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CAPITULO SEIS
EL PIE DE LA ESPADA
BLANCA
Una vez se oficializó el llamado Cambio de
Régimen (que no es, de ningún modo, un Cambio de Soberanía), el 19
de septiembre, con el Capitán Brackford del Ejército estadounidense, como
peticionario, pidió el cambio de mando ante la autoridad española. Manuel
Rodríguez Cabrero rehúsa quedarse como Alcalde. En reacción a su consulta,
Avelino Méndez Martínez rechazó también el cargo edilicio y será así que venga
de Lares, el primer Alcalde nombrado bajo el régimen americano, José González
Hernández. [1]
Para
1899: Ya se produjeron las acusaciones de corrupción y venta de protección en
la administración del primer Alcalde del Pepino, González Hernández. [2]
Los
14 acusados por el ataque y robo a Pedro J. Jaunarena y Azcue, en el barrio
Guajataca el 19 de septiembre, reciben sentencias a condena penitenciaria de un
mínimo de 8 años y un máximo de diez. Aunque en ley hay tal veredicto, en la
práctica, no hay la estructura jurídico-policial ni infraestructural para darle
cumplimiento. «Los acusados en su
mayoría se quedaban riendo por los caminos y protegidos por otros» [P. A. Echeandía] [3].
Recopilar datos
sobre el comportamientos de las tropas norteamericanas en El Tendal (Pepino) y
otros puntos del área oeste-central de la isla de Puerto Rico para mi trabajo
sobre la Ocupación Norteamericana fue importante para entender por qué no se
apresó a cientos de comevacas y tiznaos de las partidas
En mi Entrevista con Cubero, este fue el primero en rememorar el Apedreamiento de los Yankees en el
Barrio Cuba de Utuado:
«Se habló mucho sobre éso, cuando yo crecía... que los
utuadeño eran bravos, bragados y que, armados de palos y a puras pedradaa,
hirieron a la soldadesca, porque las hombres del barrio Cuba no toleraban las
descortesías y los propasamientos de los soldados gringos con las mujeres,
tanto a las casadas como a las solteras que les atendieron cuando enfermaron
por el cólera, o que les abrieron sus casas... A ellos los recibieron con
esperanza; en su lugar sufrieron los que los ‘garretonasos’… (nota del autor: se
refiere a los actos descorteses y abusos de la Brigada Garretson).
«La gente
pensó allí que los invasores eran respetuosos y caballerosos. Había muchos,
gente de campo, que se les unía para pedirles trabajo, gente que no tenía ni
qué comer, desempleados... Utuado, como El Pepino, quedó sin ley, a merced de
Dios. Se pensaba es que los americanos tenían dinero pa' echar para arriba
cualquier aldea, que traían carretones de dinero y que daban muchos alimentos
en latas, por eso yo pienso que la Potoroca (nota del autor: Puerto Rican Emergency Relief Act, PRERA), existió antes
de los ciclones y San Ciríaco». [4]
(Nota del autor: el huracán
destruyó tan fatídicamente las cosechas de la isla que los norteamericanos se
llevaron, entre 1898 y 1899, a unos 5,000 borincanos para trabajar en las
zafras de la Hawaii Surgar Plantation
Association), creando la idea de una infinita posibilidad de empleos bajo
su amparo... El reclutamiento
que se anunció para trabajar la caña, al haber tanto desempleo, hizo que el
asunto de las pedradas a los gringos se calmara pronto, aunque no se olvidó. Yo
no sé si murieron gringos, pero campo adentro se los molieron a palos a unos
tantos de la grinfada. El capitán MacDowell tuvo que llevarse el
destacamento, que habían dejado y pedir disculpas...
