Déjate ver, tú que puedes.
Aparécete, Ser, juega en lo oscuro, revienta esa luz
en el libre claro de lo abierto.
Reposa para que yo repose y me hagas
tumba de honra. No sea yo este intrincado precipicio
de vacíos, fosa de erranzas que son sólo penumbras.
Esta existencia quiere un fin y lo circunda,
lo espía, lo ha llamado destino de sí mismo,
sed de estar hacia él, hombre real
que no quiere un falso señorío, sino verdad.
Acércate, hállame en la cercanía del ser.
Llámalo, asígnale tarea. Yo no puedo.
Estoy tan lleno de mandatos, de juicios,
que me olvidé en las cosas
y mi ciencia no piensa ni me técnica mide.
La Chusma me desfonda y nada existe
ya que a mí corresponda,
a no ser esta pobreza inicial con que te solicito:
¡Déjate ver, aparece! como irrumpe el rayo
y muestra la luz dentro de lo oscuro,
alumbra mi caída, renova mi lenguaje
para que sea el fundamento.
Nunca lo pude dominar,
nunca me ha gustado
esta caída.
03-20-1965 / Heideggerianas / Indice
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El libro de la amistad / El hombre extendido / Meditación del Ser
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