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BERNARDINO BOSQUES RODRIGUEZ Y SUS «VERSOS DEL QUERER SER»
Por CARLOS LOPEZ DZUR
Por mi larga estancia en los EE.UU. y fuera de San Sebastián, me pesa como una pérdida,o una nostalgia, no haber conocido personalmente a Bernardino Bosques Rodríguez. Este poeta, dedicado a la Consejería en Rehabilitación, y a labores de justicia social, por la libertad patria y activismo cultural desde las organizaciones Asociación de Pepinianos Ausentes y la Casa Pepiniana de la Cultura, falleció el 9 de septiembre de 2013. Poco antes, había publicado su único libro, Los versos del querer ser y un puñado de relatos pueblerinos [Mariana Editores: Junio 2013]. Es la viuda del autor, Doña Aurea Cruz Soto quien me entrega durante el pasado II Encuentro Nacional de Poetas Puertorriqueños, acaecido como parte del Festival de la Hamaca, su libro. Es recuerdo póstumo con nota que dice: «Un recuerdo de Bernardino Bosques Rodríguez, quien dejó encomendado que se le entregara».
Lo recibí con agradecimiento y cariño porque ya me habían comunicado noticias del talento de este pepiniano, quien «disfruta conversar con las palabras acerca de cosas que siento, me preocupan, me enfogonan» (sic., p. 9); pero es obvio que Bernardino Bosques, ante la Palabra poética y el oficio literario, siente un gran respeto. No escribe por «estúpida cursilería», ni por afán de publicar ocurrencias que localmente prestigien su nombre. Como la mayor parte de los versificadores y otras talentosas musas con que Pepino cuenta, declara que no escribe para la academia, pero sí para que se aquilate «la gracia de la (musicalidad) popular» que se trenza en la artesanía métrica y lírica de sus versos.
Bosques estudió en la Facultad de Humanidades de la UPR y, en adIción, hizo estudios graduados en consejería. Vivió en las ciudades de Nueva York y Michigan, supo de nostalgias y regresos. Su poesía refleja un hombre de intensas querencias, término que en su literatura es más que una tendencia, meramente animal, a una persona amada o lugar conocido. La querencia y la patria se ligan y, en la dedicatoria del libro a su esposa, de modo rotundo, se dice: «Por la querencia y la militancia compartida en la lucha por la libertad de Puerto Rico» (p. 5).
Aquí ofrezco una reacción a su libro que me habría gustado compartir en persona con él y conversarla en extenso porque, ciertamente, entre nuestros poetas, es uno de los mejor formados y exquisitos, es decir, si definimos la exquisitez como posesión de una necesaria retórica o conocimiento de las figuras de pensamiento que llevan, por el ejercicio asociativo de la palabra, a un nivel de efectividad del léxico y de conectividad con el lector que es productivo, siendo que abre nuevas luces a la cognición e inter-pretaciones que nos enriquecen. El asunto es que hay una sensbilidad con la que se nace y una proclividad a dar a dones naturales un refinamiento mediante la lectura y la educación. Este proceso lo completó este autor. Hizo su tarea y le nació temprano. Bosques, con humildad, ha dicho que no es escritor profesional; pero, al primero de sus libros, este cuaderno de Los versos del querer ser, lo presenta con una consciencia de logro «y de padre que se siente orgulloso de sus hijos». Es obvio el porr qué.
En términos de la estructura de lo que ofrece hay un arreglo riguroso de orden y clasificación del temario, lo que confirma cuán en serio es como autor. El contenido consta de unos: Breves discursos al amor, Otras querencias, Breves discursos a los pesares, Otras dolencias y Todas las vidas una (Relatos pueblerinos). Si significativo es el instinto clasificador de sus discursos, también lo son las lecturas confesas e inconfesas. No falta Jorge Luis Borges, quien es para todos los lectores en la década del Sententa indispensable y Bernardino comenzó a experimentar con la poesía entre 1960 y1970. Pienso que él pertenece a mi generación, los '70.