«En El Tendal había tan pocos
vecinos, que los gringos se aburrían y se dedican a dormir en las noches, no
había mujeres que les dieran entretenimiento. El Tendal y Pueblo Nuevo se hizo
un arrabal mucho después... Por aquellos tiempos, los gringos que llegaron a
Utuado y Pepino informaban a sus jefes en qué lugares se daba violencia. O si
las tropas habían visto muestras de resistencia
o colaboración... Entonces, no se olvidó lo que por el barrio Cuba les
hicieron... No por miedo a las tropas y los generales (nota del autor: Stone y Henry) su
pequeño San Quintín... mi señora ma'i decía, mijo, mira que lloverán las
pedradas. No quería que yo andara de averigu'o y me viera en medio de alguna
algazara... y, siendo que el presidente ya sabía, o debía saberlo, que allí en
Utuado les llovieron las pedradas, él vino, a pocos años, como presidente y no
como soldado, y preguntó si el odio se había acabado. El quería ser
caballero... y cuando otro Gobernador americano vino a Pueblo Nuevo, la gente
del Alcalde se asomó a la Loma (de
lo que hoy es Stalingrado), y le pidió a los muchachos de El Tendal,
porténse bien... [5]
La metáfora («Pie de la Espada blanca», blanquitaje, señorazgos y represión,
a la que sólo es posible oponéresele con la Revolución) sobrevivió divulgada
por una copla cantada, muy distinta a la que antes fuera «la canción típica
del jíbaro... y eco geórgico de un poema» (Agustín E. Font, loc. cit).
Me
le dirás a Cheo Font,
el pie de la espada blanca,
que ya El Pepino se arranca
al grito 'e Revolución
y que aquí, a la población,
no se debe de asomar
y a Victorino Bernal
le dirás con alegría
que junto a Antonio Pavía
lo vamos a compontear. [6]
el pie de la espada blanca,
que ya El Pepino se arranca
al grito 'e Revolución
y que aquí, a la población,
no se debe de asomar
y a Victorino Bernal
le dirás con alegría
que junto a Antonio Pavía
lo vamos a compontear. [6]
Este texto es la
codificación del segundo punto de vista. Este es el turno del agresor y de la
montonera que se resiste a ser conceptualizada como «una raza-error de cuna» ante el «Comienzo del Nuevo
Amanecer» que cambiará el
viejo marco de «cuatro siglos de tiranía y vasallaje» que el hijo de
Cheo Font, como su padre mismo, reconocieran. El quid de la cuestión fue que, aún reconociendo al régimen español
acorralado por la crisisorgánica de su sistema, fueron sus defensores
hasta su último aletazo y del bloque histórico dominante y de la gente que lo
sostuvo, tomaron provisiones para reagrupar en el Partido Republicano, «las
actitudes de España, con sus gañines y guardias de baqueta, pero hora arropados
con la bandera americana» (D. Prat, loc. cit). La tarea fue evitar la
disgregación del viejo orden, a fin de moderar la situación (el capitalismo
salvaje que fue su contenido) e impedir un desenlace revolucionario que los
pepinianos forzaban, sin liderazgo capacitado, hacia una democracia popular.
Hay dos concepciones
contrapuestas sobre la sucesión progresiva de la historia, contenidas en estos
dos documentos, el artículo La Hacienda de Agustín E. Font y la copla de
amenaza («Me le dirás a Cheo Font»). De La Hacienda se infiere
que el autor tiene una visión mesiánica de lahistoria; él parte de una metapolítica
mesiánica (J. M. Wronski) en laque la élite es creadora y tiene mayores
derechos y rol en la producción debienes materiales que el trabajador; en la
visión mesiánica se elude sopesar el perpetuo enfrentamiento de intereses entre
explotadores y explotados. El rico crea la riqueza, porque sueña en grande; no
así, el trabajador que tiene a su servicio. Este, sin la supervisión del
capataz y sin la visión del propietario, no es otra cosa que el valepoco, el Gringoire,
«a quien le falta algo para ser alguien» [7] (Agustín Font, loc. cit.).
