Por Carlos López Dzur / poeta y escritor pepiniano
La noticia de la muerte del amigo y compueblano Ramón Luis Cardé Serrano me estremeció. Antes de ofrendar para él mi adiós necesario que lo separe de las frivolidades del presente y reconozca su lugar sagrado desde el que nos inspire, he repasado nuestros nexos y afinidades. Recuerdo, al menos, unos 30 años de contacto, desde los años de amistad en la Escuela Secundaria Méndez Liciaga y, a más le conocí, supe el amplio espectro de las mutuas afinidades: la historia, la poesía, la genealogía, la exploración política de la libertad, el socialismo, el independentismo, el pueblo o lo comunitario y la música...
La última vez que lo ví recuerdo que estuvimos tres o cuatro horas escuchando la música que nos definió el gusto desde adolescentes. Inevitablemente, el rock; pero un rock, de paz y solidaridad, mucho de John Lennon, Janis Joplin, Joan Baéz, y la mística de Jimmi Hendrix. Demás está decir, no descuidaba lo nuestro en la universalidad de la música, sino que puso el rock y la Nueva Ola, Lucesita Benítez recanalizada a la misma esfera de consciencia que trajo El Topo (Cabán Vale), Roy Brown, Taoné o Aires Buscaneros, con quienes podríamos beber de la Fuente del Poeta Nacional (Juan Antonio Corretjer) y, de paso pasar del Sur de La Negra (Mercedes Sosa), Yupanqui y Violeta Parra a Serrat.
Este es el «Moli» que más cercano o íntimo se me aproximó al hablar de su búsqueda del «ritual de la cojoba taína», ritual al que defendió a su manera (con el consumo de marihuana), y que mienta una necesidad suya de ampliar consciencia y de sentirse libre ante los azotes de soledad incomprendida.
Cerca de nosotros tuvimos un amigo común (más viejo y sabio que nosotros desde entonces y hasta ahora), el poeta Héctor Soto, orientador de contención y prudencia. Para esos días, en que les ví a ambos por última vez, conversamos de separaciones y acercamientos, de soledad y creación. Yo me había ido de Pepino a los EE.UU., pero Ramón Luis nunca me perdió la pista. Había descubierto mis modos de estar cerca de Pepino y accesible a comunicación. Yo había creado, desde hacía 14 años, mis websites / bitácoras / de Convocatorias al Estudio de la Historia de la Municipalidad. Fui el pionero.
Con los años, me hizo feliz ver que mi iniciativa de divulgación histórica y de compartir materiales y fuentes de bibliografía y documentos orales sobre la historia y vida cultural de pepinianos se esparció como una buena semilla. Nacieron muchos proyectos a partir del ejemplo. El visitante más frecuente de mis lugares virtuales sobre Historia fue él e imitó el proyecto con la misma agenda de compartir e intercambiar, creando sus bitácoras. Pondríamos a Pepino en el mapa cibernético.
Esa fue una manera de estar juntos, en diálogo, a pesar de la distancia física limpuesta por distintas geografías. El estaba conmigo para hablar sobre todo. Me compartía sus libros, los de autoría personal o la antología de los Cantares al Pepino, con la petición de que comentara. Y así yo lo hacía. Disfruté sus poemarios Cantos de libertad (1990) y Versos existenciales y otras vivencias (1995). Ese mismo año, ya que previamente en mi website, se publicó sus Datos históricos sobre la Literatura Pepiniana: Autores pepinianos y obras publicadas, el que se estuvo actualizando, según necesidades o recobro de nuevos datos, lo publicó en el periódico El Progreso y sucesivamente en otras bitácoras que nacieron, tras el ejemplo de las nuestras.
Tengo infinidad de cartas / o mensajes suyos, casi siempre correos electrónicos privados; otros, públicos en el Libro de Visitantes de mis bitácoras. Ví que ninguno, entre los pepinianos, fue más fiel seguidor de mis trabajos ni se esmeraba en enlazarlos a sus páginas.
