1. EL PROYECTO
Elaboro
una monografía sobre gentes que en San Sebastián del Pepino han configurado sus
espacios de empatía, evocación de nostalgia y epocalidad. A estos suele
llámarseles Tipos folclóricos, pintorescos y populares. Es gente que se
aceptan como un sello de marca, como si dijeran: «Hecho / o sucedido en /
Pepino». Ellos mismos crean o comparten los 'espacios de empatía',
es decir, momentos de interacción cariñosa, aceptación, identificación y
admiración, por las memorias que evocan en la comunidad y que se reciprocan, en
cuanto son los individuos que han marcado al pueblo con su sabor, manera de ser
particular y la necesidad con que se reacciona colectivamente al vínculo.
La tarea de ir recogiendo datos acerca de nuestros Tipos
folclóricos, populares y pintorescos, es más fácil cuando nos adelantamos a proteger ese tesoro, de aquí a los próximos cien o 200 años pensemos en nuestros espacios de empatía
cultural y evoquemosla con nostalgia ya que es la epocalidad que desaparece, o va
perdiendo la influencia ante los prestigios del progreso o la tecnología,
como sucedió ya que no hay aguadores que nos vendan el agua a domicilio y ellos
mismos hayan sido los que cavaron pozos, o la acopiaron de ríos, chorros o
manantiales, para llevarla al pueblo, cuando no había acueductos...
INTRAHISTORIA
QUE SE PIERDE: ¿Quién por con nostalgia o gratitud recuerda a
carboneros, carreteros, pregoneros,
lecheros a domicilio, colchoneros, faroleros / serenos cuando no había luz
eléctrica? ¿Cuánto han variados los DECIRES, refraneros, trovas, costumbres y
cultura de jíbaros auténticos? … antes orgullosos de sus aportes, en las
artesanías y la música, ¿quiénes les recuerdan ya? ¿Y distingue la paja del
grano?
Y
hay tipos folclóricos, vibratorias resonancias espirituales del jíbaro y el campesino ancestral. porque aunque más pobre
unos que otros, en conjunto, que exploraron los valles y las alturas de tierra
adentro, y por dinámica cultural crearon tradiciones, movieron su afecto y
dones de alegría, e.g. su música, sus décimas, lo jolgorios o bailes en que se
compartían / el jaleo, pese a la pobreza de los albores del Pepino, y merecen
que se les estudie y reccuerde. Harán
nuestros referentes.
Así,
con bailes, el compadrazgo, las devociones, o como se aprendió del taíno, y de
sus dones artesanales. Tener algunas silletas extras (los tures) para ser
hospitalarios y, en su descanso, fumarse sentado en ellosd o en la hamaca unos
cigarros.
En
ese tiempo, antes de 1800, casi todo campesino anduvo «descalzos de pie y pierna», (p. 18) como dice Méndez
Liciaga, pero ya se tenían unas 150 pequeñas haciendas y dos hatos. Ese primer
campesino es más un criador de vacas, novillos, cabras, cerdos, mulas y
caballos, es l ganadero que se festeja en la Tradición de la Novilla y la
Dama Titina. Y en ese entonces produjo una de las primeras costumbres y
fiestas colectivas: las corridas de caballo... pero 30 o 50 años después de
1820 y los deslindes de tierra de 1825 con nuevos inmigrantes a las purtss, la agricultura
se impone y con la organización de latifundios y, por ende, nuevas maneras de
trato. Ahora sí se sabría quién es quién en Pepino y, sobre todo, quien entrará
humildemente a los espacios de empatía porque es generoso, servicial, simpático
y bueno. El pueblo llano será juez.
«¿Cómo
me tratas?... Así te trato».
Con
la última emigración venezolana y cuando ya El Pepino de 1828 tiene más de
8,632 pobladores, se tiene que entender el impacto y evolución que causa en el
pueblo una nuevamente economía, con una élite de inmigrantes pudientes y 615
esclavos a su servicio. Hay 16 extranjeros y 112 emigrados al Pueblo. Se
engraman diferen-ciaciones racistas, no necesariamente censales. Se distingue
entre pardos y morenos. ¿Qué se quiere decir con 670 pardos, a diferencia de los 40 morenos? ¿Importaz?
La
gente de esos tiempos acogerá en el espacio de empatía que les corresponda. Lo
que si es, económicamente significativo, es que van dsapareciendo los bohíos de
paja en la zona urbana. Se vive en casas. Donde abunda el bohío es en el campo,
donde hay tantos cbohíos como casas / 557 a 540. Del campo procederán casi
todos los pepinianos que viven arrimados, compran en el Casco Urbano y
tarde o temprano se convierten en ventorrilleros.
En
este libro explico que, entre los tipos descritos estan unos que se determinan
por el interés social de lo que hacen, otros, por el asomo progresivo de lo
urbano. Unos que vienen de la Tradición del Folclor de Campo y otros hay
que son pintorescos y en transición, que revela la pobreza económica y lo que
sicológicamente deforma, individualidades que va en picada y se vulgarizan; en
ocasiones se tolera y no desaparece. El folclor cambia con todo, resiste hasta
donde puede, deja huecos de nostalgia; pero cada uno tiene su peculiar estado
de empatía, su propia narrativa y oralidad.