Agustín E. Font Echeandía
fue digno y sentimental heredero de Cheo Font, supadre, y valoró el «emporio
de riqueza, lo que ahora llamaríamos, si existiera, un latifundio» y que
fue la herencia de los afanes de más de 150 años de historia familiar. Riqueza,
pasado y orgullo, se convergensubjetivamente. Por esta razón, el análisis que
propuso no toma cuenta elenfrentamiento perpetuo de clases antagónicas, en
situaciones-límites, sino que diluye los componentes del conflicto con la idea
de que las Partidas fueron el resultado de la envidia de parceleros
inconformes, demagogos, vagos y haraganes. Para él, las rebeliones sociales y
los males que abaten al obrero y el campesino son consecuencia causal de su
imperfecta psiquis y siendo así, en vano es explicarlas por las leyes objetivas
de las relaciones de producción y capital.
Para este Clan Font, que
se iniciara con Feliú Font de Celis y lamatrona Rosa Medina Domínguez, poseer
menos que un latifundio sería degradante, esto es, reducirse como familia a una
clase parcelera, y espreferible morir para mantener ese linaje y posición de
dominio que ceder y empobrecer. En La
Hacienda se describe como gente escuálida y moralmente macilenta,
carente de espíritu cívico y sin ambición, al que tiene menos.Y hay, como
parte del análisis de Font Echeandía, una reflexión sobre la idiosincracia del
catalán; hecho que, como se verá más tarde, es importante para entender los
conflictos de la época que estudiamos y la percepción que el pueblo hizo y,
principalmente, esa porción que agrediera a las familias peninsulares.
Para reconsolidar la
visión mesiánica que caracterizó a Cheo Font, al Comienzodel Nuevo Amanecer
(hipotéticamente, el régimen estadounidense tras laderrota de España, sería una
tabla salvadora), se sobrevaloró el proceso étnico-familiar en ese contexto de
la sucesión progresiva de la historia. En un marco históricamente determinado
de relaciones humanas e ideológicas, además de las más decisivas, que son las
relaciones de producción, se debe entender que la necesidad constituye el
fundamento objetivo de la libre actividad del hombre.
El campesinado tuvo la
necesidad de construir un nuevo sistema deinstituciones y de consolidar la
direccionalidad de sus propias fuerzas antagónicas, revolucionarias, si se
quiere, hasta neutralizar las fuerzas de la clasedominante. Los cabecillas
intelectuales Avelino Méndez Martínez y Juan Tomás Cabán Rosa no supieron dar
cauce positivo a los sentimientos y clamores de ese campesinado,
redimensionalizando esas fuerzas que, sólo tenían por riqueza, su espontaneísmo
y su pasión, o al decir de Jorge Alberto Kreynes, «el elemento de su ardor
combativo».
Lo que, en 1898, ese
campesindo armado vio claramente como deseable amanecer fue un poco de esa
pasión y tragedia que el asunto de La Mano Negra trajo a la atención de
toda España y, en parte, del mundo, Europa y América en particular. En
septiembre de 1896, cuando se promulgara la ley de represión del anarquismo, se
producen actos de solidaridad con España y contra las autoridades, y fue
cuando, por primera vez, al record ar su papel activo y solidario con el Grito
de Lares, Avelino Méndez se hizo eco del ánimo anarquizante que cundió entre
sus compueblanos, reconociéndosele a él como uno de sus dirigentes
intelectuales. No obstante, él terminaría distanciándose y, claro está, sin
adhesión al muñoriverismo que para él y su hermano Aurelio carecieron de un contenido popular y
anti-monárquico con la intensidad que a ellos apelaba. [Aunque ortodoxo, el mismo Barbosa aceptó el
autonomismo político frente a España; en el caso de los Méndez Martínez, el
hecho de que fuese anti-colonialistas no tendría por qué suponer que eran
anti-españoles, en lo persona. Esto es parte del asunto de los factores de
empatía étnico-familiares, que entre los hispanófilos de corte absolutista y
aristocratizantes se manipula como una forma de exclusión política y
homofobia].
