Sunday, February 24, 2008

La verdad (6)

La verdad es muchas veces demasiado sencilla para hallar crédito: Fanny Lewald


De tí quise cercanía. Que seas íntima.
Y lo has sido. Vibras como en mi propia carne.
Se te siente como la vida.

Me gustas porque al buscarte
asomas, te autoevidencias y, aún dulcemente,

molestas. Sabes cómo hacerte poderosa.

Uno te dispone como convicción tan de suyo

que pones alto y ante el tenaz concepto que confunde
y que uno aplica a capricho donde sea,
eres entonces tú, en silencio,
quien te evades. Me ciegas.

Eres esquiva.

No quieres ser la siempre nueva, improvisada
en las manos de herejes inoportunos.
Todos te quieren, como yo, de su lado; pocos
entienden cuán arduo es servir las causas tuyas.

¡Ay, Verdad! tan adorable y santa, temo que más
que digna y pulcra… te vuelves la enojona.
Eres una y tan inmensa y, en vano,
entreveo el riesgo de acuñar semejanzas.

Meros trasuntos te apartan con verosimilitudes
y tú
, mosca sencilla que zumbas en la oreja,
simplex oratio, lenguaje tan honesto enseñas
al que no se entretiene con las fintas.
Tú desplantas, mas a su tiempo llegas.

Haces justicia y bendices.

3-25-2002 / De El hombre extendido
El Zorro y sus carlancas / Berkeley 1 y 2

La verdad (5)

Le vérité prend le caractère des âmes oú elle entre: J. Joubert

Pobre de tí, Hermana Pura, viene el que comulga
con ruedas de molino a dar su gratitud,
a tí, finta desnuda, que abundas en aguas
de fantasmagoría. Se imaginan que te pareces
a las Hijas de los Tiempos Remotos,
a las formas espectrales de las hadas y las brujas.
Después de la súplica y la fe,
el crédulo alega que tu voz y tu consejo,
en fin de cuentas, confortan y, por siglos,
amiga eres de los desesperados.


3-19-2002 / De El hombre extendido
Indice de Tripod / Index

La verdad (4)





La verdad saliendo de un pozo /cuadro de Édouard Debat-Ponsan

De la verdad nada sabemos. La verdad yace en un pozo: Diógenes Laercio, Pyhrro, Lib. IX,N 72

¿Quién se lanzó al pozo profundo y te llamó
Hermana Pura, quién si te vio y te bendijo?
¿Quién da la vida por tí, quién sacará la cara
porque tu apariencia es hermosa?
No hallo a ninguno.

Diógenes, lámpara en mano, examina el sepulcro.
«Mas no digo que haya muerto; sólo que nadie
ha de tener de ella, monopolio; en todo está
y en ninguna parte. Es un pozo profundo».


No hay más cera que la arde en este afán
de pobreza cognitiva y epistemológica.
Este pozo es profundo, Hermana de Bondad
y de Belleza y han preferido, antes de ir por tí
y completar el proceso de buscarte,
darte al olvido, endechar tu naufragio,
referir tus abismos.

Cambiarán las rutas que van hacia el lugar
de tu reino. Dirán que tú descansas. Aún más,
con rótulos equívocos, concluirán que eres perversa,
engañadora, impúdica, cruel y perezosa.

En La Fatén se deposita tu guata, barrigona.
En algún oráculo, o fuente de Helicón, musa fea,
se oirán tus mentiras disfrazadas y tu voz
será de calincha, vieja de risa estentórea.
Frío viento de biruje y escarnio.

3-16-2002 / De El hombre extendido
Blog 5 / Blogmyway

La verdad (3)

Hay que acortar la noche y añadir algo de ella al día: Séneca

No es mi verdad toda la noche,
pero en la noche fue también mi vida.
El ser se autoorganizó en la tiniebla.
Y aún no termina. En lo menos aparente
me nutrí; yo, conciencia,
en lo denso y lo oscuro, mi vida.
En apetencia prohijado, me extendí.
Soy vida extensa.


No es mi verdad, sin embargo,
toda la plenitud del día; en la noche
fue también mi crecimiento. Hoy sé
que soy más vida y que mi luz amanece.
Hoy mi verdad agradece doblemente:
Gracias, noche del origen,
Gracias, pedacito de luz y de armonía.


3-14-2002 / De El hombre extendido
Indice de Tripod / Indice

La verdad (2)

No es filósofo el que sabe dónde está el tesoro, sino el que trabaja y le saca: Francisco de Quevedo y Villegas

El tesoro que extraigo, en medio de la noche,
transido de biruje y frío y soledades, es
por extenso, ha de ser y será
por contera, certidumbre
(porque sin ésto no vale que se hable
de verdad ni belleza ni bien
ni presente ni futuro).


Uno tiene que entender de dónde vino,
con qué voz saludar la tierra,
el movimiento primero de su causa,
el eje con quien dará su primer giro
y el giro subsiguiente y, a la postre,
gritar la trayectoria de estar vivo
para doblar las campanas al vuelo.


La driza se hallará en lo más alto del navío.
Cuerda con que izarás la vela de tu alma,
la luz de tu tesoro. Tú vas a la aventura
y son buitres, custodios de naufragio.
Aún estás en tierra, pero suena la hora.
Esperan que te cuelgues, con blandón de luto,
porque no hallaste nada y tienes menos.


Y vas a vivir con la driza que amenaza
la asfixia del gañote.
Y no querrán que se cierren los ojos
del que viaja, tus ojos, buscador,
en las noches de violentas marejadas,
de biruje y frío y soledades.


El tesoro que extraigo, antes de subir a mi navío,
ha de ser mi alimento; es un olvido activo
de los malos referentes, expectantes o encontrados.
Es la verdad inicializadora sin la cual
es tan pobre el presente.


El tesoro que extraigo, en tierra, antes del viaje,
será la base de mi trabajo justo.
Saco el origen de mi fe, busco mi verdad.
Con mi afán, animaré mi certidumbre.


3-12-2002 / De El hombre extendido
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La verdad





Voy, en cuanto puedo, hacia una meta.
¡Tantas metas me ha propuesto este mundo,
ahí-a-la-mano! Y elegí solo una.
Quiero un mundo al que yo diga: ¡El mío!


Trazo, a duras penas, el camino. Voluntad
tengo, pero lo sé… mi equipaje es poco.
Y la noción de arranque, la que con ella madrugo,
es que soy ser finito, granito de mostanza.
A la verdad se va, como a la muerte, solo.

Quiero ser un hombre extendido, un poco
más y disperso que el espacio visual, marcado por mi paso;
al final que se diga: Iba en camino y conoció territorios
y lo acechó como una sombra el tiempo.
El fue por la verdad. Lo conjugó la tristeza,
pero él no anduvo quieto. No lo amarró la pereza.
Ni se sintió vencido.


La verdad que yo quiero, no debe ser gloriosa.
Si lo es, no sé qué sea, pero: ¡qué bueno!
Ayuda extra no estorba. Bienvenida.
Mas la verdad que sea precisa, concreta,
yo verificaré su consecuencia, su efecto.

Que no sea exceso de dolor. Si la mentira impone
el yugo, el dolor que atontece.
¡Ay, que no sea mi verdad la angustia
inmarcesible, la compresión que estrangula!
Una verdad consoladora me basta.

Una faena que sea sonrisa para mis labios,
nuevo aliento y compañía.
Soy un hombre sencillo y mi ambición es
un poquito más de andar por mi camino,
un poquito más de consciencia
en este ser-ahí del mundo mío.


3-12-2002 / De El hombre extendido

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Monday, February 18, 2008

Uno de los nuestros


En Sarajevo, una boda terminó en tristeza.
El día del gozo se transformó en amargura.
La novia quedó virgen; el novio muerto.
Un clamor patrulló la calle tras el crimen.
¡Hay que hacer algo!
¡Que se lave con sangre tal asesinato!
¡Que busquen culpables aún debajo de las piedras!
Una familia utiliza el pretexto: Han matado
UNO DE LOS NUESTROS
predilecto ultranacionalista, crema y nata
del clan, murió precisamente uno de los nuestros.


UNO DE LOS NUESTROS.
¡Un patriota de la estirpe de los chetniks!
Es, por tal razón, que ya no hay marcha atrás.
Se invocará la venganza.
Y es importante que lo sepa el mundo.
Que lo sepa Karadzic y no perdone a ninguno.
Que lo sepan los Tigres de Arkan
y las Aguilas Blancas.
Han matado UNO DE LOS NUESTROS.