Los primeros poemas que leo revelan al poeta lírico, añorante, con un vínculo épico. En el poema Eres, dedicado a su esposa, hay una identificación amorosa pero también como almas de afinidad social-política. Al parecer, el poeta ha emigrado a Nueva York y, en noviembre de 1974, desde la distancia, la evoca. Dice sobre Aurea:
... alma rebelde que lucha con fiereza
en las nobles trincheras de la patria...
Lumbre vital del alma que te escribe
en la dulce clartidad de una mañana,
eres y serás, mujer querida,
el verso libre, libre, libre... (p. 13)
Algunos versos que siguen a esa primera parte contienen un bagaje de metáforas y recursos que nos dan idea de las posibilidades expresivas de su poesía. Son poemas que tienen aires de canción, querencias ocultas, rotas o descubiertas, «espejos del recuerdo», evocaciones, ora-ciones «que curan y salvan» (p. 14), hay personificaciones, etopeyas y prosopopeyas («oír llorar las olas», un bellísimo poema), despertares de «primmaveras dormidas», luz infinita que (dan) «vida a la vida», «veleros de ilusión» que «piratas del desamor» vienen a saquear cuando el poeta adolorido, en medio de un «alegre mar», quiere «descubrir / un nuevo rumbo / hacia el amor / si me permites navegar» (p. 20). El tema de la querencia, en este mundo de mares con piratas a la vela y patria, es delicado. Durante algunos días querencia, sin remedio, se empaña (p. 22), o se oculta en la distancia (p. 14), o provoca dolor amargo, se rompe (p. 16). En torno a esas querencias, hay código para poemas que nos requieren más conocimiento sobre la vida en familia del poeta, por ejemplo, Y ella no lo sabe (p.27). Tiene un poema sobre la alegría de ser padre y otros sobre la nostalgia del Pepino (ps. 32, 38) y el deseo de regresar, otros sobre la «dulzura de tu ira» y «el hombre que sueña / con alboradas de vida solidaria» (p. 34), donde evoca a Nato, anciano setentón, audaz, guevarista, «de insurrecto subsistir» (ps. 34-35).
El poema a Nato es un poema de semblanza, gratitud y, al mismo tiempo, revela la vena de combate del poeta encojonado, como alguna vez describiera Juan Antonio Silén a los poetas necesarios. Para Bosques, conocer a Don Nato fue como una canción de cuna y de «esperanza seria». Citaría este fragmento de tan bello homenaje, donde evoca:
...(su) inmortal abrazo de bandera.
Porque las llamas de tus ojos
enciende de verde las colinas.
Porque la dulzura de tu ira,
canción de cunna venidera
alienta con decoro mi decoro.
Porque en los surcos de tu rostro
germina el futuro de la tierra.
Porque siempre me ofreciste agua fresca
y compartir tu mesa solitaria.
Y porque lees
y porque un día me regalaste
un buen libro de poemas.
Y porque estoy seguro, Nato,
que los callos de tus manos
son balas enemigas rescatadas
para el golpe final a la miseria.
(p. 36)
Válgase este como uno de mis poemas favoritos de su libro.
En los Breves discurso a los pesares, hay reminiscencias de esoterismo hebreo con la metáfora del alma-árbol / anima-mundi / «alma de árbol» (p. 41). Describe un «(mi) alma que quiso tocar cielo»; pero tiene esencia de «un árbol magestuoso que se yergue / y proclama su presencia en la espesura» y «en el barro originario». En el mundo hermético y cabalístico, el Arbol de la Vida es el mismo que anuncia Libertad, Unidad, Sabiduría, único árbol al que puede aspirar el alma como «flor y fruto de ese árbol», nacido de sus raíces milenarias. Bosques funda un sueño de libertad aferrándose «tenazmente y con agallas» a esas raíces milenarias.
