Sunday, August 08, 2010

Sociología cultural y política de la diáspora (14)


15. EL RELATO REDENTOR, LA INTEGRACION SOCIAL Y LA DESILUSION CON LOS ANFITRIONES BENEVOLOS

Después de «formidable resistencia... el deseo de crear definiciones de poscolonialidad» está vigente en Latinoamérica, no sólo «centrándose en el rol de la escritura», sino ya como crítica a la gravitación de consecuencias que deja la «imposición de cultura(s) ajena(s), la colonización lingüística, la forzosa asimilación religiosa» y, claro está, el desequilibrio de poder político o hegemonía económica que sume en desventaja al país oprimido.

Con «el poder transformativo del discurso poscolonial», se ha aprendido que muchas de las aportaciones / o ventajas que antes se vieron como aculturación, en una relación de amo-siervo, colonizador y colonizado, han sido meramente transculturización, dotación de hibridez y prácticas degenerativas; así como que «el colonialismo no deja de existir cuando el colonzador se retira físicamente del área» [Silvia Nagi Zekmi:
«Estrategias poscoloniales: la Deconstrucción del Discurso Eurocéntrico»

En muchos casos, una de las consecuencias del colonialismo es haber dejado como herencia en las periferias subordinadas la idea de que el colonialismo fue benévolo (o aún más 'positivo' que lo que fue). Se llega a sentir la nostalgia del periodo colonial y a valorarlo como autenticada agencia proveedora. El Amo determina y produce su propia Narrativa, en que el Sujeto Colonial, el Otro subordinado a él, es reemplazable y de escaso valor, no sólo por su miseria, sino por su inferioridad e invalidez como agente cultural. El Sujeto Colonial no puede ofrecer un discurso contracultural, so pena de su propia riesgo y la hibridización es poco elegante, cuando es el resultado Vemos que todo desequilibrio de poder, como se da en la relación Imperio-colonia, empobrece económica y culturalmente.

El sistema hegemónico de injusticia (el que inclusive impulsa a infinidad de colonos a participar de él) distribuye su contradictoria injusticia con la tierra metropolítica. Un emigrante, porque venga del imperio al país colonizado, puede ser en sí mismo, una de las víctimas, no necesariamente yb personero recabado de la opresión. A ésto se ha referido el ensayista Luis Melero, en un exxcelente comentario, en que, con el ejemplo de la España colonizadora, se pregunta por qué no se habla de ésto: «Es posible que España fuese un país sumamente distinto sin la contribución de los emigrantes en general y los indianos en particular. Aunque es abundante la bibliografía, da la impresión de que es un asunto del que se sabe poco, o más bien es excesivamente poco conocido y comentado por parte del gran público» [
El heroísmo de los indianos, 7 de julio de 2010]

En respuesta a ésto, los estudios críticos poscoloniales afloran, a partir de personalidades comprometidas con la descolonización (Franz Fanon, Albert Memmi, Aimée Césaire, Gayatri Spivak, Fernando Toro de Alfonso y otros). En conjunto, estos estudios rechazan la Narrativa del Amo Eurocéntrico que solicita identidades subordinadas y proponen la evaluación y producción cultural de contratextos y el liderazgo de críticos oposicionales.

Dentro de la visión poscolonial, Gayatri C. Spivak ha llamado a construir los discursos de la Alteridad / Otredad y describir esos procesos del Othering; diferenciando la mímesis imperial respecto al «mimicry» colonizado. Para el europeo, el Otro (no-europeo) es un bárbaro ante quien ha tenido el derecho a marginarlo. En las colonias, la transparencia del Estado metropolítico se alimenta más apariencia que de la realidad. Los datos que aporta la reflexión de Melero en cuanto a españoles e indianos es reveladora, en términos de su crítica poscolonial aplicada al fenómeno migratorio.

