1. Preámbulo
Muy curiosas y paradójicas cosas ocurren en la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico. En adición, California [que lo contiene] hoy ni siquiera es el Estado Más Rico y puede que sean ya muy pocos quienes recuerden los años en que California se jactara de serlo. Octava economía solvente del mundo. Así fue llamada, pero en tiempos de Pat and Jerry. Hoy, según muchos de los expertos, el Estado Dorado es el espejo de una inmensa bancarrota. Todo está en acelerada bajada. Hasta lo que solía decirse el mejor de sus recursos: el Divino Tesoro, el recurso humano de su juventud.
2. El Estado Dorado y Exitoso
«A lo que es un Estado exitoso», los maestros, como Gustavo, lo miden con parámetros distintos a los utilizados por los políticos. Por ejemplo, él alude al número de adolescentes felices y con ambiciones como la norma del presente futurizable para el bien. «Presente potenciativo de todas las victorias». Esa juventud la hay, la habrá, aunque localmente, su distrito la está arrastrando consigo a crisis. «Con políticas malas, con falsos parámetros, se les está destruyendo el futuro».
Los comerciantes, cuya opinión es la única que parece importar a los políticos, coinciden ya con los maestros, aunque difieran a la hora de asignar números, leer gráficas y echar culpas en torno a lo que sucede.
El Estado tiene que estar «bastante jodido» cuando 123,651 estudiantes durante el año 2006-07 dejaron la escuela, se aburren, fracasan, se van de los predios escolares sin llevarse un diploma de preparatoria, y el costo para el Estado será 24 billones de dólares, según el cálculo de investigadores. Si en tan sólo un año 120,000 alumnos, o más, mandan todo al carajo, a decir de Gustavo y ese ritmo es el mismo que se viene sosteniendo por largo tiempo en el Estado, «saque usted cuenta: ¿cuantos han de ser los desertores en cinco años? ¿cuántos en diez años? si esa trayectoria sigue, no habrá progreso financiero ni cultural...», exhorta y medita Gustavo.
En la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico del Estado de Oro en bancarrota, aunque los que fueron desertores escolares ese año sólo se cuantificaron en 615 alumnos, del grado séptimo al doceavo, el costo a la comunidad será de casi $105 millones en el curso de los próximos años. El Distrito Escolar Unificado de la Ciudad Más Pobre tiene 54,500 estudiantes, pero sólo cerca del 83% de ellos se graduaron el año pasado, el índice más bajo de todos los distritos locales en el Condado Más Rico.
Los comerciantes sospechan que este distrito escolar refleja una cierta realidad económica. En sus escuelas, se concentran las tasas más altas de gente pobre, junto con familias e hijos que del idioma inglés son meros aprendices. «Pobreza y poco inglés», dicen los comerciantes que es la fórmula de la deserción. Muchos, entre esa clase mercantil, tienen dobles estándares y confusas ideas. Los que se atreven opinar y agregarse a las reuniones de padres y maestros, o audiencias de las juntas escolares, urgen que los niños aprendan el inglés. Deben hacerlo de prisa y corriendo. Recomiendan que sus padres se hagan ciudadanos... Otros, sin embargo, promueven que se conserve el español y alientan que siga viniendo más gente que lo hable porque es asunto de comercio. La economía está sustentada por una pequeña y mediana empresa mexicana y, en español, es que el negocio del que la mayoría vive se realiza. Quien olvida su español y reniega de sus raíces es uno que debilita a los comerciantes que dan vida a la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico. Estos juegan a un nacionalismo de conveniencia.
Se culpa a la juventud que deserta la escuela. Estraño que lo haga la gente que alienta a que deserten, aunque sin desearlo. La animan a la obsesión del fútbol, a la fiesta, al consumismo, más que a nada. Son cosas largamente discutidas. Una cosa redicha es que no aprende el inglés escrito, apenas el conversativo. Gustavo, el maestro, dice: «Falso. Muchas veces, quien más inglés sabe es que el deserta; la gente sabe inglés, pero no lo usa». Tantas cosas se dicen... Sin diploma de preparatoria los índices de desempleo serán más altos para el adolescente. Los sueldos que devenguen serán menores y Gustavo asegura que es cierto. «Trabajarán más duro, o se harán haraganes y delincuentes». Se ha discutido que el jornalero pobre tiene peor salud que el blanco estadounidense, mayores indicadores de mortalidad y, en términos de salud social, más elevada tasa de conducta criminal, encarcelamiento y dependencia a la ayuda de gobierno, la que suele darse de mala gana y a precio de estigma para quien la recibe, porque se le llama parásito y carga pública para el Estado.
Cuando en el Condado Más Rico, se ventila el caso del Distrito Escolar donde Gustavo trabaja, no en balde se dice que su Ciudad es la Más Pobre y, que siendo la capital administrativa del Condado, no es cosa de prestigio vivir ahí. Una ciudad de desertores escolares da señal de detrimento para la seguridad y el bienestar general. Por de pronto, la pérdida económica que significa para la comunidad local y el Estado tiene a muchos políticos histéricos.
Los políticos se enojan con los mercaderes. Pero la comunidad no da dinero para campañas; es preferible ir con los mercaderes y quejarse con ellos. Si los chicos no se gradúan, por desertar de la escuela, si otros 600 o los que sean repiten el saldo del año anterior, la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico perderá $105 millones; pérdida que incluye cerca de $58 millones en impuestos («tax revenue») porque si esos desertores trabajaran será en empleos de paga ínfima y, seguramente, otros $24.5 millones serán los costos en que la Ciudad incurra asociados a los delitos que esos desertores escolares cometan. «Un desertor escolar es potencialmente un delincuente», le dicen a Gustavo, quien reacciona, «hay quien no ha desertado todavía y en la escuela se comporta delincuente. ¡Si supiera usted cuántos delincuentes hay dentro de la escuela, haciéndole la vida un infierno a los maestros, e interrumpiendo el proceso educativo de los que realmente quieren aprender!»
Alega Russell Rumberger, director de un Proyecto Estatal de Investigación sobre el asunto que, por la cantidad de desertores que se originan cada año en la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico, hay asociados no menos de un centenar de crímenes agravados. «We created these profiles to help cities identify the magnitude and impact of the dropout crisis and to create a sense of urgency in order to start working on solutions», asegura el experto.
