Monday, November 24, 2014

CAPITULO 1 / EL PROYECTO

1. EL PROYECTO


            Elaboro una monografía sobre gentes que en San Sebastián del Pepino han configurado sus espacios de empatía, evocación de nostalgia y epocalidad. A estos suele llámarseles Tipos folclóricos, pintorescos y populares. Es gente que se aceptan como un sello de marca, como si dijeran: «Hecho / o sucedido en / Pepino». Ellos mismos crean o comparten los 'espacios de empatía', es decir, momentos de interacción cariñosa, aceptación, identificación y admiración, por las memorias que evocan en la comunidad y que se reciprocan, en cuanto son los individuos que han marcado al pueblo con su sabor, manera de ser particular y la necesidad con que se reacciona colectivamente al vínculo.
            La tarea de ir recogiendo datos acerca de nuestros Tipos folclóricos, populares y pintorescos, es más fácil cuando nos adelantamos a proteger ese tesoro, de aquí a los próximos cien o 200 años pensemos en nuestros espacios de empatía cultural y evoquemosla con nostalgia ya que es la epocalidad que desaparece, o va perdiendo la influencia ante los prestigios del progreso o la tecnología, como sucedió ya que no hay aguadores que nos vendan el agua a domicilio y ellos mismos hayan sido los que cavaron pozos, o la acopiaron de ríos, chorros o manantiales, para llevarla al pueblo, cuando no había acueductos...
            INTRAHISTORIA QUE SE PIERDE: ¿Quién por con nostalgia o gratitud recuerda a carboneros, carreteros,  pregoneros, lecheros a domicilio, colchoneros, faroleros / serenos cuando no había luz eléctrica? ¿Cuánto han variados los DECIRES, refraneros, trovas, costumbres y cultura de jíbaros auténticos? … antes orgullosos de sus aportes, en las artesanías y la música, ¿quiénes les recuerdan ya? ¿Y distingue la paja del grano?
            Y hay tipos folclóricos, vibratorias resonancias espirituales del jíbaro y el campesino ancestral. porque aunque más pobre unos que otros, en conjunto, que exploraron los valles y las alturas de tierra adentro, y por dinámica cultural crearon tradiciones, movieron su afecto y dones de alegría, e.g. su música, sus décimas, lo jolgorios o bailes en que se compartían / el jaleo, pese a la pobreza de los albores del Pepino, y merecen que se les estudie y reccuerde.  Harán nuestros referentes.
            Así, con bailes, el compadrazgo, las devociones, o como se aprendió del taíno, y de sus dones artesanales. Tener algunas silletas extras (los tures) para ser hospitalarios y, en su descanso, fumarse sentado en ellosd o en la hamaca unos cigarros.
             En ese tiempo, antes de 1800, casi todo campesino anduvo «descalzos de pie y pierna», (p. 18) como dice Méndez Liciaga, pero ya se tenían unas 150 pequeñas haciendas y dos hatos. Ese primer campesino es más un criador de vacas, novillos, cabras, cerdos, mulas y caballos, es l ganadero que se festeja en la Tradición de la Novilla y la Dama Titina. Y en ese entonces produjo una de las primeras costumbres y fiestas colectivas: las corridas de caballo... pero 30 o 50 años después de 1820 y los deslindes de tierra de 1825 con nuevos inmigrantes a las purtss, la agricultura se impone y con la organización de latifundios y, por ende, nuevas maneras de trato. Ahora sí se sabría quién es quién en Pepino y, sobre todo, quien entrará humildemente a los espacios de empatía porque es generoso, servicial, simpático y bueno. El pueblo llano será juez.
            «¿Cómo me tratas?... Así te trato».
            Con la última emigración venezolana y cuando ya El Pepino de 1828 tiene más de 8,632 pobladores, se tiene que entender el impacto y evolución que causa en el pueblo una nuevamente economía, con una élite de inmigrantes pudientes y 615 esclavos a su servicio. Hay 16 extranjeros y 112 emigrados al Pueblo. Se engraman diferen-ciaciones racistas, no necesariamente censales. Se distingue entre pardos y morenos. ¿Qué se quiere decir con 670 pardos, a diferencia de los 40 morenos?  ¿Importaz?
            La gente de esos tiempos acogerá en el espacio de empatía que les corresponda. Lo que si es, económicamente significativo, es que van dsapareciendo los bohíos de paja en la zona urbana. Se vive en casas. Donde abunda el bohío es en el campo, donde hay tantos cbohíos como casas / 557 a 540. Del campo procederán casi todos los pepinianos que viven arrimados, compran en el Casco Urbano y tarde o temprano se convierten en ventorrilleros.
            En este libro explico que, entre los tipos descritos estan unos que se determinan por el interés social de lo que hacen, otros, por el asomo progresivo de lo urbano. Unos que vienen de la Tradición del Folclor de Campo y otros hay que son pintorescos y en transición, que revela la pobreza económica y lo que sicológicamente deforma, individualidades que va en picada y se vulgarizan; en ocasiones se tolera y no desaparece. El folclor cambia con todo, resiste hasta donde puede, deja huecos de nostalgia; pero cada uno tiene su peculiar estado de empatía, su propia narrativa y oralidad.
            Entre los tipos folclóricos que pueden ser todavía investigados / recordados / porque fueron 'jíbaros bragos', mencionaría algunos de los investigué algo de su oralidad:

            * Guilimbo, el brujo
            * Don Lion, el Levitante
            * Moncho Prieto, el Carretero
            * Pantaleón Chiviricui, el rimador
            * Pregoneros

            Entre los TIPOS PINTORESCOS mencionaría a gente que siendo buena no son los ideales modelos a seguir: ya sea porque son irreverentes, excéntricos, chistosos, callejeros. Bullangueros. Convo-can a risa y choteo. No hay que considerar en la categoría de los tipo a criminales, borrachos, o seres morbosos, como si fuesen típicos de un espacio de empatía. Sobre todo, tiene que haber una razón para quererlos. A veces la etnicidad o sus referentes, lo que le hace entre popular y pintoresco. Divierten, pero la comunidad los valora, estigmatizándolos, los apoda conforme a sus oficios o defectos humanos, así por ejemplo:

            * Pepe el Negrito
            * Molina Long el Bailarín
            * Sopanda
            * Rey (Castro) el Bobo
            * Nico Chavito (un serenatero)
            * Guillé el Loro
            * Rafa Te Vi
            * Pelo'e rata / el flautista / Bobo Sano
            * Loro Guillé / La Enciclopedia Ambulante
            * Moncho Bonito
            * Ché Pelao / el bravucón
            * Lolo Puya
            * Jenjibre

            La categoría final es el TIPO POPULAR. No es necesariamente ni chistoso ni pintoresco. No revela un folclor particular; pero es una persona querida en el espacio de empatía de su comunidad. E interesante por un valor histórico de su origen o esfera de acción.

            * Víctor Primo el Caballero Español
            * Mantillita La Beata
            * Chencho el Abejón / el Cargador
            * Hamaqueros / Juan González Acevedo (n. 1918- ), Pedro       Hernández Tirado (n. 1927 -), Rosa Pérez López (cf. «Doña            Rosa     Pérez López: Las Hamacas: su arte», en:  Palique, Año II,             Núm. 4,            Enero 1978, ps. 16-17
            * Viejos guardias
            * Viejos alcaldes
            * Faroleros y serenos
            * Espiritistas / santigüeras
            * Quincalleros
            * Publicistas / Marcial Walker / Pito Arce
            * Coheteros / los Hermanos Torres
            * Agúzate / billarista
            * Doña Bisa / la Dama Rica y Filántrofa
            * Limpiabotas
            * Mama Isaías, la partera
            * Doña Monsa, partera
            *  Juana Bautista Guzmán Santiago (1881-1973)
            * Boticarios
            * Revendones
            * Piragüeros
            * Choferes / Grueros / Camioneros
            * Boliteros
            * Loco Olivencia
            * Chilín el Malo
            * Bernardino, el Barbero de los Ricos
            * Matacerdos
            * Galleros / Don Víctor