Según se ha dicho, se pedirán donativos.
Son necesarias armas. Y, sobre todo, arcas llenas.
El odio es indispensable como nunca.
Entonces, ha de venir el cambio y la Gran Serbia.
La propaganda apela al sentimentalismo.
La emoción ha iniciado destrozos en hogares
de Sarajevo y se dice: ¡Son ellos! Quien,
en su cultura convive, con mentes que no sufren
este dolor privativo, nuestros duelos.

Ellos no son íntegros. Nos estorban.
No son como aquel, a mansalva asesinado.
UNO DE LOS NUESTROS.
Este mensaje lo llevaremos hasta Serbia
y Bosnia; lo haremos juramento en Montenegro.
Fueron ellos, los de largas barbas,
los sucios turcos, los que no se bañan
ni guardan respeto cuando muere
UNO DE LOS NUESTROS.

Y cuando la cizaña creció, a puros meses
de la boda siniestra de la emoción y el odio,
Bosnia-Herzegovina se llenó de ultranacionalismo.
Que se mate a los turcos, que se limpie
la raza
. De las aldeas, a la fuerza, se trasladaron
los niños; se mataron ancianos, se violaban
las hembras; y los croatas se unieron al propósito
y van hasta las puertas de Banja Luka
y, en tres años y medio, destruyeron los pueblos,
sólo por una boda y unas voces fanáticas
de odio y política mediocre: Han matado uno de los nuestros.

Ahora hay que sepultar más de 250,000 cadáveres;

hay que reubicar y dar un techo a 1.8 millones

de civiles desplazados, perdidos y sin rumbo.

Hay que llevar ante un juzgado 105,000 asesinatos

(cometidos en tan sólo tres años), si es que hay justicia

donde vale más la boda y la voz

y la venganza de UNO DE LOS NUESTROS.

Hay que consolar a 40,000 mujeres ultrajadas

sólo porque una boda de quien fuera

UNO DE LOS NUESTROS,

se truncó con violencia.

Enero 1996 / De El Libro de la Guerra

Saturday, February 16, 2008

Alienación política

Es verdad. Por más que el Estado
ofrezca sus palmadas en tu espalda,
por más que endulce tus oídos con palabras bonitas,
por más asechanzas de su ley, eres su vasija despreciada.
Te quiere como una ofrenda en su Valle de Matanzas.
A tus espaldas se jacta: ¡Me perteneces!
El Estado es tu dueño,
verdad amarga y tú...

¡pobre! en voto falsario por sus causas,
creyendo que ante la Ley eres igual al que domina.


Y tú, jurando una lealtad a lo que desconoces.
Y él, con sus selectos, hablando de Justicia
y Moralidad y Honor y sentido común
porque todos a su autoridad obedecen
y no hallan un camino libertario.


Es verdad: el Estado se abrogó el derecho
de tenernos en sus manos y justificar,
con nuestros labios, su yugo.


2-8-1996 / Del libro El hombre extendido

Los leales

Al Dr. Joaquín Torres Feliciano


Los leales me vieron en oprobio.
Me buscaron a riesgo de sus vidas.
Combatieron por mí. La vida es lucha
y exhortos de combate.

Dieron claro el mensaje:
te necesitamos; participa. Sé uno
de los nuestros. No estás solo.

Su primera misión es que uno entienda.
Pausadamente te entregan compañía.


Seré leal porque entendí cómo avanzaron
y cómo era mía también su labor tesonera;
peleaban contra el oprobio,
la dominación indeseada,
la resignación que a todos empobrece.
La alienación. Los leales son libres
y son agradecidos y son educadores.


La lealtad, virtud moral, hoy me permite
la alegría. Pienso que los fieles son

como espadas y se blanden como guajanas
en trechos de caminos y aventura.

Su causa es muy hermosa: ¡liberar
para el reino del propósito, quitar la angustia!

Entonces, el tiempo es abundante y les digo:
Gracias... los tontos no son leales.

Los crueles no son quienes me buscan.
No son fieles. Gracias, ustedes sí.
Me recuerdan, animan y comparten.


La lealtad, si es verdadera
y tan justa e imperecedera en su causa,
es más fuerte que el olvido;
es más que una palabra.


13-12-1998 / El hombre extendido

Los valores de la esperanza


Uno es necesidad hasta la médula.
Viene de un largo proceso de multiplicidad
de cosas estorbantes,
mentiras apropiadas,
opresiones por consenso,
dolores admitidos
y sufrimiento innecesario.


Uno no quiere caminar por un filo de navaja;
alma y cuerpo submiten al pantano,
al dualismo. Uno es el miedo y la soledad
que se combinan; uno internaliza la amenaza
de los mundos hostiles y los extraños.


Modificar el orden de las preferencias
no es simple, ¿quién hay, en medio de la monotonía,
que alegue que domina la eficiencia de Pareto?
¿Quién que no dejara desconfianza
y, en su lugar, nos trajo su profunda simpatía?


Mas, cuídese el consuelo
si es una última carta que bendice...

Cuando se duda que la necesidad urge su fin,
somos más pobres y cuando más nos aprieta
el sufrimiento y la némesis, ¡oh ilusiva paz,
fantasma verde y azulino! ... venga Tu Reino moral,
el conjunto de los Criterios Razonables.


Venga la asociación positiva de los valores
en la tierra herida, háblese de Valientes
y Justos y Leales, de Humildes y Disciplinados,
de Honorables, Misericordiosos
y del sentido común y ayuda para el prójimo.


13-12-1998 / El hombre extendido


http://es.geocities.com/baudelaire1998/hextendido5.html

Friday, February 15, 2008

El romántico (2)


A José de Espronceda

¿Por qué se persiste en nombrar a las ternezas?
Ya más tiernos escondrijos tiene el bruto;
ya más amaneradas cursilerías, de la boca criminal
se destilan para que el hombre sensible
sea su cómplice... Me pregunto, no en afán
de inefables perfecciones, o ambición del apriori:
¿Dónde diablos conseguiré el amor puro?
¿Dónde alguno que saque su cara por la mía?
No existe, sino el amor con condiciones...


¿Por qué tus flores, Campoamor, por qué
el recaudo hermético de esos mundos interiores
que crecen entre abrojos y calvarios?
¿Dónde termina lo superficial del conformismo
y se exhibe al enemigo, con sus nombres
y su concreta maldad, madre de desalientos?


¿Por qué tan íntimos, si el dolor es agreste,
se amontona en la calle, delante de Los ojos,
y la violencia nos truena los oídos?
¿Qué ideal puede manifestarse si no se abre
la boca, por estar asustados o en letargo?
¿Qué hacer? si se evita que difundamos a gritos
que el alma misma se transforma y prevarica
al impacto de la neurosis social,
la deslealtad, el egoísmo, y con oídos sordos
perdonamos, jugamos a lo sublime, por tolerar
artificios de consumo, intolerancia, hipocresía...


23-09-1999

Del libro Estéticas mostrencas y vitales (inédito)

El romántico



Mi juventud es ya memoria raída,
tela desgastada, harapo.
Es el tiempo que me tira de bruces
porque somos finitos, vulnerables.
Uno palpa la realidad y ella te escupe.
Uno ama los sentidos vitales
y el desengaño sigue, te lastima.

¿Vivir para qué?
La injusticia se te posa en medio de los ojos.
El enojo es un dolor militante.
La melancolía es el trapo con que limpias
lágrimas, soledad, traiciones.
Uno desprecia la vida y sigue vivo.
Uno implora al más allá y duele doblemente
el silencio. ¿Vivir para qué? La muerte
da más paz que el reino de los riesgos.

Todo seguirá su curso cuando mueras.
Uno, por su cuenta, da voces, idealiza
hasta el cansancio; pero nadie agradece
que reformes su mundo, que aceleres
el ritmo, que transformes el orden.

¿Qué haré con este eterno deseo?
¿Quién hay que me ayude a saciarlo?
La misma compasión se vuelve más tormento.
La justicia degenera en simulacro, mas tú,
¿por qué quieres misión, si ya lo sabes?

En la esquina, antes de que acabes de morirte,
se ríe de tí, con misional romanticonería,
tu propio desencanto.

