CAPITULO OCHO
Los invasores
como águilas
Mi
tesis, tras haber estudiado las Partidas Sediciosas, como la respuesta
másespontánea y genuina del anhelo innovativo de los participantes es que, en Puerto
Rico esta lucha campesina surgió del afán, no reaccionario, por romper con el
pasado, no de conservarlo. El estímulo para la violencia fue creado porla
polarización entre ricos y pobres, que fue aguda, y que pese a la legislación liberal
que trajo el Estatuto Autonómico fue
insuficiente para distraer la mentalidad de que el poder plutocrático quedaba
intacto en los pueblos de laisla. La clase privilegiada quiso nuevo marcos de
poder; la campesina, una justicia largamente debida.
Por supuesto, Puerto Rico ya tenía
una idiosincracia latinoamericana, caribeña,que conserva y las ofertas inciales
para dar un marco jurídico a su identidad colectiva se presentaron con los
EE.UU., a la postre, su nuevo amo. Esta fue la ilusión de muchos,
especialmente, la clase obrera urbana y el campesinado. Para algunos
importantes líderes de las partidas campesinas, el salto a la esfera de Barbosa,
o el ilusionismo del incipiente Partido Republicano (anexionista, asimilista)
fue fácil.
Avelino Méndez fue el ejemplo. Los
republicanosbarbosistas utilizaron el prestigio de profesionales de talento,
como los pocosque había en Pepino, para predicar sobre un nuevo sentido de
identidad dentrode la esfera mayor de la identidad jurídica estadounidense;
Juan Tomás Cabán,en respuesta, decía que más vale ser cabeza de ratón que
culo de león (Echeandía Font, loc. cit).
El sentido estricto, desde el cual
se percibe el ser nacional puertorriqueño, vigente aún antes del hito
externo de la Revolución de Lares, y al que invocoaquí, proviene de una
definición de Juan José Hernández Arreguí: [1]
El ser nacional emerge como comunidad escindida, en
desarrollo y en discordia, comoproceso en movimiento, no como sustancialismo de
la idea, sino como unacontrastación, velada o abierta, de las clases actuantes
dentro de la comunidadnacional, no como nostalgia de los panteones y ornatos de
la historia, no comouna paz, sino como una guerra. El ser nacional, en última
instancia, pugna porcimentarse sobre las oposiciones de las clases sociales que
luchan por el poderpolítico. En síntesis, el ser nacional no es uno, sino
múltiple.
Es evidente que la invasión
norteamericana de 1898 propició uno de losmomentos más críticos en la vida
puertorriqueña. A pesar de la miseria que sufría el grueso de la población, no
habría un espacio para mentir, o hilardelgado sobre los sentimientos
nacionales. Las disyuntivas para elegir, o no, sedieron en el escenario más
definidor y escindente: O colaboradores de losyanquis o pro españoles
(aún el autonomismo con ribetes afectivos, o sentimentalmente pro-españolista,
el hispanismo culturizado, tendría que tronar).
En otro extremo, la opción fue: Con
los yanquis o separatistas. O europeos ocriollos, donde la esencia de lo
americano-criollo se fijaría por el contraste explícito con lo
europeo-metropolítico. En algún sentido general, aunque nomenos práctico, la
disyuntiva fue la Doctrina Monroe, tal como la postuló el sector
puertorriqueño inclinado al anexionismo, desde antes de la invasión estadounidense,
y que repetía: O pasado o cambio. Si se optara por elpasado, éste sería
revalidante del colonialismo europeo ante una doctrina que, desde 1823, quedó
planteada en el Congreso de Washington y que dispuso que en el continente
americano es el deber que se considere a cada país fuera delintento de ser
colonizado por las potencias europeas. España debía ser considerada como el
rival amenazador de Europa en el traspatio de los Estados Unidos. [2]
Y volver la cara a España, tras la
guerra, sería materialmente imposible. Estas son las ideologías y subproductos
(«ideolo-gemas») que permearon este momento. Las mismas se infieren del
discurso opinante y las memorias de las gentes entrevistadas.
España representa el pasado que se claudicó
a sí mismo y cedió paso al poderío norteamericano. El Desastre del Guacio y las ambivalencias del Coronel Julio Soto
Villanueva, Antonio Osés y Pedro Arocena y Ozores representaron el derrotismo y
al ejército español desmoralizado. Con España no habría futuro. Los alzados del
campo coincidieron con los gringos en plantear que España fue el rival europeo.
Según
testimonios orales recogidos en Pepino, a esta cáfila de insurrectos se la
supuso el disuelto Séptimo Batallón de
Voluntarios que, otrora el coronel
Julio Soto Villanueva tuvo bajo su mando, y que «molestocon la cobardía de
ese hombre» (sic.) echó a rodar su propia agenda deresistencia «contra
gringos y españoles» (Entrevista con
el Lcdo. Pedro A. Echeandía Font, loc. cit.)
Miembros de esta partida
(La Mano Negra) se personaron para dar muerte a Soto Villanueva en la casa de
Cirilo Blandín, donde él se había refugiado y, entre una de las razones
motivantes para hacerlo, se mencionó el nulo apoyó que dio a los voluntarios de
ese batallón durante el Combate de
Hormigueros del 10 de agosto, donde entre heridos y muertos cayeron 12
milicianos. Mas, según se fue articulando el quehacer de estas partidas, se
infiere que las motivaciones de los ajusticiadores per se fueron mucho
más amplias que castigar a militares y traidores.
*
Bibliografia
[1] José Hernández Arregui, ¿Qué es el ser nacional, en: La Consciencia
Histórica Iberoamericana (Buenos Aires, Editorial Hachea, 1972).
No comments:
Post a Comment