Sunday, January 23, 2011

Por el voto vengo a verla / De El pueblo en sombras

«Many of the members of these societies [revolutionary groups] were related to each other by blood lines and/or marriage. For example in the Lares cell, the leaders Rojas, the Pol brothers, Francisco Ramírez, Clemente Millán, and Aurelio Méndez were all married to the six daughters of José Manuel Serrano, the sexton of the Lares church. Mariana Bracetti was married to Miguel Rojas, a brother of the president of Centro Bravo [another segment of the revolutionary groups] in Mayagüez, the Brugmans were related to the Beauchamps and the Arroyos, as two of the Brugman's daughters married men from those families. Another daughter, Isabel Brugman, married an overseer in their hacienda, Agustín Lara, also a member of the Capa Prieto [ another segment of the revolutionary groups ] Bruno Laracuente, an hacendado and slaver owner, married one of the Arroyo sisters, while Adolfo Betances, brother of Ramón Emeterio, married one of the Terreforte sisters»: Olga Jiménez de Wagenheim

«Ustedes ya están contentos con la escuelita americana, porque es pública, porque no se enseñan las cosas de España. Ustedes venden el idioma y quieren que el gringo los mande. Ustedes quieren protectores y la Tarántula yankee les manda brotes de sabandijas. Antes no era así. Nuestros panales eran más dulces, a veces amargos. A ustedes no les gustan las casas señoriales, ustedes se las pasan maldiciendo a las Reinas incompetentes. Ya se piensa que es sólo cosas de votos, o sentar al avispón macho sobre el corazón de los nidos del avispero en guerra de los sexos... pero hay una cosa que usted, Sagardía, no sabe y mire que lo prefiero a usted de Alcalde que a Getulio, o Pedro. Vaya y dígaselo a Teresita, porque, ella es española. Una Zagarramurdi, de las que tuvieron panales de abispas bravas como los centros clandestinos de Lares y Las Marías... ahora usted viene con sus piedades porque el huracán San Felipe nos mató los cafetos. Viene por el voto, porque yo sé leer, o lo escribo; yo no soy ignorante y sumisa; yo fui y soy una reina natural, con colmena que tuvo panales y supo que decía a mis maridos, ¿qué pasa con ustedes? ¿Quieren un país de bestias de carga? ¿Eso solamente? ¿Un pueblo sin escuelas? ¿Un pueblo sin médicos, o médico sólo para el rico? ¿Un pueblo con viruela y peonaje flaquiento? ¿Con esclavos haciendo pleitesías, aunque se los coma el rencor del maltrato? El mulato Betances, quien fue un médico santo, el más sabio de Francia en su tiempo, no quería eso, pensaba como yo, o yo como él... reunía a las mujeres y les decía, 'ustedes sí organizan del modo que yo quiero'. El voto femenino que él interesaba, no es ése que está en imitar los modelos de los parlamentarios, o la Yanquilandia. El voto, con que él nos vio activas en la futura república, sería el voto natural de las colmenas, todas siendo obreras de un Gran Sueño, que él supo en el Vientre de una verdadera Reina. Es la reina que él llamaba la familia, redes de los insectos sociales, la anarquía de la Madre, no 'manos negras' como aquella mentira de la Andalucía, con supuestos bandoleros... No las 'las cabecitas negras' de las Madres Peludas, como las seis hijas de José Serrano, todas casadas con los hijos de Aurelio Méndez y de...»

«¿Que vienen a hablarme de votar? ¿Que si una ley del Gringo nos da el voto a las mujeres? ¿Y a razón de qué? Primero que nos ofrezcan el respeto por ser madres, porque a mí lo que me enfuruña es que estemos robándonos entre hermanos, que el marido sea el primero que a la mujer la arrincona, que si ella reza no le hagan caso a sus rezos... me da lo mismo que haya sido Rabell Cabrero, o un Echeandía Vélez, el que se ponga al frente de este Pueblo... ¿Para qué nos sirve el voto después del huracán? si el pueblo está patas arriba y hasta los hijos que mimaste, se echan contra tí, la mujer, para darte mordiscos? porque dicen que eres una cucaracha, y te quieren de mosca muerta para seguir tomando tus despojos... ya yo no subo al Pueblo, Toñito, ni por ver a Doña Bisa, o asomarme por la Botica de Rabell, para procurar una receta para el asma de Laura... No. Yo no creo en esa Escuela, la Whittier, ahí donde vino Towner, el Gobernador hace unos años, allí don de lo ví a usted y me dijo, 'voy a pasar por Mirabales a verla' y nunca vino... y mira, hoy vino a saber si yo le daría el voto cuando se enfrente a Getulio, porque dice que ahora hasta las mujeres van a salir a votar en el '29...»