Entre
los tipos folclóricos que pueden ser todavía investigados / recordados / porque
fueron 'jíbaros bragos', mencionaría algunos de los investigué algo de
su oralidad:
*
Guilimbo, el brujo
*
Don Lion, el Levitante
*
Moncho Prieto, el Carretero
*
Pantaleón Chiviricui, el rimador
*
Pregoneros
Entre
los TIPOS PINTORESCOS mencionaría a gente que siendo buena no son los ideales
modelos a seguir: ya sea porque son irreverentes, excéntricos, chistosos,
callejeros. Bullangueros. Convo-can a risa y choteo. No hay que considerar en
la categoría de los tipo a criminales, borrachos, o seres morbosos, como si
fuesen típicos de un espacio de empatía. Sobre todo, tiene que haber una
razón para quererlos. A veces la etnicidad o sus referentes, lo que le hace
entre popular y pintoresco. Divierten, pero la comunidad los valora, estigmatizándolos,
los apoda conforme a sus oficios o defectos humanos, así por ejemplo:
*
Pepe el Negrito
*
Molina Long el Bailarín
*
Sopanda
*
Rey (Castro) el Bobo
*
Nico Chavito (un serenatero)
* Guillé el Loro
*
Rafa Te Vi
*
Pelo'e rata / el flautista / Bobo Sano
*
Loro Guillé / La Enciclopedia Ambulante
*
Moncho Bonito
*
Ché Pelao / el bravucón
*
Lolo Puya
*
Jenjibre
La
categoría final es el TIPO POPULAR. No es necesariamente ni chistoso ni
pintoresco. No revela un folclor particular; pero es una persona querida en el
espacio de empatía de su comunidad. E interesante por un valor histórico de su
origen o esfera de acción.
*
Víctor Primo el Caballero Español
*
Mantillita La Beata
*
Chencho el Abejón / el Cargador
*
Hamaqueros / Juan González Acevedo (n. 1918- ), Pedro Hernández Tirado (n. 1927 -), Rosa Pérez López (cf. «Doña Rosa Pérez
López: Las Hamacas: su arte», en: Palique,
Año II, Núm. 4, Enero 1978, ps. 16-17
*
Viejos guardias
*
Viejos alcaldes
*
Faroleros y serenos
*
Espiritistas / santigüeras
*
Quincalleros
*
Publicistas / Marcial Walker / Pito Arce
*
Coheteros / los Hermanos Torres
*
Agúzate / billarista
*
Doña Bisa / la Dama Rica y Filántrofa
*
Limpiabotas
*
Mama Isaías, la partera
*
Doña Monsa, partera
* Juana Bautista Guzmán Santiago (1881-1973)
*
Boticarios
*
Revendones
*
Piragüeros
*
Choferes / Grueros / Camioneros
*
Boliteros
*
Loco Olivencia
*
Chilín el Malo
*
Bernardino, el Barbero de los Ricos
* Matacerdos
*
Galleros / Don Víctor
2. Una definición de partida
Antes
de que se acuñara el término folklore [1] por el arqueólogo William John
Thomson, en 1846. para referir a las «antigüedades populares», o
vestigios de costumbres festivas y ritos del ciclo vital (bautizos, funerales,
etcétera), fue Gottfried von Herder, alemán, quien se dedicaría por primera vez
a registrar y preservar deliberadamente tal contenido. Comenzó con las
canciones populares y tres modalidades culturales específicas que, como la
música, contribuyen a la formación del carácter. La poesía, la literatura y la
sicología que él colocara con rol práctico / de interpretación / en el
escenario central de la disciplina histórica.
Referimos a escritos suyos tales como On the Influence of the Beautiful
Sciences on the Higher Sciences (1781) y, en menor grado, su Critical Forests (1769).
La interpretación es la propuesta
programática sobre como la filosofía puede convertirse en un medio más
universal y útil en el servicio de la gente y que él convertirá en su propuesta
para una sicología práctica [2].
En
este aspecto, Von Herder influye profundamente a Federico Nietzsche, quien
tenía un profundo interés por la música. Apoyado en una valoración de los
ditirambos y estructuras rítmicas de las antiguas canciones y danzas de los
uvicultores griegos Nietzsche produjo una
teoría, que sería su tesis doctoral sobre el origen de la Tragedia en el
teatro griego. Ambos autores sabían que hay tres cosas inseparablemente,
historia y valores. Coinciden en que
festejan la continuidad en el estilo campesino de valores tales como
gozo de la vida, aún en medio de la vivencia modesta, danzas al aire libre y contacto permanente
con la naturaleza. Esto es la vitalidad. La felicidad y la salud.
Cuando
Von Herder elabora su colección de Canciones
populares (1778-79), su visión es la de compilar canciones de todas las
naciones, pero, sobre todo, festejar el vehículo de la cultura que es el «Volk»
o nación diferenciada, cuyo hombre es una finalidad moral. No un medio como
lo es para la política. Su obra Canciones
populares (1778-79) es una compilación de canciones de todas las
naciones, pero es también una visión de la cultura y el carácter nacional ('Volksgeist')
que no consiste únicamente en «dictar las reglas, sino también en mejorar las
costumbres», conforme a la lengua y la literatura de una nación. [3]
¿Qué
es lo que Von Herder, Nietzsche y otros grandes estudiosos y educadores del
verdadero progreso del hombre o su paideia, ven en los campesinos, para
designarlos los nobles héroes de la lucha por la patria frente a las
banalidades del progreso y la política, donde los cultos empeñan su palabra de
honor? Al romper con el clasicismo alemán y el nacionalismo a ultranza, Von
Herder escribió: «Es un noble héroe el que lucha por la patria; más noble,
quien lucha por el bienestar de su país natal, pero el más noble es el que lucha
por la humanidad».