3-12-1999 / De Estéticas mostrencas y vitales

Temores

El único peligro que hace temblar mis carnes de pavor y miedo es el de preguntarme que será mañana de mi niña Elvira:, en: Lope de Aguirre, Príncipe de la Libertad, novela de Miguel Otero Silva


Estoy en mi covacha
con el sueño de la muerte.
En la sabara, ¡oh diáfana neblina!
los rumiajos de la peor estirpe avanzan,
me cercan en rubiera, puedo verlos...

Desde el cisma de lo más hediondo del capricho
toman forma y carne, vigor en sus senderos
y son ranas con verrugas en sus ojos
y son perros chimuelos con tres rabos
y tres lenguas y son hienas
con espinas en el cuerpo.

Saltaron desde la cofa del vigía.
Volaron con la prisa del velero.
En abordaje se escurrieron
por el puente de mando
hasta mi camarote, covacha de agonía,
abitón de amarre con mis penas.

Estoy aquí, con ojos semiabiertos,
tan cansado, pidiéndole vigilia a mi esqueleto biótico,
temiendo quedarme dormido enteramente.

http://es.geocities.com/baudelaire1998/lopedeaguirre1.html

El Dr. Betances

a Ramón Emeterio Betances, revolucionario puertorriqueño y organizador de la Revolución de Lares en 1868

¡Cuán terrible es observar al enfermo,
al esclavizado, al oprimido, entender
el origen de su mal, su falta de sustento,
su trabajo agobiante, la explotación
que le chupa la sangre y no poder dar
el lógico consejo: «Descansa un poco,
repónte, come bien, abrígate en la noche!».

No es posible. Si descansa es más pobre.
Comer bien es imposible sin trabajo.
Reponerse es desafiar a quien es amo
y no comprende; abrigarse es absurdo
si faltan las cobijas y el vestido,
el buen lecho. ¿Qué puede decir Don Ramón,
al que llaman el Padre de los Pobres?

No pierdas el machete. Vas a tener
que utilizarlo si continúa tu yugo.

2.

Cuando la compasión es tan poca,

¿para qué vale el rezo? Si los curas se alían

al poderoso y se olvidan del humilde,

la iglesia ha dejado de ser templo.

Es otra cárcel, como lo es el hambre colectiva,

y el látigo del capataz en la espalda del negro.

Si pides con respeto una dosis de comprensión

y de justicia y, en respuesta, se te dice sospechoso,

subversivo, haragán o deslenguado, no veas

en el amo al aliado. No veas en él a un hombre.

Peores que las reses son los hombres sin espíritu.

Del libro: Lope de Aguirre y los paraísos soñados

Mi tema favorito




Viel-Einheit, unidad / pluralidad, unidad de la que la pluralidad mana, siendo ella misma y como tal pobre, da sin retener nada para sí, deja ser retirándose: Martin Heidegger

Yo no tengo fortuna, excepto
esta pobreza manifiesta que se oculta,
tesoro del fondo, apariencia
simple y pobre de las olas...

A mí me dieron la mar como aventura.
La propiedad que navega en el Origen.
Por eso soy celoso de la recepción permenente del ser.


Por eso me visto de mendigo, de negro,
brujo barbacúa, por eso escuché las cosas
de los Nuevos Mundos en Andalucía y me plazco
de hablar acerca de Guanina, la esperanza.

De ella que besa en la tumba al navegante
y bajo la luna ha prometido la virtud de sus amores,
la Estrella Vespertina y el deseo, converso.
No me canso de hacerlo.

2-9-1979

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El cuerpo bajo la telliza


Voy a descobijar el cuerpo
y ver esa posesión lujuriosa y cerrada.
Quitaré la telliza que la cubre.
Observaré sus partes, sus velas,
que horizontalmente parecen
la verga del trinquete.

Echaré venablos a su desnudez
de repulgos ursulinos, mentirosos,
a sus palabras arbitrarias
que jamás han sido silencios
ni íntimos vientos que, a mitad
de la tormenta de mis años, me estremezcan.

Vaciaré como una tapara mis manos en sus partes,
no para adorarla, tocaré, sí, su cuerpo de ternejo
y de soniche hasta matarla y sacar leña menuda
y el haz del harma de sus corrupciones.

9-9-1981 / Del libro Lope de Aguirre y los paraísos soñados

http://es.geocities.com/baudelaire1998/lopedeaguirre1.html

¿Qué es el gozo?


¿Qué es el gozo?
¿Una promesa verbalizada meramente?
¿Un discurso en los labios del Hacedor Sublime?
¡Pues linda miseria que hicieron de los gozos,
promesas y promesas y promesas!

Que no haya sublimes labios ni hacedores.
Que se forme la boca.
Que el beso retoñe. Que las raíces crezcan...
¡A chupar venimos! a absorber, a rastrear
el camino vestidos de piel, desnudos e inmersos
dentro de las charcas de escozores.

Vulvarmente nutricios estamos.
Obesesos por el olor de Démeter...

VII.

Que la mujer que ríe redefina la eternidad con su presencia.
Que el niño hambriento clame por la teta y chupe y se lacte.
Que el gozo baje de la altura ultramundana.
Que el tedio se quite los calzones.
Que la promesa sea como el rayo que fulmina
y Semele ruede por los suelos como atrabancada indígena
de Cadmos que pija quiere y un caldo
a la clueca encuentra por sus rumbo.
Que en mil pedazos queden destrozadas
las continuidades contínuas y sistematizadas
por el Uno de lo incógnito.

5-9-1990

http://es.geocities.com/baudelaire1998/contracultura.html

Del amor adolescente





Sabía muy poco sobre el placer y la belleza,
como tú y, aún así, dije: ¡Eres perfecta!
Era yo entonces un niño de 14 años y me gocé,

¡ay con tu presencia! Tu ser de estrellas
y de pies ligeros fue un atisbo ilusionante.

Con albores de mutua sexualidad, gesticulamos.
¡Cómo cautiva un cuerpo como el tuyo!
¡Cómo invitas tú, con tu inocencia!

Me fugué por un instante al placer
al querer verte, no sé a qué rumbo, a qué lugar
que siendo cotidiano fue esfera primordial
que me dio sombra y solaz y arrobamiento.

Por primera vez abrí mi ser a tu magia,
te ví corpórea, real, en un ahí
(preavisante de mundanidad y deseo)
que sería mío.

Supongo que miré igual que tus ojos.
Curioseamos. Ví tu mirada en los míos,
tu mano suave (habría de ser tan dulce) me tocó
y elevaste tu suspiro a certidumbre
¡y qué bien me tocaste que te amé por ser
redonda como una naranja y blanda como una uva!

Quise entrar a tus labios, absurdo cielo y me alegré
de ser carne y no ser aire y ala y misterio y ángel
y me contuve, pero fueron mayores las ganas que el miedo.

Tenías la edad del rosal. Eras lozana, tersa piel,
alitas de golondrina, ágiles huesos, voz cantarina,
y te ví algo más que las rodillas. Había dicha
en tus muslos y calzabas tennis shoes,
calcetines de un orlado encaje
y vestías un short-pant de color ocre
y me gustó tu ombligo.

¡Y pensé que me trenzaba con tu cálida carne!
Examiné tus pantorrillas, toqué tus suaves muslos

y el restañido de tus bragas amarillas y quererte,
por detalles tan triviales, me dio más pensamiento
que los libros y más dispersión y cósmica belleza
que el universo que se expande, o te llevas en el paso.

Te dije: ¡Eres perfecta!, giraste el talón cuando te dije:
¡Nena, me gustas! y, convertida en adiós,
tomaste un llavero que cayó, o dejaste caer,
para mirarme y hallaste mi mano.

¡La mía que todo lo habría dado por acariciarte
y cerrar el círculo y contenerte y comenzar a amarte!
Abríste mi puño con tus dedos.
Hallaste al fin tus llaves y mi llave.

De Las zonas del carácter

La adolescente





Me gustaste tanto, chiquita, que regresé
al ciclón y las sendas de tus pasos,
por el talón que giraste, por tus muslos
que inventaron geografías y árboles y tallos,
por tu braga, por tu espalda
que llena mi mirada de ramajes.

¡Tu blusa top reveló el universo
más desnudo que el alma temblorosa!

