Wednesday, July 02, 2014

COMEVACAS Y TIZNAOS: LOS JUEGOS DEL GATO Y EL RATON / CAPITULO DIEZ


CAPITULO  DIEZ

LOS JUEGOS DEL GATO Y EL RATON


            Curiosamente, al finalizar la Guerra Hispanoamericana, fueron las clasescriollas más cultas, medianos y grandes propietarios, las que se identificaronmás crédulamente con las promesas norteamericanas. Si bien la Proclama Milesno fue garantía de nada, la disyuntiva histórica, por el nuevo cambio desoberanía, apeló de modo conclusivo y rotundo a la comprensión del hecho que para sustituir la piedra que ya no destila (a España), según Carmelo Cruz, habría que comenzar destituyendo a las botellas, el belén o el güame de los viejos funcionarios españoles, o incondicionales, por un nuevo liderazgo criollo. Los sediciosos del '98 creyeron que la innovación cuajaría dentro del espacio de la Gran Proclama: la caballerosidad del invasor.

            Entre los arrimados había el sueño de poseer sus pequeñas parcelas oagenciarse sus empleos seguros. Total, los peninsulares incondicionales abandonaban sus tierras o se mudaban a España u otros pueblos, porque, aún antes de la rebelión de Lares, Pepino tenía  fama de hostil  (D. Prat).

            Afiliado a las partidas campesinas, Carmelo Cruz verbalizó la convenienciade utilizar el espacio que brindaba la Proclama Miles de modo diferente que los colaboracionistas que se organizaron como los primeros federalistas republicanos (movimiento al que el Dr. Jorge Celso Barbosa dio unidad partidarista años después). Cruz no creyó que la anexión a los Estados Unidos de Norteamérica fuese una alternativa jurídica viable ni inmediata para la identidad puertorriqueña. De todos modos, como jíbaro sencillo, se sentía satisfecho con saber que el borincano tenía un modo de ser, distinto al del peninsular, pero inasimilable al modo del anglosajón. Norteamérica, para él, no fue el modelo del progreso, no necesariamente de la libertad. Mas, al fin y a la postre, todo colaboracionismo e ideología de desarrollo sucumbieron al pitiyankismo en la práctica y por desilusión. En Puerto Rico, después del 1900, siguieron los cacicazgos. Se arropaban con los colores del unionismo y el republicanismo federalista.

            Este es el por qué los sectores más prominentes de la población de Utuado, al ver llegar al General Roy Stone del Cuerpo de Ingenieros de las tropasnorteamericanas, salieron a ponérsele bajo sus órdenes y, entre ellos, el mismo Olivencia y los que fueron llamados los perdidos (B. Mayol, Mora, J. L. Casalduc, los Casellas y otros). «El progreso, como el camino de la ibertad, se hicieron sobre el cadáver del honor empobrecido. Oí a mi padre  decirlo. Ni la pobreza ni la ambición tienen virtud»  [1]

            Los juegos del gato y el ratón: La mayor parte de los informes sobre la ubicación de las fuerzas españolas y norteamericanas que circularon durante tan críticos días, como fueron del 11 al 15 de agosto de 1898, tendieron a ser falsos, o rumores mal intencionados. En Utuado, otrora bastión de haciendas cafetaleras y uno de los más prósperos, por su infraestructura, durante el gobierno español, las defensas militares sólo pudieron reclutar a unos 20 guardias civiles para proteger al pueblo. El comandante de la guarnición, el Teniente Ulpiano de la Hoz, ordenó la huída de sus tropas a los primeros informes sobre el desembarco de tropas estadounidenses en Guánica.