Por su parte, Font Feliú
entendió que el campesino pepiniano se halló acorralado ante dos realidades
básicas: ni con España ni con EE.UU. podía considerarse el dueño del suelo
patrio. Ni aún de su trabajo ni de la posibilidad de crear, sin limitaciones,
su progreso y su historia. No tenía educación ni una dirigencia capaz de
llevarla a acciones de poder paraconstruir la contrahegemonía y, redimensionadas sus fuerzas, mantener las permanentemente
organizadas y predispuestas al avance. Por esta razón, fue fácil convencer a
solapos, astutamente, al liderazgo de las partidas e integrarlas al proyecto
del Partido Republicano y neutralizarlas ahí. Aureliano Méndez Martínez fue el
primero que entró a la fracturación de la rebelión social y al anexionismo,
como candidato a la Legislatura.
Si bien fue Cheo Font,
criollo, quien quedara descrito como el paradigma de una España déspota, al divulgarse una tras otra, las décimas que lo
aludieron como Espada Blanca, se
ofrecería también la cuenta del acervo de etnias ibéricas con presencia en este
pueblo. Y se haría por sus nombres y con espíritu deencono y decepción: el
canario Victorino Bernal Toledo, los vascuences Pedro Jaunarena y Francisco
Laurnaga Sagardía, Juan Orfila, de las Baleares, Braulio Caballero Ayala, de
Pamplona, Juan Coll, de Barcelona, entre otros. En términos muy concretos, esta
fue la clase propietaria de Pepino y también su genteblanca y educada. Gente
blanca y afortunada, por herencias y medios de produccióny no porque el grueso
del campesinado no fuese blanco, sólo que estaba enhambre y quiso asegurarse,
con enojo, que con el cambio de régimen, otra clase política distinta a los
primeros gobernara el pueblo. Sin embargo, Cheo Font estuvo al pendiente para
desengañar a esa gente y para hacerlo propalaría enel discurso público una
serie de ideas que han marcado la mentalidad colonial post-finisecular:
(1) El factor
mesiánico: Sin educación no hay espíritu cívico,sino destajo sangriento, envidia y
fanatismo. Las ideas tienen un oficio activoen el desarrollo de la sociedad;
pueden transformarse en fuerza material,
enprogreso y en guías de acción en cuanto reflejan las exigencias materiales
dela existencia social; pero los pueblos enfermos, conformes con la herencia
del pasado, se vuelven macilentos, resentidos y haraganes y, entonces,
escuando más necesitan de las personalides, grandes protagonistas individuales:
el inmigrante que traerá civilización al criollo. El polítíco mesiánico justifica
los privilegios de la élite extranjera y la interpreta del mismo modo que los
beneficiados de la Real Cédula de Gracias
y el Edicto Trujillo que trajese a
Puerto Rico hombres ya, de por sí, ricos y concapital. En Pepino, estos fueron
fueron llamados los caraqueños y en lasdécimas de encono de Las
Golondrinas, aludidos como la cabrerada: «El Gobierno de España les
facilitaba aperos, dinero y terreno, amén de esclavos. El propósito era
civilizar» (Font Ríos, loc. cit.). [8]
De modo que el pepiniano originario no tuvo
su oportunidad para civilizarse hasta que no llegaron esos otros...
Desde 1815, observó Font Ríos, «España ofrecía a cada emigrante 6 acres de
terreno por cada miembro de familia y 3 por cada esclavo. Las herramientas
hechas en España estaban exentas de impuestos» (ibid). Gente así
beneficiada no mordió la mano del amo, o de la Madre Patria les servía y de
esas nuevas horneadas de inmigrantes se reclutaban los candidatos al ejercer el
poder administrativo del pueblo y todo privilegio que dimanara de ese poder
establecido por el oficialismo extranjerizador. Aún el capataz idóneo de una
hacienda, o sus mayorales, tenían que ser selecionadosen virtud de ese apego a
lo étnico-familiar, por lo que se imponía sobre elpeonaje, electo por el sólo
mérito de ser peninsular y candidato a emparentarcon la hija de un patrón, si
no había un primo en la prole.
En ese mundo
provincialista «de guardias de baqueta y gañines», aldecir Dolores Prat,
estaban los personeros de la represión y de la construcción de ese clima de
miedo, acusaciones y vanidades, que preparó el camino al estallido de violencia
en 1898.
