EL DIA UNO
a James Meredith (1933- )
«I was engaged in a war. I considered myself engaged in a war from Day
One. And my objective was to force the federal government – the Kennedy
administration at that time – into a position where they would have to use the
United States military force to enforce my rights as a citizen»: James Meredith
El Día Uno: El primer día de mi vida verdadera y
concientiva yo lo llamé el Día Uno. El Día Uno de mi libertad, el día uno de
ser un guerrero. Cuando ya había regresado de la Fuerza Aérea, a pocos años,
durante el verano de 1955, lo preciso, mataron a Emmett Till, vecino de Chicago
que visitaba con su familia Money, Mississippi. Yo creo que mi corazón estaba
en el cuerpo de ese adolescente de Chicago; yo me he atrevido a silbar a una
mujer blanca, como diciéndole usted es hermosa, y no creo que se me tenga que
matar por eso.
He
entrado a tiendas de la gente blanca. Veo que abren los ojos, azorados,
temerosos. Creo que no soy invisible, ni un marciano o venusino ente
intergaláctico. No tengo por qué sufrir que alguien me juzgue con horror.
Siempre trato con amor a la gente. Y, generosamente, me visto el uniforme
militar de la Fuerza Aérea para que me tengan confianza. Soy ciudadano de un
país, cuya Constitución tiene una Carta de Derechos, digamos que en defensa de
esta nación, yo me hice militar, en cierto modo / guerrero.
Este
día ha cambiado mi vida. Ahora entiendo cuánta razón tenía mi padre durante los
tiempos que hablamos... Cuando secuestraron a ese chico negro, sólo por ser
negro, yo me acuerdo de mi niñez, de mis padres y mi familia toda; cuando lo
golpearon salvajemente, el dolor que se aplicara contra él es en mí que duele
más intensamente. El disparo que matara a Emmett Till se me alojó en alguna
herida. La mujer que se ofendiera por un silbido que le echara el muchacho debe
estar llena de odio y debió ser la que haya sido arrojada al río de
Tallahatchie, aquel 28 de agosto. (¡Mire usted si he cambiado!)
Estoy dentro de ese féretro abierto
mostrando mis heridas. Este féretro de Emmett Till es cada calle por la que
voy. Todo lo que me hace sentir amenazado, prohibido o a punto de ser
asesinado. Es el féretro de la consciencia atada, escupida y obstruida. Ese
ataúd le pertenece a cada negro estadounidense. Conversé largamente con los abogados
de la NAACP sobre Emmett. Ellos me ayudarán a que mis heridas no duelan tanto.
Quiero que ese ataúd ya no esté más abierto, porque dentro está un ser humano
que gime todavía y echa gritos de dolor en las calles de Mississippi.
La NAACP y yo libraremos una
batalla. Cerrar ese ataúd es asunto que compete a un negro y el Gober-nador.
Ross R. Barnett proclamó que «mientras yo sea Gobernador, ninguna escuela será
integrada / no school will be integrated
in Mississippi while I am your Governor».
Cada día que se me diga que yo soy un negro silbando a una mujer blanca y
que ahora vengo a silbar con hijas universitarias de los hombres blancos, es
como si autorizaran a que venga una turba sobre mí. Es un acto de secuestro,
maltrato y homicidio, ya no contra Emmett.
Contra mí. Es alguien que abre el ataúd y blasfema el dolor que hay
dentro.
Supongo que ese Día Uno fui visible por primera vez. El Gobernador reconoció que yo
existo. El Fiscal General de los EE.UU., Robert Kennedy le hizo conocer a
Barnett que soy un guerrero. Supongo que Emmett no llegó a ver el Día Uno en su vida; yo no voy a dejar
que me obstruyan el Día Uno.
Barnett fue multado con $10,000 y
sentenciado a cárcel por desobedecer lo que la Justicia Federal le dijo: Un joven negro necesita comenzar sus
estudios. Ese joven soy yo. Y no vengo a silbar a ninguna mujer blanca. Vengo a
cerrar todas las heridas que se infligieron sobre el cuerpo de un adolescente.
