2. EL HOMBRE
PINTORESCO
O DE LOS INCOMODOS
JUGLARES
El investigador y poeta Fidel
Sepúlveda Llanos (1936 - 2006) contribuye a que identifiquemos, valoremos,
preservemos y difundamos «el uso y beneficio social de las diversas
manifestaciones que constituyen nuestro patrimonio cultural, en especial de
aquellas referidas al patrimonio inmaterial, y en la comprensión del rol
protagónico de las personas y comunidades en la identificación y significación
de lo patrimonial como acervo y construcción social colectiva, integral y
dinámica que, constituyendo una herencia de generaciones que nos han
antecedido, son valoradas, apropiadas, vividas y enriquecidas por las personas
y comunidades en el presente, con vocación y voluntad de proyectarlas para el
futuro y para las nuevas generaciones». [1]
La
Paideia [en griego παιδεια, educación] que este
sujeto exhibe en sí es su 'Bildung',
o lo que adquiere como formación libremente en cuanto puede y es el
'amañamiento' que Heidegger definiera como el acceso a la esencia misma del
alma (Ethos), para una etapa de formación, con su solverse cotidiano. Ha
de darse mañas para sobrevivir, adquirir su gramática parda o luminosa. Desde
este fundamento de la condición humana se vive y pervive
Hay,
pues, una educación sinceramente sentida y buscada y que, por tanto, se hará el
mensaje que él o ella da, aunque carezcan de la plena y rigurosa Paideia (παιδεία) como los 'cultivados' y 'civilizados'. Este sujeto que
llamaremos el Tipo / con rol folclorizador / tiende a ser un viej@ /
sabi@ / por los años vividos / y retrógrad@ por su aferramiento nostálgico y la
testarudez con que teme a la torsión ética que lo descalificaría. En cierto
sentido, es el anciano que no quiere envejecer hasta no ver todo lo quiso ver y
si lo que hizo bien cayó en buenos oídos.
Esta es la definición de ‘sabios pueblerinos de antes’ que nos
dieran varios pepinianos octogenarios a la fecha de mis entrevistas para mi
libro sobre las Partidas Sediciosas del ’98. Además, ante la técnica occidental que
constituye la época en que «reina el máximo olvido y oscurecimiento del ser,
es decir, el máximo peligro para el hombre», el Tipo Sabio, ‘el
de antes, porque ya no hay como los de antes’, se incomoda. No cabe. Sufre.
Resumiría
aquí lo que hasta ahora dijimos sobre el espacio empático donde el hecho y la
persona del folclor surgen. El espacio empático es imprescindible, como
sitio natural y cultural de aprendizaje y formación, del Tipo humano o el
evento que se focloriza. Para que haya folclor, de cualquier tipo, el
espacio empático provee un diálogo, un atestiguamiento público, una crítica
constante de la novelería, en que no falta un choteo verificador, pero que
nunca llega a ser escarnio. Se alimenta de cierta complicidad y tolerancia de
la persona, aunque haya comicidad y/o excentricidad en sus posibles anécdotas y
evento folclórico que lo asocia.
A
menudo el espacio empático / formativo / de los atestiguadores / crece y
asocia a otros. Novelerea equívocamente como si quisiera recrear sus fronteras
y predominar sobre la persona que es tipo pueblerino, metiendo a todos en el
mismo asunto. Entonces, los parentezcos son evocados en el espacio de empatía y
aplicados arbitrariamente con quien no encarna un Personaje Típico. Por
ejemplo, Ñito Cubero, carpintero, buen guitarrista en sus ratos libres, persona
seria, era popular por ser sobrino de «Don
Funda»,
el padre del Gringo Cubero, a quienes
hay asociadas anécdotas de intenso folclor. Mas no califica por esencia con una
categoría pintoresca propia del folclor. [2]
Entre
los pepinianos asociados a folclor, se ha alegado que está Sinforoso Vélez
Arocho. Mas haber sido «el primer soldado
recluta puertorriqueño del US ARMY y combatiente en la 1ra Guerra Mundial», no
le hace personaje folclórico ni pintoresco. No reclamaba 'heroicidades'.
Dice
el Dr. Torres Feliciano: «Ni él mismo hablaba sobre haber sido el 1er
soldado en servicio de los EE.UU. en Puerto Rico... Un gran hombre y buen
vecino nuestro en Tablastilla, vivio casi 100 años y nadie le conocía como
personaje tipico del pueblo» [op.
cit.].
Otro
compueblano que sólo compartía, dentro del espacio empático, la tendencia a
folclorizarse y ser choteado con un apodo humorístico fue Anacleto (Cleto)
Arvelo, a quien se le nombraba como Cleto Cuatro Esquinas. «No era personaje
típico del pueblo. Era comerciante con tienda de todo tipo de mercancía en la
calle donde vivía Hernán Sagardía, exactamente donde William Quiles tenia la
farmacia. Era un hombre serio y bondadoso».