Hoy cuando mucho se valora las remesas que los actuales nmigrantes, de México, Centro y Sur América desde EE.UU. hacen a sus empobrecidos países, se olvida que el mismo fenómeno de remesas de emigrantes, ha sido práctica habida frecuentemente por gestión de los más sufridos emigrantes, convertidos en criollos e indianos, desde el inicio de la Conquista.. En el afán de acusar al conquistador, al Amo, sin distinguir entre sistema y persona, se olvida «la influencia sobre extensos aspectos de nuestra vida y nuestra economía de los emigrantes que hicieron fortuna en América. Un sector muy importante de la banca barcelonesa nació por iniciativa e impulso de indianos, que también construyeron escuelas por doquier, vías de comunicación, saneamientos y múltiples realizaciones beneficiosas para la sociedad, en una altruista y generosa búsqueda del progreso y desarrollo de sus pueblos de origen». Se olvida que, aún cuando ya España no era la metrópolis ni ejercía su influencia colonial y déspota con un sistema, el inmigrante español, bueno y generoso, fue quien sacaba la cara por la pobreza que había en sus pueblos. «Muchos edificios de las áreas cantábricas y en Canarias, y en general en toda España, fueron construidos por indianos a caballo entre el siglo XIX y el XX» (Melero, loc. cit.) Y, aún así, «no han sido estimados en su justa medida los esfuerzos desesperados que hacían no sólo por volver a sus tierras añoradas junto a la familia amada, sino, también, por mejorar la vida de sus pueblos y ciudades para que otros no tuvieran que emigrar como ellos».

«La emigración, hecho profundamente arraigado en los sentimientos de muchos de los que, aunque nacidos en suelo americano, reconocemos nuestra raíces allende los mares, se ha reiterado en la historia de la humanidad, cuando los hombres debieron encarar situaciones coyunturales de depresión en su tierra de origen que, limitando su participación económica y social, obstaculizaran su desarrollo individual y familiar; enfrentando situaciones que los llevaron a buscar nuevos y mejores horizontes, con oportunidades alternativas de vida y trabajo, surgiendo entonces el fenómeno de la emigración como puerta de salida y solución para el problema planteado».

«Todas las etapas y eras de la historia, los seres humanos hemos emigrado siempre, por múltiples motivos, y lo certifican los grandes movimientos civilizadores de que tenemos constancia. Celtas, hunos, turcos, mongoles, godos, gitanos, fenicios; muchos grandes pueblos del pasado emigraron bien por la ambición conquistadora de sus líderes o, sobre todo, por dificultades en el país de origen. Desde el primer grupo de homínidos que aseguran los paleontólogos que abandonaron África, probablemente por catastróficos cambios climatológicos, nunca se ha parado de emigrar».

«Las poblaciones desplazadas más o menos involuntariamente son una lamentable constante en la historia; y en la de España de los últimos siglos en particular, se dan los casos judío y morisco. Los hebreos expulsados en 1492 llevaban casi dos milenios siendo españoles y, por lo tanto, cabe suponer la enormidad del sufrimiento de aquellas caravanas de niños, ancianos y mujeres que avistó Cristóbal Colón saliendo de Córdoba cuando se dirigía a Palos con sus capitulaciones de Santa Fe firmadas por los reyes, que, por cierto, vivían rodeados de judíos ennoblecidos que simulaban ser cristianos».

«El poderoso Luis de Santángel, tesorero real y amigo personal y muy íntimo de Fernando de Aragón, era un converso valenciano. La expulsión de otros españoles en 1613, los moriscos, fue sufrida no sólo por ellos, sino también y sobre todo por los que quedaron, que tenían muy escasa habilidad en su arte inmenso de la agricultura. Éstos son casos extremos, de expulsiones masivas, que también se dieron con comunidades completas e igual injusticia en otros muchos lugares de Europa y en distintas épocas, incluyendo el siglo XX».
(Luis Melero, loc. cit.).

También quisiera ejemplicar con el caso de Puerto Rico y Cuba para distinguir entre el Amo / Sistema y el inmigrante como subalterno que se las agencia, en aras de hallar mejores oportunidades, a veces desafiando la propia legitimidad perniciosa del sistema colonial, donde los delitos más punibles son los que niegan al sistema de explotación su justificación política y moral. Por debajo de esa aguas de aparenta calma, hay tráficos clandestinos como la única salida para aliviar condiciones indeseadas del sector con menos poder ante el Amo malevolente.

