CAPITULO TRECE
LA DESILUSION Y
EL DISCURSO ANARQUISTA
En la primera parte de esta
monografía, discutimos que, siendo Ministro de Gobernación en España, el orador
liberal Nicolás María Rivero, el bandolerismo en Andalucía fue reprimido en
1870. El Ministro de Gracia y Justicia, con el gobierno de P. M. Sagasta,
Vicente Romero Girón hizo lo mismo en 1883, sucedido por Aureliano Linares,
entonces ex-liberal que dio una vuelta en redondo como diputado tras su alianza
con el conservador Cánovas del Castillo.
Un pepiniano fue fiscal durante los
enjuiciamientos criminales relacionados a La
Mano Negra: Juan Hernández Arvizu.
Con todo lo liberal en ideologia, prestigioso ante las autoridades españolas,
en Pepino y tras su muerte, el no era mejor hombre qie Aureliano Linares,
Romero Giron y Canovas del Castill. Eran
los represores potenciales a la era que había comenzado y que muchos
describieron como una ‘nueva era’, o ‘porvenir’, asi como se le anhelara en
1868 con la organización secreta y revolucionaria El Porvenir que organizara en Pepino Francisco Mendez Acevedo, su
hermano Nepomuceno, e hijos. En esta misión de forjar un porvenir de libertad,
a partir del Grito de Lares, estaban otros pepinianos de la cepa Font Medina y
entendían que el reto seria dar continuidad a esa misión de porvenir que, por
de pronto, parecía que fracasara por la vuelta a España de la monarquía
borbónica. Los hijos de los Méndez Acevedo, de Avelino Méndez Martinez y otros
pepinianos, aprendieron a ver el proceso libertario que retaba a los
intelectuales lo mismo que a los obreros campesinos del siglo. El asunto sigue
siendo el mismo: el celo por la libertad y cómo se cuidará del hambre al
indigente cuando que se tiene para compartir. Libertad y solidaridad son los
asuntos importantes para los que hay que educar en la fase final del periodo
decimonónico antes de entrar en el siglo XX.
Habia en España todavía toda suerte
de proceso represivo y golpes aun más
rudos contra las clases campesinas que clamaron por una organización
bienhechora, mediante luchas activas y reinvindicadoras. Allá, a la tendencia reorganizadora, se le
llamaria la Idea. A la tendecia reaccionaria de no mover la libertad y la
colaboración hacia las mayorías se le llamo caciquismo.
En Puerto Rico seria lo mismo.
Con respecto a sus ultimas colonias,
la metrópolis utilizó funcionarios, nominal o literalmente liberales y aun
criollos que, como en Pepino, se jactaron de sus aportes a la paz y el orden y
ganaron el incrédulo desfavor de sus pueblos nativos. Entonces, hubo quien
dijera como su crítica a Hernández Arvizu, «la Colonia no pide funcionarios,
pide servilones, guabinas con sangre fría» (Prat). El insospechado
resultado fue que se utilizara la mención de La Mano Negra, aún
proscrita por la boca de Hernández, Rivero y Romero Girón, para dar castigo a
la España represora del campesinado andaluz.
Al morirse Hernández Arvizu se
puso en la palestra publica cun buen ciudadano fue, si de veras dio honra a
Pepino, si de veras hizo reformas sociales cuando fuera Diputado por Arecibo en
las Cortes, si después fue uno de tantos que se durmió en las pajas. [1}
El anarquismo en España fue revolucionario,
no por el uso de la violencia que en si fue el recurso invocado por todas las
clases (ya sea aquella que refugió sus intereses detrás del golpismo militar y
los caprichos de las guerras civiles), o el clero y la burguesía; fue
revolucionario, en el sentido de que las voces más elocuentes del anarquismo
español y el republicanismo radical, en última instancia, no propusieron el
reformismo y sus clamores, sino el reemplazo
de la estructura social-política básica de aquella sociedad de caciques, misma
que Cánovas del Castillo había perfeccionado como sistema político. Quienes se
hicieron protagonistas colectivos, al arrancar el movimiento anarco-campesino y
el cantonalismo, de viso radical, fue la clase más oprimida. Esto fue cierto en
las colonias en el fin de siglo, aunque se dijera: «Esa gente pobrecita que,
como niños van, a donde les llama cualquier agitador». [2]
Contrario al espontaneísmo exhibido
en su organización en Pepino, hay que indicar que, en las agitaciones de Jerez
de la Frontera y las influencias del movimiento cantonalista de 1873, se había
ofrecido un discurso ideológico articulado como guía, al que se fue añadiendo
una interpretación y motivación que no provino de improvisaciones, sino del
contexto especializado de cada situación histórico-concreta y la fuerza moral
importante que llevaba tras sí.
Uno de los líderes, Fermín Salvochea
(1842-1907) se educó en Inglaterra; tenía formación y experiencia republicana
y, antes de afiliarse al anarquismo, fue diputado de las Cortes Constituyentes
de 1869 al 1871, compañero de trabajo de Hernández Arvizu por tanto y Alcalde
de Cádiz. «No fueron bandoleros; rateros o camorristas, con caras pintadas,
detrás de los cuales estaba un Vizconde... Simplemente, no fue así. Si con esos
cuentos vino Toñito Arvizu (¿...?, sic.),
me perdí de poco con no ir al Casino y escucharlo». [3]
Salvochea tradujo a Kropotkin al
español, no los folletines de Ponson sobre Rocambole. Y, pese al idealismo
liberal del Gobierno de Sagasta, Salmerón y Pí Margall, él concluyó que los
campesinos y los pobres de las ciudades tienen el derecho ético y moral a la
violencia, a su uso revolucionario, a dar «fundamento racional a su
probabilidad de aprovechar las posibilidades reales de la libertad y felicidad
humanas», adecuando sus medios para alcanzar ese fin. [4]
En este proceso, cuando la libertad
se dispone a entrañar un cambio «e incluso una negación radical de la vida
vigente», la violencia revolucionaria es una forma defensiva frente a la
violencia contrarrevolucionaria, incluyendo «la función moral de la
coersión, elpoder coercitivo de la ley, ya sea que se sitúe por encima de la
soberanía o que se identifique con esta última»).
*
BIBLIOGRAFIA
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