De aquí que se confirme
una apreciación marxista: «La clase que ejerce el poder material
determinante en la sociedad es, al mismo tiempo, su fuerza espiritual
dominante» (C. Marx y F. Engels, Obras,
loc. cit.).
(2)
El factor geopolítico: Además de que los intereses geopolíticos
estadounidenses acorralan a España y quiebran la economía en 1898, el llamado
Desastre, a su vez originando un estatus
quo para confusión perentoria en Puerto Rico, los EE.UU. intensifica un
tópico a través de sus inmediatos voceros coloniales. El principal argumento
para disuadir a un pueblo al que convenia autodeterminarse dentro de sus
fronteras fue enfatizar sobre la pequeñez territorial y escasez de recursos
naturales. Echar miedo con la pobreza. A esto se prestara Mr. Roosevelt, quien vino como Comandante en jefe
de todas las fuerzas de mar y tierra de EE.UU., investido de todos los poderes,
«a inspeccionar subalternos
encargados de mantener la intervención militar», y proponer «un plan completo de rehabilitación para Puerto Rico».
Viene en momento en los que EE.UU. «siente su aislamiento
internacional, la perdida de sus mercados y las preocupaciones de una
crisis social». La situación en este momento sobre el que hablamos la describe
Albizu Campos del siguiente modo en el Manifiesto
ante la visita del Presidente de Estados Unidos, el 30 de junio de 1934: «Las
masas obreras, con doce millones de hombres sin trabajo y sin oportunidad para
organizarse ante el poder absoluto del capital, se hallan en peores condiciones
que antes de llegar él al
poder, debido a la alza de los productos de primera necesidad sin la
correspondiente alza en los salarios. Las huelgas se resuelven en la manera
tradicional yanqui, ametrallando al pueblo; y antes de darles de comer a los
indigentes, los alimentos se destruyen para que suban los precios, y el
consumidor pagará al capitalista el costo de la reducción. Las masas ignaras
yankis están anestesiadas con el verbo melifluo del presidente ocupante de la
Casa Blanca… En las relaciones exteriores, no ha habido esos triunfos, a pesar
de las declaraciones de Buen Vecino. El imperio yanqui quiere consolidar
lo que tiene y ha simulado una retirada en Cuba, Nicaragua y Haiti. Su ambicion
siempre le ciega. [Escritos, ed.
Cit., ps. 115-118]
(3) El factor étnico-familiar:
Cuando no se quiere reconocer que las masas populares son el factor
determinante del desarrollo social y el verdadero creador del proceso
histórico, la clase históricamente privilegiada maldefine a un pueblo y se
exime de reconocer su valor. Las masas explotadas tienen un explotador y
opresor orgánica y socialmente establecido que, siendo numéricamente reducido,
controla el poder de las estructuras jurídicas, económicas, policíacas y aún ideológicas.
Si bien es cierto que no se puede rechazar la importanciade los individuos
aislados, el valor de los aportes de determinados personajes y dirigentes, sean
o no, poderosos o conservadores, el error había sidoesperarlos únicamente de
las altas jerarquías de poder o de las llamadas familias de abolengo o ilustres
apellidos o de presuntas razas y castas superiores.
Ni las familias ilustres
ni los individuos aislados pueden alterar a capricho el curso objetivo de la
historia. Lo que, a juicio de muchos de mis entrevistados, sucedió en Pepino es
que la burguesía pepiniana se esmeró en educar a su gente, no se abrió acceso educativo
y político para la gente campesina ni para la mayoría. «Si algo se abrió
para ellos fue el ventorrillo en la hacienda, donde el miserable jornal se
gastaba para que ese pobre del arrimo olvidara con ron sus pena» (Rodríguez
Arvelo, loc. cit.).
