Hay una invitación que estremece cuando uno la recibe.
Una Puerta Estrecha que parece lo único que existe
o, al menos, lo más común de lo observable en el mundo.
El sentido del dolor que uno no quiere,
pero que sigue siendo el lugar a donde vamos,
lugar que se nos permite, porque las Puertas Anchas
sólo las tiene la porción más pequeña de vivientes.
No. Está la cotidiana Puerta Estrecha
por consenso. No siendo la única que nos da
la bienvenida; pero agota ir hasta allá,
la Puerta de los Justos, la generosa puerta
que es portal de jardines perdidos,
jardines olvidados,
jardines que prohibimos.
Será que se invita a lo estrecho
porque voluntad estrecha y mustia tiene el hombre.
Será que sólo obtenemos lo que necesitamos,
pero no. Es que el dolor tiene un sentido
y sólo, por la Puerta Estrecha,
lo aprendemos.
De Las zonas del carácter
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