            2. Una definición de partida

            Antes de que se acuñara el término folklore [1] por el arqueólogo William John Thomson, en 1846. para referir a las «antigüedades populares», o vestigios de costumbres festivas y ritos del ciclo vital (bautizos, funerales, etcétera), fue Gottfried von Herder, alemán, quien se dedicaría por primera vez a registrar y preservar deliberadamente tal contenido. Comenzó con las canciones populares y tres modalidades culturales específicas que, como la música, contribuyen a la formación del carácter. La poesía, la literatura y la sicología que él colocara con rol práctico / de interpretación / en el escenario central de la disciplina histórica.
            Referimos a escritos suyos tales como On the Influence of the Beautiful Sciences on the Higher Sciences (1781) y, en menor grado, su Critical Forests (1769).
            La interpretación es la propuesta programática sobre como la filosofía puede convertirse en un medio más universal y útil en el servicio de la gente y que él convertirá en su propuesta para una sicología práctica [2].
            En este aspecto, Von Herder influye profundamente a Federico Nietzsche, quien tenía un profundo interés por la música. Apoyado en una valoración de los ditirambos y estructuras rítmicas de las antiguas canciones y danzas de los uvicultores griegos Nietzsche produjo una  teoría, que sería su tesis doctoral sobre el origen de la Tragedia en el teatro griego. Ambos autores sabían que hay tres cosas inseparablemente, historia y valores. Coinciden en que  festejan la continuidad en el estilo campesino de valores tales como gozo de la vida, aún en medio de la vivencia modesta,  danzas al aire libre y contacto permanente con la naturaleza. Esto es la vitalidad. La felicidad y la salud.
            Cuando Von Herder elabora su colección de Canciones populares (1778-79), su visión es la de compilar canciones de todas las naciones, pero, sobre todo, festejar el vehículo de la cultura que es el «Volk» o nación diferenciada, cuyo hombre es una finalidad moral. No un medio como lo es para la política. Su obra Canciones populares (1778-79) es una compilación de canciones de todas las naciones, pero es también una visión de la cultura y el carácter nacional ('Volksgeist') que no consiste únicamente en «dictar las reglas, sino también en mejorar las costumbres», conforme a la lengua y la literatura de una nación. [3]
            ¿Qué es lo que Von Herder, Nietzsche y otros grandes estudiosos y educadores del verdadero progreso del hombre o su paideia, ven en los campesinos, para designarlos los nobles héroes de la lucha por la patria frente a las banalidades del progreso y la política, donde los cultos empeñan su palabra de honor? Al romper con el clasicismo alemán y el nacionalismo a ultranza, Von Herder escribió: «Es un noble héroe el que lucha por la patria; más noble, quien lucha por el bienestar de su país natal, pero el más noble es el que lucha por la humanidad». 
            Si pretendiéramos investigar el carácter nacional y la verdadera resistencia de quienes lo nutren y defienden, hallaremos que el carácter nacional ('Volksgeist') por el que Von Herder tomó partido como primer analista del Hecho Folclórico es poseído, no por el que más sabe ni por quien más se jacta de palabras de honor, sino por uno que, de antiguo, es «el que labora para los demás, gozando y viviendo interiormente, ese es feliz». Y a éste, héroe más noble, al que llama el «más feliz», [4] es a quien dirá en Cartas sobre el progreso del hombre que merece ser amado, recordado y reabsorbido, por ser el más feliz y valiente. Obviamente, no es el más instruido, pero tiene una sabiduría originaria que no ha sido dañada por la derrota de si mismo ante los poderosos.
            El Sujeto del Folclor batalla en defensa del núcleo de la llama: 'el rescoldo'. Su lucha puede que pierda su «eficacia vital en los modos sociales». No quedan intactas sus costumbres, pero no cejan y no se las rinde a ninguno. Von Herder dice que «el hombre que se rinde a sí mismo es el más miserable» y sacrificarse a si mismo, sobajarse como un irremediable derrotado, es derrotar su posibilidad de sobrevivencia. Comprendemos de este modo que el sujeto folclórico defiende  el Hecho Folclórico, su acontecer y se encuentra inmerso en relaciones pretemáticas con su mundo-entorno ('Unwelt').
            En esta monografía sobre  los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica y «El folclor y los espacios de empatía», [5] antes de hablar sobre la esencia epocal, añoranza y existencia, del ente folclórico y su persona, es importante que relacione el 'hecho folclórico'  al alma que es y al cómo se acostumbra a cada uno de los dominios que se presentan a ella, a su Dasein. Desde la perspectiva en que lo estudio, el hecho folclórico debe ser auténtico y coherente con la paideia que lo produjo y «espejo de la cultura en que se nutre y conserva».
            Estudio el hecho del folclor como una historia viva que puede ir siendo acosada por el olvido, pero nunca se auto derrota, pese a su provocada decadencia.

            2. La historcidad de los tipos

            El folclor no se produjo para el mucho o poco uso de su contenido. o para ser moda de apogeo, o fenómeno naciente. No está en competencia con otros modos de conocimiento, Ciertamente, hay etapas de acoso del acervo humano que se objetiva con el folclor. La decadencia del folclor es tan interesante como los pulsos de su sobrevivencia. No es posible hablar de la muerte del folclor como no es posible hablar de la muerte de la historia.

            DE LOS TIEMPOS DE SAN FELIPE Y LOS SOBRE-VIVIENTES:  El profesor Víctor López Nieves tenía una teoría sobre el por qué todavía en 1950 (quizás hasta 1960) en San Sebastián  sobrevivían una profusión de gente humilde y pintoresca, casi todo de origen campesino. Daba la fecha de 1928, cuando el Huracán San Felipe arrasó con la industria cafetalera en Pepino y, además, rebautizaba a esos grupos como «Los hijos de San Felipe».
            Durante el año y en los sucesivos se dieron eventos que marcaron el pueblo. Uno fue la muerte de Narciso Rabell Cabrero, ex-Alcalde, Director Escolar y paleontólogo pepiniano. En su momento, Rabell concibió y echó planes para un Pepino Moderno, Progresista y ético, esto es, con una moral política superior. Murió cuando aún prevalecía localmente los disturbios ocasionados por Turbas Republicanas, El Corral de Electores (para robo del voto) y asesinatos políticos. Reincidencia del caciquismo, sumados a los efectos de la Depresión y la miseria en el pueblo.
            «En aquel entonces, las carretas de bueyes son el medio de transportación. Las calles eran caminos vecinales que cuando caía un chubasco o aguacero se convertían en ríos de bajes o, peor aún, fangales. En aquella época, la vida era muy dura» (Testimonio de Horacio Hernández, 1995, desde Altadena, California). [6]
            En 1932: otro huracán, San Ciprián, arrasó con cafetales y fincas de frutos menores. Con esto en mente, se puede proceder al análisis fáctico de lo fue hallarse-con y vivirse-en una epocalidad como aquella. Claro está, había enfoques optimistas. Rabell Cabrero decía [y lo cito de entrevistas que me diera uno de sus hijos, Rabell-Fernández, en el decenio de 1975 al recordar a su padre]: «Un pueblo puede perder la vergüenza y sobrevivir; pero pierde el optimismo, tras la vergüenza, y sólo le queda morir». [7]
            También Francisco Alberty Orona habló con optimismo: Con la influencia de los EE.UU. llegará un desafío y una tentación, cuya intensidad nunca antes se experimentara: un anhelo / desafío por el progreso al que él definió poéticamente al decir que será la juventud (la que):

                              abrirá las puertas
                              de un mañana promisorio
                              tornando la semilla en sementeras...