            «Utuado se utilizó para echar miedo. Si las tropas invasoras entraron al centro de la isla, se las movería para cualquier punto para hacer jaque en pueblitos y quitar a los alcaldes, o hacer matanza de sediciosos» [2]

            Una de las tácticas de las partidas campesinas (para mantener a ambos ejércitos  fuera de los puntos en que se harían ataques) fue ésa, confundir a los enemigos. «Entretenerlos en el juego del gato y el ratón» (Echeandía Font). Ocupado Utuado por 75 tropas de la Compañía de Voluntarios de Wisconsin, por regimientos de infantería de Illinois y Massachussett y casiel centenar de voluntarios piertorriqueños, anti-españoles, que respaldaban alGeneral Stone, las partidas «se comunicaban con los gringos para dar razónde operativos españoles; los querían enfrentar, pero, ¡que va! nadie quería verse las caras, o pelear en medio de lluvias y matorrales» (Echeandía Font). En Pepino, un militar estadounidense mató, por accidente al limpiar un rifle, a un muchachuelo que hurgaba de costumbre en el campamento y, en medio de la tensión que el incidente produjo, no se produjo la reacción de encono quelos agitadores esperaba como había miedo y la soldadesca española no quería dar la cara (González Cubero, loc. cit.). [3]

            Una guerrilla de 50 hombres o voluntarios a pie que, contrario a muchos españoles,conocía bien la ruralía, estuvo infiltrada entre las tropas de Soto Villanueva. Al mando de esos 50 guerrilleros estuvo un líder campesino, Juancho Bascarán, que ni quiso cuenta con los gringos ni con los peninsulares, y quetenía contactos con las fuerzas del cambio entre el campesinado del interior, entre ellos, Fermín Montalvo, Adolfo Babilonia y Flores Cachaco.

            Soto Villanueva recibió por vía de un telegrama unas órdenes estrictas del Gobernador Manuel Macías y Casado de que llevara consigo todo el equipo posible para contribuir a la defensa de Arecibo. La inminencia de la Toma de Arecibo por tropas invasoras urgía más que cualquier hecho y se pidió que el equipo decampaña y cuarteles confiados a él llegaran a Arecibo en el menos tiempo posible.

            A Soto Villanueva, el fatulo defensor del Oeste puertorriqueño, Macías le dijo que avanzara con los encargo por tren, en hito de mayor premura. Alegando, con anticipado temor, que podría ser cañoneado por el mar (sic), Soto Villanueva partió a Las Marías, pueblo que no tendría más importancia estratégica que Arecibo, si la prioridad se señaló como apoyar eficientemente a la capital, según un plan agresivo de España contra el invasor. «Las Marías era como boca de lobo, callejón sin salida; área mala para esconderse si lo que se quiso fue huir. Esta plaza fue buena para hacerse rendir»  [4]

            Quizás, en aras de tal salida, Soto Villanueva dispersó, por igual, una parte de sus hombres por Maricao. «En este juego del gato y el ratón, ¿sobre que lógica se justificaría meterse en Maricao, perder el tiempo allí? La capital fue lo que estuvo siempre en juego» (ibid.)

            En la bifurcación de Los Consumos, camino que corría por la derecha hacia Maricao y, por la izquierda, hacia Las Marías, la columna española de Soto Villanueva hizo alto en la finca de cafetales de la familia Nieva y cuando el administrador de la hacienda le informó sobre cierto monte y camino por el que llegarían los norteamericanos, si es que vendrían, él apresuró fingidamente su salida, antes urdiendo su conveniente accidente, con el que se excusó para librarse de responsabilidades, según testimonios Montalvo [5] y Echeandía Font. Sí, al cruzar sobre un puente, camino al almacén de café donde pensaba esconderse, se cayó por accidente. «Y se hizo el gallo bobo para que lo cargaran» (Font Echeandía).

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BIBLIOGRAFIA

[1] Entrevista con Doña Maria Luisa Rodriguez Rabell, loc cit..

[2} Entrevista con Pedro Echeandia Font, loc. cit.

[3] Entrevista con González Cubero, loc. cit.).

[4] Echeandia Font, loc. cit

[5] Entrevista a Miguel A. Montalvo, 8 de junio de 1979, loc. cit. Montalvo Valemtin es el principal relato del hecho, atestiguado por su padre miembro de una partida del barrio Pozas, de que en el Septimo Batallon de Voluntarios hubo una gran cantidad de inscritos que terminaron siendo desertores y que Bascaran oyendo entre ellos sus lamentos de hambre en sus familias, les dijo: Vayanse a su casa. No dejen solas a mujeres ni hijos. Aquí el que no es separatista no hace falta. Lo demás es una gran mierda.

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