¡Cómo serás, niñaja, fantasmilla de luz,
que tomaste tu llavero, animalito sutil, atrabancada,
y echaste tus pasos más fugaces a los rumbos
y primero que yo, te despedíste, esquiva,
con senda altanería de ser impredecible,
perfecta, indescriptiblemente cotidiana.
Eres entonces: ¡perfecta, veloz, inefable!

De Las zonas del carácter

http://www.geocities.com/baudelaire1998/texto1.html

Prisa


¡Qué violenta y golosa es la tierra que conozco
por causa de esta prisa, de los pies a la boca!
Yo voy donde me llevan sus palabras
que brincan a los vientos,
de norte a sur,
de meridiano en meridiano.

Esta gloria de caverna me devuelve
la gruta del salvaje, el río de las muchachas atroces
que tienen azadas en las voces y pájaros
en la náusea de sus vientres.

El sol y la negrura están pariendo
y de la mano y las rodillas se raja el ferroníquel
y el gneis dispara más palabras
que las que jamás se hablaran.

La gravedad consigo me arrastra
hasta el colmo de un dios escarabajo
para que se abra este corazón desde lo oscuro
como una granada iluminada allí,
donde hubo pausa y el porvenir no era destino.

Abril, 1997 / De Tantralia

http://es.geocities.com/baudelaire1998/tantralia3.html

La misión

¿Cómo nos consolaremos, nosotros, asesinos entre los asesinos? ... ¿No es excesiva para nosotros la magnitud de semejante acción?: Federico Nietzsche

Sacaré del madero mi cruz de poeta.
La llevaré por el mundo: «¿No véis oscurecer
cada vez más, cada vez más?»

De una retaguardia de piadosos transmundistas
seré la burla, sujeto de su Olvido, mas no me importará.
Ya que el olvido también duele y revienta,
iré adelante no como Simeón, el Cireneo,
que no lo olvide él... ¡La cruz es mía!
y una cosa duele más que el olvido,
la miseria, la carencia y el frío.
¡El Dios que promete y olvida!

Besaré a las rameras que ninguno procura.
A ellas lavaré sus pies. Han sido fieles al placer
que satisface, a los nobles apetitos.

Animaré a los que tienen por inquietud
la bancarrota, sumaré alegrías como ceros al cheque
y que lo cobren como audancia millonaria,
con riquezas de atman-buddhi, sin menor cuantía.

Echaré mi red a la mar, no pescaré fascinaciones.
Quiero dolores que sean como perlas y que valgan la pena
y ostras que hayan sido heridas por el sol,
no por sombras residuales del estanque.

En la casa del luto levantaré al que duerme.
El trabajo es alegría. Tapiaré los sepulcros
del que muere, con el bolsillo roto, cada día
y del Seol de los miserables, no haré miseria
sino lanzas para combatir y rebelión.

Voy a visitar las costillas golpeadas.
de los frágiles, dolidos y explotados.
Mi poemas será simple: «Seréis robustos
y tendréis piernas largas y ágiles
como las niñas campesinasde los bosques».

Del libro inédito Las zonas del carácter

http://es.geocities.com/baudelaire1998/zonacaracter1.html

Flechazo de tristeza perpetuada


Ya comienzo a creer que el mundo es
una flecha, con tristeza perpetuada,
y congal de mentiras y danza macabra y asfixia.

Antes la escoba a mis pies iba cantando.
Un trapeador con el alba surgía.
No había lamentos bajo nubes oscuras
y mis ojos apetecían el sol y ver
otras lluvias, alcoiris sucesivos, estrellas...

Un estropajo quitaba los mocos a los tristes.
Limpiaba manos sucias, lavaría la nostalgia.
Y tras derrumbes de palabras y contradicciones,
despercudía la ira.

Aún parecen tan lejanos los comienzos.
Si la ansiedad se desploma así, como hasta ahora,
tan suciamente, sin catharsis,
¡qué muerto estoy en vida, no lo quiero!

19-4-1992 / Del libro Las zonas del carácter

El pez ígneo


Como el pez que se desliza en la sal de la corriente,
preparado para la tarea, pregunto
por el mineral más amargo de la piedra.

Yo soy la Roca que se abre y el Soluto disperso,
democratizado, y entro a las grutas, por oscuras que sean,
con lengua de fuego y doy duras palabras
como profeta salido del vientre del océano.

Como pez, nerviosamente dulce, al ritmo
de las aguas del riachuelo, también soy
el consuelo: veo los cuerpos,
flores primorosas y frágiles.

El ajetreo del alba me conmueve.
Entonces, auxiliar es mi oficio.
Más densidad hay en el fondo de la mar, aseguro...
más violentas son las olas en las superficies.

3-6-1990 / De Las zonas del carácter

http://es.geocities.com/baudelaire1998/zonacaracter1.html

Ganas tengo hoy


Ganas tengo hoy, ayer y ahorita mismo
porque todo soy, menos estéril.
[Yo jalo a gusto y no me canso].

Detrás de la brecha que me corta
porque pasa y se atrecha por la Calle del Generalísimo,
doce leguas de Bajos Fondos he fundado.

Un barrio tengo con chalupas hermosas
que arrechan al feo y al bonitillo, al coñete miserable
y al espléndido, a golfos que se inauguran en la folla,
al jilipolla, maricón sin la cresta adoquinada.

Ganas tengo hoy, ayer y mucha vida
por semejanza con el talle y silueta de mis curvas;
se tuerce mi camino al Seno de la Vírgen.

Consuelo de muchos bandoleros ha sido ir,
subir a mis altares, abrir los muslosal mito de mi nombre.
Bajo un puente de mi rumbo pasean las colegialas
con cortas hazalejas, con las bragas vencidas
y me salgo de ruta y veo y me comparto.

Lito con ellas y por sus amoríos.
Doy sombra y brañas y chumberas.
Soy quien espanto al perro vomitero
que persigue al gato.

En el gordo maldecir de los gallegos
son mis besos herencias de baturros,
tercos, nobles, cachondos,ejemplares.

Virgen, mi nombre de misterio
[vieja sí, a veces], pero caliente siempre
y hoy y ayer y ahorita mismo, fuera
y dentro como puta de barrio.

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La calle


Grande como un carajal es mi pasado.
La memoria leuda está como pan endurecido.
Al rojo, viva, la extensión de mis años,
la esperanza que pasa y amor que la retuvo.

Soy la calle que observa el semáforo,
una oreja que al ruidajo se asoma.
Conozco la presencia, la zona del carácter
y el quejido, la pasión y el fracaso.
Lumbre no falta a mis costados.


Huesos me sobran, mojones que encartelan.
A pocos tramos, el neón ilumina, enardecido.
El cementerio está cercano y he llorado.
Sobre mí murmuran los cadáveres fríos.
Se ha sembrado la premura y el llanto.

¡Pero qué feliz he sido yo, por igual,
gracias a mi estómago de brea!
¡Mis banquetas se poblaron con vivos caminantes!

¡Y yo, acostada, al placer complazco
tan promiscua, tan amplia de pernichos!
Soy la panza gris del mundo,
sendas de Soluto, rumbo provento,
y no subo al Destino.

2.

Se vaga sobre mí, otros presurosos
se aceleran, cruzan, se disparan sobre ruedas.
Si bien se escupe, se ensucia el alma toda
por mis sendas, las monedas perdidas
me persiguen. Las valijas olvidan
sus esperas, secretos platicados quedamente
me deambulan, me cuentan.

Yo soy toda pupila, ojos abiertos,
solidarios y, en mi vientre recojo las pisadas
con gesto aguantador, avizor, democrático.
Soy casi siempre, buena compañía,
a pesar de zanjones a mi paso
y cloacas y adoquines mutilados.

3.

Leuda y salada, yo saludo la vida

sin alzar la cresta, humilde y pisoteada
me comparto, me gustan los zapatos
desgastando su pena con los pasos contados.

Yo comprendo a los viejos y a los niños
y al pan de bollo que trizan los pichones,
a los rencos, al basural y al orín de los mendigos;
pero me gustan las faldas pequeñas,l
as colegialas, las turistas, las damas de la calle
con noches y mariposas.

Yo soy la Virgen Santa de la Calle.
En la esquina Del Cristo, una avenida
y siento doce leguas de aguas vivas
cuando bajo por el Puente de los Santos.

4.

Coches hay, con sus llantas gastadas,

corazones marchitos, chamuscados,
accidentes del ser, extravíos.
Unos dan saltos y, por un chiscón del puente, se suicidan.