Que
Anacleto Arvelo estableciera una tienda, en cada una de las cuatro esquinas del
pueblo fue la razón del bautizo como Cleto 4-Esquinas. [3]
Es
característica del espacio empático llevar un registro dialógico de lo que fue
primero y tenderá a desaparecer, i.e,. la carreta y la persona del carretero. A
la carreta la sustituye el camión de recogido o carga o la guagua de pasajeros.
En este renglón, habría que considerar a uno de dos italianos que se hicieron
populares en el Pueblo de Pepino. La novelería centró su curiosidad en la
persona de Eleuterio Bottari, alias Don Bottari, quien desde el primer
decenio del siglo X, fue «el primer chofer de carro público en Pepino, viajando
ida y vuelta 3 veces al día hacia Lares (tiempos en que la carretera era
terrible y cuando llovía, se inundara). Se tardaba el día en esos 3 viajes»,
contaría el padre de uno de sus pasajeros (Torres Feliciano, loc. cit.). Lo
único que haría foclórico a Bottari, padre de Calín y Luisa, sería su origen
italiano y marcar una transición revolucionaria en el transporte. Su carro fue
el primero en ser visto en pueblo y campo en nuestra aldea. Don Eleuterio
Bottari inicia la etapa en que habría que verse la carreta como un transporte
en vías de extinción en la vida comercial y social. [4]
El
espacio empático perpetúa la memoria de otro italiano, quien bien juzgado no
fue hombre peculiarmente folclórico; tampoco el único extranjero que conviviera
en el Pueblo. Este fue Ferrante, ganadero y agricultor, fue amigo de Don
Cecilio Echeandia, quien también se dedicaba a lo mismo. En la finca de
Ferrante, «se manufacturaban dulces de frutas que cosechaba y disecaba,
enlatándolas con mieles de varios
sabores; y quesos blancos que exportaba a USA y a Europa». Es descrito como
«un tipo de buen semblante y muy gregario, así como su hijo Bambino». [5]
La
moral de trabajo es cualidad que se valora en el espacio empático y que
trasciende hasta el hecho y anecdotario folclórico. Consideremos el caso de Chalo
La Mancha, pregonero y dulcero que, con artesa bien decorada sobre a
cabeza, al vender sus dulces pregonaba: «¡Llora, llora nene pa' que te
compren dulces sabrosos!» El
manufacturaba su propia mercancía. Vestía muy bien. Torres Feliciano le
describe: «Era un tipo alto y blanquirojizo, místico y luminoso».
También,
como curioso dulcero y pregonero, fue el hijo de Polo Castro, maestros de
Pepino. Ambos, padre e hijo, tenían espíritu de vendedores. Los dulces que vendía
Rey Castro se los compraba a su padre. Contrario a los arriba mencionados,
donde el buen semblante y la actitud emocional iba pareja a destrezas sociales
de convivencia, Rey Castro mostraba cierta retardación mental, explosivos
ataques de histeria al pensar que se le quería engañar con el pago de la
mercancía o el temor a las avispas. El Pepino le recuerda como Rey, el Bobo
de Polo Castro. Y ni bobo ni disfuncional lo era. En condiciones normales,
sin tensión, era muy simpático y se enamoraba a lo adivino de niñas escolares.
SABIOS AMAÑADOS: Repasaré ahora
el concepto heideggeriano de amañamiento. Dice Heidegger que «el ser
descansa sobre una profunda vocación ética en la medida en que aspira a
auspiciar el surgimiento de una nueva relación con el ente en su totalidad». O,
lo que es lo mismo, a crear un estado de situación y nuevo Ethos que renuncie
al afán de dominación, inautenticidad y competencia, que aumentan su zozobra
[6].
Nos
referimos al espacio empático no sólo como «el lugar de residencia esencial del
hombre, es decir, su Ethos» (Heidegger), sino como el donde se prueba la
calidad de persona que se es, el marco para su análisis de conciencia. «El
rasgo esencial de la existencia humana en su anhelo por tocar la dimensión
originaria del Ethos». La humildad es necesaria en este estado formativo.
Existe el que falla. Se despotencia y desvalora. Esta es la historia de Nico
Chavito.
Desde
éste espacio empático del Tipo, es que sufre las implicaciones éticas de su
comportamiento y la presión de la facticidad social, su pobreza y su éxito, la
intensidad de su aceptación y su rechazo por la comunidad en que ha nacido. En
el ethos de la culpa sufre; por la depotenciación de la subjetividad
moderna «que cuestiona la
soberanía que ésta se atribuye a sí misma», que genera los vicios y
las ofertas tentadoras, [7] sabrá si el alma que forma su paideia es
humilde.