«No, no, yo no voy a votar aunque vengan Ana Roque y Luisa Capetillo, de rodillas, y a pedírmelo. Antes que eso suceda, don Antonio, lo que yo quiero ver, con estos ojos, son machos de verdad haciendo redes, nidos de abejas, gentes como los Rojas, Pol, Ramírez, Clemente Millán y Aurelio Méndez, buscándose las abejitas de Serrano, casándose en Lares, Pepino, Las Marías y el Carajo Viejo, si allá hubiera de las reinas machiegas, para fabricar juntos la miel y el tejido de la Democracia, la auténtica colmena...»

«Usted sabe lo que yo le quiero decir, Toñito. Usted es un Sagardía de esos que vienen de la misma cepa de Laurnaga y de Rodón. Gente que se casaba con su sangre, en ese sentido en que las lealtades se mezclan, se transmiten, hasta incestuosamente si se quiere. Cuando uno tiene un centro bravo y le voy a llamar, una dignidad, con deseo de libertad, tal cosa tiene que compartirse desde el grupo y el barrio en que nos tocara vivir. Mariana Bracetti se casó con Miguel Rojas porque eran uña y carne, fundidas para ese ideal, que ambos representaron. Y en Mayagüez, los Brugmans revolucionarios se casaban con los Beauchamps y los Arroyos. Las hijas de los Brugman se casaban para mantener la dignidad viva y la dignidad era el buen trato, el amor al prójimo, la igualdad de sus metas, porque una cosa distinta es casarse para mantener la propiedad en familia, la Gran Hacienda... pero mire usted lo que hizo el temporal, San Felipe. Hizo de los cafetales un emborujo de mierda. Todo lo fragmentó e hizo pedazos. Quiere decir que lo material va, casi nunca viene en grande. Se va... Ni mierda quedó de la hacienda del Viejo Prat, porque se van, se escinden, se dividen, se los lleva el agua y el viento. A una, como mujer, la dejan sola. Los machos de hoy son malos maridos. No merecen el voto de las hembras... antes sí valía que Isabel Brugman se confiara en Agustín Lara, revolucionario de Capá Prieto, y le diera la hacienda de su padre y al esclavista Bruno Laracuente, aquel que se casó con una de las hijas o hermanas de Arroyo, sí... a él se lo podía confiar lo que tuvo, propiedades y herencias. Gente así cree que la mujer es el centro de sus vidas y el verdadero motor para producir en libertad, originar familias que sean como panales, dulces por dentro, aunque centros bravos para quien viene a robar de afuera. La mujer de Adolfo Betances, hermano de Ramón Emeterio, sabía ésto y la viejita Terreforte, venía y me decía: 'Eso que me dices sobre los panales y la misión de la mujer en las organizaciones sociales es lo mismo que piensa el Dr. Betances y mi esposo. Posiblemente, él lo aprendió de esos anarquistas que tú leíste, cuando a tu madre, Doña Eulalia, desde Barcelona le enviaban revistas prohibidas, impresas en Francia'... mas ésto es otra cosa, Sagardía. Los gringos no quieren darnos ni independencia a las mujeres ni a los hombres. Mucho menos al país. ¡Y pobre de Cuba, si no hubiera dado un Martí, un Maceo! Todo se va en promesas, a goterones... Y eso, aquí, en Puerto Rico, nos hace cada vez más cobardes, a las mujeres y a los hombres. Nos hace más conformes y más despotas...»

«¿Sabe usted, don Toño? No son los temporales tampoco la razón del fatalismo. Lo peor es el choteo. Choteo que viene de arriba, de la gente de la que uno se confía y, cuando les toca a actuar, no están a la altura, porque no fueron consagrados al tejido de una familia, como esas que le conté: Serranos y Méndez que se tejen, uno a los otros, para protegerse y, primero, hilan su unidad como arañitas, se pasan el secreto como abejas, y eso las hace fuertes... mas, ¿cree usted que gente, con dos lealtades, que lucran con el poder que antes España les diera, o después con los gringos, puedan echar el progreso de todos, colectivamente, al porvenir?»