Citan entonces mi nombre en los diarios
y yo, consoladora soy, mal consolada.
Soy la calle en novedad y espanto.
La calle de los escribidores y el tráfico.
Escucho cuando hablan los que hablan.


Medito sobre los que callan y se van por mis rumbos
y se empozan dentro de sus rincones,
porque son chanclas viejas y abandono.

En alcohol, lavados, sin pernil en sus bocas,
son los que sin fiambreras, sin trincha,
sin sabor de tabaco.

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Thursday, February 14, 2008

Elsa, la pata


A Elsa Torres Rivera, M. D. (f. circa 2002)

Hija de Don José Torres y doña Milita, buena cepa, Elsa sufría por otros.

Decidió que estudiaría medicina. Se quemaría las pestañas, desafiándose a sí misma, pues hay aceite en su lámpara. Un sentido de misión piadosa, vocación de ciencia, dones escrutadores.

Tuvo por alma a Psique, curiosidad y belleza. Delgada, de 5.5" de estatura. Tiene su cara redonda, ojos orientales y labios finos, no bembos, que a muchos cautivaron de España a Puerto Rico.

Con senos túrgidos y grandes, en ese pecho, amplio regazo, latió la nocion de que las quimeras no existen. En materia de amores, no irá a buscar un monstruo mitológico. Ni el princezuelo azul de las cursilerías ni al cuaco americano que la pudra en dinero y confores. Mejor que ni se casa. Un tipejo colmillú dijo, tiempo antes, que Elsa es fea y, porque ella no es bobolonga ni sumisa, agregó que es pedante.

No hay esquemas [así quiere pensarlo] para las ilusorias y temerarias incongruencias, sólo unas tareas que cumplir. Ella las cumple. Las ha cumplido con dolor. Regresó de España con un título bien merecido. Venció a incrédulos facultativos españoles, neofalangistas que a las negras las observan con recelo, por prejuzgarlas estúpidas.

«Saben mover las nalgas. Huelen a sexo, ¿qué otra cosa?»

Se impuso, al fin, ante los fachos más pedantes del franquismo, su vocación apasionada, su intelecto superior para la ciencia.

En el Hospital de Distrito de Aguadilla, ella hizo su internado. Ya es ginecóloga… y, al parecer, se ha enamorado, aunque no vino a Puerto Rico por eso.

Su moral es natural y el mundo que la rodea, todavía es incomprensivo, chauvinista, prohibidor. Miran a lo externo. Una flor de castaño rojo está en su frente, como una marca, Caín / Eva / que sudan su pecado y los hombres mediocres lo comentan.

«Esa mujer es guevúa. Elsa es pata».

Tendría su encanto cuando se llevó para su primer amorío a una recién casada (Caqui Berríos, chaparrita de color de rosa, a quien llamó «Bonita mía»); encantadora tendría que ser quien otro segundo amor lésbico lo obtuvo con una mujer más madurita, ya parida con par de hijos.

«Soy así; ya puede que no cambie», perjuró.

Es una rescatista nata, como lo fue su madre, quien dijo que los dead-end kids / titerería y orfandad, sí, existen, pero bien que no los habría si fuesen más numerosos los seres altruístas. Esto lo acepta y lo lleva en el alma como el grato aprendizaje de sus primeros años.

«La vocacion de curar me viene de maita», dijo.

En unos cuarteles largos, en las esquinas de la Calle Guajataca y los caminos de salida que van para Hoyamala, desde mediados del '20, en Pepino, los desnutridos y remendados aterrizaban por un caldo de gallina, o por café y pan. En la tarde, se les sirvió su plato de viandas. Al enfermo, al recetar, lo que doña Milita dio fueron cucharaditas de aceite de bacalao. Al haraposo, entre esa gente pobre de las dos Hoyamalas, su donativo sería ropa y zapatos.

«Si, sin ese ejemplo de Maíta, ni yo sería médico ni Aníbal, boticario».

Elsa llevaba ya 30 años de carrera cuando volvió a los estudios. Esta vez en Puerto Rico. Nueva especialidad, radio-anestesista. Además de su práctica, la Dra. Torres Rivera teorizó, enseñó medicina y supo quiénes, en su pueblo natal y en Aguadilla, más que médicos fueron matasanos, intrusos en este sacerdocio.

Con títulos y reválidas compradas a la Junta Examinadora, el rico se burló del pobre y del enfermo. Esto la enfadó muchas veces. No es justicia para quien ha estudiado tanto. Se graduó con honores. Se explica, en parte, su desencanto con los truhanes.

Mayoritariamente, dijo ella, a la profesión lo que hoy llega «son hombres, lambiscones y arribistas».

«Isis va en aras de Osiris mutilado, pero, ¿quiénes van por la mujer, la parturienta en dolor, la mórbida, tres veces explotada en la sociología, quién que la saque del infierno, o los oprobios, con plena responsabilidad y rectitud?»

Mas bien, las maltratan en vida. Les dan golpes.

Elsa sabe amar, cosa difícil, ‘como Maita amaba’. Desearía que la amaran, no por frías demandas ni por lástima. Ni por conveniencia ni agresión coercitiva. Su amor, si es que es uránico, escorpiónico, serpentino como los flujos sanguíneos, algún día entregara su misterio. Ojalá sea pronto. De las honduras de ese amor tan venéreo, tan órfico-venusino, de las séptimas esferas del Infierno de Dante, que el celo de la bella Afrodita se transforme en compensación. Que sea grato cuando ella despierte. Como Esculapio, Elsa vive en aras de recobrar, no sólo el conocimiento que faltara, algo más alto anhela, la Sabiduría.

«Aprender más del arte de curar y del verdadero corazón y la rosa es lo que quiero».

«Búscate un hombre», le dijo su corteja. Está un poco enojada porque Elsa le ha pegado.

Alguna angustia, o frustraciones, la trigueña se las quita de sí con las cervezas. Otras veces con sexo. Es como una yegua que se chorrea de gusto, chocho con chocho, ombligo con ombligo. Con otra maricona, cachapea y orogenitaliza. Se imagina que es un varón centaurizado; pero, dentro de si, se preserva su ente humanizado, compasivo, que comprende al enfermo, a su pareja, a su mundo. Amar es ya un ejercicio más dificil. No es sólo sexo.

Ha vivido y vencido entre varones que compiten, pero que, desde un culto materno, aún parecen que están alejados del secularismo. Son dogmáticos. Ha nacido en un pueblo que es vitrina mimética de vicios y desastres. Es pepiniana.

La tierra que vio nacer a María Juana Beníquez, pianista virtuosa, también negra no le gusta; vio que María Juana sufrió por las calles del desprecio una vez se vio descompensada, cleptomaníaca e ida de sí misma porque, en justicia, a los dolientes de corazón no los proteje nadie. No se les acerca quien los comprenda y los apoye. Al visionario lo apartan.

Elsa recuerda qué realenga y miserablemente vivió la Dra. Marcianita Echeandía; se prefirió llamarla vieja loca. En este pueblo, a las energías creativas del pobre, o del rico, las desarticulan, las desarmonizan. A estos sujetos, a quienes son más brillantes, les aplican el ostracismo y, el destino de atruísmo de los corazones generosos, se dispersa en pobreza si son ricos; o con burlas de la novelería, si son pobres. La peor pobreza es verse solo / sola.

Se ha asustado de pronto.

Llevan seis años juntas; pero una víctima de sus golpes se ha quejado: «Te voy a dejar, Elsa. Te vas a quedar sola», la amenazó su corteja.

Alguien ya le dijo, al mudarse a Guaynabo: «No hagas eso. Te has vuelto maltrante. Son muchas pelas a la pobre de Esther, quien te ha querido por años».

De 1957 a 1974, por lo menos. La conoció, como enfermera, en Aguadilla y se la trajo consigo.

Elsa enfrentó por primera vez los celos.

La nueva anestesióloga, respetada nacionalmente por sus diagnósticos precisos, cambió. Protegería ese amor. Dejaría de beber tanto y de tundirla con palizas como se hizo costumbre.

Cuando todo parecía que iría bien y mejor organizada estaba su vida, vino el diagnóstico de cáncer.

«No sé si ésto es la muerte, Esther», le dijo. «Perdóname las pelas que te he dado. Siempre habrá una que no olvido. Heraclés flechó mi seno. La maldición se mudó hasta mí».