3. ¿Cuál es «El divino tesoro»?
El secreto de educar es éste. Ni los niños ni los adolescentes son rencorosos. Puede que, en algún momento de sus vidas, sean crueles y temerarios; pero, si algún maestro, o persona cualquiera en su comunidad, les muestra un poquito de luz, su alma de dopamina, como decía un poeta, se concilian. Dejan el odio inicial que sólo fue confusión, zozobra e inquietud en el camino, eventos precarios, de su vivir. Educar es invitar, constante y sistemáticamente, tercamente si quieren, a que no vale la pena fijarse, o practicar, al rencor.
Educar es evitar que se forme ese rencor que hila, con fanatismo. Que hace nudos en la fibra moral de las civilizaciones. Cuando uno lee ese verso famoso de Darío, sobre la Juventud como Divino tesoro, «cuando yo explico a mis clases qué veo espiritualmente en el poema, o sugiero que lo traten de ver por ellos mismos, se los comunico con toda mi pasión». El verdadero tesoro es la persona que deja el rencor en las orillas de los abismos y que, con toda la energía de su juventud, forma el amor y el asombro por los retos posibles. No es la juventud, o los pocos años, lo que hace de la niñez y la adolescencia, algo atesorable y valioso, más valioso que el oro y los dólares ganados en la Tierra de las Oportunidades. El tesoro es la energía de esos años, es la misma líbido que traen en sí, fresca, incontaminada. Sentirse fuertes, «inmaduramente fuertes», como para no atarse por debilidad a prejuicios o las más amañadas emociones.
El tesoro es no ser rencoroso, no sentirse autorizado por haber estado desalentado, o a la venganza, o al deseo de pagar con mal... El divino tesoro es desautorizar el rencor y la amargura... Usted sabe, Ms. Margie, en mi experiencia como educador, he descubierto que hay niños viejos, niños que son ancianos minusválidos, desmemoriados, envejecidos en el alma y en sus corazones, pese a que están en cuerpos radiantemente juveniles. Pero son más que opacos, turbios por causa del odio y la frustración que tienen dentro o que transpiran... y el educador se conmueve con ésto, porque muchos años de vida hacen a los viejos, a generaciones anteriores, de ese modo, por causa de la mala pedagogía que recibieron, e introyectaron como memoria y como práctica. Ellos no tienen que ser viejos moralmente, si son la germinal, espiguitas que recién brotan. Son jóvenes, son niños y están en la edad en que se debe decir: «Tesoros», no fardos de oro, o potencial de logros financieros, o sueñitos «americanos» de inmundicia. Son tesoros divino, no tesoritos de oración en las escuelas, para que parezcan Pilgrims de Plymouth, o cuáqueros o evangélicos, dignos de los Círculos de George Bush, o Pat Buchanan o Jerry Fadwell.... yo hablo de tesoros divinos, en el sentido de lo mejor del Trascendentalismo... y usted me dijo, que el ex-Presidennte Reagan es «emersoniano».
Pues, entiéndame bien ahora: la divinidad no es una etiqueta emersoniana ni siquiera un trascendentalismo mal entendido. Cuando yo estuve como maestro en la Chávez H.S., escuela donde hoy se acumulan los alumnos con expedientes carcelarios, los alumnos rudos, expandilleros desde los doce o 14 años, con ellos aprendí la divinidad del Trascendentalismo. ¡Qué paradoja! Que allí, un alumno convicto, se atreviera a decirme: «Yo quisiera ser un campeón, un Michael Jordan». Y aún conozco, no uno, varios que sueñan: «Si es verdad lo que dijo César Chávez, que Sí Se Puede, yo quisiera ser un Abogado / Líder de Multitudes / uno que defienda a la gente de pobre y a los políticos del racismo».
No. No. Eso no es ingenuo. Y no tiene nada de rencoroso. Ellos estaban hablando desde ese nivel, color de rosa, de sus instintos de amor y conciliación. Así conciben su trascendentalismo. Son los más pobres o «económicamente desventajados», como se dice en la terminología de nuestras políticas escolares; pero son, por igual, los verdaderos trascendentalistas, en el sentido de los poetas y filósofos como Walt Whitman y Ralph Waldo Emersonl autores que sacamos de nuestros currículos; ¿por qué? porque Emerson, como Carlyle, su amigo escocés, hacía explosivos ataques a la hipocresía y el materialismo. Desconfiaba de este tipo de democracia que tenemos en Norteamérica. Eran verdaderamente divinos en cuanto a ese sentimiento del poder del individuo, que se llama romántico... Ellos, que incluyo a Whitman, entendían el trascendentalismo como repudio cuidadoso, desde el corazón, al racionalismo científico, que es la mente tecnificada para acumular poder, quitándoselo a otros, por lo general, al más pobre. Al pobre no hay que dejarle ni el disfrute de una gota de rocío... Ellos decían que cada ser humano, del más pobre al más rico, tiene «an Over Soul», una mente que les dice: «Trust thyself!» y da la casualidad que esta experiencia directa del sentir y confiar es el divino tesoro de esos niños que yo escuché reaccionar a la escuela, a sus familias, a sus vecindarios, al mundo... al parecer, repudiaban las autoridades externas, mas no era así. Querían confiar en algo propio; sólo que las Familias, la Escuela, los Políticos, la Sociedad con sus leyes y discursos de poder, les decían que no lo hicieron, porque ellos son los pobres, los ignorantes, los cholos, indocumentados, inadecuados, los peores en el Condado Más Rico del Mundo y que los verdaderos trascendentalistas de hoy son las élites burguesas... Sí, Margie, yo recuerdo cuando discutimos si debe seleccionar textos de Emerson y Whitman para mi clase. Les dije yo enseñé algunos de esos autores en la escuela Chávez H. S., los enseñé, como compañeros espirituales de rUBéN Darío, cuando habla de los verdaderos «Motivos del Lobo» y del Tesoro de la Juventud... y usted me dijo: «Cuidado». Esas creencias de ellos en la «divina suficiencia de lo individual» es peligrosa. El optimismo debe ser controlado. El mal existe y esa gente es pobre, presa de diabólicas realidades... Mejor hay que enseñar a Herman Melville, Nathaniel Hawthorne y Henry James, Sr., a los clérigos conservadores... «yo he leído el ensayo, 'Self-Reliance', de Emerson y me parece que, en la relación que propone entre la Naturaleza Humana y Dios, se pinta como un hereje. «Trust your own judgment above all others». Mire, maestro Gustavo, yo no pienso que haya divinidad en el hombre y la única dopamina que se meten, o en la confían los muchachos de este siglo, es el crack... a ese mundo de cholos, no me lo defienda más ni me los descarrile... La Administración Bush ha propuesto algo que me parece importante y verdaderamente racional y útil. Bueno para esta escuela, donde ya sabe: Del 95.5% del alumnado latino, el 83% viene de familias econonómicamente desventajados, gente de salario mínimo, madres en beneficencia pública, hogares rotos y el 52% apenas habla el inglés... hay mucho indocumentado, ahora hasta centroamericanos...»