                              («Mirada ausente», en: Cantares al Pepino, p. 2)

            El progreso se convierte en un ideal muy propio de los jóvenes. El mañana («ir-avanzando») dará más que «lo sido», ya acontecido. La desigualdad en la distribución de la riqueza, ese viejo fantasma, tiene que ser superada. Estos márgenes de libertad de acción a la vista son mayores que los que antes hubo con España y su vulnerable autonomía. Vendrán, sobre todo, los jóvenes a probarlo.
            Es apresurado describir categóricamente la idiosincracia del pepiniano, pero dos momentos han cursado en la historia puertorriqueña en las que ésta ha tenido sus pruebas de fuego. Uno fue el movimiento separatista de 1868 y otro fue la presencia norteamericana y lo que, tras aprobarse los estatutos Foraker y Jones, se les planteara.
            Decía Alberty Orona que el pepiniano, en su fluir de existencia, es añorador y ensoñador. Es capaz de evocar «tiempos idos» y «quimeras ilusorias»; pero, a la hora de los vendavales y las pruebas intensas de lo real, el pepiniano verifica lo que tiene «poco arraigo» en beneficio de la verdad de su ser.
            En su texto Añoranzas, a este proceso cognitivo de su añorar, lo dispuso como un resultado filosófico: «Trastocar ilusiones en verdades». [8] Es el poder del trabajo lo que produce esperanzas de vida placentera. Pepino es «progresista y alerta» (Ibíd.). ¿Qué quiso decir con ésto? ¿Qué implicación social tiene? ¿Cuán alertas ante lo irremisible de las espectativas?
            Con esto se infiere cómo incidiera una ideología de importación «americana». Futuro y progreso se han asimilado y la resignación a la miseria no es admisible. Ya nomás. Obviamente, en la historia social de San Sebastián hay mucho dolor. ¿Fue una parte de ese dolor el «olvido de su grandeza antañal» (frase de A. Rafael Seguí), que se evoca y añora, entre nuestros poetas del pasado y el presente?
            Pero el desafío cimero es lo dicho por Alberty Orona: Ha llegado la hora de trastocar las ilusiones en verdades. Esto es posible. El pepiniano concibe una herencia sobre la cual fundamentar sus valores; se «ha forjado un prototipo» regional» (Eliut González). En lo más pobre de sus días y arduo de su vida social, es un pueblo trabajador que Luis Fernando Martínez evocara con los individuos que mencionó colectivamente en un texto. Ellos son hoy una parte del imaginario social de lo pintoresco, pero, que en su tiempo, fueron la sociología viviente del trabajo.
            En su poema A mi pueblo, esos jornaleros o empresarios miseriosos y que representaron la vida cotidiana del Pepino de 1900 hasta final de 1930, son:

               El aguador, el lechero,
               el revendón, carbonero
               (que) empiezan ya a desfilar
               y a la Plaza de Mercado
               de su sueño despertar.
               La gente comienza pronto
               su diaria actividad y allá,
               en la sierra, se oye
               al leñador laborar.

               Larrache, el sacristán de la iglesia,
               las campanas toca ya
               y Chalo con su batea
               de mallorcas bien repletas
               comienza ya a pregonar.

               Los garrafones de leche
               se escuchan ya vaciar
               y Catalina, la Negra,
               la cande la va a juntar.

               Mulas, caballos y vacas
               empiezan a pulular
               y el sonido de sus cascos
               son notas de actividad.

               (Luis Fernando Rodríguez, en: Cantares al Pepino, ps. 94-96) [4]