Si
pretendiéramos investigar el carácter nacional y la verdadera resistencia de
quienes lo nutren y defienden, hallaremos que el carácter nacional ('Volksgeist')
por el que Von Herder tomó partido como primer analista del Hecho Folclórico
es poseído, no por el que más sabe ni por quien más se jacta de palabras de
honor, sino por uno que, de antiguo, es «el que labora para los demás, gozando
y viviendo interiormente, ese es feliz». Y a éste, héroe más noble, al que
llama el «más feliz», [4] es a quien dirá en Cartas sobre el progreso del hombre que merece ser amado,
recordado y reabsorbido, por ser el más feliz y valiente. Obviamente, no es el
más instruido, pero tiene una sabiduría originaria que no ha sido dañada
por la derrota de si mismo ante los poderosos.
El
Sujeto del Folclor batalla en defensa del núcleo de la llama: 'el
rescoldo'. Su lucha puede que pierda su «eficacia vital en los modos sociales».
No quedan intactas sus costumbres, pero no cejan y no se las rinde a ninguno.
Von Herder dice que «el hombre que se rinde a sí mismo es el más miserable» y
sacrificarse a si mismo, sobajarse como un irremediable derrotado, es derrotar
su posibilidad de sobrevivencia. Comprendemos de este modo que el sujeto
folclórico defiende el Hecho
Folclórico, su acontecer y se encuentra inmerso en relaciones pretemáticas
con su mundo-entorno ('Unwelt').
En
esta monografía sobre los tipos
folclóricos de Pepino y la cultura popular e histórica y «El folclor y los
espacios de empatía», [5] antes de hablar sobre la esencia epocal,
añoranza y existencia, del ente folclórico y su persona, es importante que
relacione el 'hecho folclórico' al alma
que es y al cómo se acostumbra a cada uno de los dominios que se presentan a
ella, a su Dasein. Desde la perspectiva en que lo estudio, el hecho
folclórico debe ser auténtico y coherente con la paideia que lo produjo
y «espejo de la cultura en que se nutre y conserva».
Estudio el hecho del
folclor como una historia viva que puede ir siendo acosada por el olvido, pero
nunca se auto derrota, pese a su provocada decadencia.
2. La historcidad de los tipos
El
folclor no se produjo para el mucho o poco uso de su contenido. o para ser moda
de apogeo, o fenómeno naciente. No está en competencia con otros modos de
conocimiento, Ciertamente, hay etapas de acoso del acervo humano que se
objetiva con el folclor. La decadencia del folclor es tan interesante como los
pulsos de su sobrevivencia. No es posible hablar de la muerte del folclor como
no es posible hablar de la muerte de la historia.
DE LOS TIEMPOS DE SAN FELIPE Y LOS
SOBRE-VIVIENTES: El profesor Víctor López
Nieves tenía una teoría sobre el por qué todavía en 1950 (quizás hasta 1960) en
San Sebastián sobrevivían una profusión
de gente humilde y pintoresca, casi todo de origen campesino. Daba la fecha de
1928, cuando el Huracán San Felipe arrasó con la industria cafetalera en Pepino
y, además, rebautizaba a esos grupos como «Los hijos de San Felipe».
Durante
el año y en los sucesivos se dieron eventos que marcaron el pueblo. Uno fue la
muerte de Narciso Rabell Cabrero, ex-Alcalde, Director Escolar y paleontólogo
pepiniano. En su momento, Rabell concibió y echó planes para un Pepino Moderno,
Progresista y ético, esto es, con una moral política superior. Murió cuando aún
prevalecía localmente los disturbios ocasionados por Turbas Republicanas, El
Corral de Electores (para robo del voto) y asesinatos políticos. Reincidencia
del caciquismo, sumados a los efectos de la Depresión y la miseria en el
pueblo.
«En
aquel entonces, las carretas de bueyes son el medio de transportación. Las
calles eran caminos vecinales que cuando caía un chubasco o aguacero se
convertían en ríos de bajes o, peor aún, fangales. En aquella época, la vida
era muy dura» (Testimonio de Horacio
Hernández, 1995, desde Altadena, California). [6]
En
1932: otro huracán, San Ciprián, arrasó con cafetales y fincas de frutos
menores. Con esto en mente, se puede proceder al análisis fáctico de lo fue
hallarse-con y vivirse-en una epocalidad como aquella. Claro está, había
enfoques optimistas. Rabell Cabrero decía [y lo cito de entrevistas que me
diera uno de sus hijos, Rabell-Fernández, en el decenio de 1975 al recordar a
su padre]: «Un pueblo puede perder la vergüenza y sobrevivir; pero pierde el
optimismo, tras la vergüenza, y sólo le queda morir». [7]
También
Francisco Alberty Orona habló con optimismo: Con la influencia de los EE.UU.
llegará un desafío y una tentación, cuya intensidad nunca antes se
experimentara: un anhelo / desafío por el progreso al que él definió
poéticamente al decir que será la juventud (la que):
abrirá las puertas
de un mañana
promisorio
tornando la
semilla en sementeras...