A él le podía dar asignaciones: Consígueme una copia del poema tal. Envíame tal publicación que se hizo en el pueblo. Podía pedir ésto a otra gente y echarían mi pedido en saco roto. No él. Fue de las personas en que uno puede contar, en el estricto sentido de colaboración y lealtad, y sin envidias ni egos. Creí en su amistad, porque creo en hombres / mujeres / que transmutan la soledad en faena creativa y acerca de la soledad pudimos hablar mucho.
Siempre intuí en su extrema delgadez algo sobre la vulnerabilidad de su salud y yo me ví en su cadavérica apariencia. Quizás fue él a la única persona del Pepino que dije que estuve arrasado por un cáncer. Se lo confié como secreto y le dije, no lo digas a nadie; porque quien no nos da su compañía espiritual ni su respeto, tampoco debe de enterarse sobre ésto. El proceso de recuperación que siempre sea el verdadero premio y no lástima de falsos amigos.
Hay gestos continuados que valen más y son los que deseo y atesoro. La lealtad de Ramón Luis fue uno. Hablamos sobre el auténtico dar / aportar / y esa es una misión que él cumplió pacientemente. Recopiló álbumes fotográficos de historia pepiniana y puertorriqueña y, ahí, antes y después de ese trabajo, estuve animándolo. Este es aporte a la memoria colectiva que es tesoro inmenso. «Con ésto te ganas todos los premios», le escribí; pero «no un premiar liviano entre los desagradecidos; el premio de los realmente conmovidos y apreciantes de lo que haces por la historia local».
Todas las labores creativas, de valía, realmente trascendentes, se hacen desde una resistencia sola, ignorada, paciente, sin prisa de emplazamiento, sin un espíritu de rivalidad o egoísmo, ni de vanidad estúpida, sino de servicio, aunque en su larga gestión preparatoria, no haya reconocimiento. No se sepa si va teniendo un impacto. Por uno que lo aprecie se es feliz. Ese uno en mi labor, entre muy pocos, lo fue Ramón Luis.
Por ésto fue muy importante estar cerca de él, no tanto físicamente, como auspiciante espiritual, reciprocando que lo fue conmigo. Durante más de 14 años, él festejó que «Carlos está vivo y creando», me escribió, «como historiador y poeta, que siempre está presente en el pueblo, aunque nadie lo vea». Con respecto a él, fui uno de quienes le dijo: «Une fuerzas, no las separes, si esas fuerzas se inclinan a un mínimo de interés por una buena causa».
Esto se puso en evidencia cuando se creaba en los años 80's, el Ateneo Pepiniano, la iniciativa de Eliut González Vélez. Ambos fuimos convocados como co-fundadores. Y ante las flaquezas de su convicción y vistos problemas y diferendos, yo dije a Ramón Luis: «Mejor es unir que separar; pero que lo que vaya a dar por aporte, que sea personal», porque, en una sociedad colonial, donde, por la frivolidad de muchas fuerzas. se opta finalmente por disgregarse, replegarse, la única cosa digna es decir: «Resultó así, pero yo no lo quise; no fue mi intención separar». Lo que el Ateneo tuvo que dar fue bueno y lo dio, mas quedan los miembros en su soledad, creadores independientes. A veces convocar no se puede tomar como hechos de continuidad y fervor público.
Este es el tipo de persona que valoro y fue este amigo que muere. Vertical y honesto. En el curso de nuestro intercambio, aprendió a interesarse en el estudio de la genealogía y en valorar el pensamiento anarquista. Ese es el influjo mío en él; así como don Héctor Soto Vera, a ambos, Moli y yo, nos dio por exhorto aprovechable: «No olviden que hay que estudiar la capa profunda del alma, no sólo las superficies del comportamiento social: la historia y lo sociológico».
En 2004, cuando sale su cuarto poemario titulado Caminante Solitario, comienza en él una etapa más filosófica que preanuncia con la preparación de un libro, Pensamientos y Citas Históricas. De hecho, el único que no le he leído. Todo lo que publicara antes tiene el dejo de esa soledad descrita en Caminante solitario, esto es, un sentido o mood de queja y denuncia en torno a que ha sufrIdo «persecusión, marginación, represión y hasta encarcelamiento por el único delito de tener la valentía de expresar sus opiniones y ejercer su libertad de expresión. Su licencia de maestro fue cancelada por el antes 'honorable' y ahora corrupto ex Secretario de Educación Victor Fajardo. Todas estas experiencias lo impactaron profundamente y fue la Poesía la manera en que el escritor logró desahogar todos esos sentimientos de rebeldía y frustración y decidió utilizar la pluma, el papel y la Poesía como arma de combate contra la opresión y la injusticia».