            El pequeño agricultor, el hatero, el trabajador de la caña y el Ingenio azucarero La Plata, revendones, dulceros, carboneros, aguadores, lecheros, criadas, costureras, parteras y maestros, tenderos, carniceros, ventorrilleros etc. tales son los productores de la vida material del Pepino del 1900 a 1930. Estos como personajes tienen su presencia en la incipiente literatura del siglo XX. Como clase y familias privadas, sostuvieron a su prole contra viento y marea, porque muchas veces, como sucedió en el Siglo XIX, el gran hacendado y el comerciante próspero los menospreció y aún les negó sus beneficios económicos, sociales y políticos. Este grupo, ciertamente proletarizado, poseyó más bondad y valores que recursos para vivir. Siempre fueron los más sufridos.
            Si de algo carecieron fue de educación formal o destrezas para adaptarse al nuevo orden que vendría, a riesgo de hacer ya innecesarios sus empleos. Según avanzó el proceso de cambio, la educación que se fue adquiriendo fue ya una que identificó «capitalismo, democracia, progreso tecnológico, educación pública y obediencia a las leyes» (de los EE.UU.) con el propósito de americanizar, asimilar, completándose el desmante-lamiento de las «costumbres de ayer», las «Costumbres del Pepino del siglo pasado», diría Mariana Rivera Alers de Rivera.
            Un interesante texto del profesor y poeta Jerónimo Ramírez de Arellano, Del pretérito, describe algunos aspectos materiales del escenario pueblerino. Evocó los años del ex-Alcalde Manuel Méndez Liciaga (1884-1964), vividos en un pueblo de «pretérito glorioso», «naturalmente bello». Ese «viejo Pepino» de los 30s todavía conservaba la virtud de la solidaridad.
            Si juzgamos que el sentimiento de solidaridad es el factor cohesivo de las ideologías, al faltar ésta, la pepinianidad, la puertorriqueñidad y las virtudes unitarias del ser que nos dio el sentido de autoctonía e identidad, se tendría como riesgo que tal pepinianidad se viniera abajo.
            Para el jíbaro, como para los troveros populares puerto-rriqueños, en campo y pueblo, la toma plena y creadora del lenguaje ha sido parte de su libertad. Se ha dicho que, afianzado en sus raíces hispánicas y taínas, el jíbaro cantó y, aún canta por tradición, sus coplas, décimas, seis chorreao, aguinaldos y villancicos. Como buen cuentero y decidor de historias («story-teller»), fue el narrador de los cuentos de Juan Bobo. Creó la danza, celebró sus fiestas de batey y sus baquinés. Su proceso creador se volvió su artesanía y tradición.
            La solidaridad como pepinianos fue el arma secreta, el ancla de salvación, en el proceso de sobrevivir como pueblo, a partir del 1900.
            En conversaciones con Marina R. de Rivera y su hijo Alberto Rivera en la década de 1970 (para la preparación de esta monografía), ambos coincidieron en dos hechos: los principales problemas que tuvo el Pueblo de Pepino al despertar a los desafíos del siglo XX y adaptarse al nuevo régimen que impuso los EE.UU., fueron la salud pública y la educación.
            Para Doña Mariana Rivera Alers, educación y salud «van de la mano y una no sabe qué debe ser primero; cuando falta la educación, por desconocimiento, se cometen errores que afectarán la higiene, la salud y la personalidad; cuando no hay salud, sea por el hambre o por el malvivir, la educación no entra al estómago ni a la cabeza».  [9]
            En poema suyo, en el que el deseo es «revivir del pasado cuanto guarda», aún del siglo XIX (ella vivió 18 años en tal siglo y fue una de las pocas niñas con acceso a la educación, pues provino de la próspera familia de la época, los Alers), señaló ese problema fundamental: en Pepino faltaba un sistema de instrucción, la democratización y masificación de la educación pública. No obstante, a su juicio, Pepino hubiese servido de modelo por la virtud colectiva de su fineza y bondad.
            Al envejecer, a la edad 86 años, escribe el poema A mi Pepino, con la aflicción de cómo han cambiado las costumbres y la calidad moral del pepiniano:

               ¡Cuánto tiempo ha transcurrido
               que ya llegué a la vejez!
               causándome pena ver
               en Costumbres del Pepino
               de fin de siglo pasado,
               modelo que fue tomado
               de personas que en verdad
               no poseyendo instrucción
               sólo tuvieron bondad!

               (Mariana R. Rivera Alers, escrito en diciembre de 1967,
               e incluido en: Cantares al Pepino, ps. 83-85)