En
la peor, de las acepciones, la del sujeto seco, merecedor de verse bajo el
humus, el espacio lo prueba. Hubo un serenatero en el Pueblo de Pepino que como
tal fue aceptado: pero el Serenatero Nico Chavito manifestó «una torsión
de la ética» en su vida. Un retrotraimiento que no pudo echar luz sobre la
existencia del ser, amenazado por las drogas, al punto de situarlo
contrariamente en el habitar deseado, que fue el espacio empático.
Dejó
su historia, malamente amañada en el ethos, en una frase: «Este es un
pueblo cagao. Yo no quiero que me entierren aquí». Conté su historia en un cuento que resume su vida [8].
Sobre
Nicolás González es que la carta de Joaquín Torres, en mi Archivo, alerta: «Nico
Chavito, casi a las puertas de la muerte, cuando le dijo a su esposita
'dominicaina': 'Aqui, en esta tierra de cocodrilos y salamandras, no me
entierres. Hazlo en Aguadilla, a los pies de aquellas mareas; aunque me
arrastren los marullos y las orcas mas humanizadas me acariciasen el culo».
[9]
En
este enfoque heideggeriano sobre la esencia del folclor es útil conocer 'qué'
estaría implícito en el término Bildung / Formación / tal como Heidegger
lo utiliza y lo primero es el 'acto formador' (ein Bilden) que «imprime,
o impone, a la cosa, un carácter o rasgo, según el cual ella se desarrollará,
pero al mismo tiempo, conforma, constituye, a esa cosa, en relación a algo que
se llamará o erigirá en el 'modelo' (Vorbild)» y, a partir, de este modelo
comprensivo o de portación, se exhibirá públicamente la verdadera Paideia que
el Sujeto Pintoresco ha anunciado con su conducta, ya que es movido por un acto
formativo que «atrapa y transforma al
alma misma para hacerla apta a esta percepción de las cosas tal como son».
[10]
Y
las cosas del mundo, en cuanto a cómo son, y la forma concreta que incide en
éste / sujeto incómodo / el incómodo retrógrada en nuestro tiempo es esencia de
todo ente sometido y submitido a voluntad de poder y oscurecimiento de su ser.
Por esta razón, digo que los tipos incómodos / estorbos anti-metafísicos en una
sociedad que no quiere juglares y nadie que capaz de mentar la 'ausencia de ser', a ellos se les
relega al olvido.
Ejemplifiquemos
esta tensión o incomodidad, pero con pepinianos que si han entrado al corazón
colectivo y honraron el Ethos y la Estética de la Sabiduría Popular.
___
Bibliografía y notas
[1] Fidel Sepúlveda Llanos, Patrimonio, identidad, tradición y
creati-vidad. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dirección
de Bibliotecas, Archivos y Museos de Chile (DIBAM). Santiago. Chile, 2010 y El
valor de la solidaridad en la cultura tradicional. 1987 Arte-vida, folklore, identidad latinoamericana. Revista Nuevamerica. N °12. Buenos
Aires. Argentina. Valoro a la persona 'pintoresca' / al hombre con cierto
folclor / como portadora de crianza o básica formación sea todavía un alma no
preparada plenamente para verter la esencia del conocimiento. Tiene el sentido
común e intuitivo peculiar a cada individuo, pero es un alma en transformación.
Una que huye o teme a la visión técnica de la realidad porque sabe que ésta lo
anularía, sistemáticamente. El alma iconográfica de relatos y figuras que él
representa chocan con la estructura de creencias dominantes que él sostiene. De
ahí que les ronde el crítico para quien el término «folclor» tiene sentido peyorativo y no le reconoce un
espacio empático. Ni conceda a esta persona o a lo que sabe / su folclor /
valor estético y educativo.
[2] Carta personal del Joaquín
Torres Feliciano. Archivo 2013.
[3] Homenaje a Anacleto Arvelo /
4 Esquinas, en: Carlos López Dzur, Épica
de San Sebastián del Pepino
(San Sebastián, Ed. KoolTourActiva, 2013), ps. 137-142. Ver texto en la red
http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2009/06/gustavo-arvelo-md-fueron-muchisimos.html
[4] Sobre el primer chofer del Pepino, el italiano Don Bottari y la
pintoresca hija suya, la bella Luisa Bottari, incluyo estampas en varios de mis
libros. Ver: Como una amazona,, en la red:
http://carlos92701.tripod.com/bottari.html
y el cuento en la edición de El Pueblo en sombras, ed.
cit., ps 34-40, con el titulo Luisa y
Chilín.