Vengo, si quieren verlo así, a sacar del río el cadáver, donde se le halló con
la cabeza destrozada por los balazos y el despeñamiento.
Antes
de ese verano, yo no era pretencioso. Quería ser uno más de los que estudiaban
en el campus de la Universidad de Mississippi desde esos tiempos, pero el
miedo.... el miedo... ya, cuando el 20 de septiembre de 1962, dí mis primeros
pasos hacia la entrada, me sentí envalentonado, pero no se me dejó entrar;
volví el 25 y tampoco y después el 26... yo quería un Día Uno de mi vida, como estudiante. Tenía ya un diploma de negro,
una victoria legal que ordenaba mi admisión a la Universidad de Mississippi, la
expectativa de verme fuera de la doctrina Separated,
but equal. Pero también... tuve enemigos. Uno tan importante como el
Gobernador y sus turbas de elitismo racista.
2.
Para que James se educara, en su
natal Kosciusko, Mississippi, él tuvo que convertirse en guerrero. Sus batallas
comenzaron durante su infancia. Había quien pensara que el niño no necesitaba
más instrucción que la que la madre imparte ni más trabajo que el que asignara
el Papá. A James le dijeron que tenía que ser más negro, más puro, no indio,
para que se le respetara. Y pudiera ir a la escuela; desafío, no incierto,, él
fue a la escuela sin miedo y todos se acostumbraron a verlo y quererlo.
Los Meredith y su ancestro se
peleaban con parientes que tenían más pura la sangre de Choctaw; unos le pedían
al pequeño Meredith que fuese un indio obediente, así «cuando crezcas se te
venderá licor y la marihuana, la talarás tú mismo por ahí, en tus andurriales,
camino a casa».
Otros le decían: «Ve a la escuela, para que aprendas, por lo menos, a ver
la cantidad que te pagan y reconozcas tu nombre con letras, no sólo por el
oído».
«Mas Papá fue más terco». Instruía a
James, que oía con respeto... porque ambos eran listos y entre gente lista, se
abona la empatía y la sinceridad... «Quiero ser un guerrero, Papá».
No eran cosas de niños, o boberías. Le dijo: «Prepárate para serlo». Y
puede que mucho antes que el discurso de Stokely Carmichael en los '60,
ofrecido en Greenwood, Mississippi, James se lo oyera a su padre siendo niño:
El negro del país que se una como UNO, que reconozca su herencia y que ayude a
construir un sentido de comunidad, porque el blanco va a decirle: «Somos
iguales y esa la mentira más grande entre todas la que forman la Tabla de
Valores de la sociedad blanca».
Su padre dijo más: «Entre un
guerrero y su víctima hay una diferencia enorme. James, ni somos iguales al
indio ni al negro ni al blanco, ni siquiera dentro de una raza hay
igualdades... «¿Por qué, si dicen que somos iguales: los blancos nos solicitan
que estemos lejos de ellos, por qué morimos más pronto, por qué hoy bebemos más
alcohol que en los días de la Ley Seca,
o cuando éramos esclavos y la tristeza y la miseria eran más visibles? Hoy
comemos más, pero seguimos con altas tasas de tuberculosis y, James, cuando
eras tú demasiado niño para verlo, a los negros los linchaban en los caminos.
Los colgaban de los árboles»...
Para
el blanco son las drogas de sulfa, al negro el remedio casero del yerbero. «En Mississippi, la salud se basa en la
clase. Y nosotros tenemos una clase con una mala dieta, una raza de gordos con
problemas cardíacos y estrés y con mucho vicio de alcohol, una raza dolida por
linchamientos, amenazada y marginada».
«Es una mentira. Nadie es igual a
nadie ni por el color de la piel... A unos la inteligencia se les despierta
tarde. Unos no aprenden jamás, sean los más blancos o los más prietos. Unos no
quieren y se justifican, porque son
blancos malos, otros son el blanco de las balas y las golpizas, porque
son los guerreros buenos... Recuerdo
cuando
se me decía: Tú, Cabecita chata, lo que
tienes que ser es agricultor; como fueron las tribus de la Muskhogea, al este
de río Tombigbee, así decía una negra delgadita, la única que conocí que lo
fuera».