La poesía de Bosques Rodríguez codifica imágenes de optimismo, «dulce y pacífico coloquio», para almas gemelas, bondadosas, transparentes. Las llama «espigas de fe» (p. 42). Cree en «el derecho a tener alas» (p. 43), ideales y ambiciones; superada la asfixia colonial, los desalientos, en su «pequeña parcela colectiva», «retomar mi derecha a la ira» (p., 43), a la lucha y a la insumisión. En esos consiste la ambición patria de vuelo, «pitirremente, altivo vuelo» fuera de toda fatiga de «duendes de gabanes y sotanas». Estos personajes, irónicamente descritos, son personeros de esclavitud mental y política con quienes no quiere cuentas. También con un lenguaje de juego, cada vez más coloquial, cargado de antífrasis y litotes, contraponiendo conceptos, dibuja el mensaje de Tengo mil defectos (ps. 44-45). Elabora paisajes metafóricos con su propio cuerpo y alma, lo describe como una madriguera, habitada por su lobo. «Esconde un lobo tan triste e irreverente / que sólo de rabias e ironías se sostiene». Este poema que me recuerda a un texto dariano, «Los Motivos del Lobo», es el propio Bosques describiendo la naturaleza inconformista y rebelde de su hablante lírico, especialmente cuando entra al espacio político, a la poesía encojonada. Más cercano a aludir Los Motivos del Lobo de Rubén Darío, Bosques dice:
... mas hay quienes señala que está fuera de juicio.
que no existen motivos ni paisajes
para tanto coraje y desconsuelo (p. 47)
También parte de la etopeya (o descripción de alma con que Bosques se desdobla) es la mención de «un incurable bohemio / que en vigilia perpetua / repite sus boleros» (p.49). En ciertos casos, «busca una dosis exacta de consuelo»; en otros casos, se compara con un desvelado, solitario y en hastío, en espera del hada que ha de regresar de su viaje y a la que pedirá ser librado de temores. Sucesivamente, pasan los temas de súplica a Dios con delicadas metáforas de lo anhelado para esquivar el devenir de incertidumbre y el pesimismo (p, 61): «Dejadme la tristeza / que es pan que se comparte / hasta el final del vuelo», «una migaja de paz / y un grano de consuelo» (p. 50).
Hay un breve poema. Es la prosopopeya del poeta con la que en vez de disparar un 'arma' para dar en el blanco, dispara el alma. El alma se manipula como objeto bellamente en este juego. Interesante también otra de sus prosopopeyas en que la voz de un chorrito de agua, o espíritu de agua, da un mensaje a un vecino maldiciente. El poema es una excelente pieza de crítica social a los obreros en queja a salarios injustos, Ley 7 y los despidos, los mentecatos en el gobierno, el abuso policíaco o de poder (ps. 63-66).
Como parte de la artesanía con que Bosques ilustra el impacto del colonialismo, el nihilismo posmoderno y la vaciedad del hedonismo («corazón vacío», que es muerte en vida), hay poemas que es describen una fosa, con una ventana, o una «ventana arrugada» (ps. 52, 53), «andariega tumba», es el hombre convertido en zombi. En la sección de Otras dolencias, hay una alegoría de la miseria, representada por niña pordiosera que se persona en un 'comeivete'. Me pareció interesante (y perdonen lo chismoso) el poema que describe a un político jactancioso de Pepino («cierto personaje / que se cree divino», blanco y hábil, pero que sólo ansía ser rico), me pregunto: ¿quién podría ser?
El puñado de relatos pueblerinos es lo que me creó expectación por leer a Bosques Rodríguez, pues, llevo años recopilando estampas pueblerinas. No defrauda. Es un buen narrador y nos cuenta la historias de los grifos públicos en un calle pobre, un velorio de barriada durante los años de la Segunda Guerra Mundial, cuentos sobre el bordado de seda en Pepino, esto es, la desaparecida industria de la aguja. Las alcancías de las abuelas o pañuelos anudados para guardar sus monedas y nos presenta personajes más conocidos: Míster Cancel en Pueblo Nuevo, Don Millón y a barra, los problemas que traen los gringos de la Base Ramey (de Aguadilla) a su lugar y la barriada, el Maestro Ponce, Don Perico, Mingo Caga Pasto, Basilio el Matarife, etc.
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