Thursday, September 11, 2014

CAPITULO CATORCE LOS FACTORES EXTERNOS

CAPITULO CATORCE
LOS FACTORES EXTERNOS


               «Nuestros enemigos organizan sus fuerzas mediante la potencia
           del dinero y la autoridad del Estado. Nosotros solamente podemos 
           organizar las nuestras mediante la convicción, mediante la pasión»:
           Mijail Bakunin / Carta a Pablo / 1872



          Para Urrutia, independentista, la ciudadanía estadounidense sería el fin del sueño antillanista y de la continuidad del proceso emancipador. Entonces, en Pepino, muy poca gente entendía a lo que ella se refería cuando habló de la perversión del monroísmo. Esta doctrina, formulada por James Monroe, pretendía que la Unión Americana «would not entangle themselves in the broils of the Old World, nor suffer European powers to interfere in the affair of the New». La doctrina monroista, seguida por Cleveland y McKinley, fue iniciada por el Presidente John Quincy Adams en 1825, quien tuvo simpatías con el abolicionismo y se oponía a la anexión de Texas.
            Mas, una vez aplicada, en su forma más negativa, a muchos descorazonaría. «The capture of Manila and the cession of the Phillipines to the United States in 1898, and still more the part of the Americans took in the World Wars have abrogated a large part of this famous Doctrine». El monroismo sería tan sólo uno de los factores originadores de frustración y cinismo.  Una dosis disfrazada de imperialismo
            Al principio, la clase intelectual borincana miró hacia Cuba como una hermana mayor, desde los tiempos de Lares. La simpatía por Cuba, inspira por Martí, fructica en las Cartas públicas acerca de Cuba (1895) que publicara desde Chile Eugenio M. de Hostos defiendo la revolución. En Nueva York, el activismo hostosiano hacia Cuba es más intenso. De Hostos enseñaría a los puertorriqueños lo mismo que Gerardo Forrest, o los hermanos Marin, a ser solidarios. A mirar la territorialidad de las Antillas como un espejo del crisol de potenciales, talentos, res-ponsabilidades e ideales comunes. Las Antillas vivieron un destino de sufrimiento y desafíos que nos fue común y nos reta a ser solidaros, ya no frente a España, sino ante los EE.UU.. En algún momento, se pensó que el camino hacia una conderación antillana sería luchando a través de reformas negociadas con España los apectos de más urgencia: la abolición de la esclavitud que devuelve la dignidad que se priva del trabajo cuando se vulnera la autoestima del hombre, su sentido de libertad y los derechos que le son naturales. El mejor sistema para la nación es el republicano y, para ir hacia esa meta, se liberalizará el régimen colonial.
            De Hostos descubrió quen la convivencia solidaria y el esfuerzo de gestió por metas de libertad de contínu encara  reveces. Un dictador dominicano como  Lilis puede lastimar esa causa amada, el antillanismo.
            De Hostos fue con Henna y Zeno Gandía uno de quienes se trasladara a Washington, D.C. como parte de una Comisión de más honestos dirigentes, con la excepción de De Diego, Luis Muñoz Rivera y R. Matienzo Cintrón, murieron demasiado pronto en el nuevo siglo y no fijaron sus nobles impulsos e ideales con sus personas. Lola Rodríguez de Tió, Pachín Marín, José de Diego, R. Matienzo Cintrón y el sabio Eugenio María de Hostos representaron los sueños grandes de antillanismo; pero, sin la derrota de España, estos logros se demoraron para la misma Cuba y, sucesivamente, los primeros decenios de la Cuba republicana se corrompieron por causa del intervencionismo estadounidense y las invocaciones a la Enmienda Platt por EE.UU.
            Estos independentistas entendieron que el Estado soberano, ya no sujeto aldominio español ni a los EE.UU., sería el producto de la posibilidad progresiva de la historia para darse las funciones públicas necesarias deautoprotección y organización contra cualquier otra extranjería colonial o interventora. El Estado libre sería la culminación del desarrollo histórico interno. Asimismo, ellos visualizaron como el peligro más grande que prevaleciera dentro de la república la reminiscencia del pasado, la esencia noeliminada ni forzada a desaparecer de las clases antagónicas que se manifiestan como el uso del Estado como instrumento político, o «maquinaria paramantener el dominio de una clase sobre otra» (V. I. Lenin, loc. cit, v. Nota  #7).
            Perdida la guerra, Puerto Rico, se sujetaría al gobierno militar del invasor que duraría más que el cubano. El 12 de abril de 1900, el Presidente McKinley aprobó la Ley Foraker, primera ley orgánica de los EE.UU. en PuertoRico, tras el triunfo en la guerra. Esta ley desarticuló la infraestructura jurídicareformista de la nación en ciernes. Cuando se aprobó esa ley, Prat se prometióque sería española y empecinada por siempre. Como el viejo Arocena que había besado la bandera sucia y ajada de España (la que le dio alguna vez), ambos se burlaban de Muñoz Rivera que había jurado lealtad a España en 1896, cuando se anunció que murió Antonio Maceo, y que, sin embargo, contrario al Titán de Bronce de la Revolución de Independencia Cubana y gran disidente del Pacto de Zajón, se entregaba como guabina al regocijo de su muerte para fingiruna lealtad que no llevaría él mismo a la tumba. Muñoz Rivera escribía en La Democracia: «Somos españoles y arropados en la bandera española, hemos de morir»; yuxtapuesta su idea, «Te voy a decir por quien moriría Muñoz Rivera, en cada lance por circo y maroma, por gastar la pólvora en salvas» (Prat).
            Antes que la línea editorial del periódico El Regional de San Sebastián se volcara al unionismo y al muñocismo, algunas voces de laclase hacendataria española conservadora se pronunciaban en forma de editoriales o cartas de reacción ante el pueblo. Respirando por la herida es uno de esos documentos escritos que, en 1914, todavía reflejaba el fondo emocional dejado por las partidas de incendiarios en la psiquis colectiva de la comunidad. Las partidas armadas y castigadoras (y el dulce amparo concedido a ellas) fueron la manzana de discordia que dividió el quehacer de los primeros partidos en Pepino (Federal, Fusionista y la Unión).
            De Diego, cuyo un punto de vista fue más definidamente independentista queel de Luis Muñoz Rivera) dejó el Partido Federal. Los republicanos acusaban al Partido Federal de excluyente y despótico y De Diego renunció a su Consejo Ejecutivo y protestó sus politicas y lo mismo haría, poco después, ante el Partido Unionista, desde el que fue elegido a la Cámara de Delegados.
            Muñoz Rivera, en afán de curar las disidencias internas que ocasionaba en cualquier partido, hizo una visita al pueblo de Pepino y permanecIó en éste hasta el día de las elecciones en la que logró una mayoría de 2,608 votos; pero, localmente, nunca pudo ganarse el respeto del liderazgo local, ni de inde-pendentistas ni de anexionistas.


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BIBLIOGRAFIA
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