(«Mirada
ausente», en: Cantares al
Pepino, p. 2)
El
progreso se convierte en un ideal muy propio de los jóvenes. El mañana
(«ir-avanzando») dará más que «lo sido», ya acontecido. La
desigualdad en la distribución de la riqueza, ese viejo fantasma, tiene que ser
superada. Estos márgenes de libertad de acción a la vista son mayores que los que
antes hubo con España y su vulnerable autonomía. Vendrán, sobre todo, los
jóvenes a probarlo.
Es
apresurado describir categóricamente la idiosincracia del pepiniano, pero dos
momentos han cursado en la historia puertorriqueña en las que ésta ha tenido sus
pruebas de fuego. Uno fue el movimiento separatista de 1868 y otro fue la
presencia norteamericana y lo que, tras aprobarse los estatutos Foraker y
Jones, se les planteara.
Decía
Alberty Orona que el pepiniano, en su fluir de existencia, es añorador y
ensoñador. Es capaz de evocar «tiempos idos» y «quimeras ilusorias»;
pero, a la hora de los vendavales y las pruebas intensas de lo real, el
pepiniano verifica lo que tiene «poco arraigo» en beneficio de la verdad
de su ser.
En
su texto Añoranzas, a este
proceso cognitivo de su añorar, lo dispuso como un resultado filosófico: «Trastocar
ilusiones en verdades». [8] Es el poder del trabajo lo que produce
esperanzas de vida placentera. Pepino es «progresista y alerta» (Ibíd.).
¿Qué quiso decir con ésto? ¿Qué implicación social tiene? ¿Cuán alertas ante lo
irremisible de las espectativas?
Con
esto se infiere cómo incidiera una ideología de importación «americana».
Futuro y progreso se han asimilado y la resignación a la miseria no es
admisible. Ya nomás. Obviamente, en la historia social de San Sebastián hay
mucho dolor. ¿Fue una parte de ese dolor el «olvido de su grandeza antañal»
(frase de A. Rafael Seguí), que se evoca y añora, entre nuestros poetas del
pasado y el presente?
Pero
el desafío cimero es lo dicho por Alberty Orona: Ha llegado la hora de
trastocar las ilusiones en verdades. Esto es posible. El pepiniano concibe una
herencia sobre la cual fundamentar sus valores; se «ha forjado un prototipo»
regional» (Eliut González). En lo más pobre de sus días y arduo de su vida
social, es un pueblo trabajador que Luis Fernando Martínez evocara con los
individuos que mencionó colectivamente en un texto. Ellos son hoy una parte del
imaginario social de lo pintoresco, pero, que en su tiempo, fueron la sociología
viviente del trabajo.
En
su poema A mi pueblo, esos
jornaleros o empresarios miseriosos y que representaron la vida cotidiana del
Pepino de 1900 hasta final de 1930, son:
El aguador, el lechero,
el revendón, carbonero
(que) empiezan ya a desfilar
y a la Plaza de Mercado
de su sueño despertar.
La gente comienza pronto
su diaria actividad y allá,
en la sierra, se oye
al leñador laborar.
Larrache, el sacristán de la
iglesia,
las campanas toca ya
y Chalo con su batea
de mallorcas bien repletas
comienza ya a pregonar.
Los garrafones de leche
se escuchan ya vaciar
y Catalina, la Negra,
la cande la va a juntar.
Mulas, caballos y vacas
empiezan a pulular
y el sonido de sus cascos
son notas de actividad.
(Luis Fernando Rodríguez, en: Cantares
al Pepino, ps. 94-96) [4]
El
pequeño agricultor, el hatero, el trabajador de la caña y el Ingenio azucarero
La Plata, revendones, dulceros, carboneros, aguadores, lecheros, criadas,
costureras, parteras y maestros, tenderos, carniceros, ventorrilleros etc.
tales son los productores de la vida material del Pepino del 1900 a 1930. Estos
como personajes tienen su presencia en la incipiente literatura del siglo XX.
Como clase y familias privadas, sostuvieron a su prole contra viento y marea,
porque muchas veces, como sucedió en el Siglo XIX, el gran hacendado y el
comerciante próspero los menospreció y aún les negó sus beneficios económicos,
sociales y políticos. Este grupo, ciertamente proletarizado, poseyó más bondad
y valores que recursos para vivir. Siempre fueron los más sufridos.
Si
de algo carecieron fue de educación formal o destrezas para adaptarse al nuevo
orden que vendría, a riesgo de hacer ya innecesarios sus empleos. Según avanzó
el proceso de cambio, la educación que se fue adquiriendo fue ya una que
identificó «capitalismo, democracia, progreso tecnológico, educación pública
y obediencia a las leyes» (de los EE.UU.) con el propósito de americanizar,
asimilar, completándose el desmante-lamiento de las «costumbres de ayer»,
las «Costumbres del Pepino del siglo pasado», diría Mariana Rivera Alers
de Rivera.
