Friday, February 15, 2008

Del amor adolescente





Sabía muy poco sobre el placer y la belleza,
como tú y, aún así, dije: ¡Eres perfecta!
Era yo entonces un niño de 14 años y me gocé,

¡ay con tu presencia! Tu ser de estrellas
y de pies ligeros fue un atisbo ilusionante.

Con albores de mutua sexualidad, gesticulamos.
¡Cómo cautiva un cuerpo como el tuyo!
¡Cómo invitas tú, con tu inocencia!

Me fugué por un instante al placer
al querer verte, no sé a qué rumbo, a qué lugar
que siendo cotidiano fue esfera primordial
que me dio sombra y solaz y arrobamiento.

Por primera vez abrí mi ser a tu magia,
te ví corpórea, real, en un ahí
(preavisante de mundanidad y deseo)
que sería mío.

Supongo que miré igual que tus ojos.
Curioseamos. Ví tu mirada en los míos,
tu mano suave (habría de ser tan dulce) me tocó
y elevaste tu suspiro a certidumbre
¡y qué bien me tocaste que te amé por ser
redonda como una naranja y blanda como una uva!

Quise entrar a tus labios, absurdo cielo y me alegré
de ser carne y no ser aire y ala y misterio y ángel
y me contuve, pero fueron mayores las ganas que el miedo.

Tenías la edad del rosal. Eras lozana, tersa piel,
alitas de golondrina, ágiles huesos, voz cantarina,
y te ví algo más que las rodillas. Había dicha
en tus muslos y calzabas tennis shoes,
calcetines de un orlado encaje
y vestías un short-pant de color ocre
y me gustó tu ombligo.

¡Y pensé que me trenzaba con tu cálida carne!
Examiné tus pantorrillas, toqué tus suaves muslos

y el restañido de tus bragas amarillas y quererte,
por detalles tan triviales, me dio más pensamiento
que los libros y más dispersión y cósmica belleza
que el universo que se expande, o te llevas en el paso.

Te dije: ¡Eres perfecta!, giraste el talón cuando te dije:
¡Nena, me gustas! y, convertida en adiós,
tomaste un llavero que cayó, o dejaste caer,
para mirarme y hallaste mi mano.

¡La mía que todo lo habría dado por acariciarte
y cerrar el círculo y contenerte y comenzar a amarte!
Abríste mi puño con tus dedos.
Hallaste al fin tus llaves y mi llave.

De Las zonas del carácter

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