Ejemplificaría con el caso de la experiencia colonial de Puerto Rico antes que se diera la guerra entre los EE.UU. y España, tras cuyo resultado, desfavorable a España, comenzó la diáspora masiva de puertorriqueños a Nueva York. El estudio de análisis crítico poscolonial de esta historia ha establecido los contactos de la élite comercial puertorriqueña, cuando el país fue gran productor de azúcar y melao, y esta relación yankee-boricua data de casi cien años antes de que los EE.UU. fuese el invasor y España, como imperio, perdiera sus últimas colonias en el Caribe.

A espaldas de España, la élite agrícola y de comercio exportador practicaba el comercio clandestino, posiblemente antes de la Administración del Presidente Thomas Jefferson en 1801. La política oficial de Jefferson fue defender este expansionismo con países de habla hispana en el Caribe, que inicialmente fue clandestino. Jefferson fue un presidente basta herejético que por creyente en la democracia particpativa, la libertad de consciencia, la separación de Estado e Iglesia, la protección de todos los individuos y las libertades de expresión y prensa, fue visto «con simpatía por algunos anarquistas que lo han considerado una persona próxima a algunas de las ideas libertarias y hasta un precursor del anarquismo»; así, por ejemplo, Benjamin Tucker se refirió a que «los anarquistas son, simplemente, demócratas jeffersonianos hasta las últimas consecuencias y sin miedo de éstas» y Jason Wehiling, «Thomas Jefferson era un anarquista de su tiempo». [Claudio J. Katz: Thomas Jefferson's Liberal Anticapitalism, en: American Journal of Political Science; Volume 47, Issue 1 (p 1-17)].

El profesor Katz, director del Programa de Estudios Interdisciplinarios y sobre Paz de Loyola Universty (Chicago) explica el liberalismo y republicanismo agrario de jefferson, en términos que entendería el por qué sectores agrícolas y embarcadores privado trabaron relaciones con la Administración de Jerfferson. En su visión sobre la propiedad de la tierra, se contenía
«un modelo basado en la ocupación personal o familiar, una crítica a los sistemas agrarios basados en haciendas y latifundios pertenecientes a grandes terratenientes».[loc. cit.] El conocimiento de estas posiciones jeffersonanas sería música para los oídos de los miembros asociados a la Sociedad Benéfica de puertorriqueñps y cubanos que reconocían la injusticia y opresivas reglas de comercio de la España metropolítica

Cuando España, sanciona en Puerto Rico este comercio con otras naciones, especialmente, la estadounidense, se ve forzada a crear una reforma. La Real Cédula de Gracias y nuevas inmigraciones que llegan a Puerto Rico, desde 1812, es condicióm sumada al breve gobierno liberal en España entre 1820 y 1823 y que amplían la libertad de comercio, ofreciendo una oportunidad de relajar las tensiones económica en una colonia pobre..

Para 1830, las relaciones entre Puerto Rico y los EE.UU. fueron tan extensas y amplias, como las de Cuba misma y giraban alrededor de una Sociedad Benéfica Cubana y Puertorriqueña en la Ciudad de New York. Concuerdo en parte con José Luis González sobre lo que expone en El país de los cuatro pisos (1983), en el sentido de que la Cédula de Gracias encubrió un intento de «blanquear» la población puertorriqueña, después de ocurrida la Revolución haitiana de 1789, mas el verdadero temor fue a las relaciones de alianza que el borincano contrajo con el Aguila del Norte.

Los intereses económicos estadounidenses (más allá de cualquier buena intención de Jefferson) son absorbentes, viciados de intercambios clandestinos y el los EE.UU. ha oficializado su interés material en las colonias. El norteamericano sigue el británico, pese a que los EE.UU. es la República nueva e inspiradora que comienza a ser idealizada como Ejemplo de Libertad, Democracia, Luz para todo el Mundo.

La España metropolítica entendió entonces que es preferible la libertad de comercio que el contrabando. Con nueva inmigración blanca, o colonos que se asentarn en Puerto Rico, previa admisión a los términos definidos de la Cédula de Gracias, creyó que controlaría el comercio. Darse el lujo de un país diverso, dentro del canon de la blanquez de piel, es secundario.