Un
interesante texto del profesor y poeta Jerónimo Ramírez de Arellano, Del pretérito, describe algunos
aspectos materiales del escenario pueblerino. Evocó los años del ex-Alcalde
Manuel Méndez Liciaga (1884-1964), vividos en un pueblo de «pretérito
glorioso», «naturalmente bello». Ese «viejo Pepino» de los 30s
todavía conservaba la virtud de la solidaridad.
Si
juzgamos que el sentimiento de solidaridad es el factor cohesivo de las ideologías,
al faltar ésta, la pepinianidad, la puertorriqueñidad y las virtudes unitarias
del ser que nos dio el sentido de autoctonía e identidad, se tendría como
riesgo que tal pepinianidad se viniera abajo.
Para
el jíbaro, como para los troveros populares puerto-rriqueños, en campo y
pueblo, la toma plena y creadora del lenguaje ha sido parte de su libertad. Se
ha dicho que, afianzado en sus raíces hispánicas y taínas, el jíbaro cantó y,
aún canta por tradición, sus coplas, décimas, seis chorreao, aguinaldos y
villancicos. Como buen cuentero y decidor de historias («story-teller»), fue el narrador de los cuentos de
Juan Bobo. Creó la danza, celebró sus
fiestas de batey y sus baquinés. Su proceso creador se volvió su artesanía y
tradición.
La
solidaridad como pepinianos fue el arma secreta, el ancla de salvación, en el
proceso de sobrevivir como pueblo, a partir del 1900.
En
conversaciones con Marina R. de Rivera y su hijo Alberto Rivera en la década de
1970 (para la preparación de esta monografía), ambos coincidieron en dos
hechos: los principales problemas que tuvo el Pueblo de Pepino al despertar a
los desafíos del siglo XX y adaptarse al nuevo régimen que impuso los EE.UU.,
fueron la salud pública y la educación.
Para
Doña Mariana Rivera Alers, educación y salud «van de la mano y una no sabe
qué debe ser primero; cuando falta la educación, por desconocimiento, se
cometen errores que afectarán la higiene, la salud y la personalidad; cuando no
hay salud, sea por el hambre o por el malvivir, la educación no entra al estómago
ni a la cabeza». [9]
En
poema suyo, en el que el deseo es «revivir del pasado cuanto guarda», aún del
siglo XIX (ella vivió 18 años en tal siglo y fue una de las pocas niñas con
acceso a la educación, pues provino de la próspera familia de la época, los
Alers), señaló ese problema fundamental: en Pepino faltaba un sistema de
instrucción, la democratización y masificación de la educación pública. No
obstante, a su juicio, Pepino hubiese servido de modelo por la virtud colectiva
de su fineza y bondad.
Al
envejecer, a la edad 86 años, escribe el poema A mi Pepino, con la aflicción de cómo han cambiado las
costumbres y la calidad moral del pepiniano:
¡Cuánto tiempo ha transcurrido
que ya llegué a la vejez!
causándome pena ver
en Costumbres del Pepino
de fin de siglo pasado,
modelo que fue tomado
de personas que en verdad
no poseyendo instrucción
sólo tuvieron bondad!
(Mariana R. Rivera Alers, escrito en diciembre de 1967,
e incluido en: Cantares al Pepino, ps. 83-85)
Si
bien es absurdo, inútil y contraproducente, regresar en forma acrítica al
pasado, como fuga de un presente caótico, hay que considerar que no se puede
perder la fe en la historia sin caer en varios peligros: la pérdida y el
equívoco. El conocimiento de la historia funciona como motor de cambio cuando
no se suscribe a los llamados discursos canónicos y legitimadores del poder.
Eduardo Millán, lúcido crítico de literatura, ha dicho citando a Leminsky, que
la batalla contra lo nuevo es una guerra perdida y lo nuevo debe pasar,
necesariamente por una revaloración del pasado, no por un retorno de él.
La
tentación es engordar el olvido. Con olvido, en un sentido
hermenéutico-existencial, miento una actitud que M. Heidegger, describió de
este modo: la imposición provocante (Ge-stell) de la técnica que conduce
al hombre a extravío, a la autodeterminación fatídica, al olvido de su esencia.
En los riesgos de la manipulación técnica del mundo, de sus maquinarias y sus
aparatos, se oculta un modo precedente del desocultar y el producir, con el
peligro de llevar a la fatalidad, al desarraigo. El hombre erigido como sujeto
investigador, interpelado por la Gestell, inquiere su objeto, ence-guecido,
fuera de la constitución misma del ser. [10]
Con
la entrada al siglo XX, el líder puertorriqueño oportunista y burgués en
general y, en particular, el de cada pueblo de la isla en posición de poder,
quiso desautorizar el precedente vivido dentro la política pública de España
que mantuvo a Puerto Rico en la ignorancia. «A menor nivel intelectual en
las colonias, mayor sumisión» (O. Parga, Jr.). Este líder descrito es quien
más presto está al olvido ya que se entusiasmará con los ingenieros militares
norteamericanos que vinieron con la invasión a construir «la red de
carreteras principales, las comunicaciones telefónica e inalámbricas que
permitieron la entrada de la Isla al nuevo siglo». [11]
Según
Heidegger, los seres humanos «somos lanzados a una situación histórica que
no podemos eludir». (Heidegger, loc. cit). Ante ésta debemos participar con
el más libre y propio querer, es decir, aceptar la situación, ser en ella,
siendo que «ser consiste en ser conscientes», y el ser es ocultado por lo que
existe, con su «constante presencialidad» y cuidado o inquietud
torturante («Sorge»). El querer debe darse en base al ser-los-unos-con-los-otros en ejercicio de la solicitud
(«Fürsorge») y procuración («Besorge»). Siempre tenemos la
esencialidad misma para una orientación que es, o son los materiales «a la mano», para que se nos descubra su significado.