«Con más razón, hay que enseñarles a soñar que la pobreza es derrotable a través de la educación...»
«Gustavo, pero lecturas con ese tipo de currículo trascendentalista es para el Honor Advanced Placement (GHAP) y no sirve para esos alumnos que usted conoció en Chávez... mire, el único emersoniano que vale la pena es Ronald Reagan...»
«¡Caray, caramba! ¿Qué de emersoniano y trascendentalista tuvo o puede tener ese señor, Margie? Estamos hablando acerca de aceite y vinagre. Es el fantasma de Reagan lo que hizo a esta comunidad mil pedazos. Ese es un lobo vestido de cordero que ha destruído la confianza de la juventud en el país entero. En un demagogo como ése se encarna toda la hipocresía que combatió Emerson, Carlyle, Whitman, los trascendentalistas verdaderos... él, Oliver North, y todos sus truhanes nos llenaron de maras salvatruchas y contras el campus... ¡Caray, no! Usted y yo estamos hablando sobre aceite y vinagre!», respondió espantado.
Gustavo recogió unas copias de poemas y traducciones del libro Poems (1847), escrito por Emerson, y otras tantas copias de textos de Leaves of Grass (1882) y alguna prosa fotocopiada de Good-Bye, My Fancy (1891), de la autoría de Whitman. Sabía que lo habían desautorizado; pero más le molestó esta reprimenda. «Hay que tener cordura con el material que se imprime en nuestras fotocopiadoras. El gasto de papel y tóner. Es que hasta que no se aprube para el distrito una buena asignación de la NCLB, No Child Left Behind, no se puede malgastar los recursos disponibles».
«Imprimí estas copias a costo de mi bolsillo. No se preocupe», le aclaró. Se levantó y se fue como si le hubiese propinado diez bofetadas en ristra. Sus mejillas quedaron frías y su diabetes, alta.
4. La cazapremios que vive entre ratas
Una colega de Gustavo, llena de prejuicios, encarna el chismorreo vecindón y extremista. Este sector de la sociedad, chusma con de clase media o nueva burguesía, crece en la ciudad. Nuevos burgueses o clasemedieros de profesiones, licenciaturas y maestrías inútiles, gerencias «pop» de liderazgos adventicios. La maestra latina que encarna esta cultura de la mediocridad escupe a su propia comunidad. Lo que piensa lo comunica a la gabachada. Se siente humillada porque ella vino a enseñar y, sin embargo, es la comunidad mayoritaria de su alumnado quien la enseña. Ella no quería estudiar español y las pedagogías del bilingüismo; pero la necesidad se impuso.
En la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico, sin que pudiera evitarlo nadie, comenzaron a llenarse las aulas de ese tipo de ratas que, en lenguaje demográfico, hay que llamarlas «inmigrantes de ancestro hispánico», o simplemente, Mexicans and Asians...
Como ella fue nacida y criada en México, el reto no fue difícil. Retomó el lenguaje de su infancia. No quería hablarlo desde niña para asimilarse y que no le dijeran «mexicana», porque ella, sus padres y hermanos, son entrados legalmente al país y naturalizados. En su familia, todos sus hermanos son profesionales. Hay par de abogados, que han necesitado hasta 4 o 6 veces para aprobar el examen de práctica y revalidarse y un médico, sin vocación, que no es médico, porque hasta los sobadores y yerberos saben más que él y atienden más pacientes. Y la educadora, cazapremios, que gusta pintárselas muy American citizen, casi nativa, e insinuarse públicamente como una emergente estrella de la élite profesional hispánica en el Condado Más Rico. Ahora quiere ser congresista; pero no ha evitado que se le perfile folclórica y racialmente. Ella es la maestra más gorda del Distrito. Su cabeza parece una calabaza. Su rostro tiene cachetes abultadísimos, desagradables pómulos y gran papada.
Cuando era maestra de primaria, eso no importaba mucho, porque los niñitos perdonan y se aburren de sus propias burlas. En las escuelas del Distrito Más Pobre, ahora que obtuvo credencial para la enseñanza secundaria y fue obligada al juego de las políticas bilingües, los adolescentes son más crueles. Ella es una Caricatura de la Obesidad. Es una Mole. O un meteorito... Y ella tiene mucho odio acumulado por razón de que no se le observe como una profesional blanca, no exactamente el prototipo del indígena mexicano, con nopal en la frente. Ella, gorda como es, tiene el pelo güero, los ojos azules, labios finos y articulación del inglés que ella califica «perfecta», como si hubiese mamado esa lengua de la teta de su madre. Pobre latina, pobre ser inauténtico. Vendepatria.
5. La llaman Meteorito o La Gorda
Miss Meteorito, por más romances que haya intentado, siempre interesada en un gabacho que mejore su raza, se quedó para vestir santos. Hasta en eso fracasa por su petulancia. Menos mal. Ella no cree en mixtificaciones culturales. No cree en estampas de santos. No es guadalupana. No cree que siendo ciudadana estadounidense tenga que festejar el Cinco de Mayo ni el 15 de Septiembre. Le fascina la comida japonesa y no mira hacia otro tipo de varón que no sea el gringo, o el que tenga facciones europeas. Ella, verdaderamente, en cuanto a la ExtraTerrestre Meteora que es, se declara eurocéntrica.