Además: Carta personal del Joaquín Torres
Feliciano. Archivo 2013. En una de estas escribe sobre Ferrante y
Bottari: «Me parece que los dos
italianos vivieron como cualquier parroquiano accesible en los espirales de la
época. Uno triste, pobretón, y resignado, y el otro en las cosechas del éxtasis
que le traía la fortuna. No sé cuan especial pudo ser cualquiera de ellos para
tener el privilegio de ser enlistado en ese rollo de personajes iconográficos
del 'pueblito cagao' que refirió Nico Chavito, casi a las puertas de la
muerte, cuando le dijo a su esposita 'dominicaina': 'Aquí, en esta tierra de
cocodrilos y salamandras, no me entierres. Hazlo en Aguadilla, a los pies de
aquellas mareas; aunque me arrastren los marullos y las orcas mas humanizadas
me acariciasen el culo».
[5] Ibid.
[6] Para el exitoso amañamiento, a fin de entrenarse en la sabiduría que lo
amaña, se aprende a jugar con el advenimiento.
Según Heidegger, «Ereignis es al mismo tiempo un Ent-eignis. El
advenimiento, adviniendo y para poder advenir, se sustrae». Vivir sabiamente es
advenir y sustraerse. El terreno de la sustracción es la ética, el habitar del
hombre en medio del ente en su conjunto, en cada época histórica, en cierta
disposición afectiva fundamental y. en particular, la que se corresponde con su
Espacio Empático. «El advenimiento de la disposición afectiva fundamental
propia del nuevo Ethos proviene del destino del ser y no puede ser forzado por
el hombre». Cf. Teoría humanista
de Rogers, en: El Rincón del Vago, en:
http://html.rincondelvago.com/teoria-humanista-de-rogers.html
[7] Juan Carlos Tealdi, Director, Diccionario
Latinoamericano de Bioética (UNESCO y Universidad Nacional de Colombia,
2008), cita de Mónica Cragnolini (Argentina) y de Javier Luna Orozco (Bolivia)
sobre el concepto de consentimiento comunitario. «La realidad ampliamente
diversa de los grupos que conforman las sociedades humanas, de acuerdo con
características genéticas propias de su raza, idiosincrasia, cultura, religión,
lengua y medio geográfico en el que habitan es, de por sí, un tema que debería
llevar a un análisis mucho más profundo de las nociones de consentimiento que
han venido aplicándose en la práctica médico-asistencial y en la investigación.
Aceptar únicamente la definición médico-legal de consentimiento informado (...)
es una definición limitada que no da lugar a considerar esa diversidad» (p.
223).
«De Lévinas en adelante se observa «una urgencia para pensar la alteridad de una manera más radical». «En
esta línea de pensamiento, en la que el otro es extranjero, es necesario pensar
conceptos como hospitalidad, amistad y comunidad, algunos de los modos actuales
de mentar la alteridad. Hospitalidad es un término que remite a Lévinas, y ha
sido retomado por Jacques Derrida... En Lévinas el rostro es la huella del otro,
que inhabilita la posibilidad de ser pensado en relación con un yo (sea por
identificación, homologación o apropiación» (ps, 22-25).
Ver el pdf.en:
http://www.unesco.org.uy/shs/fileadmin/templates/shs/archivos/DicoParteI.pdf
[8] Vea C. López Dzur, su cuento sobre Nico Chavito en el libro El pueblo en sombras (Editorial Palibrio,
Indiana, 2014, ps. 174-179). Cf. leer versión en la red en:
http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2008/09/nico-chavito.html
[9] Carta personal del Joaquín
Torres Feliciano. Archivo 2013
[10] Martin Heidegger acuña el término ética originaria en la Carta sobre el humanismo, pero
se niega a dar pautas morales o de conducta al «negarse a escribir una ética» o
plantear la adquisición de una formación en términos del amañamiento y
la estancia. Asimismo, explica que, por acto formador, «se debe pensar la
esencia del lenguaje a partir de la correspondencia (Entsprechung) con el ser,
concretamente como tal correspondencia misma, esto es, como morada (Behausung)
del ser humano”, con la consecuencia de que, en todos lo casos, «ya se
trate del propio Dasein, del mundo, del ser, de la palabra o de la técnica, es
el paradigma sujeto-objeto el que debe ser superado. La superación del
humanismo es simétrica a la superación de la metafísica: el hombre no es un
sujeto, ni el ser un simple objeto». Vid. Luis César Santisteban Baca, La ética
del “otro comienzo” de Martin Heidegger
en: Diánoia, vol. XLIX, no.
53 (noviembre 2004), ps. 71-92.
Heidegger declara que el
advenimiento de la disposición afectiva fundamental propia del nuevo Ethos
proviene del destino del ser y no puede ser forzado por el hombre. El tránsito
hacia ese nuevo Ethos, u Otro Comienzo, es asimilado a la torsión o
superación (Verwindung) de la metafísica, como un mero dejar atrás el
estado de cosas que ésta representa.
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