Posiblemente,
la Madre de James supo algunos secretos sobre la adecuada nutrición y el vestir
menos la tela de lana que la de algodón. El varón es quien no quiere control de
nacimientos, pero, sí él advierte que en el campo la higiene sanitaria debe ser
modernizada. Con tanta abundancia de manantiales, ¡qué muchas casas de negros
no saben qué es el agua potable, agua limpia por el fuego! El blanco se queja
de que el negro es maloliente. Bueno, a bañarse más y a menudo es una forma de
desmentirlos y aprender disciplina de guerrero...
«Viven
y comen como si fueran marranos. Por eso anglosajón y el judío dicen: Separados
es mejor. Quédense allá. Allá pueden ser iguales, sí... iguales entre ustedes,
¿me comprendes hijo? ... ahora te diré algo sobre la universidad. ¿Quieres ir?
Hállala también en cada lugar, en la conversación con otros, los tranquilos y
viejos con el corazón eterno, en el presente transitivo... La gente cree que la
Universidad lo enseña todo, que allí está el almacén de la Verdad y la Sabiduría.
Acuérdate en las universidades están
muchos demonios encerrados. Los perseguidores y manipu-ladores de la
Consciencia y de la Libertad. Los centros universitarios son los más penetrados
por la CIA; son campos de batalla, donde se pelea una guerra de baja
intensidad, que es la más importante de todas, porque es infiltración de una
clase por otra y el proyecto de influir en los paradigmas del pensamiento
social».
Ya
cuando su padre no vive, James cuenta los días en los que será un ciudadano, no
un ser mutante y escondido.
«Porque los negros jugamos al camaleón y cambiamos de color, James, aprende
a vivir. No estás exento de que un día venga el blanco a besarte las mejillas y
después te apuñale por la espalda, cuando estés desprevenido».
«James,
hazme caso» para que no suceda esto... Le han negado varias veces su admisión
universitaria a la UM. Dice que Bob Dylan sabe de su caso. «James Meredith won a lawsuit that allowed him admission to the
University of Mississippi in September 1962». Cuando
dicen en Oxford Town que «James parece un
chico bueno y patriota», ya que sirvió en el Army, otros recuerdan: «But
he is still a nigger!» ... Bueno, en la naturaleza misma de las cosas, nada
es liso y parejo, nada es igual ni homogéneo.
Después James se matriculó en
Jackson State College en 1960, hizo dos años de Ciencias Políticas, en un afán
de entender cuán profundamente enferma está esta sociedad que su padre no
quiere. «¿Ves, América, que yo soy un
negro bueno?»
A
su padre le habría gustado que él estudiara medicina porque, en los ghettos hacen faltan médicos que
instruyan a las negras primerizas. La medicina de excelencia se combine con la
boca de científicos sociales, porque los pobres se están poniendo gordos,
demasiado gordos para correr en caso de motines y quemazones. Y las franquicias
de comidas rápidas colocan mucha grasa en los sesos. «¿Ves, América, que yo soy
un negro bueno? Lo que haya sido invertido en mí, tarde o temprano da frutos».
Ahora,
hasta su propio padre, especula en torno a qué puede estar pensando Dios sobre
el dinero y aquel que lo tiene en abundancia. «If you
want to know what God thinks of money, just look at the people he gave it to». ¿Se lo habrá dado a los blancos porque ellos son mejores? James no sabe a
quien ha citado su padre. Habrá sido algo que leyó durante la Era de Roosevelt,
cuando su padre, dijo que FDR, con la firma del Acta Wagner y el
establecimiento del Seguro Social, estaba trayendo esperanzas a los obreros,
afiliados a sindicatos y envejecidos jornaleros.
«People at least are getting something to live on in their later
years».
Los amigos de su padre y los jóvenes de los decenios 1950s y 1960 todavía
no se enteraban de que el progreso, cuando viene, llega con mejores salarios,
menos horas de la jornada de trabajo, más ocio, plus Medicare — y un seguro de salud para la gente vieja.