Odia, sin embargo, la idea de una Madre-Patria, si es que ésta es mexicana. De hecho, aún por la madre humana que le tocó y que no aprendió inglés, sufre en vergüenza. Que su madre, a estas alturas, con 50 años en los EE.UU., no sepa pronunciar bien ni las Gracias. Fine. Thanks you! y se oiga tan groseramente, su fein-tank-iú, es aberrante. ¿Qué van a decir los gringos, si un día tuviese la dicha de casarse con uno, y al visitar la casa de su madre... viese que, no siendo mujer tonta, si una anciana más bonita que ella, my mom doesn't speak English! Ni lo aprendió nunca ni quiere.
6. «Usted es un progresivista, no un trascendentalista»
A Gustavo le gustan los alumnos que encienden con una metáfora el pensamiento. Desde que entró en contacto, con el trascendentalismo educativo, la actitud le gusta y, en particular, los escritos de Emerson y la revista The Dial, que se publicara entre 1842 to 1844, con Emerson como editor. «Even a drop of dew», una gota de rocío, «is a microcosm of the universe». Hay gente cuyo pesimismo es tan grande que todo lo piensa una pizca de caca. Una gota de rocío es una cagada. ¡Qué diferente es La Gorda! No visualiza chispas de creatividad en nada. No entiende lo que es un microcosmos y quiere impresionar a sus alumnos con el espacio sideral, el macrocosmos, cuando da sus discursos que son delirios de grandeza. Discursos en sus lecciones escolares.
¡Tanto habla ella sobre planetas y órbitas, movimientos en el espacio! que alguien la apodó meteorito, residuo de material galáctico que cayó en la Tierra, después de girar en lo oscuro del espacio y traer disminuído su fuego al atravesar la atmoósfera! Ella es un como una roca quemada, desgastada, y donde cae hace un roto. Tamaño cráter.
Un niño le puso el nombre de la Burbuja del Niágara porque siempre la observa con sed. Se bebe muchas botellitas de agua purificada «Niagara», dosis compulsivas cuyas botellas se etiquetan con el mensaje de que son 50% menos plástico, porque están elaboradas por New Eco-Air Bottling Company. A este chico, algo desmadroso, la astronomía lo entretiene. Toma clases de ciencia con ella, geografía, o ciencias naturales. Y no es uno que tenga su mente volando con los planetas. A conversar con él, o meramente oírlo, Gustavo descubre la lógica interna que tienen sus observaciones. Aunque parezcan estupideces, él no olvida lo que Gustavo dijo en torno a la metáfora de Emerson: «Even a drop of dew is a microcosm of the universe». Y si Gustavo le da libertad para explayarse, sea por escrito u oralmente, él responde con imaginación creativa.
El se siente orgulloso de que a La Gorda / Miss Meteorito / a la Burburja del Niágara / se le llame de ese modo, que sea choteada con irreverencia. No es rencor. No se equivoquen. Aprovechó un tipo de actividad que Gustavo aplicó, con sus estudiantes, para dejar claro el por qué le puso sus apodos. Utiliza sus escritos en los «Journals», la actividad pedagógica de diarios libres, confesiones estudiantiles de tema voluntario que Gustavo utiliza, no sólo para cotejar los progresos de redacción y consciencia gramatical que los estudiantes despliegan, en español o inglés, sino que en el caso de este niño para evaluarlo en la tarea filósofica y científica que el mismo chico se asigna como alumno. Explicarse lo que siente.
Leyéndolo fue que Gustavo supo que él es quien apodó a La Gorda como la Burbuja del Niágara y «El Meteorito» seco. En «El pedo del meteroro sediento» («pedo»: con su connatación de «el asunto», uno de de sus escritos para el proyecto de «Journals», el chico critica que ella beba tanta agua, o no se trate la diabetes. La educadora no es diabética, según dice ella; pero el estudiante cree que lo es. Se pregunta, con preocupación ecológica, cómo se dispone de tantas botellas de plástico. Botellas que han de ser contaminantes tóxicos si se lanzan a los ríos, o no se reciclan adecuadamente. «Y es una mentira que sean unas botellas bio-degradables, aunque la New Eco-Air Bottle de Niágara se exima de contaminar con sus materiales. Nunca existirá una botella inmaterial como el aire. No por ahora». [«¿Qué quieres decir? Elabora», anotó Gustavo al escrito cuando lo evaluó y devolvió a su estudiante].
En lo que escribe este alumno, Gustavo implicita la existencia de preocupaciones científicas. Ha visto planteada, en sus escritos, la cuestión de si alguna vez el agua podrá verse en estado de plasma, o al menos, «si en un estado de vacío, preparado en un laboratorio, el agua flotaría en el aire, sin necesidad de pasar al estado gaseoso y si seguirá siendo líquida sin mojar lo que entre en su contacto, o si por ser líquida fluirá, desafiando el vacío, para hallar una superficie o continente en el cual derramarse. Me preocupa si el agua sólida, convertida en hielo, conserva temperatura o puede volverse agua, soltar gotitas de rocío, o los microuniversos de los que habla mi profe».
Gustavo dice que ese tipo de cavilaciones son necesarias y mientan la capacidad de adolescentes que no son intelectualmente pobres, o necios por ignorancia o información insuficiente, pese a que no están el programa de honor. Admite que son indisciplinados, desatentos a su responsabilidad de calificarse bien en otras materias o asignaturas. Así su profesora La Gorda lo desaprovecha. Ha amenazado con fracasarlo en su clase; porque el cholito es burlón. Con la sonrisa que tiene le lanza escarnios. La inhíbe de echarse buchesito de agua en su presencia. Si lo hace, él suelte una risotada e insinúa que es diabética. Alborota su clase con comentarios socarrones.
A ella no le gusta que ninguno se burle de su obesidad, o sus emociones, o su estatus de mujer soltera y de busto enorme. «No sea rencorosa, colega. Lo que importa es que él tiene retentiva. Es muy observador y habla con mucha lógica. Imagino que se sabe todo el material que enseña usted. Quizás lo que busca, con su actitud, es estímulo. Está llamando su atención desesperadamente porque está entre los mejores alumnos que pueda tener y usted no le da ese lugar». Se ha cuidado de llamarla «maestra resentida», porque, total, ella también es humana y no merece insultos.
