana la Boba por su condición mental
Loco Wilson por su condición mental
Marco el Loco por su deteriorada salud mental por el alcoholismo

Por factores circunstanciales, relacionados a un hallarse en una determinada época que se termina por añora en cuanto su esencia epocal e idiosincracia de sus personalidades es menos obvia:
Moncho Lira (Ramón María Torres) por poeta y bohemio
Don Mingo, el Farolero por su oficio cuando no había alumntado eléctrico.
El héroe (Rodrigo Font Román), veterano de la Primera Guerra Mundial y fallecido como héroe en 1918; a diferencia a Sinforoso Arocho, el primer puertorriqueño seleccionado en el sorteo para la misma guerra, se le nombra como Sinforoso, el Soldado [El héroe]
Don Lino el Maestro, o El masón (Lino Guzmán) por su oficio
Primo El Caballero (don Victor Primo Martínez) por recibir una distinción como total de las Cortes de España y su hispanismo.
El Italiano (Eleuterio Bottari) por su origen nacional
Monsa La Comadrona por su oficio cuando fue usual que se naciera a domicilio con la ayuda de una partera.
Don Lion, el Levitante por brujo
Anacleto Cuatro Esquinas (Anacleto Alvelo)por comerciante con 4 puntos de comercio
Mayito y Lano, zapateros
Moncho Botella por su oficio de botellero
Yayo el Turco, veterano, por haberse «perdido» en Turquía
Padre Aponte, Fiera santa por sacerdote libidinoso
Guardia Belén / Cascarrabias por policía abusador
Chila Cubero, la Camarona
Chencho el Abejón, 
Sandalio La Yegua
Chilín el Malo (Echeandía)

Por virtudes o peculiaridades personales:

Jimmy Meneíto
Guillé el Loro por su gusto por hablar y exhibir su memoria portentosa para recabar datos como una «Enciclopedia Ambulante»
Moncho Bonito
Toño Palomo
Cosa Bella
Pedro el Bujarrón [Pedro el bujarrón]
Cheo Pelao por gustarle pelear a puño pelado
Cheo Pitirre por su afición a cantar
Nico Chavito (Nicolás González)
Marcelo La Daga cuyo mote viene por una canción popular en su época
La Carlita, primer travestí y «gay» del Pueblo, en allcanzar notoriedad [La Carlita].


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Bibliografía 

[1] El método de la hermenéutica fenomenológica existencial que aplicamos en este ensayo (para definir la «originariedad» del hallarse americano, o encontrar su ser epocal y más ímtimo, así como para definir la esencia de lo autóctono y la adecuación del pensamiento europeo a la realidad hispanoamericana) ya ha sido utilizado por el filósofo Ernesto Mayz Vallenilla en su ensayo El problema de América: Apuntes para una filosofía americana, en la revista Episteme, Anuario de Filosofía, 1957).

[2] Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo (1947), p. 24

[3] Valerie Menard, Foreword (by Cheech Marin), The Latino Holiday Book (Marlow & Company, New York, 2000), p. xiv.

[4] J. L. Canet Vallés, Introducción a los Pasos de Lope de Rueda (Editorial Clásicos Castalia, 1992, Cap. 2. Ver también: Ronald Boal Williams, The Staging of Plays in the Spanish Peninsula Prior to 1555 (University of Iowa, Studies in Spanish Language and Literature), 1935, Number 5, y W. S. Hendrix, Some native Comic Types in the Early Spanish Drama (The Ohio State University, University Studies, 1925), vol. Y.

Una clarificación adicional: rechazo la teoría comunal del folclor que explica a los grupos folclóricos y a los tipos populares como portadores de cierto saber primitivo («unsophisticated peasants») que se elabora en base al esfuerzo grupal; también rechazo la teoría de la sobrevivencia, o remanencia del folclor que explica que la protoerudición proviene de un estado primitivo de la humanidad, «a savage state of civilization».

[5] Martin Heidegger, El Ser y el Tiempo (Fondo de Cultura Económica, México, 1951), ps. 42 y 170.


[6] Cristóbal Holzapfel: «El pensamiento a-valórico heideggeriano», en: Aventura ética. Hacia una ética originaria (Universidad de Chile)

[7] Heidegger, Carta sobre el humanismo, p.17

[8] Esta familia prosperaron con trabajo honesto en el comercio. Don Guillermo Mayol Castañer,mencionado en una décima de castigo de las Partidas Sediciosas en 1898, sufrió la quema de su residencia, y se casó el 26 de octubre de 1896 con Rita A. Navas Iriarte, hija del Dr. Antonio Navas Fraille. Su hermana María Luisa Navas Iriarte, casada a los 21 años con Juan Mayol, el 16 de marzo de 1890, permaneció en Pepino, con sus dos hijos, Rafael (n. 1898) y Antonio Mayol (n. 1895). Una descendiente de la familia de Antonio, María Mayol, fue una de las primeras mujeres pepinianas en ocupar un cargo público, al ser electa por el Partido Liberal, el 8 de noviembre de 1932, como asambleísta municipal en la administración alcaldicia de Manuel Méndez Liciaga.

«Guillermo Mayol Castañer fue uno, entre dos hermanos llegados de Soller, Palmas de Mallorca. Estaba recién casado desde 1896 con Rita Andrea Navas Iriarte. Su hermano Juan Mayol, casado con María Luisa Navas, se había refugiado en su casa del Pueblo, por temor al ataque de las partidas sediciosas. La casa de dos plantas fue quemada. Contrario a lo pensado por tales familias, la ubicación urbana de una residencia sentenciada, su proximidad al cuartel de Arocena, no detendría a los alzados para cumplir con la agresión. Guillermo Mayol fue visto como cobarde inquilino de la Casa del Rey y cobarde inquilino de la casa de su hermano Juan en el sector Pueblo. Se quemó a la propiedad Juan, su hermano, por cómplice». [Carlos López Dzur, Comevacas y Tiznaos, Las Partidas Sediciosas en el Pepino de 1898, 2005]

[9] Heidegger, op. cit.

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