Wednesday, February 03, 2010

Historia de amor en Irlanda

Love (understood as the desire of good for another) is in fact so unnatural a phenomenon that it can scarcely repeat itself, the soul being unable to become virgin again and not having energy enough to cast itself out again into the ocean of another's soul: James Joyce (1882-1941)

Cuando ví aquella mujer, a quien llamé Amor,
«amor mío»,
ya había un océano de odio
conspirando para que no nos buscáramos
y de mi boca no saliera este deseo
de hacerle bien con mis besos,
de atarme a su energía vikinga que bendice.

Por eso siguió de largo. Caminó.
Hizo que no me vio. Por la calle de Lower Gardiner
la ví y en la Esquina de Talbot desapareció.
Es que, en encuentros de amores,
ha de tocarme ser el cruel, dirus Ulixes,
el villano, el falsificador, pero yo la ví
cuando fue fenómeno hermoso.

Se había perfeccionado con virtud,
pero escasamente mis ojos la alcanzarán ahora,
repitiendo el milagro de verla sonreir y tomar
su mano frente a esa estatua del vengativo Cromwell
que me barrió de su lado. La ví cuando fue
fenómeno hermoso y una brisa impudorosa
alzó su falda al viento y me dejó su desnudez
por hado, abrió lo profundo de mis ojos
y me enamoró de su silueta,
sus suaves muslos, con sus vellos dorados,
y de sus glúteos, su vientre, su ombligo.

Una fecha allí, 1650, la prohibía
con decreto del Monarca Inglés:
«No se busque e más a la mujer católica
porque la Nova Inglaterra ha nacido en Irlanda».


2.

Entonces, me llamaron Pellacis, fandi fictor,
Odiseo engañoso que te busca, pene Lope
que a tu belleza / tu virtud / o tus alimiares
a entrar se antoja / por causa de ese viento que separa
y más se para el Lope, terco Pene
para que tu Dublín sea mi Itaca.

¡Qué recursividad tiene tu amor y qué astucia!
Camino a la luz de tu trasero, no hay más candil
en calles nuevas, no otra historia, Penélope.
Movíste las tabas, horizontes de las calles,
y con artimaña de amor galopó
mi Caballo de Troya, sólo porque creo
a diez años de verte que en mi regreso
creíste y te llamo Amor, Elena, todavía, mi amor,
nalgamía para mi Pene Lope.

Todavía por las calles estrechas y ventosas,
rastreo tu caminar y consulto el viento
que te vuela la falda para exhibirme
ese misterio jorgiano de tu Inteligencia Astuta
(imfauno que es prudencia que otros han venido
a quitar; a quitarnos, para que el amor muera).

3.

Por eso ya no se te ve, amor mío,
por Aunger Street, Mountjoy Square
y ni siquiera Capel
Por eso sigues de largo. Caminaste.
Haces que no me viste. Por la calle de Lower Gardiner
te veo y en la Esquina de Talbot te desvaneces.

Todavía me llamas Odiseo
/ Oulixes /
odussomai /
zarza ardiente del odio
y la iracundia que acosa, cuando te mira que pasas
con tu vetutez de amor, viejo amor primario
de Eros / hermoso duende desnudo / átomo antiguo
con olores a falda y menstruo y tú,
mueve que mueve las nalgas en ese Campo
del Castillo Superior Jorgiano de Dublín
y yo el nuevo odio, asociado a la Nova Inglaterra,
enamorado del cuerpo del Castillo,
tu nalga, tu pecho, tu esqueleto, Elena,
fantasma sobre tus adoquines incendiados
como el amor en mi alma.

Desde el Puente Essex (hoy Puente Grattan)
grabé mis ojos en tus senos, quiero verlos
desde arriba y besarlos, lengua abajo.
A orillas del Río Liffey desde la calle Capel,
te ví. Vas camino a lavarte las piernas
y hundir tu sexo en el agua. Yo siempre he querido
ser pez, o mar que te visite y oírte cantar,
Sirena, por mi regreso.

En lo alto de Parliament Street, cuento mis días.
Tú dices que yo no puedo ser amor ni dártelo
(por protestante, por ésto y lo otro)
porque consiento a sacrificios, así como dijera
a Agamenóm,
«si Artemis te pide la sangre de tu hija,
sacríficala, si Jehová te pide a Isaak como ofrenda,
pónlo en el puñal y dedícalo, ¿qué se puede esperar
desde el City Hall en la Calle Parlamentaria,
en la Calle de Royal Exchange en Dublín?»


4.

¡Ay, tu amor Helena, mi Pena, Lopetroyana tristeza
que se ofende por nociones de honor y deber!
¡Qué poco amor nos queda, qué difícil es
entrar a inspirar otras almas y quererlas!
Desde Sackville Street (allí, borrosa esquina O'Connel),
pasé por verla, me comí la calle desde la mañana.

Me disfracé de pordiosero para ver su amor y belleza
y si de veras es fiel desde que Cromwell
nos cambió los parámetros.

Ahora nadie dice que es virtuosa, la católica, la leal.
Observan que entra a hoteles y la buscan
como a etrusca malviviente del Dublin jorgiano
y ella es quien examina qué le ofrece cada uno
porque el amor ya no es natural, yo no nace
sino con artificio, y ya no puedes agitar alas, Amor,
«amor mío», como aquella vez; ahora preguntarás
¿qué tienes para darme, además de placer?
¿qué tamaño tiene tu pene?
¿cuánto te dura una erección o el acopio
de marmaja, o de futuro, o de ocio?

Por la calle de Lower Gardiner ví que desaparece.
Ahora deshace el amor, lo desteje.
No hay energía suficiente para que gane ternura
con impulso, no hay entrega; es más engañosa que yo
en la guerra; desteje en la noche su propio amor
y el amor mío y el amor de todos los enamorados,
puros e impuros. El amor es el fenómeno
menos espontáneo, menos natural,
desde aquel día de guerra en nuestras almas
y del Viento fuerte que nos sacó de rumbos,
pero ví, cuando se alzó el vestido
y mostró el fondo y estaba
oscuro y ajado.

14-03-2006 / El hombre extendido

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Liliana Valera / Sequoyah 53 /

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