            Si bien es absurdo, inútil y contraproducente, regresar en forma acrítica al pasado, como fuga de un presente caótico, hay que considerar que no se puede perder la fe en la historia sin caer en varios peligros: la pérdida y el equívoco. El conocimiento de la historia funciona como motor de cambio cuando no se suscribe a los llamados discursos canónicos y legitimadores del poder. Eduardo Millán, lúcido crítico de literatura, ha dicho citando a Leminsky, que la batalla contra lo nuevo es una guerra perdida y lo nuevo debe pasar, necesariamente por una revaloración del pasado, no por un retorno de él.
            La tentación es engordar el olvido. Con olvido, en un sentido hermenéutico-existencial, miento una actitud que M. Heidegger, describió de este modo: la imposición provocante (Ge-stell) de la técnica que conduce al hombre a extravío, a la autodeterminación fatídica, al olvido de su esencia. En los riesgos de la manipulación técnica del mundo, de sus maquinarias y sus aparatos, se oculta un modo precedente del desocultar y el producir, con el peligro de llevar a la fatalidad, al desarraigo. El hombre erigido como sujeto investigador, interpelado por la Gestell, inquiere su objeto, ence-guecido, fuera de la constitución misma del ser. [10]
            Con la entrada al siglo XX, el líder puertorriqueño oportunista y burgués en general y, en particular, el de cada pueblo de la isla en posición de poder, quiso desautorizar el precedente vivido dentro la política pública de España que mantuvo a Puerto Rico en la ignorancia. «A menor nivel intelectual en las colonias, mayor sumisión» (O. Parga, Jr.). Este líder descrito es quien más presto está al olvido ya que se entusiasmará con los ingenieros militares norteamericanos que vinieron con la invasión a construir «la red de carreteras principales, las comunicaciones telefónica e inalámbricas que permitieron la entrada de la Isla al nuevo siglo».  [11]
            Según Heidegger, los seres humanos «somos lanzados a una situación histórica que no podemos eludir». (Heidegger, loc. cit). Ante ésta debemos participar con el más libre y propio querer, es decir, aceptar la situación, ser en ella, siendo que «ser consiste en ser conscientes», y el ser es ocultado por lo que existe, con su «constante presencialidad» y cuidado o inquietud torturante («Sorge»). El querer debe darse en base al ser-los-unos-con-los-otros en ejercicio de la solicitud («Fürsorge») y procuración («Besorge»). Siempre tenemos la esencialidad misma para una orientación que es, o son los materiales «a la mano», para que se nos descubra su significado.
            El sociólogo E. Durkheim rebautizó lo que, en 1895, Le Bon llamara la mente colectiva como psique colectivo, reconociendo que el comportamiento colectivo sustituye en ocasiones al comportamiento individual, contagiándolo con emociones o acción.
            El progreso es peligroso cuando el hombre individual o colec-tivamente idolatra, o se apega a una mercancía u objeto mercantil y el sujeto deviene en objeto. La apariencia encubre la esencia del fenómeno. El olvido incluye, de este modo, el sentido de actuar sobre conceptos que son la expresión sobre el Ser-mismo y la toma de conciencia de la propia existencialidad.
            OLVIDO CULTURAL: Olvido es un desagradecer al ya no ser endopático, actitud que nos pide el procurar de los demás y ayudarles a ser libres en su cuidado («Sorge»). Olvidar es, pues, lo contrario «al recuerdo que se interna en la historia... como el único camino transitable hacia lo inicial», no como historiográfico, o lo meramente pasado, sino como «pensar rememorante que piensa a la vez en el ser que esencia (lo ya sido esenciante) y en la destinada verdad del ser... y cómo desde esa determinación el ser abre un ámbito de proyección para la explicación del ente... y a un pensamiento para la reivindicación del ser». [12]
            Recordaré ahora a una gente que transitó por ese camino de la esencialidad para ubicarse en el habla en torno la vida en los primeros treinta años del siglo. Quienes participaron en la Tertulia de la La Central son individuos muy especiales. Como la pionera Farmacia Rabell, La Central surgió muy temprana en el siglo y Manuel Méndez Liciaga (1884-1964), fue su fundador y propietario por cuarenta años.
            Don Manuel se graduó, mediante estudios libres, en Farmacia y aprovechó los cursos acelerados de inglés y pedagogía que ofreció la Universidad de Cornell para aspirantes de maestros, lo que le permitió, desde 1904, trabajar en escuelas de Utuado, Aguada y Pepino. En la década de 1920, fue director escolar en San Sebastián y, como su hermano Andrés, fue uno de los organizadores y líderes influyentes del Partido Unión de Puerto Rico. Ambos, Manuel y Andrés, tenían intereses tan diversos como la política, la educación, la historia y la literatura. Ambos se educaron con uno de los pocos, aunque más conocidos maestros de la época española, Manuel A. Durán y Figueroa.
            A fin de ubicarse en la situación y la continuidad del espíritu patrio, Méndez Liciaga, Francisco Rosado y Miguel de Jesús Martínez, entre otros, promueven las tertulias nocturnas en la botica, una tradición que duró por muchísimos años y que como el primer ateneo libre, públicamente abierto, para estimular los asuntos cívicos, creativos y culturales, donde inclusive la añoranza del pasado tuvo cabida.
            De «la tertulia» llegó a participar la juventud que comprendió la labor educativa desplegada por Manuel Méndez Liciaga y, desde allí, se comentaba la política, los discursos de los oradores aspirantes a cargos nacionales. No se tomaba como una mera charla, de índole dispersadora y sin fijeza, sino que lo que se conversara sirviera para orientar sobre «lo que está esclarecido y lo que no», al decir de Heidegger.
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            LA IMPORTANCIA DE LA TERTULIA:  La Tertulia de La Central fue una inyección contra el olvido que aspira a sepultar lo inmanente, «el sentido que depende de la existencia» y por el cual es la libertad («la libertad que constituye el fundamento del fundamento existencial». [13] Y el problema fue que este proceso de exorcisar el olvido fue y es más difícil que lo que se piensa. En ese Pepino de los Veinte comenzaron a moverse intereses de ambición desmedida, si bien en la política el objetivo de la administración municipal fue crear infraestructura, oportunidades educativas y los unionistas locales aseguraban triunfos, alejándose de la mentalidad asimilista de algunas antiguas y poderosas familias, aún resentidas por los golpes que diera la clase liberal y proletaria a sus intereses.