Su pensamiento fue al pasado más reciente necesariamente. No se lo dijo todo.

«También yo he sufrido y no me quejo», anticipó para ella.

No fue una muchacha del montón. Su inteligencia fue interrogadora. Un alto nivel de serotonina le dio memoria de elefante. Quiso olvidarse de algo. Es imposible. Fue cómplice. Acto indigno lo que hizo con un medio-hermano que, en colectivo, maldijo a toda la familia. Está al pendiente. Piensa en lo sucedido y en cómo se va cumpliendo todo como una profecía.

La mujer siente el dolor con más agudeza que los hombres. Psique pregunta por lo monstruoso, la morbidez, la enfermedad. Eros dice que entre la crueldad y el afán de perfeccion espiritual las distancias son cortas. Nunca ha temido perder la razón o el equilibrio, pero Elsa bebe mucho. Y lo sabe, no se lo justifica. Lo sufre. Mas su mente sigue lúcida, decenio tras decenio. Y todo lo recuerda. A veces piensa que tuvo carencias afectivas en la infancia, porque su madre fue de TODOS y ella habría querido, momentos más intimos, secretos particulares entre ambas.

Tiene la certeza de que dominará esta situación.

«Ha sido mucho mi egoísmo», lamentó Elsa.

Aunque no tiene un trapo rojo por lengua ni ganas de quejarse, la doctora Torres Rivera ha evaluado que el mundo todavía está acosado por dos pasiones imperiosas: la Virtud (que sugiere, házte eterna, soporta, calla, no devuelvas los golpe, sufre) y la Líbido, que preanuncia los placeres de la carne, delicias a veces inmorales y que se callan. No se comunica el placer, de todo a todo, pues, el poder tiene para ofender a propios y extraños. La dicha venérea estigmatiza, irreconcilia. Ronchas levanta. Callejones tiene para que se cumpla, con carcajada o violencia, la experimentación con la psiquis.

El amor es un derecho natural. Es el por qué del misterio por el que hemos nacido. El amor organiza el caos y, sentirlo como Elsa, es reorganizar su mundo y el de otros. No hay criterio ético que a ella diga: Ama de este modo; no hay otro modelo.

Cuando bebe, cerveza tras cerveza, lo confiesa:

«Nada es mas bello que la mujer desnuda. Su rosa, su lirio abierto. Su pezones hinchados. Y pegarle la boca a sus senos y mamar en su raja, la viscosidad, el sabor lactoso, la acritud…. Subirse a ella, como se encima, se adhire el macho, lleno de comezones».

Ella lambisquea, succiona, mete los dedos. Explora vulvarmente como experta, besa y ama por la energía erótica que regula y recula sus hormonas para que el amor surja del Caos. Ama por lo mismo que ama el varón: razón de hormonas: oxitocinas, química de la testosterona, erotismos de la serotonina, sustancias sedantes y antidepresivas. Fraternización bioquímica que inunda la sintáxis recursiva, el lenguaje.

Se ha despertado de un sueno. La golpean. Y es gente neptuniana, criaturas de mar. Dicen que no salga de cierto lugar. Que no vuelva a su casa. En su casa, no existe ni el dolor ni el karma. Hay una cruz cardinal que su madre adoraba porque significaba la Puerta Final. Saliendo por ella, no se vuelve al mundo del sufrimiento para reencarnadas almas en pena.

Ahora ve los rostros, entes que visten de púrpura y parecen toreros y rejoneadores a caballo en la Gran Fiesta del Vigía de Oriente y sus emperadores. Quisiera ver a quien descansa sobre un trono y, por desgracia, es Franco.

Esto carece de sentido. Elsa desconoce que sueña. Se ha metido en otras lógicas del alma y, al final, los detalles oniricos mientan a España. Toros. Establos de caballos. Espacios abiertos de Domecq y Andalucia. Ha visto una mujer que se cubre el rostro con un mantón. Ha de ser ella, se imagina. Lo descifra gracias a dificiles asociaciones. Elsa no quiere estar allá.

¡Volver es lo que quiero, volver!

Piensa que está muy lejos de su tierra y de su autoctonía. Desespera. Su misión ha querido que sea en el pedacito de Caribe en que ha nacido... Ahora, por fortuna, se suma otro destello. Un detalle le revela el Campo de Tiro, un mojón del camino permite que ella lea «Bahomamey: 2 kms.» En la todfavía confusa secuencia, observa a unos hombres. Arqueros. Como indios o moros, o griegos o neptunianos, disparan flechas y a ella le duele el busto, porque también amarra un arco a sí. La correa cruza donde tuvo un seno como si fuese una amazona, con el pecho cortado.

«Despierta», implora Esther. Besa con delicadeza su busto, pero, en el pesadillesco tramo de este inconsciente exaltado, ya Elsa no es Diana, la Cazadora ni siquiera es totalmente hembra. Es una centauresa. Su cuerpo es mitad yegua y el rostro, un motivo arabesco… Quiere entender si ha regresado. Otros detalles la hacen consciente de un dolor en sus senos.


«¿Qué pasa con mis senos?»


Siente que la rearropan con una frazada. Interpreta la sensación de que penetra en una cueva. Es la vulva de Esther que la protege. Allí se quiere amparar, con miedo al mundo, hasta que le abran esa puerta, con la Cruz Cardinal, dibujada por los sacerdotes de la Mar, conocedores del misterio de Neptuno…

«Abran esa maldita puerta», grito Elsa. Oye gritos internos.

«No. Desmembrarán a Osiris. No lo veas», alguien le advierte.

Y no sabe de quién es la voz y ni desde dónde se lo dice.

La luna se volvió roja sobre el barrio Bahomamey. Una emoción de hastío se vuelve muy viva.


«Abre esa maldita puerta», grita Elsa.


Un nuevo viso del pasado se asoma. Rememora. Su hermanita, amante de Tommy, se había encerrado en el auto.


Es muy linda, pero no cree en los espirales del karma. Tendrá un bebe en días de mucho vicio y violencia entre los hombres. Se ha dejado seducir por centauro de la canalla salvaje.


Alguien abrió al fin. Esther la desarropó y la sensación fue grata. También juntaron los sexos. En el sueño se sintió mitad caballo, de la cintura hacia abajo; pero redescubrió sus pechos. A medida que Esther se los besaba, la doctora, fuera de sí, como si no tuviese un cuerpo, decía más incoherencias…

... Volvamos al Aeropuerto, no tardará en que veamos la otra Puerta Abierta, y pediremos que se nos abra, mujer... Vamos volando… olvídate de Tommy. A él le corresponde navegar, a gatas hasta El Barandillo, pero tú y yo volaremos… se están matando los centauros, en España y Tesalia, en Pozas y en Juncal, en Bahomamey y Guacio… pero Quirón es bueno, abre puertas que estuvieron cerradas, abre el amparo… él nos daría la vida si pudiera, no merece la agonía, pero nos daría la vida y la paz, su amor infinito por el género humano…

Ahora, con el placer de volar, sentía las secreciones…

Por la misma razón, en España, se enamoró. Alla voló por primera vez. Aprendió a beber vino, a darse a la bohemia, a combatir el estrés con voluntad de su sangre, a manejar ciclos de sueño al asomarse la noche. Y un dia, con una bruja, aprendió a volar y descubrió el pequeño falo de la amiga, y como se agigantó al contacto con el aire y la altura, porque volaron de Tesalia a Madrid, de Sevilla a Barcelona… y una escoba estaba bajo la pelvis de ambas. Una escoba para las dos.

Hoy fue una sensación distinta.

Al amanecer, Elsa bajó de la cama. Buscó la escoba que no existe. Una Puerta Cerrada que no existe. Osiris con el cuerpo desmembrado y no existe. Tommy que no existe; duele calladamente porque ha muerto. La familia Rivera-Bourdón se va haciendo pedazos, paulatinamente.

Elsa estó triste. Y ya sabe por qué.

Tiene ya la serotonina en sus raseros y, con cierto pavor, ya controlado, la sospecha del cáncer. Duele uno de sus senos. No es que lo sueñe. Y el sueño trajo a Tommy a su memoria.

Y ahora la tristeza es más que triste. Es culpa.

Para comenzar el día besó a su amada, Esther, la enfermerita y, en vez de ir a su consultorio, notarizó su testamento. Todo como herencia sería para Esther, pero un carabalú se formó en su casa. Un egoísmo dualístico espera que reparta con los suyos.