El
que se repite «Que la piel no cuenta, que por la piel no se sufre... sufre el
alma, que hay que ser bueno, no un revoltoso que inspire el odio... regresó del
Ejército porque el dinero, Dios no se lo dio a Papá ni la Era de RFD lo premió, para que pudiera dar algo más que consejo ...
«Pero, ¿qué te hizo a ti el indochino, James? ... porque elogió el nombre de
James Meredith y, tras terminar, la escuela preparatoria, ingresó a la Fuerza
Aérea. «Que si los coreanos no le cayeron bien, es la misma cosa de que las
insidiosas objeciones al que tiene la cabeza chata y los ojos oblicuos, gente
de los Choctaw».
Y, porque sirvió a la aviación militar, a su regreso, se James comportaba
como si ya lo que viniese a ser su destino fuese una transición hacia la
blanquez. En Jackson State College, comenzó sus planes de ser el primer indio
de cabeza chata, guerrero negro, afroamericano, que rompe las barreras... del Día Uno. Las que Emmett Till no pudo
romper.
3.
Previo
al Día Uno fue escoltado secretamente para que participara en el proceso de
registro como alumno. Seleccionaría las clases, según unos folletos de
orientación, pagaría los costos de matriculación. Quería sus 18 créditos.
Tiempo completo. De hecho, ese día los alguaciles federales, patrulleros de
frontera y guardias de la prisión federal se apostaron alrededor del campus. No
estaría solo.
Lo
dejaron llegar hasta el Lyceum Hall.
Pero según avanzaba el día, se reunieron centenares de estudiantes para verlo.
Algunos levantaban el puño y se decían solidarios. Una enorme pancarta
reproducía la fotografía publicada en la revista Jey: el cadáver de Emmett
Till, que ya era un fantasma vivo por el predio de la universidad.
«Unas 50,000 personas pudieron haber visto el cuerpo de Emmet Till durante
el funeral en su casa de Chicago»; pero, ahora habría que ver su recuerdo
encarnado en el negro que desafiara al Gobernador.
Estudiantes
blancos y otros blancos iniciaron disturbios esa misma noche. Descubrieron que
estaba en los dormitorios. La presencia
de los alguaciles fue el mejor delato. Entonces, le arrojaron piedras y
botellazos. Esa misma noche, un periodista extranjero fue muerto frente Lyceum Hall. Quería entrevistar a James
para el London Daily Sketch y las
balas alcanzaron a 28 alguaciles. A menos de una hora de fragor, entre los
perros del odio y del racismo, se halló el segundo cadáver posteriormente.
El
levantamiento segregacionista hirió a 160 estudiantes (48 policías entre ellos),
a pedradas y botellazos. James ni siquiera se asomaba a la ventana. Oía los
gritos. Reflexionó si era mejor abandonar el ideal de ser guerrero. Su mente se
fue hasta su adolescencia y las primeras confrontaciones con la dureza de su
destino. Y conste: no se le dijo el Gran Jefe Mushalatubee ni otro cacique, de
sangre mixta, que se hizo llamar Pitchlynn, o Peter Perkins.
Toda
esa gente fue buena. No anduvo armada. Hablaron un idioma que él ya desconoce.
Esa gente fue como la que él quiso ser hasta que la pobreza lo llevó a Corea.
«Cuando ellos se quejaban de opresión y maltrato no se dieron cuenta que la
perspectiva de ese sufrimiento fue la separación. Han admitido la palabra del
Hombre Blanco, que el verdadero Gran Cacique, que dicta para blancos, negros,
mestizos y mulatos, su doctrina: Separados pero iguales; «nosotros somos el Jim
Crow voluntario».
Medita
si vale la pena seguir SEPARADOS, porque iguales no somos. «Mira cómo ellos,
blancos, atacan a sus policías blancos, lastiman a estudiantes blancos que me
apoyan por llegar con mi cabeza chata y mis labios bembos».
Después
de que la policía de carreteras de Mississippi salió del campus, el presidente
Kennedy envió al ejército regular para suprimir el levantamiento
segregacionista. Meredith pudo iniciar sus clases al día siguiente, gracias a
la presencia del ejército.