            DE BOTICARIO A SIMBOLO DEL ALMA REGIONAL-PEPINIANA: Autonomista, en tiempos de España, Narciso Rabell Cabrero, [14] fue el segundo alcalde de Pepino bajo el régimen norteamericano. Su primera incursión política fue en el Partido Federal y posteriormente en el Partido de la Unión.
            Nombrado por el Gobernador William H. Hunt, como alcalde tuvo que socorrer el Casco Urbano que se incendió pavorosamente en 1906. Impulsó una reconstrucción planificada del Pueblo, siendo el propulsor del primer acueducto y la primera planta eléctrica en la zona urbana.
            De las fincas de su padre, el Dr. Narciso Rabell Ribas, oriundo de Cataluña, se proveyó maderas, sin costo alguno. Rabell Cabrero urgió la aprobación de ordenanzas municipales para la tarea reconstructora. Padre del Pepino Moderno es uno de los primeros en crear consciencia de que la salud y la educación fueron las primeras prioridades para echar adelante a ese Pepino que tantas veces, en su historia, ha tenido que levantarse del desastre, los ciclones y la desorganización.
            Manuel Rivera Negroni, hacendado pepiniano, uno de los primeros Alcaldes bajo el régimen tomó el cargo en 1910. No lo abandonaría hasta 1924. Durante su período, se construyó la Plaza del Mercado y se instaló por primera vez una planta de servicio municipal de energía eléctrica. [15]
            De estos tres hombres (Manuel Méndez Liciaga, Narciso Rabell y Manuel Rivera Negroni) que son, a mi juicio, la figuras más inspiradoras, críticas y ubicadas en la esencialidad del «material a la mano», no solamente fáctico, sino trascendente, de la vida pepiniana en esos treinta años, reflexionaré en capítulos posteriores y les extrapolaré con sus opuestos. Retomaré en el primer capítulo el tema de la invención del presente y la revalorización del pasado a la luz de la crítica de las ideologías.

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            Bibliografía y notas

            [1] Adelantaría, en este ensayo, que el folclor es tan amplio que consta de, al menos seis ramas: (1) Su Narrativa y Oralidad: y que, por tanto, incluye fábulas, cuentos, acertijos, leyendas, relatos orales, chistes, etc. Otra rama que es su Poética (2) que incluye los romances, canciones, refranes, coplas, adivinanzas, dichos, etc. Se puede hablar del (3) Folclor Mágico concernido con «lo espiritual, las supersticiones, y la misma magia». Este se asocia a lo más remoto de su surgimiento como expresión y a lo que Heidegger llamara la narratividad del 'lógos apophantikós' como forma fundamental del conocimiento y capaz de proveer juicios predicativos. Pero, aunque muchos exponentes de la Sabiduría Mágica son partidarios de una Fuente o Poder conferido que se llama la intuición (Anschauung / intuitio), como acceso a Dios y al Origen, no se cuenta en la historia con la intuición infinita, propia de la divinidad (intuitus originarius). El conocimiento humano es uno finito; no crea nada, intuye lo ya dado y es 'intuitus derivativus'.
            Una más reciente etapa de esta disciplina es el (4) Folclor Social: esto es, bailes, costumbres, juegos, tertulias, música, actividades sociales, la familia, etc. Este puede ser privativo y de vida común de una población concreta o subcultura.
            También interesante como folclor es el (5) Hecho Lingüístico: que incluye aforismos, pregones, deformaciones del lenguaje. ocurrencias de grupos humanos, rimas infantiles y cuentos de fantasmas, rumores (incluyendo teorías conspirativas), chismes, etc. Finalmente está (6) el folclor ergológico, que es el más estudiado desde el punto de vista antropológico, pues, da evidencia de la cultura material, utensilios de trabajo, aperos, arte popular, la alfarería, pintura de arte popular. Incluye la recopilación de bebidas, comidas, potajes, etc.
            Aunque la acepción literal del término folklore significa «el saber del pueblo» (folk: nación, pueblo: lore: saber, conocimiento), el investigador de la Universidad de Pensilvania Dan Ben-Amos, redujo la significancia al decir que el folclor es «la comunicación artística en grupos pequeños», Gottfried von Herder, pionero en estos estudios, indica que la misión del folclor como disciplina es «documentar el auténtico espíritu, tradición e identidad del pueblo», en su caso, el germano. «La creencia de que tal autenticidad pueda existir es uno de los principios del nacionalismo romántico que Herder desarrolló. Para Von Herder, las clases campesinas son al mismo tiempo depositarias, vehículo y guardianes del «genio popular», que se modeló mediante el contacto de los hombres con la tierra y el clima y se transmitió de generación en generación, tanto oralmente como en las epopeyas, cuentos y leyendas». Ver: F. M. Barnard, loc. cit..

[2] Es la propuesta de Von Herder en su libro How Philosophy Can Become More Universal and Useful for the Benefit of the People» (1765); como filosofía de la historia, dispone el desarrollo de una concepción teleológica de la historia «as the progressive realization of reason and humanity» — anticipándose en la propuesta a G. F. Hegel. En los cuatro volúmenes del estudio Ideas para una filosofía de la historia de la humanidad (1784-1791), Von Herder elabora la idea de que la naturaleza y la historia humana obedecen las mismas leyes y que, con el tiempo, las fuerzas humanas antagónicas se reconciliarán. Ver. E. A. Menze, M. Menges y M. Palma, Johann Gottfried Herder: Selected Early Works, 1764-7(Pennsylvania, 1992).