El
sociólogo E. Durkheim rebautizó lo que, en 1895, Le Bon llamara la mente colectiva como psique colectivo, reconociendo que el
comportamiento colectivo sustituye en ocasiones al comportamiento individual,
contagiándolo con emociones o acción.
El
progreso es peligroso cuando el hombre individual o colec-tivamente idolatra, o
se apega a una mercancía u objeto mercantil y el sujeto deviene en objeto. La apariencia
encubre la esencia del fenómeno. El olvido incluye, de este modo, el sentido de
actuar sobre conceptos que son la expresión sobre el Ser-mismo y la toma de conciencia de la propia existencialidad.
OLVIDO
CULTURAL: Olvido es un desagradecer al ya no ser
endopático, actitud que nos pide el procurar de los demás y ayudarles
a ser libres en su cuidado («Sorge»). Olvidar es, pues, lo contrario «al
recuerdo que se interna en la historia... como el único camino transitable
hacia lo inicial», no como historiográfico, o lo meramente pasado, sino como «pensar
rememorante que piensa a la vez en el ser que esencia (lo ya sido esenciante) y
en la destinada verdad del ser... y cómo desde esa determinación el ser abre un
ámbito de proyección para la explicación del ente... y a un pensamiento para la
reivindicación del ser». [12]
Recordaré
ahora a una gente que transitó por ese camino de la esencialidad para ubicarse
en el habla en torno la vida en los primeros treinta años del siglo. Quienes
participaron en la Tertulia de la La Central son individuos muy
especiales. Como la pionera Farmacia Rabell, La Central surgió muy temprana en
el siglo y Manuel Méndez Liciaga (1884-1964), fue su fundador y propietario por
cuarenta años.
Don
Manuel se graduó, mediante estudios libres, en Farmacia y aprovechó los cursos
acelerados de inglés y pedagogía que ofreció la Universidad de Cornell para
aspirantes de maestros, lo que le permitió, desde 1904, trabajar en escuelas de
Utuado, Aguada y Pepino. En la década de 1920, fue director escolar en San
Sebastián y, como su hermano Andrés, fue uno de los organizadores y líderes
influyentes del Partido Unión de Puerto Rico. Ambos, Manuel y Andrés, tenían
intereses tan diversos como la política, la educación, la historia y la
literatura. Ambos se educaron con uno de los pocos, aunque más conocidos
maestros de la época española, Manuel A. Durán y Figueroa.
A
fin de ubicarse en la situación y la continuidad del espíritu patrio, Méndez
Liciaga, Francisco Rosado y Miguel de Jesús Martínez, entre otros, promueven
las tertulias nocturnas en la botica, una
tradición que duró por muchísimos años y que como el primer ateneo libre,
públicamente abierto, para estimular los asuntos cívicos, creativos y
culturales, donde inclusive la añoranza del pasado tuvo cabida.
De
«la tertulia» llegó a participar la juventud que comprendió la labor educativa
desplegada por Manuel Méndez Liciaga y, desde allí, se comentaba la política,
los discursos de los oradores aspirantes a cargos nacionales. No se tomaba como
una mera charla, de índole dispersadora y sin fijeza, sino que lo que se
conversara sirviera para orientar sobre «lo que está esclarecido y lo que no»,
al decir de Heidegger.
\
LA IMPORTANCIA DE LA TERTULIA: La Tertulia de La Central fue una inyección
contra el olvido que aspira a sepultar lo inmanente, «el sentido que depende de
la existencia» y por el cual es la libertad («la libertad que constituye el
fundamento del fundamento existencial». [13] Y el problema fue que este
proceso de exorcisar el olvido fue y es más difícil que lo que se piensa. En
ese Pepino de los Veinte comenzaron a moverse intereses de ambición desmedida,
si bien en la política el objetivo de la administración municipal fue crear
infraestructura, oportunidades educativas y los unionistas locales aseguraban
triunfos, alejándose de la mentalidad asimilista de algunas antiguas y
poderosas familias, aún resentidas por los golpes que diera la clase liberal y
proletaria a sus intereses.
DE BOTICARIO A SIMBOLO DEL ALMA
REGIONAL-PEPINIANA: Autonomista, en tiempos de España, Narciso Rabell
Cabrero, [14] fue el segundo alcalde de Pepino bajo el régimen norteamericano.
Su primera incursión política fue en el Partido Federal y posteriormente en el
Partido de la Unión.