El
Día Uno que James vive
preambularmente y del que aspira a que sea el primero de su libertad, no ha
llegado todavía. Ya no tiembla en sus manos un telegrama fechado el 4 de de febrero
de 1961. Había escrito sobre el telegrama
No Soy Libre Aún. Lo relee. Lo tiene sobre su cuaderno dentro de un aula.
Medita como en la noche anterior que los imperativos de la sociedad blanca son
antisociales; pero duelen en la sociedad más pobre, que es la suya.
Desde que la negrada como grupo se emplea y educa en la ciudad, ya no sabe
para quien trabaja. Abundan los
accidentes industriales y las farmacéuticas, los hospitales y las
agencias de seguro, forman equipos ominosos.
En
la universidad, hay policías blancos defendiendo su paso franco y expedito por
los pasillos, pero él los oye. Se
lamentan de que el caprichito de un negro mueva el Establecimiento a
protegerlo, sacan cuesta del costo financiero, de hacer rey a un pobre indio-negro-a son of bitch, a
final de cuentas.
Decía
su padre que la Sociedad Blanca mata con la hipertensión y el estrés, utiliza
asesinos silenciosos que se originan en las condiciones sociales. La
principales causas de enfermedades modernas son ambientales.
«The largest killers!» — acusan
Entre el 70 y 90% de todos los cánceres se origina en querer estar unido al
blanco que no los quiere; «pero, ni el mismo blanco se quiere a sí mismo. El
blanco quiere su dinero. Que nadie venga a quitarle lo que él mismo ha robado».
James dice que su padre, si lo hubiera visto en uniforme, sería para que
defendiera a los negros. Un guerrero que sabe lo que quiere. Que no se venda a
la CIA... Su padre lo soñaba, si algún día él fuese capaz de no dejar la
escuela y estudiar con denuedo, que fuera el primer médico de los Meredith.
Guerrero espiritual. Gran consejero.
Pero, al estudiar Ciencias Políticas, su idea es conocer la Ley y demostrar
que la política es, a largo plazo, una medicina, «la que llamas Medicina
Espiritual, Papá».
Su
padre habría entendido que él quiera ser abogado. Esa es la meta por la que
quiso ingresar este verano a la Universidad de Mississippi y, aún más, después
querrá ir a Columbia University. Espera que ya surja esta agresión que ha visto
en el campus de Oxford Town. Que no tenga que comerse la uñas esperando un
telegrama que diga un No al Día Uno,
como Mississippi que prefirió hundir en violencia al campus antes que desistir
de la segregación educativa.
4.
Alguien se lo dijo: «No abofetearás
con guante negro la cara mi Gobernador». En meses fue el único blanco que le
dirigió la palabra. Puso un diario del día sobre su mesa en la cafetería. Como
siempre, James comía solo, aislado por los blancos y los extranjeros. Leyó el titular de la
portada: Charges on Barnett dismissed by
the 5th Circuit Court of Appeals. Nadie multará al
Gobernador. Ninguno lo acusaría ni lo hallaría culpable, haga lo que haga.
Ninguno debe llamarlo racista, aunque sea un homofóbico crónico. Después el
estudiante blanco gritó, voz en cuello,
el titular leído y los que daban sus espaldas a James Meredith (por la
idea de no verlo) enderazaron sus asientos, se
voltearon y miraron al que dio tal pregón. «No hay delito. Barnett es inocente». Aplaudieron y vitorearon, con
mayores gritos, el nombre de Barnett. Manoteaban en las mesas y hasta tiraban
servilletas humedecidas hacia el negro.
El
terminó su almuerzo, pero, por momentos, estuvo a punto de salir huyendo.
Aquella cafetería universitaria parecía un circo pavoroso, encuentro con bestias
de infiernos mitológicos. En las noches, hasta altas horas de la madrugada, sus
vecinos de habitación en la sección de dormitorios, jugaban el baloncesto.
Saltaban al parecer sobre el piso de maderas, rebotaban un balón en las
paredes, todo para provocar a James y descubrir cuánto soporta de martirio. El
balón disparado al mismo definía el impacto de un temblor con movimiento
oscilatorio, capaz de echar el edificio abajo.