[3] F. M. Barnard, J. G. Herder on Social and Political Culture (Cambridge, 1969). Aquí se incluye un ensayo herderiano tiitulado «Dissertation on the Reciprocal Influence of Government and the Sciences»

[4] J. Gottfried von Herder, Cartas sobre el progreso del hombre (1793-1797). En el Ensayo sobre el origen del lenguaje(1772), subraya su carácter natural y evolutivo, y su papel preponderante en cualquier proceso cognoscitivo, así como reclamó una concepción nacional para el arte y reivindicar la exaltación del individualismo y los sentimientos como fuente de inspiración. No creyendo en la idea del progreso indefinido, vigente en su época, defendió una apreciación imparcial de hombres y pueblos, ejercicio vinculado siempre a la acción de la evolución o progreso general de la humanidad.

 [5] «Los tipos folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica», en:
http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2010/08/los-tipos-folcloricos-de-pepino-y-la.html y «El folclor y los espacios de empatía», en:


[6] Testimonio de Horacio Hernández, 1995, desde Altadena, California. Pertenece a su libro aún inédito, y que obtuve por cortesía y amistad de su autor. Su título es Recuerdos: La gente de mi pueblo, Capítulo 1; ver también Andrés Méndez Liciaga, Boceto histórico del Pepino (1ra, edición 1924; segunda edición (Ediciones Ateneo Pepiniano, San Sebastián, 2004), ps. 88-89, 108, 128-129, 141, 170.

[7] Carlos López Dzur: Entrevista con Dr. Rabell Fernández, en su hogar.

[8] Francisco Alberty Orona, en: Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al Pepino (1ra. edición, San Sebastián, 2003), ps. 1 y 3. Ver también: nota de Eulogio Cardona-Beltrán Premio Literario para Alberty Orona, en: Palique, Año III. Núm. 21. Enero-Marzo 1980, ps. 7 y 22.

[9] Luis Fernando Rodríguez, incluido en: Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al Pepino, ps. 94-96.

[10] Entrevista con Mariana Rivera Alers, viuda de José Rivera Muñiz. La entrevista fue realizada en mi casa en San Sebastián en 1973. Doña Mariana, nacida en 1882, estudió sus primeras letras con una maestra privada en Pepino, de origen aristocrático, María de Jesús Arteaga e hizo estudios superiores, posteriormente, en el Colegio de Isabel Suárez en Añasco. Publicó en 1969 un libro titulado Añoranzas sagradas. Citamos varios poemas suyos en este trabajo, tomados de la antología recopilada por Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al Pepino (1ra. edición, 2003), p. 83.

[11] Martin Heidegger, El ser y el tiempo (Fondo de Cultura Económica, México, 1951), con prólogo y traducción del alemán de José Gaos, ps. 300 y 310; además, Michael Sauval, El olvido del ser, según Martin Heidegger, en: http://www.sauval.com/articulos/olvidodelser.htm y Carlos Eduardo Peláez, Heidegger y algunos textos sobre estética, en:
http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/rev28/pelaez.htm; Cf. vid además: Alberto Carrillo Canán, Poesía, lenguaje e interpretación en Heidegger, en: http://serbal.pntic.mec.es/cmunoz11/carrillo.html
y I. M. Bochensky, La filosofía actual (FCE, Mexico, 1997), p. 16.

[12] Senador Orlando Parga, Jr., La Invasión americana, en: http://www.orlandoparga.com/publish/aricle_17.shtml

y] Paul Roubiczek, El existencialismo (Editorial Labor, S.A., Barcelona, 1970), ps. 190-91 y Heidegger, M., El recuerdo que se interna en la metafísica (Destino, Barcelona, 2000), traducción de Juan Luis Vermal.

[13] Bochensky, p. 160-61.

[14] Narciso Rabell Cabrero nació el 27 de septiembre de 1873, hijo de Elvira Cabrero Echeandía. Estudió en Maricao en el Colegio, dirigido por Felipe Janer, donde fue condiscípulo de Luis Lloréns Torres, Rafael Martínez Nadal y otras figuras que echarían fama y prestigio en Puerto Rico entero. Obtuvo el Bachillerato en Artes y Ciencias y acudió a España para obtener su Licenciatura en Farmacia (1895). A su regreso, fundó la Farmacia Rabell (1896). Murió el 10 de febrero de 1928. Para más referencias: Angel M. Nieves Rivera y Maiz López, Edgar J., Narciso Rabell Cabrero (1873-1928), librito de 88 páginas, donde se le describe: «We studied the important events in the life and work of Puerto Rican scientist and politician Narciso Rabell Cabrero (1873-1928).  He lived in the turmoil of the change of sovereignty from the Spain regime to the United States of America regime during the American-Hispanic War of 1898.  Despite this turmoil, he made contributions in the natural history of Puerto Rico, especially in paleontology, archaeology, pharmacy, botany and politics.  Rabell Cabrero was a man without boundaries.  A genealogical summary is also provided.»
            Ver además;

[15] La energía eléctrica y los primeros electricistas




2. EL HOMBRE PINTORESCO

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