Esencia epocal, añoranza y existencia / La ética originaria en el localismo de la aldea y la Feliz Incomprensión / Presencialidad de lo Dionisíaco vs. Teatralidad
Este poema no es sólo sobre la ojeriza mutua que se tenían el poeta aguadillano José de Diego, presidente de la Cámara de Delegados en 1910, y el político y abogado pepiniano. [14]. Repasa los temas del tiempo que antes consideraran y acontencieron en Puerto Rico: la Crisis del Presupuesto de 1910 y las opiniones que tenía Martínez sobre Luis Muñoz Rivera (ese mismo año, Comisionado Residente en Washington), el Dr. Jorge Celso Barbosa, padre del anexionismo y fundador del Partido Republicano. De Diego y Martínez coincidían en su menosprecio político por Barbosa, aunque este Partido recibía el apoyo de los Gobernadores y de las clases ricas y profesionales, en aquella época de miseria. Martínez se gozaba en poner los dedos en las llagas de los autonomistas, anexionista y los diferendos en el seno del Partido de La Unión, donde De Diego representaba el ala independentista, crítica de las ambivalencias de Muñoz Rivera.
La amistad entre De Diego y Martínez terninó tras la presunta escritura por Martínez de unas coplillas libelosas [15} que, por poco, le cuestan el desaforo de los tribunales. En el poema hay una referencia al Partido Federal que, inicialmente, tuvo en su programa la incorporación a los EE.UU. (la estadidad) y a cómo los EE.UU., desde antes de la presidencia de William McKinley, asesinado por un anarquista, le obsedía la idea de comprar a Cuba y Puerto Rico como si fueran fincas cañeras.
Sobre las coplas libelosas y un anónimo cursado, Torres Feliciano elabora:
Según Juan Avilés, en uno de sus viajes desde Nueva York al Pepino, don Primo le contó de cuando su escribano – un tal José Dieppa, que había llegado desde Ponce– sonsacado por sus enemigos en bebelatas le alteraba uno y otro documento para favorecer no sólo a los que se quedaron con sus tierras, sino a los que gozaban ridiculizándole frente a jueces y otros colegas en las cortes. Para después endilgarle el mote de picapleitos en el empeño de devaluarlo profesionalmente.
Dieppa mismo –según otros relatos de don Fran Cabán–- testificó en su contra, en conexión con un anónimo escrito por otro abogado natural de Aguadilla. En esa ocasión el escrito fue mecanografiado en un papel procedente de un paquete que había sido perforado por la polilla. [...] Días antes de que las autoridades allanaran su consultorio, ubicado en su misma residencia ( la casona derribada no hace mucho donde construyeron la iglesia presbiteriana), instruido por los planificadores de la infamia, Dieppa colocó medio bloque del mismo papel apolillado en una de las gavetas que apenas don Primo abría. [...] Las autoridades llegaron y dirigiéndose al lugar exacto, extrajeron el medio bloque de papel de la gaveta en cuestión, y procedieron a montarle el del anónimo para así verificar la exactitud del agujero de la polilla, comprobando sin dudas que el infamante libelo procedía de aquella casa y por ende, «de la autoría» de don Primo. [...] Le procesaron y con el calculado testimonio de Dieppa, fue declarado culpable y multado. Ciertas consideraciones y una que otra intervención de colegas de San Juan evitó el desaforo. Pero los malditos se mofaron de él hasta la saciedad y de ahí en adelante, su suerte estuvo echada. Y fue grave porque no tuvo la solidaridad del justo para reivindicarlo. [loc. cit.]
De esta dimensión humana e íntima, trata otro poema contenido en Epica, con el título Tu corazón generoso, don Primo
Yo le vengo a preguntar,
delante de su hijo, Don Primo,
abogado, por qué aún se dice aquí,
en pueblo y campo, que usted es malo,
si usted mandó por madera de su fundo
y junto a Rabell Rivas el Pueblo reconstruye,
usted regala materiales, sí,
y nosotros regalamos el trabajo.
Usted, pues, no es tan malo como dicen
y si vamos a ver, vamos parejos...
¡Queremos al mismo Pueblo
y lo soñamos otra vez como era antes
o aún mejor, larga su calle y parques
y jardines y hospitales y su iglesia
y su plaza con glorieta
y un casino; pero sin Casa del Rey
ni Ayuntamiento ni Corte!
[Del libro Epíca de San Sebastián del Pepino]
El texto nos remonta a los días llamado el Fuego de Castañer que prácticamente destruyó el poblado urbano; testimonio ofrecido en 1977 por Pablo Arvelo Latorre (n. 1883), hijo del hacendado Juan Francisco Arvelo del barrio Pozas, de San Sebastián del Pepino... Tambié el poema se contextualiza lo que fue el aporte de la familia Martínez ante otras desgracias pueblerinas:
En 1906 un fuego arrasó más de 70 casas en la manzana del pueblo y como consecuencia, para detener las llamas precisó el desmantelamiento de otras 60 chozas ubicadas en el Guayabal. [...} Don Primo organizó un grupo de ciudadanos que se dieron la tarea de reconstruir muchas de las chozas de los pobres con maderas y otros materiales de las fincas de su padre, y claro, suyas por herencia. Lo mismo había hecho años antes durante la devastación del ciclón San Ciriaco –como me contaba en su ventorrillo allá en Tablastillas, don Fran Cabán, hijo de don Juan Tomás Cabán, alegado cerebro de Las Partidas Sediciosas. [...} También había ganado simpatías por haber sido el donante del nicho y las imágenes que junto a la de San Sebastián Mártir han permanecido hasta el momento en el Altar Mayor de la iglesia católica, aquí en el Pepino. Gestión esta, realizada en España poco antes de su regreso a nuestro pueblo. [Torres Feliciano, loc. cit.]
A éstas, una vez conocidas con sus defectos y traiciones, son a las que se refiere Don Primo, al lamentar, sentándo se espaldas a la ventana, con la afirmación:
este pueblo me ha dado la espalda
y ahora soy yo quien se la doy a él...
En las interpretaciones tradicionales del Loco / Tonto/ o Bufón del Tarot, se refiere esta al parecer «negatividad» orreverente como «una facilidad para inventar historias o cuentos (sin referirse a la mentira), habilidad creativa» (Fontana, loc. cit). Esto sobreabunda en los hombres felices cuando han cumplido su misión y es su verdadera catarsis.
Bibliografía
[14] Sobre esta años de actividad como abogado y político, Torres Feliciano explica: «Estábamos más o menos entre 1908 y 1910, Y ya don Primo había sido autor de reglas de aplicación de penas en la Isla, y de artículos sobre los derechos de los hijos naturales; así como otros sobre los méritos y deméritos de la legislación hipotecaria, publicados en la revista Legislación y jurisprudencia del Tribunal Supremo de Puerto Rico. [...} Conocía de códigos jurídicos internacionales, de idiomas como italiano, francés, inglés y latín. Desde que tuvo entendimiento adquirió los hábitos de leer, escribir, y enfrascarse en disputas sobre lo aprendido, muchas veces con su padre que era Notario Público, y que le instaba a los estudios de Derecho mientras él prefería la Medicina».
[15] Torres Feliciano, loc. cit.
[16] Fontana, loc. cit. y N.S. Gill, Myth vs. Science and Religion
[17] Torres Feliciano, loc. cit.
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