No obstante, como colega, le ha recomendado que inicie un proyecto de Journals como el suyo. «Es la mejor manera de conocer a los estudiantes por escrito. Que digan lo que se les pegue la gana, que se desquiten si así lo desean; pero, que la norma sea redactar bien, exhibir un nivel expresivo que refleje que están aprendiendo el currículo de artes comunicativas y aplicándolo a temas sugeridos, sea la ciencia, o las matemáticas, o las ciencias sociales, o la mera convivencia en la escuela con sus compañeros».
«Mira, Gustavo», dice ella que no sabe si lo tutea, o si en español es correcto que aunque no diga «tú», diga «mira», por tanto querer su inglés, «English First and Ever», «yo soy una buena conferencista, competente; enseñé en el campus de Fullerton, y conozco de la A a la Z las pedagogías,. Escribí un proyecto provisional de tesis doctoral en torno a las teorías y políticas pedagógicas para la educación, tal como deben ser para que respondan al Mainstream. Lo mínimo que un maestro debe requerir del estudiante, que está subordinado a él y las metas de la institución que lo educa, no es otra cosa que se le oiga. Que un niño me oiga, me atienda, siga mis instrucciones, es la prioridad. Si no me quere oir, que no venga a la escuela. Su debe es estar calladito siempre, a menos que yo le pregunte. El estudiante que no oye al maestro y quiere hablar lo que no sabe debe ser expulsado, quedarse en su casa, hasta que aprenda a oir y respetar».
«Wow!», musita Gustavo.
« Esas estrategias de igualarlo, no en términos de autoridad académica, sino en su interacción afectiva-cognitiva, es lo que tiene en crisis al sistema... ya no hay niños calladitos, porque las teorías de 'progressive education and psychology', lo han convertido en un rival del maestro. Si sabe tanto o más que uno, ¿por qué pierde el tiempo, ocupando un pupitre? Que vaya y ofrezca sus cátedras a sus padres, o la pandilla en que se haya metido...»
«En el saber oír de un maestro, hay también un saber decir. No olvide ese punto. Se da ejemplo al saber escuchar. Escuchar es algo que se instruye; pero que es efectivamente completado, cuando usted, como instructora, crea una confianza en el que escucha de que merece ser oída».
«No, no, Gustavo, mira... por algo una fue investida con credenciales, adquirió sus títulos. No es cuestión de que venga, de buenas a primeras, alguien que no tiene la autoridad de una formación rigurosa y amplia a decirte: Pruébame que mereces ser oída; déjame ver si tienes algo que enseñarme... ¿Te das cuenta? ¿Que hay que partir de que vengan los igualados a decir: Si me gusta lo que dices, te sigo oyendo... ¡Quítate esas ideas de la cabeza! John Dewey, con toda la buena fe que tenía, se equivocó en ésto: los niños no son científicos en su aproximación a los problemas y a la tarea de definirlos. ¿Sabes que son, Gustavo? Seres caprichosos sin ninguna hipótesis para dar solución a los problemas. No saben evaluar las consecuencias de sus caprichosas, dizque hipótesis explicativas para el problema defionido... Los niños juzgan y opinan desde su trasfondo de experiencias fallidas, por su ignorancia natural. Esto es claro cuando evalúas el clima de Century H.S., con sus cholos groseros. Son animales sociales, cierto, y deben aprender de actividades «en la vida real», junto a otros; pero, quien los guíe hacia el modelo de actividades sociales correctas, pedagógicamente dicho, debe ser la gente capacitada... ¡Las autoridades! Sólo ellas / gente capacitada / quienes saben definir el problema y guiarlo a la niñez una hipótesis de solución. Ellos, que oigan, memoricen y sigan instruccciones».
La Gorda no cree en lo que se designa el slogan progresivista de Learn by doing. Alega que, en las escuelas públicas, no hay que permitir otra situación y actitud que el alumno obediente, quieto y receptivo. «Si les dices que aprendan al hacer, su praxis, su hacer, llevará al caos. Es que la naturaleza humana de las comunidades pobres no merecen el espacio de libertad de ningún hacer, espontáneo o improvisado, sin que se ponga en peligro el clima del estatus quo y el canon necesario. En el «libre-hacer» de los animales sociales, lo que hay es riesgo y erranza. Disciplina es que oigan, o se vayan, sin el riesgo de la inseguridad. La educación es un premio inherente a la obediencia. La élite de los que saben debe imponerse al rebaño. La Educación Progresivista es el alborotamiento de las colmenas.
«Wow!», musita otra vez Gustavo. «¿Habré leído bien a Dewey o Parker?», medita. «¿O es que estoy oyendo mal?»
Ella concluyó que lo único que vale, ponderado como esperanza en este 2002, ha sido ya propuesto con la legislación «No Child Left Behind Act», en la que se pide «test-oriented instruction». Distrito escolar que quiera dinero, financiamiento público del Gobierno, que cumpla con los estándares verificables de un Currículo Tradicional. Metodologías y supervisiones que prohíban que el ignorante, el delincuente, el dependiente, la masa ignara ponga sus manotas en proyectos, so pretexto de aprender «al hacer». Punto: Que el que no sabe no haga nada. «No hands-on-projects», no sea que pongan las manos en alguna pistola y sólo quieran matar a los maestros, o quitarlos para ponerse ellos, el proletariado sinvergüenza... No al caos. No al reino de los incompetentes. Ni educación dictada por los rebaños. «Esto sí en Emerson, en su puridad». Por supuesto, Gustavo no está de acuerdo.