«No se casó esta pata».

Esther no vivirá en desamparo ni en miseria moral por ser lesbiana.

El dolor moral de todos que alguna vez provocó Doña Milita ya no será en vano, aunque ya no se trate de su hermano.

«Querrámonos más que antes, ¿me lo prometes?», propuso a su corteja.

A Esther no le dijo la razón. La muerte de la doctora y el obsequio de su herencia, en pocos años, vino por sorpresa.

Wednesday, February 13, 2008

¡Aquí viene Oppenheimer!

«Northeners came to view slavery as the very antithesis of the good society, as well as a threat to their own fundamental values and interests»: Eric Foner

Víste de blanco quien es más negro que las mismas tinieblas. Es más que una moda en el pueblo. Hay quien se pregunta por qué. Vestir de blanco da status. Observan a Oppenheimer. Seis pies al menos de estatura. Ciento ochenta libras acomodadas en su altura. Su carne maciza se entalla al inmaculado traje, de níveo lino, con que se adereza una vez que sale de la Central La Plata y le sonríe a la gente con dentadura de oro. Tiene la boca reluciente, mucho sol de oro con que anuncia que es hombre bueno y trabaja muy duro. Es un hombre que sabe y cita a Henry Clay y James Monroe. Habla mucho sobre el Norte. Valores fundamentales. Una buena sociedad idealizada, donde el color de la piel es lo de menos.


Los negros no se deben ir al Africa. No deben ser devueltos. Es un error. No es justo que los manden a Liberia. Sin embargo, el ideal de Clay y Monroe es que se larguen. Se vayan al lugar de su ancestral procedencia. Oppenheimer guarda un héroe en la cabeza: el negro libre y rico. Uno será como James Forten. Uno de Baltimore. Uno que él mismo, si se esfuerza, puede llegar a ser.

En ocasiones, cuando Cheo Padró, el socialista, da sus discursos en el pueblo, él va y lo oye. Después, de regreso a La Plata, los comenta y les dice a los ingenieros: «¡Padró, ese aprendiz de comunista, no me gusta!»

Hay gente que en el Pepino de los Treintas ya lo percibe por su espíritu de contrariedad. Le dicen:

«¡Carajo, nada que sea negro a tí te gusta! y Cheo por tí saca la cara».

«No es él a quien necesito que me eduque», dice Oppenheimer. Comienza una insolícita justificación que raya en la jactancia. Que gana buen dinero y que le sobra para tener muchas cortejas. Cree ser afortunado. Vive en los rumbos de Piedras Blancas. Sus amistades, con la cuales ensaya la poca amabilidad que algunos creen que tiene, se concentra en los alrededores de la Farmacia Echeandía.

Con el paso de los años, su actitud comenzó a cambiar. El tema de sus conversaciones dejó de ser la identidad de negro y sus ideales de éxito personal. Sin duda, se entretuvo con el orgullo de satisfacer mujeres en la cama por los litorales, donde hizo rumbos. Se volvió muy gritón y se autoanunciaba, con voz estentórea, por cualquier lugar donde pretendía su asomo.

«¡Aquí viene Oppenheimer!»

A partir del día que perdió su trabajo, se convirtió en el terror del pueblo. Atacaba a la gente sin motivo. No soportaba una alusión a su vida de don Juan. Supo que contrajo una sífilis y la frustración se tradujo en odio por el sexo femenino. Sin trabajo, descuidó el esmero que celaba para sus blancos vestidos.

Los vecinos ya lo consideraban uno más entre los «locos» y «pordioseros» del Pueblo. Sólo que él no sabía mendigar. Era un loco violento. Echaba bofetadas a quien él interpretara que lo miró con malos ojos y golpeaba muy duro. El pirotécnico Augusto Torres fue uno de ellos. Quedó tendido en el suelo en una tiendecita que ocupaba el terreno, donde se construyó el Teatro Gloria. Aquella noche Augusto charlaba con amigos y le escucharon, sin preocuparse mucho, cuando gritó, desde lo lejos:

«¡Aquí viene Oppenheimer!»

Ninguno esperó que con un flashlight, sin mediar aviso, Oppenheimer diera aquel golpe que puso a Augusto a ver las estrellitas de los sesos.

En aquellos años del decenio del ’30, Pepino no contaba con más de tres o cuatro policías y, en vano era decirles, que Oppenheimer ya no era el mismo. Ya no hablaría sus temas del Norte progresista americano ni haría sus críticas contra Henry Clay. Su cerebro se había deteriorado. De hecho se le dificultaba reconocer a los hermanos Padró Quiles, de quienes llegó a dar elogios como negros buenos y que todo el mundo quiere. De Pueblo Nuevo, Oppenheimer recuerda a Lola La Colorá y, allá en los congales, han de estar los policías, ligándosela, como él antes de la sífilis que contrajo y lo apartó de los centros de entretenimiento.

«¡Ahí viene Oppenheimer!», ahora es el pueblo quien lo dice. Vendrá a golpear a alguien y cometer un robo. El paga la mercancía, pero en billetes de miedo. El toma lo que quiere cuando entra a un negocio. Impone el pánico. Hay comerciantes que se esconden debajo de las fanegas, bajo sus mostradores, o salen por las puertas traseras antes que él entre a sus establecimientos. Cuando el negro forma sus garatas, alzando la voz y poniéndose bravo, hay que darle dinero. Es la única manera de calmarlo porque, si no se hace, no se va. Asusta la clientela. Desata líos. Reparte puñetazos.

Toribio Hernández tiene una tienda de mercancías frente a la Iglesia Católica, o más bien, en los predios de la Plaza del Mercado. Se fue a ver una novia que vivía en el barrio Pozas, mas olvidó llevarse su revólver Smith & Wesson 32. Acaba de acordarse que, en la tienda está su hermano Horacio, de 15 años de edad, y que le advirtieron que Oppenheimer va en camino hacia la Plaza del Mercado. Toribio quiere desandar la ruta y posponer el viaje a Pozas. Oppenheimer, según dice, es ya un loco peligroso y tan joven encargado de su tienda, como es su hermano, puede que sea víctima fácil del tunante.

Toribio no llegó a tiempo. Horacio se estremeció de pies a cabeza cuando el negro gritó: «¡Aquí llegó Oppenheimer!»; pero, una hora antes, con curiosidad de muchacho, el adolescente se entretuvo con la fascinación del arma descubierta, guardada en un armario. A solas, aprovechó la soledad y se llenó la mano con ella, se imaginó portándola en la cadera como un vaquero del Oeste. Se figuró, en su fantasía, como el valiente Marshall Dillon que quitaría fantasmas criminales de su paso. Horacio se aproximó a un taburete de la tienda, donde colocó el Smith & Wesson, pues, por el entusiasmo de tenerlo entre sus manos, no lo había guardado. Precisamente, por la cercanía del arma a sus rodillas, desde el lugar en que estaba sentado, cuando oyó:

«¡Aquí llegó Oppenheimer!»

sin pensarlo, casi por instinto, recogió el arma del taburete e imitó la voz de quien amenazaba:


«Aquí està Bueyón» [Bueyon, su sobrenombre], gritó Horacio, apuntándole.


La reacción fue inesperada. Al negro se le puso el rostro blanco. Lo estaban apuntando con un arma por primera vez, por lo que, entonces, salió como una bala del negocio. Tan histérico y aterrorizado estuvo por verse encañonado que no reparó en el jovenzuelo, sino que gritaba por la calle en su corrida que alguien lo quería matar.

Santo remedio. Jamás volvió a entrar al negocio de los Hernández.

Los comerciantes vecinos supieron del incidente. Roque Vélez López, Ney Hernández, Pablo Quiles, los gemelos Maso y Manolo Rosa, el viejito José Gonzalez [Chavito], en fin, gente que testificaron las tropelías del loco y la hazaña vivida que lo apartó de los alrededores.

Desde entonces, al verse a Horacio Hernández y recordar al energúmeno, zurrado de miedo, lo saludan diciéndole: «Ahi llegó quien le puso vergüenza a Oppenheimer».

* Este cuento se basa en una historia aportada por Horacio Hernández Campán y de la que él mismo escribió un relato recordando el incidente y al pepiniano Oppenheimer, loco violento del decenio de 1930.

