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9. LA EXPULSION EDENICA, DES-TERRITORIALIZACION Y DES-EROTIZACION
En la experiencia diaspórica, el acontecer mítico descrito con Adán y su descendencia, la salida del Paraiso, implica una pérdida que «Marca», en el sentido del estigma de Caín. Dedicaremos este apartado a reflexionar sobre ello.
Partimos del hecho de que, en algún momento, del Eregnis, la sociedad humana
vivió unas etapas de su elucidario histórico en que no se había institucionalizado «la enemistad entre la mujer y la serpiente, su sexualidad, el dominio del hombre sobre la mujer y el parto con dolor» [Casilda Rodrigañez Bustos, El asalto al Hades: La rebelión de Edipo: 2010]. ¿Cuál pudo haber sido este momento? El hecho es que, antes de la condena, en el espacio del Edén, se pudo experimentar una inocencia por «la recíproca experiencia del cuerpo». La Teología destaca la frase: «Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, sin avergonzarse de ello», y concluye: «Para comprender la inocencia de la mutua experiencia del cuerpo, debemos tratar de esclarecer en qué consiste la inocencia interior en el intercambio del don de la persona. Este intercambio (el significado esponsálicio de la masculinidad y feminidad). constituye, efectivamente, la verdadera fuente de la experiencia de la inocencia» [Donación mutua en la felicidad de la inocencia]
Sin embargo, la recíproca «experiencia del cuerpo», se rompe, y vale preguntyarse por qué. ¿Por qué llega el momento en que «a inteligencia criminal asesina la «inocencia animal», por qué se llega al momento de las explicaciones (siendo el Inocente quien «no necesita explicarse», según dijo Albert Camus)? ¿Cómo se explicará el momento en que progresivamente desaparece, «en las diferentes expresiones sociales, artísticas y culturales» las llamadas «Culturas» de Inocencia y Festejo de la vida»? Cultuiras de la Llama, la Espiral (símbolo de la sexualidad), Círculos concéntricos a menudo dibujados sobre los dos pechos y las dos nalgas de la imágen de la mujer...
Hay una frase del poeta madrileño José Hierro (1922-2002), contenida en su poema La llama que mienta que, a pesar de las dificultades de la vida («racimos de amargas verdades») y de la expulsión del Paraíso, se puede ser feliz. El autor de poemarios como Alegrías(1946) y Cuanto sé de mí (1957), poeta que conoció la prisión y la cárcel y hace de la búsqueda del «paraíso perdido», un ideal que permea toda su obra habla de una llama, «el cielo azul»:
Racimos de amargas verdades
nos hieren los cuerpos desnudos.
Pero aún llamea en nuestros ojos
el cielo azul
[...]
Pero aún veremos cada día
como una verdad dolorosa
en estas amargas verdades
la vida arder.
[Frag. La llama]
Por otra parte, la primera parte del poema, Adán y Eva de Jaime Sabines, el mexicano y el madrileño José Hierro coinciden con esa pintura del «Génesis», en que aún había Inocencia / Reciprocidad / y habiatra del ser desde el lenguake. En ese tiempo de paraíso, el conocimiento comenzaba con el amor o el juego. Si no había intimidad, los cuerpos mentaban el abandono, parecidos a desiertos. Sabines compara el hecho al decir que: «En el paraíso no ocurre nunca nada. No nos conocíamos», al menos, hasta ese momento en que Eva tomó la iniciativa y dijo Adán:
Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y huelo a ti. .. Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que los dos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban con el agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños peces equivocados les mordían las piernas....
En la visión de Jaime Sabines, la separación es obvia, pero aún enigmática:
«¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar, para ver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé que tuve». Un verso antes, dice: «Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eres y que no has de darme nunca». [Jaime Sabines, Adán y Eva]
Cualquiera haya sido la causa de esa separación, Sabines explica cómo cambiarían los comportamentos y el dolor subsecuente que se origina. En la Parte IV de su poema, se describe:
Las hembras son más tersas, más suaves y más dañinas. Antes de entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué? Te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndote cuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía se encienden a diferentes horas?