«Vamos a ejemplificar con algo que usted y yo sabemos. Medite sobre lo que el Alférez de Milicias, capitán Cebollero hizo, o medite el caso de Eusebio Ibarra. Estamos hablando sobre Pepino, lo que nos consta. Dicen a todos que, por parte del cuartel, no habrá resistencia a que los revolucionarios vengan desde Lares. Que aquí va a declararse la República, tal como El Porvenir, la célula brava de los Font-Medina, Méndez Acevedo, requiere para el triunfo de la causa de Betances... Y ellos, Ibarra y Cebollero al final con Luis Chiesa, el Alcade, son los primeros que disparan cuando el grupo de patriota avanzó hacia la Plaza y la Iglesia... Tremenda fue la putada que sus propios vecinos le hicieron, por los caminos de Hato Arriba, a Pancho Méndez, a él que iba en senda de ser Ministro del Interior de otro y mejorado pueblo. A él, en cuya casa, con la ayuda de José Tirado, se hicieron balas a mano con la plata de los cadenarios y relojes».

«¡Ay, vírgen de La Moreneta! Usted, don Toño, cree que yo soy una vieja loca. Que me quedé en el pasado. Evocando aquellas cartas a mi mare Eulalia. Usted es lo que llaman en España un modernista. La historia no dijo nada. El futuro es lo que va a traer todo... y, si yo le dijera, que el futuro es el presente amarrado al útero, al panal inmutable, que llevamos por dentro. Que las noticias que usted me trae son Jauja... ¿Para qué voy a llevar yo leña al monte, si el monte con leña lo he tenido yo siempre? Está dentro de mí, siempre en viva memoria... yo tengo la libertad adentro. Si lo de dentro es lo que está en el pasado, pues, que muera yo con mi pasado...»

«Por de pronto, usted lo sabe, el campo es un desastre y no a venir el gringo o usted, a darme dinero, préstamos, para que rehaga todo lo que tengo perdido. Y no le digo que es que yo espero que el Estado venga y haga algo por mí, una vieja loca del culo de Mirabales, con sus providencias y favores. Hablo, sin egoísmo, sobre algo más grande, el alma del País, la consciencia nacional de todos».

Y así, después de haberla oído, casi los dos en llanto, el Alcalde Antonio Sagardía Torréns se fue. Le pareció que la viejita no estaba tan loca. Y eso fue un día de 1929, antes que Pedro y Getulio Echeandía ganaran las elecciones, se quedaran con el poder y que el huracán San Ciprián de 1932, les convenciera a todos de que el futuro es el monocultivo de la caña, porque el agua todo se lo llevó, hizo la economía pedazos en medio de la Depresión y la estructura de dependencia de los EE.UU.

«Los platanales se pudren en los suelos y el ñame y las yautías penetran tanto bajo tierra que nadie se molesta en sacarlos», había dicho Dolores, al describir el fango, «y eso por más hambre que haya y necesidad de alimento».

En esos años de 1930, años de la Depresión y el lamento borincano, no pagaban para que se andara, viendo los descalzos como estaban, así anémicos por las largas y contínuas hambres, al filo de los riscos para sacar tubérculos de alguna finca del rico... ni para algún ventorrillo.

«Antes, con corazón de vuelo, el jíbaro se atrevía. No estaba tan hambriento». Era gozo irse por las bajuras de Mirabales y rescatar la yautía, el ñame, la yuca y servirla en la casa, como los viejos taínos ancestrales. «Tenías un pedacito de finca, con terrenos peligrosos muchas veces, sin caminos. Tenías tu pozo», antes de que Sagardía hiciera acueductos y plumas que trajesen aguas potables desde invisibles cañerías. Ahora no. Huracán tras huracán, las parcelas se vendían al menor postor. Los especuladores se asomaban y cada terreno fértil lo adquierieron para la siembra de caña. Compraron las fincas para el Molino cañero de La Plata y para que se sigan haciendo ricos los Abarca Portilla, los que ya tenían grandes fortunas en el Pueblo y pudieron comprar la Ciudad, del Norte a Sur, de Este a Oeste, incluída todas sus gentes, que en la mayoría es pobre. «Y el pobre, como siempre han dicho, no vale ná».

«Que haya caña o haya miel, ¿a mí qué rayos me importa? El café me lo bebo puyita. Sin azócar. Don Antonio, a mí lo que me enfurruña es que nos digan, 'hay que producir lo que no consuma y que sea para el mercado gringo de las exportaciones y hay que consumir lo que no produzcamos' para que nos cueste caro, al comprarlo. Pues así, carajo, ¿cómo no se va a morir de hambre el poblado? ¿Cómo se espera que uno vaya contenta a votar por unos jijosdeputas?»

De El pueblo en sombrss
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Gregorio Morales / Gregorio Morales / Indice / Del 1 al 9 / 10 al 16 / 22-28 / 29-42

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