Por meses y meses, él vio cómo no
fue bienvenido a ningún diálogo. Si se sentaba en una mesa en que estuviesen
blancos, al segundo se levantaban a mudarse de asiento y su mesa quedaba vacía.
Estaba olvidando lo que se llamaba sonreír y aquel don tan suyo de añadir a
todo: Muchas gracias. Bendito sea usted. «Y pensar que Emmett perdió su vida
por silbar, «qué niñas lindas», a mujeres de este tipo, elitistas, narcisistas,
macabras, cómplices desvergonzadas de este síndrome de deshumanización y
antipatía.
Por
querer salir, con su diploma, cuanto antes, intensificaba su poder concientivo y
su memoria. Se graduó el 18 de agosto de 1963. Fue el resultado de meditar en
una frase que le escuchó a Carmichael: «Un hombre que pierde la conciencia de
pueblo pierde la conciencia de sí mismo». Por eso un día, saliendo del campus
de Oxford Town, por un rato para quemar en un cigarro todas las penas, vio la
escena más hermosa en años: «Los gorditos de su vecindario», esos manduletes
que juegan en los parques llamándose «Bro»
unos a los otros.
Jóvenes negros de los que no han
conocido aún las promesas decantadas y pomposamente publicitadas sobre la alta
tecnología para el cuidado médico: son negros a los que nada se les cumplen.
Ahora le han tratado de «Hermano»,
le han sonreído y cree que está en el paraíso. Alguien le dicho: «Bro, el
cigarro mata» y después. «God bless you,
bro!»
No
todos son iguales entre los negros. Lo que iguala es el amor y la Doctrina de
la Separación dentro de la
fantasmagórica igualdad, es la evidencia de que el amor está escaseando y
vivimos en estado de emergencia. No todos son iguales entre los blancos. James
ha ido a ver a un amigo nigeriano, vive fuera del campus, y le recuerda que los
dos asesinos de Emmett fueron declarados inocentes y que deliberación de 67
minutos por parte del jurado fue una burla peor que la acaecida con el Caso Scottsboro Boys en el decenio del
'30.
Y él que perjuró que hay que hacerse guerrero, todavía no se ha asomado al
Movimiento donde los guerreros no tienen ningún ancestro ni se basan en el
color de la piel, o la cabeza chata, o la nariz de simio. El amigo de la NAACP
telefoneó. Quiere que vea a estos manifestantes de los parques de Oxford Town.
Son inspiradores, le ha dicho. También
ya abundan en Chicago, Nueva York, Boston y se les observa en las playas,
librerías, cines, museos, restaurantes y otros espacios públicos.
Hacen
sit-ins. Silenciosos. Disciplinados.
Bien vestidos. Cuando la Policía los arresta, hacen votos de jail-no-bail. No quieren que nadie las
pague las fianzas y cumplen en la cárcel el tiempo del castigo. Defienden el
Movimiento, o privan a éste del pago del gasto que implica que se merme sus
fondos financieros por las fianzas.
«Por
ahora hay que sufrir todos un poco».
5.
Le dijeron que No dos veces en 1961.
Es joven y, por tal negativa, le duele el pecho como si fuera un negro
cardiopatógico. Esta sociedad lo enferma. Está fuma que fuma. Se da cuenta de
lo necio que fue él al irse al Army,
donde se aseguraba que, tras su baja honorable, lo educarían para hacerlo un
Guerrero Civil, ya no viendo mortandades. Le darían becas, le abrirían todas
las puertas. Y él, se sustentó con esa promesa, entre 1950-1953. Unos se
morían, él no. La oferta que se le hizo a 36,576 estadounidenses que murieron
durante su servicio en la Guerra de Corea, fue la misma hecha a otros 17,670 que
murieron fuera del teatro de batallas.
Han
sabido que James Meredith se va para Nigeria.
«Allá
es donde debiste irte al nacer», le dijo uno al que creyó un hombre respetuoso,
sin envidia, un profesor inspirado. Le ha entregado el diploma de la Licenciatura;
pero James quiere más... «donde debiste irte al nacer». ¿Qué estupidez es ésa?