El carácter selectivo de
las acciones de castigo por las Partidas Sediciosas llevó un juicio implícito. Se
les acabó el belén. España se le fue. La atadura con el pasado español fue
interpretada como complicidad con todos los atropellos institucionales del viejo
gobierno y se pnesó que seria posible suplantar o sepultarlo, así como
desarticular la cohesión étnico-familiar de los ex fun-cionarios y su clase
dominante, pero, por el contrario, ese grupo de 72 españoles, no nativos y
designados como extranjeros, en el Censo
de 1899, invocó otra vez su derecho al poder y su aptitud superior para el
gobierno y ante el Gobierno del Invasor, ahora con mayor alarde de
superioridad, apoyó a la metrópolis estaodunidense cuando dispuso, por voz
del General George W, Davis y el Secretario de Guerra, Elihu Root: Que no
hay que educar a los habitantes de la isla hasta que fueran competentes para
gobernar a su país (cf. Victor H. Baske, loc, cit).
Por los datos del Censo de 1899, sabemos que de los
16,412 vecinos de San Sebastián del Pepino unos eran 4,990 niños menores de
diez años y con edad escolar que no asistían a la escuelan (sencillamente no había
escuelas para ellos); otros fueron 9,556 jóvenes y adultos que no sabían leer
noi escribir. Unicamente, 14 personas de
ese total tuvo instrucción superior o alguna profesion que implicara que se
completaron ciertos estudios universitarios o especializados. [9]
Muchas de las familias
castigadas fueron, por el consenso popular, aquellas consideradas las
portavoces ideológicas de la burguesía, «la burocracia que ordena, manda y
dirige» y que por su función, «ahoga el proceso de crítica y
autocrítica» y «reduce al mínimo la posibilidad de quelas masas populares
participen», libre, activa y creativamente. Entonces, no habiendo equidad
en el proceso, las familias políticas con prestigio y abolengo se representaron
en su consciencia como las fuerzas reaccionarias a los procesos necesarios. En
estas familias se castigaba el culto al cacique, al poder y la riqueza
no compartida y el sicotismo. En el marco del recelo popular a los nexos
étnico-familiares, la crítica a los sicotudos, al que llegó pobre de
España, pero se regresaba rico, y a los serafines, ya era vieja, si
juzgamos esas alusiones en las coplas de Las
Golondrinas.
*
Bibliografia
[1] Agustín E. Font Echeandía, Nuestros Alcaldes, en: Programa
de las Fiestas Patronales de San Sebastián, 9 al 20 de enero de 1976;
se glez hernandez
alcaenuevo en PEPINO
[2] Jose glez
hernandez
[3] Entrevista con Lcdo. Pedro
A. Echeandía Font, realizada 16 de octubre de 1977.
[4] Entrevista con Manuel
González Cubero, octogenario, a la fecha de varias entrevistas.
Vivió, como testigo, la invasión norteamericana; anduvo en la partida del
pavo con su padre y recordaba el campamento de El Tendal y la toma del
Hotel Juliá por los oficiales del ejército estadounidense. Las entrevistas
fueron realizadas en Pueblo Nuevo, del 19 al 23 de octubre de 1977.
[5] Ibid.
[6] La décima campesina /
«Me le dirás a Cheo Font» / es quizás las más recordada de un compendio de
20 versificaciones de amenazas, o «contra-compontes», se la escuché por primera
vez a las familias Arvelo de Pozas. Entrevista con Pablo Arvelo Latorre,
hijo del hacendado Juan Francisco Arvelo, del barrio Pozas, quien refugiaba a
los que huyeron de las tropas invasoras y las Partidas Sediciosas en 1898.
[7] Agustín E. Font Echeandía, La Hacienda, en la Revista
del Café [Ponce] y La llegada de los americanos al Pepino, loc. cit., pág. 50.
[8] Cecilio R. Font Ríos. «El Grito de Lares, El Pepino y la Familia
Font» (monografía, facilitada por el autor), desde Nueva York. Y Victor H. Baske, op. cit.
[9] Méndez Liciaga, Boceto histórico, 2da.
Edición del Ateneo Pepiniano, p. 14). Datos del Censo de 1899.
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