Monday, October 28, 2013

La calandria y el búho






La calandria y el búho

a Enrique González Martínez (1871–1952}
Busca en todas las cosas un alma y un sentidooculto; no te ciñas a la apariencia vana;husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,escudriñante el ojo y aguzado el oído:Enrique González Martínez

Hay unos seres volantes
(yo les digo... 

«Son ángeles / hembras / varones /
con misteriosos libros / el silencio nocturno»),
intérpretes, husmeadores 

desde su quieta estámina,
con el ojo tan claro y tan puro
y parecen que viven en lasombra,
entre grutas, o posados s

obre un ramaje en lo oscuro;
pero yo al que vi 

lo supe en Mocorito, 
al menos era uno.

Cuando el Sol me dejó ver que él duerme
y no todo es ajetreo, dinámica
de rudeza y de positivismo, dije:
Lo ví. Un ángel sanador
de mi miopía.


El médico fue, desafiando a los cisnes
que no vuelan tan alto como dicen.
Sereno fue, tan bondadoso
ante aquellos parientes, hoy cansados
y en penumbras, los mochuelos, insinceros
después de mucho alarde divertido
Eran como yo, voces de calandrias,
espiones para verlo.

Veedor en la oscuridad, consolador
de aquellos a quienes cortan el hilo del destino,
sabio de la Apacible Locura, la calandria
te vio, y yo te he visto, custodiando
mi noche en Acrópolis a fin de que entienda
que, en la ética del mundo, eres
quien restauras la fuerza, 
quien instruyes la bondad
quien despejas la verdad del ensueño
y del arcano. 

Y yo te digo, «ángel mío,
Enrique, ave-pegaso, mentor
de mis noches, sublime hermano»
.

2.

Cuando al fin te avizoré 
la tristeza pisaba los senderos; 
la melancolía rondaba el aire como aliento; 
sí, venías a corregir la ruta de mi tiempo 
y no a darte descanso
(esas noches por donde rondara Milton
para ver a Prometeo, todavía encadenado,
es la misma noche de Verlaine,
en la Semana Sangrante,
cuando escapaba
por las calles letales y violentas
el ying-yang de la Comuna de París.

Esas noches que también me obsedieron
en la prisión de Mons, noches que enojaron
a Rimbaud, herido a tiros y Baudelaire).

Entonces el ángel traductor se volvió un búho
y vino a los mochuelos como ante aquellas
dos hermanas en Mocorito,
«dos tristes y pálidas» hermanas. 

3.

Hay unos seres volantes
(yo les digo: «Son pájaros»
con albo ropaje, invisible por santa inconsciencia
como la niñez ingenua que los ve).

Vienen al campo como si fuesen aroma,
efluvio lento, cauteloso, precavido.

Nunca están desantentos al murmullo
ni al dolor ni a la muerte. 
Ni al gemido.

Ellos sufren el día porque mucha luz enceguece
y se alimentan de la noche, otean el horizonte
y donde nadie explora van. 

Mientras vuelan van tensos, solitarios 
y es la razón por la que pausan.
Son sabios seres volantes, analistas
de cada situación; marcan el territorio
con el súbito graznido, se defienden 
de la apariencia del rijo, 
que son la intrusa vanidad,
con agresivos esplendores.

La mucha luz que deslumbra, 
distorsiona. Confabula espejismos.

Hay unos seres volantes
(yo digo: «Son hábiles en lo oscuro.
Ese es su mundo, su universo:
el silencio nocturno»} 
y yo, una calandria, cantadora y diurna, 
y a ellos, los sabios de la noche...

CARLOS LOPEZ DZUR

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