Friday, February 08, 2008

La pérdida del arte en la educación

Por CARLOS LOPEZ DZUR


CONDADO DE ORANGE: Durante los pasados seis años, el 16% de los programas de instrucción de música en las escuelas públicas de los EE.UU. ha sido eliminado. Cuando ésto se hace a niveles de educación primaria, se lesiona terriblemente a la niñez. The National Schools Board Association y la Americans for the Arts en un informe reciente han dicho: «Las artes han sido un componente crucial para completar la educación y han probado que aumentan el aprovechamiento académico del estudiante», de modo que los niños y jóvenes que participan consistemente en programas comprensivos de arte tienen (y cito del informe «Art Education in Public Schools»):


4 veces más probabilidades de ser reconocidos por sus logros académicos

3 veces más probabilidades de ser promovidos para una posición u oficina por elección dentro de sus escuelas

4 veces más probabilidades de participar en ferias de matemáticas y ciencias

3 veces más probabilidades de ganar un premio por asistencia a la escuela

4 veces más probabilidades de ganar un premio por escritura de un ensayo o por una pieza de arte, incluyendo la creación de un poema

Otro informe titulado «Arts and academic achievement» [Las artes y el logro académico] concluye: «La educación en las artes, bien diseñada y ejecutada, lleva a una mejora general del desempeño académico, edifica las destrezas necesarias para el éxito en el empleo y tiene una influencia positiva en la vida de los estudiantes. En adición, la investigación y la evaluación formativa de programas exitosos de artes han demostrado que el acceso y la participación en las artes ayuda a reducir y eliminar la conducta negativa de la juventud en riesgo».

Estas observaciones pueden parecer muy generales, por conclusivas que sean. Les daré un contexto más relacionado a un salón de clases. En los frágiles años de la infancia, la escuela puede ser «aburrida» a menos que allí, en la escuela, el arte tenga un rol activo al dar su deliberación de alegría y amor.

Hay dos destrezas cognitivas que el arte puede ofrecer para alumnos de las primeras edades escolares: enseñar a escuchar y enseñar a ver. Ambas intenciones pedagógicas se resumen en habilitar, reorientar y fortalecer la «atención deliberada» de los alumnos. J. de Goncourt escribió: «El más largo aprendizaje de todas las artes es aprender a ver»; más tarde, agregaría, «y a oír». El arte como metodología de apoyo en el largo aprendizaje que espera a niños de múltiples edades debe prolongarse de la primaria a la preparatoria. Mas no sucede así: la educación en las artes se posterga, se abandona y es una de las víctimas preferentes de los recortes presupuestarios.

Los recortes y supresiones se realizan, por razones fiscales y por otras consideraciones de filosofía educativa, a las horas invertidas por el sistema educativo público para impartir alguna instrucción en áreas como Bellas Artes (de la pintura al diseño gráfico, la escultura a la fotografía). En fin, se ha condenado a los alumnos a que aprendan cada vez menos de las expresiones imaginativas, innovadoras y técnicas, de lo humano que se expresan a través de las artes, incluyendo la música, el teatro y la escritura creativa.

Aquí una frase clave es identificar las «expresiones imaginativas» del arte con algo no carente de significado profundo y de naturaleza cognitiva, cuando tales expresiones son instrumentos válidos para capturar la atención deliberada del alumno, cuyo entrenamiento básico y más urgente es que aprenda a oír y ver, en suma, la habilidad cognitiva de la percepción. Enseñar las matemáticas y la gramática, o leyes de razonamiento superior, a quien ni sabe oir ni escuchar y, peor aún, quien no se siente poderoso ni en confianza en su pupitre, es una pérdida de tiempo.

Por el contrario, las artes en la educación temprana despiertan el deseo de aprender más y agudizan la atención deliberada en tres áreas de adquisición cognitiva del conocimiento: la percepción, la intuición asociativa de ideas diversas sobre lo concreto y la deliberación o gracia esencial para el disfrute de algo que puede comenzar a plasmar de inmediato, poniendo sus manos en ello. Si bien el fondo esencial de cualquiera de las artes es el deseo de comprender y sacar a flote aquello que es desesperadamente necesario, una tarea de arte es un proceso activo, realizable como «manos a la obra». El fruto será visible.


Con las artes integradas al currículo general, es posible salvar la educación, imprimiéndolo calidad y humanismo. Los estudios evaluativos sobre escuelas que integran las artes a sus currículos han concluído que los niños, antes de aprender a leer y escribir, necesitan del aprendizaje del arte que afianza sus destrezas cognitivas y los hace dueños de sí mismo, al desatar sus potenciales.


Esto lo dice el Dr. James Catterall, de la Escuela Graduada de Educación de UCLA: «El estudioo de las artes promueve el pensamiento crítico, el proceso de solución de problemas. Las artes relaciona a los estudiantes con diferentes áreas de aprendizaje y anima a una mayor asistencia a la escuela y baja los índices de ausencia a las aulas. La instrucción en las artes ayuda a cerrar la brecha entre estudiantes de los más altos antecedentes socioeconómicos y aquellos de los más bajos».

¿Puede explicars en términos prácticos el por qué? Pues bien, estos jóvenes, involucrados con las arte, ven menos televisión, se exponen menos a la distracción, el vicio, la apatía, la violencia y, en cuanto tales, exhiben una tolerancia mayor hacia otros grupos étnicos.

Según estos niños avanzan dentro de su educación en las artes, se les prepara adecuadamente para tareas más determinadas y deliberadas, es decir, más complejos y armonizadores propósitos. Las escuelas elementales que utilizan programas de arte, como apoyo, obsevan como resultados una mayor confianza entre los niños en transición hacia la educación intermedia y mejor desarrollo en sus destrezas sociales y liderazgo. Las artes no son meramente «juegos», aunque no hay nada malo de aprender al mismo tiempo que se disfruta lúdicamente. Séneca mismo decía que el arte hace la persona poderosa y lo logra cuando, ésta se hace dueña de sí misma y lo sabe («qui si habet in potestate»).

Lo que no se entiende ni acepta aún por unos pocos administradores fanáticos es que la educación artística no es simplemente un quehacer con los sentimientos, o con una imaginación desbordada, sino que su aprendizaje y desempeño tiene una naturaleza cognitiva; provee las herramientas de pensamiento que son necesarias para entender muchas materias académicas, al tiempo que expone a quien aprende y practica las artes a canalizarlas hacia necesidades sociales. El arte no es sólo un compendio de la naturaleza, no sólo una cosa. Es un camino y una crítica de la realidad que busca una adecuación y propiedad expresiva, no sólo para deleitar a otros, o despertar entusiasmo, sino que muestra el empeño de la inteligencia «por comprender y hacer comprender el mundo». El escultor francés August Rodin y el fino crítico inglés John Ruskin concedieron a las artes en general, como su misión más sublime, «penetrar dentro de la naturaleza», «observar las cosas con justeza, viéndolas totalmente», haciendo que «la cabeza y el corazón marchen juntos».

Los políticos y legisladores instruyen a los administradores educativos de que, en una economía crecientemente global y en la sociedad industrializada que vivimos, los cursos que preparan a la juventud sean «prácticos». El currículo ideal que sea, únicamente, el que prepara para una actitud de éxito en los campos de verbalización en el idioma dominante («literacy») y matemáticas. El sistema educativo advierte, como su misión, que la enseñanza se canalice a lo que «sea necesario para construir una fuerte fuerza laboral y una vibrante ciudadanía».

No creo que la educación artística se riña con la necesidad de proveer oportunidades de servicio comunitario a los estudiantes. Ni que la experiencia del proceso de arte y las técnicas de enseñanza [con que éste desarrolla destrezas cognitivas] se riñan con otras pedagogías que enfatizan que la educación debe responder a destrezas académicas técnicas («non-art standards») requeridas o prioritarias en el mercado.


En conclusión, si el propósito de las escuelas en fomentar un carácter moral y una participación ciudadana del alumno hay que romper esa dicotomía opositiva que insinúa que las artes, sean música o poesía,la composición pictórica creativa o las artes liberales, son inadecuadas para crear un estudiante competente y motivado, y que sólo la ciencia lo es. En verdad, ni ciencia ni arte deben estar reñidos. Si hubiese una razón para ello, ¿por qué las grandes figuras del arte clásico fueron a su vez geniales científicos y, al mismo, tiempo filósofos y artistas?

Sequoyah 1 / Revista de Literatura