Además de considerarse un «estudiante eterno, un lector voraz e insaciable y un amante apasionado de la Historia, la Filosofía, la Literatura y la Poesía», es el poeta de quien escribí en mi comentario En torno a poemario Caminante Solitario», el 6 de febrero del 2004, lo que aún diría sobre su producción como poeta. Brinda los «atisbos verbales, reveladores, del hombre honesto, valiente y sincero que es... Verbalmente, está más cerca de la confesión y el testimonio, con aire popular, que de una poesía que rompa las tradiciones ya presentes en la literatura puertorriqueña. Su poesía no deconstruye; expone y concluye. Se compromete».
«Apegado a las estructuras estróficas y tópicos epigramáticos y aforísticos, su estilo es uno en el que su visión de la vida se ofrece de modo preciso, consciente y cuidadoso. Se sirve así, artesanalmente, como presentación de lo que piensa. Los vínculos entre lo semántico (mensaje) y rítmico (musicalidad y aliteración) son más fuertes e intensos que la convicción que Cardé Serrano tenga sobre el hecho de que, para un poeta, la palabra no tiene por qué ser signo, espejo, «word as sign» en pro de su transparente y precisa literalidad; sino que, cuando la palabra se vuelve símbolo, primariamente, y se utiliza adrede como tal, funcionará mejor que siendo signo, ya que entonces producirá las metáforas e imágenes que poblarán el texto con mayor riqueza de elementos, sugerencias y significatividad».
«Su proceso creativo, en aras de equilibrar las tensiones de su temario, arranca del «type sympathique», es decir, del pájaro arpado, «the bird-like poet». Ramón Luis Cardé es el jilguero que espontáneamente expone o canta, sin sacar los contenidos anárquicos, agresores y demoníacos, que la palabra o el sentimiento cuajan, como en el caso de otras dos categorías propuestas por L. Rusu, teórico rumano, que admite otras pulsaciones natas y motrices para el verso: el poeta de tipo «demónico-anárquico» y el poeta del tipo que, siendo loco bueno, tiene su cuota de travesura controlada, «demoníaco-equilibrado» (type démoniaque equilibré).»
Cardé Serrano nos propuso un tema: no hay un determinismo colonial; pero hay rezagos ante la fuerza del materialismo y el poder que todo lo corrompe. Puerto Rico es un país desmoralizado y que, en cuanto tal, proyecta y racionaliza sus límites y entristece al prójimo. Lo hace caminar solitariamente. No obstante, hay que saber hacerle su buen camino hasta la «fuente en la montaña» (Lloréns Torres), que es su destino de luz e identidad. El poeta sirve para eso.
Es Cardé la persona que sabe que la poesía es aún indispensable a los pueblos; mucho más en un país, donde la soledad y la sicosis colonial ha fragmentado nuestra totalidad colectiva y ha provisto muchos modos de escapismo o sicologismo simplificador. «En ocasiones, la ternura que es propia a Cardé lo manifiesta con gritos de atención para sí mismo como niño con rabietas. Tiene la necesidad de hallar sus identificaciones y en el acróstico de la Sección D es el profesante de esperanza y de combate. Cardé admira a los que, como él, «sufren en silencio» y aguardan su renacimiento cósmico. O a los que se adscriben a su lucha. Este el Moli que yo descubro en su poesía y en el trato que me dio como amigo y de quien por Facebook, donde nos pro-seguimos, supe de su fallecimiento por aviso de Rubén Arcelay Medina, mutuo amigo y compañeros de afanes por amor a la pepinianidad y la patria.
Desde la distancia, bendigo su recuerdo y su obra.
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El Pacto de los Fundadores / Cecilio el Desobediente
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