«Mira, Gustavo, yo sigo creyendo en la preparación clásica... quizás digas, clasicismo del siglo XIX en sus unidades temáticas, menos destrezas sociales que no sean otras que oír al que sabe y respetarlo; menos de esa anarquía de colocar al rebaño a experimentar con soluciones de problemas y pensamiento crítico que no tienen... un rebaño es un rebaño y el Maestro es el Pastor y debe ser el único pastor. Otro agregado participativo estorba. Quien debe definir el «trabajo en grupo, o en equipo» para el desarrollo de habilidades sociales como el respeto, la responsabilidad y la obediencia, es el maestro, no sus subordinados en jerarquía... Mira, Gustavo, yo escribí una tesis, que será algún día mi proyecto posdoctoral sobre la sicología de las ratas, los avisperos, las colmenas, los rebaños, los animales sociales y sus grupos... ¿Qué tiene a estas escuelas locales a merced de la demagogia de los comerciantes y politiqueros, sin excelencia académica? Contesto: Que quieren hacer la escuela una sucursal de los centros comunitarios, las logias chicanas, las organizaciones de buscapanes y subsidios que no merecen, sino repudio... porque no quieren enseñar el inglés como se debe ni el rigor de un currículo de ciencias y matemáticas... ¿Qué es lo quieren, Gustavo? ¿Qué es lo que entienden como educación para la responsabilidad social y la democracia? Contesto: Fiestas del Cinco de Mayo, fiestas septembrinas, cantos por César Chavez, La Causa, o Martin Luther King, Jr, el asesinado, proyectos de aprendizaje recomendados por esas uniones y sindicatos, seudo-comunistas o hermandades, como la que tuvo Nativo López y otras mafias de ladrones... Te hablo, con el corazón en la mano; yo sé que eres un maestro bueno y que tus estudiantes te quieren, por eso no te han botado... pero este sistemita es muy hipócrita... Le echa leña al fuego para destruir «the traditional curriculum» y la comprensión de lo que deben ser las habilidades, «on life-long learning and social skills»... ah, pero todos los que hiy administran nos engañan diciemdo que se trata de seleccionar el mejor contenido, core themes asociables a diferentes disciplinas... y si los dejas, Gustavo, asignan por unidades de enseñanza, el marxismo, el sindicalismo, los feminismos, las basuras multiculturales y étnicas, como si este país no fuese ya los Estados Unidos de Norteamérica, la tierra de los Padres Fundadores, de George Washington, los Adams o del calvinismo-anglicano, que enseñó, con su filosofía, la ética de trabajo y el amor por la democracia...»
Sin decirlo,Gustavo meditó que esta señorona Meteoro viene tan aceleradamente contra él que llega desorbitada. No cree que valga la pena que, en este momento, él la rebata. Lo dejará para otra ocasión en que esté menos eufórica. Seguramente, como observaría «mi alumno y el suyo», el que le puso el apodo de Niágara, a esa catarata de ideas (las que tiene en su cabeza) le falta la botellita de agua. Está exaltada, consolándose con su proyecto de doctorado, para hacerse políticamente respetable ante los que dan estos trabajos, administración directiva y superintendencias.
La educadora cree que la agenda de inquietudes, o producción de proyectos, asociables a trasfondos de la creatividad infantil y juvenil, deben ser desanimadas y sacadas de las intenciones escolares. Es obvio que se rivalizó con los pioneros John Dewey y Francis Parker; y que prefiere la llamada «Rote Learning». Le gusta hablar sola, tal como dicen sus alumnos. Dar largas peroratas y que el alumno le copie hasta los suspiros. «La educación viene de arriba», dice ella.
Con razón, Gustavo adivinó desde el primer día que se lo propuso que lo menos que ella desea es tener que leer «Diarios / Journals», confesiones nacidas de los niños. Hay que ser maternal para gozarse, como él, con «the children’s own writing». Ella no quiere La Escuela Abierta ni «child-centered and experience-based learning». Un niño no tiene nada que decir. El maestro es el único que sabe. La educación viene de arriba. Eso de los Diarios / Journal / es educación progresivista. No la quiere.
«Usted y yo tenemos interpretaciones diferentes de dos filosofías que me parecen importantes: el trascendentalismo y el progresivismo. Si no cree en el estudiante, nada que sea trascendental puede ocurrir en las mentes de los niños. Si no cree en la Escuela Abierta, tampoco ocurrirá nada en la comunidad. Usted cierra los Journals de la creatividad infantil y juvenil, yo los abro... pero ya tendremos la oportunidad de discutir con más calma estas cuestiones», le dijo Gustavo y vio que ella buscó, dentro de un bolso colgado en su hombro, una botellita de agua para la sed. Una botellita que, al verla, a uno de sus alumnos le inspira sus cavilaciones sobre la posibilidad de la contaminación tóxica de su mundo. Mas ella llama delirios irracionales a tales cavilaciones.
Dice el cholillo que «aunque quienes envasan agua Niágara para Miss Meteorito, la llamada New Eco-Air Bottling Co, digan que su envase no contamina, porque tiene hasta 50% menos plástico, sí contamina». A ella se le está llenando de aire el cerebro. «Y no debe ser mucha el agua, sino la sacia». Gustavo sospecha que en la metáfora de la gota de rocío de Emerson y en la idea del «macrouniverso» implícita en la metáfora de los meteoros, o las burbujas de la Catarata que hilvanó el alumno, hay muchas otras insinuaciones. Ella es un eco, burbuja de aire, sed que no se socia, catarata de nada, o de vacío. Mucho ruido y pocas nueces y, aunque la maestra discursa sus peroratas y largas conferencias, sus lecciones de una hora para sus alumnos, nadie la oye. Ni la toma en cuenta. No hay comunicación. ¡Qué frustración ha de sentir cuando suplica ser oída!
Los estudiantes lo perciben. Es una burbuja con aire. Aseguran que fuera de aire no tiene contenido. «Hasta es preferible que haya una mosca dentro de la burbuja para que sea interesante». Tampoco es una gota de rocío. «A drop of dew», capaz de insinuar que el alma de un niño es semejable a un microcosmos del universo. Ella es como el pedo. Y los niños se ríen. «¿Qué pedo dice la tícher?», se preguntan en medio de colectivos bostezos. Se aburren. Y Gustavo piensa que es culpa de ella misma y sus enfoques pedagógicos basados en autoritarismo
7. Dos papas podridas
También Gustavo llegó al Norte cuando tenía la edad de diez años. Y él conoció, antes que a la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico del Sur de California, los andurriales angelinos. Zona donde hay más pandillas, asiáticos y negredas. El sí conoce sobre la multietnicidad y la multiculturalidad angelina. Sus colegas no; casi todos ellos, como la misma Miss Meteorito, vienen de las ciudades más ricas, donde sólo viven anglosajones o gente adinerada, ciudades universitarias, como Irvine, o portuarias, con vecindarios exclusivos.