Nombrado
por el Gobernador William H. Hunt, como alcalde tuvo que socorrer el Casco
Urbano que se incendió pavorosamente en 1906. Impulsó una reconstrucción
planificada del Pueblo, siendo el propulsor del primer acueducto y la primera
planta eléctrica en la zona urbana.
De
las fincas de su padre, el Dr. Narciso Rabell Ribas, oriundo de Cataluña, se
proveyó maderas, sin costo alguno. Rabell Cabrero urgió la aprobación de
ordenanzas municipales para la tarea reconstructora. Padre del Pepino Moderno
es uno de los primeros en crear consciencia de que la salud y la educación
fueron las primeras prioridades para echar adelante a ese Pepino que tantas
veces, en su historia, ha tenido que levantarse del desastre, los ciclones y la
desorganización.
Manuel
Rivera Negroni, hacendado pepiniano, uno de los primeros Alcaldes bajo el
régimen tomó el cargo en 1910. No lo abandonaría hasta 1924. Durante su
período, se construyó la Plaza del Mercado y se instaló por primera vez una
planta de servicio municipal de energía eléctrica. [15]
De
estos tres hombres (Manuel Méndez Liciaga, Narciso Rabell y Manuel Rivera
Negroni) que son, a mi juicio, la figuras más inspiradoras, críticas y ubicadas
en la esencialidad del «material a la mano», no solamente fáctico, sino
trascendente, de la vida pepiniana en esos treinta años, reflexionaré en
capítulos posteriores y les extrapolaré con sus opuestos. Retomaré en el primer
capítulo el tema de la invención del presente y la revalorización del pasado a
la luz de la crítica de las ideologías.
___
Bibliografía y notas
[1] Adelantaría, en este
ensayo, que el folclor es tan amplio que consta de, al menos seis ramas: (1) Su
Narrativa y Oralidad: y que, por tanto, incluye fábulas, cuentos, acertijos,
leyendas, relatos orales, chistes, etc. Otra rama que es su Poética (2) que
incluye los romances, canciones, refranes, coplas, adivinanzas, dichos, etc. Se
puede hablar del (3) Folclor Mágico concernido con «lo espiritual, las
supersticiones, y la misma magia». Este se asocia a lo más remoto de su
surgimiento como expresión y a lo que Heidegger llamara la narratividad del 'lógos
apophantikós' como forma fundamental del conocimiento y capaz de proveer
juicios predicativos. Pero, aunque muchos exponentes de la Sabiduría Mágica son
partidarios de una Fuente o Poder conferido que se llama la intuición
(Anschauung / intuitio), como acceso a Dios y al Origen, no se cuenta en la
historia con la intuición infinita, propia de la divinidad (intuitus
originarius). El conocimiento humano es uno finito; no crea nada, intuye lo
ya dado y es 'intuitus derivativus'.
Una más reciente etapa de
esta disciplina es el (4) Folclor Social: esto es, bailes, costumbres,
juegos, tertulias, música, actividades sociales, la familia, etc. Este puede
ser privativo y de vida común de una población concreta o subcultura.
También interesante como folclor
es el (5) Hecho Lingüístico: que incluye aforismos, pregones,
deformaciones del lenguaje. ocurrencias de grupos humanos, rimas infantiles y
cuentos de fantasmas, rumores (incluyendo teorías conspirativas), chismes, etc.
Finalmente está (6) el folclor ergológico, que es el más estudiado desde
el punto de vista antropológico, pues, da evidencia de la cultura material,
utensilios de trabajo, aperos, arte popular, la alfarería, pintura de arte
popular. Incluye la recopilación de bebidas, comidas, potajes, etc.
Aunque la acepción literal
del término folklore significa «el saber del pueblo» (folk: nación,
pueblo: lore: saber, conocimiento), el investigador de la Universidad de
Pensilvania Dan Ben-Amos, redujo la significancia al decir que el folclor es «la
comunicación artística en grupos pequeños», Gottfried von Herder, pionero
en estos estudios, indica que la misión del folclor como disciplina es «documentar
el auténtico espíritu, tradición e identidad del pueblo», en su caso, el
germano. «La creencia de que tal autenticidad pueda existir es uno de los
principios del nacionalismo romántico que Herder desarrolló. Para Von Herder,
las clases campesinas son al mismo tiempo depositarias, vehículo y guardianes
del «genio popular», que se modeló mediante el contacto de los hombres con la
tierra y el clima y se transmitió de generación en generación, tanto oralmente
como en las epopeyas, cuentos y leyendas». Ver: F. M. Barnard, loc. cit..
[2] Es la propuesta de Von Herder en su libro How Philosophy Can Become More Universal and Useful for the Benefit
of the People» (1765); como filosofía de la historia, dispone el
desarrollo de una concepción teleológica de la historia «as the progressive
realization of reason and humanity» — anticipándose en la propuesta a G. F.
Hegel. En los cuatro volúmenes del estudio Ideas
para una filosofía de la historia de la humanidad (1784-1791), Von
Herder elabora la idea de que la naturaleza y la historia humana obedecen las
mismas leyes y que, con el tiempo, las fuerzas humanas antagónicas se
reconciliarán. Ver. E. A. Menze, M. Menges y M. Palma, Johann Gottfried Herder: Selected Early
Works, 1764-7(Pennsylvania, 1992).