Thus, the Real Cedula de Gracias encouraged a new class of white immigrants to settle in Puerto Rico. In the years to follow, English, French, Majorcan, Dutch, German, and Spanish immigrants flocked to Puerto Rico, as did Creole refugees from the South American colonies. After Napoleon's final defeat in 1815, Corsicans also came to Puerto Rico. Later on in the century, the migration of agricultural laborers from the Canary Islands also increased significantly. [----}

En los planteamientos de Melero, hay un hecho que se discute muy poco cuando el afán es enfatizar en el racismo propio de los sistemas coloniales. En este proyecto de libro de Melero, no todo el emigrante peninsular viene por los mismos motivos, razón que si fuera cierta acetaría conclusivamente: Que todo peninsular es un explotador perverso. El puntualiza que había, citando el libro Asturias en la Emigración, de Luciano Méndez Muslera, que había los que emigraban «a imitación de los que habían triunfado, o lo fingían, la huida de los hidalgos segundones (fenómeno común a toda España; los segundones tenían que buscarse la vida, porque todo lo heredaban los primogénitos)». También hubo ganchos «agenciados por los armadores a fin de redondear sus negocios», los evasores de la milicia; una emigración vasca que «no se debía a la falta de trabajo, ni a causa alguna física o económica, a diferencia de muchos levantinos que emigraban a causa de su miseria». Es entre muchos «emigrantes vascos, santanderinos y asturianos» que, con su emigración a América, traen «sus pequeños capitales y una formación cultural adecuada» (Melero, loc. cit.)

Mucha de la gente que arribó a la isla cuando Puerto Rico fue convertida en «Provincia Española», en 1812, trajo una noción clara de las ventajas del liberalismo frente al absolutismo tradicional de los adláteres del rey Fernando VII. En Norteamérica, como en las colonias perdidas por España, liberal fue el término para las luchas democrática y de libertad anticolonial. Para 1824, los inmigrantes y los criollos, con el lema del liberalismo, independizaron dieciseis naciones. Le dieron rango de repúblicas. Y, antes de ese periodo y después, para muchos españoles América no fue un camino hacia la codicia y el lucro. «Nada más lejos de la realidad que la idea de que los emigrantes conseguían sin esfuerzo sus logros, impresión injusta que está bastante difundida, sobre todo entre quienes escriben sobre indianos». (Melero, loc. cit.)

En Puerto Rico y Cuba, donde el criollo, los mulatos y negros, antes habían sido las subclases del atropello, la condición de súbdito de la Corona con los mismos derechos y categoría que el español ultramarino, es un indicio no de la generosidad de las clases tradicionalistas, sino de la combatividad de los liberales, aquellos que se hicieron el eco de Francisco de Miranda, la Revolución de Riego, la obra libertadora de Simón Bolívar, indianos como Espejo y no sólo de la metáfora infame de «América como Camino de la Codicia». En vez de esta cara de la moneda, propongo una lectura poscolonial de la migración hacia cualquier punto de América, sea el hemisferio norte o el sur. Al inmigrante y, particularmente, al francés y el español, le tocaría jugar el papel del Gran Desenmascarador de los Paraísos Benévolos, cuando el Anfitrión, fue el poder colonial mismo. En este rol, tiene que sacar de sí a su ente arqueripal, el Transgresor.

La colonial y poscolonial América es, sobre todo, para las grandes mayorías migratorias, su espacio de experimentación, con ideas de libertad, trabajo e intereación humana. El poseer habilidad para los negocios, suficientes o modestos caudales para invertir, el haber heredado esclavos, no significaría que el criollo indiano seguiría la misma senda que los militares o los conquistadores pioneros en exterminar a los indígenas nativos.

Bibliografía

Silvia Nagi Zekmi:
«Estrategias poscoloniales: la Deconstrucción del Discurso Eurocéntrico»

Luis Melero:
El heroísmo de los indianos, 7 de julio de 2010.

Claudio J. Katz: Thomas Jefferson's Liberal Anticapitalism, en: American Journal of Political Science; Volume 47, Issue 1 (p 1-17).

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