[...]
¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues, de mi costado, no me dueles?
Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y me envuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemos algo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Tal como lo reconoce José Hierro, hubo una «inocencia original». El amor era el fuego de las almas y los cuerpos y las almas estaban juntos; pero adviene irremisiblemente el momento de la separación, o la pérdida de esa inocencia-cuerpo-alma. La miel se hace hiel. El cuerpo deja de buscar el alma, o más bien, la «ignoró» por «ensueños que no se compartieron» [José Hierro, Génesis, en: «Siempre habrá poesía». Edición de Juan de la Cruz Martín, Pedro Sánchez, et als., Ed. Eneida, España, 2003, p. 236-37).
Al utilizar la teoría evolutiva de Lynn Margulis en torno a los mecanismos simbiogenéticos de la evolución, implicamos una sociedad que funciona, a nivel del sistema complejo físico-celular y social-adaptativo «con millones de relaciones simultáneas, en todas las direcciones y sentidos (...) de un modo unísono y armónico», «de integración de lo simple en lo complejo». Esta vida y diversidad constituye una filo-génesis de 3 mil millones de años. A esta etapa simbólicamente se le describe como «Inocencia», pese a este paradógico dilema que plantea la frase de Henri Barbusse: «Los animales son la encarnación de la inocencia».
La bióloga estadounidense, profesora del Departamento de Geociencias de la Universidad de Massachusetts, Amherst, Lynn Margulis, concluye que la simbiogénesis e interacciones simbióticas, son la principal fuente de la novedad biológica. Su Teoría de la Endosimbiosis Seriada (SET), que constituye una crítica al neodarwinismo doctrinario y reduccionista, fue publicada en un libro por Yale University Press y una colección, Una revolución en la evolución: Escritos seleccionados, le fue publicada por la Universitat de València, en 2003.
Marguls sostiene la idea de que «los organismos no compiten simplemente, buscan sobrevivir y en numerosas ocasiones se necesitan unos a otros para conseguirlo». En la vida se combina una cierta autorregulación y dinámica propia de modo que «un organismo complejo ‘sabe’ lo que tiene que hacer y lo hace sin que nadie se lo diga, sin línea de mandos ni jerarquía». Es, al considerar estos hechos, que la escritora y bióloga madrileña destaca la vigencia de la teoría de Kropotkin en línea con la teoría actual de la simbiogénesis (Lynn Margulis), la autopoyésis y la autorregulación (Maturana y Varela).en su libro El Asalto al Hades (2010), viendo que el darwinismo y el creacionismo justifican las jerarquías y la dominación, la capacidad de un@s de imponerse sobre l@s demás. Los creacionistas justifican «una dominación más absoluta, en la que cada cual tendría su misión definida por el creador (llámese Ser Supremo, Dios, Universo consciente», dice ella, que aóm sigue siendo el esclavismo. Este es el caso de quienes interpretan el Mito de Adán y Eva y la visión hinduísta del Código de Manu. En estas visiones se aplasta «la sexualidad de la mujer», se usurpan sus símbolos, la espiral, la serpiente y el toro, y «los dioses y los héroes solares... representan la dominación masculina». (Rodrigañez, loc. cit.).
Dicho ésto entramos, a la cuestión misma que aquí nos planteamos: el por qué se da la diáspora, los «amores migratorios» de los que nos hablara Norma Segades en su texto Lilith. El por qué surje la desterritorialización (consecuencia de la simbólica pérdida del Paraíso / Edén) y una deserotización, donde los símbolos del placer y la convivencia simbiogénica (que impulsan la vida) son neutralizados y convertidos en «verdad dolorosa / en estas amargas verdades» (José Hierro).
CONTINUA
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Bibliografía
Casilda Rodrigañez Bustos, El asalto al Hades: La rebelión de Edipo: 2010].
José Hierro, Génesis, en: «Siempre habrá poesía». Edición de Juan de la Cruz Martín, Pedro Sánchez, et als., Ed. Eneida, España, 2003, p. 236-37).
Jaime Sabines, Adán y Eva, en: ]
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