[3] F. M. Barnard, J. G. Herder on Social and Political
Culture (Cambridge, 1969). Aquí se incluye un ensayo herderiano
tiitulado «Dissertation on the Reciprocal Influence of Government and the
Sciences»
[4] J. Gottfried von Herder, Cartas
sobre el progreso del hombre (1793-1797). En el Ensayo sobre el origen del lenguaje(1772), subraya su
carácter natural y evolutivo, y su papel preponderante en cualquier proceso
cognoscitivo, así como reclamó una concepción nacional para el arte y
reivindicar la exaltación del individualismo y los sentimientos como fuente de
inspiración. No creyendo en la idea del progreso indefinido, vigente en su
época, defendió una apreciación imparcial de hombres y pueblos, ejercicio
vinculado siempre a la acción de la evolución o progreso general de la
humanidad.
[5] «Los tipos folclóricos de
Pepino y la cultura popular e histórica», en:
http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2010/08/los-tipos-folcloricos-de-pepino-y-la.html
y «El folclor y los espacios de empatía», en:
[6] Testimonio de Horacio Hernández,
1995, desde Altadena, California. Pertenece a su libro aún inédito, y que
obtuve por cortesía y amistad de su autor. Su título es Recuerdos: La gente
de mi pueblo, Capítulo 1; ver también Andrés Méndez Liciaga, Boceto histórico del Pepino
(1ra, edición 1924; segunda edición (Ediciones Ateneo Pepiniano, San Sebastián,
2004), ps. 88-89, 108, 128-129, 141, 170.
[7] Carlos López Dzur: Entrevista
con Dr. Rabell Fernández, en su hogar.
[8] Francisco Alberty Orona, en: Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al Pepino (1ra.
edición, San Sebastián, 2003), ps. 1 y 3. Ver también: nota de Eulogio
Cardona-Beltrán Premio Literario para
Alberty Orona, en: Palique,
Año III. Núm. 21. Enero-Marzo 1980, ps. 7 y 22.
[9] Luis Fernando Rodríguez, incluido en: Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al Pepino, ps. 94-96.
[10] Entrevista con Mariana
Rivera Alers, viuda de José Rivera Muñiz. La entrevista fue realizada
en mi casa en San Sebastián en 1973. Doña Mariana, nacida en 1882, estudió sus
primeras letras con una maestra privada en Pepino, de origen aristocrático,
María de Jesús Arteaga e hizo estudios superiores, posteriormente, en el
Colegio de Isabel Suárez en Añasco. Publicó en 1969 un libro titulado Añoranzas sagradas. Citamos
varios poemas suyos en este trabajo, tomados de la antología recopilada por
Ramón L. Cardé Serrano, Cantares al
Pepino (1ra. edición, 2003), p. 83.
[11] Martin Heidegger, El ser y
el tiempo (Fondo de Cultura Económica, México, 1951), con prólogo y
traducción del alemán de José Gaos, ps. 300 y 310; además, Michael Sauval, El
olvido del ser, según Martin Heidegger, en:
http://www.sauval.com/articulos/olvidodelser.htm y Carlos Eduardo Peláez, Heidegger y algunos textos sobre
estética, en:
http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/rev28/pelaez.htm; Cf. vid además:
Alberto Carrillo Canán, Poesía,
lenguaje e interpretación en Heidegger, en: http://serbal.pntic.mec.es/cmunoz11/carrillo.html
y I. M. Bochensky, La filosofía
actual (FCE, Mexico, 1997), p. 16.
[12] Senador Orlando Parga, Jr., La
Invasión americana, en: http://www.orlandoparga.com/publish/aricle_17.shtml
y] Paul Roubiczek, El existencialismo (Editorial Labor, S.A., Barcelona, 1970), ps. 190-91 y Heidegger, M., El recuerdo que se interna en la metafísica (Destino, Barcelona, 2000), traducción de Juan Luis Vermal.
[13] Bochensky, p. 160-61.
[14] Narciso Rabell Cabrero nació el 27 de septiembre de 1873, hijo de
Elvira Cabrero Echeandía. Estudió en Maricao en el Colegio, dirigido por Felipe
Janer, donde fue condiscípulo de Luis Lloréns Torres, Rafael Martínez Nadal y
otras figuras que echarían fama y prestigio en Puerto Rico entero. Obtuvo el
Bachillerato en Artes y Ciencias y acudió a España para obtener su Licenciatura
en Farmacia (1895). A su regreso, fundó la Farmacia Rabell (1896). Murió el 10
de febrero de 1928. Para más referencias: Angel M. Nieves Rivera y Maiz López,
Edgar J., Narciso Rabell Cabrero
(1873-1928), librito de 88 páginas, donde se le describe: «We
studied the important events in the life and work of Puerto Rican scientist and
politician Narciso Rabell Cabrero (1873-1928).
He lived in the turmoil of the change of sovereignty from
the Spain regime to the United States of America regime during the
American-Hispanic War of 1898. Despite
this turmoil, he made contributions in the natural history of Puerto Rico,
especially in paleontology, archaeology, pharmacy, botany and politics. Rabell Cabrero was a man without
boundaries. A genealogical summary is
also provided.»
Ver además;
[15] La energía eléctrica y los primeros electricistas
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