Los maestros que llegan al Distrito, lo mismo que administradores y personal no docente, vienen por el empleo. Muchos, con sus maestrías y credenciales especiales, admiten que no van a romperse las cabezas con quienes no hablen el inglés suficiente. «Sorry! This is America USA. You must learn and speak English. Or drop-out school!»
No hay mucha diferencia entre la actitud de los profesores gabachos y toda una serie de personajes de ancestro hispánico o en los planteles del Distrito Escolar Unificado más pobre. Pero, en común, se dan cuenta de que antes había más recursos en cada escuela y, sobre todo, buena voluntad; pero, a medida que creció la inmigración y el mexicano y centroamericano, abarrotó las aulas, «lo objetable comenzó a ser mucho». La buena voluntad, traducida a paciencia e interés personalizado al enseñar, se ha perdido por completo. Gustavo, el profesor, es uno de los poco que pide de los directores rescatar aquella tónica de interés por los alumnos. Cierto es, con muchas alumnos por aula, es más difícil, pero queriendo, con algunas concesiones administrativas, se puede. Mas el sí se puede cesarchaviano se ha convertido en frase indeseada.
La maestra llena de prejuicios dice que la comunidad mexicana creó la pobreza de la escuela. En las juntas internas de maestros, Gustavo la debate y le pide que no mienta. Que se informe acerca de la historia. Que no culpe al estudiantado y sus familias y, más bien, agradezca que tiene trabajo. Si no hubiese estudiantes, documentados o no, las escuelas no se cerrarán. Cierto. Pero sí habrá despidos de maestros. Fin de programas como los a ella la emplean... A los primeros que echan, en estos sistemas cínicos, donde ya no se respetan las garantías de empleo y la antiguedad en el trabajo, son a maestras como ella. Impopulares, feas, problemáticas... anti-obreras. Una que como ella no confía en sindicatos. Se asocia con gente que en el fondo la desprecia. Reniega de grupos que pueden protegerla en la solidaridad natural, no en las hipocresías de políticas cultivadas entre círculos que no le tienen simpatía. La Gorda da pena.
Aunque se exhíba como una mujer que no es mexicana, como tal se le perfila. «Ahí viene esa Mexicana», le dicen. Como si se tratara de una invasión de carne, una mole rodante de extraña osamente, se olfatean que no esté sudosa y hediente su caja toráxica. A ella le imponen ciertas distancias afectivas. Los administradores, aunque sean Latinos / AS /, no la han querido cerca y es por lo que dicen, que las chichis se juntan. La Meteoro, con sus enormes chicharrones que alega que no son mercancía mexicana, al verse aislada, se ha buscado otra aliada cuyos embelecos son chicharrones que truenan desde Chichicastenango, Guatemala. Rosie cree que es aún más poderosa que la Maestra Canuta, alias Meteoro.
Es triste que ambas denigren a la mexicanada indocumentada como «invasión premeditada de extranjeros». No que entiendan que hayan caídos del espacio sideral, pero no valoran las razones específicas que explican su presencia y hablan como si ésto fuese un asunto personal. «Gente mexicana que viene a hacer que ellas queden mal». Entonces, se buscan una a la otra. Rosie cree que ella ha redimido, con su servicio en la Junta Escolar, a más de 60,000 alumnos en la Ciudad Más Pobre del Condado Más Rico. Dicen que han sido 14 años de servicio, funcionaria electa, que le dan el derecho a competir por un cargo en el Congreso. Que haya nacido en Chichicastenango no hacen sus chicarrones menos dignos que los de Loretta.
8. El certificado de defunción
Cuando Gustavo entró formalmente, con nombramiento como maestro al sistema del Distrito Escolar Unificado de la Ciudad Más Pobre, existía la amenaza de la Proposición 187. Esta legislación, sujeta a la aprobación por el electorado y, convertida en ley por los votantes en noviembre de 1994, podía convertirlo en un soplón. Chota o chivato. El fue consciente de lo desagradable que sería serlo, porque él creció como activista social nato, sin pretenderlo. Su niñez estuvo, sino inserta, moldeada e influenciada, por la Contracultura, los movimientos estudiantiles, la cultura del rock, las drogas y pandillas. Recorrió, como un aventurero, ciudades como Redlands, San Francisco, el este de Los Angeles, antes de terminar en la Ciudad Más Pobre.
El había sido un estudiante de Guitarra Clásica, aficionado al teatro, inquieto por diversidad de lecturas en su discontínua vida universitaria. Tenía la vocación de un artista, trabajador de la cultura, aunque, en su expediente de sobrevivencia en la Nación Más Rica del Mundo y, en el Condado de los Millonarios, en la glamorosa California, Estado Dorado, él lavó platos, cocinó hamburguesas, repartió volantes. En algún momento, quiso ser geólogo, área en que invirtió sus primeros años de estudio. Su vida fue dura, pero no perdió la meta de ser creativo, aprendiz entusiasta y buscador del sueño personal que lo ponga en armonía consigo mismo, a pesar de pobrezas. En esa búsqueda se debatió ante la posibilidad de ser maestro y las promesas más inciertas que se implican en la carrera de músico.
Cuando ya fue residente legal, empezaron a abrirse para él las oportunidades soñadas y la urgencia de tomar decisiones. «Okay, seré maestro. Guardaré mi guitarra». Recuerda los primeros días en varias escuelas distritales. Ya tenía el título de maestro y se recreaba con actividades que en los diferentes campus delataban que estaba en el Estado Más Populoso y étnica y multiculturalmente diverso de la nación. Vió que en las escuelas, como actividades, se celebraban eventos multiculturales, con danza y música, trajes típicos y kermeses. «¡Qué hermosas actividades!» Es que la diversidad del mundo, o la naturaleza humana, aúm le parece una obra de arte, aunque no pretenda serlo. Desde la escuela, al parecer, se puede expresar, o promocionar, las identidades colectivas e individuales. Recuerda cuando caminaba feliz y orgulloso por los patios de la Century H. S., cuando había una celebración, con motivo al Asian-American and Pacific Islander Heritage Month.