Tiene deberes el que es libre y al Derecho de sus Libertades se atiene. Hay que
tener un Día Uno aquí, antes de
marcharse. Nigeria necesita un hombre libre; no que vaya el que ha nacido
esclavo de nacimiento.
Las
indias que parieron a sus ancestros se juntaron con esclavos y ya, cuando su
generación fue negra, a este niño se le olvidaría su propia historia. Dijeron
que se olvidó del predicador Allen Wright, y de Joseph Dukes, que era el gran
intérprete de los sueños e ideales de los Choctaw. Porque se fue a la Escuela,
se educó hasta en el Colegio, ahora es digno de ingresar a esa escuela
nigeriana...
James
tiene suerte de que las tasas de sobrevivencia para infantes y niñajos hayan
mejorado y que haya gente que haya creído en fundar un colegio para negros, así
los que «ni entre ellos mismos son iguales están separados de los que lo son,
¿será eso?» Otros negros se han hecho adictos al tabaco, muchos más a la
marihuana, adictos al azúcar, a la sal excesiva, a los óxidos nitrosos de las
chimeneas y fábricas, a los humos del tráfico en la hora pico, y se cree mucho
estrés por todo lo que se oye.
Las promesas de la Tecnología
Informativa es mera propaganda. «The mountain of corpses
gets too high to be occluded by even the most refined techniques of the PR
industry and the most lavish contributions to politicians».
Meredith
quiere irse a Nigeria tan pronto salga con su diploma de marras. Alguien le
escribió de la Universidad de Ibadan en
Nigeria. Ven por un grado de Leyes y el Movimiento lo espera. La semana
siguiente, según lo había prometido, el 19 de junio de 1963, JFK presentó al
Congreso el proyecto de Ley de Derechos Civiles.
«Urgen muchos abogados para que desmientan
lo aquí se dice».
George
Wallace, gobernador de Alabama, tampoco se ha salido con la suya. Obstruye
ilegalmente la integración racial en la Universidad de Alabama y el Presidente
John F. Kennedy envió suficientes fuerzas federales para retirar del camino al
gobernador y permitir la inscripción de dos estudiantes negros. Esa misma tarde
el mandatario se dirigió a la nación por TV y radio, con un discurso histórico
sobre los derechos civiles. Al día siguiente, asesinaron a uno de los líderes.
Medgar Evers en Mississippi.
Y James Meredith está deshecho. Ha escrito en unas cartas: «Aún no soy libre. Aún está insepulto el
corazón de Emmett Till. Aún no puedo irme a Nigeria. Aún no es Día Uno de mi
vida».
6.
Sin embargo, se fue. Y regresó y se
matriculó en Columbia University. Y viendo que no cesaban las injusticias, un
cinco de junio se lanzó a lo que llamar la Marcha Solitaria Contra el Miedo.
Comenzó en Memphis y esperaba terminarla en Jackson, donde comenzó su deseo de
ser libre en pleno siglo XX. Lo estuvo siguiendo uno de esos defensores de América y sus valores,
su agenda de Separated, but Equal,
viva el racismo, abajo Martin Luther King, Jr. y le dio tiro para que James
sufriera en carne y hueso lo que Emmett, por si acaso no lo admiró lo suficiente...
Fue
en 1966 que pensaba en haber nacido en una tierra de asesinos y cobardes,
negros gorditos, vacilones, cingadores, apáticos y viciosos, demasiado obesos
para escapar de una lluvia de balazos o co-marchar con anglos de la izquierda,
que son los que sacan bandera militante.
Están
cantando una canción de J. B Lenoir. Shot
on James Meredith. Es la segunda canción que le han dedicado a las causas
de un hombre educado, inspiración para los combativos.
Martin
Luther King, Stokely Carmichael y Floyd McKissick han decidido un proyecto
conjunto. El primero que se observara entre blancos y negros. Van continuar la
marcha que James dejara interrumpida por causa del asesino «de paga» del
gobierno. O el cobarde que, a escondidas, le echó par de balazos. Los
manifestante irán de Memphis, Tennessee
a Jackson, Mississippi, como lo había pensado aquel Pobre-Indio-Negro, A Son of a bitch, al final de cuentas.
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