La diversidad de las comunidades en Century High School y la belleza de la juventud que la representa es perceptible en días en que sale a llenar el campus y la idea de Escuela Abierta se irradia. Comunidad y alumnado conviven y las más pequeñas ramas de la educación física se subliman con talento: Baile, songpom, grupo de batuteras, Century's cheer, la Guardia de Colores de la NJROTC, bailes polinesios, exhibiciones de equipos de fútbol, baloncesto, tenis, pista y campo... hubo un tiempo en que en Century había equipos de lucha libre, cosas que con el tiempo se desaniman, porque la idea de Escuela Abierta y de festejo a la multiculturalidad aprovechable han sido cuestionadas. Gustavo observa ésto como una consecuencia de la herida cultural que patrocinó la aprobación de la Propuesta 187.
A final de cuentas, en particular, porque la ley se declaró inconstitucional y fuera de lugar en las cortes, ya no hubo necesidad de que cada maestro tuviese que ser soplón, o delator de la niñez comunitaria. No se permitió (a quienes así lo quisieron) que se privara de educación a los niños del Estado Más Rico ni que se les redujera el cuidado de salud debido por razones de su lugar de nacimiento. Se le dijo a los políticos y funcionarios del Estado: «Caliornia cannot regulate immigration law, a function that the U.S. Constitution clearly assigns to the federal government».
Pero, aún así, el mensaje de limitar los servicios a los inmigrantes sin documentos en el Estado entero, deja sus secuelas atropellantes. Aún cuando Gustavo respiró con alivio ante la anulación de la posibilidad de que, por la Ley 187, la policía, los médicos y enfermeras y, sobre todo, los maestros y administradores escolares, se prestaran, so pena de despido, a verificar la situación migratoria de los niños y sus familias, otro tipo de sutiles represiones quedaron en el ambiente. Algunos combatientes contra aquella ley que habría hecho a los distrito escolares, verdaderas academias de la chivatería y delación de la gente y niñez más pobre en el distrito, dicen que el «injunction de prohibición para la ley 187», dictado a dos días de aprobada, fue un sello en el Certificado de defunción para una mentalidad excluyente, racista y xenofóbica en el Estado.
«The seal of the great state of California is now stamped on the death certificate of Proposition 187», había dicho Mark Rosenbaum, director legal de la Unión de Libertades Civiles Americanas para el Sur del Estado Dorado. Un sello oficial de repudio para cinco años de menosprecio racial y cultural a las minorías.
Mas Gustavo, en conversaciones con colegas, se dio cuenta que lo que vendría será peor. Habían sido cinco años de trabajo previo a la aprobación de la Ley. Y una corte californiana les dijo a los promotores del odio, a los votantes mismo del odio: «Ustedes, pueblo rencoroso, aprobaron la Ley de la División y el Rencor. La Ley de los Soplones. La chivatería institucionalizada. No podemos saber, en este instante, el daño que hizo estos cinco años de trabajo sucio, desde 1989, aunque pongamos un sello al Certificado de Defunción a la Ley 187».
«Estas guerras culturales apenas comienzan», le dijo un maestro a Gustavo. «Que una jueza federal, Mariana Pfaelzer, le haya dicho a los poderosos burócratas del Estado que la medida 187 es inconstitucional ha tomado casi diez años y lo que alega es que el Gobierno Federal es el único con autoridad a manejar asuntos de inmigración; pero, confirming the federal government's exclusive authority over immigration, no es la respuesta. Es sólo un tecnicismo para demorar las guerras que vendrán. Seguirán los esfuerzos de los rencorosos, resentidos nativitas, explotadores de poder y acomodo, por asegurar que los niños minoritarios no adquieran educación pública, ni las familias trabajadoras tengan acceso a cuidado médico... Seguirán los policías panzones, parasitarios, festejados como los niños de la seguridad, la protección ciudadana y el orden, jugando a los escondites con la tarea que debieran realizar, combatir a los criminales, los ladrones y narcotraficantes... Lo más cómodo para ellos es perseguir un niño o un jornalero bueno, hacer redadas en la casa del pobre y limitarse a decir, cobardemente, a mí me mandaron. Fui instruído de hacerlo... ¿Sabes, Gustavo? Yo, nacido en California, con cinco generaciones en mi pasado, anglocaucásico, me siento triste por las cosas que vendrán y triste por ver el estado de enfermedad moral que se expresa, con porcentajes tan altos, en este Estado. Somos una sociedad tan enferma y no sólo en este condado que, leyendo entre líneas la decisión judicial de la Corte Suprema Federal, la decisión de Mariana Pfaelzer, te aseguro que no hay ningún sello en el Certificado de Defunción... El sello verdadero está en el Certificado de Nacimiento: en el Estado de Oro ha nacido el fascismo y Pete Wilson, el Gobernador, es su primer engendro y, gústele o no, a la ACLU / SC y MALDEF, y a lo que se pueda llamar la izquierda norteamericana, vendrán más guerras nauseabundas, más llagas y cicatricesm en el rostro moral, económico, del Estado de Oro... No es cuestión de quitar a Pete Wilson, o elegir a Gray Davis. Es cuestión de curar una sociedad enferma y California es el Estado Más Enfermo de la Nación. El Estado con mayores patologías, desde San Francisco a San Diego, de Los Angeles a Santa Ana, ¿no crees, Gustavo?»
Gustavo no se atrevió darle una afirmativa. El cree que hay que seguir con un sueño, pese a tantos escollos en el camino. Es difícil juzgar en general. Dar estigmas colectivos a los pueblos. Algo del perspectivismo orteguiano lo inquieta, por de pronto. Un maestro no debe pensar como este gringo, fatalista, que tiene delante de sus narices. Entre ambos hay ideas compartidas; pero no actitudes de fondo. En su caso, Gustavo quiere ser un individuos y cultivar esa inclinación en sus alumnados, que se sientan individuos, no rebaños. «Para poder aportar», reflexiona él, «hay que ser individuo; que nadie quite lo espontáneo, lo heroico, lo trascendente, que se tiene dentro». Cree que si pensara, como su colega anglocaucásico, endilgará etiquetas acusadoras a otros; se reducirá su ámbito de iniciativa y diálogo; se llenará del pesimismo que agobia a su interlocutor. Hay mucha frustración y resentimiento en lo que él dice. «Me estorbará esa carga de vejez en el ánimo si creyera en él», piensa en silencio.
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